EVANGELIZACIÓN FUNDANTE

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Primera Evangelización

No consta que en 1492 llevase Colón sacerdotes. Se trataba de un viaje de descubrimiento o a lo más un viaje comercial, y no de misión; aunque debió haber llevado alguno para el servicio de las tripulaciones.

Pero pronto se cae en la cuenta que se necesitan sacerdotes-misioneros, que ha llegado la hora de extender la fe a otros pueblos, como lo expresa la carta del descubrimiento a Femando el Católico del 14 de marzo de 1493, en que felicitaba a la Cristiandad por el “ensalzamiento que habrá entornándose tantos pueblos a nuestra fe”.

De hecho, en el segundo viaje de Colón en 1493, vemos cómo le acompañaban clérigos entre los que se encuentra Fray Bernal Boyl, respaldado por la bula «Piis Fidelium» con la que se le encomienda la misión canónica de fundar iglesias, predicar y administrar sacramentos. Fundándose en Bartolomé de las Casas, el profesor Leandro Tormo narra como la primera evangelización de América la hicieron los indígenas traídos a España por Colón en el primer viaje, bautizados en Guadalupe y repatriados en el segundo viaje.

Al llegar de nuevo, Colón a la Isla Española, el 22 de noviembre de 1493, “hizo echar a un indio de los que traía de Castilla, encargándole que indujese a todos los indios de su tierra al amor de los cristianos... él se ofreció de hacerlo con muy buena voluntad... después no se supo de este indio más”.[1]En cambio, otro de estos indios que le acompañaban, en la misma situación, llamado como su hijo y hermano Diego Colón, le informó de la tragedia del fuerte de Navidad, le orientó hacia Jamaica y tradujo los primeros intercambios de fe con los nativos.

También colaboró en esta primera evangelización -según el mismo Leandro Tormo- Cristóbal Rodríguez «el legua», seglar, marino de Palos, quien se metió a vivir entre los indios, hablaba su lengua e hizo cierta evangelización con los nativos.[2]De los sacerdotes y religiosos que fueron con Colón en el segundo viaje, unos se vuelven a España pronto, como Fray Bernardo -en 1494-, otros regresan más tarde en 1499.[3]

De entre los que se quedan unos años encontramos a fray Ramón Pané, ermitaño de San Jerónimo quien vive cuatro años con los indios, en la provincia de Macoris de Abajo. Aprende su lengua y costumbres, bautiza al nativo Mateo Guaticava y a su familia, trabaja apostólicamente al cacique Guaronex y a los suyos, aunque no consigue su conversión y escribe una obra titulada «Relación de Fray Ramón acerca de las antigüedades de los indios».[4]

La evangelización propiamente dicha de América, no se comienza hasta 1500 y son los franciscanos los principales pioneros de ella en su primer momento.[5]En el viaje de 1493 fueron cuatro franciscanos con Colón.[6]En 1499 vuelven a España dos de ellos, De la Deule y Tisis. Estos regresan nuevamente a la española en 1500 llevándose consigo otros tres misioneros: Francisco Ruiz (más tarde obispo de Ávila), Juan Trasiera y Juan de Robles. Estos últimos escribieron cartas en 1500 diciendo que habían bautizado a unos 3.000 indígenas y necesitaban más misioneros.

A los dos años, en 1502, salen 17 misioneros más, entre ellos 13 sacerdotes. En 1505 los franciscanos crean la provincia de Santa Cruz de Indias con sede en Santo Domingo, pero con encargo de extenderse por todas las islas descubiertas. Años más tarde, 1508, 1509, 1511, 1513, 1514, etc. salen nuevas expediciones.

¿Qué hacen los franciscanos en esa primera evangelización? Atender a los españoles, evangelizar a los indios: visitarles, enseñarles las oraciones, la doctrina, bautizarles, ayudar en la fundación del primer Hospital en la Isla Española (primero de América), liberar a los indios -en el 1500 se confía a los franciscanos devolver la libertad a 21 indios-, y educar a los hijos de los caciques, para eso establecen escuelas e internados.

Los franciscanos no se cuestionan la política del gobernador Nicolás de Ovando, simplemente aprovechan la oportunidad que se les da para formar pueblos indígenas con Iglesia y escuela. Efectivamente en el 1503, se recomienda que los indios se congreguen en pueblos y en cada pueblo haya una Iglesia y un capellán que instruya a los adultos en la fe y a los niños se les enseñe oraciones, lectura, y escritura.[7]En 1511 y 1512 se dan Células reales en que se hace referencia a los colegios de indígenas de los franciscanos y se alaban los frutos cosechados.[8]

Junto a los franciscanos también se embarcan para América clérigos -como Bartolomé de las Casas en 1502- en calidad de doctrineros o capellanes. El 8 de enero de 1504 se establece oficialmente la encomienda.[9]El 15 de noviembre de 1504 Julio II erige tres diócesis sin consultar a Fernando el Católico, que no se llevan a efecto por la protesta de éste.

En 1508 se concede a los Reyes de España el patronato sobre la Iglesia de Indias, otorgando a favor de la corona diezmos, facultad de presentar obispos, de dividir diócesis, etc., y la Corona asume la responsabilidad de evangelizar a los indígenas y la construcción de Iglesias.

En 1510 llega a la española otra congregación que va a tener mucho peso en la evangelización de América: los Dominicos. Entre los tres primeros que llegan en octubre de 1510 se encuentran Pedro de Córdoba y Antón Montesinos; al año siguiente llegaría otra expedición en la que se encontraba Tomás de Berlanga.

Los Dominicos en su metodología misionera usan doble esquema de misión, uno dirigido a los españoles y otro a los indios. Como el Apóstol San Pablo: uno para los judíos y otro para los gentiles. A los españoles les hacen ver las desviaciones de su conducta como cristianos, cuando no obran correctamente. A los indios les hablan de la historia de la salvación basados en datos de la Biblia, invitándoles a apartarse de sus dioses y adorar al Dios Verdadero.[10]

En 1511 se crean las tres primeras diócesis de América: Santo Domingo, Concepción de la Vega (suprimida en 1528) y Puerto Rico. Como obispo de Puerto Rico se nombra a Alonso Manso quien había sido nombrado ya obispo, en 1504, de la Isla Española.


Grito de los misioneros en defensa de los nativos

En diciembre de ese mismo año de 1511, se da el primer grito de libertad en defensa de los indios. Lo hacen los misioneros dominicos y en su nombre, Antón de Montesinos.

Precedentes:

  • En la primera instrucción que se da a Colón en 1493, por parte de los Reyes, se le dice que “procure y haga el dicho Almirante que todos los que en ella van y los que de aquí en adelante traten muy bien a los indios”.[11]
  • También en 1501, ante los abusos del gobernador Bobadilla se le decía a Nicolás Obando, su sucesor: “Procure tener en paz a los naturales y a los castellanos, administrándoles justicia con todo cuidado… tratándoles con mucho amor y dulzura, sin consentir que nadie les hiciese agravio…”.[12]

¿Qué pasó con estos mandatos tan excelentes? En la vida práctica no se cumplieron. A juicio de los misioneros, los encomenderos trataban sin compasión a los indios, los explotaban con trabajos inhumanos, les tenían reducidos a vil esclavitud…[13] Los misioneros no inventaban la realidad, simplemente la constataban, y vieron que no se acomodaba a los principios anteriormente expuestos. Por eso decidieron denunciarla.

Así lo hizo Fray Antón de Montesinos los días 21 y 28 de diciembre en el famoso sermón del cuarto domingo de adviento y días después de la Navidad, en la Isla Española. He aquí sus palabras según Bartolomé de las Casas:

“Yo soy la voz de Cristo en el desierto de esta isla… Esta voz es que todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid: ¿Con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios?... ¿Cómo los tenéis tan opresos y fatigados, sin darles de comer ni curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir, matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Estos no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis? ¿Esto no sentís?”.

En realidad, no sabemos con precisión si estas palabras atribuidas a Montesinos están tomadas al pie de la letra o acomodadas por el Padre Las Casas. Lo cierto es que en este texto se denuncia: la opresión, tiranía, crueldad, falta de alimentación, abandono en las enfermedades, falta de evangelización, privación de las tierras, declaración de guerras, sometimiento al régimen de encomiendas…

Los ecos de este sermón revolucionaron la isla, inquietaron a los encomenderos y llegaron a España. El rey Fernando comunica al provincial de los dominicos la necesidad de acallar a los frailes. El provincial les aconseja prudencia por medio de cartas, marzo 1512; pero los frailes no se rinden. Deciden enviar a España a dos de la comunidad para defender la causa ante el rey. Estos son Antonio Montesinos y Pedro de Córdoba.

También los franciscanos y encomenderos envían su representante: Fray Alonso de Espinar, quien informa también al rey. Este decide estudiar el asunto reuniendo en Burgos a una junta de juristas y teólogos que examinen las quejas y elaboren unas leyes. Así salió el primero código hispano-indio en forma de 35 Ordenanzas, 27 de diciembre de 1512, llamado «Leyes de Burgos»:

    - La ley 4 exige a los doctrineros «mucho amor y dulzura».
    - La Ley 13 limita el trabajo de los indios en las minas a sólo cinco meses al año.
    - La Ley 17 manda que los hijos de los caciques de menos de 13 años se entreguen a los franciscanos para que les enseñen a leer, escribir y doctrina cristiana.
    - La Ley 24 prohíbe los castigos personales e insultos a los indios. Las leyes de Burgos reflejan un sentido de humanidad, esfuerzo por defender al indio y evitar abusos contra ellos. Es el primer paso en favor de los derechos humanos.

Con todo, los dominicos no se quedan contentos y Pedro de Córdoba se queja al Rey. Este convoca al año siguiente en Valladolid (1513), otra junta para revisar las leyes de Burgos y suavizar el trabajo de las mujeres y niños. Como resultado: a las primeras se les prohíbe trabajar en las minas y a los segundos se les prohíbe trabajar antes de los 14 años.

Aun así, Antonio Montesinos protesta de nuevo porque cree que el régimen de encomiendas es injusto y que no se podía hacer la guerra a los indios (de la cual iba a salir después los sometimientos para las encomiendas). Fernando el Católico convoca nueva junta en Valladolid de donde saldrá el sistema de «requerimiento». En él se informa del dominio universal de Jesucristo, de su Vicario el Papa, quien había hecho donación a los reyes de Castilla de aquellas tierras... para su evangelización y se invitaba a aceptar la soberanía española, si no lo hicieran se les someterá por las armas». Este requerimiento lo rebatirá más tarde Francisco de Vitoria. No era lo más perfecto, pero algo había avanzado y los frutos del sermón de Montesinos eran dignos de aprecio.

No sabemos con precisión como recibieron los encomenderos estas leyes. Suponemos que unos las acataron y otros se pusieron en contra. Lo cierto es que, según la historia posterior, algunos siguieron con la esclavitud de indios, las guerras, los abusos, etc. En cambio, los misioneros que fueron posteriormente, tanto Dominicos como Franciscanos iban en línea de dichas leyes, en actitud de defender a los indios y denunciar los abusos. Así nos lo demuestra la fundación de Santa María la Antigua del Darién, en 1513-14 entre quienes se encuentra junto al obispo Juan de Quevedo, y seis franciscanos más, Francisco Román, de quien dice Las Casas que es «varón santo». Este se pronunció reiteradamente en defensa de los indios. También el grupo entero tendía a la misma actitud.[14]

Los franciscanos que fueron en estos años a las Indias eran reformados del cardenal Francisco Ximénez de Cisneros (arzobispo de Toledo y antiguo confesor de la reina Isabel la Católica), lo cual nos da a entender que el mismo Cisneros toma la evangelización de América como cosa personal, a ello le urgía el Rey Católico.[15]Las reformas de Cisneros van a inclinarse a favor de los intereses indígenas, más que de los encomenderos.[16]

La evangelización pacífica

Como fruto inmediato de dichas leyes y de la actitud de los misioneros en defensa de los indígenas, éstos comenzaron un proyecto nuevo de evangelización llamado «Evangelización Pacífica» o «conquista pacífica» llevada a cabo por los dominicos y en concreto por Pedro de Córdoba.

Consiguieron primero del Papa (28 de mayo de 1513) y después del rey (2 de junio de 1513) sendos permisos para hacer en Cumaná (Venezuela) la Colonización Y Evangelización Pacífica: desde el golfo de Cariaco (Cumaná) hasta el Golfo de Coquivacoa (Maracaibo). En la célula expedida en Valladolid se decía expresamente que no se acercase a los indios nadie fuera de los frailes, a no ser con licencia y consentimiento de Fray Pedro de Córdoba.[17]

Para este proyecto tan importante, fray Pedro de Córdoba envió al P. Fray Francisco de Córdoba y al Hno. Fray Juan Garcés. Estos intentan hacer la evangelización «al estilo de los Apóstoles», es decir por vía pacífica y sin violentar en nada la vida de los indígenas. A pesar de la prohibición de acercarse gente extraña a la misión fuera de los Frailes, en junio de 1515, D. Gómez de Rivera apresa al cacique Alonso, a su mujer y a 17 indios más y los lleva esclavos a Santo Domingo. El padre Francisco calmó a los indios, les pide cuatro meses de plazo en los cuales volverán los secuestrados, pero en Sto. Domingo no hicieron caso y los indígenas alborotados sacrificaron a los misioneros.

Esto no desanimó a los Dominicos, puesto que Fray Pedro de Córdoba vuelve de nuevo a restaurar la misión a los pocos meses (diciembre 1515) con cuatro sacerdotes, entre los que se encuentra Fray Tomás Ortiz, y un hermano lego. Allí trabajan pacíficamente hasta el l de septiembre 1520 en que Alonso de Ojeda asaltó a los indios haciéndoles muchas injurias. Ese mismo día Alonso murió a manos de los indígenas, quienes en represalia mataron a dos dominicos, nueve personas más y destruyeron la misión. Era el 3 de septiembre de 1520. Más tarde Fray Tomás hace un informe sobre los indios Caribes de Cumaná un tanto pesimista, donde los deja muy mal.[18]

También los franciscanos en 1517 comienzan la evangelización pacifica en Cumaná teniendo como vicario de la misión a Fray Juan Garceto. En poco tiempo fundaron dos conventos con Iglesia y escuelas al mismo tiempo que proyectaban otros cinco. Para dicho proyecto mandaron a España a Juan Viceynt. Este consigue de los reyes cuanto necesita para la nueva misión y 21 misioneros más de su orden. Pero este proyecto no llega a hacerse realidad.

De igual modo Bartolomé de las Casas, quien había escrito en 1516 el «Memorial de agravios, de remedios y de denuncias», y había sido nombrado Procurador y Defensor de los Indios en septiembre del mismo año, recibe en abril de 1518 un plan para la evangelización pacífica. En el primer borrador pide que se extienda desde el rio Dulce-Esequibo, hasta el cabo de Gracias a Dios, límite con Honduras. En el segundo borrador se pide el mismo límite del rio Dulce, pero se reduce hasta Urabá. Finalmente se propone un tercer borrador limitándose desde dicho río Dulce y al cabo de Vela (La Guajira).

El plan se titula «Remedios para la tierra firme». En julio de 1519 es recomendado al rey por los confesores reales. A principios de agosto es aceptado por el rey y su consejo. En mayo, julio y agosto del siguiente año 1520, se firman sendas capitulaciones. Bartolomé se embarca ilusionado para América el 30 de noviembre de 1520 y llega a Puerto Rico el 10 de enero de 1521. Allí se entera de la destrucción de la misión de los Dominicos, lo cual le produce un tremendo pesar.

Bartolomé se dirige a Santo Domingo, para pedir protección oficial. Después vuelve a Puerto Rico y de allí pasa a Cumaná donde comprueba los destrozos de la misión y las represalias de Ocampo contra los indios rebeldes. En Cumaná se acoge a los Franciscanos, establece la misión y deja a unos labriegos al cuidado de Francisco de Soto. Este se entrega al robo y la matanza de indios, quienes en represalia destruyen la misión franciscana en enero 1522, matan al Hno. Dionisio y también algunos labriegos de Las Casas. De este modo se viene abajo la evangelización pacífica y los proyectos que sobre la misma tenían los Franciscanos, Dominicos y Las Casas. Este fracaso desilusiona tanto a este último que decide cambiar el rumbo de su vida y entrar de dominico (agosto 1522).[19]

El descalabro de Cumaná fue compensando de alguna manera con el nuevo campo de misión que se abre en México. Cortés lleva consigo desde Cuba al mercedario Bartolomé de Olmedo y al sacerdote diocesano Juan Díaz. Más tarde llegan los tres primeros franciscanos, 30 de agosto de 1523. En el 1524 se embarcan para el mundo «mexicano» 12 franciscanos llamados los doce apóstoles de México. Con Pizarro y a través de Tierra Firme, Panamá, va un grupo de dominicos, 1531. En 1533 se enarbola la cruz en la plaza de Cuzco y en 1537 se crea la primera diócesis en Perú con el nombre de Cuzco, cuyo primer prelado va a ser el dominico Vicente Valverde.

El 10 de mayo de 1522 el Papa Adriano VI concedía a las órdenes mendicantes-especialmente a los franciscanos- la «Omnímoda potestas Pontificia» para el ejercicio del ministerio en la Indias (conf. Breve «Exponi nobis» dirigido a Carlos I-V). Esto implica potestad en el fuero interno y externo, incluso para actos episcopales que no requiriesen ordenación episcopal, siempre que no hubiese ningún obispo o su representante en un radio inferior a dos dietas (unos 42 Km). Esta concesión facilitó enormemente la evangelización en sus comienzos, pero produjo posteriormente problemas con la Jerarquía episcopal.[20]

Con esto queremos constatar una vez más, cómo las Antillas y América Central fueron el primer foco de evangelización de América, la cual se extendió más tarde por Tierra Firme: Panamá 1513, Venezuela 1514, México 1523, Perú 1531 y Bogotá 1538.

Defensa de los indios

Siguiendo la línea del dominico Fray Antonio de Montesinos (1480 – 1540), quien fue nombrado Protector de Indios en 1528 y quien murió probablemente envenenado en Venezuela en 1540, encontramos en este periodo una de las gestas más bellas que ha tenido la evangelización de América protagonizada por misioneros y obispos en defensa de los indios.[21]

El más famoso e incansable, en esta línea, es Bartolomé De Las Casas; destacamos su labor en las Antillas, Centro América y España. En 1514 se convierte de encomendero en el más acérrimo defensor de los indios. En 1516 es nombrado Procurador y Protector de indios y asesor de los Comisarios regios por el rey Fernando el Católico. En 1519 defiende a los indígenas ante Carlos I-V y su corte contra Juan de Quevedo, obispo de Tierra Firme.

Ya hemos hablado de la Evangelización Pacífica y su fracaso en Cumaná. También de su decisión de hacerse dominico. Después de años de estudios, oración y silencio en que empieza a escribir su monumental «Historia De Las Indias»; en 1527 escribe al Consejo de Indias indignadísimo contra el tratado de Carlos I-V con los banqueros alemanes, los Welser, cediéndoles la colonización y explotación de Venezuela (20 de enero 1531). En 1534 consigue la paz con el cacique Enriquillo. En 1535 informa a la corte -desde Nicaragua- de los malos tratos que se da a los indios por parte de los hermanos Contreras (uno de ellos Gobernador).

En 1536 el obispo de Tlaxcala fray Julián Garcés hace un informe al papa Paulo III sobre la «Situación angustiosa de los indios». Este informe es llevado personalmente al Papa por Fr. Bernardino de Minaya. Fruto de este informe el Papa publica de mayo a junio 1537 varios Breves y Bulas, entre las que se encuentra la famosa «Sublimis Deus». En ella se dice “los indios... no pueden ser privados de libertad, ni de sus propiedades por medio alguno, aunque no estén en la fe de Jesucristo. Podrán libre y legítimamente gozar de libertad y de sus bienes”.[22]

El mismo año de 1536, Bartolomé De las Casas terminó un tratado con el título «Del único modo de atraer a los pueblos a la verdadera religión». Los encomenderos le retaron a ponerlo en práctica. El aceptó y escogió una zona donde los soldados españoles no habían podido dominar, llamada «Tierra de Guerra», en Teculután (Guatemala). Las Casas cambió dicho nombre por «Vera-paz».

Como condición puso que en cinco años no entrase en la provincia ningún encomendero y se pagasen los tributos directamente al rey. Se trataba de ensayar de nuevo la evangelización pacífica. Bartolomé con sus compañeros dominicos, guiados por indios cristianos, fundan el pueblo de Rubinal, redactan la «Doctrina Cristiana» en lengua quiché, en verso y con música, y logran que el cacique vaya a Guatemala.

Desde 1540 al 1544 le vemos en España consiguiendo cédulas reales, misioneros y recursos, en favor de los indios de Vera-paz. En ese periodo de tiempo redacta la «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» y los «Diez y seis remedios para la reforma de las Indias». Visita a Francisco de Vitoria en Salamanca, quien ya se había pronunciado en 1537 en defensa de los derechos naturales de los indios y quien va a influir decisivamente en la redacción de las «Leyes Nuevas». Por su parte Las Casas va a influir poderosamente para crear en España un ambiente favorable a la causa indígena, y animar al rey para que firme dichas Leyes Nuevas en 1542. Veamos brevemente algunos de sus contenidos:

    - La ley 20 habla del buen trato que hay que dar los indios y del tener en cuenta sus costumbres.
    - La ley 21 alude a que los indios son vasallos libres del rey de España y que ninguno sea tenido como esclavo.
    - La ley 22 ordena que ninguna persona puede poner a su servicio indios contra la voluntad de estos... ni como criado, ni como jornalero.
    - La ley 24 dice que no se cargue inmoderadamente a los indios y se les pague el trabajo.
    - La ley 26-31 hablan de la eliminación progresiva de las encomiendas, las cuales no se pueden heredar.

Estas leyes eran buenas, lo malo es que muchos no las cumplían. El mismo Emperador tiene que suspender su aplicación en 1545 ante la presión de los encomenderos del Perú.

A raíz de las Leyes Nuevas, Las Casas es nombrado obispo de Chiapa, en 1543. En 1544 recibe la consagración como obispo y se embarca para su diócesis. Allí es mal recibido por algunos de la población española. Exige el cumplimiento de dichas leyes. Retiene licencias de confesar a algunos misioneros y se reserva la facultad de absolver a los que tenían indios esclavos. Publica el «Confesionario» (12 reglas para confesar) y sufre un atentado (20 de abril 1542). De unos recibe elogios, de otros insultos. Protesta enérgicamente contra la suspensión de las Leyes Nuevas (25 de oct. 1545) en unión con el obispo Valdivieso (a quien él mismo había consagrado obispo de Nicaragua unos meses antes). Asiste a una reunión de obispos en México donde se recomienda prudencia frente a hechos consumados de maltrato de indios.

La situación del obispo no se podía sostener: ante la oposición de los colonos, la falta de apoyo de las autoridades, desamparado en la 1ucha a favor de los indios por dominicos, franciscanos y agustinos, requerido por los indígenas para seguir en su defensa, decide volver a España y despedirse de América (1547).

En España sigue luchando en defensa de los indios, denuncia atropellos, escribe al Emperador (3 de junio 1549) sobre “los peligros... para los indios... que llevan las conquistas”, protagoniza la contienda con Ginés de Sepúlveda (agosto 1550 y agosto-sep. 1551) ante una junta de teólogos y juristas que el Maestro Soto resume en 12 proposiciones; renuncia al obispado (sep. 1550), se retira al colegio de San Gregorio de Valladolid (nov. 1550).

Revisa la «Brevísima relación de la destrucción de las Indias» (en ese mismo año), publica el «Tratado comprobatorio del imperio soberano y principio universal que los reyes de Castilla y León tienen sobre las Indias» (nov. 1552), la «Apologética Historia», (1554), el «De Thesauris» (sobre los tesoros del Perú, 1562), «Las doce dudas» (1564), trabaja incansablemente en estos años 1552-62 en la corte y en el Consejo de Indias, hace un testamento ante notario donde reafirma sus tesis humanitarias en defensa de los indios (feb. 1564), muere en Madrid, en el convento de Nuestra Sra. de Atocha a los 92 años recordando en sus últimas palabras a sus indios y exhortando a continuar en su defensa.

En la misma línea de Las Casas hay otros misioneros en la zona que en estos primeros años estamos señalando: Antillas y América Central, considerados, como él, por algunos, como los Padres de la Iglesia Latino-Americana.[23]

Antonio Valdivielso: Dominico, llega a Nicaragua en enero 1544 y es consagrado obispo en 1545. Desde Nicaragua escribe acusando a los Contreras del mal trato que dan a los indios. El obispo se desvive por los naturales y trabaja sin descanso. “Ando visitando mi obispado... visito cada anima... para conocer el rostro de mis ovejas... Sucedió (al obispo) que, predicando a favor de la libertad de los indios, reprendió a los conquistadores y gobernadores por los malos tratos que hacían a los indios... indignáronse tanto contra él... que un tal, Juan Bermejo... le dio de puñaladas”.[24]

Cristobal Pedraza: Obispo de Trujillo, Honduras. El obispo cuenta cómo cuando iba a visitar las aldeas de indios éstos huían, porque los encomenderos les tenían dicho que «les ahorcarán y matarán» si le dicen al obispo «los malos tratamientos que les hacen». El obispo lucha por estos indios que están tan maltratados y atormentados.[25]

Tomas De Berlanga: Obispo de Panamá. Llega a Santo Domingo a principios de 1511. Suscribe comunitariamente el sermón de Montesinos, colabora en la redacción de la «Doctrina Cristiana de Pedro de Córdoba», le hacen superior de la comunidad, más tarde provincial y en 1534 obispo de Panamá. Se le atribuye haber introducido el plátano en Santo Domingo (1516) según Fernández de Oviedo, y el tomate en Panamá junto con otros frutos, ganado vacuno y mular.

El 22 de febrero de 1535 escribe a Carlos I-V proponiéndole un plan para unir los dos océanos: Atlántico y Pacífico a través del Ismo de Panamá: “Subido a un alto monte de la serranía de S. Blas me parecía estar en el centro del mundo, contemplando desde allí, la doble vertiente: una que se va perdiendo hacia el Atlántico y otra, que suave y pantanosa, se va deslizando hacia el Pacífico. Si este paso se remedia… vuestra majestad será señor de un gran mundo”. Así tenemos el obispo como precursor del Canal de Panamá.
Por orden del Emperador debe ir al Perú para poner paz entre Pizarro y Almagro, descubriendo en el camino las Islas Galápagos (1535). Dicho Obispo defiende a los indios, se opone a los encomenderos que les tratan mal, exige que les traten bien y denuncia abusos al rey. “Algunos españoles no hacen más cuenta de matar indios, que si fuesen perros. Aun algunos miran más por los perros que por ellos y les hacen más honra. Que se mande pregonar… que quien mate indio o india, le maten a él”.[26]Sintiéndose enfermo presenta la renuncia a su diócesis en 1544.[27]  

Pablo Torres: También obispo de Panamá (1546 o 1547 o -1554 o 1560): Lo mismo que los anteriores pretende que se cumplan las Leyes Nuevas. Esto le llevó a enfrentarse a los encomenderos y a defender a los indios. El gobierno local y el Consejo le desautorizan y le hacen un juicio declarándole culpable. Tiene que volver a la Península como reo.

Vasco de Quiroga: Primer obispo de Michoacán; figura de humanista y de jurista destacado; llegó como Oidor de la II Audiencia de la Nueva España.

Hay otros muchos obispos que defendieron valientemente a los indios. Enunciamos y sólo algunos de los más importantes a fin de hacer constar que inmediatamente a las Leyes Nuevas se afianzó esta línea en la Iglesia Hispanoamericana. Los más distinguidos son: FERNANDO URANGA, en Cuba (1552-1556); TOMÁS CASILLAS, en Chiapas, México (1552-1597); PEDRO DE ANGULO, en Vera-Paz, México (1560-1562), PEDRO DE AGREDA, en Coro, Venezuela (1560-1580), JUAN DEL VALLE, en Popayán, Colombia (1548-1560); BERNARDINO DE ALBUQUERQUE, en Oaxaca, México (1559-1579); JUAN DE SIMANCAS, en Cartagena, Colombia (1560-1570); DOMINGO DE STO. TOMÁS, en La Plata, Argentina (1563-1570); PEDRO DE LA PEÑA, en Quito, Ecuador (1566-1583); AGUSTIN DE LA CORUÑA; en Popayán, Colombia (1565-1590).

Entre los muchos defensores en España del Derecho Natural fundamental (“ius gentium”), aplicado en concreto al caso de los Indios en América se distingue la Escuela Jurídica de Salamanca en la que emergen numerosos juristas, humanistas, filósofos y teólogos, entre ellos relumbra Francisco De Vitoria, -al que sólo aquí mencionamos como cabeza notable de aquella Escuela-, quien escribe múltiples manifestaciones en defensa de los Indios Americanos. De entre ellas destacamos tres: «Carta a Miguel de Arcos» -1534-, y las relaciones «Sobre la Templanza» -1537- y «Sobre los Indios».

En la primera se conmueve ante los abusos de muchos conquistadores y encomenderos en las regiones del Perú. Estas noticias son tan graves -dice- que “se hiela la sangre en mentándomelas”.[28]

En la segunda afirma que el Papa no puede otorgar ninguna potestad civil a los príncipes sobre los pueblos paganos, porque carece de esa potestad. La norma no es otra que los derechos naturales del hombre: el derecho de gentes o la dignidad de la persona humana. La única potestad que tiene es espiritual.

Su obra más importante es la tercera pronunciada en la Universidad de Salamanca en enero 1539. En esta relación desmonta uno por uno los que él llama «Títulos no legítimos» de la ocupación americana por los españoles. Habla del poder del Papa diciendo como éste es espiritual y sólo se extiende a los fieles, no a los infieles. En cuanto al poder del Emperador los hombres podían en absoluto elegir una autoridad suprema, pero esto no es de naturaleza, sino de voluntad. La única vía legitima es el derecho natural común a todos los hombres y pueblos. En ese derecho es donde Vitoria fundamenta los Ocho Títulos Legítimos de ocupación. Destaquemos los dos más importantes:

  • La sociabilidad humana y el derecho de comunicación de todos los hombres y pueblos: derecho a pasar por las diversas regiones del orbe, derecho al comercio, derecho a las cosas comunes, etc.
  • Libertad de los Indios a someterse al Rey de España, a lo cual pone condiciones: que no se dé ignorancia por parte de los indios sobre los españoles, que sea aceptada por la mayoría de los naturales, que sea en plan de tutela temporal, etc.

Finalmente se habla del «Tiempo Dorado» de la evangelización y buenas relaciones entre indios y españoles. Es el tiempo en que se aplican las Leyes Nuevas no solo por obispos, y misioneros sino también por gobernadores, presidentes de Audiencias, Virreyes, corregidores, etc... Incluso se añaden nuevas disposiciones entre los años 1547-1555 y 1556-1570 que ayudan a recordar las anteriores o a ponerlas en práctica.[29]


NOTAS

  1. Bartolomé de las Casas, Historias de las Indias, Lib. I, cap. 85.
  2. Leandro Tormo, Inculturación del indio, Salamanca 1988, p. 264.
  3. Enrique Dussel, Historia de la Iglesia en América Latina, p. 91.
  4. Hernando Colón, Historia del almirante D. Cristóbal Colón, II, Madrid 1932, pp. 82-83.
  5. Enrique Dussel, o. c., p. 91.
  6. La Huella de España en América, p. 146.
  7. La Huella…, pp. 215-220.
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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ