IGLESIA EN AMÉRICA; Siglo XIX

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En los Estados Unidos y Canadá

A diferencia del resto del continente colonizados y evangelizados por los españoles y portugueses, la Iglesia en Estados Unidos y Canadá sigue una formación y desarrollo distinto al resto del continente americano; en primer lugar porque es de todos sabido que la colonización de estos territorios estuvo a cargo principalmente por Inglaterra, de religión anglicana (protestante) y en el caso de Canadá una parte por Francia, de tradición católica. En segundo lugar por su inicio tardío.

La historia de la Iglesia de estos dos países prácticamente comienza en el siglo XIX, al menos en Estados Unidos ya que los territorios invadidos y arrebatados a México en el periodo de 1836 a 1848 ( Texas, Nuevo México, California) eran territorios donde la Iglesia se encontraba en pésimas condiciones debido a la lejanía y a las distintas guerras precedentes.

Los sacerdotes eran escasos, por lo cual en algunos pueblos fueron elegidos laicos para la administración del bautismo y la celebración del domingo. Esta intervención de los laicos sirvió para mantener viva la fe. En los Estados del este, donde estaba la mayoría de la población, las cosas eran distintas; los sacerdotes, aunque escasos para las necesidades de la región y con limitantes lingüísticas y culturales por la gran cantidad de emigrantes, sin embargo eran celosos de su ministerio y los problemas eran menos graves.

El episcopado por su parte estaba formado de emigrantes, principalmente irlandeses, que habían llegado a Estados Unidos en busca de menores oportunidades después de la hambruna que se vivía en su país.

La Iglesia se fue fortaleciendo poco a poco en ese país, al llegar a 1600.000 católicos en 1850, algo más del cinco por ciento de la población. Vivió dos concilios importantes en Baltimore; el primero del 8 al 20 de mayo de 1852, y el segundo de carácter nacional celebrado en octubre de 1866. El primer concilio trato de poner en práctica los acuerdos de un anterior concilio provincial que se había celebrado en la misma ciudad en 1849.

Tuvo como temas centrales la importancia de las escuelas católicas, y la reglamentación de la intervención de los laicos en la administración de los bienes eclesiásticos. El segundo centró su atención en los problemas que aquejaban a la Iglesia en su tiempo, como era la reconstrucción de la Iglesia después de la «guerra de secesión», la atención al creciente número de cristianos, y la posición del episcopado frente a las sociedades secretas como la masonería.

En cuanto a persecución o emancipación de bienes eclesiásticos, hubo una agresión a la iglesia causada por algunos sectores de la población que veían en la inmigración, principalmente irlandesa católica, un peligro para sus intereses. Entre 1853 y 1855 fueron incendiados varios conventos e iglesias, se molestaba a los eclesiásticos, incluido el enviado del Papa Monseñor Bendini. Como dice R. Aubert, fue una persecución más de fanatismo que de anticlericalismo. La constitución de Estados Unidos garantizaba la libertad religiosa, bandera que siguen sosteniendo hasta el día de hoy.

A la elección de Pío IX (1846), Canadá contaba solo con una provincia eclesiástica dividida en ocho diócesis, siendo Toronto la más occidental. Los misioneros comienzan a llevar el evangelio a la costa del océano pacifico; la diócesis de Vancouver se erigió en 1847. La evangelización continuo hacia el norte, al territorio de los esquimales (el primer bautismo esquimal fue en 1860).

La principal fuerza humana y católica del Canadá durante este periodo se encontraba en la ribera del río San Lorenzo; la población total hacia 1848 no llevaba a los dos millones. Al igual que en Estados Unidos, la inmigración, tanto irlandesa como polaca, ayudaron a acrecentar el número de los católicos de la región, llegando hacia 1880 a dos millones de católicos en una población de 4.800.000 de población total.

Como en todos los países de religión mixta, la escuela y especialmente la escuela primaria, fue causa de una frecuente fricción entre las fracciones del Canadá. Cuando en 1867 el acto constitutivo del dominio canadiense, que dejaba a cada provincia la tarea de adoptar el sistema de educación más a su gusto, les prescribió el los derechos adquiridos anteriormente de la educación de cada grupo por separado. Cada región de acuerdo a las distintas confesiones presentes tuvo su propio desarrollo y superación de las dificultades

En Hispanoamérica

El periodo que va de 1850 a 1870, en América latina y especialmente en Hispanoamérica, fue un tiempo marcado por la presencia del liberalismo. Fue un periodo turbulento para la mayoría de los países, y aunque hay algunos acuerdos entre los nuevos Estados y la Santa Sede, en otros solo se llega a fuertes disputas.

El Papa Pío IX estuvo preocupado por la situación religiosa en estos países, y conservaba un interés especial debido a la experiencia de su viaje a las lejanas tierras de Chile y Argentina en su juventud, cuando participó como secretario de la Misión Mussi (1823-1825). Ya como Papa tomo diversas iniciativas para poner remedio a la situación de crisis, hasta el punto de verse llamado en ocasiones como “el Papa de América Latina.”

En su pontificado fueron erigidas veintidós nuevas diócesis. Para incorporar el continente con el Concilio Vaticano I e impulsar la unidad con Roma, y sensibilizar del embate racionalista y fomentar la piedad y la vida cristiana, se celebraron nueve concilios provinciales: dos en Ecuador (1873 y 1885), uno en Colombia (1874), y en Bolivia (1889-1890); y cinco en México: Antequera, Guadalajara, México, Durango, Michoacán y Linares. En Brasil y Perú no se celebraron concilios sino simples asambleas de prelados. Roma impulso en 1870 la creación de una conferencia de obispos, pero las circunstancias no lo permitieron.

En cuanto a la formación del clero, que después de la independencia de las naciones hispanoamericanas encontró muchas dificultades, aunado a la falta de sacerdotes, la lejanía de las comunidades, y los desórdenes morales de algunos de ellos, hacían que la fe se enfriara en la población. Una tarea apoyada por Pío IX fue la reapertura de los seminarios, a excepción del de México que nunca cerró sus puertas. Los demás en este periodo reanudan sus actividades formativas.

En 1858 se erigió en Roma el colegio Pío Latino Americano para la formación de seminaristas de Hispanoamérica, confiado a la Compañía de Jesús. Todo esto tuvo buenos resultados en la formación del clero.

En el campo político la situación varía de acuerdo al país. Por ejemplo, en los países de Centroamérica Roma logro establecer, entre 1853 y1863, una serie de acuerdos satisfactorios para el funcionamiento de la Iglesia. En Argentina, Chile y Venezuela, antes de 1870 vivieron un periodo de paz, y en algunos de ellos como Venezuela, se alcanzó un concordato en 1861. En los demás hubo intentos de concretar algún concordato.

Pero cuando llegaron al poder las corrientes liberales quisieron establecer neo-patronatos de corte regalista y tomaron una serie de medidas en torno a la Iglesia; en ocasiones favorables como en Argentina, y en otras desfavorables como el caso de Uruguay y Colombia, donde se vivió una guerra encarnizada contra la Iglesia inspirados en el ejemplo de los liberales de México.

En el caso del Ecuador la situación fue distinta; su gobernante Gabriel García Moreno luchaba por hacer de su país una república Cristiana, y en 1862 firmó un concordato con la Santa Sede, donde el gobierno liberó al clero de toda tutela laica, renunciando a ejercer los derechos del patronato.

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ROGELIO CARLOS JACOBO