FILIPINAS: Órdenes religiosas y Clero secular

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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EL CLERO REGULAR

Secuencia del arribo de los religiosos

Fueron los agustinos los pioneros de avanzada en la evangelización de Filipinas, a donde llegaron el 13 de febrero de 1565, con misión específica de Felipe II de encontrar la ruta del «tornaviaje» de Filipinas a Nueva España. El «tornaviaje» fue llamado también el «regreso imposible» porque la dirección constante de los vientos alisios en el océano Pacífico, si bien facilitaba el viaje «hacia» las Filipinas por soplar en la popa de las naves, hacía sumamente difícil y largo el viaje «desde» las islas al soplar en la proa de los navíos. El tornaviaje debía evitar los alisios subiendo hacia el Japón.

Ya asentados en las islas los frailes de la Orden de San Agustín fundaron en 1575 la Provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas, para diferenciarla de la del mismo nombre de México.

La segunda Orden que arribó a las islas para predicar el Evangelio fue la de San Francisco. Los primeros franciscanos, presididos por fray Pedro de Alfaro, estaban en Manila a primeros de julio de 1578. Fundaron muy pronto la Provincia de San Gregorio Magno, de gran historial en Filipinas.

Los terceros en hacer acto de presencia en las islas fueron los jesuitas, representados por los padres Antonio Sedeño y Alonso Sánchez, y su circunscripción es conocida como Misión de Filipinas de la Compañía de Jesús. Estos misioneros jesuitas entraron en la ciudad de Manila el 17 de septiembre de 1581.

La primera expedición de dominicos llegó a Manila en agosto de 1587, creando inmediatamente la Provincia del Santísimo Rosario, distinguida, sobre todo, por su labor docente y cultural.Los últimos, entre las grandes Órdenes, fueron los agustinos recoletos, quienes pisaron tierra filipina en 1606 y fundaron la Provincia de San Nicolas de Tolentino.

En 1641 se hicieron cargo de algunos hospitales de Manila los Hermanos de San Juan de Dios, y más tardíamente (1862) fueron recibidos en Manila los padres Paúles, que llegaban para encargarse especialmente de los seminarios conciliares diocesanos, siendo su trabajo no solo la formación de la inteligencia y espíritu de los seminaristas, sino también la silenciosa tarea de difundir la lengua española en las islas.

Operarios de última hora durante la dominación española fueron los padres capuchinos (1886) y los padres benedictinos (1895). A todas estas Órdenes de varones hay que añadir las Órdenes y Congregaciones femeninas, de las que hablaremos más adelante.


Los agustinos

Hecha la división de las provincias entre las distintas Órdenes religiosas según cédula real dada el 27 de abril por Felipe II, los agustinos toman a su cargo las siguientes áreas misionales. En los alrededores de la provincia de Manila, los pueblos de Tondo, Tarbobong (Malabén), Tinajeros, Navotas, Novaliches, Malate, Parañaque, Pasig, Calocan y Cainta.

En la isla de Luzón administraron igualmente la provincia de Batangas, gran parte del norte de la provincia de Bulacán; algunos pueblos del este de la provincia de Tarlac, la mayor parte de la provincia de Nueva Écija, las provincias de La Unión, Ilocos Norte e Ilocos Sur, Abra, provincia de la Montañosa, y ya en el siglo XIX los distritos de Lepanto, Bontoc, Benguet y el puesto militar de Amburayan.

En las islas Visayas, el sureste de la isla de Cebú (desde la ciudad de Cebú hasta el pueblo de Santander (fundado en 1896); en la isla de Panay, las provincias de Iloilo, Cápiz y Antique, y la de Aclán, pero ésta solo hasta 1621.

Al ser expulsados los jesuitas de Filipinas (1768), se hicieron cargo de los pueblos que aquéllos administraban en la isla de Leyte, pero solo hasta 1804, fecha en la que los encomendaron temporalmente al clero secular y que en forma definitiva pasaron luego a los franciscanos. En el momento de la emancipación de Filipinas (13 de agosto de 1898) tenían a su cargo 2.320.667 almas, distribuidas en 231 pueblos y 17 misiones vivas, repartidos en 22 provincias.

De 1565 a 1899 pasaron a las islas alrededor de 2.783 agustinos, más los mexicanos y filipinos, que en números redondos fueron 373. Respecto a las regiones de origen, fueron relativamente pocos los procedentes de Aragón, Cataluña y Valencia, así como de Extremadura y Andalucía, destacándose en el número casi absoluto los originarios de Galicia, Asturias, Castilla y León, Navarra, País Vasco y Castilla la Nueva.

Los franciscanos

Apenas llegados a las islas (1578), los franciscanos fundaron en Manila y sus alrededores el convento de San Francisco de Manila y los conventos parroquias de Santa Ana, Paco, Sampaloc, San Juan del Monte, San Francisco del Monte y Pandacan. Administraron también la provincia de La Laguna y parte del antiguo distrito de Morón; las provincias de Quezón, Camarines Norte y Camarines Sur, Albay y Sorsogón.

Al este de la provincia de Quezón desempeñaron la cura de almas a lo largo de la costa, en los distritos de Infanta y Príncipe, y fundaron y rigieron por algún tiempo varios pueblos en las islas de Mindoro y Marinduque. En 1768, al ser suprimida la Compañía de Jesús, el gobernador general les encomendó las misiones y pueblos de la isla de Samar y ya en el siglo XVII tomaron a su cuidado otros varios pueblos de la de Leyte. En 1898 atendían espiritualmente a 1.096.659 almas en 103 pueblos y 15 provincias

Los jesuitas

Llegados a Manila (1581), los jesuitas fijaron su primera residencia en Laygo, zona situada entre los distritos de la Hermita y Malate. Más tarde pudieron entrar en la ciudad amurallada de Manila (Intramuros), muy cerca de la Puerta Real, y aquí establecieron el famoso Ateneo, que tanta gloria dio a las letras hispanas.

En las proximidades de Manila evangelizaron en los pueblos de San Miguel, Santa Cruz y Quiapo, estableciéndose luego en varios centros misionales de importancia, tales como Taytay y Antipolo (1593), en la actual provincia de Rizal, Tigbauan, en la isla de Panay, islas de Samar y Leyte, y más tarde en Cebú (1595).

Hacia 1597 se establecieron también en la isla de Bohol y en algunos pueblos de la isla de Negros. En la provincia de Cavite, administraron Silang, Maragondong y Kawit. A principios del siglo XVII pudieron establecerse en la isla de sus ensueños, Mindanao, donde fundaron los centros misionales de Dapitan (1635), Zamboanga y Joló (1639).

Suprimida la Compañía de Jesús en 1767, los jesuitas no regresaron a Filipinas hasta 1859, haciéndose cargo (1860) de varias misiones en Mindanao, a saber, Cotabato, Zamboanga y Basilan. En 1898 atendían en Mindanao a 213.065 almas, distribuidas en 36 parroquias-misiones.

Los dominicos

La Orden de Predicadores entró a Manila el 21 de julio de 1587, y en esta ciudad fundaron, con la ayuda y protección del obispo Domingo de Salazar, el convento de Santo Domingo, que no mereció nunca la simpatía de los baguios, fuegos, guerras y terremotos.

Las provincias administradas por ellos fueron las de Bataán, Pangasinán, algunos pueblos del norte de la provincia de Farlac, todo el Valle de Cagayán de Luzón, que comprendía las actuales provincias de Cagayán, Isabela y Nueva Vizcaya, con ciertas pequeñas partes del este de la Cordillera Central y la parte oeste de la Sierra Madre. Se hicieron cargo también de las islas Babuyanes, con una larga interrupción que comprende los años 1619 hasta 1783, fecha esta última en que volvieron a tomarlas a su cuidado, hasta la actualidad.

En los alrededores de la ciudad de Manila cultivaron las misiones de Baybay, Binondo y el Parián de los Sangleyes, formadas en su mayoría por gente de origen y lengua chinos, pudiéndose considerar a estos religiosos los verdaderos apóstoles de los chinos de Filipinas. Por diversos motivos, que no es el caso explicar aquí, trabajaron apostolicalmente en la provincia de Zambales de 1678 a 1712 y también por algún tiempo en ocho pueblos de las islas Visayas, más en otros pocos de las provincias de La Laguna y Cavite.

En el momento de la pérdida de Filipinas para España (1898) tenían a su cuidado 735.396 almas, distribuidas en 73 parroquias, 36 misiones y l0 provincias.

Los agustinos recoletos

La primera expedición de agustinos recoletos llegó a Manila en mayo de 1606, integrada por 10 sacerdotes y cuatro hermanos coadjutores. Tuvieron la primera casa en Bagumbayan, extramuros de la ciudad de Manila, en la actual Luneta del Parque de Rizal, si bien muy poco después lograron entrar en la ciudad amurallada de Manila (Intramuros). Siendo entre las grandes Órdenes evangelizadoras de Filipinas, de los operarios de última hora justo es decir que siempre administraron las zonas más pobres de las islas, muchas veces los lugares que otras Órdenes no querían.

La provincia administrada por ellos fue la de Zambales, en la que evangelizaron hasta 1898, si exceptuamos una larga interrupción de 1754 a 1837. Durante esta ausencia tomaron a su cargo los pueblos de Mabalcat, Capas y Mamban y fundaron las misiones de O'Donnell y Moriones, en el Luzón Central. A lo largo del siglo XVII trabajaron en las islas de Palawan, Calamianes y en la zona de Caraga, distrito del oeste de Mindanao (1622).

En 1881 fundaron la ciudad de Puerto Princesa, en la expresada isla de Palawan, y, pasada la revolución de 1898, volvieron a encargarse de la misión de Palawan, mereciendo tener su propio vicario apostólico. También en el siglo XVII se instalaron en la isla de Mindoro (1679), la que abandonaron en 1791, trasladando su campo de apostolado a las islas de Bohol (Filipinas) e islas Marianas. Finalmente, en 1848 pusieron pie en la isla de Negros, donde aún continúan en estos inicios del siglo XXI, debiéndose a sus desvelos la creación de pueblos y construcción de iglesias con otras obras de labor social. En 1898 atendían espiritualmente a 1.203.399 almas en 203 pueblos y 20 provincias.

Órdenes y Congregaciones femeninas

Cabe destacar con honor la labor realizada por las Órdenes y Congregaciones de mujeres en Filipinas durante el periodo español, tanto en el campo de la espiritualidad como en el social, cultural y humano.

1) Monjas clarisas. Se establecieron en la ciudad de Manila en 1621 bajo la dirección y presidencia de la madre Jerónima de la Asunción, donde fundaron el monasterio o convento de Santa Clara. Inicialmente se establecieron en Sampaloc, pueblo próximo a Manila, hasta que fue terminada la construcción del convento de esta última ciudad (Intramuros).

2) Beaterio de la Compañía de Jesús. Fue fundado en 1684 por Ignacia del Espíritu Santo, con la inspiración y ayuda del padre Pablo Klein, jesuita, intramuros de Manila, cerca de la iglesia de San Ignacio. A principios del siglo XX, sus miembros comenzaron a llamarse Religiosas de la Virgen María (R.V.M.). En contraposición a las clarisas, que solo admitían españolas, las del Beaterio aceptaban para su congregación tanto a españolas como a mestizas, lo que llegó a darles no solo incremento sino una actividad muy elogiada a través de los años.

3) Beaterio de Santa Catalina. Planificado e ideado hacia el año 1633, su fundación no pudo llevarse a feliz término por decreto prohibitivo del rey de España, no obstante que contaba con capital fundacional bastante copioso, hasta 1696, bajo la dirección y sabio gobierno del dominico Juan de Santo Domingo, corriendo la ayuda financiera por manos de la generosa señora doña Clemencia Naveda. Fueron muchos los sinsabores y problemas que este beaterio hubo de soportar, tanto por motivos internos como externos.

En 1933 las dominicas filipinas se separaron de las dominicas españolas, llamadas estas últimas en el siglo XVIII para atender especialmente las necesidades de la enseñanza en Filipinas, creándose en consecuencia dos ramas distintas: la Congregación de Santa Catalina de Siena, para las filipinas, y las Misioneras de Santo Domingo, para las extranjeras.

4) Tercera Orden de Agustinas Recoletas. Fundadas en 1719, se establecieron en una residencia junto a la iglesia de San Sebastián (Quiapo), propiedad de los agustinos recoletos y situada en la plaza del Carmen. Hoy son conocidas como agustinas de Santa Rita por su colegio fundado en 1907 bajo esta advocación.

5) Hijas de la Caridad. El19 de octubre de 1852 la reina Isabel II despachó una real orden fijando en ella ciertas medidas para el mejor gobierno de las islas Filipinas. En dicha real orden se autorizaba el embarque para las islas de los Padres Paúles y de las Hijas de la Caridad, que por ciertos imponderables aún tardaron en usar de esta licencia. Por fin, las hijas de la caridad llegaron a Manila el 21 de julio de 1862. Fue encomiable su labor, especialmente en la fundación de colegios y en la dirección de hospitales.

6) Agustinas Terciarias. Estaban en Filipinas en 1883 las cuatro primeras agustinas terciarias, procedentes de Barcelona. Habían sido fundadas en esta ciudad en 1877 y eran conocidas como Beatas de San Agustín. Su presencia en Filipinas obedeció a la llamada de los agustinos de las islas con la intención de que ellas se hicieran cargo de las muchas niñas huérfanas que había en Manila como consecuencia de los terribles baguios de 1882, el cólera del mismo año y los efectos desastrosos del terremoto de 1883.

En 1889 profesaron las seis primeras religiosas filipinas y al año siguiente (1890) se dividieron en dos congregaciones: la de la rama filipina y la de las españolas. Varias españolas, sin embargo, quedaron en tierras filipinas. Fue muy meritoria la labor de estas religiosas hasta 1898 y desde entonces para acá se han prodigado en la vida de los colegios y en la atención de los pobres y desvalidos.

7) Madres de la Asunción. Llegaron a Filipinas muy tardíamente (1892) para hacerse cargo de la Escuela Normal, creada por decreto de la reina regente de España María Cristina.

EL CLERO SECULAR

Inicialmente, el clero secular en Filipinas fue español por razones obvias de comprender, pero muy pronto comenzaron los ensayos para dar paso a criollos y mestizos, gracias a la iniciativa de los jesuitas y los dominicos. En un principio, los principales centros de formación del clero secular lo constituyeron el Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, fundado en 1583, al que en 1601 se adicionó el colegio de San José, transformado en universidad en 1620, así como el colegio de Santo Tomás fundado por los dominicos en 1611 y convertido en universidad en 1619.

Es innegable la función docente y enriquecedora que ambos centros tuvieron en la preparación y educación de clérigos para la Iglesia católica de las islas. Pero no fue suficiente, dadas las muchas necesidades que había de brazos para laborear el extenso campo. De ahí que la jerarquía eclesiástica se viera en la necesidad de idear y planificar sus propios centros docentes. En 1697 despachó cédula Carlos II mandando establecer un seminario diocesano en Manila, pero el gobernador general no quiso dar cumplimiento al mandato regio aduciendo para ello carencia de fondos para construir el edificio y mantener los estudiantes.

Solo en 1767 nació el seminario de San Carlos, gracias a la tenacidad del arzobispo Basilio Sancho de Santa Justa y Rufina. Debido a que los edificios de los jesuitas estaban vacíos por efecto de la expulsión (1767), Carlos III autorizó a dicho arzobispo para establecer en alguno de éstos el seminario conciliar, pero siguiendo sus estudios los seminaristas en la Universidad de Santo Tomás.

Las cosas cambiaron para bien con la llegada de los paúles a Filipinas, los cuales se hicieron cargo de la dirección y administración del seminario. A consecuencia de los terremotos de 1863 y 1880, el arzobispo trasladó el seminario a la calle de San Marcelino a una casa construida ad hoc; años más tarde, el arzobispo dominico Bernardino Nozaleda construyó un seminario de nueva planta en la ciudad amurallada (Intramuros), con la intención de que los alumnos cursaran sus estudios de Filosofía, Teología y Derecho canónico en la Universidad de Santo Tomás, pero los acontecimientos de 1898 dieron al traste con tan buenos propósitos.

Apenas expulsados los jesuitas de las islas en 1767, el obispo de Cebú, Mateo Joaquín Rubio de Arévalo, suplicó al rey de España le cediera el colegio de San Ildefonso, de Cebú, para sede del seminario conciliar que pensaba establecer. El monarca condescendió a la petición y solo en 1783 el colegio mencionado pasó a manos del obispado. Dicho seminario estuvo dirigido por muchos años por el clero secular, siendo simultáneamente seminario y colegio de segunda enseñanza. En 1867, a petición del obispo dominico Romualdo Jimeno, los paúles se hicieron cargo de la dirección y enseñanza del seminario de Cebú.

El seminario de Nueva Cáceres debió su establecimiento a don Antonio Gallego del Órbigo, arzobispo de Manila y administrador apostólico de la diócesis de Nueva Cáceres, sede vacante. Comenzó su construcción el 7 de marzo de 1783. El edificio era de materiales fuertes, pero no pudo resistir la violencia del terremoto de 1863. EI entonces obispo de Nueva Cáceres, Francisco Gainza, dominico, reedificó el edificio del seminario y el 7 de mayo de 1865 encomendó su dirección a los paúles. Tanto la dirección administrativa y la dirección espiritual como la enseñanza conocieron un gran éxito, puesto que años más tarde llegó a contar el seminario con 70 u 80 seminaristas de Filosofía y Teología.

El seminario de Vigan (Ilocos Sur) fue fundado en 1821 por el obispo Francisco Albán. Por falta de estudiantes cerró sus puertas en 1848, reabriéndolas en 1852. En 1872, a petición del obispo agustino Juan José Aragonés, los paúles se hicieron cargo de su dirección hasta 1875, en 1882 entraron a gobernarlo los agustinos recoletos y a partir de 1895 los agustinos. Cerrado temporalmente en 1898 a causa de la revolución, terminada ésta el obispo norteamericano Dennis Dougherty lo volvió a confiar a los agustinos.

En 1868 comenzó el seminario de Jaro (Iloilo) por iniciativa del obispo dominico Mariano Cuartero, el cual encomendó su dirección a los paúles en 1871. Es éste uno de los seminarios más amplios y mejor construidos en Filipinas durante el periodo español. Los seminarios precitados dieron excelente juego en las islas, llegando a contarse en 1898 casi 400 sacerdotes filipinos que trabajaban en su tierra.


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Otros religiosos

B. DE ARBEIZA, Reseña histórica de los capuchinos en Filipinas (Pamplona, 1969); Breve reseña histórica de la labor realizada en estas islas por la doble familia de San Vicente de Paúl (1862-1912), por un sacerdote de la Congregación de la Misión (Manila, 1912); R. DE LAGOZA-J. M. CAVANNA, Vincentians in the Philippines, 1862-1982 (Manila, 1985); Los Padres Paules y Las Hijas de la Caridad en Filipinas (Manila, 1912). J. A. CASERO, «Los hospitales de Manila durante la colonización española»: Missionalia Hispanica 40 (Madrid, 1983) 217-258; XS. CLAVIJO Y CLAVIJO, La obra de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en América y Filipinas (Madrid, 1950); G. MAGLIOZZI, Antiche vicende dei Fatebenefratelli nelle Filippine, 1611-1887 (Roma, 1986); J. M. MALDONADO DE PUGA, Religiosa hospitalidad por los hijos del piadoso coripheo, patriarca y padre de los pobres San Juan de Dios, en su provincia de San Raphael de las Islas Filipinas (Granada, 1742); M. M. NORTON, Charity in the Philippines (Manila, 1911);L. ORTEGA LAZARO, Para la historia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios en Hispanoamérica y Filipinas (Madrid, 1992); J. SANTOS, Chronología hospitalaria y resumen historial de la Sagrada Religión del glorioso Patriarca San Juan de Dios (Madrid, 1715.

Religiosas

F. DE LEJARZA, «Expansión de las clarisas en América y Extremo Oriente»: Archivo Ibero-Americano 14 (Madrid, 1954) 129-190, 265-310, 393-455; 16 (1956) 5-95; L. PÉREZ, Compendio de la vida de la V. M. Sor Gerónima de la Asunciàn, de la Orden de Santa Clara, fundadora del monasterio de la Inmaculada Concepción de Manila, Filipinas (Manila, 1903); Id., «Fundación del convento de Santa Clara de Manila y documentos a él pertenecientes»: Archivo Ibero-Americano 18 (Madrid, 1922) 225-243.

Clero secular

H. DE LA COSTA, «Development of native Clergy in the Philippines», en Studies in Philippine Church History (Ithaca y Londres, 1969) 65-104; M. A. MARTINEZ CUESTA, «EI clero filipino. Estudios históricos y perspectivas futuras»: Missionalia Hispanica 40 (Madrid, 1983) 331-362; S. PONS Y TORRES, El clero secular de Filipinas (Madrid, 1902); Id., Defensa del clero filipino (Madrid, 1900); L. P. R. SANTIAGO, The hidden Light: The first Filipino Priests (Quezon City, 1987); In., «The third Group of Filipino Priests (1723-1728)»: Boletín Eclesiástico de Filipinas 64 (Manila, 1988) 757-770; In., «The fourth Group of Filipino Priests (1728-1729)»: Ibid. 65 (1989) 96-101; L. TORMO, «EI clero nativo en Filipinas durante el periodo español»: Missionalia Hispanica 23 (Madrid, 1966) 257-296.

Seminarios

E. BAZACO, «The Seminaries in the Philippines»: Unitas 17 (Manila, 1938) 320-330; F. CAMPO, El seminario conciliar de Manila. Guion historico (Mandaluyong, 1950); L. CULLUM, «San José Seminary (1768-1915)»: Philippine Studies 13 (Quezon City, 1965) 433-470; Id., «Diocesan Seminaries in the Philippines»: Ibid. 20 (1972) 65-92; Id., «San Carlos Seminary and the Jesuits»: Ibid. 18 (1970) 479-545; N. DE LAIGLESIA, Reseña histórica del seminario-colegio de Cebú (Manila, 1917); Id., «Los paules en el seminario conciliar de Nueva Cáceres»: Anales 37 (Manila, 1929) 145-202; A. LUENGO Y SALUTAN, «Los seminarios de Filipinas en el siglo XIX»: Boletín Eclesiástico de Filipinas 43 (Manila, 1969) 343-353, 437-445; B. SAIZ, «Restauración del antiguo seminario de San Carlos»: Anales 18 (Manila, 1913) 639-654; E. A. SURBA, The first conciliar Seminary in the Philippines: A historic-juridical Study of its Erection and Deuelopment (Tesis inédita presentada en la Universidad de Salamanca, 1965).


ISACIO RODRÍGUEZ © Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, II, BAC, Madrid 1992