EVANGELIZACIÓN; su impacto en un nuevo mundo

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La nueva problemática que suscitó el encuentro del mundo cristiano occidental con el Nuevo Mundo

Hablando de los primeros evangelizadores en el Nuevo Mundo, Juan Pablo II señalaba algunos de los problemas que con los que tuvieron que enfrentarse: “Muchos tuvieron que actuar en circunstancias difíciles y, en la práctica, inventar nuevos métodos de evangelización, proyectados hacia pueblos y gentes de culturas diversas [...]. Es cierto que los evangelizadores tuvieron que sortear dificultades de diversa índole, debidas a factores humanos que atrasaron y en algunas ocasiones representaron un serio obstáculo para su labor apostólica[1]". Por ellos tuvieron que plantearse una serie de preguntas desde el primer momento de su encuentro con aquel Mundo Nuevo.


Ante todo se preguntaron: ¿quiénes eran aquellas gentes que no lograban encuadrar en sus esquemas antropológicos? ¿Cuál debía que ser el método más justo para anunciarles el evangelio? ¿Cuáles eran las cosas esenciales en el anuncio y cuáles las accidentales? Al mismo tiempo surgió enseguida la problemática de la conquista en sí misma, desde un punto de vista jurídico y de los derechos a las gentes, agravada aún más a causa de los comportamientos inhumanos de algunos conquistadores y encomenderos. “Muchos de los misioneros, en efecto –escribe Juan Pablo II– inspirados por su fidelidad al Evangelio, se vieron obligados a elevar su voz profética contra los abusos de colonizadores que buscaban su propio interés a costa de los derechos de las personas que hubieran debido respetar y amar como hermanos[2]. Señalamos el intento de respuesta a estos dos tipos de problemática que empapa toda la historia de la evangelización a lo largo del período de la dominación española.


Relación entre Conquista y Evangelización en el debate del tiempo

La Iglesia como conciencia crítica de la conquista

El catolicismo comunicó a sus misioneros y a los mismos "conquistadores" una capacidad de autocrítica acerca de la conquista, como lo demuestra la correspondencia entre los misioneros y la Corona, las polémicas entre los misioneros y los “encomenderos”, y los intensos debates sobre el tema en España. Quizás la controversia de dos grandes hombres de Iglesia como Sepúlveda y Las Casas, sintetiza las dos posiciones latentes a lo largo de los dos primeros siglos de la evangelización en seno a la Iglesia española[3]. Hasta el Rey-Emperador Carlos V hacia el final de su vida llegó a dudar del hecho mismo de la conquista y a quererse retirar de América, o al menos, suspender la conquista del Perú. Por ello Juan Pablo II afirmará:


“[La Iglesia] no quiere desconocer la interdependencia que hubo entre la cruz y la espada en la fase de la primera penetración misionera. Pero tampoco quiere desconocer que la expansión de la cristiandad ibérica trajo a los nuevos pueblos el don que estaba en los orígenes y gestación de Europa —la fe cristiana —con su poder de humanidad y salvación, de dignidad y fraternidad, de justicia y amor para el Nuevo Mundo. Esto provocó el extraordinario despliegue misionero, desde la transparencia e incisividad de la fe cristiana, en los diversos pueblos y etnias, culturas y lenguas indígenas. Los hombres y pueblos del nuevo mestizaje americano, fueron engendrados también por la novedad de la fe cristiana. Y en el rostro de Nuestra Señora de Guadalupe está simbolizada la potencia y arraigo de esa primera evangelización. Pero a pesar de la excesiva cercanía o confusión entre las esferas laica y religiosa propias de aquella época, no hubo identificación o sometimiento, y la voz de la Iglesia se elevó desde el primer momento contra el pecado. En el seno de una sociedad propensa a ver los beneficios materiales que podía lograr con la esclavitud o explotación de los indios, surge la protesta inequívoca desde la conciencia crítica del Evangelio, que denuncia la inobservancia de las exigencias de dignidad y fraternidad humanas, fundadas en la creación y en la filiación divina de todos los hombres[4].


Los Misioneros, defensores de la justicia

Esta historia profética comienza con el célebre sermón del dominico fray Antonio de Montesinos, el IV domingo de Adviento de 1511. “La discusión y autocritica de los métodos de cristianización fue algo que se tomó en serio en Indias”, escribe Borges Morán[5]. Otro dominico, compañero de Montesinos, fray Domingo de Betanzos, en una relación al Consejo de Indias dice que él “había sido testigo de muchas discusiones en La Española, [cuando llegó alrededor de 1514], entre dominicos, franciscanos y jeronimos sobre el mejor modo de tratar a los indios[6].


El anuncio de Cristo comportaba la defensa del hombre, como recuerda Juan Pablo II en su primer viaje a América latina, a Santo Domingo, en 1979, queriendo rendir homenaje a «… aquellos religiosos que vinieron a anunciar a Cristo Salvador, a defender la dignidad de los indígenas, a proclamar sus derechos inviolables, a favorecer su promoción integral, a enseñar la hermandad como hombres y como hijos del mismo Señor y Padre Dios»[7]. Aquella voz profética se hizo por lo tanto efectiva a través de la voz de sus misioneros en las Américas: “¡Cuántos fueron los misioneros y obispos que lucharon por la justicia y contra los abusos de conquistadores y encomenderos! Son bien conocidos los nombres de Antonio Montesinos, Bartolomé de Las Casas, Juan de Zumárraga, Vasco de Quiroga, Juan del Valle, Julián Garcés, José de Anchieta, José de Acosta, Manuel de Nóbrega, Roque González, Toribio de Mogrovejo y tantos otros. Con ello la Iglesia, frente al pecado de los hombres, incluso de sus hijos, trató de poner entonces —como en las otras épocas— gracia de conversión, esperanza de salvación, solidaridad con el desamparado, esfuerzo de liberación integral[8].


En su Carta a los religiosos latinoamericanos (n. 5) los llama “intrépidos luchadores por la justicia, evangelizadores de la paz, como los define Puebla”, y recuerda de nuevo los mismos nombres, añadiendo el de Toribio de Benavente «Motolinía», “ y muchos otros que, con profundo sentido eclesial han defendido a los indígenas ante los conquistadores y encomenderos, algunos de ellos también pagando con el sacrificio de su misma vida, como fue el caso del obispo Antonio Valdivieso". Y este trabajo ha sido llevado adelante sobre todo por los misioneros del evangelio de modo programático: “Los mismos concilios y sínodos locales contienen a veces, junto con sus prescripciones de carácter eclesial, interesantes cláusulas de tipo cultural y de promoción humana[9]. Y en otro discurso suyo en Colombia, Juan Pablo II recordaba cómo: “El Episcopado, en sus acciones individuales y en los Concilios provinciales, característicos de la América hispana, asumió como tarea evangelizadora no secundaría, el proceso de transformar las condiciones sociales del indígena, elaborando un plan según el cual los nativos pudieran vivir la religión cristiana y asimilar los valores de una cultura foránea sin perder la propia. De ahί arranca la religiosidad latinoamericana, verdaderamente mestiza. Habría que destacar la labor de defensa de los derechos de los indios, emprendida por los religiosos y misioneros en medio de dificultades, y llevada a cabo por obispos de la talla de Juan del Valle, Agustín de la Coruña y Luis Zapata de Cárdenas, que consiguieron una legislación social más justa[10].


Aquella voz profética también se hizo efectiva a través de la conciencia crítica de sus hijos. Primero de todo en las universidades españolas. Aquí se distinguieron religiosos, que como recuerda Juan Pablo II, “apoyaron desde España la labor de sus hermanos misioneros. Entre ellos sobresalen Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, quienes supieron trazar las líneas maestras del derecho de los indígenas, abriendo caminos seguros para el futuro derecho internacional de los pueblos[11]. La conciencia crítica del evangelio ha obrado desde el primer momento no sólo en los misioneros y en los teólogos juristas, sino también a partir de los Reyes Católicos (Isabel y Fernando), en particular con el testamento de Isabel de Castilla. Aquella conciencia dio inicio a la legislación española sobre los derechos humanos de los pueblos, sancionada por “Las Leyes de Indias”, verdadera Carta Magna del derecho internacional y reconocimiento de los derechos de los pueblos[12]. Esta sensibilidad jurídica la vemos plasmada en muchos escritos de frailes, juristas, letrados y gobernantes de las Indias que se convirtieron con sus escritos y acciones en defensores de los derechos del indígena. Basta recordar entre ellos a uno de los pioneros en México, Don Vasco de Quiroga.


Ya en una Carta al Consejo de Indias, que escribe a los siete meses, poco más, de haber llegado a México como oidor de Nueva España, trata claramente el tema[13]. Pero el escrito suyo de mayor relieve que conocemos, es su Información en derecho. Lo redacta a los cuatro años de estar en Nueva España, cuando ya conoce más a fondo la situación que se vive en México y en un momento delicado para la evolución de los aconteci¬mientos. Es un documento de corte jurídico destinado al Consejo de Indias. En él nos retrata el modo de pensar y los propósitos de don Vasco en aquel momento como decidido defensor de los derechos naturales del mundo indígena[14]. Las Reglas y ordenanzas que hace para regir sus pueblos hospitales o reducciones de indios — una de sus creaciones más originales —, es otro de los escritos característicos de don Vasco, y refleja magníficamente el espíritu pragmáti¬co y organizador con que actúa a partir del reconocimiento de los derechos de los indígenas. Finalmente, es pieza de gran interés, el Testamento de don Vasco, otorgado en Michoacán el 24 de enero de 1565. Nos da abundantes noticias de su vida, así como las intenciones y obras más sobresalientes. Comple¬menta y subraya las informaciones ofrecidas por los anteriores escritos[15].


Por todo ello es necesario reconocer que “la labor evangelizadora, en su incidencia social, no se limitó a la denuncia del pecado de los hombres. Ella suscitó asimismo un vasto debate teológico-jurídico, que con Francisco de Vitoria y su escuela de Salamanca analizó a fondo los aspectos éticos de la conquista y colonización. Esto provocó la publicación de leyes de tutela de los indios e hizo nacer los grandes principios del derecho internacional de gentes"[16]. Y añade que por su lado, en el trabajo cotidiano y en el contacto inmediato con la población evangelizada, los misioneros formaron países y contribuyeron al nacimiento de una cultura y del sentido de identidad y pertenencia de un pueblo. Todo esto nace precisamente de la conciencia católica. La Iglesia convirtiéndose en conciencia crítica en sus hijos trató de poner “gracia de conversión, esperanza de salvación, solidaridad con lo explotado, esfuerzo de liberación integral[17]en aquella nueva y difícil situación.


Por lo cual, como escriben los obispos latinoamericanos, «Si es cierto que la Iglesia en su labor evangelizadora tuvo que soportar el peso de desfallecimientos, alianzas con los poderes terrenos, incompleta visión pastoral y la fuerza destructora del pecado, también se debe reconocer que la Evangelización, que constituye a América Latina en el «continente de la esperanza», ha sido mucho más poderosa que las sombras que, dentro del contexto histórico vivido, lamentablemente la acompañaron[18]. Por lo tanto, desde el punto de vista histórico, se puede afirmar que: «A través de una rica experiencia histórica, llena de luces y de sombras, la gran misión de la Iglesia ha sido su compromiso en la fe con el hombre latinoamericano: para su salvación eterna, su superación espiritual y plena realización humana.»[19]. Se puede también aplicar aquí el dicho paulino de que “dónde abundó el pecado, sobreabundó la gracia[20].


Estudio y encuentro con las culturas

La capacidad de encuentro de los misioneros

Les fue solicitada a los misioneros no sólo una notable solidez espiritual, sino también apertura de mente, capacidad de encuentro y una buena preparación humanística y teológica. Muchos misioneros conocían el latín, el griego y el hebreo. Esta sensibilidad humana y su preparación, los ayudará también en la observación de las culturas y en el aprendizaje de las lenguas. Para limitarnos a México, recordemos que los primeros misioneros franciscanos fundaron una serie de escuelas para los indios, especialmente para los hijos de los notables, donde se dio una preparación humanística igual a la que se impartía en Europa, incluso con la enseñanza del latín, del griego y del hebreo. De estas escuelas han salido algunos de los más eminentes humanistas mexicano-aztecas del período virreinal como don Antonio Valeriano, autor del Nican Mopohua y el historiador don Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, perteneciente a la familia imperial azteca y a los reyes de Texcoco. El primer obispo de México, Zumárraga, era un humanista de la escuela erasmiana, como lo eran también buenos humanistas y teólogos otros grandes misioneros y obispos como Vasco de Quiroga en México o san Toribio de Mogrovejo en el Perú. El trabajo que estos misioneros iniciaron tiene que ser valorado teniendo presente todos los factores en juego: su procedencia, su formación y la falta de medios adecuados para poder comunicar con aquel mundo:“Es históricamente incontestable que fueron los clérigos los protagonistas de los primeros contactos entre las dos culturas, concretamente los mendicantes[21].


Presupuestos, actitudes y medios para el encuentro

Para iniciar aquel encuentro hubo necesidad de algunos presupuestos sin los que no podía haber comunicación. Estos se encuentran en los rasgos de la experiencia misionera católica. Solamente así se explica cómo en América Latina se haya tenido el fenómeno del mestizaje y el nacimiento de una nueva cultura, hechos inexistentes en otras áreas antropológicas del Continente. Pero también había necesidad de apertura de ánimo, a pesar de la escased de medios. La primera y fundamental actitud era el interés cultural por aquel mundo. Los misioneros se han interesado desde el inicio por el mundo socio-cultural y psicológico del indio. Interés compartido también por la Corona, tanto que comentando una Real Cédula del Emperador Carlos V en 1534 a fray Tomás de Berlanga, dice Borges Morán que “la información que Carlos V solicitaba de Berlanga abrazaba prácticamente todos los aspectos de la psicología del indígena[22]. Por esto los misioneros pronto empezaron a estudiar cómo introducirse en aquel mundo. En México organizaron las llamadas Juntas privadas (encuentros de frailes misioneros y clérigos) que al principio tuvieron el objetivo de aclarar las dudas que surgían en los evangelizadores, sobre los métodos de evangelización, sobre lo que hacía falta exigir a los neófitos y, después de 1541, también se propusieron el objetivo de coordinar el trabajo misionero de las tres órdenes religiosas que trabajan entonces en México[23].


Al principio la tarea no fue fácil. A veces los misioneros dudaban si eran entendidos o de entender a sus interlocutores. Una de las soluciones adoptadas fue el empleo de los intérpretes. El primer intérprete de Cortés fue un ex-diácono, Jerónimo de Aguilar, que capturado por los indios de Yucatán vivió entre ellos ocho años, hasta que apareció a la llegada de Cortés. Otra intérprete ha sido una india, hija de un cacique, conocida con el nombre de Malintzin que acompañará a Cortés en sus primeros momentos en México[24]. Pero los intérpretes no fueron el medio más adecuado para el anuncio y para el encuentro. He aquí porque desde el primer momento, los primeros frailes misioneros se disponen a aprender las lenguas. Ya los tres primeros misioneros franciscanos de México emprenden, apenas llegados en agosto de 1523, el estudio de la lengua y la fonética mexicana. Fueron el sacerdote Juan Tecto, confesor del emperador Carlos V y profesor de la Sorbona por 14 años, Juan de Ahora, también sacerdote, y el hermano lego fray Pedro de Gante o Pedro de Mura, pariente lejano del emperador[25]. Cuando al año siguiente llegan sus compañeros franciscanos, "los doce apóstoles", que turbados frente a la terrible situación de decaimiento moral e idolátrico les preguntan a los tres frailes qué habían hecho desde el momento de su llegada, la respuesta de uno de ellos, Fray Juan Tecto, fue: “Aprendiendo la teología que no supo san Agustín, es decir, la lengua de los indios[26]. Ante la barrera que se alzaba entre los dos mundos, comenzaron a estudiar las lenguas nativas.


Aprender la lengua indígena

Casi enseguida los frailes misioneros entendieron que el primer instrumento para iniciar la comunicación del evangelio estaba en el aprendizaje de la lengua de los indígenas. Empezaron enseguida y continuaron a lo largo de todo el período virreinal, desde Mesoamérica hasta la Tierra del Fuego. A tal punto que dos años antes de su expulsión de los dominios españoles (1768), los jesuitas, por ejemplo, imprimían gramáticas, catecismos y muchas obras en las más diferentes lenguas del continente americano como “Doctrina Christiana y Pláticas doctrinales, traducidas en lengua opata por el P. Rector Manuel Aguirre del Compañía de Jesús"... (1765). Al principio, nos cuenta otro histórico franciscano, fray Juan de Torquemada (1615), los frailes misioneros hablaban a los indios con los gestos, por lo que los indios los miraban como a los locos, pero "al final tocó Dios los corazones de muchos que se convirtieron y recibieron el agua bautismal[27]. He aquí cuanto un testigo de la primera hora, el franciscano Jerónimo de Mendieta, nos cuenta: “Y así fue, que dejando a ratos el gravedad y austeridad... se ponían a jugar con ellos con pajuelas o pedrezuelas los ratillos que tenían de descanso y ésto hacían para quitarles el empacho de la comunicación, y traían siempre papel y tinta en las manos, y en oyendo el vocablo al indio lo escribían y al propósito que lo dijo. Y a la tarde juntábanse los religiosos y comunicaban los unos con los otros sus escritos. Y acontecioles que lo que hoy les parecía que habían entendido, mañana les parecía no ser así"[28].


Mendieta dice que las dificultades para aprender fueron ingentes y que a veces los misioneros también se desanimaban porque no podían conversar fácilmente con los indios, en cuánto éstos, atemorizados por el respeto o temor inicial, no hablaban delante de los misioneros. He aquí porque, según Mendieta, los religiosos decidieron comenzar con los niños. Jugarán con ellos para poder descubrir así los secretos de su lengua, que en el caso referido por Mendieta, era el náhuatl (México). A través de este sistema, los frailes pudieron dar a los fonemas de las antiguas lenguas pictográficas e ideográficas americanas la correspondiente escritura alfabética. Pero el mismo fenómeno fue asumido por los niños indios, sin una intención explícita. Escuchando a los religiosos, ellos aprendían el español.


Así poco a poco se convertían en maestros de lengua y fueron capaces de corregir a los misioneros de sus errores. Fueron ellos los primeros intérpretes efectivos, entre los que los que hay que recordar a los tres muchachos de Tlaxcala, Cristóbal, Antonio y Juan, hijos de nobles tlaxcaltecas, educados por los primeros franciscanos y protomártires de América[29]. En los conventos franciscanos de Tlaxcala y Texcoco surgieron enseguida escuelas donde fueron educados decenas de muchachos, algunos de los cuales, como dos de los mártires citados, serán los primeros catequistas de los dominicos a su llegada, cedidos por los franciscanos para esta misión. Otro caso célebre es el de un niño español de 10 años, Alonso de Molina, que habiendo aprendido muy bien el náhuatl, gracias al contacto con los niños indios en los juegos, los franciscanos se lo solicitaron a su madre cuando tenía diez años. Se convirtió pronto en su intérprete y llegado a la adolescencia entró en la orden. Llegará a ser célebre autor de numerosas obras en lengua mexicana: catecismos, prontuarios para los confesores, libros de oraciones, de indulgencias, de devociones marianas, el Kempis, la vida de san Francisco, los Evangelios y Epístolas del Misal, libros sobre el arte y un vocabulario[30].


Gramáticas, diccionarios y catecismos

Un segundo paso fue comenzar la escritura pictográfica de los catecismos y la enseñanza de la doctrina cristiana por medio del canto y las representaciones teatrales, autos de fe y autos sacramentales, muy en uso en la tradición española. Entre ellos destaca el Catecismo en pictogramas de fray Pedro de Gante en los comienzos de la evangelización en México: “La obra de fray Pedro de Gante se inscribe entre las huellas profundas que penetran el corazón, la historia y el carácter de cada pueblo, de las que habla Juan Pablo II durante su primera visita a tierras americanas[31]. El método también se acordaba con la misma usanza cultural entre los indios, por lo que resultó popular y dio frutos inmediatos.


Una de las obras más bellas de tipo histórico-catequístico al respeto es precisamente el Nican Mopohua, compuesto por el noble indio Don Antonio Valeriano, con la narración del acontecimiento Guadalupano [32]. Otro escrito sobre el mismo argumento se debe a la pluma de un mestizo; es el Nican Motecpana, de Fernando de Alva Ixtilxochtlilt[33]. Es sintomático que cuando alguien expresaba una opinión negativa sobre los indígenas, los frailes misioneros contestaban enseguida preguntando si conocían su lengua. Así, en una carta a Carlos V el 6 de mayo de 1533, fray Jacobo de Tastera y algunos de sus hermanos franciscanos le escriben al emperador: “Pregùntele V. M. a quien tal dijo, mayormente si fue religioso, si aprendió la lengua de los indios[34]. Y el obispo Sebastián Ramírez de Fuenleal escribe lo mismo al Emperador en mayo de 1533: “... se ha sabido cómo Fray Domingo de Betanzos hizo relación cómo los naturales de estas tierras no tienen capacidad para entender las cosas de nuestra fe, en lo cual se engañó y afirmó lo que no alcanzó y creyó, porque él no entendió sobre lengua[35]. Fray Luis de Fuensalida escribía al presidente de la Audiencia de México el 10 de junio de 1533: “La relación cristiana es para todos los pueblos, y quienes no pensaban así era porque no habían aprendido el lengua de los indios[36].


Durante el primer siglo de la evangelización, los misioneros usarán fundamentalmente las lenguas indígenas como instrumento de comunicación. El español sólo será usado después del 1634, siguiendo las disposiciones de Felipe III. El conocimiento de las lenguas por fin fue alcanzado. A través de las lenguas, los frailes misioneros penetraron en el alma indígena. La copiosa producción literaria fue numerosa, y ha sido importante para el conocimiento de la historia de un rico tesoro de la humanidad. En esta producción se encuentran varios centenares de gramáticas, diccionarios, cartillas y doctrinas (catecismos), como todavía se pueden ver en las numerosas colecciones de los facsímiles de dichas obras: “Testimonio parcial de esa actividad –escribe el papa Juan Pablo II– son —en el sólo período de 1524 a 1572— las 109 obras de bibliografía indígena que se conservan, además de otras muchas perdidas o no impresas: se trata de vocabularios, sermones, catecismos, libros de piedad y de otro tipo. Son valiosísimos aportes culturales de los misioneros, que testimonian su dominio de numerosas lenguas indígenas, sus conocimientos etnológicos e históricos, botánicos y geográficos, biológicos y astronómicos, adquiridos en función de su misión. Testimonio también de que, después del choque inicial de culturas, la evangelización supo asumir e inspirar las culturas indígenas[37].


Ejemplos de algunos trabajos en lengua indígena publicada

Recordamos algunos de estas obras:


a) En México:

El historiador jesuita Mariano Cuevas indica que en Nueva España los misioneros fijaron once grupos de lenguas, diferenciadas sucesivamente en otras 150 lenguas y 70 dialectos[38]. Cortés Castellanos, quien ha estudiado de modo especial el Catecismo pictográfico de fray Pedro de Gante, nos da, sólo en relación a México, 6 catecismos todavía inéditos conservados en diversos archivos y bibliotecas y 7 catecismos publicados, 32 códigos sobre el argumento y otras 36 obras sobre el tema perteneciente al siglo XVI mexicano[39]. Otro estudioso sobre el argumento, el argentino J. G. Durán, nos da una lista significativa referida a México y a Perú:[40]

– Fray Pedro de Córdoba, O.F.M, Doctrina christiana para instrucción e información de los indios por manera de historia... 1544. – Dominicos, Doctrina cristiana en lengua española y mexicana hecha por los Religiosos de Sancto Domingo, 1545. – Fray Andrés de Olmedo, O.F.M., Arte de la Lengua Mexicana (Ms), 1547. – Fray Maturino de Gilberti, franciscano, Thesoro espiritual en Lengua de Mechuacan... compuesto por el R. P. Fray Maturino de Gilberti, de la Orden del Seráphico Padre Sancto Francisco. Año de 1550. – Fray Maturino de Gilberti, franciscano, Arte en Lengua de Michoacán. En Casa de Juan Pablos. México 1558. – Fray Francisco de Cepeda, franciscano, Artes de los Idiomas Chiapanesco, Zoque, Tzendal y Chinanteco. México 1560. – Fray Juan de Córdoba, dominico, Arte en Lengua Zapoteca. México 1564. En Casa de Pedro Balli. México 1578. – Fray Juan de Córdoba, dominico, Vocabulario en Lengua Zapoteca. En Casa de Pedro Ocharte. México 1578. – Fray Alonso de Molina, franciscano, Confesionario breve en lengua mexicana y castellana. 1565. – Fray Alonso de Molina, franciscano, Vocabulario en lengua Mexicana y Castellana. En Casa de Juan Pablos. México 1571. – Fray Alonso de Molina, franciscano, Arte en lengua Mexicana y Castellana. En Casa de Pedro Ocharte. México 1571; en Casa de Pedro Balli. México 1576. – Fray Juan Bautista de Lagunas, franciscano, Arte y Diccionario, con otras obras, en lengua michuacana. En Casa de Pedro Balli. México 1574. – Fray Juan Bravo, franciscano, Arte del Lengua de Michoacán. En Casa de Pedro Balli. México 1574. – Fray Antonio de Los Reyes, dominico, Vocabulario en Lengua Mixteca, hecho por los Padres de la Orden de Predicadores, que residen en ella, y últimamente recopilado y acabado por Francisco Alvarado. En Casa de Pedro Balli. México 1593. – Antonio del Rincon, jesuita, Arte Mexicana. En Casa de Pedro Balli. México 1595. – Anónimo, Vocabulario mexicano. (Ms). México 1598. – Anónimo, Vocabulario de la Lengua Morosí. México 1599.


b) En Perú – Fray Domingo de Santo Tomás, dominico, Gramática de la Lengua General de los Indios de los Reinos del Perú. En Casa de Francisco Fernández de Córdova. Valladolid 1560. – Confesionarios y Vocabularios “para los curas de los Indios, con la instrucción y contra sus ritos y Exhortación para ayudar a bien morir...”, compuesto y traducido en lengua Quichua y Ahimara. 1585. – Léxico o Vocabulario en la Lengua General del Perú llamada Quichua. En Casa de Antonio Ricardo. Lima 1586. – Alfonso Barcena, jesuita, Lexica et proecepta grammática, ítem liber confessionis et precum, in quinque linguis, quarum usus per Americam australem nempe puquinica, tenocotica, guanarica, natixaca, sive mogaznana (Ms). Peruviae 1590. – Libro de la vida y milagros de Nuestro Señor Jesu Christo, en dos lenguas, Aymara y Romance... por el P. Ludovico Bertonio, italiano, de la Compañía de Jesús, 1612. – Fray Bernardo de Lugo, dominico, Gramática en la Lengua General del Nuevo Reyno de Granada, llamada Mosca. 1619. – Antonio Ruiz, jesuita, Tesoro de la Lengua Guaraní. 1639.


c) Los misioneros prepararon trabajos de este tipo un poco en todas las lenguas de la América hispana. Ejemplos de ellas las gramáticas, diccionarios y otras obras en yunga, cotomitarahumara, cumanagota, (en Cumaná), moja (Marañón), lule, tenocote, cahita, yucateco, o de los franciscanos primero y de los jesuitas después en las Reducciones Guaraies de Paraguay[41].


La Iglesia ha ayudado así a salvaguardar la memoria histórica de los pueblos indígenas

El trabajo misionero puso a estos religiosos en contacto con muchos pueblos, con su historia y su cultura. Esto produjo otro fruto: numerosos escritos que salvaron la “memoria histórica” de los pueblos indígenas[42]. Tal investigación se comienza muy pronto. Así Fray Toribio de Benavente Motolinía, autor de la Historia de los indios de la Nueva España, comienza su investigación con un trabajo etnografico a partir del período pre-hispánico, consiguiendo así un mayor conocimiento de estos pueblos. Lo consideraba indispensable para poder anunciar mejor el Evangelio[43]. En esta obra, redactada hacia el final de su intensa experiencia misionera, Motolinía observa y recoge rigurosamente los datos y los confronta con su experiencia de 45 años de misionero itinerante en aquellas tierras mesoamericanas (de México a Guatemala-Nicaragua). Otros grandes misioneros como el dominico Fray Julián Garcés, el franciscano Fray Bernardino de Sahagùn, el dominico Fray Antonio de Remesal, y muchos otros hicieron lo mismo. De esta manera Fray Diego de Landa, obispo franciscano del Yucatán, con su obra Relación de las Cosas de Yucatán, (1566), puso los fundamentos de los estudios sobre los pueblos mayas con su obra: Relación de las cosas de Yucatán, que es “un relato ordenado de los acontecimientos de la etnología a la geografía, dibujando un panorama completo del que eran Yucatán y sus habitantes[44]. Publicó también una Doctrina cristiana en lengua maya, que manda imprimir en México en el 1574-75.


La Iglesia ha sido “un lugar humano” para el encuentro entre los pueblos

Por cuanto ha sido indicado se puede afirmar desde el punto de vista cultural, que han sido los frailes misioneros el puente entre la cultura ibero-europea, (la latinidad y el mundo indo-americano), como ya escribía con sentido histórico el mismo Motolinía en su Historia de los Indios de la Nueva España: “sin los misioneros, España probablemente no hubiera permanecido ni fructificado en las Indias[45]. Lo que Motolinía quiere decir es que sin los misioneros no se habría dado el encuentro entre los dos mundos y el nacimiento del mundo cultural mestizo “iberoamericano”. Los frailes misioneros, tan cercanos al pueblo indígena, tomarán su defensa contra los abusos de los conquistadores y encomenderos. En esto se mostraron dignos discípulos de Santo Tomás, la Escuela de Salamanca, Vitoria, Domingo Soto, Las Casas, Salmerón, Suárez, y un largo etcétera.


Por eso a veces fueron contrastados por algunos de aquellos. Por eso, ya la Junta de 1568 toma su defensa como se puede ver en sus Actas y en las Instrucciones mandadas por el virrey del Perú, Toledo. Nos parece significativo, al menos como juicio global, el comentario del uruguayo Methol Ferré al escribir que: “De 1492 a 1620 toda la Iglesia está en un estado de efervescencia y «misión»... Es el momento creativo, de la laceración, de la marcha entrelazada y contradictoria de evangelización y Conquista...,( después, entre 1620 y 1808), un dualismo. El episcopado y el clero, fuertemente dependientes de la Corona, descansan sobre el "status quo"; poco a poco decaen en las costumbres, los grandes conflictos se apagan, y lo cotidiano se fractura en minucias de sacristía. Es una Iglesia sin santos, en todo caso sólo hombres honestos y conformistas. Pero a lado de este mundo institucionalizado, vive la Iglesia misionera, sobre todo las grandes «reducciones» de los franciscanos y los jesuitas, donde la palabra del Evangelio adquiere una limpidez insólita, lejos de la espada. Este rol formidable se extiende desde California, con Fray Junipero Serra, hasta el Paraguay con los Jesuitas. Y es allí que las tensiones con el colonialismo y el Estado alcanzarán un nivel de verdadera y propia tragedia... Después de la destrucción de las Misiones Jesuítas, en América latina sólo queda una iglesia recostada en una «siesta colonial», hasta las convulsiones provocadas por las independencias[46]. Era el triunfo de la “encomienda sobre la misión”. Y la encomienda se apoderará más tarde de las independencias latinoamericanas, balcanizando aquellos pueblos según los intereses particulares[47].


La globalidad de la evangelización y la cultura latinoamericana

La Iglesia y la construcción de la identidad cultural latinoamericana

Hay también otro aspecto importante en esta lectura: la Iglesia contribuyó a construir la identidad histórico-cultural de la América latina[48]. La evangelización fue simultáneamente anuncio de la novedad cristiana, base para el encuentro de pueblos y promoción humana. Se puede decir que ella trabajó en varias direcciones. Ante todo en el campo del “derechos de gentes” y los derechos fundamentales del hombre; la escuela teológico-jurídica de Salamanca es un ejemplo de esta acción. Ya al alba de aquel encuentro de pueblos la conciencia católica “analizó a fondo los aspectos éticos de la conquista y de la colonización”. Nacieron así “las leyes de tutela de los indios”, y los “grandes princìpios del derecho intemacional[49]. En segundo lugar, en el campo de la educación integral del hombre, se dio también algo similar a cuanto había acontecido en la formación de la cultura europea medieval. “En su contacto inmediato con la población evangelizada los misioneros formaban ciudades, construían casas e iglesias, llevaban el agua, enseñaban a cultivar más racionalmente la tierra, introducían nuevos cultivos, distribuían animales e instrumentos de trabajo y abrían hospitales, difundían las artes como la escultura, la pintura, la joyería, enseñaban nuevos oficios... como preocupación prioritaria surgían las escuelas[50]. Así nacieron “extensas experiencias colectivass de crecimiento en humanidad”, como “los pueblos hospital” del obispo Vasco de Quiroga, las reducciones de los Franciscanos y los Jesuitas, el sistema libre de las misiones[51]. En tercer lugar, también en el campo de la misma metodología misionera, los evangelizadores tuvieron que buscar métodos nuevos de catequesis e instrumentos culturales para la comunicación.


Los misioneros tuvieron que “encontrar métodos de catequesis que no existían; tuvieron que crear las «escuelas de las doctrina», formar a jóvenes catequistas para superar la barrera de las lenguas.... Prepararon catecismos ilustrados que explicabann la fe, compusieron gramáticas y diccionarios, usaron los instrumentos de la palabra y del testimonio, de las artes, de la danza y de la música, de las representaciones teatrales...[52]. Fueron ellos los que frecuentemente nos han puesto en contacto con aquellas antiguas culturas y pueblos y también nos han preservado sus tesoros literarios. Su “dominio de las diversas lenguas indígenas, sus conocimientos etnológicos e historicos, botánicos y geográficos, biológicos y astronómicos[53], produjeron numerosos tratados y publicaciones que testimonian su preciosa contribución al conocimiento de la historia de la cultura humana, a pesar de que, siguiendo al principio una metodología a veces equivocada y dependiente de una visión negativa del mundo cultural religioso a-cristiano, y concepciones teológicas muy restringidas y plagadas de prejuicios de las expresiones religiosas ajenas al cristianismo, llevaron en no pocos casos a destrucciones de códigos y monumentos de la tradición religiosa de aquellos pueblos, sobre todo en el primer momento de aquel difícil encuentro con situaciones inéditas para los misioneros.


Sin embargo, algunas actitudes de intransigencia se deben leer a la luz de la terrible experiencia de los sacrificios humanos, y de la decadencia moral en los campos de la concepción de la familia, de las relaciones sexuales y de prácticas abusivas de alucinógenos que tuvieron aquellos primeros frailes misioneros y los mismos conquistadores, que sus cronistas nos describen. También se deben leer a la luz de la tradición medieval y de su formación y sensibilidad religiosa, sobre todo de una aplicación restringida del “extra Ecclesia nulla salus” y sus consecuencias metodológicas misioneras de actuar, siguiendo el principio de la “tabula rasa” a la hora de evangelizar. Por ello, juzgar con los criterios actuales comportamientos fruto de otra cultura y mentalidad, sería anacrónico. Eso no se exime de un juicio severo, cuando en algunos casos se registran formas de comportamiento y de método poco evangélico. De todos modos, la mayor parte de los misioneros, después del choque inicial de las culturas, supieron asumir las culturas indígenas, como se demuestra por los frutos tangibles de aquella metodología misionera, de la producción catequística y artística, pero sobre todo de las profundas transformaciones obradas. Las misiones y los conventos fueron centros de irradiación de vida y cultura; a su alrededor nacieron numerosos centro de formación intelectual donde sobresalen numerosos colegios y la primeras Universidades[54].

Notas

  1. Juan Pablo II, Carta a los religiosos latinoamericanos, n.4-5.
  2. Juan Pablo II, ibidem, n.4-5.
  3. Para los datos de la controversia, cf. Casas Bartolomé de las, en DHE, IV, 374-376; Sepulveda, en DHE, IV, 2433.2437.
  4. Juan Pablo II, Fidelidad al pasado, en Insegnamenti, VII/2, 889; La Traccia 9 (1984)1125-1126
  5. P. Borges Morán, Métodos Misionales, 45.
  6. M. Cuevas, Historia del Iglesia en México, El Paso 1928, 210-221.
  7. Juan Pablo II, Discurso a San Domingo, 25.1.1979, citado en la Carta a los religiosos latinoamericanos, n. 5.
  8. Juan Pablo II, Fidelidad, ibidem, VII/2, 890; La Traccia, ibidem.
  9. Juan Pablo II, Fidelidad, ibidem, 891-892.
  10. Juan Pablo II, Quince años de evangelización. Discurso en campo de Chambacú, Cartagena, Colombia, 6,7.1986.
  11. Juan Pablo II, Carta a los Religiosos, n. 5.
  12. Juan Pablo II, Fidelidad, ibidem, 890. Cfr sobre este tema su Discurso a los miembros del Simposio histórico sobre la historia de la primera evangelización del Continente americano el 14.V.1992, en él O. R., 15.V.1992 y 4-5.
  13. Carta al Consejo del Licenciado Quiro¬ga, Oidor de aquella Audiencia [Nueva España] sobre la venida del obispo de Santo Domingo a presidente de la misma Audiencia y sobre otras cosas de que habla en su carta a aquel Tribunal a 14 de agosto, Archivo General de Indias [AGI], Patronato, 67, ramo 15; en Colección de documentos inéditos relativos al descubrimien¬to, conquista y organiza¬ción de las antiguas posesiones españolas de América y Oceanía [CDIA], Madrid 1870 = Va¬duz-Liechtenstein: Kraus Reprint Ltd. 1966, XIII, 420-429; R. AGUAYO, Don Vasco de Quiroga, taumaturgo, México 1970, 77 83; P. SERRANO, Vasco de Quiroga, 55-62.
  14. Reglas y Ordenanzas para el gobier¬no de los Hospitales de Santa Fe, de México y Michoacán, en J.J. MORENO, Fragmentos, que recoge R. AGUAYO, Don Vasco de Quiroga. Documentos, 243-265; también en A. ARRIAGA, Organización social de los tarascos, Morelia 1938. Hay edición separada de las Reglas y Ordenanzas en México 1940 y en Michoacán 1970. Igualmente se recoge este documento en Vasco de Quiroga y Obispado de Michoacán, 153 171; Don Vasco, carpeta de documentos, con introducción y bibliografía de F. MIRANDA, Morelia: Casa de las Artesanías del Estado de Michoacán 1981; F. MIRANDA – G. BRISEÑO, ed., Vasco de Quiroga: educador de adultos, 133-156; F. MARTÍN, Don Vasco de Quiroga, 276-296; y P. SERRANO, Vasco de Quiroga, 265-286. Existe una edición facsímil: Ordenanzas de Santa Fe de Vasco de Quiroga. Edición facsimilar. Introducción, paleografía y notas por J. B. WARREN, Colección Quiroguiana III, Firmax Publicistas, Morelia 1999.
  15. Testamento de Don Vasco de Quiroga, Primer Obispo de Mechoacán, 24 de enero de 1565. Existe un ejemplar en el Archivo General de Indias (AGI), Justicia, 208; N. LEÓN, El Ilmo. Señor Don Vasco, 75-103; R. ARREOLA, Historia del Colegio de San Nicolás, Morelia 1982, 351 367; F. MIRANDA, Humanistas Novohispanos de Michoacán, Morelia-Mich. 1983; ID. – G. BRISEÑO, Vasco de Quiroga: educador de adultos, Pátzcuaro-Mich. 1984, 159 178; F. MARTÍN, Don Vasco de Quiroga, 297-315; P. SERRANO, Vasco de Quiroga, 1992, 289-309. Hay que observar que en la página primera, línea 22, del Testamento en esta última edición, habría que insertar dos páginas completas que faltan y que sí están, en cambio en F. Martín. Existe una edición facsimilar: Testamento del Obispo Vasco de Quiroga, Edición facsimilar con otros documentos. Introudcción, Paleografía y Notas por J. Benedict WARREN, Colección Quiroguiana I, Firmax Publicistas, Morelia 1997.
  16. Juan Pablo II, Fidelidad, ibidem, 890. Cfr sobre este tema su Discurso a los miembros del Simposio histórico sobre la historia de la primera evangelización del Continente americano el 14.V.1992, en él O. R., 15.V.1992 y 4-5.
  17. Juan Pablo II, ibídem.
  18. Documentos de Puebla, n. 10.
  19. Documentos de Puebla, n. 13.
  20. Cf Rom 5, 20.
  21. P. Castañeda - J. Marchena, La Jerarquía en Indias, en X Simposio Internacional de Teología, Pamplona 1990, 300.
  22. P. Borges Morán, Métodos Misionales, 60.
  23. P. Borges Morán, Métodos Misionales, 36; 55. C. Gutiérrez Vega, LC, Las primeras juntas Eclesiásticas de México (1524-1555), Centro de Estudios Superiores L.C, Roma 1991.
  24. Para la biografía detallada de Doña Marina, ver la voz “Malinche Tenepatl” de este mismo Diccionario. Otro intérprete fue Jerónimo de Aguilar, ex-diácono, que junto a otro español, Gonzalo Guerrero, se habían refugiado en tierras mayas después del naufragio de la primera expedición en tierras mexicanas bajo el mando de Nicuesa. Este dos náufragos aprendieron la lengua maya. Guerrero se unió a una india de la que tuvo tres hijos, los primeros mestizos en tierras mexicanas. Guerrero se convirtió culturalmente en un maya e incluso se comportó de manera hostil hacia sus antiguos compatriotas españoles.
  25. Los nombres flamencos de estos franciscanos fueron: Fray Hans van Tacht (Juan Tecto), Fray Hans van Haar (Juan Ahora), y Piet van der Moere (Pedro de Mura o de Gante). Los dos primero murieron en la desafortunada expedición a Honduras, en el 1525.
  26. Ybot León, 511 ss.
  27. Ybot León, I; R. Ricard, La conquista, 119-140.
  28. Mendieta, Historia, L. III, cap. 16; Ed. Madrid 1970, III, 133 ss.; Ybot León, III, 513
  29. Congregatio pro Causis Sanctorum, Tlaxcalensis beatificationis.... Christophori, Antonii et Joannis.... Positio super martyrio, Romae 1988. Fueron martirizados entre el 1527 y el 1529, a Tizatlán, en el reino de Tlaxcala, y en Cuauhtinchán.
  30. Mendieta, Historia, L. III, Madrid 1970, 133 ss.
  31. Justino Cortés Castellanos, El Catecismo en Pictogramas de fr. Pedro de Gante. Estudio introductorio y desciframiento del Ms. Vit. 26-9 de la Biblioteca Nacional de Madrid, Fundación Universitaria Española, Madrid 1987, 11-12. La cita es de J. I. Tellecea Idígoras. Juan Pablo II, Mensaje al Iglesia latino-americana, Madrid 1979, 10-11.
  32. Nican Mopohua. Sobre este documento y otros de temas guadalupanos, cf. F. Gonzalez, La "Traditio" Guadalupana cuerno porras de lectura del historia del evangelización en latinoamérica, en V. Henkel, O.M.I, Ecclesìae Memoria. Miscelánea en honor del R. P. Josef Metzler, O.M.I, Prefecto del Archivo Secreto Vaticano, Herder, Roma-Freiburg-Wien 1991. 407-429. F. González Fernández, Guadalupe pulso y corazón de un pueblo. El acontecimiento guadalupano cimiento de la fe y de la cultura americana, Ed. Encuentro, Madrid 2004.
  33. Para el Nican Motecpana, cf. nota precedente; A.M. Garibay, Historia del Literatura Néhualtl, I, Mexico 1971, 289ss.
  34. M. Cuevas, Historia, 233.
  35. Idem, 229. “.
  36. Hanke, La humanidad es una, México 1985, 40.
  37. Juan Pablo II, Fidelidad, en Insegnamenti, VII/2, 891; La Traccia, ibidem, 1126.
  38. Mariano Cuevas, S.J, Historia de México, I, 35 ss.
  39. Cortés Castellanos, 23-32
  40. J. G. Durán, Monumenta Catechetica Hispanoamericana (Siglos XVI-XVIII), Buenos Aires 1984, 154-156.
  41. G. Furlong, Los Jesuitas y las lenguas indigenas, Mexico 1927.
  42. P. Borges Morán, Métodos Misionales, 60 ss.
  43. Toribio de Benavente Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España, Y. Madrid 1985, p. 17.
  44. Fray Diego de Landa, Ed. Madrid 1985, 17.
  45. Toribio de Benavente Motolinía, Historia, p. 45. Esta obra fue impresa por Joaquín García Izcalbaceta en 1858.
  46. A. Methol Ferré, II resurgimiento católico latinoamericano, CSEO, Bolonia 1983, 26-27.
  47. Cf. la lectura que hace de esta historia R. Methol Ferré, o.c., 27.42; Jean Meyer, Historia de los cristianos en Américalatina. Siglos XIX y XX, Ed. Vuelta, México 1989, 9-93.
  48. Documentos de Puebla, nn. 7-9; 409-419.
  49. Juan Pablo II, Fidelidad, en Insegnamenti, VII/2, 890; La Traccia, ibidem, IX/1126.
  50. Juan Pablo II, Fidelidad, Ibidem, VII/2, 890; La Traccia, ibidem, IX/112à.
  51. Juan Pablo II, Ibidem, VII/2, 891; La Traccia, ibidem, IX/1126.
  52. Juan Pablo II, Ibidem, VII/2, 891; La Traccia 9/1126.
  53. Ibidem.
  54. Cf. Universidades Hispánicas, en DHEE, IV, 2653-2674.


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  • Juan Pablo II, Carta a los religiosos latinoamericanos, nn.4-5; Idem, Discurso a San Domingo, 25.1.1979; Idem, Fidelidad al pasado, en Insegnamenti, VII/2, 889; Idem, La

Traccia 9 (1984) 1125-1126; Idem, Mensaje al Iglesia latino-americana, Madrid 1979, 10-11; Idem, Quince años de evangelización. Discurso en campo de Chambacú, Cartagena, Colombia, 6,7.1986.

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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ