Diferencia entre revisiones de «ISABEL LA CATÓLICA; Su formación religiosa»

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Confesores y consejeros
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En su niñez, hasta los diez años, pasada junto a su madre y su abuela paterna en Arévalo, los franciscanos ejercieron un notable influjo sobre la infanta Isabel. Luego, de los diez a los catorce años pasó a la corte de su hermano Enrique IV. De los catorce a los dieciséis vivió en casa propia en Segovia, cuando su hermano el príncipe Alfonso la llevó de nuevo a Arévalo junto a su madre, que cuidó esmeradamente su educación.   
 
En su niñez, hasta los diez años, pasada junto a su madre y su abuela paterna en Arévalo, los franciscanos ejercieron un notable influjo sobre la infanta Isabel. Luego, de los diez a los catorce años pasó a la corte de su hermano Enrique IV. De los catorce a los dieciséis vivió en casa propia en Segovia, cuando su hermano el príncipe Alfonso la llevó de nuevo a Arévalo junto a su madre, que cuidó esmeradamente su educación.   
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Su papel más importante en la cultura de la segunda mitad del siglo XV fue como mecenas. Gracias al cardenal Mendoza, la arquitectura castellana se renovó totalmente, entrando con él los modismos renacentistas, influido por el cardenal Don Rodrigo de Borja, el futuro Papa Alejandro VI, enviado por el Papa Sixto IV, en 1472, para sanar las diferencias entre Enrique IV y su hermana Isabel. Sus obras se extendieron por todo el reino de Castilla.
 
Su papel más importante en la cultura de la segunda mitad del siglo XV fue como mecenas. Gracias al cardenal Mendoza, la arquitectura castellana se renovó totalmente, entrando con él los modismos renacentistas, influido por el cardenal Don Rodrigo de Borja, el futuro Papa Alejandro VI, enviado por el Papa Sixto IV, en 1472, para sanar las diferencias entre Enrique IV y su hermana Isabel. Sus obras se extendieron por todo el reino de Castilla.
  
Algunos trazos escuetos sobe la dimensión religiosa de la vida de Isabel la Católica
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==Algunos trazos escuetos sobe la dimensión religiosa de la vida de Isabel la Católica==
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“Era dada a las cosas divinas mucho más que a las humanas... Era su vida más contemplativa que activa.” Isabel rezaba todos los días las Horas Canónicas de los sacerdotes y otras muchas oraciones, dedicando algunas horas del día a la oración, en frase de su capellán Lucio Marineo Sículo. Y en el monasterio de Guadalupe (Extremadura), que visitó muchas veces, seguía día y noche el oficio coral de los monjes jerónimos. El médico alemán Jerónimo Münzer, que viajó por España, dirá que es: “Maxima in religione, tantum exponit pro ornamentis ecclesiarum quo est incredibile.”   
 
“Era dada a las cosas divinas mucho más que a las humanas... Era su vida más contemplativa que activa.” Isabel rezaba todos los días las Horas Canónicas de los sacerdotes y otras muchas oraciones, dedicando algunas horas del día a la oración, en frase de su capellán Lucio Marineo Sículo. Y en el monasterio de Guadalupe (Extremadura), que visitó muchas veces, seguía día y noche el oficio coral de los monjes jerónimos. El médico alemán Jerónimo Münzer, que viajó por España, dirá que es: “Maxima in religione, tantum exponit pro ornamentis ecclesiarum quo est incredibile.”   
  

Revisión del 20:51 9 feb 2019

Confesores y consejeros

En su niñez, hasta los diez años, pasada junto a su madre y su abuela paterna en Arévalo, los franciscanos ejercieron un notable influjo sobre la infanta Isabel. Luego, de los diez a los catorce años pasó a la corte de su hermano Enrique IV. De los catorce a los dieciséis vivió en casa propia en Segovia, cuando su hermano el príncipe Alfonso la llevó de nuevo a Arévalo junto a su madre, que cuidó esmeradamente su educación.

En la adolescencia y en su estancia en Segovia se rodeó de eminentes maestros franciscanos, agustinos y dominicos, que dejaron huellas humanísticas y de formación cristiana imborrables en ella. Entre ellos encontramos a un eminente y santo agustino, Fr. Martín de Córdoba, formado en Toulouse y Salamanca, con su obra «El jardín de nobles doncellas», que ejerció un influjo notable en su formación. Luego aparecieron aquellos personajes religiosos que estuvieron a su lado prácticamente hasta el final de sus días, especialmente dos de sus grandes confesores y consejeros oficiales.

El primero de ellos fue Fr. Hernando de Talavera, de los Jerónimos, al que sólo renunció para hacerle Arzobispo de Granada, ciudad “a la que tenía en más que a su vida.” Toda la vida cristiana de Isabel hasta después del descubrimiento de América, estuvo dirigida por su confesor Hernando de Talavera, incluso como consejero en los asuntos más delicados de su gobierno, como en las relaciones con Portugal y en el complejo asunto relacionado con Juana la Beltraneja y la legitimidad de Isabel al trono.

En cuanto a su vida espiritual cristiana, el fraile jerónimo ejerció un notable influjo sobre la Reina, como en la devoción singular al apóstol san Juan, que la Reina proyecta en un abanico de aspectos públicos: monumentos como el de San Juan de los Reyes de Toledo (1476); heráldica en su escudo real, cuyos cuarteles de Castilla y León y de Aragón van inscritos bajo las alas extendidas del águila de San Juan.

No es por lo tanto el águila bicéfala de los emperadores. Es la bíblica que simboliza al evangelista San Juan en la visión del profeta Ezequiel. Es, por tanto, inscribir la alta devoción al Verbo encarnado, por su evangelista san Juan, como ideal religioso de la Reina y del Reino, en el escudo nacional. Fr. Hernando de Talavera tiene introducido su proceso de beatificación.

El otro gran confesor y asesor de la Reina Isabel fue el Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, franciscano, que sustituyó a Fray Hernando tras su nombramiento como arzobispo de la recién reconquistada Granada (1492), que también tiene la Causa de beatificación introducida. Se encontró con la Reina en Valladolid (mayo de 1592). Escribió Pedro Mártir de Anglería, testigo en la Corte: La Reina dice que ha hallado a un hombre de piedad y prudencia admirables….

Cisneros llevó a cabo un plan sostenido por la Reina de reforma de la Iglesia española comenzando por las Órdenes religiosas, que con notable esfuerzo y gracias a la firmeza de ambos se llevó a cabo. El tema tuvo capital importancia en la historia de la evangelización de América y en la reforma de la Iglesia española cincuenta años antes de lo que dispuso el concilio de Trento.

A la muerte del arzobispo de Toledo, don Pedro González de Mendoza (21 de febrero de 1495), la Reina propuso al Papa nombrar al fraile franciscano como Arzobispo Primado de Toledo, que el austero franciscano en un principio rechazó. Cisneros fue designado como Regente del Reino de Castilla y luego también de Aragón, tras la muerte respectiva de los Reyes Católicos. Él tuvo un papel fundamental en las primeras iniciativas misioneras en el continente y en las primeras disposiciones relativas a la primera experiencia de las llamadas «reducciones» en las Antillas.

Consejero político distinguido fue el Cardenal Don Pedro González de Mendoza (Guadalajara, 3 de mayo de 1428-ibídem, 11 de enero de 1495), arzobispo primero de Sevilla y luego de Toledo. Conocido como «Gran Cardenal de España», perteneciente a la alta nobleza y al linaje de la Casa de los Mendoza, fue una de las figuras más brillantes de la aristocracia española de la segunda mitad del siglo XV, en el paso del mundo medieval al moderno.

Se encumbró en la Iglesia española gracias a su linaje, pero también a su formación universitaria humanista con sus estudios en Toledo y luego en Salamanca. Destacó como político, y por su preocupación acerca de la educación del clero. Su vida privada fue según el estilo de la época; tuvo varios cargos, residió en la corte y tuvo un par de hijos naturales. En lo político, el cardenal alcanzó gran influencia con Enrique IV de Castilla y con el papa Sixto IV, y en tiempos de los Reyes Católicos. Prosperó entre guerras civiles y cambios políticos gracias a su habilidad política.

En lo cultural, Mendoza fue un mecenas excepcional y uno de los responsables de tres hechos fundamentales en la historia moderna española: el avance del renacimiento en España, el descubrimiento de América y la expulsión de los judíos españoles. Fue uno de los principales consejeros de los Reyes Católicos, sobre todo en asuntos religiosos y políticos. Su papel alcanzó un relieve especial cuando fue nombrado arzobispo de Toledo, tras la muerte del revoltoso Don Alfonso Carrillo de Acuña, el 13 de noviembre de 1482, abandonando el resto de sus cargos, menos el obispado de Sigüenza.

El nuevo arzobispo siguió reforzando su influencia en la corte mediante la colocación de personas de su entorno en los puestos clave. En los primeros meses de 1492 la reina Isabel buscaba un nuevo confesor, que sustituiría a fray Hernando de Talavera tras su nombramiento como arzobispo de Granada; Mendoza le aconsejó al franciscano Jiménez de Cisneros.

Muy pronto los reyes buscaron la unidad peninsular y religiosa. A partir de 1485 abrieron la campaña de Granada, concluida el 6 de enero de 1492. Además del problema de los conversos, para el que Don Pedro siempre mantuvo posturas comprensivas, su actitud política fue de gran importancia para otro de los grandes proyectos del reinado de los Reyes Católicos: el viaje de Cristóbal Colón al Nuevo Mundo.

Desde el principio Colón recibió el apoyo de la Reina y de Luis II de la Cerda, I duque de Medinaceli, sobrino del cardenal. Los Mendoza, con el cardenal Pedro González al frente, fueron unos de los grandes impulsores del proyecto de Colón, hasta conseguir la aprobación real y, sobre todo, el compromiso de la reina Isabel I respecto a los proyectos colombinos, cuando todo el esfuerzo del Reino de Castilla se dedicaba a la reconquista de Granada.

Su papel más importante en la cultura de la segunda mitad del siglo XV fue como mecenas. Gracias al cardenal Mendoza, la arquitectura castellana se renovó totalmente, entrando con él los modismos renacentistas, influido por el cardenal Don Rodrigo de Borja, el futuro Papa Alejandro VI, enviado por el Papa Sixto IV, en 1472, para sanar las diferencias entre Enrique IV y su hermana Isabel. Sus obras se extendieron por todo el reino de Castilla.

Algunos trazos escuetos sobe la dimensión religiosa de la vida de Isabel la Católica

“Era dada a las cosas divinas mucho más que a las humanas... Era su vida más contemplativa que activa.” Isabel rezaba todos los días las Horas Canónicas de los sacerdotes y otras muchas oraciones, dedicando algunas horas del día a la oración, en frase de su capellán Lucio Marineo Sículo. Y en el monasterio de Guadalupe (Extremadura), que visitó muchas veces, seguía día y noche el oficio coral de los monjes jerónimos. El médico alemán Jerónimo Münzer, que viajó por España, dirá que es: “Maxima in religione, tantum exponit pro ornamentis ecclesiarum quo est incredibile.”

Pretendiendo el rey Enrique, su hermanastro, imponerle por la fuerza el matrimonio con el maestre de Calatrava, Pedro Girón, suplicó oraciones a muchos monasterios y pasó ella misma un día y una noche en oración, hincada de rodillas, pidiendo a Dios que hiciera morir a él o a ella. De hecho, muere él cuando se encamina con 3.000 lanzas (soldados) a posesionarse de ella.

En la invasión de la frontera catalano-aragonesa por el rey Luis XII de Francia (1503), estando irritadísimos los aragoneses, muy superiores a los franceses, temió para estos últimos una hecatombe. Escribió repetidas veces a su esposo rogándole que se limitara a rechazar la invasión y que evitara a todo trance el derramamiento de sangre. Ayunó día y noche con las damas y doncellas de su Corte a fin de obtener de Dios que el ejército invasor se retirara; encomendó personalmente el asunto a las oraciones de los monasterios de Segovia -en donde entonces ella se encontraba-, y obtuvo la gracia solicitada.

El Consejo Real la aconsejó impedir las peregrinaciones europeas a Santiago de Compostela por considerarlas un pretexto para infiltraciones peligrosas de los franceses. Isabel prefirió correr ese riesgo antes que obstaculizar las peregrinaciones al sepulcro del Apóstol.

Fundó con Santa Beatriz de Silva la Orden de monjas Concepcionistas Franciscanas, y rogó al Papa que impusiera silencio a los que se atrevieran a negar el misterio de la Inmaculada Concepción de la Virgen María. Con la ya venerable Teresa Henríquez, la «loca del Sacramento», pariente de los Reyes, cuyo proceso de canonización está en curso, instituyó y fomentó muchas asociaciones eucarísticas, de las que aún hoy se alimenta la piedad española. Fundó también la todavía existente en la Basílica de San Dámaso, en Roma.

La citada Teresa Henríquez, esposa de Gutierre de Cárdenas maestresala de la Reina, la ayudó notablemente en su matrimonio con Fernando. Isabel escribió personalmente a todos los obispos de sus Reinos encareciéndoles que fomentaran el culto del Santísimo Sacramento; lo hace, decía, no como Reina, sino porque es cosa de servicio divino que todo cristiano debe procurar.

Pidió al poeta lírico fray Ambrosio Montesino que le compusiera un poema sobre la agonía de Cristo para poder ella imitar los sentimientos del Señor en su propia agonía. Anteriormente le había pedido otro poema sobre San Juan Evangelista, a quien profesaba muy particular devoción. Ya sabemos que en su escudo puso el «Águila de Patmos».

En Sevilla se retira varias veces a algún monasterio para dedicarse más tranquilamente a la oración, en un retiro semejante a los llamados «ejercicios espirituales». Conocía el «Ejercitatorio de la vida espiritual» del P. García de Cisneros, quien posiblemente influyó en San Ignacio de Loyola para componer su libro de los «Ejercicios espirituales». Fomentó y ayudó a la traducción y edición de libros religiosos como «Vita Christi» de Landulfo de Sajonia, conocido con el nombre de «El Cartujano», que leerán asiduamente, entre otros muchos, Santa Teresa de Jesús y San Ignacio de Loyola.

En fin, Isabel la Católica declaró en diversos modos estar pronta a dar su vida por la Fe Católica “cada que fuere menester.” Basten los rasgos apuntados para apreciar a la Reina Católica como una mujer que impregna toda su vida con la experiencia cristiana.


NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

A lo largo de la exposición, en las notas, se hace referencia a fuentes, archivos, bibliotecas y Autores citados. La vasta bibliografía sobre Isabel la Católica y sobre este periodo histórico fundamental de la historia de España se encuentra señalada entre otros lugares en: CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM, Vallisoletan. Beatificationis SD Elisabeth I (Isabel la Católica) Positio Super Vita, Virtutibus et Fama Sanctitatis ex Officio Historico Concinata, n.221.Vallisoleti 1990, 1074 pp., con una extensa Bibliografía, pp. 981-1005 [sigla Positio Isabel]; y en la importante biografía de T. DE AZCONA, Isabel la Católica, Madrid, 1964; así como en las notas de este artículo que ofrecen una abundante referencia documental de Archivos y Bibliotecas, así como de otras obras específicas sobre los temas referidos. DIRECCIÓN GENERAL DE ARCHIVOS Y BIBLIOTECAS, Testamento y Codicilo de la reina Isabel la Católica, 12 de octubre y 23 de noviembre de 1504, ed. facsímil (Madrid 1969); V. D. SIERRA, El sentido misional de la conquista de América (Buenos Aires 1942); C. BAYLE, Ideales misioneros de los Reyes Católicos, en Missionalia Hispanica 9 (1952) 233-75; V. RODRÍGUEZ VALENCIA, Isabel la Católica y la libertad de los Indios, en Anthologica annua 24-25 (1977-1978) 645-80; RAFAEL DEL VALLE CURIESES, El reinado de Isabel “La Católica” a la luz de los documentos del Archivo Municipal de Palencia, Instituto “Tello Téllez de Meneses”. Diputación Provincial, Palencia 2007.

© VALLISOLETAN. Beatificationis SD Elisabeth I (Isabel la Católica) Positio Super Vita, Virtutibus et Fama Sanctitatis ex Officio Historico Concinata, n.221.Vallisoleti 1990, 647-706. (Los Autores de esta exposición histórica documental fueron Justo Fernández Alonso - Anastasio Gutiérrez - Luis Suárez Fernández y otros miembros la Comisión Histórica de la Causa. El DHIAL presenta esta relación sumaria de dicha exposición.)