ESCLAVOS NEGROS EN LAS HACIENDAS JESUÍTICAS

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Algunas observaciones sobre la evangelización del negro en las haciendas jesuíticas.

Con frecuencia se ha planteado en la historiografía el tema de «Cultura y evangelización en las haciendas de la Compañía de Jesús» en sus múltiples facetas. Uno de los temas es el de la evangelización de los esclavos negros propios. El ministerio de los jesuitas con los esclavos es innegable, bastaría para acreditarlo la figura de San Pedro Claver y de su maestro, Alonso Sandoval, en Cartagena; la obra de Diego Torres Bollo en Tucumán o la de Francisco del Castillo en Lima, por citar los más conocidos.

Pero, en nuestro caso, se trata de un estudio centrado, de manera particular, en el ministerio con los esclavos en las propias haciendas de la Compañía de Jesús. Y ello, porque, como es bien sabido, la Compañía de Jesús en Iberoamérica, para mantener sus colegios y misiones, poseía numerosas y extensas haciendas, para cuya explotación contaba con abundante mano de obra esclava africana, a la que, al mismo tiempo que trataba como esclava y le exigía realizar su duro trabajo, tenía obligación de evangelizar. El tema aquí presentado intenta dilucidar hasta qué punto la Compañía superó esta contradicción: bien mueble o persona, sujeto de derechos.

Ya en varios congresos, entre otros el celebrado en Lima en abril de 2003, bajo el nombre «Jesuitas y modernidad en Iberoamérica», se ha tratado acerca de la doctrina de la esclavitud y de su aceptación, por el estamento secular y eclesiástico, como una clase o condición social más del entramado del orden entonces vigente.

Conviene señalar que la Compañía de Jesús que llega al Perú en 1568, tiene una experiencia previa en la evangelización y catequesis de los esclavos africanos desde su llegada a Sevilla en 1554. Sevilla, puerto fluvial del Atlántico, por su posición estratégica y su comercio con África, Mediterráneo Oriental y Mar del Norte y, luego, con América contaba con una sociedad cosmopolita y multirracial, en la que los negros, esclavos y libres formaban parte del tejido urbano (el seis por ciento en 1565), con sus cofradías de matiz socio religioso y un mayoral y juez para dirimir las diferencias al interior de la comunidad y representarla en ciertos asuntos ante las autoridades reales y municipales.

El primero que se conoce fue Juan de Valladolid, de origen noble, portero de cámara de los Reyes Católicos, conocido como el Conde Negro –aún existe una calle con este nombre–, nombrado mayoral y juez en 1473. La legislación vigente era la Ley de Partida de Alfonso X, relativa a los siervos, la misma que, con pocas modificaciones, se aplicará en América.

Hacia 1390, existía en Sevilla una cofradía de negros, con sede en su propio hospital, fundada por el cardenal-arzobispo Diego de Mena. En 1559, la cofradía, que aún existe, recibía nuevas reglas. Para fin de siglo, había una segunda cofradía de negros en Triana y otra de mulatos, junto a la parroquia de San Ildefonso.

Desde el comienzo de la presencia española en las Antillas, varios de estos africanos, esclavos o libres, fueron agentes comerciales de sus amos o de sus antiguos dueños y, a lo largo del siglo, no pocos pasaron a América solos, con sus familias o con sus amos. Los amos procuraron de antiguo adoctrinarlos, y era ordinaria la manumisión[1]en los testamentos o antes.

Con la fundación de la Compañía de Jesús en Cabo Verde, en 1604, se creó, entre los jesuitas portugueses de la isla, los de Lisboa y Sevilla (las dos ciudades de Occidente con mayor población esclava), una red de comunicación relacionada con este ministerio y su problemática. Fueron los profesores de Teología del colegio sevillano de San Hermenegildo, informadores de Sandoval, los que elaboraron –basados en la propia experiencia de medio siglo y en la información de Cabo Verde– el método mandado a observar en 1614 por el arzobispo Pedro de Castro Quiñones en todas las parroquias de la archidiócesis, método que en 1617, aplicaría el padre Alfonso de Sandoval en el nuevo reino y que, de aquí, pasaría a Lima, a México y Puebla de los Ángeles.

Como dato interesante, fue el provisor del arzobispado, don Gonzalo de Campo, futuro arzobispo de Lima (1625-1628), quien intervino activamente con los jesuitas en todo este asunto, del que Sandoval trata detalladamente en su obra.[2]Apenas llegados a Lima los jesuitas en 1568, comienza el ministerio con los negros, cuyo protagonista fue el padre Luis López, que ya en la nave había ejercido su ministerio con treinta de ellos que venían a Indias.

El método que utiliza en Lima –procesión por las calles cantando la doctrina hacia una iglesia en la que se les explica y se les hace una exhortación,[3]es el mismo empleado por los jesuitas en Sevilla desde su llegada en 1554 y según la carta de Gonzalo González a Ignacio de Loyola, fechada en Sevilla el 23 de abril de 1555.[4]

A principios del siglo XVII, se reconoce, al más alto nivel, la labor de la Compañía con los negros. Felipe III, sobre la base de la información de algunos prelados, dirige una Real Cédula en noviembre de 1603 al virrey del Perú, Gaspar de Zúñiga y Acevedo, Conde de Monterrey, o al que estuviera en su lugar, ordenándole que remedie la falta de atención que padece esa parte de la población, “[...] porque no tienen cura que les enseñe y que solos los religiosos de la Compañía de Jesús se emplean las fiestas, cuando sus amos les dejan un rato, en enseñarlos”.

Pero el provecho es poco, pues los negros, cansados de servir, huyen de la doctrina para divertirse con sus bailes y borracheras, de ahí que los más no confiesen y que casi ninguno comulgue. Propone, como remedio, la creación de tres o cuatro parroquias de negros al estilo de las de los indios.[5]

Era la respuesta al extenso memorial sobre la situación del virreinato que, el 2 abril de 1601, los obispos del Cuzco, Antonio de la Raya; de Quito, Luis López Solís, OSA; y de Popayán, Juan de la Roca, reunidos con ocasión del IV Concilio Provincial como sufragáneos de la sede metropolitana de Lima elevaron al Rey, hermano del procurador de la provincia del Perú a las Cortes de España y Roma, padre Diego Torres Bollo.

En el apartado dedicado a los negros, se lamentan de su situación y abandono espiritual –“la gente más desamparada de doctrina que se conoce”– piden el remedio señalado en la real cédula, indicando que los únicos que se ocupan de ellos son los padres de la Compañía. La real cédula, en su parte expositiva, recoge a la letra, como es de rigor, la información de los prelados.[6]


Breve nota historiográfica

En cuanto a las haciendas de la Compañía de Jesús en América, existe abundante bibliografía que cubre sus diferentes aspectos: agropecuarios, socioeconómicos, arquitectónicos y artísticos, entre otros. Además, se ha estudiado, a nivel local o regional la utilización cualitativa y cuantitativa de la mano de obra esclava, así como su dimensión demográfica. Sería prolijo mencionar aquí los numerosos trabajos sobre el asunto y se correría el peligro de silencios injustos, pero se citarán, al menos, dos nombres fundamentales: Nicolas Cushner y Magnus Mörner.

En relación con el régimen interno de las haciendas, existen dos publicaciones de consulta imprescindible. Se trata, en ambos casos, de una serie de instrucciones para la buena administración de las haciendas, unas originadas en la provincia mexicana de la Compañía y las otras destinadas a un grupo de fundos de la provincia del Perú: «Instrucciones a los hermanos jesuitas administradores de haciendas», halladas y editadas por Chevalier (1950),[7]e «Instrucciones para el manejo de las haciendas jesuitas del Perú», estudiadas y editadas por Macera (1966). Para el caso de México, cabe citar además, la monografía de Konrad (1980) sobre la hacienda de Santa Lucía.

Con respecto al tema religioso, concretado en el Perú en los siglos XVI y XVII, es de obligada consulta la obra de Tardieu (I993a) sobre la Iglesia y los negros en ese virreinato. Poco antes, en 1990 este mismo autor había dedicado un artículo al ministerio de la Compañía con los negros en Nueva España durante el siglo XVI.

Para toda la cuestión de la esclavitud en América española, es interesante el reciente estudio de Lucena (2002), publicado por el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Varsovia. A partir del estudio de la esclavitud blanca y oriental en Europa, y de la esclavitud indígena en América, centra su investigación en dos aspectos fundamentales de la esclavitud negra: el ordenamiento jurídico y su fundamento, y el tráfico comercial en sus diferentes etapas y formas.

Trata, luego, del reformismo esclavista ilustrado carolino, analiza los códigos negros de fines del siglo XVIII y concluye con un estudio más particularizado de la esclavitud en el siglo XIX en Cuba y Puerto Rico hasta su abolición a fin de siglo (1820-1886). En relación con la mentalidad, postura y acción de la Iglesia, no puede prescindirse del también reciente estudio de Andrés-Gallego y García Añoveros (2002) sobre el tema.

Por otra parte, se ha estudiado y exaltado el ministerio de la Compañía con los esclavos africanos, en especial en Cartagena y centrado primordialmente en la figura de San Pedro Claver. Estudios más recientes han puesto de relieve el papel pionero de su maestro en esta labor, Alonso de Sandoval, así como la obra de este: «De instauranda Aethiopum salute».

Al dar a conocer ese papel ha contribuido la edición de la obra Sandoval (1987), con introducción y notas de la acreditada investigadora de la Escuela de Estudios Hispano Americanos (Consejo Superior de Investigaciones Científicas) de Sevilla, la doctora Enriqueta Vila Vilar, hasta hace poco directora de dicha escuela, quien tiene en su haber valiosos estudios sobre la esclavitud y, en particular, los asientos de negros. Uno de sus trabajos publicado en el año 2000 toca el tema de la evangelización del esclavo negro en América.


NOTAS

  1. Acto jurídico mediante el cual un amo daba la libertad a su esclavo
  2. SANDOVAL 1987: 287-292, 382-390, 492-503 y 590-593
  3. EGAÑA 1954: 167 y 345
  4. IHCJ: LittQuad, III, 379
  5. FERNÁNDEZ 1986: 446
  6. EGAÑA Y FERNÁNDEZ 19.. 345-346
  7. Véase acerca de este documento la interesante reseña de RICARD (1951: 177-184).

FUENTES, ARCHIVOS Y BIBLIOGRAFÍA

ANDRÉS-GALLEGO, José y Jesús María GARCÍA AÑOVEROS, 2002 La Iglesia y la esclavitud de los negros. Pamplona: EUNSA.

CHEVALIER, François, 1950 Instrucciones a los Hermanos Jesuitas Administradores de hacienda (Manuscrito México del siglo XVIII). México D. F.: Universidad Nacional Autónoma de México.

EGAÑA, A. de (ed.), 1954 Monumenta Peruana. T.º I. Monumenta Historica Societatis Iesu. Vol. 75. Roma Instituto Histórico de la Compañía de Jesús.

EGAÑA, A. de (ed.) y E. FERNÁNDEZ (eds.), 1981 Monumenta Peruana. T.º VII. Monumenta Historica Societatis Iesu. Vol. 75. Roma Instituto Histórico de la Compañía de Jesús.

IHCJ (INSTITUTO HISTÓRICO DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS) 1894- QuadLitterae Quadrimestres T.º III. Monumenta Historica Societatis Iesuitica. Vol. 1932 Madrid: Instituto Histórico de la Compañía de Jesús.

INSTITUTO HISTORICUM SOCIETATIS IESU (IHSI), 2001 Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, 4 vols. Roma: Institutum Historicum Societatis Iesu.

KONRAD, H. W, 1980 A Jesuit Hacienda in Colonial Mexico. Santa Lucia 1576-1767. Stanford: Stanford University Press.

LUCENA SALMORAL, Manuel, 2002 La esclavitud en América española, Varsovia: Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Varsovia.

MACERA, Pablo, Instrucciones para el manejo de las haciendas jesuitas del Perú (siglos XVII-XVIII). Lima, 1966: Universidad de San Marcos.

RICARD, Robert, «La vie religieuse dans les Haciendas des Jésuites mexicaines au XVIIIe siécle». Revue D’Ascetique et Mystique 27 (1951), pp. 177-184.

SANDOVAL, Alonso de, Un tratado sobre la esclavitud, Ed. por Enrique Vila Vilar. Madrid: Alianza Editorial. 1987.

SANTIAGO-OTERO, Horacio y Antonio GARCÍA GARCÍA (dirs.), 1986 Sínodo de Santiago de León de Caracas de 1687. Sínodos Americanos 5. Colección Tierra nueva e Cielo nuevo XIX. Madrid/Salamanca: Centro de Estudios Históricos del CSIC e Instituto de Historia de la teología Española de la UPS.

TARDIEU, Jean-Pierre, 1990, «Les jésuites et la pastoral des Noirs en Nouvelle-Espagne (XVIᵉ siécle)». Ibero-Amerikanisches Archiv, Neue Folge Jahgang 16 Heft 4. ; 1993a L’Église et les noirs au Pérou, XVIᵉ et XVIIᵉ siécles. 2 vols. París: L’Harmattan ; 1993b «Los Jesuitas y la lengua de Angola" en el Perú (siglo XVII)». Revista de Indias, 53.


VILA VILAR, Enriqueta, 2000 «La evangelización del esclavo negro y su integración en el mundo americano». En Berta Ares Queija y Alessandro Stella (coords.). Negros, mulatos y zambaigos. Derroteros africanos en los mundos ibéricos. Sevilla: EEHA, pp. 189-206.

ZUBILLAGA, Félix (ed.), 1973 Monumenta mexicana. Monumenta Histórica Societates Iesu. Vol. 106. Roma: Institutum Historicum Societatis Iesu.


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