JALISCO EN EL VIRREINATO

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Grupos étnicos primitivos

Se piensa que el nombre de Jalisco viene de las palabras del náhuatl «xalli» (arena, grava) e «ixtli» (cara, y por extensión, planicie), por lo que la palabra «Jalisco» se podría traducir como «lugar arenoso». Los primeros habitantes de Jalisco fueron tribus nómadas que viajaron a través de las rutas que llevaban hacia el sur. Hubo un tiempo en el que los toltecas dominaron estas regiones, pero hacia comienzos del siglo XII las tribus indias originarias de la región se rebelaron, produciendo una desintegración en varios grupos de la región.

A lo largo de su historia pre-hispánica Jalisco estuvo poblado por una considerable variedad de grupos étnicos entre los que se señalan: bapames, caxcans, cocas, guachilchils, huichols, cuyutecos, otomís, nahuas, tecuexes, tepehuanes, tecos, purépechas, pinomes, tzaultecas y xilotlantzingas; también son señalados: pinos, otontlatolis, amultecas, coras, xiximes, tecuares, tecoxines y tecualmes.

A la llegada de los españoles, el mayor grupo étnico era el de los cazcanes, que habitaban las regiones norteñas cerca de Teocalteche y Lagos de Moreno, y los huicholes que habitaban en la región noroeste cerca de Huejúcar y Colotlán. Otros grupos incluían los guachichiles en la zona de Los Altos, por Tepatitlán y Arandas, y en buena parte del actual Zacatecas; también por estas regiones habitaban los náhuatl-hablantes cuyutecos en el oeste, alrededor de las actuales Cuyutlán y Mixtlán.

Los tecuexes y cocas habitaban cerca de la actual Guadalajara, y los primeros se extendían por el noreste de Los Altos hacia Lagos de Moreno. Los guamares habitaban en el este, cerca de la frontera con Guanajuato. Los otomíes, que ocupaban la zona meridional, cerca de Zapotitlán y lindando con Colima, fueron indígenas trasplantados en la región cuando apoyaron a los españoles en la conquista.

Poco después de la conquista de los aztecas en 1521, los españoles se adentraron hacia el oeste. Conquistaron a los purépechas de Michoacán, convirtiendo a su capital Tzintzuntzan en la base de sus conquistas más hacia el oeste. Una de las razones de este movimiento hacia el Pacífico fue la de fabricar barcos y crear bases para la navegación con el fin de establecer rutas comerciales hacia Asia. Además, estaba su objetivo de encontrar riquezas minerales en la región purépecha, donde ya se había encontrado cobre, plata y oro.

En 1522, Cristóbal de Olid fue enviado por Hernán Cortés hacia el noroeste de la Ciudad de México, hacia Jalisco. Otras incursiones fueron incluso antes las de Juan Álvarez Chico en 1521, luego la de Gonzalo de Sandoval en 1522 y la de Francisco Cortés de San Buenaventura en 1524. En 1529 el presidente de la Primera Audiencia de la Nueva España, Nuño de Guzmán, llegó al occidente desde la Ciudad de México con una fuerza de 300 españoles y 6000 aliados indios, atravesando Guanajuato, Jalisco y Sinaloa.

En 1531 Nuño de Guzmán fundó la Villa del Espíritu Santo de la Mayor España como la capital de las nuevas tierras conquistadas del oeste. Su nombre sería cambiado poco después por el de Santiago Galicia de Compostela. En 1531 Nuño de Guzmán ordenó a su lugarteniente, Juan de Oñate fundar la Villa de Guadalajara, con el nombre de su ciudad nativa en España. Al principio se fundó en la localidad actual de Nochistlán, en Zacatecas. Su construcción comenzó en 1532, pero al ser el asentamiento objeto de continuos ataques por parte de los indios cazcanes, en 1533 se abandonó el lugar. La ciudad de Guadalajara se movió de lugar cuatro veces hasta la actual ubicación en 1542. La mayor parte de Jalisco fue conquistada por Nuño de Guzmán, que desde allí envió ya expediciones a Zacatecas y Aguascalientes a partir de 1530. Nuño de Guzmán concedió las primeras encomiendas a los conquistadores en Nueva Galicia, más tarde confirmadas por el virrey Antonio de Mendoza. Aquellas primeras encomiendas fueron las de San Miguel, Chiametla, Compostela, Purificación y Guadalajara con las que se formó una primera estructura administrativa en la región, que sufrió varios cambios a lo largo del periodo virreinal, con nuevos lugares de asentamiento y desarrollos importantes. Durante este periodo Nuño de Guzmán, Presidente de la Primera Audiencia de México, fue también gobernador de la región, y desde la historia de la evangelización los franciscanos establecieron en ella conventos en Tetlán y Ajijic. El gobierno de Nuño de Guzmán se caracterizó por sus métodos brutales y por el hecho de haber reducido a la esclavitud a muchos de sus habitantes indígenas, lo que llevaría a su arresto, al juicio de residencia al que sería sometido y a su envío a España. Aquellas situaciones límite llevaron a varios alzamientos de indígenas en Jalisco, el primero en Culiacán en 1533 y el de los texcoixines y cascanes en 1541 con la rebelión del Mixtón. Aquellas situaciones llevaron a la creación por Carlos I-V de la Audiencia de Nueva Galicia, que se extendía a lo largo de los estados actuales mexicanos de Michoacán, Jalisco, Colima, y parte de Zacatecas, Durango y Sinaloa, con su sede capital en Guadalajara en 1561, independiente de la de México en 1575. En cuanto a la denominada provincia de Jalisco fue separada de Michoacán en 1607 con el nombre de Santiago. A lo largo de los siglos XVII y XVIII la región vivió una holgada prosperidad; la ciudad de Guadalajara crecía como centro agrícola muy productivo, pasando de unos 6 000 habitantes en 1713 a 20 000 a mediados del siglo, y a unos 35 000 a comienzos del XIX. Además de la agricultura, la región se caracterizaba por su producción artesanal de cerámica, centrada en la localidad de Tonalá, tierra rica en la arcilla apropiada para su fabricación. Además, Guadalajara era un centro estratégico para el comercio tanto en el Virreinato como hacia la Metrópoli. La importancia creciente de la región llevó a Carlos III a decretar en 1786 la división administrativa de la Nueva España, creando doce intendencias y tres provincias. La intendencia de Guadalajara incluía los territorios de los actuales estados mexicanos de Jalisco, Aguascalientes, Nayarit y Colima, aunque Aguascalientes fue separada de Jalisco en 1789. En este periodo se fundó la Universidad de Guadalajara (1792), lo que indica el notable desarrollo que tuvo la intendencia.

Nacimiento de la Iglesia en los territorios de Jalisco y sus aledaños.[1]

El nacimiento de la Iglesia del antiguo occidente de México está unido a la figura del franciscano fray Antonio de Segovia (Segovia, España 1485- Guadalajara, México 1570). Viajó a la Nueva España en el año de 1527, en la segunda barcada de religiosos. Permaneció un tiempo en la Ciudad de México donde aprendió la lengua náhuatl. Más tarde fue enviado al convento de Santa Ana en Tzintzunzan, Michoacán. Llevaba consigo siempre una pequeña imagen de la Virgen Inmaculada hecha de caña de maíz, técnica de los purépechas.

Los Anales de los indios de Tlajomulco asientan que en 1530 llegó el evangelizador a su territorio e inició la evangelización de los tlaxomultecas; al año siguiente, la de los cocas y tecuexes. Sus primitivos pobladores fueron descendientes de la raza nahua, quienes al establecerse en estas tierras se llamaron tlajomulcas.

Hacia 1226, en tiempos del cacique Tlajomulpilli, el poblado llegó a ser poderoso, dominando hasta lo que hoy se conoce como Tala, Acatlán y otros pueblos cercanos; los cuales le pagaban tributo. En donde ahora se levanta el pueblo, antiguamente era un sitio desierto con un cue o adoratorio. Acudían a adorarlo varios pueblos circunvecinos y particularmente los tarascos quienes hacia 1509, para defender este lugar, arrojaron a los aborígenes de Tepatitlán, Cocula y Ocotlán que pugnaban por establecerse ahí.

Durante la Guerra del Salitre, en 1610, los purépechas invadieron tierras de Tonalá; los hijos del cacique Oxatac llamados Pitláloc, Copaya y Pilili, ayudaron al monarca de Tonalá, quien en agradecimiento les dio las tierras de Tlajomulco para que fundaran un cacicazgo. Les condonó asimismo el pago de gabelas durante diez años, pero quedando sujetos al señorío tonalteca.

A mediados del siglo XVI, siendo cacique Cóyotl, abarcó los pueblos de Cuyutlán, Cuescomatitlán, Cajititlán, Atrixtac y Xuchitlán. Al enterarse Cóyotl de que Nuño de Guzmán se aproximaba a Tonalá envió a Totoch, Pitláloc, Copaya y Pilili hasta Ahuehuetitlán para que le prestaran obediencia, recibiendo en forma pacífica y con obsequios a los conquistadores.

En 1530, al hacer la conquista de Tonalá, Nuño de Guzmán recorrió el cacicazgo de Tlajomulco, llevándose gran número de aborígenes como auxiliares para engrosar su ejército y en esta forma proseguir la conquista. Pilili fue bautizado como Diego Vázquez, quien murió ayudando a los españoles en la guerra del Miztón. Cóyotl fue bautizado como Pedro de Guzmán, y fue apadrinado por Nuño de Guzmán.[2]

Fray Antonio de Segovia fue el primer custodio de la Orden franciscana en el Reino de la Nueva Galicia, fundando en 1531 el convento de la Asunción en Tetlán, junto a Tonalá, cerca de la actual Guadalajara. El 9 de octubre de 1531, en el atrio de este convento, pregonó y realizó el empadronamiento de las sesenta y tres familias que fundaron la ciudad; asimismo mandó edificar, en conmemoración de la victoria alcanzada, la primera capilla dedicada a Santiago.

Durante algunos años, desde el convento de Tetlán fray Antonio de Segovia evangelizó, con sus frailes hermanos, la mayor parte del Antiguo Occidente de México —los actuales estados mexicanos de Jalisco, Colima, Nayarit, Zacatecas—. Su acción apostólica se extendió entre los indios zacatecas, xiconaques, cuztiques, otomchichimecas aprendiendo las lenguas cazcanas, coca y tecuexe.

Siempre a pie, descalzo, con su hábito de sayal, un Santo Cristo y la Virgen, redujo y cristianizó a miles de indígenas. En 1541, al término de la batalla del Mixtón —que puso en peligro la Conquista— pidió al virrey de Mendoza: “[...] ya ha corrido, Señor, sus términos la justicia, bueno es se le dé lugar a la misericordia, yo me obligo a subir al cerro [...] y me prometo con la gracia de Dios buen efecto, bajando a estos pobres reducidos”. Con fray Miguel de Boloña, logró bajar a seis mil combatientes, logrando paz y perdón para ellos. Después, se procedió a fundar el pueblo de Juchipila, en el actual estado de Zacatecas.

1542, el año de la fundación de la actual Guadalajara, fray Antonio refundó con indígenas la cercana villa de Zapopan. A ellos entregó la Virgen, llamada de La Expectación, «La Pacificadora», «La Taumaturga», «La Generala». Creándose en su basílica un culto mariano excepcionalmente importante en la historia de Jalisco, siendo la Virgen de Zapopan la patrona de la diócesis de Guadalajara. Fray Antonio de Segovia falleció en el convento franciscano de Guadalajara el 19 de diciembre de 1570, a la edad de ochenta y cinco años.[3]

Así que la historia de la evangelización de las regiones del antiguo occidente de México, incluido Jalisco, está indisolublemente unida a la figura heroica de fray Antonio de Segovia, quien arriesgó su vida y su obra para asegurar la pervivencia del indígena en condiciones de justicia y derecho; y, en la respuesta conciliadora de numerosos caciques que le creyeron y bajaron con él, se consolidaron las bases de la ya inminente diócesis de Guadalajara, fundada siete años después de estos decisivos acontecimientos (1548).

Los fundamentos de la evangelización y su posterior desarrollo están desde entonces unidos a la pequeña imagen mariana que desde 1529 acompañaba a fray Antonio de Segovia, y que el mismo misionero obsequió a los indígenas de Zapopan, pacificados en el Mixtón, en el año de 1542. La devoción a la Virgen de Zapopan, traída por fray Antonio de Segovia fue el indudable instrumento sobrenatural de la evangelización y pacificación de estos pueblos a lo largo de su historia.

La diócesis −al principio llamada de Nueva Galicia, luego de Guadalajara− fue erigida el 13 de julio de 1548 por el papa Pablo III, y su primer obispo fue Pedro Gómez Maraver (o Malaver), nacido en Sevilla y muerto en la ciudad de México en 1551.[4]El nuevo obispo fue consagrado el 7 de marzo de 1550 en la ciudad de Puebla.[5]

Al principio parece ser que el cabildo de Nueva Galicia quería que la sede estuviese en la nueva ciudad de Compostela, pero Maraver prefirió establecerse en Guadalajara por ser más conveniente. La sede fue ratificada por el papa Pío IV el 31 de agosto de 1560. Durante su corto episcopado, el obispo Maraver fundó varias parroquias, entre ellas la de Zacatecas.

En 1551 el indígena caxcán rebelde Francisco Tenamaztle, quien había liderado la guerra del Mixtón, decidió deponer sus armas ante los franciscanos. Tras haber sido bautizado se presentó ante Gómez de Maraver, quien decidió ayudarlo en su defensa. El 7 de marzo de 1551, justo un año después de haber sido consagrado, el obispo envió una carta a Carlos I-V para informar que Tenamaztle, junto con otros rebeldes, había sido finalmente reducido. Gómez de Maraver viajó a la Ciudad de México con Tenamaztle, lugar en donde murió inesperadamente el 28 de diciembre de 1551.

Guadalajara, cuna de la evangelización del Occidente de México y conservación de la memoria histórica de la misma Aunque fue Compostela y no Guadalajara la sede primigenia de los poderes civil y eclesiástico en la Nueva Galicia, a pocos años de haber sido fundada (1542), Guadalajara se convirtió en capital del reino, (1560) y del obispado, concentrando la administración pública de todo el occidente novohispano. Por lo que a la diócesis respecta, su jurisdicción se extendió a un vastísimo territorio. De esta forma, la acumulación de documentos de los gobiernos civil y eclesiástico planteó la creación de archivos desde esta lejana época.

Guadalajara tuvo una importancia capital en el territorio del occidente de la Nueva España, agregado a los dominios hispanos por las huestes del expedicionario Nuño Beltrán de Guzmán, en cuyo honor se bautizó de esta forma; un conglomerado que tuvo tres asientos fallidos antes del definitivo, en el valle de Atemajac, la hoy populosa Guadalajara, que no tardó en suplantar como cabecera de lo civil y de lo eclesiástico, a la distante Compostela.

Es más, fue el primer obispo don Pedro Gómez Maraver quien tuvo un papel fundamental al trasladar la sede episcopal inmediatamente desde Compostela a Guadalajara contra la actitud de los integrantes de la Real Audiencia, los cuales sí sentaron sus reales en Compostela hasta 1560, en tanto que el prelado gobernó su Iglesia desde Guadalajara hasta su muerte en 1552, imitándole su sucesor, fray Pedro de Ayala, ofm.

Ya desde sus comienzos, los litigios jurídicos sobre los límites de la nueva diócesis estuvieron a la orden del día. Así lo vemos en un muy enconado litigio entre el obispo, deseoso de tener en Guadalajara la sede episcopal, y el primer obispo de Michoacán, don Vasco de Quiroga, quien se opuso de forma rotunda y tajante a ello, alegando −con justa razón− la cercanía de esta ciudad con la ciénaga de Chapala, en ese tiempo el lindero natural con el obispado michoacano.

Despachando el obispo Gómez Maraver en un lugar distinto al que en derecho le correspondía, el rey Felipe II quedó como árbitro de la incómoda situación, conciliando a las partes con una decisión salomónica: “Y en lo que toca a la dicha Iglesia Catedral ordenamos, y mandamos que por agora entretanto que consultado con Su Santidad sé provea la que convenga, no se haga novedad, sino que la dicha Iglesia Catedral se esté como se está en la dicha Ciudad de Guadalajara”.

El territorio que comprendió inicialmente este obispado era enorme, ya que siendo el más septentrional de los territorios americanos de la Corona española, tenía como límites al sureste el obispado de Michoacán que incluía los territorios de los actuales estados de Michoacán, Guanajuato, gran parte de Colima, y casi la totalidad de San Luis Potosí; por el oeste limitaba con el océano Pacífico, por el este llegaba al Golfo de México, y hacia norte alcanzaba hasta los actuales estados estadounidenses de Colorado, Texas y Arizona. Con el tiempo, de este vasto territorio se desprendieron los obispados de Durango (1620), Linares (1777) y Sonora (1779), y no se erigió ninguno más durante el periodo novohispano.

Episcopologio: los obispos y arzobispo de Guadalajara. Diócesis erigida: 13 julio de 1548 • Pedro Gómez Malaver (Maraver) (13 jul 1548 – 28 dic 1551) • Antonius de Ciudad Rodrigo, O.F.M. (1552 – 13 sep 1553) • Pedro de Ayala, O.F.M. (18 dic 1561 – 19 sep 1569) • Francisco Gómez de Mendiola y Solórzano (19 abr 1574 – 23 abr 1576) • Domingo de Alzola, O.P. (1 oct 1582 – 15 feb 1590) • Pedro Suarez de Escobar, O.S.A. (1591 muere como obispo elegido) • Francisco Santos García de Ontiveros y Martínez (22 may 1592 – 28 jun 1596) • Alfonso de la Mota y Escobar (11 mar 1598 – 12 feb 1607 nombrado, obispo de Tlaxcala (Puebla de los Ángeles) • Juan de Valle y Arredondo, O.S.B. (19 mar 1607 – 1617 dimite) • Francisco de Rivera y Pareja, O. de M. (29 ene 1618 – 17 sep 1629 elegido obispo de Michoacán) • Leonel de Cervantes y Caravajal (17 dic 1629 – 18 feb 1636 nombrado obispo de Antequera, Oaxaca) • Juan Sánchez Duque de Estrada (21 jul 1636 – 12 nov 1641) • Juan Ruiz de Colmenero (25 jun 1646 – 28 sep 1663) • Francisco Verdín y Molina (6 jul 1665 – 27 nov 1673, nombrado obispo de Michoacán) • Manuel Fernández de Santa Cruz y Sahagún (19 feb 1674 – 19 oct 1676 confirmado obispo de Tlaxcala, Puebla de los Ángeles) • Juan de Santiago y León Garabito (13 sep 1677 – 12 jul 1694) • Felipe Galindo Chávez y Pineda, O.P. (30 may 1695 – 7 mar 1702) • Diego Camacho y Ávila (14 ene 1704 – 19 oct 1712) • Manuel de Mimbela y Morlans, O.F.M. (26 feb 1714 – 4 may 1721) • Pedro de Tapiz y García (23 sep 1722 nombrado; no se efectuó) • Juan Bautista Alvarez de Toledo, O.F.M. (30 ago 1723 – 1 jul 1725) • Nicolás Carlos Gómez de Cervantes y Velázquez de la Cadena (20 feb 1726 – 6 nov 1734) • Juan Leandro Gómez de Parada Valdez y Mendoza (2 dic 1735 – 14 ene 1751) • José Francisco Martínez de Tejada y Díez de Velasco, O.F.M. (20 dic 1751 – 20 dic 1760) • Diego Rodríguez de Rivas y Velasco (29 mar 1762 – 11 dic 1770) • Antonio Alcalde y Barriga, O.P. (27 ene 1772 – 7 ago 1792) • Esteban Lorenzo de Tristán y Esmenota (17 jun 1793 – 10 dic 1794) • Juan Cruz Ruiz de Cabañas y Crespo (18 dic 1795 – 28 nov 1824) • José Miguel Gordoa y Barrios (19 oct 1830 – 12 jul 1832) • Diego de Aranda y Carpinteiro (11 jul 1836 – 17 mar 1853) Arquidiócesis de Guadalajara: erigida el 26 enero 1863 • Pedro Espinosa y Dávalos (12 sep 1853 – 12 nov 1866) • Pedro José de Jesús Loza y Pardavé (22 jun 1868 – 15 nov 1898) • Jacinto López y Romo (19 ago 1899 – 31 dic 1900) • José de Jesús Ortiz y Rodríguez (16 sep 1901 – 19 jun 1912) • José Francisco Orozco y Jiménez (2 dic 1912 – 18 feb 1936) • José Garibi y Rivera (18 feb 1936 – 1 mar 1969); creado cardenal en 1958. • José Salazar López (21 feb 1970 – 15 may 1987); creado cardenal en 1973. • Juan Jesús Posadas Ocampo (15 may 1987 – 24 may 1993); creado cardenal en 1991. • Juan Sandoval Íñiguez (21 abr 1994 – 7 dic 2011); creado cardenal en 1994. • Francisco Robles Ortega (7 dic 2011 – ); creado cardenal en 2007. Obispos coadjutores en Guadalajara • José Garibi y Rivera (1934–1936); futuro cardenal. • Francisco Javier Nuño y Guerrero (1954–1972); no sucedió en la sede; nombrado arzobispo a título personal de San Juan de los Lagos, Jalisco. Obispos auxiliares en Guadalajara (hasta el 2021) • Ignacio Mateo Guerra y Alba (1862–1863), nombrado obispo de Zacatecas. • Francisco Uranga y Sáenz (1919–1922), nombrado obispo de Cuernavaca, Morelos. • Rafael García González (1972–1974), nombrado obispo de Tabasco. • Antonio Sahagún López (1973–1992) • Adolfo Hernández Hurtado (1974–1997) • Ramón Godínez Flores (1980–1998), nombrado obispo de Aguascalientes. • José Guadalupe Martín Rábago (1992–1995) • Javier Navarro Rodríguez (1992–1999), nombrado obispo de San Juan de los Lagos, Jalisco. • José Luis Chávez Botello (1997–2001), nombrado obispo de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. • José Trinidad González Rodríguez (1997–2015) • José Benjamín Castillo Plascencia (1999–2003), nombrado obispo de Tabasco. • Miguel Romano Gómez (2000–2014) • José María de la Torre Martín (2002–2008), nombrado obispo de Aguascalientes. • Rafael Francisco Martínez Sáinz (2002–2012) • José Leopoldo González González (2005–2015), nombrado obispo de Nogales, Sonora. • José Francisco González González (2008–2013), nombrado obispo de Campeche. • Juan Humberto Gutiérrez Valencia (2008–2018) • Héctor López Alvarado (2018–) • Juan Manuel Muñoz Curiel, O.F.M. (2018–) • Engelberto Polino Sánchez (2018–) Santuarios marianos en Jalisco Entre los santuarios marianos de Jalisco se deben señalar los de Zapopan, San Juan de los Lagos y Talpa; todos ellos datan del siglo XVI. El de Zapopan fue iniciado por el evangelizador de la región, fray Antonio de Segovia, cuando el misionero obsequió la pequeña imagen de la Virgen, hecha por los indígenas purépechas de Michoacán −de donde había llegado fray Antonio− a los indígenas de Zapopan, que él había logrado pacificar tras la guerra del Mixtón en el año de 1542. Desde entonces la Virgen de Zapopan ha acompañado la vida de la comunidad cristiana de Jalisco, especialmente a lo largo de octubre cuando visita las diversas iglesias de Guadalajara, acompañada de miles de peregrinos entre danzas y cantos. Otro de los santuarios importantes de Jalisco es el de la Virgen de San Juan de Los Lagos, a la que se le llama «Cihiauapilli» (Gran Señora) y que aquí se venera desde comienzos del siglo XVI, también traída aquí por los primeros misioneros, llegados desde Michoacán. Se narran numerosos milagros y gracias recibidas por los fieles a través de su intercesión a lo largo de los siglos, entre otros, uno de los más famosos habría sido la resurrección de un niño muerto accidentalmente herido por lanzas en 1623. Un primer templo construido en honor de la Virgen data de 1643 y el actual fue acabado en 1779, recibiendo la coronación canónica en 1904 y el título basilical en 1972. El papa san Juan Pablo II visitó la Basílica en 1990. El Archivo de la archidiócesis de Guadalajara El fondo documental del Archivo Histórico de la Archidiócesis de Guadalajara tiene una importancia excepcional para el conocimiento e integración de los procesos humanos en una comarca tan extensa como son, en términos geográficos, el sur de los Estados Unidos y el norte y el noroeste de México.

Posee manuscritos que se remontan al siglo XVI, los cuales versan en torno a las más diversas materias, y aluden al complejo entramado de estructuras internas y externas creadas en su tiempo para habilitar y garantizar los fines de la Iglesia en el orden temporal y el espiritual, toda vez que España tuvo en ese tiempo −para las gestiones temporales de la evangelización− los derechos y las obligaciones derivadas del Regio Patronato Indiano, que no sustituía o conculcaba el ascendiente que en el orden espiritual se reconocía al primado de jurisdicción del Papa sobre toda la Iglesia.

En virtud del Real Patronato sobre la Iglesia, la supeditación de esta a los dicterios de la monarquía española fue profunda, correspondiéndole al rey en cuanto monarca católico y vicario del Papa, tomar decisiones administrativas eclesiásticas: solicitar al Papa la erección de diócesis en las tierras de misión, presentarle candidatos a las sedes vacantes en sus dominios, cobrar los diezmos, erigir parroquias y conventos, etcétera.

La memoria histórica archivística de la evangelización y desarrollo de la misma en la vida eclesial de la dilatada región de Jalisco y sus aledaños −especialmente cuanto concierne a la diócesis de Guadalajara− se conserva en parte en el archivo de la actual archidiócesis de Guadalajara.

Teóricamente, sus fondos deberían remontarse a la fecha del traslado de la sede del obispado de Compostela a Guadalajara; sin embargo, la suerte de esos fondos cambió cuando los vientos anticlericales sacudieron al país, impulsados por la constitución liberal de 1857, los cuales tuvieron un coletazo posterior medianamente interrumpido a partir del armisticio entre el gobierno y los católicos de la resistencia activa del denominado movimiento cristero, en 1929.

En todos esos años −más de setenta− los fondos documentales archivísticos de la Iglesia en Guadalajara sufrieron saqueos e incuantificables pérdidas, quedando huecos cronológicos en sus series documentales, con expurgos de los cuales se ignora su cantidad y contenido. Empero, no faltaron personas que a través del tiempo se empeñaron en salvaguardar este valioso tesoro; sabemos los nombres de algunos de ellos, de los últimos años del siglo XIX a nuestros días, encabezados por el presbítero Francisco Gutiérrez Alemán, quien gracias al contacto con estos documentos armó la publicación de un trabajo al que puso el título de «Documentos que pueden servir para la historia de la Iglesia de Guadalajara de 1908 a 1912».

Los reajustes sociopolíticos del siglo XIX no favorecieron una transición respetuosa de los procesos culturales, de modo que tiempo hubo −y muy largo por cierto− en el que se desdeñó y hasta se intentó borrar la memoria histórica de la primera etapa. Eso, por fortuna se ha superado, y ahora se restauran los tejidos bruscamente separados por la confrontación belicosa, la despreocupación, las destrucciones e incautaciones ilícitas e indebidas, los saqueos y robos en un pasado aún cercano.

Se debe notar que la preocupación de guardar y conservar los documentos (memoria histórica) en cada iglesia particular, data ya de los tiempos primitivos de la misma Iglesia. En el caso iberoamericano esta preocupación estuvo muy viva desde los mismos comienzos, como dan fe los diversos archivos en España y en Portugal; lo mismo se debe decir en las dependencias americanas o de Indias. En Guadalajara, incluso en medio de los avatares convulsos de los siglos XIX y XX, fue preocupación de sus prelados conservar la memoria histórica documentada.

Cultura, arte y fe Guadalajara nació de la voluntad de un grupo de católicos laicos que decidieron establecerse en este lugar, allá por el año de 1542. A lo largo de los siglos la comunidad católica tapatía fue construyendo, ampliando y mejorando su ciudad hasta constituirla en una de las más hermosas de México, abriéndola paulatinamente a los horizontes de la pluralidad y del respeto a quienes en el trayecto fueron construyendo otros modelos culturales, o llegaron con ellos a establecerse entre nosotros, enriqueciéndonos con sus aportes. Su centro histórico es el producto de más de tres siglos de esfuerzo sostenido y de esperanza en el futuro, pero también es la expresión de su fe, de sus valores y principios transformados no solamente en lugares de culto, sino en numerosas instituciones de asistencia social, en especial en los campos de la educación y de la salud. Los edificios virreinales, civiles o eclesiásticos, son valiosos por su antigüedad, por su significado o por su belleza arquitectónica. Constituyen un patrimonio protegido puesto que conservan la memoria histórica de la ciudad, nos hablan de lo que ha sido y de lo que ha hecho. Por regla general se estudian a partir de su fachada. Esta se describe por los cuerpos que la constituyen, es decir, cada una de las partes visibles en que la fachada se divide. El primer cuerpo corresponde a la puerta; a partir de este −o sobre este− se van construyendo los demás, por lo común, segundo y tercer cuerpo. Los retablos del interior de las iglesias, tradicionalmente llamados altares, se describen de la misma forma. Retablos y fachadas suelen estar divididos por columnas. Cuando se dice que un retablo o un cuerpo de fachada sigue el orden corintio, significa que las columnas están coronadas por capiteles corintios. Predominan cuatro órdenes: corintio, jónico, dórico, toscano. En cuanto a los estilos arquitectónicos en general, en el centro histórico de Guadalajara predominan los estilos herreriano y barroco en sus edificios virreinales. El herreriano es el más simple y austero; el barroco muestra un gran dinamismo, abundante decoración, líneas caprichosas, en una evolución del estilo que va del barroco clásico, todavía muy contenido, al barroco churrigueresco que suele ser exuberante en la decoración. Compare la fachada de la catedral, herreriana, con la fachada de Santa Mónica, churrigueresca. Las torres son también muy significativas. En la época virreinal solamente la catedral podía tener dos torres; las iglesias conventuales masculinas, una torre, y las iglesias conventuales femeninas, un campanil. Las iglesias o capillas secundarias tenían solamente espadañas, simples o dobles, con uno o más arcos, de uno o más cuerpos. Las torres también se describen de acuerdo con el número de cuerpos que las constituyen. Los estilos artísticos dominantes en este conjunto histórico son el herreriano, originado por el español Juan Herrera y Gutiérrez (1530-1597), y caracterizado por su austeridad y simplicidad. El barroco, nacido en Italia y que se extiende desde fines del siglo XVI hasta el siglo XVIII, en el cual se advierte un paulatino aumento de la decoración, caprichosa, ondulante, quebrada, hasta llegar al extremo ornamental, si bien siempre sobre las líneas de los estilos clásicos reeditados en el Renacimiento europeo, y que el barroco maneja, altera y dinamiza. El churrigueresco, del español José Churriguera (1650-1723) que dio nombre a las formas iniciadas por Alonso Cano, significará la exuberancia final del barroco. El neoclásico empieza a imponerse a fines del siglo XVIII y durante todo el siglo XIX. Llaman plateresco a la costumbre de cargar la decoración de un edificio solamente en algunos de sus elementos, como podría ser la portada o los marcos de las ventanas, dejando amplias superficies llamas. Desde el aspecto de la historia educativa, Guadalajara tiene también una larga historia en el campo de la enseñanza. Ya en 1591 los jesuitas fundaron el Colegio de Santo Tomás, prácticamente con rango de estudios superiores. El Colegio fue cerrado en 1767 con la expulsión de los jesuitas y reabierto en 1791 como Real y Literaria Universidad de Guadalajara. La Institución sufrió diversas vicisitudes motivadas por los cambios políticos. Andando los tiempos en la Ciudad se fundaron otras instituciones académicas superiores como el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), Universidad del Valle de Atemajac, el Instituto Tecnológico Superior de Guadalajara, la Universidad Panamericana, el Centro Universitario Guadalajara Lamar, y otros.

NOTAS

  1. Bibl.: Manuel Portillo, Apuntes Histórico-Geográficos del Departamento de Zapopan (México: Tip. M. P. Lete, 1889), 228- 231; Francisco Mariano de Torres, Fragmento de la Crónica de la Sana Provincia de Xalisco (Guadalajara: Folletines de la Junta Auxiliar Jalisciense de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1939); José Ignacio Dávila Garibi, Apuntes para la historia de la Iglesia de Guadalajara, t. I, (México: Editorial Cultura, 1957), 272, 280, 282, 285, 286, 288, 322-324, 328, 348, 349, 351, 352, 357, 482, 485, 525,621, 622, 822, 823; Antonio Tello, Libro Segundo de la Crónica Miscelánea en que se trata la Conquista Espiritual y Temporal de la Santa Provincia de Xalisco en el Nuevo Reino de la Galicia y Nueva Vizcaya y Descubrimiento de Nuevo Mundo, Libro Segundo, vol. III (Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara, IJAH-INAH, 1984) (ed. fács.), 77, 91, 401; J. R. Álvarez, “Religión”, en VV. AA., Enciclopedia Temática de Jalisco, t. IV (México: Gobierno del Estado de Jalisco, 1992).
  2. Noticias obtenidas de: https://www.jalisco.gob.mx/es/jalisco/municipios/tlajomulco-de-zúñiga.
  3. María del Pilar Gutiérrez Lorenzo, en Antonio de Segovia, DB: Real Academia Española de la Historia.
  4. En Josef Metzler, America Pontificia, vol I (Ciudad del Vaticano: Librería editrice vaticana, 1991-1995) no se encuentra ninguna referencia al texto de la Bula de erección de la diócesis. Sin embargo, en el mismo Metzler, I, pp. 534, al presentar el texto de la Bula por la que “Ecclesia Mexicanensis iuribus metropoliticis insignitur” (institución de la Iglesia metropolitana de Ciudad de México) con la bula «Super universas» del 12 de febrero de 1546 indica que: “Ecclesias de México, de Tlaxcala, de Guatemala, de Chiapas et alia erigenda de Nova Galicia, earumque praesules et fideles a iusditione metropolitana archiepiscopi Hispaliensi eximit […] et alias Ecclesias praedictas illarumque episcopos, capitula, clerum et populum archiepiscopo metropolitno de México subiectos ese vult”.

    El texto indica por lo tanto la voluntad de erigir la nueva diócesis en Nova Galicia, sin indicar la sede ni cuándo. Antonio García García, “Organización territorial de la Iglesia”, en Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, I, ed. Pedro Borges (Madrid: BAC, 1992), 141-153, ofrece la lista de las diócesis erigidas en la América Española durante el tiempo del dominio español, con Real Cédula y la fecha de erección correspondiente. Para Guadalajara da la fecha del 10.05.1560, pero no indica ni la fecha del consistorio ni la de su erección, como hace con las demás. Tampoco Metzler ofrece algún texto.
  5. Según datos de “Catholic Hierarchy”, de David M. Cheney; Konrad Eubel, et. al, Hierarchia Catholica, vol. 3 (Monasterii: Sumptibus et typis Librariae Regensbergianae, 1913), 206; Vidal Guitarte Izquierdo y Lamberto de Echeverría, Episcopologio Español, vol. 1 (Roma: Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1992-1994), 500, p. 62, n. 348. Su consagrante principal habría sido el obispo Martín Sarmiento de Osacastro, franciscano, obispo de Tlaxcala (Puebla de los Ángeles). “Catholic Hierarchy” coloca su lugar de nacimiento en Granada, mientras en otros lugares figura Sevilla.

REFERENCIAS

Álvarez, J. R. “Religión”. En Enciclopedia Temática de Jalisco, t. IV, VV. AA. México: Gobierno del Estado de Jalisco, 1992. Arias Gómez, Antonio. Catálogo de Cédulas Reales del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara. Guadalajara/Zapopan: Departamento de Estudios Históricos, Arquidiócesis de Guadalajara/Amate Editorial, 2011. Arquidiócesis de Guadalajara. Cuarto Centenario de la Fundación del obispado de Guadalajara 1548-1948. Guadalajara: Artes Gráficas, 1948. Babines López, Jacobo “Archivo histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara”, Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México (2010). Dávila Garibi, José Ignacio. Apuntes para la historia de la Iglesia de Guadalajara, t. I. México: Editorial Cultura, 1957. Eubel, Konrad et. al. Hierarchia Catholica, vol. 3. Monasterii: Sumptibus et typis Librariae Regensbergianae, 1913. García García, Antonio. “Organización territorial de la Iglesia”. En Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, I, editado por Pedro Borges. Madrid: BAC, 1992. González Escoto, Armando. Historia Breve de la Iglesia de Guadalajara. Guadalajara: UNIVA de Guadalajara, 1998. Guitarte Izquierdo, Vidal y Lamberto de Echeverría. Episcopologio Español, vol. 1. Roma: Instituto Español de Historia Eclesiástica, 1992-1994. León-Portilla, Miguel. Francisco Tenamaztle: primer guerrillero de América, defensor de los derechos humanos. México: Diana, 2005. Metzler, Josef. America Pontificia, vol I. Ciudad del Vaticano: Librería editrice vaticana, 1991-1995. Portillo, Manuel. Apuntes Histórico-Geográficos del Departamento de Zapopan. México: Tipografía M. Pérez Lete, 1889. Ramírez, José R. Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Guadalajara: guion para el usuario. Guadalajara Ediciones Católicas, 2002. Tello, Antonio. Libro Segundo de la Crónica Miscelánea en que se trata la Conquista Espiritual y Temporal de la Santa Provincia de Xalisco en el Nuevo Reino de la Galicia y Nueva Vizcaya y Descubrimiento de Nuevo Mundo, vol. III. Guadalajara: Gobierno del Estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara, IJAH-INAH, 1984.

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Recopilador: FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ