Diferencia entre revisiones de «EVANGELIZACION; Sus rutas americanas»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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PRÓLOGO.

La evangelización en América Latina empezó en el Caribe, el «Mediterráneo» americano, con la llegada de Colón aquel 12 de octubre de 1492 al plantar la cruz en la tierra descubierta. Alguien ha escrito que el principio la presencia misionera en las islas del Caribe (1493-1519) se caracterizó por la improvisación, y también por la violencia y la avidez de riquezas de los recién llegados. Es una verdad a medias.

Los Reyes Católicos (Isabel y Fernando) vincularon desde el primer momento la presencia hispana a las tareas cristianizadoras, dando mucha importancia al papel de los seglares. “No concibieron un cristianismo indígena aislado, como producto de la predicación solitaria del sacerdote. La evangelización había de ser consecuencia de la conversación con quienes profesaban vivencialmente la fe en Jesucristo”. A los clérigos no se les asigna la responsabilidad de la cristianización sino la de su conservación y continuación por medio de los sacramentos, el culto y la predicación.

Santo Domingo, la isla madre de la evangelización

En las «Instrucciones» de los Reyes Católicos a Colón del 29 de mayo de 1493, se da a Colón el encargo de propagar la fe por medio de los frailes misioneros (fray Bernardo Boil y los franciscanos). A los seglares indios, recién bautizados, se les encarga el importantísimo papel de apóstoles de sus hermanos.

No fueron los primeros misioneros franciscanos sacerdotes, como Boil, los que mejor se adaptaron y entendieron al indio. Esta tarea la llevaron a cabo sobre todo los franciscanos legos como Juan Deledeule y Juan Tisin, el ermitaño seglar Juan Román Pané que escribió la primera «Relación de las costumbres de los amerindianos», y el seglar Cristóbal Rodríguez, marinero de Palos (el puerto de donde salió Colón), “los cuales, al cabo de cinco años viviendo como indios, dominaron sus varios idiomas, predicaron con su vida austera, y su palabra fue creída sinceramente, logrando la conversión de Juan Mateo Guativaca con su familia, el cual moriría proclamando ante sus asesinos: «yo soy siervo de Dios».” (L. Tormos).

Los Reyes Católicos insisten en sus Instrucciones (1501) que se hagan los oficios divinos con mucha reverencia y que los indios se convirtiesen “sin les hacer fuerza alguna”, que se les trate bien, reparando los agravios que se les hubiesen cometido. En otras Instrucciones reales de 1503 se disponía la erección de pueblos para los indios “donde haya iglesia y capellán que cargo de los adoctrinar y ensenar en nuestra Santa Fe Católica...y los muestre a leer y escribir; que así mismo procure que algunos cristianos (españoles) se casen con algunas mujeres indias, y las mujeres cristianas (españolas) con algunos indios, porque los unos y los otros se comuniquen y ensenen, para ser adoctrinados”. El cristianismo estaba en función del pueblo cuya vida regulaban las campanas de su iglesia, de su elevación cultural y de los matrimonios mixtos. Método que sería fundamental en la cristianización de toda América.

De Santo Domingo (y luego también de Cuba) salieron los frailes misioneros hacia las demás islas y hacia el continente para predicar el Evangelio. En Santo Domingo comienza la historia misionera de la defensa de los derechos de los indios contra las ofensas que se les hacían, como fue el caso de los primeros dominicos llegados a las Américas con el célebre sermón de Fray Antonio de Montesinos contra los encomenderos y el sistema de servidumbre de los indígenas practicado por estos contra las disposiciones de los Reyes. Fray Antonio, en nombre de sus hermanos, denunció en el cuarto domingo de Adviento de 1511 los desmanes de los conquistadores con el célebre sermón que comenzaba: «Ego vox clamantis in deserto». La comunidad dominica hace causa común con su hermano. Estaba compuesta por Pedro de Córdoba, Bernardo de Santo Domingo, y el hermano lego Domingo de Villamayor. Fray Pedro es autor de la primera Doctrina Cristiana escrita en el Nuevo Mundo. Aquel incidente desencadenó la polémica en torno a la encomienda indiana y justificación de la conquista cuyo resultado inmediato son las Leyes de Burgos (1512) que reconocen los derechos de los indios.

Fue la circunstancia que empujó a la Corona española al envío sistemático de misioneros, escogidos exclusivamente entre las Ordenes reformadas. Entre 1508 a 1516 fueron enviados a Santo Domingo 120 misioneros, que desde allí se esparcieron por las regiones vecinas. Las leyes reales consideran siempre la evangelización como el sentido primero de la presencia de los españoles en aquellas tierras.

Otro famoso misionero dominico fue Domingo de Betanzos (León 1480-Valladolid 1549), que, tras misionar en las Antillas, se encuentra entre los primeros dominicos que pasan a México. El encomendero Bartolomé de Las Casas se convirtió a través del trato con este fraile misionero. El regente de España, el franciscano cardenal Francisco Ximénez de Cisneros, envía a su secretario, el franciscano Juan Ruiz, para que organice la evangelización y devuelva a las islas los indios esclavizados por Colón.

Por ello el regente Cisneros (1516-17) envía a un juez visitador, el licenciado Zuazo, y a varios frailes jerónimos para enderezar los entuertos y a fin de que la protección dispensada a los indios fuese efectiva. Zuazo estableció un sistema de comunidades indígenas libres cuya reglamentación dio origen a todas las reducciones misioneras que se erigieron en América: iglesia con plaza central, hospital, casa del cacique, labranzas comunales e individuales, ganadería comunal, sacerdote y maestro, escuelas de artes y oficios, obligatoriedad de la enseñanza, prohibición de enajenar las haciendas individuales, jornada laboral de seis horas, prohibición del trabajo femenino pesado, monogamia, etc… La primera experiencia de este tipo fue puesta en marcha en el pueblo de Cotuí (o Cotuy), fundado en 1505 por Rodrigo de Trillo por orden de Nicolás de Ovando, gobernador de la Isla Española. Cotuí era el nombre taino de la comunidad ya existente, rica en minerales y ricas plantaciones agrícolas.

En Santo Domingo fueron también erigidas las primeras diócesis del continente americano: Concepción de la Vega y Santo Domingo. Sus primeros obispos fueron respectivamente Pedro Suarez de Deza (1511) y el franciscano García de Padilla, al que sustituyó tras su muerte prematura Alejandro Geraldini (de Amelia), maestro en la corte de los Reyes Católicos. En Santo Domingo se erigió en 1535 el santuario de Nuestra Señora del Agua de Boya, centro de peregrinaciones donde fue sepultado el cacique Enriquillo, defensor de las libertades de su pueblo y gran devoto de la Virgen. La evangelización de Cuba comienza a partir de 1511. Entre sus obispos destacará Diego Sarmiento (+1547), cartujo, celoso defensor de los indios.

A partir de Santo Domingo y Cuba (desde aquí se evangeliza la Florida) los caminos misioneros de la evangelización en América Latina seguirán varias rutas: la primera fue hacia México, y desde aquí tomará dos direcciones, hacia el sur (Guatemala y Centroamérica) y hacia el norte hasta Texas, Arizona y California. Otra ruta será la de Darién o Tierra Firme (Panamá) que se prolongará camino de la actual Colombia y de Perú.

Desde estos dos países parten a su vez otras nuevas rutas misioneras: hacia el cono sur (Chile, Regiones Andinas y del Rio de la Plata: Bolivia, Argentina, Paraguay, Uruguay), y en la parte septentrional hacia el interior de Colombia y la actual Venezuela. Enseguida los misioneros encontrarán una nueva ruta inversa, desde el Atlántico subiendo contra corriente el mismo Rio de la Plata hacia el Paraguay. Por su parte hallamos la ruta brasileña que caminará lentamente desde las costas atlánticas de Brasil hacia el interior.

Mesoamérica: Desde México y Guatemala, hasta Texas, Arizona y California

En 1523 comienza la evangelización de México por obra de los franciscanos. En 1546 las antiguas ciudades-estado del valle de México (Imperio azteca) habían acogido ya el Evangelio. Con la presencia de los llamados «Doce Apóstoles» de México (franciscanos) y más tarde de los dominicos y agustinos se comienza en regla la evangelización de aquellas regiones.

Ya en los albores de la evangelización, México da a la Iglesia los Protomártires del continente: los «Niños Mártires de Tlaxcala» y san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el vidente de la Virgen de Guadalupe en el Tepeyac. Entre las grandes figuras misioneras cabe destacar a los franciscanos Fray Pedro de Gante, pariente de Carlos V, a Fray Martín de Valencia y a Fray Toribio de Benavente. El primer obispo en Tlaxcala fue el dominico Julián Garcés, que provocaría la intervención más solemne del magisterio pontificio en favor de la dignidad de los indios y contra toda esclavitud: la bula Sublimis Deus de Pablo III.

Nos encontramos también con otros grandes obispos como el franciscano Fray Juan de Zumárraga (Ciudad de México), el dominico Fray Bartolomé de las Casas (San Cristóbal, Chiapas), y Don Vasco de Quiroga, el primer obispo de Michoacán, fundador de los «Pueblos hospitales», las bases de experiencias como las de las Reducciones jesuíticas. En el siglo XVII vemos la extraordinaria figura del obispo de Puebla y Virrey de México Juan de Palafox y Mendoza que puso el México de entonces a la vanguardia de la cultura cristiana occidental creando carreteras, extendiendo la educación y los estudios superiores universitarios, reformando el clero, creando el Gran Seminario Conciliar de Puebla al que dotó de una biblioteca pública con varios miles de volúmenes, que en gran parte trajo de España y que en parte todavía se pueden ver hoy en aquella famosa biblioteca.

La evangelización del norte de México, dominado por los pueblos «chichimecas» (bárbaros en el sentido latino del concepto) será más lenta y ardua. Pero llegará hasta la actual Texas y más arriba. Brillan entre las grandes figuras misioneras el jesuita Francisco Kino, y el franciscano san Junípero Sierra, fundador de misiones en California, que darán lugar a ciudades como San Francisco, Los Ángeles, San Antonio, San Diego.

América Central

Desde Santo Domingo y Cuba, por un lado, y desde México por otro, llegan los misioneros a las actuales repúblicas centroamericanas. El mismo Fray Toribio de Benavente y Las Casas llegaron hasta Guatemala. Desde estas regiones algunos misioneros caminarán o bogarán hacia el sur del continente.

Perú

Nos encontramos así con la evangelización de la América meridional. Destaca el caso de Perú que tiene muchas semejanzas con el de México, sea porque en su suelo había florecido una gran cultura (la incaica), sea por las grandes figuras misioneras con las que nos topamos. La vieja ciudad inca de Cuzco y la colonial Lima serán los puntos de partida de los caminos de la evangelización hacia el norte, donde Quito jugará un papel privilegiado con una notable densidad misionera, cultural y eclesial con figuras misioneras de gran talla.

Los misioneros se dirigirán también hacia el sur rumbo a Bolivia, Chile y las Regiones del Río de la Plata. Desde 1532 a 1551, fecha del primer Concilio Provincial de Lima, la mayoría de la población del antiguo Imperio Inca había aceptado el cristianismo, al menos de forma inicial, aunque la antigua religiosidad tradicional continuó viva y con numerosas formas de sincretismo.

Nueva Granada (Colombia actual y regiones aledañas)

Colombia es uno de los países de América Latina con fuerte raigambre católica. Aquí vivían numerosas culturas y pueblos antiguos como los chibchas. Aquellas regiones van a llamarse Nueva Granada. La nueva capital, Santa Fe de Bogotá, fue el punto de partida de la acción misionera en la Región, que era una encrucijada de pueblos y de culturas. En Colombia se encuentra la ciudad de Cartagena de Indias. Su puerto contemplará el oprobio del mercado inhumano de esclavos negros. A su lado contemplamos al Buen Samaritano, el jesuita San Pedro Claver.

Hacia el cono sur: Chile y el Rio de la Plata

Los misioneros que proceden del Perú, de Colombia, e incluso del Caribe parten de la zona minera La Paz-Potosí y Chuquisaca (Bolivia) y se dirigen hacia el cono sur. La evangelización penetra lentamente en los Andes chilenos, en las pampas argentinas y en las selvas del Plata. Fue una misión dura y pobre. Sobre todo en las actuales regiones de Chile, la tierra de los aguerridos e indómitos araucanos y mapuches.

Un grupo de misioneros seguirá el camino del Río de la Plata, hasta Buenos Aires, otro se dirigirá hacia el interior andino dentro de la actual República Argentina. Pero contrariamente a las rutas de entonces hay otro grupo de misioneros que hace el camino inverso: desde el Atlántico sube por el río de la Plata hacia Asunción (Paraguay). Alcanzará su mayor auge en el siglo XVIII, pero enseguida topará con la guerra a muerte que le harán los ilustrados europeos, aliados con los encomenderos.

La presencia misionera en Brasil

La presencia misionera en Brasil estuvo animada por los misioneros lusitanos. El Brasil era una tierra poco poblada y sin grandes culturas indígenas desarrolladas como en el caso de México o de Perú. Los colonos portugueses al principio se establecieron en sus costas y la vida de la Iglesia se desarrolló en función y alrededor de aquellas colonias lusitanas, especialmente de Bahía y Recife. Aquí apuntamos sólo algunos datos:

- 22.4.1500: el almirante portugués Pedro Álvares Cabral en ruta hacia la India los vientos lo desvían hacia la punta extrema oriental atlántica de Brasil. La llama «Tierra de Vera Cruz».

- Los primeros evangelizadores pertenecía a la Orden franciscana o al clero secular, llegados como capellanes de los navegantes y colonos. La primera misa celebrada en Brasil fue oficiada por el franciscano Fray Henrique de Coimbra, que venía en la escuadra de Álvares Cabral, en abril de 1500.

Los franciscanos en Brasil ejercitarán una labor misionera muy notable. religiosas Serán varias sus provincias religiosas, pertenecientes también a las diversas ramas de la gran familia franciscana. En su historia cobra una especial relevancia la Provincia de San Antonio do Brasil en Maranhão e Grão-Pará sobre todo a partir de mediados del siglo XVII.

- La evangelización sistemática comienza prácticamente con la llegada de los jesuitas, enviados por el mismo San Ignacio, en 1549, a petición del rey de Portugal. Algunos granees misioneros jesuitas de la primera hora fueron Nóbrega, Anchieta, Navarro, el beato Ignacio de Azevedo, Viera, sólo para señalar algunos nombres. Los jesuitas tuvieron un papel fundamental en la formación y evangelización en el Brasil, también entre los grupos indígenas, hasta su supresión en 1759 en todos los dominios de Portugal por el marqués de Pombal.

De algunas de sus fundaciones surgieron incluso algunas de las ciudades más opulentas de Brasil, cooperaron a la defensa del cada vez más amplio territorio bajo el dominio portugués contra los ataques de los corsarios; evangelizaron a muchos pueblos nativos; los concentraron en reducciones o poblados; los protegieron contra la avidez de los colonos; construyeron numerosas obras de promoción social y educativa e incluso algunos vertieron su propia sangre en aquella empresa evangelizadora.

Tal es la historia de Ignacio de Acevedo , asesinado en las Islas Canarias cuando navegaba hacia Brasil en el galeón “Santiago”, que fue atacado por piratas calvinistas bajo el mando del francés Jacques Sourié de la Rochelle, un feroz persecutor de los galeones portugueses que se dirigían hacia las Indias. Un grupo de unos 90 jesuitas, divididos en tres grupos, había zarpado hacia Brasil el 15 de junio de 1570. Ignacio de Acevedo viajaba juntos a 45 compañeros en la nave «Santiago».

Al llegar a Madeira, fueron advertidos de los peligros a los que se exponían si continuaban el viaje, ya que los piratas franceses asolaban a todo aquel que se atrevía a navegar por esos mares. Optaron por quedarse, sin embargo, Ignacio de Acevedo y 39 jesuitas más decidieron seguir. El 15 de julio la nave fue atacada por la temible escuadra de Jacques Sourié de la Rochelle, furioso calvinista, quien abordó la nave en alta mar y mandó asesinar a todos los jesuitas, 40 en total.

Esta ejecución causo honda conmoción en Europa, y Acevedo y sus compañeros fueron beatificados por el Papa Pio IX el 11 de mayo de 1854. Ignacio de Acevedo había sido anteriormente enviado a Brasil donde desarrolló un intenso trabajo misionero. Había regresado a Europa para promover el envío de nuevos jesuitas. Actualmente está en curso su proceso de canonización.

Benedictinos (desde 1582); Carmelitas (desde 1584); Capuchinos (desde 1612), seguidos por otros. Sólo en la segunda mitad del siglo XVII comienza una acción misionera hacia el interior de Brasil con los capuchinos franceses e italianos, enviados directamente por la Santa Sede. También ellos organizaron aquí la experiencia de pequeñas reducciones. En 1698 los sustituirán los carmelitas descalzos.

Otros misioneros llegan a la boca del Amazonas, como el padre Luis Figueira, en la región de São Luis y de Belém. En el siglo XVIII Brasil ve un importante desarrollo de la minería y un incremento de la población portuguesa. Las zonas mineras son asistidas espiritualmente por sacerdotes seculares, y por «hermandades» llegadas de Portugal. Su preocupación es la de evangelizar a los llamados «paulistas» (porque parten de São Paolo) que corren hacia las zonas mineras atraídos por la fiebre del oro.

Se injerta aquí la triste historia de las bandas (bandeiras) paulistas, que penetran el «sertão» (tierras del interior). Algunas de estas bandas se dan a la caza de esclavos indios, y llegan hasta las Reducciones del Paraguay, que al final serán «vendidas» por las potencias ilustradas de la Región en el XVIII (Portugal y España) a los intereses de estos esclavistas con la nueva configuración de las fronteras entre las dos Potencias coloniales con el Tratado de Madrid del 15 de enero de 1750.

Desde 1808 a 1821 Brasil ve en su territorio la presencia de la Corte portuguesa con el regente Juan VI de Portugal, huidos de Portugal durante la invasión de Napoleón Bonaparte de la Península Ibérica. El nuncio en Lisboa Lorenzo Caleppi sigue forzosamente, debido a la situación, a la Corte lusitana hacia el Brasil y en 1816 será creado cardenal, convirtiéndose así en el primer cardenal en tierras americanas.

Juan VI confía el gobierno de Brasil a su hijo Pedro I, que proclama la independencia el 7 de septiembre de 1822, declarándose primer emperador del Imperio de Brasil. En 1826 las prelaturas de Cuiab y de Gojaz se convierten en diócesis. A Pedro I le sucede tras una revuelta su hijo Pedro II (1840-1889). Durante este periodo fueron erigidas tres nuevas diócesis (Diamantina, Porto Alegre e Fortaleza en 1854). En 1873 se dan fuertes conflictos entre la Iglesia y el Estado liberal con el encarcelamiento de los obispos de Olinda (Vital María de Oliveira) y de Belem do Pará (Antonio de Macedo Costa).

En este tiempo llegan de nuevo los jesuitas, los lazaristas y los salesianos. El 15 de noviembre de 1889 es proclamada la República Federal de carácter liberal. León XIII la reconocerá en 1890. De hecho, León XIII sería invitado a presidir el arbitraje sobre las fronteras con Bolivia en 1903. Las últimas décadas del XIX y ya en el siglo XX, Brasil fomenta la llegada de miles de inmigrantes que darán una nueva fisonomía al país.

También en este periodo comienza una nueva fase en el campo eclesiástico con la creación de numerosas diócesis y prelaturas, así como la llegada de un número considerable de institutos religiosos procedentes de Europa, tanto masculinos como femeninos. Brasil ocupará en el siglo XX un protagonismo importante en la historia del catolicismo. Entre otros hitos de su historia eclesial se cuenta la celebración de la Primera Conferencia del Episcopado Latino Americano en Rio de Janeiro en 1955 y el de la V Conferencia del CELAM en el Santuario nacional de Aparecida en 2013.

NOTAS