GUATEMALA; Los Mártires guatemaltecos y Juan Pablo II

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Presentación de la «Lista de los Testigos de la Fe» al Papa Juan Pablo II

Los documentos de la Conferencia del Episcopado de Guatemala (CEG) más relevantes sobre la persecución y martirio de los católicos guatemaltecos en la segunda mitad del siglo XX, son sin duda las intervenciones con motivo de los viajes apostólicos de (san) Juan Pablo II a esa Nación, realizados en 1983, 1996 y en 2002.

En sus viajes, así como en varios encuentros con los Obispos guatemaltecos en Roma con motivo de sus visitas «ad limina», el Papa intervino con algunos de los discursos más fuertes de su pontificado, denunciando los atropellos continuos contra los derechos humanos en Guatemala.[1]

Por su parte la CEG preparó los viajes con varios documentos pastorales. Entre ellos destacan: la Presentación al Papa Juan Pablo II de la «Lista de los Testigos de la Fe» para la introducción de la Causa Martirial en Guatemala de la Asunción, el 6 febrero 1996.[2]Este es el texto presentado al Papa:

“El día de ayer, 5 de febrero, al descender del avión que le transportaba desde Roma, le presentaron para su bendición, un puñado de tierra guatemalteca, integrado con muestras recogidas en todas las circunscripciones eclesiásticas del país, Tierra, no sólo regada con el sudor cotidiano de campesinos y agricultores, sino fecundada con la sangre de aquellos que por su fe y por el ejercicio de su ministerio eclesial, fueron inmolados violentamente en un pasado muy reciente. En el desempeño de su labor evangelizadora proclamaban el mensaje de Cristo y vivificaban cristianamente las comunidades fortaleciéndolas en la fe, la esperanza y la caridad.

A su trabajo puede perfectamente aplicarse la petición que Su Santidad presentó en el discurso a los pueblos Indígenas en Quetzaltenango, el 7 de marzo de 1983: «que nadie pretenda confundir nunca más auténtica evangelización con subversión y que los ministros del culto puedan ejercer su misión con seguridad y sin trabas.»

[…] Le presentamos hoy una primera lista de catequistas y sacerdotes, muertos en testimonio de su fe y cumplimiento de su misión. Es una lista debidamente calificada con reconocimiento de nombres propios y de identidad personal, una lista sometida a una primera investigación para constatar que su sacrificio fue en aras de la fe, y antecedido por el testimonio de vida cristiana.

Con la entrega de esta lista, la Conferencia Episcopal de Guatemala en nombre de la Iglesia, solicita se abra la causa de canonización con la esperanza de que en breve podamos dar a este sacrificio el título de «Martirio» con la calificación oficial y el reconocimiento magisterial de la Iglesia.

La lista, girón luminoso de la historia de la Iglesia en Guatemala, está encabezada por un sacerdote diocesano a quien recordamos con gran cariño, el Presbítero Hermógenes López Coarchita. A la par de él hay varios sacerdotes, tanto religiosos como diocesanos y les acompaña una cohorte de numerosos catequistas, en su mayoría, indígenas y campesinos.

Esta primera lista abarca un total de 77 testigos de la fe, provenientes de las siguientes circunscripciones eclesiásticas: Arquidiócesis de Guatemala, Quiché, Huehuetenango, Vicariato Apostólico de lzabal, Vicariato Apostólico de Petén. El recuerdo de estos hermanos fortalece nuestra fe y nos impulsa a una fidelidad inquebrantable a Cristo y a su Iglesia pastoreada por Su Santidad a nivel universal.

Mons. Jorge Mario Ávila Del Águila C.M., Obispo de Jalapa. Presidente de la Conferencia Episcopal de Guatemala [sigue la firma del Obispo y el sello de la Conferencia Episcopal].

A continuación el Documento transcribe una lista de 77 víctimas asesinadas de supuestos Mártires de la Fe, catalogados por diócesis:

A) ARQUIDIOCESIS DE GUATEMALA:

1. Hermógenes López Coarchita.
2. Fray Augusto Ramírez Monasterio. O.F.M.

B) VICARIATO APOSTOLICO DE IZABAL:

3. Padre Tulio Marcelo Maruzo Rappo, O.F.M. [reconocido como Mártir por el Papa Francisco el 9 de octubre de 2017].
4. Zacarías Hernández.
5. Luis Obdulio Arroyo Navarro. [ya reconocido como Mártir por el Papa Francisco el 9 de octubre de 2017].
6. Pablo Bac.
7. Felipe Caal Mucú y Familia.
8. Antonio Guales.
9. Antonio García.
10. Julián Jiménez.
11. Jorge Mucó.
12. Guillermo Molina,
13. Gerardo Pérez
14. Benito de la Cruz.
15. Gerónimo Gómez.
16. Ángel Hernández.
17. Daniel Ruiz.
18. Emilio Caal Ich.
19. Felipe Caal.
20. Manuel Cuc Tec.
21. Sebastián García.
22. Alberto López.
23. Braulio López J.
24. Silvio J. Ortiz B.
25. Rigoberto Sanabria.
26. Luis Ché.
27. Patrocino G. Pérez R.

C) DIOCESIS DE SANTA CRUZ DEL QUICHE.

28. Padre José María Gran Cirera. M.S.C. [ya en proceso de Martirio].
29. Padre Faustino Villanueva y Villanueva. M.S.C. [ya en proceso de Martirio].
30. Padre Juan Alonso Fernández, M.S.C. [ya en proceso de Martirio].
31. Rosario Benito y 48 compañeros.
32. Juan Barrilla Méndez.
33. Tomás Canil Saquic.
34. Salvador Argueta.
35. Gaspar Rayes Hernández y compañeros.
36. Jerónimo Ixcotoyac Sajbin.
37. José Itzep Michicoj. '
38. Diego Xinic Ramírez.
39. Nicolás Tum Castro.
40. Sabino Pacheco Quixtán.
41. Pedro Gómez de la Cruz.
42. Juan Cruz Pacheco.
43. Juan Toma Marroquín.
44. Domingo Córdova Rodríguez.
45. Jacinto Chamay.
46. Miguel Tiu Imul.
47. Martín Vicente Gómez.
48. Nicolás Caló.
49. Miguel Pacheco Lux y siete de sus hijos.
50. Vicente Gómez da Paz.
51. Juan Xotoy Ramírez..
52. Juan Calel Ajmac.
53. Juan Calel Zapata.
54. Pedro Santos Yax.
55. Hermán García Méndez.
56. Francisco Cojo
57. Silverio Morente y dos de sus hijos.
58. Pablo Hernández Ponce.
59. Agustín García y tres compañeros.
60. Salvador Zacarías Mejía.
61. Antonio Chitop Vicente.
62. Miguel Ramos Pastor.
63. Antonio Ceba Cabe.
64. Domingo del Barrio Batz.
65. Tomás Ramírez. Cabe.
66. Diego Pachaco.
67. María Mejía.
68. Cayetano Ajmac Reinoso.
69. Julio Quevedo Quezada.

D) VICARIATO APOSTOLICO DE PETEN.

70. Longinos.
71. Manuel de Jesús Salam.

E) DIOCESIS DE HUEHUETENANGO.

72. Padre Guillermo Woods. M.M.
73. Francisco Juan Mateo (laico).
74. Andrés José Primero (laico).
75. Francisco Andrés (laico).
76. Laureano Díaz Montejo (laico).
77. Hermano Santiago Miller (F.S.C). [Ya reconocido como Mártir por el Papa Francisco]

Intervenciones del Papa Juan Pablo II

A lo largo de la década de los años de 1980 a 1995 que corresponden a los años más dramáticos en las relaciones de la Iglesia con el Estado guatemalteco, así como de la dura persecución, la Santa Sede siguió puntualmente los acontecimientos que se sucedían en Guatemala, a veces con asesinatos de religiosos sacerdotes y catequistas.

En todos estos asesinatos en ningún caso se dieron motivos que los justificasen, sino que deben ser atribuidos al odio contra los eclesiásticos y contra todos aquellos que trabajaban en favor de los indígenas de manera particular. Todo ello se percibe a través de la abundante correspondencia entre las autoridades del Vaticano y las de la iglesia en Guatemala, o de los superiores religiosos de las víctimas. El día que se publique esta correspondencia vendrá a la luz la preocupación continua de la Santa Sede por aquellas dolorosas situaciones, así como las continuas protestas y denuncias de la Santa Sede ante tan grandes crímenes y desafueros.

La década de los años de 1980 corresponde también al pontificado del Papa Juan Pablo II, gran defensor de los derechos humanos y de la libertad religiosa ante todo tipo de totalitarismos. El Papa Juan Pablo II visitó Guatemala en tres ocasiones distintas, siempre en coincidencias con las visitas a otros países latinoamericanos. En esas ocasiones pronunció varios discursos sobre la situaciones dramáticas en las que vivía Guatemala, y dentro de ellas el deterioro de la vida política, las continuas violaciones de los derechos humanos fundamentales y las persecuciones a las que se sometía a la iglesia por parte del poder político.

La geografía de los viajes apostólicos de Juan Pablo II se identifica con la complejidad de las diversas situaciones humanas de los países que visitaba. Tal ha sido el caso de sus visitas a Guatemala. “El camino de la Iglesia es el hombre”, escribió el Papa en su encíclica «Centesimus annus», recordando la encíclica social de León XIII, «Rerum Novarum».[3]

Juan Pablo II buscó con todos los medios la trasmisión de esta visión suya en todas las latitudes, sea donde el anti humanismo se había constituido en sistema sociopolítico, como en donde se mostraba bajo forma de ideas y acciones que negaban la dignidad humana. Ya el Papa León XIII había afirmado en la Rerum Novarum ante la miseria del proletariado: “afrontamos con confianza este argumento y con derecho pleno por parte nuestra… nos parecería faltar a nuestra misión si callásemos”.

A lo largo de los últimos cien años la iglesia repetidamente ha manifestado su pensamiento, siguiendo de cerca la continua evolución de la cuestión social, y no ha hecho esto para recuperar privilegios del pasado o para imponer una propia concepción. Su única finalidad ha sido el cuidado y la responsabilidad hacia el hombre que Cristo mismo le ha confiado; este hombre que, como recuerda el Concilio Vaticano II, es la sola creatura que Dios haya querido por sí misma y por lo que Dios tiene su proyecto, es decir la participación a la salvación eterna.

No se trata del hombre «abstracto», sino del hombre real, «concreto» e «histórico»: se trata de cada hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la redención y con cada uno Cristo se ha unido para siempre a través de este misterio. Consecuentemente la iglesia no puede abandonar al hombre, sino que “este hombre es la primera vía a través de la cual la iglesia debe caminar en el cumplimiento de su misión…, el camino trazado por Cristo mismo, vía que inmutablemente pasa a través del misterio de la encarnación y de la redención”.

Es solamente ésta la inspiración que preside la Doctrina Social de la Iglesia que ella ha elaborado paso a paso de manera sistemática, y sobre todo a lo largo del último siglo, porque toda la riqueza doctrinal de la Iglesia tiene como horizonte al hombre en su realidad concreta de pecador y de justo.

1° de Noviembre de 1980

Una primera intervención pública del Papa sobre la situación de Guatemala, la tuvo el 1° de noviembre de 1980 en una alocución al cardenal Mario Casariego y a los obispos de Guatemala, sobre las dramáticas condiciones de la iglesia en Guatemala, especialmente sobre “los demasiados actos de violencia que han perturbado el País”.

Recordaba el Papa “vuestras repetidas llamadas para que se pusiera termino a lo que justamente habéis denominado «camino de autodestrucción», que viola todo derecho humano -primero entre todos el derecho sagrado a la vida- y que no ayuda a resolver los problemas sociales de la nación. Comparto vuestro dolor por el trágico balance de sufrimientos y muertes que grava y no da señales de disminuir sobre tantas familias y sobre vuestras comunidades eclesiales depauperadas no solo de no pocos catequistas, sino también de sacerdotes, muertos en circunstancias obscuras a veces de manera vil y alevosa. Me entristece en particular, la grave situación que se ha producido en la diócesis del Quiche, donde, a causa del multiplicarse de acciones criminales y de amenazas de muerte contra eclesiásticos, la asistencia religiosa a la comunidad eclesial sigue faltando de todo”.[4]


7 de Marzo de 1983

Cuando el Papa preparó su viaje a América Central en marzo de 1983, tanto el entonces Vicepresidente de los Estados Unidos Georg Bush como el Secretario de Estado George P. Shultz, se pronunciaron contra lo que definían el sostén católico a los movimientos revolucionarios en América Central.

Sus declaraciones provocaron la protesta por parte de los obispos de Estados Unidos, en la que subrayaban que los problemas de la región no eran simplemente políticos y todavía menos militares; esencialmente eran «humanos y morales» y que el compromiso de la iglesia «reflejaba su consciente opción por los pobres». En este contexto el 7 de marzo de 1983 Juan Pablo II realiza su viaje a Guatemala y pronuncia un fuerte discurso sobre aquellas dolorosas situaciones y el papel de profético de la Iglesia de denuncia de las injusticias y de testimonio.

Dice: “con la evangelización, la iglesia renueva las culturas, combate los errores, purifica y eleva la moral de los pueblos, fecunda las tradiciones, las consolida y restaura en Cristo (Cf. Gaudim et Spes, n. 58). En esa misma línea vuestros obispos dieron con claridad junto con el episcopado de América Latina: La Iglesia tiene la misión de dar testimonio del verdadero Dios y del único Señor por lo cual no puede verse como un atropello la evangelización que invita a abandonar falsas concepciones de Dios, conductas antinaturales y aberrantes manipulaciones del hombre por el hombre (Puebla, n. 406).”

El Papa invitaba al mundo indígena de Guatemala a cultivar los valores que lo distinguen: la piedad, que pone a Dios en el centro de la vida; la laboriosidad con la que se ganan el sustento en las familias; el amor al hogar y a la familia, estímulos en la vida; la solidaridad entre sociedades y personas; el apostolado en cuanto que muchas celebradores de la palabra catequistas y ministros son expresiones de esta fe viva.

6 de Noviembre de 1983

Otro discurso Juan Pablo II lo pronuncia el 6 de noviembre de 1983 en el Vaticano, con motivo de la visita «Ad limina» de los obispos de Guatemala. En este discurso toca el tema de la familia con sus riquezas y sus sombras, preocupación dominante también en relación de los obispos. Aborda también el tema de la catequesis a partir de la relación de los obispos, pues el Papa es consciente de las graves lagunas de formación catequética en el país, y al mismo tiempo elogia la imprescindible misión de catequistas y predicadores de la palabra que están dando una notable contribución al renacer de la vida eclesial en Guatemala.

Otro tema de este discurso es la preocupación que los obispos tienen sobre el fomento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, como uno de los problemas más acuciantes de la Iglesia en el país. El otro tema que insiste en su discurso a partir de las relaciones de los obispos, es el relacionado con las exigencias de la justicia y del respeto de los derechos humanos, porque los obispos denuncian los abusos cometidos contra la persona humana y la justicia, sobre todo contra los más pobres.

Recuerda el Papa la carta Pastoral colectiva de los obispos del 22 de mayo de 1983 «Confirmados en la fe», donde los obispos tocan con valentía estos problemas y al mismo tiempo recuerda las dificultades que la iglesia está sufriendo en Guatemala y dice: “hasta el punto que algunos pastores se ven dolorosamente apartados de sus respectivas comunidades; así como tengo presente la larga lista de sacerdotes y miembros de familias religiosas que, en su testimonio de fe y de servicio a su pueblo han pagado con la sangre o con el secuestro un gravísimo e injustificado tributo a la violencia. A ellos hay que añadir tantos catequistas y delegados de la palabra, victimas también de la violencia ciega. Ante ello vuelvo a repetir: «que nadie pretenda confundir nunca más auténtica evangelización con subversión, y que los ministros del culto puedan ejercer su misión con seguridad y sin trabas» en todo el país” (Discurso en Quezaltenango 7 de marzo 1983).[5]

2 de Diciembre de 1984

El dos de diciembre de 1984, primer domingo de adviento, Juan Pablo II renueva de nuevo una alocución a los obispos de Guatemala. Recuerda sus cartas pastorales «confirmados en la fe» y «para construir la paz» del 22 de mayo de 1983 y del 10 de junio de 1984 respectivamente, donde los obispos llaman a una verdadera reconciliación y unidad con Dios y con los hermanos; ahora el Papa reitera lo mismo ante los obispos precisamente en momentos dramáticos vividos en el país.

Escribe: “Entre los casos de injusticia y de violencia que continúan dándose aun en vuestro país he de recordar el drama de los desaparecidos y la plaga de secuestros de personas. Es este un uso inhumano que ha vestido de luto tantas familias o que las deja en una angustiosa incertidumbre. La gravedad y crueldad de estos innobles delitos es aún mayor cuando se cometen contra personas inocentes con fines intimidatorios o de represalia. No puedo dejar de recordad que entre las víctimas de la violencia y del odio se encuentran innumerables evangelizadores de la cruz y de su mensaje de caridad: sacerdotes, religiosos, y religiosas y, sobre todo ministros de la palabra…

¿Será posible dar a conocer en sus páginas la larga lista de nombres de tantos catequistas, generosos sembradores de la palabra de Dios, que en cumplimiento de su misión cayeron victimas del odio fratricida? Me inclino con reverencia ante el sacrificio de estos humildes y valientes trabajadores de la viña del Señor en vuestras ciudades y sobre todo en vuestros pueblos, a los cuales ha sido dado no solo creer en el evangelio y proclamarlo, sino que han llegado incluso a derramar su sangre en el servicio de la Palabra de Vida”.

El Papa concluye una llamada a las autoridades civiles para que tomen sus responsabilidades ante tamaños desastres e injusticias y recuerda cuanto ya había dicho en Guatemala durante su primera visita.

20 de Enero de 1989

Otra larga intervención del Papa Juan Pablo II a la Conferencia episcopal de Guatemala tuvo lugar el 20 de enero de 1989 en otra visita «Ad limina». En ella el Papa recuerda a los obispos la situación dramática que estaba viviendo su país, y recuerda cuanto los obispos se habían ya propuesto de “impulsar en comunión y participación la evangelización nueva en Guatemala, para crear hombres y comunidades renovadas capaces de colaborar en la construcción de una sociedad justa y fraterna”.

Al mismo tiempo el Papa habla de “la hostilidad sistemática a que se vio sometida la Iglesia en épocas pasadas, la incidencia de medidas orientadas a destruir la fuerza moral de los sacerdotes y comunidades religiosas, así como la consecuente escasez de clero favorecieron indudablemente en que algunos sectores del pueblo fiel no asumiera con todas sus consecuencias el carácter jerárquico de la iglesia fundada por Cristo”.

Recuerda el Papa como tales presupuestos “unidos a determinadas desviaciones eclesiológicas, que por intereses sectarios y de parte siembran el error en torno a la constitución básica de la iglesia y a su misión propia, pueden crear hoy el terreno fértil para justificar inaceptables actitudes que pretenden desconocer la legitimidad de la participación de la iglesia en la vida pública, o bien intentan reducir su misión únicamente a la esfera privada de los fieles”.

Recordando una carta pastoral (N° 17,3) del entonces arzobispo de Guatemala Mario Casariego en aquel delicado momento, añade el Papa, “en que sectas fundamentalistas y nuevos grupos religiosos llevan a cabo en Guatemala una agresiva campaña proselitista, sembrando la confusión entre los fieles y diluyendo la coherencia del mensaje evangélico… la acción proselitista de estos «causa diversos problemas como la ruptura de la unidad familiar, la perdida de la identidad cultural y, quizá lo más grave, la pérdida del sentido profundamente comunitario y específicamente humano que existe en el pueblo guatemalteco»”

El Papa indica como la Iglesia se encuentra ante un reto para llevar adelante con decisión una fuerte evangelización, invitando a todos a la participación en esta misión, especialmente el mundo de los laicos y las familias. Añade luego una serie de reflexiones sobre el empeño necesario en la transformación de las realidades temporales según los designios de Dios. Insiste también en la dimensión misionera de la Iglesia y la apertura necesaria a compartir la fe con otros pueblos y realidades humanas, recordando el documento «Desde vuestra pobreza», escrito con ocasión del Quinto centenario del comienzo de la evangelización en América Latina.

Toca puntos fundamentales en el momento histórico de América Latina, subrayados por las Conferencias de Medellín y Puebla como el tema de la solidaridad y el de la educación. Recuerda el Papa el elevado porcentaje de población en edad escolar, el alto índice de analfabetismo y las insuficiencias estructuras en el campo de la enseñanza. “Además, factores como la situación de pobreza la inestabilidad e incluso la desintegración familiar- sin olvidar la violencia en sus diversas manifestaciones- condiciones sensiblemente la coincidencia en la labor educativa.”

Aborda también el Papa “un factor peculiar y determinante en la realidad guatemalteca: el pluralismo de etnias. Como tuve ocasión de manifestarlo en el inolvidable encuentro con las comunidades indígenas e Quezaltenango… lo cual ha de comportar un particular empeño para la consolidación delos grupos étnicos y el desarrollo de las culturas indígenas”.

4 de Marzo de 1994

El 4 de marzo de 1994 los obispos guatemaltecos realizaron su correspondiente visita «Ad limina». Durante la misma el Papa pronuncio un discurso en el que recordaba cuanto se habían propuesto los mismos obispos en su documento colectivo «500 años sembrando el evangelio».

El Papa citó el discurso inaugural que pronunció en la Cuarta Conferencia general del episcopado Latinoamericano en Santo Domingo. Desarrollaba a continuación un tema para él querido y repetido sobre el significado de la Nueva Evangelización. Les recordaba a los obispos guatemaltecos como la celebración del cuarto centenario del Santo Cristo de Esquipulas, que se celebraría en 1995, fuese una ocasión para relanzar la nueva evangelización.

Pasaba luego a pedir llevar adelante un esfuerzo de reconciliación y de superación del enfrentamiento armado y los persistentes antagonismos, desequilibrios e intereses contrapuestos que obstaculizaban el proceso de paz. Citó también la carta pastoral colectiva de los mismos obispos recientemente publicada entonces, con la que había hecho una apremiante llamado en favor de un sector del pueblo guatemalteco, particularmente afligido por la pobreza y el abandono: los indígenas, que representan más de la mitad de la población guatemalteca y que se encontraban en una situación de total marginación.

Mostraba también el Papa una particular preocupación por el avance de las sectas; “Que siembran confusión entre los fieles y deforman el contenido del mensaje evangélico. Es cierto que las persistentes campañas proselitistas de movimientos y grupos seudoespirituales, como los define el documento de Puebla (n. 628), buscan, ante todo, resquebrajar la unidad católica de vuestro pueblo… al preocupante fenómeno de las sectas hay que responder con una acción pastoral que ponga en el centro de todo a la persona, su dimensión comunitaria y su anhelo de una relación personal con Dios…”

Insistía luego el Papa sobre el tema de la familia, verdaderas «iglesias domesticas», lugar de encuentro con Dios y centro de irradiación de la fe, escuela de vida cristiana. Concluía el Papa enfatizando la unidad afectiva y efectiva entre los obispos, y recordaba sus visitas pasadas a Guatemala y a Centro América como el discurso ante la Magna asamblea reunida en el campo de Marte de la ciudad de Guatemala, donde se congregó la mayor asamblea de personas hasta entonces conocida en Centro América.

7 de febrero de 1996

El periódico «Osservatore Romano» del 7 de febrero de 1996 reprodujo el discurso pronunciado por el Papa en el Campo de Marte de la Ciudad de Guatemala a los religiosos, religiosas, catequistas y fieles allí reunidos. Les afirmó que “la finalidad definitiva de la catequesis no es sólo la de poner en contacto, sino en comunión, en intimidad con Jesucristo”, citando el n° 5 de su encíclica «Catechesis tradendae».

Inmediatamente el Papa señalaba el hecho de cómo centenares de catequistas junto con algunos sacerdotes, habían arriesgado su vida por el evangelio y como “con su sangre han fecundado para siempre la bendita tierra de Guatemala. Decía que tal fecundidad se tenía que traducir en familias unidas y profundamente cristianas, en parroquias y comunidades evangelizadoras, en numerosas vocaciones sacerdotales, religiosas y misioneras. Estos catequistas, imitando el coraje y la fuerza de María, “han vencido por medio de la sangre del Cordero gracias al testimonio de su martirio, porque han despreciado la vida hasta morir” (Ap. 12, 11). También señalaba cómo se veía el comienzo en Guatemala de una nueva evangelización.

Homilía de la canonización del Beato Hermano Pedro de San José de Betancourt.[6]

La última visita del Papa Juan Pablo II a Guatemala fue el 29 de julio de 2002, con motivo de la canonización del Beato Hermano Pedro de San José Betancourt (AAS, XCIV, 740-743). En la Homilía de tal ocasión el Papa celebraba la epopeya evangelizadora del Hermano Pedro de San José, quien había venido desde España para evangelizar y atender, sobre todo, a los pobres e indígenas de América: primero en Cuba, después en Honduras y, finalmente en Guatemala.

El nuevo santo había fundado la orden de los hermanos de Belén y de las hermanas Betlemitas; estas últimas fueron fruto de la inspiración de la madre Encarnación Rosal, primera Beata guatemalteca y reformadora del beaterio que recuperó los valores fundamentales del carisma del hermano Pedro.

La homilía del Papa versó sobre todo sobre la experiencia espiritual y carismática del hermano Pedro, especialmente su espiritualidad enfocada en la contemplación de los misterios de Belén y de la Cruz. De tal contemplación brotó en el hermano Pedro su práctica heroica de la misericordia con espíritu humilde y vida austera, y se manifiesta en su dedicación a los enfermos en el pequeño hospital de Nuestra Señora de Belén por él fundado y cuna de la orden Betlemita.


NOTAS

  1. Durante el primer viaje a Guatemala Juan Pablo II visitó también Portugal, Costa Rica, Panamá, El Salvador, Guatemala, Honduras, Belice, Haití (2-10 de marzo de 1983). En Guatemala estuvo el domingo 6 de marzo de 1983. En esta oportunidad el Papa ofreció dos misas, la primera en el Campo Marte ante casi dos millones de personas, y la segunda en los Llanos de Olintepeque, Quetzaltenango.
    El segundo viaje (5-12 de febrero de 1996) visitó Guatemala, Nicaragua, El Salvador y Venezuela: La tarde del 5 de febrero de 1996 el Papa tuvo su segundo encuentro con Guatemala. En esta ocasión Juan Pablo II viajó a Esquipulas para la celebración de los 400 años de veneración de la imagen del Santo Cristo de Esquipulas. Anterior a eso, visitó nuevamente el Campo de Marte para coronar a la Virgen de la Asunción —patrona de la Ciudad Capital—.
    El tercer viaje (29 de julio de 2002): el papa Juan Pablo II canonizó al Santo Hermano Pedro de San José de Betancur, guatemalteco de adopción y fundador de la orden hospitalaria de los Betlemitas.
  2. Publicada por la CEG, Calzada Roosvelt, 4-54 Z. 7 de Mixco, Ciudad de Guatemala.
  3. Cf. JUAN PABLO II, Centesimus annus (1 de mayo 1991), 53-56.
  4. Discurso de Juan Pablo II el 1 de noviembre de 1980 en el Vaticano.
  5. Juan Pablo II Discurso a los obispos de Guatemala en Visita ad Limina el 6 de noviembre de 1983.
  6. JUAN PABLO II, en Ciudad de Guatemala, el 29 de julio de 2002, en AAS, XCIV, 740-743

BIBLIOGRAFÍA

Documentos de la Conferencia Episcopal de Guatemala: Colección completa en Archivo General de la misma en: Calzada Roosevelt, 4-54 Z. 7 de Mixco, Ciudad de Guatemala.

GERONTOPOLITANA: Beatificationis seu Declarationis Martyrii Iacobi Alfredi Miller. Fratris Professi Instituti Fratrum Scholarum Christianarum in Odium Fidei, uti Fertur, Interfecti (+13.II.1982), Positio super Martyrio, Roma 2016.

OKLAHOMENSIS [U.S.A.]: Beatificationis seu Declarationis Martyrii Serv i Dei Stanley Francisci Rother Sacerdoti Diocesani in odium fidei, uti fertur, interfecti (+ 28 iulii 1981). Roma 2015.

Testigos fieles del Evangelio, Ed. S. Paulo, 2007. (La CEG publica el 23 de noviembre de 2007).

VICARIATUS APOSTOLICI IZABALENSIS ( GUATEMALA): Beatificationis seu Declarationis Martyrii Servorum Dei Tullii Maruzzo, Sacerdotis Professi Ordinis Fratrum Minorum Et Aloisii Obdulii Arroyo Navarro, Christifidelis Laici, Ex Tertio Ordine Sancti Francisci In odium Fidei, uti fertur, interfectorum (+ 1981) Positio super Martyrio. Roma 2016.


MANUEL ANTONIO GONZALEZ – FIDEL GONZALEZ FERNANDEZ Postulaciones Mártires Guatemala