GUADALUPE; Pretensiones de los Jerónimos de Extremadura

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Hay algunos escritores que han repetido una y otra vez que la Virgen de Guadalupe de México no es otra cosa que la proyección lógica de la Virgen de Guadalupe extremeña. Esta afirmación se apoya no sólo en la coincidencia del nombre, sino también en el amor y la devoción que los conquistadores, en buena parte extremeños, tenían a la Virgen patrona de su tierra. Además, los frailes franciscanos habían salido hacia tierras mexicanas desde un convento extremeño y muchos de ellos allí tenían sus raíces religiosas y naturales.

No es de extrañar que, apenas se tuvo noticia de la floreciente devoción a la Virgen mexicana de Guadalupe, los monjes jerónimos, guardianes de aquel célebre santuario-monasterio, quisieran cerciorarse enseguida de lo que pasaba en México y pretendiesen vincular el culto con todas sus consecuencias de extensión y beneficio al control jurídico y económico del gran monasterio extremeño. Por ello enviarán repetidamente peticiones y misiones de control para atar bien lo que aparentemente andaba suelto y fuera de su debido control.

Según cuenta fray Francisco de San Joseph, en su «Historia Universal de la primitiva y milagrosa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe», la devoción de María de Guadalupe se había extendido grandemente en América austral y occidental, y a mediados del siglo XVI estos santuarios recibían grandes limosnas; los jerónimos, conociendo que los conquistadores eran extremeños, creían que la devoción de Guadalupe en América era extensión de la propia, por lo que también las limosnas les pertenecían.

Enviaron por ello dos frailes para que se cerciorasen del asunto; fueron nombrados fray Diego de Ocaña para el Perú, y fray Diego de Santa María para México, con la misión de recaudar todas esas limosnas. Mientras fray Diego de Ocaña cumplió sin mayores obstáculos su misión y erigió una capilla de Nuestra Señora de Guadalupe de Extremadura en tierras peruanas, fray Diego de Santa María se encontró en México con otra realidad muy distinta: la existencia de un culto guadalupano muy propio.

El fraile llegó a México en tiempos del virrey Martín Enríquez de Almansa,[1]y del arzobispo Pedro Moya de Contreras. Al visitar el Tepeyac, el fraile se dio cuenta que el lugar era inapropiado para un santuario, por lo que propone trasladarlo al verde cerro de Chapultepec.[2]

El fraile jerónimo escribe a la Corona española dos largos memoriales. En el primero, del 12 de diciembre de 1574, se dirige al rey Felipe II y le escribe entre otras cosas:

«Yo hallé en esta ciudad una ermita de la advocación de Nuestra Señora de Guadalupe, media legua della, donde concurre mucha gente. El origen que tuvo fue que vino a esta provincia, habrá doce años, un hombre con un poder falso de nuestro monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, el cual recogió muchas limosnas, y manifiesta la falsedad del poder, se huyó y quedaron cierta cantidad de dineros de lo que habían cobrado los mayordomos de esta ermita, que entonces se llamaba por otro nombre. Entendiendo la devoción con que acudían los cristianos de Nuestra Señora de Guadalupe, le mudaron el nombre y pusieron el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe, como hoy en día se llama, y pusieron demandadores pidiendo para nuestra Señora de Guadalupe, con lo cual se han defraudado las limosnas con que solía acudir a nuestra Señora de Guadalupe y se ha entibiado la devoción que a aquella casa solían tener los vecinos de esta provincia. Esta ermita tiene hoy dos mil pesos de renta y se allegan casi otros dos mil de limosnas, y yo no veo en qué se pueda gastar esto, porque no está adornada y el edificio es muy pobre. Estas limosnas se han allegado con el nombre y sombra de Nuestra Señora de Guadalupe y si Vuestra Majestad fuese servido será bien que por parte de la casa de Guadalupe se tomase la cuenta a los administradores y personas que han tenido cargo de esta casa en este tiempo que ha tenido el nombre de Guadalupe y lo pusiese en el concierto y orden que Vuestra Majestad fuese servido.

El sitio donde está la ermita fundada es muy malo, salitral y pegado a la laguna, malsano y sin agua, por lo cual y otras muchas causas, aunque la renta venga en aumento, no puede venir el culto divino y servicio de Dios en más aumento; por lo cual los hijos de la casa de Nuestra Señora de Guadalupe tenemos la obligación de que, o que se quite el nombre de Nuestra Señora de Guadalupe, o que se traslade esta casa a otra parte y porque la renta y limosnas de esta casa se consumen y gastan y retienen entre los mayordomos y el arcediano y otras personas, si Vuestra Majestad fuese servido, en esta ermita, trasladándola a buen sitio, se podría hacer un monasterio de la Orden, como otros que en esta razón se han fundado, por orden del monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe.

El sitio más conveniente, que se halla cerca de esta ciudad, es una granja que se llama Chapultepec. Es de Vuestra Majestad y sirve de irse a holgar a ella algunas veces el Visorey y Oidores y esta es la mayor dificultad que tiene el negocio, y si Vuestra Majestad fuese servido hacer merced a Guadalupe o a la Orden de esta granja y una o dos caballerías de tierra en baldío o ejido más cercano a ella, porque el sitio es pequeño, con esto y la renta de la ermita pasada allí, se haría un buen monasterio de la Orden, y en este sitio hay muchas comodidades y más aparejo que en ninguna otra parte y casi en otra parte no habría lugar.

Yo no he comunicado este negocio con persona alguna por las dificultades que podría haber, por lo que a Vuestra Majestad tengo referido, sino sólo al Doctor Arteaga, fiscal de Vuestra Majestad, el cual no se ha atrevido a escribir a Vuestra Majestad por la brevedad del tiempo y porque se quiere enterar de todo muy particularmente y me ha ofrecido que en la flota dará razón a Vuestra Majestad de todo muy particularmente. Nuestro Señor guarda la Católica Real persona de Vuestra Majestad para su servicio con aumento de muchos reinos como los capellanes de Vuestra Majestad deseamos.

En México, 12 de diciembre de 1574.

Católica Real Majestad. Besa los pies de V.M. Su siervo y capellán. Fray Diego de Santa María [rúbríca]».[3]

La respuesta del Consejo de Indias a tales peticiones no se hizo esperar: ordenó una visita «canónica» del arzobispo a la ermita, pidiendo que controlase las finanzas de la misma y enviara toda la información. Fray Diego de Santa María incurre en no pocas imprecisiones y demuestra no conocer en absoluto las fuentes del Hecho Guadalupano, ya que, en la segunda carta del 24 de marzo de 1575, enviada al Presidente del Consejo de Indias Juan de Ovando como respuesta a una carta de éste, se atreve a decir que la ermita había recibido el nombre de Guadalupe a partir de 1560, mientras que, en otra carta precedente, hablaba de que en 1562 tenía otro nombre.

Insiste también en que la Guadalupe de México estaba haciendo olvidar a la Guadalupe de España y en que, según él, la gente daba dinero a la Guadalupe de México pensando que iba a parar a España y que las dos devociones eran la misma. Por lo que pide que los jerónimos de la Guadalupe extremeña de España se encarguen de la ermita mexicana y establezcan allí un monasterio con erección pontificia. Escribe entre otras cosas:

«En cuanto a lo que toca a la santa casa de Nuestra Señora de Guadalupe cuyos negocios traigo entre manos, fuera de los muros de esta ciudad, está una ermita, la cual, del año de 1560 a esta parte, se llama Santa María de Guadalupe, y con este título han traído y traen demanda por toda esta tierra, como Vuestra Majestad verá siendo servido, por la verdadera Relación que con esta va.

Los inconvenientes que de haberle puesto este título y con él traen los dichos demandadores que piden para Nuestra Señora Santa María de Guadalupe, de más de aquí son evidentes y notorios a quien de lejos los quisiera considerar, acá se ven por demostración práctica, porque han hecho olvidarse a la gente de esta tierra totalmente de la devoción a aquella santa casa de Guadalupe, que solía ser tan grande, que pocos de los que otorgaban testamentos dejaban de hacerle alguna manda, y en este tiempo pocos menos que todos las hacen a nuestra Señora de Guadalupe extramuros de México, lo cual parece bien por las cláusulas de los testamentos que se han hecho y hacen de aquel tiempo a esta parte, y aunque las limosnas y hacienda que con este título se ha adquirido y adquiere no es poco sino considerable, es mucho mayor el daño que se ha hecho en quitar la mucha devoción de aquella santa casa que en todo este reino se tenía y muchos de los que fuera de México hacen mandas a esta ermita y le dan limosnas, deben creer que son para enviadas al monasterio de Guadalupe en Castilla, y por lo menos creen que esta ermita y aquella casa son todas una cosa y con esto es defraudado aquel monasterio y así en lo espiritual como en lo temporal, y también lo son los fieles, que se tienen por verdaderos cofrades de la santa casa de Guadalupe y de los frailes de ella, y que gozan de los sufragios, oraciones y beneficios espirituales de la Cofradía antiquísima de aquella santa casa de Nuestra Señora con verse asentar en la Cofradía que en esta ermita de México se ha situado y ansí lo han respondido muchos de los vecinos de esta ciudad, queriéndolos agora asentar por cofrades de aquella santa casa de Castilla, conforme a las cédulas que Vuestra Majestad me hizo merced mandar que se me diesen.

Estos daños y abusos no veo como se pudiesen remediar, sino siendo Vuestra Majestad servido de hacer merced al monasterio de Nuestra Señora de Santa María de Guadalupe, de la administración de esta ermita, mandando que se sustente en el estado que agora está o siendo servido mandar que la levante el monasterio la Orden del glorioso nuestro padre San Jerónimo con el principio de la renta que tiene que verá Vuestra Majestad por memorial que sobre esto envío y con las limosnas que a ella ocurran cada día, que siempre se van aumentando, y las muchas misas que allí se allegan con el nombre de la Bendita Señora de Guadalupe.

Y, si para hacer, esta merced al monasterio de Guadalupe o a la Orden de San jerónimo (con las rentas que agora tiene y aderezos del culto divino, capellanes y casa) fuese Vuestra Majestad servido que se pidiese al Sumo Pontífice colación o breve (siendo necesario) lo solicitará y ganará al monasterio de Guadalupe y lo traerá fácilmente como cosa adquirida con nombre de aquella santa casa. Aunque, siendo como es Vuestra Majestad, Patrón de todas las cosas de la Iglesia (beneficios y capellanías de estas partes) y Señor de todo lo espiritual y temporal, lo uno y lo otro, siendo servido mandado, no me parece sea necesario otra disposición del Sumo Pontífice; mayormente que el Arzobispo de esta ciudad (que es el que lo puede contradecir y será posible que lo haga, porque parece interesado en alguna manera su oficio y dignidad) siendo Vuestra Majestad servido mandarle por carta misiva lo obedezca, será contento de ello y pasaría sin contradicción.

Y porque a Vuestra Majestad no le parezca cosa dificultosa, no siendo dar la administración de esta ermita a Guadalupe sino mandando que la Orden de San Jerónimo que la levantase en monasterio, que en estas partes se edifiquen monasterios de ella con tan pequeño principio y sin haber agora personas especiales que las quiera dotar; es cosa llana que fue menor el principio de las órdenes de San Agustín y Santo Domingo, casa una de las cuales tiene en este reino más de sesenta casas cuyos edificios según me certifican son harto mejores y mayores que lo son los de algunos de los buenos y mejores monasterios del padre San Jerónimo tiene en los reinos de Castilla de los cuales yo he visto algunos y ansí me ha parecido y todos ellos tienen muy buenos ornamentos y buena pasada [sic] para el alimento de los frailes.

Además de esto, es tan grande el deseo de los caballeros y gente noble de esta ciudad tienen de veda ilustrada y a este reino con esta Orden del glorioso San Jerónimo, que muchos de ellos me han alentado y persuadido a que pida y suplique a Vuestra Majestad la mande fundar en estas partes, diciendo que no se habrá comenzado a edificar monasterio cuando muchos de ellos darán mucha cantidad de pesos oro para el edificio y dejarán a estas casas sus haciendas que el dado en estas partes es más diferente que el de Castilla, porque como hay hombres muy ricos y muchos de ellos sin parientes dan lo que tienen facilísimamente a monasterios y casas pías, lo cual se ha visto y gozado por los teatinos que, en poco más de dos años que ha que vinieron a esta ciudad sin principio alguno, ya tienen sobre cien mil pesos, y de una sola manda de un Villaseca, cincuenta mil pesos de oro y muy buenos sitios para fundar casas, lo cual podrá Vuestra Merced siendo servido informar de muchos que de este reino van en esta flota, especialmente de un fray Domingo de Salazar de la Orden de Santo Domingo que va a negociar con Vuestra Majestad […]

E procurando siempre en todas partes ver y entender lo que tiene necesidad de remedio y que conviene al servicio de Dios Nuestro Señor al bien de estas repúblicas conversión de estos indios y conservación de estos reinos y servicio de vuestra Magestad que sea avisado y ansí he procurado tratar con personas pl. .. [sic] y antiguas en las cosas de estas partes sin que por ninguna vía se entienda la audiencia Real al cual yo escogí por letrado para muchos negocios qu ... [sic] [casa] de Nuestra Señora de Guadalupe en ella penden que importan mucha cantidad de oro por consejo de algunos oidores de ella que es un licenciado Castañeda, hombre bien letrado de sano juicio y celoso del servicio de Dios y bien... [sic] a dar en las cosas que Vuestra Magestad podrá ser servido ver por el mem ... [sic] con esta porque son verdad todas ellas y en lo que toca a la hacienda lo que se podría aumentar y reparar y se acorta y dice menos de [lo que] podría aprovechar según las muchas razones que para esto da [siguiente foja] considerables de lo cual entre ... [sic] sea justísimo y necesario que Vuestra Majestad tenga e... [sic], porque se ofrece el licenciado sobredicho averiguar con muchos testigos lo que dice y aún me parece siendo Vuestra Magestad servido emplearse en su servicio quedará el aprovechamiento susodicho a su Real Hacienda.

E visto después que comencé a buscar en este reino testamentos y escripturas que importaban a la casa de Guadalupe que hay tan mal recaudo en ellas que en esto no hay orden ni se guardan las pragmáticas que Vuestra Magestad tiene sobre estos sus reinos porque como las escribanías no son propias de los que las sirven poco menos cada un año se mudan los escribanos y llévanse los registros o los echan a perder sin querer los entregan a los subceden en los oficios ni las justicias los apremian a ello y ansí las destos como las de los que mueren se pierden de cuya causa los hombres pierden sus haciendas en lo cual no ha perdido Guadalupe la menor parte por un Gonzalo Montes en Sancto Domingo de la Española que se perdió de que a Vuestra Magestad se ha hecho relación en su Real Consejo de Indias están litigiosos y en duda de poderse cobrar mas de cincuenta mil ducados de Castilla que posee un Juan Daza y podría decir de otros muchos testamentos que en este reino me han faltado de que en Guadalupe había razón que importaban mucha cantidad de pesos de oro y por este respecto me ha parecido bien que Vuestra Majestad haya mandado vender las escribanías de este reino de las cuales se han vendido algunas como Vuestra Magestad verá por el memorial que sobre esto se envía y agora el virrey ha mandado cesar en esto por algunos respectos entiendo yo que es mayor el inconveniente de mudarse los escribanos y perderse las escrituras que los demás que ha estos pueden ser contrarios [...]

Nuestro Señor guarde la Católica Real Persona de Vuestra Majestad para su servicio con aumento de muchos reinos y de victoria contra los enemigos de su Santa Fe Católica como los capellanes de Vuestra Majestad deseamos.

En México, 24 de marzo de 1575. C. R. M.

Besa a Vuestra Majestad [...], su muy humilde capellán y siervo,

Fray Diego de Santa María [rúbrica].»[4]

De esta correspondencia resulta claro que los jerónimos extremeños deseaban convertir Guadalupe de México en una dependencia de Guadalupe de Extremadura en España y que, en este propósito, ciertamente tenía un peso considerable la cuestión económica. El resultado negativo de las gestiones de los monjes jerónimos extremeños demuestra la total diferencia y desconexión entre los dos santuarios.

También se demuestra la gran devoción a María de Guadalupe del Tepeyac con la confirmación de que había muchos testamentos para la Guadalupe de México; se confirma asimismo la existencia de una ermita anterior, la devoción creciente entre los españoles, y que, pese a todo esto, no se modificó absolutamente nada del Santuario de México; al hablar de olvido de la de España, se demuestra que la de México no vino de allá sino que es claramente distinta, hasta el punto de que fray Diego de Santa María la considera una usurpación del nombre.

No hay que olvidar el poder eclesiástico y civil que entonces tenían los jerónimos en el ámbito de la familia real española: los jerónimos estaban en Guadalupe de Extremadura, en el Monasterio de Yuste, donde había muerto Carlos V, y, en esos momentos, Felipe II les había encomendado el Real Monasterio del Escorial. No obstante todo este influjo, perdieron la partida.

El virrey Don Martín Enríquez de Almansa, el 23 de septiembre de 1575, da una respuesta a Felipe II sustancialmente opuesta a las pretensiones de los jerónimos. En ella subraya que los obispos mexicanos habían visitado y controlado Guadalupe siempre, incluso desde el punto de vista económico. Afirma también que ya en los años 1555- 1556 existía una pequeña ermita con una imagen o pintura bajo la advocación de la Virgen de Guadalupe. Ya en aquel tiempo, escribe, allí se obraban milagros (refiere el caso de uno obrado con un ganadero).

Dice que ya en aquellos años se había constituido una cofradía que contaba con unos 400 miembros y que anteriormente había sido construida una iglesia con los donativos de los fieles. Tampoco él veía el lugar apropiado para edificar un monasterio, ni siquiera una parroquia, como quería el arzobispo. De hecho ya estaba tratando con el arzobispo para que colocase allí un sacerdote permanente como capellán; pero que ya el arzobispo había puesto dos sacerdotes seculares como capellanes, y que tenía pensado nombrar un tercero en el caso de tener ingresos suficientes para su manutención. El virrey concluía su relación prometiendo enviar al rey una relación más extensa sobre el asunto.[5]El párrafo importante sobre el Santuario de Guadalupe de México reza así:

«Sobre lo que toca a la fundación de la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, y que procure con el Arzobispo que la visite. Visitalla y tomar las cuentas, siempre ha hecho por los Prelados; y el principio que tuvo la fundación de la iglesia que ahora está hecha, lo que comúnmente se entiende es que el año de 55 o 56 estaba allí una ermitilla, en la qual estaba la imagen que ahora está en la iglesia, y que un ganadero, que por allí andaba, publicó haber cobrado salud yendo aquella hermita, y empezó a crecer la devoción de la gente, y pusieron nombre a la imagen Nuestra Señora de Guadalupe, por decir que se parecía a la de Guadalupe de España; y de allí se fundó vna cofradía, en la qual dicen habrá cuatrocientos cofradres, y de las limosnas se labró la iglesia y el edificio todo se ha hecho y se ha comprado alguna renta, y lo que parece que ahora tiene y se saca de limosnas envió ahí, sacado del libro de los mayordomos de las últimas cuentas que se les tomaron, y la claridad que más se entendiere se enviará á V.M.

Para asiento de monasterio, no es lugar muy conveniente, por razón del sitio, y hay tantos en la comarca, que no parece ser necesario, y menos fundar parroquia como el Prelado querría, ni para españoles ni para indios; yo he empezado a tratar con él, que allí bastaba que hubiese vn clérigo que fuese de edad y hombre de buena vida, para que si algunas de las personas que allí van por devoción se quisiese confesar pudiese hacello, y que las limosnas y lo demás que allí hubiese se gastase con los pobres del hospital de los indios, que es el que mayor necesidad tiene y que por tener hospital Real, pareciéndoles que basta estar a cargo de V. M., y que si esto no le pareciese se aplicase para casar huérfanas.

El Arzobispo ha puesto ya dos clérigos y si la renta creciere más, también querrán poner otro, por manera, que todo vendrá a reducirse en que coman dos o tres clérigos. V.M. mandará lo que fuere servido».[6]

Este testimonio del virrey demuestra la arraigada devoción que se tenía ya mucho antes de 1575 a la Virgen de Guadalupe del Tepeyac; la ermita databa de antes de 1555; el virrey no creía apropiado aquel sitio para levantar un monasterio; por su parte el arzobispo quería promoverla a parroquia, cosa que no aceptaba el virrey; de todos modos, las rentas no se iban a Extremadura, sino que se quedaban allí porque el culto era tan intenso que llegaba hasta el punto de tener dos capellanes y querer poner uno más; el virrey da luego algunas sugerencias para crear allí hospitales, obras pías para educar y casar huérfanas o para mantener a otros clérigos necesitados.

El informe del virrey se opone claramente a las pretensiones de los jerónimos de Guadalupe de España, que querían controlar los beneficios de Guadalupe de México: aquella devoción guadalupana y aquella ermita nada tenían que ver con la extremeña. Se entiende la pretensión de los monjes de Guadalupe de España; se trataba de una práctica común en muchas fundaciones, sobre todo si sus filiales eran ricas en patrimonio y beneficios. La respuesta del virrey, en este caso, fue negativa: la Guadalupe de México no tenía nada que ver con la española. Las discordancias entre el monje jerónimo Diego de Santa María y el virrey son sustanciales y grandes, como reconoce el mismo Stafford Poole.[7]


El arzobispo de México, Moya de Contreras,[8]sucesor de Montúfar a partir de 1573 y sostenedor también del santuario de Guadalupe, escribió el 25 de septiembre de 1575 a Felipe II sobre el asunto, refiriéndose a la cédula real enviada al virrey y que él mismo le había mostrado.[9]

En dicha carta, el arzobispo se lamentaba de las informaciones negativas llegadas a oídos del rey sobre la Guadalupe mexicana, sobre sus ricas rentas, sus gastos incontrolados y sus abundantes donaciones; el arzobispo prometía enviarle una relación completa sobre el asunto. El virrey había propuesto dedicar parte de los donativos para fundar dotes en favor de doncellas pobres u otras obras pías, de manera tal que dicha dedicación sirviese para incrementar la devoción mariana en aquel santuario; el arzobispo proponía lo mismo.

¿Qué fue de aquellos propósitos? Enseguida encontramos la erección de algunas de estas obras, como consta en los archivos de la Basílica de Guadalupe.[10]El arzobispo Moya de Contreras emanó un auto en 1576 con aquella finalidad, sobre todo con relación a seis dotes anuales de 300 pesos para muchachas huérfanas. Esto demuestra la riqueza de donativos del Santuario y, por lo tanto, la importancia de la devoción.

Cuarenta años después de las apariciones, el santuario de Guadalupe de México era ya un punto de referencia notable y fundamental en la vida eclesial de la Nueva España, lo que contradice lo afirmado por algunos acerca de la casi total ignorancia de la devoción hasta mediado el siglo XVII.[11]

NOTAS

  1. Martín Enríquez de Almanza fue Virrey de México desde 1568 hasta 1580, en que pasó a Perú. Muere en 1583
  2. El testimonio de Diego de Santa María del 12 de diciembre de 1574 es el resultado de su visita y de sus propuestas, mandadas en esa fecha a Felipe II, fueron descubiertas por Mariano Cuevas en el Archivo General de Indias y publicadas en su Historia de la Iglesia en México, t. II, 493-497. Las cartas fueron dirigidas a Felipe II y no a Carlos V, muerto ya en esa época.
  3. Noguez, Documentos Guadalupanos, 230-231. Según Noguez, esta primera carta se encuentra en Carta de fray Diego de Santa María a su Majestad, Ciudad de México a 12 de diciembre de 1574, AGI Sevilla, España, Documento México n. 69, n, 3.
  4. Noguez, Documentos Guadalupanos, pp. 232-236. Noguez nos informa que esta segunda carta se encuentra en Carta de fray Diego de Santa María a su Majestad, Ciudad de México, a 24 de marzo de 1575, AGI, Sevilla (España), Signatura México, n.283
  5. Cf. Cartas de Indias, t. I, p. 310. Notamos que Stafford Poole reconoce el valor extraordinario de todo este asuunto, cf. Poole, Our Lady, 73-75. Aunque las conclusiones e interpretaciones de Poole van más allá del contenido efectivo de los documentos.
  6. Carta del Virrey de la Nueva España, don Martín Enríquez de Almanza, al Rey don Felipe II, dándole cuenta del estado de varios asuntos, de la solución que había dado a otros e informado sobre algunos puntos que se le consultaban. México, 23 de septiembre de 1575, en Cartas de Indias, Ed. Secretaría de Hacienda y Crédito Público, México, 1980, LVI, 39
  7. Cf. Poole, Our Lady, 75
  8. El arzobispo de México Moya de Contreras, gobernó la arquidiócesis de 1573 a 1586.
  9. Cf. Carta del arzobispo de México, Moya de Contreras, al rey Felipe II, México, a 25 de septiembre de 1575, en Paso y Troncoso, Epistolario de la Nueva España, t. XI, 266
  10. Cf. Fernández de Echeverría y Veitia, 545-546; también en Primo Feliciano Velázquez, La Aparición, 9, n.24. Nosotros mismos hemos comprobado la existencia de numerosos documentos relativos al asunto en el Archivo de la Basílica de Guadalupe.
  11. Cf. Poole, Our Lady, 214-225.

BIBLIOGRAFÍA

Cartas de Indias, Ed. Secretaría de Hacienda y Crédito Público, México, 1980,

Cuevas Mariano, Historia de la Iglesia en México, Ed. Revista Católica, El Paso Texas, 1928. (5 vols.)

Fernández de Echeverría y Veitia Mariano, Baluartes de México 1775-1779. Ed. Imprenta de Alejandro Valdés, México, 1820.

Noguez Xavier, Documentos Guadalupanos. Un estudio sobre las fuentes de información tempranas en torno a las Mariofonías en el Tepeyac. Ed. El Colegio Mexiquense y FCE, México, 1993

Poole, Stafford, Our Lady of Guadalupe. The Origins and Sources of a Mexican National Symbol 1531-1797, The University of Arizona Press, Tucson & London 1995


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ