Diferencia entre revisiones de «INDEPENDENCIA DE LOS EE.UU. Colaboración española (I)»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Revisión del 15:14 9 oct 2016

El 12 de octubre, Día de la Hispanidad, los residentes en los Estados Unidos y sobre todo los descendientes de españoles, deben recordar y celebrar la antigua memoria de España en los Estados Unidos, que es la primera memoria de ese inmenso territorio, la cual casi ha sido borrada por el paso del tiempo y por numerosas circunstancias inducidas o heredadas. Sólo ha quedado recogida parcialmente en libros académicos que no proporcionan una visión panorámica de la presencia hispana en Norteamérica y que reposan en el olvido de algunas bibliotecas, y en el recuerdo, no siempre trascendente, de numerosos académicos, profesores e historiadores.


Entre éstos se destaca la rotunda afirmación de Charles F. Lummis en el prefacio de su obra «Exploradores españoles en América»: “Porque creo que todo joven norteamericano ama la justicia y admira el heroísmo tanto como yo, me he decidido a escribir este libro. La razón de que no hayamos hecho justicia a los exploradores españoles es sencillamente porque hemos sido mal informados. Su historia no tiene paralelo y sin embargo nuestros libros de texto no han reconocido la verdad, si bien ahora ya no se atreven a discutirla. [...] En este país de hombres libres y valientes, el prejuicio de raza, la más supina de todas las ignorancias humanas, debe desaparecer. [...] Los hechos que levanta a la humanidad no provienen de una sola raza. [...] Amamos la valentía, y la exploración de las Américas por los españoles fue la más grande, la más larga y la más maravillosa serie de valientes proezas que registra la historia. En mi juventud no le era posible a un muchacho anglosajón aprender esa verdad y aún hoy es sumamente difícil, dado que sea posible. Convencido de que es inútil la tarea de buscar, en uno o en todos los libros de texto ingleses, un relato exacto de los héroes españoles del Nuevo Mundo, me propuse que ningún otro joven americano amante del heroísmo y la justicia tuviese necesidad de andar a tientas en la oscuridad como a mi me ha sucedido….”


Lo anterior significa que el ciudadano promedio no sabe nada al respecto. Por ejemplo, aunque Jamestown (Virginia) comenzó a existir en 1607, las personas piensan que la historia de los Estados Unidos comenzó con los Peregrinos (The Pilgrims) que llegaron a Plymouth Rock el 11 de diciembre de 1620. Esa es la información que conocen desde niños. Así también son pocos los que tienen alguna noción del aporte español, que comenzó en la segunda década del siglo XVI con la labor paciente, minuciosa y heroica de los exploradores que recorrieron las costas, dibujaron mapas y planos, midieron alturas y profundidades, nombraron accidentes geográficos, realizaron trabajos de prospección minera en el terreno, conocieron primero a los indígenas y diseminaron una corriente indetenible de misioneros en las costas del Atlántico y el Pacífico, del golfo de México, y más allá por las extensas honduras del territorio de lo que hoy son los Estados Unidos.


Pienso que la mejor forma de demostrar un hecho es acudiendo a los documentos antiguos. Ellos nos hablan con la voz del pasado, cuentan los hechos con los escritos de los testigos, con los ojos de aquellos que estuvieron presentes. No hay referencia mejor, y por esa causa he escogido un tema breve dentro de la inmensa crónica de la ayuda española a Washington durante la Guerra de Independencia de los Estados Unidos: la ayuda financiera de La Habana, Cuba, que hizo posible la victoria norteamericana y francesa en la batalla de Yorktown. Esta ayuda, que superó 1 millón de libras tornesas en moneda de la época, y que hoy representaría 360 millones de dólares, permitió cubrir los gastos del Ejército Continental y sus aliados durante un estimado de cinco meses.


En este trabajo se consignan numerosos antecedentes históricos y eventos que prueban de muchas formas el significado de la colaboración española a la independencia de los Estados Unidos, para desembocar en el impulso final dado por el oro procedente de Cuba.


Para demostrar el hecho histórico de esa colaboración decisiva, presento en la segunda parte de este trabajo a cuatro documentos. El primero tiene fecha del 7 de abril de 1781, el último, el 31 de agosto del mismo año. Ellos permiten analizar la forma en que se proporcionó la ayuda, desde antes de que el jefe de la Escuadra Francesa de Barlovento, François Joseph Paul de Grasse, Conde de Grasse, echara anclas en Santo Domingo, las gestiones que realizó para conseguir que la Tesorería de Francia aportara el dinero necesario para continuar las operaciones militares, sin obtener resultado, las solicitudes infructuosas que hizo a los comerciantes franceses de esa isla, y después la petición al Intendente de la Real Hacienda de España en San Cristóbal de La Habana, quien aportó dineros de las cajas cubanas y completó la suma con aportes de comerciantes particulares que simpatizaban hondamente con la causa de la independencia norteamericana, a la que los vinculaban poderosos intereses económicos, hasta completar un millón de libras tornesas para socorrer al Ejército Continental. Previamente ya se había enviado por mar otra suma ascendente a doscientas mil libras.


En otros documentos se examina la entrega de dos partidas de medio millón de libras tornesas cada una, y su traslado en embarcaciones francesas hasta el lugar de destino: Yorktown. Veamos un fragmento del segundo documento, de fecha 18 de agosto de 1781, cuyo contenido no puede ser más importante y expresivo. En él se pone de manifiesto que, aparte de los dineros entregados por el Intendente de la Real Hacienda, fueron convocados los habitantes de La Habana y que en seis horas juntaron, encajonaron y embarcaron las 500 mil libras (el texto dice: pesos) en la fragata, que no permaneció en el puerto más de un día (sic), así como el asombro de los oficiales franceses ante la generosidad «con que estos habitantes concurrieron al servicio de su Rey franqueando todo el dinero que tenían…» en ese momento, ya la escuadra estaba en el Canal de Bahamas, y se había orientado su rumbo al norte, hacia Virginia y Yorktown:


“El Conde de Grasse pedia quinientos mil pesos y por consiguiente concordaba con el contenido de la orden; pero los navios enviados á Vera-Cruz por ese millon no havian llegado, y en la Tesorería no havia dinero alguno, y la fragata era necesario qe. partiese inmediatamte. // pa. no exponer á la escuadra qe. ya era verosimil estuviese sobre Matanzas, ó á desembocar el canal de Bahama arrebatada de las rapidas corrientes del Seno Mejicano ó á ser destrozada por alguna de las violentas borrascas qe. en la actual estacion son tan frequentes en estos climas. En este apuro recurrio el Intendte. á estos havitantes, manifestó la urgencia en qe. se hallava, y en poco más de seis horas se juntaron los quinientos mil pesos, se encajonaron, se embarcaron en la fragta. Y se hizo esta á la vela sin haverse detenido en el puerto mas de un dia. Los oficiales franceses quedaron asombrados de la generosidad con qe. estos havitantes concurrieron al servicio de su Rey franqueando todo el dinero que tenian y no pudieron dexar de hacer algunas comparaciones qe. hacen poco honor a los havitantes de Cabo Francés. La escuadra según noticias parece qe. ya esta en el Canal de Bahama siguiendo su rumbo al Norte: á la verdad no há sido poca felicidad qe. en semejante estacion haya salido bien del canal-viejo, pero se dexa conocer el sumo aprieto en qe. se vio el Conde de Grasse quando se resolvio á una navegacion tan peligrosa // con 28 navios de linea entre ellos quatro de primer orden.”


En el cuarto documento se confirman aseveraciones que aparecen en los documentos anteriores. En el momento de recibir el dinero de La Habana, de Grasse se encontraba en un gran aprieto. No tenía dinero para hacer la expedición al norte, y gracias al eficiente y rapidísimo aporte de los cubanos, en menos de veinticuatro horas pudo levar anclas y tomar rumbo norte, el rumbo del destino con los últimos eventos que condujeron a la independencia de los Estados Unidos:


“El Conde de Grasse se ha hallado en el mayor apuro posible. No tenia dinero pa. hazer su expedicion al Norte: en la Tesoreria no havia un cuarto: el comercio se escusaba diciendo haverlo enviado todo á Europa: en este conflicto recurrió a mi, y yo hé compuesto que de quinientos mil pesos qe. havia aquí pa. Puerto-Rico y Sto. Domingo se le dén cien mil baxo la condicion de qe. se han de reintegrar inmediatamte. de un millon qe. según las ordenes de su corte se ha de entregar, á los Franceses en la Havana. Queria qe. fuese lo dho. y asi se lo escrivi á V.E. por medio de una embarcon. qe. salio de aquí ayer, pero en atencion a suma tal de dinero qe. hay en los mencionads. hemos convenido qe. tome aquí los dhos. y qe. una fragata qe. sale de aquí el 3 del qe. viene pa. llevarme á mi á la Havana tome allá los dhos. En este paso he tenido presente el bien comun, los inconvenientes de qe. una escuadra capaz de dar la ley en cualquier parte qe. se presente, quedase aquí en la inaccion, y la consideracion de qe. este dinero no puede tardar mucho en ser reemplazado.”


Además, estos testimonios antiguos nos presentan la situación en el teatro de las operaciones y esbozan las direcciones de los principales golpes conjuntos que España y Francia iban a dirigir contra las agrupaciones británicas de mar y tierra para poner fin a la contienda con la victoria de los Estados Unidos.¿Qué más se puede decir? La situación del Ejército Continental formado por colonos voluntarios no podía ser más terrible cuando llegó la tan esperada y necesaria ayuda. Al respecto se destaca la afirmación siguiente:


“Nada puede ser más miserable y penoso que las condiciones de los soldados, famélicos con frío y hambre, sin tiendas ni equipo de campamento. Los del contingente de Virginia están, literalmente, desnudos; y en gran parte completamente incapaces de cualquier clase de servicio.” En agosto de 1781 el oficial del ejército francés Ludwig von Closen describirá en forma semejante las miserables condiciones del ejército de Washington cuando atravesaba el río Hudson en los comienzos de su marcha hacia lo que sería la victoria sobre Cornwallis. En lo que puede considerarse una síntesis de sus sentimientos dirá von Closen: "le duele a uno el corazón al ver a estos valientes”. Gracias a los esfuerzos de España, y a la inmensa ayuda material que vino de ese trozo de España anclado en el Mar de las Antillas que era entonces la isla de Cuba, la pólvora, los tacos y las balas de los mosquetes de avancarga, los mosquetes en sí mismos, las raciones con que se alimentaban los soldados, sus uniformes, las tiendas de campaña, los sables, la artillería, las municiones de cañón… estuvieron listos en el momento oportuno para que norteamericanos y franceses pudieran derrotar a los británicos de Cornwallis en el campo fortificado de Yorktown.


Una vez más se cumplió el afirmativo comentario de Napoleón Bonaparte en vísperas del combate de Löwenberg, después de haber garantizado los abastecimientos de la Grande Armée: «los ejércitos marchan sobre el estómago…»


Los documentos presentados en la segunda parte de este trabajo son algunos de los fondos formados por documentos originales y más de 270,000 imágenes digitales que se conservan en el Centro de Documentación Histórica de la Florida Colonial Hispana, que facilitan la profundización de investigaciones y estudios históricos sobre las Provincias Españolas de las Floridas Oriental y Occidental, la isla de Cuba y otras posesiones antillanas.


En el caso de la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, se cuenta con un fondo especialmente amplio, en el que se puede encontrar numerosa correspondencia de guerra, el diario de campaña del Mariscal Bernardo de Gálvez, cartas de Capitanes Generales, directivas y provisiones dictadas desde España, papeles de los servicios secretos españoles servidos por comerciantes cubanos en el territorio de los Estados Unidos…

El Centro, particularmente especializado en materiales asociados a la Florida Colonial Hispana, se fundó y se sostiene gracias al apoyo e impulso del P. José Luis Menéndez, y su base documental fue creada y organizada por el autor de estas líneas con el propósito de avanzar cada vez más en los tan necesarios estudios históricos… tal y como dice la célebre frase: «el que no conoce la historia es un niño acabado de nacer.»


NOTAS


SALVADOR LARRÚA GUEDES