ESQUEDA RAMÍREZ, San Pedro

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

(San Juan de los Lagos, 1887 – Teocaltitán, 1927)Sacerdote y mártir.


El padre Pedro Esqueda Ramírez fue fusilado el 22 de noviembre de 1927 en Teocaltitán, Jalisco. Tenía 40 años de edad y 11 de sacerdote. Su vida estuvo marcada por la devoción a la Eucaristía y a la Virgen María. Fundó la “Cruzada Eucarística” y consagró gran parte de su ministerio a promover la devoción a la Eucaristía y a la preparación de los niños a la Primera Comunión.


Del trabajo en una zapatería al seminario

Pedro Esqueda provenía de una familia pobre que le había educado en la fe y en el trabajo. Nació el 26 de abril de 1887 en la ciudad de San Juan de los Lagos, Jalisco, y fue bautizado el mismo día de su nacimiento. Sus padres eran Margarito Esqueda y Nicanora Ramírez, quienes fueron pobres pero profundamente cristianos, de manera que "criaron al niño en el santo temor de Dios... lo que hizo que toda su vida se conservara en la inocencia y santa simplicidad de costumbres". Ya desde niño su vida giró alrededor del Santuario Mariano de San Juan de los Lagos, en Jalisco. A los seis años ingresó en la llamada "escuela del Santuario" donde cursó la instrucción primaria. Era un niño sencillo y pacífico, "jamás se le vio reñir, ni molestar a nadie"[1]. Mientras estuvo en esa escuela formó parte del grupo de acólitos y del coro de la gran basílica mariana. Recibió la Primera Comunión a los ocho años y fue monaguillo desde muy chico.

Al terminar la primaria no siguió estudiando, sino que se ocupó de trabajar en una zapatería, hasta que un día le manifestó a su padre el deseo que abrigaba de entrar al Seminario para llegar a ser sacerdote. De esta manera, entró en el Seminario auxiliar que funcionaba en la misma ciudad de San Juan de los Lagos, donde permaneció hasta 1908, año en que los superiores lo mandaron al Seminario de Guadalajara para realizar los estudios de teología. Allí fue recibiendo los diversos ministerios como pasos hacia el sacerdocio, incluido la orden del diaconado.

Su camino hacia el sacerdocio se vio interrumpido por la revolución carrancista en 1914, la cual suprimió en Guadalajara el seminario, incautó el edificio y dispersó a los seminaristas. En esta dispersión forzosa, el diácono Pedro Esqueda se refugió en su ciudad de San Juan de los Lagos. Aquí prestó servicios ministeriales colaborando con el párroco, hasta que un día fue llamado a Guadalajara para ser ordenado sacerdote. La ordenación tuvo lugar el 19 de noviembre de 1916 en el oratorio público del Hospital de la Santísima Trinidad por manos del señor obispo de Tehuantepec, don Ignacio Plascencia y Moreira, antiguo maestro del seminario de Guadalajara y quien se había tenido que refugiar intermitentemente en Guadalajara a causa de los carrancistas[2].

Joven sacerdote en San Juan de los Lagos

Seis días después de su ordenación, el neo sacerdote fue nombrado vicario cooperador de la parroquia donde había nacido, con el encargo de que impartiera clases en el Seminario auxiliar del lugar, si fuera necesario. Con gran gozo suyo y regocijo de toda la feligresía, cantó su primera misa el primero de diciembre siguiente, en aquella basílica mariana de San Juan de los Lagos donde había recibido los primeros sacramentos y servido como monaguillo. Allí permaneció al servicio de aquel pueblo suyo como sacerdote durante once años. Lo conocían por su entrañable amor a la Eucaristía, como lo demuestra la creación de una asociación llamada "Cruzada Eucarística", para impulsar a los niños en el amor y devoción a Jesús Sacramentado, y el empeño especial que ponía en prepararlos para su Primera Comunión. A su devoción eucarística añadía su acendrado amor a la Santísima Virgen, bajo cuya mirada en aquel santuario había dado todos sus pasos de niño y de joven hacia el sacerdocio.

El ministerio sacerdotal clandestino

Cuando en 1926 se recrudeció la persecución contra la Iglesia, el párroco y los sacerdotes de San Juan de los Lagos tuvieron que esconderse en diversos lugares para evitar su detención y su muerte, pues pendía sobre todos los que allí se quedasen tal sentencia. Desde sus escondites siguieron administrando los sacramentos de casa en casa, de refugio en refugio, incluso en los campos. A veces la gente los ocultaban, otras se veían obligados a huir continuamente de un lado para otro, pues la gente temía las duras y sangrientas represalias del Gobierno. Así le pasó al padre Pedro, que acosado ya no sabía a donde ir. Pasaba de escondite en escondite, en diversas casas y quedándose al frente de la parroquia por encargo del señor cura. En los primeros días de noviembre de 1927 se refugió en Jalostotitlán, Jalisco, pero luego decidió volver a la ciudad de San Juan de los Lagos y se hospedó en la casa de la familia Macías, donde había estado por algún tiempo.

Y llegó el día de su martirio

Las dos hermanas del sacerdote le indicaron que era peligroso volver a una casa donde se había escondido antes, porque ahí lo buscarían nuevamente, y le suplicaban saliera de la ciudad. En la tarde del 17 de noviembre de 1927, un sobrino suyo y otras dos personas fueron a avisarle que lo estaban buscando, por lo que debía escapar de la ciudad. Pero él contestó: "Dios me trajo, Dios sabrá"[3]. Allí se quedó todavía aquella noche, aunque tenía planeado salir de San Juan al día siguiente, 18 de noviembre, día en que lo aprehendieron. En aquella casa habían abierto en el piso, en el lugar donde estaba su cama, un escondite reducido. Ahí ocultaban los ornamentos y todo lo necesario para la celebración de la Eucaristía, como también algo del archivo parroquial, y quedaba un espacio pequeño para que pudiera él esconderse ahí.

Aquella noche se fue a la habitación que servía de oratorio y donde se guardaba el Santísimo Sacramento; invitó a toda la familia a participar y dirigió una meditación. Fue una reflexión de preparación a la muerte. “Se vio que estaba preparado a morir”, diría luego uno de los presentes[4]. Al terminar, agradeció muy atentamente la hospitalidad que le habían prestado.

Al día siguiente, celebró la Santa Misa con mucho fervor. Después de las oraciones finales tomó un Crucifijo y lo besó con profunda devoción; después del desayuno entonó unos cánticos a media voz, al divino Corazón de Jesús, con su semblante muy alegre. A media mañana llamó a la puerta la hermana del padre Pedro para avisar de que ya estaban allí los soldados: habían rodeado la manzana y otros habían subido a las azoteas vecinas. El padre Pedro apenas tuvo tiempo de entrar a la excavación preparada como escondite, la taparon con unas tablas y le pusieron encima una alfombra.

En seguida se oyeron fuertes golpes en la puerta y fue a abrir una señorita de la casa, llamada Florentina. Era un teniente de los federales apellidado Santoyo con cuatro soldados, quienes entraron violentamente a la casa y comenzaron a revisarla. Dieron con el sitio de la excavación. Entonces el teniente ordenó a los soldados remover la alfombra y las tablas y, encontrando al padre, le mandaron salir. "Lo sacaron a puros golpes y malas palabras"[5], amenazándolo con que lo fusilarían por ser sacerdote. Llegó luego el coronel González Romero con otro buen número de soldados. El teniente hizo algunas preguntas al padre Esqueda y, con furia le golpeó una mejilla, abriéndole una herida. Le dio varios golpes con un fuete y le hirió la cabeza.

Se lo llevaron a la Abadía contigua a la colegiata de nuestra Señora de San Juan, que el ejército había convertido en cuartel. Ahí metieron al padre Esqueda en un cuarto obscuro, teniéndole incomunicado. Lo azotaban diariamente, como atestigua una señora encargada del Orfanatorio del Sagrado Corazón, doña Gertrudis del Espíritu Santo, que con valor iba a llevarle de comer cuando se lo permitían. Ella afirmó que "oyó los golpes que le descargaban y los tremendos azotes. Antes de que lo mataran ya estaba por terminar su vida con tanto que lo martirizaban”[6].

Allí lo tuvieron preso hasta el 22 de noviembre de 1927. Pero como en ese día los federales salían al pueblo de San Miguel el Alto, se llevaron con ellos al padre Esqueda. Lo sacaron de la prisión a empujones y a golpes; uno de los empujones, al bajar la escalera de la Abadía, fue tan fuerte que lo arrojó al suelo, quebrándose el brazo derecho. El soportaba callado. "Sufrió las molestias y tormentos que le dieron antes de morir, en silencio, manifestando tranquilidad de ánimo al salir para el lugar del tormento".

Así se lo llevaron a pie hasta la salida de San Juan de los Lagos. Algunos niños lo acompañaron, y con uno de ellos mandó un recado a sus hermanas. Lo subieron a un caballo, atándole con una soga los brazos. A caballo, vigilado por los soldados, llegó hasta el pueblo de Teocaltitán, cerca de San Miguel el Alto. Lo bajaron del caballo y a pie cruzó el pueblo hasta las afueras de él. Luego lo hicieron caminar descalzo entre espinas y nopales (cactus). Ya en el campo, llegaron a un lugar donde estaba un mezquite que en sus ramas tenía colgado rastrojo, (lo llaman un tapanco o almear). El citado militar Santoyo ordenó al prisionero que subiera al mezquite hasta donde estaba el tapanco de rastrojo. El padre Esqueda, con infinita humildad, sin decir palabra, intentó cumplir lo que se le ordenaba, mas no pudo hacerlo pues tenía el brazo derecho roto y no podía hacer fuerza. Hizo varios intentos de subir pero no lo logró[7]. El militar injurió soezmente al sacerdote por no subir al tapanco; desenfundó entonces su pistola y le descargó tres tiros sobre: uno le entró en la mandí bula y salió en el cráneo y dos en el costado izquierdo. Cayó muerto con "el brazo derecho extendido hacia arriba, y el izquierdo en el pecho". “Era entre la una y las dos de la tarde" del 22 de noviembre de 1927, cuentan los testigos[8].

La gente de Teocaltitán recogió su cuerpo la tarde de ese día, y tras velarlo en un salón de la escuela, le dieron sepultura como a un mártir en el panteón del lugar. En 1966 trasladaron sus restos al presbiterio de la iglesia parroquial del centro de San Juan de los Lagos, donde se puso una placa con una sencilla inscripción que dice: "Presbítero Pedro Esqueda, sacrificado el 22 de noviembre de 1927". Desde entonces se veneran en aquel lugar las reliquias del mártir Pedro Esqueda Ramírez. Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado en Roma el 21 de mayo del año 2000, por S.S. Juan Pablo II.

NOTAS

  1. González Fernández, Fidel. Sangre y Corazón de un Pueblo, Tomo II. Ed. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008, p. 949.
  2. Este obispo vivió momentos muy delicados en la historia de su diócesis Tehuantepec, de 1907 a 1922, y luego en la de Zacatecas. Debido a los numerosos problemas que el gobierno planteaba, obtuvo de la Santa Sede que el cantón de los Tuxtlas de la diócesis de Veracruz pasase a la de Tehuantepec, trasladando así la sede a San Andrés Tuxtla en 1919. Sin embargo los problemas no cesaron, siendo aquel Estado teatro de episodios de violenta persecución religiosa.
  3. Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, III, 303-310.
  4. Positio Magallanes, III, 310.
  5. González Fernández, Fidel. Obra citada, p. 952.
  6. Positio Magallanes, III, 319; 334.
  7. Uno de los testigos presentes afirmó que la intención del militar era darle muerte quemándolo vivo, incendiando el almear cuando el padre estuviera sobre él. Esta versión la aceptaron todos y fue la que corrió entre los fieles de la región.
  8. Positio Magallanes, III, 328

BIBLIOGRAFÍA

González Fernández, Fidel. Sangre y Corazón de un Pueblo, Tomo II. Ed. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008.

López Beltrán, López. La persecución religiosa en México. Editorial Tradición, México, 1987.

Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, volumen III.

FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

Artículos relacionados