FLORES GARCÍA, San Margarito

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Taxco, 1899 – Tulimán, 1927)Sacerdote y mártir


El padre Margarito Flores García fue fusilado el 12 de noviembre de 1927 en Tulimán, Guerrero, a los 28 años de edad y casi 4 de sacerdote. Había nacido en la encantadora ciudad de Taxco, Guerrero, el 22 de febrero de 1899. Sus padres fueron Germán Flores y Merced García, de origen humilde, sencillos pero profundamente cristianos. Su padre se dedicaba al oficio de talabartero y peluquero. Fue bautizado el 5 de marzo de 1899 en la Parroquia de Santa Frisca y San Sebastián, de Taxco. Asistió a la escuela primaria estatal; se veía que era un muchacho despierto. Pero la condición humilde de su familia le obligó a comenzar a trabajar a los 12 años, como peluquero y en una tienda de abarrotes.


Trabajador infatigable y seminarista probado

El muchacho manifestaba una acendrada piedad, vivía abierto a la gracia de Dios visitando diariamente la iglesia parroquial para rezar ante el Santísimo Sacramento, lo cual no le impedía su dedicación total al trabajo. Quizá la dureza del trabajo y la falta de alimentación suficiente lo llevaron a sufrir una grave y penosa enfermedad. En estado de convalecencia, accedió a prestar sus servicios de empleado dependiente en un comercio de la localidad; pero nuevamente el exceso de trabajo le ocasionó trastornos hemorrágicos que lo pusieron al borde de la muerte. En cuanto se recuperó volvió a trabajar en varios oficios. Tenía 14 años cuando manifestó su deseo de ingresar al Seminario de Chilapa. Lo comunicó a sus padres y encontró una lógica oposición, no por el sacerdocio en sí mismo, sino porque en aquella familia tan probada por la pobreza no habrían sabido cómo sostenerlo. Otras personas caritativas supieron de sus deseos y lo alentaron a seguir adelante. De manera que en 1915, a la edad de 15 años, ingresó al Seminario. En los años de estudio obtuvo numerosos diplomas y menciones honoríficas. Era un muchacho vivaz e inteligente, pintor y músico. De hecho fue uno de los estudiantes más brillantes de su promoción. Para ayudarse económicamente durante su estancia en el Seminario, ejerció el oficio de peluquero que había aprendido de su padre, cobrando una mínima cantidad. Y así, entre trabajos, penalidades y apuros, llegó al sacerdocio.

Finalmente sacerdote

Recibió la ordenación sacerdotal el 5 de abril de 1924 en la capilla del Seminario de Chilapa, de manos del obispo diocesano Don José Guadalupe Ortiz[1]. El 20 de abril de 1924 –Domingo de Resurrección- celebró su primera misa en la misma parroquia donde había recibido el bautismo, con inmenso regocijo de toda su gente. Al día siguiente, con especial devoción, celebró su segunda misa en la capilla de Nuestro Señor de Ojeda, ubicada en el barrio donde había nacido.

La diócesis de Chilapa, a la que pertenecía, lo destinó como maestro en el Seminario. Tiempo después fue nombrado vicario de la parroquia de Chilpancingo, capital del Estado de Guerrero, y con gran fervor y celo apostólico se entregó totalmente al cumplimiento de su ministerio. Uno de sus grandes anhelos fue la fundación de escuelas católicas para la instrucción de la niñez. A esta tarea se dedicó a pesar de ser tiempos difíciles para este tipo de instituciones, pues después de la promulgación de la Constitución de 1917, quedó prohibida toda escuela y educación que no fuese laicista y estatal. Con la colaboración de maestros que habían sido sus discípulos, estableció en Chichihualco el Colegio "Nicolás Bravo".

En la vida parroquial tuvo un empeño especial en poner en el centro de la vida de sus fieles el amor al Corazón de Jesús. Por ello, la víspera de los primeros viernes de mes, trabajaba sin cansarse por preparar a sus feligreses para celebrar aquella jornada con el sacramento de la confesión y luego con la asistencia al día siguiente a la Santa Misa. Era más bien serio de carácter, pero atento y amable con todos, siempre dispuesto a servir con humildad y sacrificio. Era un sacerdote pobre y sacrificado al máximo: dormía sobre tres tablas y un pedazo de cartón; además usaba muchas penitencias, como las disciplinas o azotes que ofrecía al Señor en reparación por el pecado del mundo, uniendo su dolor y penitencia a los dolores de la Pasión de Cristo. Se dedicó fervientemente al apostolado y a la defensa de la fe católica frente a la persecución gubernamental y frente a las sectas que entonces comenzaban ya a penetrar en el ambiente. Por ello precisamente fue detenido[2].

Dispuesto siempre al martirio

De Chilpancingo fue mandado a Tecalpulco. Encontrándose en este lugar, hizo una visita al señor cura de Cacalotenango, el padre Pedro Bustos. Esa misma tarde llegaron tropas federales en persecución de los cristeros, lo que obligó a ambos sacerdotes a refugiarse en las montañas durante varios días; posteriormente se separaron y cada quien regresó con su familia. Durante su camino se acercó a la choza de un campesino para solicitarle pasar allí la noche; la respuesta fue negativa, argumentando que le ocasionaría graves peligros a él y a su familia, por lo que se vio obligado a quedarse en el campo y sin probar alimento. Al día siguiente llegó a un lugar denominado "Cerro de Atache", cercano a Taxco, en donde permaneció, todavía sin comer nada, esperando a que anocheciera para poder encaminarse a su casa. La sorpresiva llegada del padre Margarito, en condiciones tristes y dolorosas, ocasionó profunda conmoción.

Al igual que muchos otros sacerdotes mártires, hablaba del martirio como de la gracia más grande que pudiera recibir, y vivía a diario en una actitud de posible espera. Cuando mataron al padre Uribe, su paisano, dijo: "ya mataron al Padre David y yo me voy a Guerrero a seguir su ejemplo, muriendo por la Iglesia Católica, si Dios me lo permite"[3]. Poco después, antes de salir para el lugar donde encontró el martirio, dijo: “Yo también me voy a dar la vida por Cristo, voy a pedir el permiso al superior, y también me voy a emprender el vuelo al martirio[4]. Ya en Tulimán, la víspera de su muerte, dijo a la familia que lo estaba hospedando: “Si me llego a morir primero, y me toca entrar en la gloria, pediré un pedacito para Ustedes[5].

Después de permanecer un tiempo con su familia, con pre¬caución y bajo la amenaza de grandes peligros a causa de la perse¬cución, hizo un viaje a la ciudad de México. El primer día de camino llegó al pueblo de Pelcaya en compañía de uno de sus familiares. Poco tiempo tenían en la posada cuando se presentó un soldado federal, inquiriendo si entre ellos había un cura. El padre manifestó ser doctor. En Tenango del Valle, Estado de México, se separó del familiar que lo acompañaba y tomó el tren hacia el Distrito Federal, donde buscó colaborar en la solución del conflicto religioso. Dentro de ese lapso, y atraído por afición a la pintura, estuvo asistiendo a la Academia de San Carlos con el fin de perfeccionar sus conocimientos.

En la capital tuvo por residencia la casa de la familia Calvillo, pero en junio fue aprehendido y llevado a la Inspección de Policía, junto con otros elementos que integraban la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa. Permanecieron prisioneros en el sótano hasta el mes de julio. Dándose cuenta de que con frecuencia sacaban a algunos presos para fusilarlos y que muchos de ellos se lamentaban por no disponer de un sacerdote que los fortaleciera y absolviera antes de morir, sin temor alguno manifestó: "Gracias a Dios soy sacerdote y puedo confesarlos"[6]. La resignación y tranquilidad iluminó ese ambiente. Finalmente, por intervención de la familia Calvillo ante el general Roberto Cruz, se logró la libertad del padre Margarito.

Tal vez presintiendo la inminencia de su martirio, redobló su fervor en la ofrenda de su sacrificio y dedicación a su ministerio. En octubre de 1927, un día antes de salir con destino a Chilapa, lo dedicó a ofrecer su vida y su sangre en una Misa celebrada por la salvación de México, finalizando con una Hora Santa de meditación y desagravio. Decidió hacer su regreso a Chilapa a pie y al amparo de la noche, llevando consigo sus ornamentos y equipaje. La vía del ferrocarril fue parte de su sendero, hasta la ciudad de Iguala; de ahí partió para Zumpango del Río, donde escribió a su familia recomendándole no contestar hasta que él volviera a escribir.

Ya en Chilapa sus superiores le ordenaron que se hiciera cargo de la parroquia de Atenango del Río. A su paso por Tulimán se hospedó en casa de una familia originaria de Chilapa, para prose¬guir al día siguiente. En el pueblo de Tulimán se encontró con el comisario municipal del lugar, llamado Cruz Pineda, quien le trató bien y hasta le dio un guía. Fue reconocido apenas llegó a Atenango, a pesar de que él no conocía a nadie en el pueblo. Lo detuvieron junto con el joven que le había servido de guía. Lo llevaron atado por una soga a pie y descalzo, caminando toda la noche hasta Tulimán, ante el general del ejército que mandaba en aquella región, el general Manzo. Fueron interrogados minuciosamente y después devueltos a Tulimán, nuevamente a pie, en calidad de prisioneros. Durante el trayecto, en la madrugada, despojaron al padre de todas las cosas que llevaba, dejándolo en ropa interior, descalzo y atado en medio de la caballería. El tormento se aumentó al salir el sol agobiante; y, cuando suplicó que le dieran un poco de agua, lo único que recibió fue empellones y golpes.

El martirio

En Tulimán fue inmediatamente aprehendido el comisario Pineda, quien ratificó la inocencia del guía, por lo que éste obtuvo su libertad, quedando el comisario formalmente preso por el “delito” de ayudar al sacerdote. Unos cristianos del lugar habían ofrecido pagar lo que fuese por el rescate del sacerdote. El general ordenó sin más su fusilamiento, el cual fue aceptado con serenidad por el condenado. El 12 de noviembre de 1927, un poco antes de las once de la mañana, el capitán ordenó a un teniente que a las once en punto le diera el gusto de oír la descarga de la ejecución. Acto seguido, el teniente fue al lugar en donde se encontraba el padre para conducirlo al sitio señalado para fusilarlo. A su paso, en el trayecto de un corredor, estaba el comisario que le había ayudado. Con breves palabras, el padre lo alentó diciendo: "Usted va a morir dentro de unas horas; lo espero ante la presencia de Dios"[7].

Ya cerca, el militar le dijo que eligiera el lugar preciso para morir. Con toda serenidad caminó hacia la esquina posterior del templo, solicitando le permitiera unos instantes para elevar sus últimas plegarias al Todopoderoso. Le fueron concedidos, y después, acercándose a él uno de los soldados, le dijo que si lo perdonaba, a lo que el padre contestó profundamente conmovido que no sólo lo perdonaba, sino que también lo bendecía. Quiso que le fusilaran de frente y sin vendarle los ojos. La descarga le destrozó la cabeza. El comisario Cruz Pineda fue también fusilado, en Tepetlapa, Guerrero[8].

Durante tres horas permaneció el cadáver en ese sitio. Posteriormente por orden del capitán, dos soldados tomaron el cuerpo por los pies y, a rastras, lo condujeron al panteón, donde de antemano otros soldados ya habían cavado la fosa. Sin respeto alguno fue arrojado el cuerpo, y luego la sotana, que anteriormente le habían quitado. Cubrieron la fosa y se retiraron.

El cuerpo del mártir fue exhumado meses después por un par de fieles cristianos del lugar y sepultado en la misma iglesia parroquial, al lado del Evangelio. Al desenterrarlo y colocar en una caja los restos del padre y trasladarlo al interior del templo, pese a los meses que habían transcurrido desde su muerte y encontrándose en una fosa común, su sangre manaba todavía fresca. Luego, en 1946, diecinueve años después de su martirio, los restos fueron trasladados de nuevo a la ciudad de Taxco y, por disposición de sus familiares, quedaron depositados en un lugar especial de la capilla de Nuestro Señor de Ojeda[9].

Lo breve de su vida sacerdotal [5 de abril de 1924 – 12 de noviembre de 1927] y lo difícil de las circunstancias, dada la persecución contra la Iglesia, no le permitieron desplegar ampliamente sus virtudes humanas y religiosas en su trabajo ministerial. Sin embargo aparece en él una fe inquebrantable, una esperanza que trasciende todo y una caridad profundamente operativa. Dotado de una fortaleza extraordinaria manifestada sobre todo en el momento de la ejecución, de una obediencia a toda prueba; de una fidelidad excepcional a su ministerio sacerdotal[10].Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado el 21 de mayo del año 2000, por S.S. Juan Pablo II.


Notas

  1. Monseñor Ortiz ra natural de Momax, Zacatecas, (1867). Había estudiado en el seminario de Guadalajara y había sido maestro en el mismo seminario. Había sido también vicario general de su diócesis durante el destierro de su obispo Don Francisco Pancarte y Navarrete (1914-1919). En 1920 había sido nombrado obispo de Tamaulipas y en 8 de junio de 1923 fue trasladado a Chilapa; más tarde, en vísperas de la persecución callista, el 22 de marzo de 1926 había sido trasladado como auxiliar del arzobispo de Monterrey. Tras la muerte del arzobispo será nombrado arzobispo de Monterrey en 1929. Chilapa será otra de las diócesis muy probadas durante la persecución.
  2. Positio Magallanes, I, Informatio, 263-267.
  3. Positio Magallanes, III, Doc. Extraproc., 686, & CCCXXVI, I, Informatio, 264.
  4. Positio Magallanes, III, Doc. Extraproc., 686, CCCXXVI; I, Informatio, 264.
  5. Positio Magallanes, III, Summarium, 590, & 2169; I, Informatio, 264.
  6. González Fernández, Fidel. Sangre y Corazón de un Pueblo, Tomo II. Ed. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008, p. 1025.
  7. González Fernández, Fidel. Obra citada, p. 1026.
  8. Positio Magallanes, III, Doc. Extraproc., 669, CCCXVII; 673, CCCXVIII.
  9. Positio Magallanes, I, Informatio, 266-267.
  10. Positio Magallanes, I, Informatio, 264; III. Doc. Extraproc., 678-679, CCCXXI.


Bibliografía

González Fernández, Fidel. Sangre y Corazón de un Pueblo, Tomo II. Ed. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008.

López Beltrán, Lauro. La persecución religiosa en México. Editorial Tradición, México, 1987.

Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, volúmenes I y III.


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ