GUADALUPE; Relaciones de Felipe II con la ermita

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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De los posibles contactos o referencias que Felipe II tuviera en torno a la virgen del Tepeyac, se conocen algunos datos muy interesantes. Por la buena fama que tenía y debido probablemente a las recomendaciones del marqués de Mondéjar, Luis Hurtado de Mendoza, virrey de Granada, Felipe II eligió como Arzobispo de México a Fray Alonso de Montúfar, granadino.

El nuevo arzobispo de México, el primero en ejercer tales funciones, y que en aquel tiempo incluía como diócesis sufragáneas regiones que ahora son Centroamérica, al tratar de poner las cosas en su lugar tuvo sus roces y pleitos con el Virrey, con las órdenes religiosas y con el mismo cabildo catedralicio.

Según se desprende de los documentos, es probable que en la sede vacante, alrededor de seis años, el Cabildo de la Catedral haya jugado un papel importante en la administración económica de la diócesis, incluyendo el uso de las limosnas. Era evidente la cantidad notable de limosnas que recibía la ermita de Guadalupe y ahora el arzobispo se las había adjudicado.

Este es un punto que precisa aclarar pues algunos afirman que fue Zumárraga quien sustrajo a los franciscanos la gestión de algunas iglesias de la zona que incluía la ermita de Guadalupe. Otros afirman haber sido Montúfar, pero según las reclamaciones del cabildo, antes que Montúfar parece que los miembros del cabildo gestionaban el usufructo de las limosnas. Los miembros del Cabildo querían en adelante tener parte en la administración de la ermita de Guadalupe, como lo hacían con otras ermitas y capillas.

En 1556 el superior de los franciscanos, Francisco de Bustamante, que tenía fama de buen predicador, se alzó en un sermón contra la devoción de la Virgen de Guadalupe y contra el arzobispo que promovía la devoción a la virgen de Guadalupe, causando gran escándalo. Para actuar jurídicamente en contra de Bustamente Montúfar inició toda una información, que si de hecho se envió a la Corte de Felipe II o al Consejo de Indias, no se llegó a concluir. Por defunción del interesado, se leerá sobre el cartapacio.

Pero si se sigue con detalle la trayectoria que siguió Bustamante después de este acontecimiento, no quedó sin consecuencias. Pues al parecer no terminó su mandato de Provincial, fue trasladado a Cuernavaca y aunque posteriormente fue reelegido como superior en 1560, poco después viajó a España con los Provinciales de los dominicos y de los agustinos, Fray Pedro de la Peña y Fray Agustín de la Coruña respectivamente. Estos últimos fueron nombrados obispos y Bustamante no. Bustamante murió en España en 1561.

La ermita de Guadalupe caía en la zona que dominaban los franciscanos. Existe la posibilidad de que ya el mismo Zumárraga haya sustraído el cuidado de la ermita a los franciscanos. En todo caso, con la actuación de Montúfar nos encontramos ya con la gestión por parte del clero diocesano. Parece ser que los franciscanos se oponían a este culto no tanto por controlar el beneficio de las limosnas, sino por considerar la devoción como peligrosa debido al poco discernimiento y sincretismo religioso de los indios.

Observa acertadamente F. Chauvet “el señor Arzobispo Montúfar es llamado, en los documentos del tiempo, «fundador» de la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe, expresión elíptica que, en lenguaje eclesiástico, quiere decir: fundador del beneficio establecido en la ermita de Guadalupe. No se llamó así al señor Zumárraga, porque él no estableció ningún beneficio eclesiástico en la susodicha capilla, sino sencillamente la dejó encomendada a los franciscanos de Santiago Tlatelolco, quienes por su peculiar voto de pobreza, interpretado estrictamente en aquellos tiempos, eran incapaces de cualquier "beneficio", curado y pagado, como ya dijimos".

Montúfar se encontró en dificultades con algunos miembros del cabildo y otras personalidades. Sea por las pretensiones que alegaban sobre su supuesta autoridad o por el tenor de su vida, Montúfar encarceló a alguno de ellos, incoando incluso proceso judicial. Justo dos días antes que los miembros del cabildo enviaran sus acusaciones, Montúfar había escrito una carta (12 de Febrero de 1561) quejándose de la situación que había encontrado: “…cuando yo vine había siete años que esta iglesia estaba sin prelado, hallé tan revuelto y perdido el cabildo que dentro se apuñeaban y andaban armados y aún dos o tres veces fueron a vuestra real Audiencia que viniere un Oidor a presidir a su cabildo como de hecho vinieron con temor no se matasen unos a otros ... ".

Algunos miembros del cabildo pasaron al ataque y enviaron unas cartas presentando toda una serie de acusaciones en contra de Montúfar, pintándolo como totalmente dominado por la avaricia y por la soberbia. Hay algunas que se refieren a la Ermita de Guadalupe.

"Demás de esto está infamado acerca de toda esta república que tiene usurpados mucha cantidad de pesos de oro de una ermita que está junto a esta ciudad, de la advocación de nuestra señora de Guadalupe a donde concurren muchas limosnas por la grande devoción que tienen con ella y hacen muchas y cualificadas limosnas de doscientos y trescientos marcos de plata y todo está en su poder y no hay quien le ose hablar ni decirle que dé cuenta de ello".

"También se ayuda para el beneficio desta mina de mucha cantidad de dinero de Nuestra Señora, y es el caso que media legua desta ciudad está una ermita que se dice de Nuestra Señora de Guadalupe en la cual por ser muy devota se hacen muchas limosnas que tiene juntos más de diez mil pesos y hay fama que todos los tiene el prelado y gasta en lo que quiere tomándolos de poder del mayordomo que él pone de su mano, sin que haya quien le pida cuenta dellos y lo que es peor es que por mano del mayordomo se granjean y tratan llevando a vender vino y aceite a las minas y no vemos que de la ganancia su principal a cosa alguna a la ermita, ni se ha hecho en ella gastos que llegasen a un peso; suplicamos a vuestra alteza sea servido mandar que este Cabildo, juntamente con el prelado, ponga mayordomo y tome cuenta de sus dineros como se hace de los bienes desta Santa Iglesia mayor y de otras iglesias y hospitales o de otra manera como más vuestra alteza fuere servido, de suerte que se consuma este dinero y lo pierda la ermita de Nuestra Señora cuyo es.

De las acusaciones se desprende que ya había habido dos mayordomos - el tesorero Rafael de Cervantes y el canónigo Pedro de Nava- pero habían renunciado debido a la "intromisión" del arzobispo, y en el momento presidía la ermita Antonio Freire, quien será el declarante en la «Descripción de la diócesis de México» y quien, en su testamento, dejará una buena suma de pesos para la ermita de Guadalupe.

"También se aprovecha para beneficio desta mina de otra suerte no digna cierto de prelado, que suele dar a algunos mineros ricos azogue, a unos un quintal, a otros dos rogándoles que beneficien todo el metal que pudieren de sus minas y le acudiesen con la plata que sacaren so color de que era limosna para la ermita de Nuestra Señora de Guadalupe y para hacer la custodia del sacramento, y que todo ello que serán más de dos mil pesos, no ha habido la custodia ni la ermita un real, antes desto y de todo lo demás se ha aprovechado: suplicamos otra vez a vuestra alteza por servicio de Nuestra Señora provea como se le tome cuenta y no se pierda esto que es de la Iglesia".

Atendiendo a estas solicitaciones el Rey Felipe II, en agosto de 1561, ordena que se haga una investigación. Han de hacerla, de modo secreto, el Virrey y el Oidor más antiguo de la Audiencia de México. La parte primera de la cédula de Felipe II es prácticamente una repetición de los principales puntos de acusa en contra del Arzobispo.

Antes de emitir un juicio y dar disposiciones el Rey quiere obtener una información segura: "... porque quiero saber la verdad dello vos mando que con todo secreto y recatamiento ayais información y sepáis cómo y de qué manera lo suso dicho ha pasado e pasa tomando para ello pocos testigos y éstos que sean los más dinos de fee que ser pueda y que más verosimilmente sepan la verdad y con menos escándalo y la dicha información avida y la verdad sabida, cerrada y sellada en manera que haga fe la enbiad ante nos al nuestro Consejo de las Yndias para que en él vista se provea lo que convenga y sea justicia" (Madrid, 26 de Agosto de 1561).

Quizás don Luis de Velasco no sabía quiénes habían enviado las acusaciones Y quejas, pero entre los testigos escogidos figuran algunos de los acusadores. Obviamente confirman manifiestamente las dichas acusaciones. Podemos encontrar muchas referencias en torno a las limosnas de la ermita de Guadalupe y a los métodos para conseguir fondos, sin que se hiciera prácticamente nada en la mejora de la ermita.

En lo que se había hecho hasta el momento de recoger los testimonios, no se habían gastado ni cien pesos, cuando, según uno de los testigos, las limosnas del año 1561 llegaban a los 3.000 pesos y de los años anteriores se tenía la suma de 10.000 pesos. Como término de comparación se puede confrontar con la suma que ganaba anualmente el mayordomo de la ermita: 150 pesos.

Conviene recordar que Sultepec se encontraba en lo que vino a llamarse la Provincia de la Plata. Zumárraga había visitado y dedicado la primera parroquia del Real de Sultepec, bajo la advocación de San Juan Bautista, y debido a la buena acogida que le dieron los naturales les obsequió su mitra y su báculo. Hernán Cortés se había dado prisa para comprar alguna de las minas, y por las acusaciones, podemos colegir que Montúfar debió adquirir alguna de las minas por medio de sus parientes y estuvo en tratos con los mineros.

Precisamente por estos años se llegó a descubrir un nuevo tratamiento para explotar la plata a base del azogue (mercurio). El azogue se traía de España, principalmente de las minas de Almaden, y su distribución en la Nueva España estaba relativamente controlada por las autoridades. Desde su posición de Arzobispo Montufar pudo aprovecharse y conseguir algunas cantidades de azogue para utilizarlo en las minas. Pedía a los mineros una compensación que se dedicaría en servicio de la ermita de Guadalupe.

Las acusaciones de los miembros del Cabildo son muy claras a este respecto. Como se puede constatar en la peticiones que el Cabildo de la ciudad de México hacia al arzobispo se le pedía que insistiera para que el alemán, maese Lorenzo, que había conocido en Sevilla Bartolomé Medina, pudiera venir a México y acelerar así la producción de la plata.

Por un documento del Archivo de la Basílica de Guadalupe consta que el arzobispo compró unas propiedades que estaban a cargo del secretario de Zumárraga, Martín de Aranguren, para la casa de nuestra señora de Guadalupe. Utilizó para hacer este pago parte del dinero obtenido del beneficio del azogue concedido a los mineros:

"... por razón e compra de ellos me dio e pagó el Muy Ilustre y Reverendísimo Señor Don Fray Alonso de Montúfar Arzobispo de México, del Consejo de S.M., que está presente, como patrón y fundador que es de la dicha casa mil pesos del dicho oro común, que procedieron de las ganancias que su Señoría Reverendísima, para hacer bien a la dicha casa, quiso beneficiar en cierto azogue que con los dineros de la dicha se compró y lo dio a ciertos mineros para que lo beneficiasen en sus minas, y lo que en él se interesase fuese para la obra y servicio de la dicha casa, e ansi parece que, sacado el principal de lo que costó el dicho azogue, que se volvió a entregar a los Mayordomos de la dicha casa, se ganaron en ellos los dichos mil pesos, los cuales su Señoría me entregó en plata y reales que los montaron e valieron, de los cuales me doy por contento, y pagado y entregado ... "

Aunque no se hayan encontrado más documentos, puede ser probable que también utilizó del dinero obtenido de esta forma para conseguir los otros enseres para la ermita. No he podido encontrar más documentos en torno a este tema. Con todo cabe notar que en la fachada de la parroquia de Sultepec se encuentran los escudos episcopales de Zumárraga y, según algunos, el de Montúfar. Debe ser señal del aprecio o reconocimiento que los habitantes guardaban en torno a estos dos personajes.

En lo que he podido consultar, sólo tres estudiosos han utilizado esta documentación. Francisco Miranda, del Colegio de Michoacán, hizo alusión y presentó un resumen de esta documentación, indicando claramente su localización en el Archivo General de Indias. Hace una breve introducción a la problemática. De momento no le interesaba estudiarla a fondo, sino constatar y poner al alcance de los estudiosos las múltiples referencias que en esta documentación se encuentran en torno a la ermita de Guadalupe.

Ethelia Ruiz Medrano ha publicado un estudio: "Los negocios de un Arzobispo: el caso de fray Alonso de Montúfar". El lema que sigue a continuación del título nos hace prever su interpretación de los hechos, pues lo toma de una de las acusaciones: "... en toda su vida vio hombre de ningún estado y condición aunque fuese mercader, que mostrase tanta codicia como el dicho arzobispo... ".

Ethelia Ruiz Medrano no compara los juicios negativos de estos testigos con otros juicios emitidos por personajes que salieron en defensa del Arzobispo ni la propia autodefensa del Arzobispo. ¿Los acepta como si fueran oro colado? Reconoce que "la información ordenada por la Corona no tuvo, hasta donde sabemos, respuesta alguna. El Arzobispo continuó con su proyecto anti reformista, aunque no sabemos si con sus negocios. Lo que es interesante destacar es la forma en que este arzobispo se vinculó a los intereses económicos locales: al igual que cualquier vecino, e incluso que muchos funcionarios, Montúfar comerció, invirtió y se benefició en Nueva España...". Sus últimas consideraciones van en torno a esta línea de talante económico de muchos españoles que permitió el afianzamiento del dominio colonia1.

Magnus Lundberg, en su libro, Unification and Conflict, es el estudioso que más se ha fijado en la diversas fuentes en torno a la vida de Alonso de Montufar. Conoce y se detiene a analizar estos dos hechos: el sermón de Bustamante y la cuestión económica en torno a la Ermita de Guadalupe. Creo que desde ahora en adelante los interesados en la biografía de Montúfar estudiarán con mayor atención y cuidado todos estos datos. Lundberg adopta la posición que considera a Montúfar el fundador de la Ermita y el propagador de la devoción a la virgen de Guadalupe, devoción inventada por el mismo Montúfar.

Dado que lo que ahora interesa es presentar estos datos de la devoción guadalupana en relación con la persona de Felipe II, no me voy a detener en tratar de discutir detalladamente los argumentos de la posición de Lundberg. Si el objetivo principal era acusar a Montúfar de avaricia y soberbia, no se ve por qué no hayan utilizado como elemento capital que Montúfar había levantado toda esa tramoya de una ermita y de una imagen con el nombre de Guadalupe, distinta de la de Extremadura, nada más para sacar dinero.

Desde otro punto de vista si tal era el objetivo de Montúfar, no se ve por qué razón su inversión haya sido tan pequeña y por qué sería el fundador de la ermita. Todos ellos, como miembros del Cabildo, estarían al tanto de la polvareda levantada por el sermón de Bustamante. Y la partida, muy reciente todavía, de éste con los otros dos provinciales de las órdenes, estaba muy relacionada con los pleitos de poder y jurisdicción entre los religiosos y los obispos.

Cervantes de Salazar en sus diálogos nos habla ya del "templo" del Tepeyac. Tenía su manuscrito terminado en 1554 y logró añadirle algunas líneas para exaltar la llegada y presencia de Montúfar a México. Él fue quien lo declaró uno de los primeros bachilleres de la nueva Universidad de México. Hasta el presente nadie ha localizado otra advocación y construcción religiosa en el área del Tepeyac fuera de la Virgen de Guadalupe. Ya el Mapa de Upsala, terminado entre 1556 y 1560, coloca claramente unas construcciones al pie del cerro del Tepeyac. No es fácil distinguir si alguno de los edificios está coronado por una cruz. La cumbre del cerro muestra dos protuberancias, sin poderse determinar de qué se trata. La virgen no pidió que se construyera la ermita en la cumbre del monte, sino al pie del monte, en la parte llana.

Podemos resumir los hechos de la siguiente manera: a su llegada Montúfar trata de poner orden en los asuntos del arzobispado. Somete a juicio y encarcela a algunos miembros del cabildo. Alguno de ellos ya había tenido anteriormente serias disensiones con Zumárraga. Los miembros del cabildo mandan una carta con acusaciones contra el arzobispo. No reciben respuesta inmediata y vuelven a enviar otra misiva, reiterando las acusaciones. Llega la respuesta del Rey que solicita una investigación secreta y minuciosa antes de emitir juicio alguno. Se hace la investigación y se envía a España.

Montúfar y más personajes se enteran del contenido de estas acusaciones. Corre la voz de que el arcediano posiblemente será nombrado arzobispo y que Montúfar está desacreditado ante el Rey. En realidad en la Nueva España reina un conflicto de intereses y de poder. El Virrey se encuentra obstaculizado por las decisiones de la Audiencia, favorece a los religiosos defendiendo y manteniendo sus privilegios y por lo mismo se encuentra de frente a los Obispos.

Pasada la alegría por la llegada del nuevo arzobispo, poco a poco, se da una creciente incompatibilidad entre el Virrey y el Arzobispo. En definitiva nos encontramos con la Audiencia y los Obispos por una parte, y el Virrey y los Provinciales de la órdenes por otra. En este pleito los miembros del cabildo cuentan con el apoyo del Virrey. Sin saberlo o a sabiendas, el virrey elige algunos testigos que son enemigos declarados del arzobispo.

Montúfar demuestra estar completamente enterado de las acusaciones, de la investigación enviada por el virrey a la Corte y de los testigos que había escogido el virrey: "...pues teniéndome esta voluntad y viniendo cometida a el la información contra mí y deseándome echar de la tierra como él lo ha dicho que lo ha escrito a vuestra majestad, que me hiciese muchas mercedes en otra parte, no podía ser la información tal pasando por sus manos, que vuestra majestad pudiese ser informado de la verdad que con tanto celo la quiso saber y así se ve en lo que él hizo, pues anduvo a buscar testigos presos y castigados y quejosos de mi provisor, y lo peor que es que los mismos que escribieron la carta a vuestra majestad me dicen que dijeron en la información sus dichos: quien tales testigos buscaba y admitía bien muestra la buena o mala voluntad ... obispos había a la sazón que pudiera tomar por testigos, oidores, religiosos, priores y provinciales y caballeros, de todos ni uno de calidad tomó sino los que tengo dicho especialmente los capitulares que no tienen vergüenza de publicar que juraron contra su prelado ... no es pequeño trabajo el mío saber y ver que vuestro visorrey y el dicho deán y maesescuela andan desvelándose contra mí para ver qué me podrán calumniar; qué podrán estos juzgar de mi vida ni escribir a vuestra majestad si no aun lo bueno que en mí vieren decir que lo hago en virtud de Belcebú.”

"... me dieron aviso quel deán, arcediano y maestrescuela desta santa Iglesia andaban formando ciertos capítulos contra mí para enviallos a su majestad y como por otras tengo escrito lo hacen por los haber reprendido y castigado, por sus vicios, deshonesta y escandalosa vida y esto es claro y consta por razón de que por ir fundados en malicia no han querido dar aviso dellos al licenciado Valderrama vuestro visitador porque si se le dieran él hiciera información, cerca de los dichos capítulos y hecha había de constar ser falsedad y mentira todo lo que en ellos a vuestra majestad escriben como ha parecido en ver que han callado y no han osado hablar en lo tocante a otra relación que a vuestra majestad los días pasados hicieron bien contraria a la verdad, y porque a tan falsas intenciones no se les dé crédito alguno a vuestra majestad suplico que todo lo que contra mí dijeren se cometa al licenciado Valderrama vuestro visitador ...

La situación se complicó con la llegada del visitador Jerónimo de Valderrama, en julio de 1563. Algunos miembros del cabildo, acusadores, no quisieron sincerarse con el visitador. Valderrama se puso de parte de los obispos y de parte del marqués del Valle, Martín Cortés, nombrándole «alguacil mayor» de la ciudad de México durante el período de su visita. Destituyó a los oidores, Luis de Villanueva Zapata y Vasco de Puga, y pidió la destitución del Virrey.

Alonso de Zorita, otro miembro de gobierno, presentó su renuncia durante la investigación de la Visita y se embarcó para España. El visitador pedía que no coincidieran en una misma persona el cargo de Virrey y de presidente de la Audiencia. Dio pábulo para que se formara un fuerte grupo de oposición con Martín Cortés. Proponía un nuevo tipo de gobierno, Martín Cortés sería gobernador y el, Valderrama, ocuparía un lugar destacado en el gobierno.

A la muerte del Virrey Luis de Velasco (1564), ya que dos Oidores estaban depuestos, dieron lugar de precedencia, como se hacía con el virrey, a Valderrama. Después de su partida para España (primeros meses del 66) surgió la conjuración de Martín Cortés, en la que Luis de Velasco, hijo, será uno de los principales informantes o acusadores. Como Alonso Chico de Molina era acusado de haber tomado parte activa en esta conjuración, la Audiencia pidió al arzobispo que abriera un proceso contra él.

Como el fundamento principal de la acusación era una declaración de Alonso de Ávila, que ya había sido ajusticiado, y el deán hizo apelación por no estar satisfecho con el juicio de Montúfar, se remitió el proceso a España para que allá fuera juzgado. Se le desterró perpetuamente de las Indias. Todavía desde Cuba envió cartas injuriando a Montúfar. En España tuvo que sufrir un proceso y fue torturado.

Muy probablemente, a razón de su participación en la conjuración, las acusaciones de las que había sido objeto Montúfar perdieron su peso, sin excluir las cartas de autodefensa y que otras personas habían enviado a España en defensa del Arzobispo: "Por quanto entre otros de quienes esta cibdad ha entendido que se han hecho contra ellos informaciones secretas ha sido uno don Frey alonso de Montufar arzobispo della y siendo como es el dicho arzobispo muy buen prelado de buena vida ciencia y conciencia y tal qual convino para la provision de su cargo y a esta ciudad es dado ynformar a su rrey y señor de los que bien usan del que tienen mayormente quando de contrario que se entiende que los procuran desacreditar que los dichos procuradores en nnombre de mexico abonen la persona del dicho arzobispo y supliquen no se de credito alguno contra el sin ver sus descargos pues su hedad y bondad no merece que sea desacreditado syn cabsa bastante. Y por que el dicho arzobispo queriendo hazer su oficio contra algunos de sus prevendados le resisten de suerte que no puede hazer lo que conviene que se suplique se le envie facultad bastante contra sus clerigos desta iglesia y diócesis sin enbargo de las exenciones que tienen los del dicho su cabildo y se de favor al dicho arzobispo. "

El caso es que el rey no procedió contra Montúfar, e incluso le pidió una serie de informaciones reservadas para el Presidente del Consejo de Indias, Ovando, y el informe sobre el estado de la diócesis. En una de las cláusulas de su testamento Montúfar disponía: "Si algunos bienes nuestros sobraren de cualquier género e calidad que sean por la presente lo damos en limosna e lo donamos en esta manera la cuarta parte dello a la hermita de Nuestra Señora de Guadalupe extramuros desta ciudad de México y la otra cuarta parte a la dicha nuestra santa Iglesia Catedral".

Pocos han observado que en realidad existen dos informes sobre la diócesis de México: uno es la conocida y citada Descripción, donde se encuentra la relación de Antonio Freire sobre la ermita de Guadalupe, y otro informe firmado por Bartolomé Ledesma, con un orden distinto y que, me parece, no se refiere a la ermita. Sin presentar algún documento fehaciente algún comentarista indica que fue en torno a estas circunstancias, año 1570-71, cuando Montúfar envió una imagen de la Virgen de Guadalupe a Felipe II.

A la muerte de Montúfar y después de su nombramiento como arzobispo, Moya Contreras se va a encontrar con una situación semejante a la de su predecesor: "Por la larga enfermedad de mi antecesor ha quedado el cabildo de esta Santa Iglesia tan enseñoreado en las cosas que será necesario tornarlas a su debido lugar o por mejor decir formarlo de nuevo y soy tan enemigo de hacerla con desabrimiento ni rigor ni traer diferencias con los capitulares que me ha parecido suplicar a Vuestra Señoría Ilustrísima sea servido de mandarlo por sus cédulas o instrucciones pues yo no pretendo sino lo que es derecho.”

Ya en el año 1572, al solicitar el nombramiento del nuevo arzobispo, algunos canónigos y racioneros de México nos presentan un juicio más positivo sobre los dos primeros arzobispos, Zumárraga y Montúfar: “…se suplica a su majestad sea servido dar a esta Iglesia esposo que no sea fraile, por las razones que allí se expresan, Y a esto, aunque en todo lo demás estamos muy conformes, contradijimos los prebendados que en esta iremos nombrados, acordamos escribir a vuestra majestad suplicándole sea muy servido tener ante los ojos de su anima la necesidad que esta Iglesia tiene de ser proveída de tales prelados como hasta aquí ha tenido que sean de mucha prudencia y de muy conocidas virtudes y santidad de vida para que con su ejemplo nos enseñen el camino del cielo, y que sean letrados teólogos o canonistas, aunque el canonista sería más importante por haber como hay en esta ciudad y arzobispado muchos teólogos y predicadores... ".

Es decir que la imagen de Montúfar no es como la pintan algunos de sus detractores. Esta carta la firma el canónigo Juan de Oliva que había firmado en alguna de las acusaciones del cabildo contra el arzobispo. Creo que la preocupación de Felipe II en torno a la ermita de Guadalupe nos permite conocer una serie de datos muy interesantes para apreciar en toda su amplitud y complejidad la historia del hecho guadalupano y las condiciones en que se encontraba la situación religiosa del Arzobispado de México en tiempos de Fray Alonso de Montúfar y de la celebración de Primer Concilio Provincial Mexicano.


Notas

CRISTÓFORO GUTIERREZ VEGA