Diferencia entre revisiones de «ICONOGRAFÍA MARIANA EN LA INDEPENDENCIA MEXICANA (I)»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La Virgen de Guadalupe como auxiliadora ante la Invasión Francesa de España, y defensora legítima de la Nueva España. ¿Cuánto de correcto hay en que la Virgen de Guadalupe pasó a ser exclusiva de la insurgencia y por tanto supuestamente enfrentada a una Virgen de los Remedios como exclusiva advocación de los llamados realistas? La devoción a la Virgen de los Remedios creció en el periodo de insurgencia pero no decreció la devoción a la Virgen de Guadalupe, del mismo modo, ambas fueron valoradas y reconocidas por todos. Ante el debate historiográfico de «Guerra de Vírgenes» o «María insurgente» donde se ha pretendido enfrentar las devociones de Remedios y Guadalupe, hasta el punto de sugerir un enfrentamiento bélico entre ellas, nos parece realmente significativo señalar que la devoción guadalupana fue respetada por todos los miembros de la sociedad del virreinato la de la Nueva España, pues significó una iconografía de poder que legitimaba tanto al poder virreinal desde su proclamación como Patrona de la Nueva España, como a los insurgentes enfrentados al poder napoleónico y en respeto al rey Fernando VII por el mismo grado de patronazgo que por la parte llamada después realista. La Inmaculada Concepción había sido nombrada Patrona de Portugal por las Cortes Portuguesas de 1644 bajo la autoridad del rey Juan IV, con la autorización del Papa Clemente X. La proclamación pontificia del patronato de la Virgen de Guadalupe sobre el reino de la Nueva España será por parte de Benedicto XIV en 1754, las autoridades del territorio confirmaron su responsabilidad en cuanto ser dicha imagen tanto garante del legítimo poder como defensora del territorio ante cualquier circunstancia y hecho: “Virgen María bajo el título de Guadalupe; y en que se declara legítimamente elegida la dicha B. Madre de Dios en Patrona Principal de Nueva España … Para satisfacer á la piedad y devoción que el Clero y el Pueblo del Reino Mexicano, ó sea de Nueva España, profesa á la Santísima Virgen María llamada de Guadalupe, Patrona Principal del mismo reino…”. Será en 1761, posterior a la proclama guadalupana, cuando Carlos III con autorización del Papa Clemente X, la Inmaculada Concepción fue nombrada Patrona de España y las tierras de su reino. La vinculación de la monarquía a dichos patronazgos será por tanto uno de los ejes de su defensa desde entonces, y se alzará con su mayor fuerza ante la Guerra de la Independencia Española de 1808. Recordemos que tras las negociaciones del Tratado de Fontainebleau de 1807 entre España y Francia, es esta última la que traiciona los acuerdos e invade el territorio. Napoleón I Bonaparte tomará presa a la monarquía española y someterá su soberanía. Se producirá por tanto la Guerra de la Independencia Española (1808-1814) frente a los franceses. En 1808 la Virgen de los Remedios fue invocada en defensa de la monarquía española contra esa Invasión Francesa, además de seguir recibiendo peticiones contra fiebres y sequías, pero del mismo modo esas peticiones se hicieron por parte de la sociedad virreinal a la Virgen de Guadalupe: “Virgen Sagrada, quando la voz mia de la América entona graves Cantos, ¿á quien si no es á ti invocar pudiera para implorar auxilios Soberanos?...Quando allá en Tepeyac te presentaste, qual bello Sol tus brillos dispensando, de un ardoroso amor nos diste pruebas, y ostentaste tu pecho yá inflamado…Cantar quiero con verso numeroso el ardor de un Pueblo Americano… Explica el tierno amor que le profesa á su augusto Monarca el Gran FERNANDO…Esto también te pide, Virgen Santa, y teniendo seguro ya tu amparo, repite complacido los contentos, y grita sin cesar: VIVA FERNANDO.”

La empresa de una guerra santa en defensa del territorio podía olerse en las calles de la capital y en otras plazas importantes. Se necesitaba una unión de todos frente al odio a Napoleón y a los franceses. En esta unión no se podían diferenciar advocaciones y fue solicitada la ayuda a la «Santísima Madre» en todos sus títulos y advocaciones:

“…habéis hecho, y estais aún haciendo, con bastante edificación y consuelo mío, piadosas oraciones, costosos novenarios devotas procesiones, y fervorosas rogativas á Dios nuestro Señor, á su Santísima Madre baxo de todos sus títulos y advocaciones. …que nuestros más interiores enemigos han procurado dividirnos, y vergonzosamente armarnos unos contra otros, para debilitar así la justa defensa que todos indistintamente debemos tomar contra el enemigo común.”

En el año de 1808 se producirán numerosas peticiones a la Virgen de Guadalupe como mediadora en favor de Fernando VII; las religiosas de San Jerónimo de Puebla realizarán un novenario en julio y trasladan del coro al altar mayor una de sus imágenes solo trasladada en caso de necesidades mayores; en agosto es jurado en Puebla Fernando VII y se pide por él a la Virgen de Guadalupe, y en septiembre en la Colegiata comienza otro novenario pidiendo el regreso de Fernando VII.

Será en noviembre cuando comience un novenario en la Catedral de Puebla pidiendo su protección contra la Invasión Francesa, cantando misa el obispo diocesano don Manuel Ignacio de Campillo, y predica el canónigo magistral Dr. Don Joaquín Antonio Pérez, trasladando una vez más la imagen de la guadalupana al altar mayor.

El intento de establecer una Junta Provincial del Virreinato de la Nueva España con autonomía, que de ser independencia sería respecto a Francia y no respecto a España, pues las independencias fueron consecuencia y no causa de los futuros Estados Nacionales, había fracasado inicialmente con la captura de Francisco Primo de Verdad, Fray Melchor de Talamantes y Juan Francisco Azcárate y Lezama. Del mismo modo la Conspiración de Valladolid de 1809 sería abortada.

Ambos acontecimientos crearon toda una gama de opiniones a favor y en contra de la monarquía, que sin duda alguna tuvo influencias de otras potencias extranjeras en argumentos que incitasen a la separación (Francia) o al apoyo inicial a su defensa (Reino Unido, que a su vez no reconocía al sumo pontífice).

Parecía inminente la invasión de la Nueva España por parte de los franceses y crecían las dudas de si los propios peninsulares se habían sometido a su poder, por lo que sus instituciones ya no serían respetadas “…se difundía la persuasión que España se perdía por culpa de los propios españoles, muchos de los cuales estaban de acuerdo con Napoleón. La siguiente presa sería la Nueva España. Los partidos se iban definiendo de tal manera que la mayoría de los criollos estaban por la autonomía de la Nueva España, aun cuando se reconociese a Fernando VII como rey de toda la monarquía.”.

Donde se han planteado por algunos dos únicas vías: insurgentes y realistas, aparecería en su propia realidad todo un amplio esquema de opiniones a favor y en contra dentro de una misma familia. En el mismo periodo la Virgen de los Remedios fue trasladada a la capital para solicitarle agua y alejar las fiebres catarrales que causaban numerosas muertes.

La situación de inestabilidad se agudizó por lo que a lo largo de 1808 se hizo pública y festivamente el juramento de fidelidad a Fernando VII por los habitantes de Nueva España “… juramento que si alguno llegase a violar con alguna conjuración o solicitud de ella, incurrirá en las indignaciones de Dios, en las graves penas establecidas por las leyes y en los formidables anatemas que los padres de los concilios fulminaron contra los que directa o indirectamente exciten sediciones conmuevan y soliciten el corazón de los buenos, para que incautos sigan su rebelde partido y maquinen contra la persona, vida y derechos del soberano.”. En este contexto de las juras, el virrey José de Iturrigaray Aróstegui fue a dar gracias al santuario de Guadalupe y recibió el retrato de Fernando VII que había sido paseado por el pueblo con la intención de ponerlo en el balcón central del palacio virreinal. “Tanto el virrey como los licenciados Azcárate y Verdad que dirigían el ayuntamiento, estaban en la persuasión de que España no podría resistir a los franceses, y el virrey con poca circunspección lo manifestaba así en sus tertulias y conversaciones, lo que había hecho que trascendiera en el público, el que daba por poco crédito a sus demostraciones de entusiasmo, como las que hizo cuando se recibieron las noticias del levantamiento de España, paseando por las calle el retrato de Fernando VII, y echando dinero para el pueblo”. Estos hechos fueron acompañados de rumores donde el propio virrey era favorable al establecimiento de un congreso consultivo de Junta provincial que pretendía comenzar una revolución, pero al que se le añadió el absurdo rumor de que “iba a quemar el santuario tan venerado de Guadalupe, y que para ello tenía prevenidas las teas.” No se escondían en estos argumentos otra causa real que crear en la población un odio hacia el propio virrey Iturrigaray, atribuyéndole supuestamente que pretendía prender el santuario guadalupano tan venerado por todos, siendo este un total absurdo en cuando a su realidad. La defensa virreinal del culto guadalupano ¿Pretendió el poder virreinal defender el culto guadalupano en la etapa de insurgencia? Sí, el propio virrey Francisco Javier Venegas y Saavedra pretendió en varias ocasiones trasladar a la Virgen de Guadalupe a la capital desde la Villa de Guadalupe para protegerla de posibles abusos o incluso del robo del ayate guadalupano. “El virrey quiso también trasladar a Méjico la imagen de Guadalupe, pero no se verificó por la resistencia del cabildo de la colegiata, habiendo cesado después el motivo que había hecho pensar en esta medida.” Por su parte Julio Zárate menciona que “El ejemplo de la capital fué seguido por las ciudades y pueblos de las provincias, y bien presto fueron proclamadas generalas y ataviadas con la banda y bastón de este empleo, las imágenes de más especial culto en cada una de ellas.” Se extendió por tanto el mismo hecho de búsqueda de una protección mariana a otras advocaciones en Nueva España, no exclusivamente a la Virgen de los Remedios en cuanto a su nomenclatura de generala, ataviando a la imagen más representativa de cada comunidad con ese rango, fuera la advocación que fuera. Unido a ello el propio virrey también acude a la Virgen de Guadalupe con devoción. En un mes las dos advocaciones serán defendidas por el virrey mientras que los insurgentes enarbolaban a la Virgen de Guadalupe en una iconografía de poder. Más que una confrontación entre advocaciones, las definiciones anteriormente citadas de “ Virgen Insurgente contra Virgen No Insurgente” o, de “Guerra de Vírgenes”… que han afirmado algunos investigadores, no serían correctas pues, además de ser la Virgen María una sola (la Madre de Jesús), ambos bandos enfrentados respetaron y reconocieron a la Virgen de Guadalupe como Patrona de la Nueva España. No enfrentaron por tanto los realistas las advocaciones, sino que incluso finalmente serán acusados los insurgentes de «usar» a la imagen de la Virgen de Guadalupe para sus objetivos de manera sacrílega, lo que demuestra que no estaban en contra de dicha advocación.

“… (a vos el Br. D. Miguel Hidalgo y Costilla) pero que vuestra impiedad represada por temor, había prorrumpido como en torrente de iniquidad en estos calamitosos días, poniéndoos á la frente de una multitud de infelices que habéis seducido, y declarado la guerra á Dios, a su santa religión y á la patria: con una contradicción tan monstruosa que predicando, según aseguran los papeles públicos, errores groseros contra la fe, alarmáis á los pueblos para la sedición con el grito de la santa religión, con el nombre y devoción de María Santísima de Guadalupe y con el de Fernando VII, nuestro deseado y jurado rey.”

El poder virreinal la reafirmará como Patrona de la Nueva España “Este es el grande premio que nos promete la sedición del cura Hidalgo: porque aunque trae la imagen de nuestra patrona, María de Guadalupe, no por eso dexa de ser herege, lleno de vicios que permite y consiente á sus seqüaces, sin límite ni término. Id, si lo dudáis, á Zelaya y preguntad qué rosario, qué salve, ó que alabanzas se le dixeron á nuestra Señora de Guadalupe en la procesión en que la sacaron, la tarde del día veinte de septiembre…”.

En 1810 el virrey Francisco Xavier Venegas intentó trasladar a la Virgen de Guadalupe a la Ciudad de México en dos peticiones, a lo que se opuso el Cabildo como expone el siguiente documento:

“…la traslación a esta capital de la portentosa Imagen de Ntra. Señora de Guadalupe se pensó con tres objetos importantísimos. El primero dirigido al verdadero culto del propio Soberano, libertándolo del hipócrita y falso de los insurgentes. El segundo precaver el caso posible de que intenten su robo para atraer al pueblo que pretenden seducir, acercándose con este motivo, y empeñándonos en una acción inmadura; y tercero el dar mayor aliento y confianza a los vecinos de esta capital para su defensa, y la de la soberana Patrona del Reino de que es metrópoli. 

Acordada la referida disposición con fines tan interesantes y de tan universal trascendencia, y no encargándose VS. De ellos en su oficio de 1º del corriente he tenido por oportuno insinuárselos, como lo hago, para que editándolos y conferenciándoles en el sigilo y reserva que el caso exige, me diga si considera preferible a tan altas miras el capricho y la preocupación de los moradores de este corto recinto: si la persuasión eficaz de VS. será bastante a convencerlos de la nulidad y conveniencia de la traslación: si el evento de no tenerla por oportuna querrán o podrán los naturales de esta Villa libertarla de las manos de los invasores; y finalmente se en el caso contrario, esto es, el de la traslación, contempla V.S. como a mi me lo parece el medio más obvio, expedito y inconvenientes, que el Sr. Abad acompañado de algún otro capitular se traigan en un coche a la Santísima Virgen a hora que no pueda ser percibida por persona alguna. Dios guarde a V.S, muchos años, México 3 de Noviembre de 1810 ARCHIVO HISTÓRICO DE LA BASÍLICA DE SANTA MARIA DE GUADALUPE. Oficios.”

Tenemos por tanto una defensa de la Virgen de Guadalupe por parte de los llamados realistas con tres motivos principales: - Defender el «verdadero» culto guadalupano y alejarlo del culto guadalupano insurgente. - Proteger de un posible plan de robo por parte de los insurgentes del sagrado ayate guadalupano. - Ensalzar a la Virgen de Guadalupe como defensora de la capital virreinal siendo soberana Patrona del Reino de la Nueva España. También se intentó proteger por parte del poder virreinal a la Virgen de los Remedios “Algunas personas singularmente devotas de nuestra señora de los remedios habían informado al Exmo. Sr. Virrey del peligro en que estaba la dicha imagen de ser robada por los facciosos, pues el lugar en que se halla el santuario es indefenso y distante de la población. El motivo que había para sospechar intentasen ellos un robo tan sacrílego era el atrevimiento inaudito con que enarbolaron en todos sus estandartes y banderas lienzos y aun estampas de papel con la imagen de nuestra señora de Guadalupe, patrona jurada de todo este dilatado reyno.”

NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

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Biblioteca Nacional de España. Hemeroteca Digital. http://hemerotecadigital.bne.es/issue.vm?id=0003643828&page=174&search=Gazeta+del+gobierno+de+M%C3%A9xico.+guadalupe+guadalupana&lang=es Declamación cristiana que en la solemne función de desagravios a María Santísima Guadalupe celebrada en la Iglesia del Convento Grande de San Francisco de México por el Comandante, oficiales y tropa del segundo batallón de infantería de patriotas distinguidos de Fernando VII, dixo el día 28 de septiembre de 1811 en Dr. D. Josef Mariano Beristain de Souza, del orden de Carlos III, Canónimo más antiguo y Arcediano electo de la Metropolitana. (México: En la Imprenta de Arizpe, 1811. en Saranyana, José Ignacio y Alejos-Grau, Carmen José. Teología en América Latina. Iberoamericana Editorial, 1999) p.783. Díaz Calvillo, Juan Bautista. 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Vicente Riva Palacio e imparcial y concienzudamente escrita en vista de cuanto de notable y en presencia de preciosos datos y documentos hasta hace poco desconocidos, por los reputados literatos: Juan de Dios Arias, Alfredo Chavero, Vicente Riva palacio, José María Vigil y Julio Zárate. Barcelona: Espasa y Compañía, 1888., pg.144 y ALAMÁN. LUCAS (1849) Historia de Méjico. Desde los primeros movimientos que prepararon su independencia en el año 1808 hasta la época presente. Edición facismilar de 1849. V1, México, Instituto Cultural Helénico. Fondo de Cultura Económica, 1985. Zetina Luz de Guadalupe, Joseph. En el viejo Acapulco, La Prensa, México (México: Editora de Periódicos S.C.L., 1992) p.233.


DAVID SÁNCHEZ SÁNCHEZ