EVANGELIZADORES; Los misioneros del Brasil

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La evangelización del Brasil fue uno de los principales compromisos de la Corona de Portugal en el siglo XVI y siguientes. Le correspondía por el derecho del Patronato ( Padroado). Al comienzo del siglo XVI, algunas de las antiguas Ordenes Militares habían desaparecido, y otras se fusionaron dando origen a la Orden de Cristo, y en 1522 el Papa Adriano VI nombró al rey Juan III Gran Maestre de la Orden de Cristo: con este título, el Papa dejaba en manos del Rey portugués la ocupación de todas las islas y tierras desde el Cabo de Bojador hasta la India, y la obligación de evangelizar todas estas tierras dentro de las cuales entraba la costa oriental del Brasil.

El Rey podía quedarse con los diezmos y tributos de estos pueblos, y tenía además el derecho de presentar el nombre de los futuros obispos. Pocos años antes, en el abril de 1500, habían sido descubiertas las costas del Brasil por el navegante Pedro Álvarez Cabral, y las bautizó con el nombre de «Isla de Vera Cruz».

Pronto se impuso el nombre de Brasil, por el «lignum brasile» o madera rojiza de la que se sacaba una tinta, y que en los primeros años era la única materia de comercialización. Portugal no se sintió muy atraída por estas nuevas tierras, húmedas y sin fuentes naturales de riqueza como las que ofrecía la India.

Existía una gran diversidad de etnias, casi todas ellas nómadas, sin agricultura, que vivían de la caza y de la pesca. Un cambio se produjo con las plantaciones de la caña de azúcar en 1530. Los indígenas son descritos con más sombras que luces. No poseían una gran cultura desarrollada, como era la cultura maya y azteca en centro América [Mesoamérica], o la de los Incas más cercanos al Brasil. Algunas tribus de la costa y otras del interior vienen presentadas antropófagas, tanto por los primeros colonizadores como por los primeros misioneros.

Ya al comienzo encontramos misioneros franciscanos, pero de paso, que acompañan las expediciones portuguesas, y otros diocesanos, pero limitan su trabajo a la pastoral entre los colonos portugueses. Por desgracia, ya existía el sistema de la esclavitud. Los jesuitas fueron los primeros misioneros religiosos que llegan a Brasil en 1549, planificando la evangelización entre los indígenas y denunciando los abusos de algunos colonos. La expedición estaba dirigida por el Padre Manuel de Nóbrega, quien gobernó esta misión durante once años, 1549-1560: él vivió diez años más como simple operario.

Antes de presentar la actividad misionera de los jesuitas, que durante un poco más de 30 años trabajaron solos en Brasil, digamos una palabra sobre la organización eclesiástica de la misión. En 1514, León X erigió la diócesis de Funchal, en la isla de Madeira, que abarcaba las tierras de Brasil. Clemente VII, 31 de enero 1534, la elevó a archidiócesis, decisión confirmada por Paulo III.[1]

El 25 febrero fue erigida la primera diócesis en tierras de Brasil: la diócesis de Bahía, sufragánea de la de Lisboa y no de Funchal.[2]Gregorio XIII creó el vicariato apostólico de Río de Janeiro en el año 1575.[3]

De la actividad misionera de los jesuitas conviene decir que el Padre Nóbrega era un apasionado de San Agustín, porque la lectura de la «Ciudad de Dios» guio su plan de trabajo. Intentó fundar «ciudades» como la descrita por el obispo de Hipona: colaboró en la fundación de la nueva ciudad de Bahía de Todos os Santos (1549); reduciendo los indígenas, organizó la ciudad de San Vicente y, al pequeño poblado de Piratininga, le impuso el nombre de San Pablo, el día de la conversión del Apóstol en 1553, creando allí un colegio; acudió a la consolidación de Río de Janeiro, instituyendo un colegio y murió siendo su superior (1570).

Con la ayuda de los naturales, el Padre Nóbrega redactó un catecismo elemental y las oraciones en lengua tupí, propia de algunos grupos étnicos. Pidió al rey de Portugal que enviara jóvenes portugueses al Brasil que pudieran aprender bien la lengua y trabajar por la conversión de los jóvenes indígenas.

El Padre Nóbrega conoció las tentaciones misioneras. Ante los indios degenerados de la costa, y las luchas entre las diversas etnias, más el peligro creado por la presencia de los calvinistas franceses que merodeaban aquellos mares vecinos, ¿no sería mejor huir hacia el interior buscando a los indios guaraníes, o someter con la fuerza los indios brasileños?

En este contexto escribió el «Diálogo sobre a Conversao do Gentio» (c.1556).[4]Este libro es una verdadera joya. Se trata del primer documento literario y teológico escrito en Brasil. Su tesis es una defensa de la capacidad de aquellos indios para llegar a la fe. Sus costumbres depravadas se deben a circunstancias externas; su naturaleza es como la nuestra, creada a imagen de Dios. Son capaces de conversión y de la salvación. Uno de los interlocutores del «Diálogo» afirma que conoce no pocos indios, y dice sus nombres, que viven la fe perfectamente.[5]

Otra de las tesis de esta obra es la defensa de la libertad del indio, oponiéndose a cualquier forma de esclavitud o evangelización forzada: “¿Qué aprovecharía si fueran cristianos por fuerza y gentiles en la vida, costumbres y voluntad?”, se pregunta el Padre Nóbrega.[6]“La fe no es fruto de las armas, sino un don del Padre que es quien atrae a Cristo.”[7]

Para lograr la formación de una verdadera Iglesia, el Padre Nóbrega pidió al rey que “venga un obispo a trabajar no a ganar”. En la tercera expedición (1553) llegó un joven jesuita español, José de Anchieta (1534-1597). Fue el brazo derecho de Nóbrega en la misión del Brasil. La lectura atenta de sus cartas, generalmente largas (así una del 1 de junio de 1560 con 20 páginas, y otra del 8 de enero del 1565 con sesenta páginas), escritas en castellano trasparente, límpido, por la pluma de aquel joven de origen vasco, con sangre judía (por su madre), nacido en Tenerife y formado en Portugal, revela sus dotes espirituales y literarias extraordinarias. Acudió una vez a la pacificación de los indios tupíes y tamoyos, quedando prisionero de ellos; allí, en la playa, al norte del actual estado de San Pablo, fue escribiendo en la arena un poema latino en honor de la Virgen con cerca de seis mil versos, que luego memorizaba. Y por eso hoy los podemos leer o en el latín original, o en las modernas traducciones.

Anchieta fue nombrado más tarde provincial (1577-1587), y finalmente murió entre sus queridos indios. Juan Pablo II lo beatificó el 22 de junio de 1980 con el título de «el Apóstol del Brasil».[8]Y el Papa Francisco lo canonizó el 3 de abril de 2014 en Roma [y durante la 52 Asamblea General de la Conferencia Nacional de los Obispos Brasileños – CNBB – en Aparecida – Brasil el 4 de mayo siguiente fue celebrada con solemnidad dicha canonización].

Junto a esta gran obra no podemos olvidar una trilogía lingüística que pronto corre por la misión: el «Arte» o Gramática escrita por el Padre Anchieta, un «Vocabulario» de L. do Vale, y el «Catecismo» de A. de Araújo, inspirado en las notas del Padre Nóbrega ya recordadas.

La sangre de los mártires fecunda una misión, y en 1554 son martirizados dos hermanos jesuitas. En 1566 llega a Brasil como Visitador el Padre Ignacio de Acevedo. Pronto vuelve a Europa en busca de operarios y organiza la más grande expedición misionera que ha conocido la Compañía. En dos naves parten ochenta y siete misioneros hacia el Brasil (de éstos, sesenta y seis eran jesuitas).

Cerca de las costas de las islas Canarias, su nave con cuarenta jesuitas abordo fue asaltada por los calvinistas franceses (1570), y todos murieron. Ya han sido beatificados con el nombre de los «Cuarenta mártires de Brasil». No era la primera vez que los calvinistas impedían el trabajo misionero del Brasil, en parte buscando en el país nuevas riquezas. Ya en 1555 algunos puertos fueron invadidos por el calvinista Villegagnon, en 1586 los corsarios ingleses invadieron Bahía, y de esta ciudad se apoderaron los piratas ingleses en 1624.

Cuando la misión franciscana del Brasil estaba en su esplendor, fue continuamente perturbada por las invasiones de la sociedad comercial holandesa, que desde 1624 a 1654 se ensayó en las costas de Brasil, destruyendo conventos y martirizando o deportando misioneros franciscanos.

Fueron los franciscanos los primeros en llegar al Brasil en la flota portuguesa que rodeó las costas brasileñas en 1500. Eran seis, bajo la guía de Fray Enrique de Coimbra, quien celebró una solemne misa en Porto Seguro de Bahía, y plantó una cruz, llamándose desde entonces la ciudad de Bahía de Santa Cruz. Pero pronto abandonan Brasil para dirigirse a la India que era propiamente su destino.

Una nueva expedición de dos franciscanos arribó tres años más tarde, y todos murieron mártires constituyendo las primicias de los mártires en toda América. Con todo, en la primera mitad del siglo XVI no se puede hablar de una misión organizada, consistente, de los franciscanos en Brasil. Después de treinta años de trabajo, ya organizado, de los jesuitas, llegaron al Brasil los benedictinos (1581), los carmelitas (1583), los franciscanos (1584) y los capuchinos (1585). Fue ésta una década floreciente. Reliquia de los antiguos franciscanos, encontramos un lego franciscano, Pedro Palacios, que trabaja desde 1558 en Espíritu Santo y Victoria, ejercitando obras de caridad y rodeado siempre de una multitud de indios.

Solo a partir de la petición de Felipe II, entonces rey de España y Portugal [I de Portugal], el General de los franciscanos envió a Fray Melchor de Santa Catalina como comisario y seis compañeros más hacia el Brasil. Desde ese momento la presencia de los franciscanos se va haciendo fuerte y decisiva para el desarrollo de la Iglesia del Brasil.

La primera fundación fue Pernambuco y Bahía. Para que no se perdieran los frutos del hermano Pedro Palacios se dirigieron a Victoria, haciéndose cargo del santuario de «Nossa Senhora da Pehna», erigido por el hermano lego y centro ya de una profunda religiosidad popular.

Las conversiones se multiplicaron con el trabajo de estas nuevas fuerzas misioneras. Fue característica de la misión la atención a los negros venidos de África, que trabajan al comienzo en los ingenios y luego como esclavos en toda clase de obras. Los misioneros no quedan en las ciudades cercanas a la costa. Pronto parten hacia el interior y se abren misiones en el Maranhao, y más tarde recorren las orillas del Amazonas.

Estos fueron los comienzos de la misión en el Brasil. Este vasto continente, no atrajo al comienzo ni a colonos ni a misioneros, pero pronto se convirtió en una tierra fértil de conversiones. Los misioneros defendieron siempre la capacidad del indio y, sobre todo, su libertad; las tensiones que tuvieron con los colonos fueron constantes, por la defensa que hicieron de la libertad de los esclavos africanos.

NOTAS

  1. America Pontificia, doc. 96.
  2. Ibid., doc. 161.
  3. Ibid., doc. 303.
  4. Publicado en Monumenta Brasiliae, 2 (Roma 1957) 317-345. El editor Serafin Leite publicó una biografía del P.M. Nóbrega (Lisboa 1955).
  5. En la ed. de Monumenta Brasiliae, pp. 340-342.
  6. Ibid., p. 328.
  7. Ibid., desde la p. 329 subraya el sentido sobrenatural de la conversión.
  8. Una verdadera biografía de J. de Anchieta, indicando las fuentes, en R. García Villoslada, San Ignacio de Layo/a. Nueva Biografía, Madrid 1986, 974-993.

BIBLIOGRAFÍA

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Para los dominicos:

Los Dominicos y el Nuevo Mundo, Madrid 1988; LARIOS RAMOS, A., « La expansión misional de la Orden dominicana por América», Ecclesia 5 (1991) 233-55 (con bibliografía).

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NOLASCO PÉREZ, A., Religiosos de la Merced que pasaron a la América Española (1514-1777) , Sevilla 1924; CASTRO SEOANE, J., «Expansión de la Merced en la América Colonial », Missionalia Hispanica 1 (1944) 73-108; 2 (1945) 231-90; ROMÁN-ÁLVAREZ, J., «La Orden de la Merced. Su aportación a la evangelización americana », Evangelización y teología, 713-43.

Para los Agustinos:

America Pontificia 2, n° 470; Evangelización en América. Los agustinos, Salamanca 1988; Agustinos en América y Filipinas. Actas del Congreso Internacional 1, Valladolid 1990; C. Alonso, «Los agustinos en México durante el siglo XVI», Ecclesia 5 (1991) 257-70.

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Para la erección de las diócesis:

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Para las misiones de los jesuitas y de los franciscanos en Brasil:

LEITE, Serafim, Historia da Companhia de Jesus no Brasil, 1-10, Lisbona-Rio de Janeiro 1938-1950.

ROWER, B., A Ordem Franciscana no Brasil, Petrópolis 1957² (y ‘Páginas sobre los franciscanos en Brasil’ Petrópolis 1957.

NEMBRO, Metodio da Storia della attivitá missionaria dei Minori Cappuccini nel Brasile (1538?-1889), Roma 1958.


ISAAC VÁZQUEZ JANEIRO - JESÚS LÓPEZ-GAY © Caeli novi et terra nova. Biblioteca Apostólica Vaticana 1992.