Diferencia entre revisiones de «JESUITAS; En Perú en el siglo XX»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Aquietada la agitación anti-jesuítica que provenía de sectores radicales del liberalismo y la masonería, la Compañía de Jesús inició el siglo XX dentro de un ambiente más propicio, o por lo menos tolerante, respecto de sus tareas educativas y apostólicas.
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Aquietada la agitación anti-jesuítica que provenía de sectores radicales del liberalismo y la [[MASONERÍA_EN_URUGUAY | masonería]], la [[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús) | Compañía de Jesús]] inició el siglo XX dentro de un ambiente más propicio, o por lo menos tolerante, respecto de sus tareas educativas y apostólicas.
  
 
==Los colegios de Lima y Arequipa==
 
==Los colegios de Lima y Arequipa==
  
Nadie impugnó la validez de dos decretos (de comienzos de 1885) en favor de la Compañía: el primero, que cedía a los jesuitas el templo de San Pedro; y el segundo, que los confirmaba en la regencia del Colegio de la Inmaculada, si bien con la carga de admitir quince becas (cinco de alumnos internos, cinco de externos y cinco de semi-internos). En la selección de aspirantes a las becas había que considerar a los hijos ''“de algún militar o paisano fallecido en los campos de batalla de la última guerra nacional, debiendo de entre éstos preferirse a los pobres e indigentes, y en primer lugar a los hijos de los que hubieren alcanzado una muerte más gloriosa en defensa de su patria”''.  
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Nadie impugnó la validez de dos decretos (de comienzos de 1885) en favor de la Compañía: el primero, que cedía a los [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | jesuitas]] el templo de San Pedro; y el segundo, que los confirmaba en la regencia del Colegio de la Inmaculada, si bien con la carga de admitir quince becas (cinco de alumnos internos, cinco de externos y cinco de semi-internos). En la selección de aspirantes a las becas había que considerar a los hijos ''“de algún militar o paisano fallecido en los campos de batalla de la última guerra nacional, debiendo de entre éstos preferirse a los pobres e indigentes, y en primer lugar a los hijos de los que hubieren alcanzado una muerte más gloriosa en defensa de su patria”''.  
  
 
La disposición está fechada en Ancón el 27 de diciembre de 1884 y firmada por Castro Saldívar con rúbrica del presidente de la República, Miguel Iglesias.<ref>Se publicó en el diario oficial ''El Peruano'' del 10 de enero de 1886.</ref>Seis días antes, los dos superiores jesuitas —Martín Goicochea y Babil Moreno— acudieron a Palacio de Gobierno para agradecer al Jefe del Estado los decretos referidos.
 
La disposición está fechada en Ancón el 27 de diciembre de 1884 y firmada por Castro Saldívar con rúbrica del presidente de la República, Miguel Iglesias.<ref>Se publicó en el diario oficial ''El Peruano'' del 10 de enero de 1886.</ref>Seis días antes, los dos superiores jesuitas —Martín Goicochea y Babil Moreno— acudieron a Palacio de Gobierno para agradecer al Jefe del Estado los decretos referidos.
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Con los avances de la nueva construcción en La Colmena, pudo iniciarse la mudanza el 9 de enero de 1902. La entrada era por la calle Malambito n° 147. El celo del Padre del Olmo, pero sobre todo su tenacidad, promovieron la rápida construcción del colegio. Hubo mucha gente amiga de la Compañía que contribuyó a la construcción con donativos y regalos.
 
Con los avances de la nueva construcción en La Colmena, pudo iniciarse la mudanza el 9 de enero de 1902. La entrada era por la calle Malambito n° 147. El celo del Padre del Olmo, pero sobre todo su tenacidad, promovieron la rápida construcción del colegio. Hubo mucha gente amiga de la Compañía que contribuyó a la construcción con donativos y regalos.
  
Guiado por la «Ratio Studiorum», el empeño educativo se proponía formar al hombre y al cristiano. Como estímulos de la actividad intelectual, la pedagogía jesuítica echa mano del entusiasmo, del sentido del honor, del interés y de la emulación. No debemos olvidar que, en el Perú republicano, la reglamentación educativa por parte del Estado ha sido casi constante; o mejor dicho, ha sido casi constante el afán reglamentista, según el cual se suceden planes de estudio, ordenanzas y programas basados en sistemas diversos, cuando no contradictorios, pero de todos los cuales el Estado se promete (y nos promete) cada vez maravillosos resultados.  
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Guiado por la «Ratio Studiorum», el empeño educativo se proponía formar al hombre y al cristiano. Como estímulos de la actividad intelectual, la pedagogía jesuítica echa mano del entusiasmo, del sentido del honor, del interés y de la emulación. No debemos olvidar que, en el Perú republicano, la reglamentación educativa por parte del Estado ha sido casi constante; o mejor dicho, ha sido casi constante el afán reglamentista, según el cual se suceden [[TRADICIÓN_Y_MODERNIDAD;_El_laboratorio_y_la_biblioteca | planes de estudio]], ordenanzas y programas basados en sistemas diversos, cuando no contradictorios, pero de todos los cuales el Estado se promete (y nos promete) cada vez maravillosos resultados.  
  
 
Desde las escuelas lancasterianas de la época de San Martín y Bolívar hasta nuestros días, han sido ya muchos los ensayos, marchas y contramarchas de la educación en el Perú. No pretendemos afirmar que la pedagogía de la Compañía de Jesús sea la más eficaz, pero sí creemos que los numerosos cambios de la política educativa oficial han conspirado contra una acción coherente, continuada, armónica, de un sistema pedagógico que ha mostrado históricamente frutos nada desdeñables.
 
Desde las escuelas lancasterianas de la época de San Martín y Bolívar hasta nuestros días, han sido ya muchos los ensayos, marchas y contramarchas de la educación en el Perú. No pretendemos afirmar que la pedagogía de la Compañía de Jesús sea la más eficaz, pero sí creemos que los numerosos cambios de la política educativa oficial han conspirado contra una acción coherente, continuada, armónica, de un sistema pedagógico que ha mostrado históricamente frutos nada desdeñables.
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==De la Misión peruana a la Provincia==
 
==De la Misión peruana a la Provincia==
  
La estructura de gobierno de la Compañía de Jesús presenta un esquema simple. No hay dentro de ella secciones autónomas o cuasi autónomas. Del centro de gobierno —el Prepósito General, con sede en Roma— se rigen las diversas Asistencias Regionales. Cada Asistencia está constituida por varias Provincias. La Provincia podía tener viceprovincias dependientes;<ref>Hoy han desaparecido las Viceprovincias; hay sí regiones independientes, como Cuba, Corea, Puerto Rico, Rusia y Vietnam.</ref>en algunos casos existían viceprovincias independientes, que estaban destinadas generalmente a llegar a ser Provincias. De menor categoría eran las Misiones, siempre dependientes de alguna Provincia.
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La estructura de gobierno de la Compañía de Jesús presenta un esquema simple. No hay dentro de ella secciones autónomas o cuasi autónomas. Del centro de gobierno —el Prepósito General, con sede en Roma— se rigen las diversas Asistencias Regionales. Cada Asistencia está constituida por varias Provincias. La Provincia podía tener viceprovincias dependientes;<ref>Hoy han desaparecido las Viceprovincias; hay sí regiones independientes, como [[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico? | Cuba]], Corea, Puerto Rico, Rusia y Vietnam.</ref>en algunos casos existían viceprovincias independientes, que estaban destinadas generalmente a llegar a ser Provincias. De menor categoría eran las Misiones, siempre dependientes de alguna Provincia.
  
Poco después de llegar al Perú los primeros jesuitas en tiempos de la República (1871), se constituye la llamada «Misión Peruana», dependiente de la Provincia española de Castilla. En 1881 pasó a depender de la Provincia de Toledo. En 1930 la Misión fue elevada a Viceprovincia, siempre dependiente de Toledo, y en la cual se incluyó por algún tiempo a los jesuitas de Bolivia. En 1958 la Viceprovincia es independiente, y finalmente desde 1968 asciende a Provincia, integrando la Asistencia de América Latina Meridional.
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Poco después de llegar al Perú los primeros jesuitas en tiempos de la República (1871), se constituye la llamada «Misión Peruana», dependiente de la Provincia española de Castilla. En 1881 pasó a depender de la Provincia de Toledo. En 1930 la Misión fue elevada a Viceprovincia, siempre dependiente de Toledo, y en la cual se incluyó por algún tiempo a los jesuitas de [[BOLIVIA;_Afrodescendientes | Bolivia]]. En 1958 la Viceprovincia es independiente, y finalmente desde 1968 asciende a Provincia, integrando la Asistencia de [[AMÉRICA_LATINA:_El_Término | América Latina]] Meridional.
  
 
Los superiores de los jesuitas del Perú en el siglo XX han sido:
 
Los superiores de los jesuitas del Perú en el siglo XX han sido:
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Contaba el padre Rubén Vargas Ugarte, notable jesuita limeño historiador (1836-1975), que le preguntó a uno de sus maestros de colegio por qué no se ponía empeño en la tarea vocacional. La respuesta fue: ''“porque seguirán viniendo de España”''. Sin embargo, de ese mismo colegio de la Inmaculada habían surgido pocas pero buenas vocaciones a la Compañía: los padres José Panizo y Orbegoso, Manuel Pardo y Barreda, Manuel Fariña, Gustavo Salaverry, el propio Vargas Ugarte.  
 
Contaba el padre Rubén Vargas Ugarte, notable jesuita limeño historiador (1836-1975), que le preguntó a uno de sus maestros de colegio por qué no se ponía empeño en la tarea vocacional. La respuesta fue: ''“porque seguirán viniendo de España”''. Sin embargo, de ese mismo colegio de la Inmaculada habían surgido pocas pero buenas vocaciones a la Compañía: los padres José Panizo y Orbegoso, Manuel Pardo y Barreda, Manuel Fariña, Gustavo Salaverry, el propio Vargas Ugarte.  
  
Anteriormente a éstos, merecen recuerdo especial dos jesuitas peruanos que habían nacido a mediados del siglo XIX: el P. Nicanor Palomino y el P. Luis Yábar. El P. Palomino había nacido en Yanque (Arequipa) en 1851. Era sacerdote diocesano y profesor en el Seminario de Lima, cuando decidió hacerse jesuita. Ingresó en la Residencia de Lima el 25 de marzo de 1881, durante la ocupación chilena. Hizo los votos del bienio el 25 de marzo de 1883. Trabajó apostólicamente en Arequipa y se distinguió por sus sólidas virtudes y espíritu de oración y austeridad. Murió en fama de santidad el 12 de febrero de 1925. Su cadáver está incorrupto.
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Anteriormente a éstos, merecen recuerdo especial dos jesuitas peruanos que habían nacido a mediados del siglo XIX: el P. Nicanor Palomino y el P. Luis Yábar. El P. Palomino había nacido en Yanque (Arequipa) en 1851. Era sacerdote diocesano y profesor en el [[SEMINARIO_CONCILIAR_DE_SANTO_TORIBIO | Seminario de Lima]], cuando decidió hacerse jesuita. Ingresó en la Residencia de Lima el 25 de marzo de 1881, durante la ocupación chilena. Hizo los votos del bienio el 25 de marzo de 1883. Trabajó apostólicamente en Arequipa y se distinguió por sus sólidas virtudes y espíritu de oración y austeridad. Murió en fama de santidad el 12 de febrero de 1925. Su cadáver está incorrupto.
  
El padre Luis Yábar Arteta, de antiguas familias cuzqueñas, nació en Paucartambo el 11 de octubre de 1856 e ingresó en la Compañía en 1877 en Francia —pero nunca residió en el Perú—. Ejerció el rectorado del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano de Roma, donde había sido alumno desde los trece años. Estuvo muy vinculado a la provincia del Brasil Central. Fue un fervoroso apóstol de la devoción al Corazón de Jesús. Murió en Nova Friburgo el 18 de abril de 1941.  
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El padre Luis Yábar Arteta, de antiguas familias cuzqueñas, nació en Paucartambo el 11 de octubre de 1856 e ingresó en la Compañía en 1877 en Francia —pero nunca residió en el Perú—. Ejerció el rectorado del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano de Roma, donde había sido alumno desde los trece años. Estuvo muy vinculado a la provincia del [[BRASIL;_Afrodescendientes | Brasil]] Central. Fue un fervoroso apóstol de la devoción al Corazón de Jesús. Murió en Nova Friburgo el 18 de abril de 1941.  
  
 
Como no había noviciado en el Perú, los jóvenes aceptados debían viajar al Ecuador e ingresar en el Noviciado de Pifo. Allí recibían la formación ascética, austera y exigente del P. Manuel Gárate, que luego sería continuada con los estudios filosóficos y teológicos. Sólo después de 1930 se advierte un mayor dinamismo en la promoción vocacional. En ella se distinguieron los padres Jesús Cánovas (en el colegio de Lima), Pablo Menor y Francisco Lecocq, en la Escuela Apostólica de Arequipa).  
 
Como no había noviciado en el Perú, los jóvenes aceptados debían viajar al Ecuador e ingresar en el Noviciado de Pifo. Allí recibían la formación ascética, austera y exigente del P. Manuel Gárate, que luego sería continuada con los estudios filosóficos y teológicos. Sólo después de 1930 se advierte un mayor dinamismo en la promoción vocacional. En ella se distinguieron los padres Jesús Cánovas (en el colegio de Lima), Pablo Menor y Francisco Lecocq, en la Escuela Apostólica de Arequipa).  
  
Los novicios partían ya no a Pifo, sino hacia Chillán en Chile o hacia Córdoba en Argentina. Así iniciaron su vida religiosa Ricardo Durand Flórez, Salvador Tito Otero, Felipe MacGregor y Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio. El estudiante Luis Soto murió en plena juventud (en 1937), ejemplo de entrega al Señor y de amor a la Iglesia y a la Compañía. El significado de esas vocaciones, así como la esperanza de que habrían de seguirles otras igualmente valiosas, movieron a los superiores de la Compañía en Roma a decidir la fundación de un noviciado en el Perú.  
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Los novicios partían ya no a Pifo, sino hacia Chillán en Chile o hacia [[CÓRDOBA_DE_LA_NUEVA_ANDALUCÍA | Córdoba]] en Argentina. Así iniciaron su vida religiosa Ricardo Durand Flórez, Salvador Tito Otero, Felipe MacGregor y Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio. El estudiante Luis Soto murió en plena juventud (en 1937), ejemplo de entrega al Señor y de amor a la Iglesia y a la Compañía. El significado de esas vocaciones, así como la esperanza de que habrían de seguirles otras igualmente valiosas, movieron a los superiores de la Compañía en Roma a decidir la fundación de un noviciado en el Perú.  
 
El P. Cánovas, que era el viceprovincial, puso los ojos en la casa de campo que el colegio tenía en Armendáriz, que se utilizaría también como casa de retiros y como lugar de recreación y deporte de los alumnos.
 
El P. Cánovas, que era el viceprovincial, puso los ojos en la casa de campo que el colegio tenía en Armendáriz, que se utilizaría también como casa de retiros y como lugar de recreación y deporte de los alumnos.
  
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Durante el provincialato del P. MacGregor fue suscrito un convenio con la Provincia de Chicago, por el cual el apostolado de la Compañía en los departamentos del Sur del Perú (Arequipa, Moquegua, Puno y Tacna) quedaría a cargo de la Provincia de Chicago. Las obras eran el colegio de San José, la Residencia de Arequipa y parroquias en Tacna, Toquepala y Juliaca. La Provincia norteamericana envió personal para atender esos ministerios, en los cuales naturalmente continuarían laborando varios de los jesuitas de la Viceprovincia peruana.  
 
Durante el provincialato del P. MacGregor fue suscrito un convenio con la Provincia de Chicago, por el cual el apostolado de la Compañía en los departamentos del Sur del Perú (Arequipa, Moquegua, Puno y Tacna) quedaría a cargo de la Provincia de Chicago. Las obras eran el colegio de San José, la Residencia de Arequipa y parroquias en Tacna, Toquepala y Juliaca. La Provincia norteamericana envió personal para atender esos ministerios, en los cuales naturalmente continuarían laborando varios de los jesuitas de la Viceprovincia peruana.  
  
La experiencia fue interesante, en cuanto permitió que de una provincia floreciente en personal y recursos — como era la de Chicago— llegase ayuda para obras que estaban en expansión, como el colegio de San José y parroquias en zonas populares. También vinieron, aunque en menor número, jesuitas de las provincias de Detroit y California. En total los jesuitas norteamericanos en el Perú en aquel entonces llegaron a ser 36 entre sacerdotes, estudiantes y hermanos coadjutores.
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La experiencia fue interesante, en cuanto permitió que de una provincia floreciente en personal y recursos — como era la de Chicago— llegase ayuda para obras que estaban en expansión, como el colegio de San José y parroquias en zonas populares. También vinieron, aunque en menor número, jesuitas de las provincias de Detroit y [[CALIFORNIA;_Misiones | California]]. En total los jesuitas norteamericanos en el Perú en aquel entonces llegaron a ser 36 entre sacerdotes, estudiantes y hermanos coadjutores.
  
 
==La elevación a Provincia==
 
==La elevación a Provincia==
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En 1948 se reabre el Colegio San José de Arequipa, fundado por el padre Ildefonso del Olmo. Once años más tarde tendrá un nuevo edificio terminado y, en construcción, la Casa de Ejercicios Manresa, junto a la línea férrea Arequipa-Matarani. El colegio se reabrió con 55 alumnos, pero al año siguiente tendrá 130. En el año de su centenario, contaba con 1,058 alumnos y 46 profesores.  
 
En 1948 se reabre el Colegio San José de Arequipa, fundado por el padre Ildefonso del Olmo. Once años más tarde tendrá un nuevo edificio terminado y, en construcción, la Casa de Ejercicios Manresa, junto a la línea férrea Arequipa-Matarani. El colegio se reabrió con 55 alumnos, pero al año siguiente tendrá 130. En el año de su centenario, contaba con 1,058 alumnos y 46 profesores.  
  
En 1955 se funda la Residencia del Cuzco: los jesuitas volvían a la ciudad andina después de 188 años. Con tres sacerdotes y dos Hermanos se abre la Residencia de la Transfiguración con la atención a la parroquia del Sagrario y a la iglesia de la Compañía. En la década de los años 60 del siglo XX la Provincia se proyecta hacia el Sur del país: se toma la parroquia de San Pedro y se crea el Colegio de Cristo Rey, una y otro en Tacna. En 1966 se crea la Residencia y Parroquia de Nuestra Señora de Fátima en Miradores. (Un año antes se había trasladado a Huachipa el Colegio Noviciado de San Estanislao de Kostka).
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En 1955 se funda la Residencia del Cuzco: los jesuitas volvían a la ciudad andina después de 188 años. Con tres sacerdotes y dos Hermanos se abre la Residencia de la Transfiguración con la atención a la parroquia del Sagrario y a la iglesia de la Compañía. En la década de los años 60 del siglo XX la Provincia se proyecta hacia el Sur del país: se toma la parroquia de San Pedro y se crea el Colegio de [[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos | Cristo Rey]], una y otro en Tacna. En 1966 se crea la Residencia y Parroquia de Nuestra Señora de Fátima en Miradores. (Un año antes se había trasladado a Huachipa el Colegio Noviciado de San Estanislao de Kostka).
  
 
Al año siguiente (1966) el Colegio de la Inmaculada deja el viejo local do la avenida Nicolás de Piérola y se traslada al edificio —más moderno y más amplio— de Monterrico, en el distrito de Surco, donde puede acoger a un numeroso alumnado, que en 1998 alcanzaba ya la cifra de 2,254 alumnos y 122 profesores.<ref>Un distinguido historiador, exalumno de la promoción 1946, recuerda así a su antiguo colegio: “El Colegio de la Inmaculada de Lima... encarna para las generaciones de este siglo, de un modo simbólico y especial, a los Jesuitas del Perú. Su sentido de formación de grupos dirigentes y de élite, reposó siempre en una sincera amplitud democrática. Cuando Lima se extendió de su viejo centro hacia el sur, y la toponimia urbana podía delatar la estratificación social, los alumnos de la Inmaculada llegaban diariamente no sólo en las góndolas de los nuevos balnearios, sino también a pie desde los viejos barrios, y se reunían en las aulas para aprender la vieja lección remozada de humanismo y disciplina, jóvenes de todas las gamas de la dase media que han nutrido luego los cuadros dirigentes en los principales actividades del país”. CÉSAR PACHECO VÉLEZ, ''“Trayectoria histórica de los jesuitas en el Perú”, Mercurio Peruano,'' Lima, núm. 473, mayo-junio 1968, p. 283.</ref>Sin embargo, la antigua iglesia de ladrillos rojos de la Inmaculada y Santo Toribio, siguió atendida por los padres jesuitas. Había sido comenzada a construir el 21 de junio de 1902. Fue erigida en parroquia en 1919. En 1997 el arzobispado de Lima la confió a otra congregación religiosa. 1968 es un año de especial importancia en la vida de los jesuitas del Perú. En primer término, queda erigida la Provincia del Perú, independizándose de la de Toledo. Las nuevas fundaciones de ese año son:
 
Al año siguiente (1966) el Colegio de la Inmaculada deja el viejo local do la avenida Nicolás de Piérola y se traslada al edificio —más moderno y más amplio— de Monterrico, en el distrito de Surco, donde puede acoger a un numeroso alumnado, que en 1998 alcanzaba ya la cifra de 2,254 alumnos y 122 profesores.<ref>Un distinguido historiador, exalumno de la promoción 1946, recuerda así a su antiguo colegio: “El Colegio de la Inmaculada de Lima... encarna para las generaciones de este siglo, de un modo simbólico y especial, a los Jesuitas del Perú. Su sentido de formación de grupos dirigentes y de élite, reposó siempre en una sincera amplitud democrática. Cuando Lima se extendió de su viejo centro hacia el sur, y la toponimia urbana podía delatar la estratificación social, los alumnos de la Inmaculada llegaban diariamente no sólo en las góndolas de los nuevos balnearios, sino también a pie desde los viejos barrios, y se reunían en las aulas para aprender la vieja lección remozada de humanismo y disciplina, jóvenes de todas las gamas de la dase media que han nutrido luego los cuadros dirigentes en los principales actividades del país”. CÉSAR PACHECO VÉLEZ, ''“Trayectoria histórica de los jesuitas en el Perú”, Mercurio Peruano,'' Lima, núm. 473, mayo-junio 1968, p. 283.</ref>Sin embargo, la antigua iglesia de ladrillos rojos de la Inmaculada y Santo Toribio, siguió atendida por los padres jesuitas. Había sido comenzada a construir el 21 de junio de 1902. Fue erigida en parroquia en 1919. En 1997 el arzobispado de Lima la confió a otra congregación religiosa. 1968 es un año de especial importancia en la vida de los jesuitas del Perú. En primer término, queda erigida la Provincia del Perú, independizándose de la de Toledo. Las nuevas fundaciones de ese año son:
  
:: — Casa de Ejercicios «Santa María» para la diócesis de Chiclayo; Residencia y Parroquia de Santo Toribio de Mogrovejo;
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:: — Casa de Ejercicios «Santa María» para la diócesis de Chiclayo; Residencia y Parroquia de Santo [[MOGROVEJO_Y_ROBLEDO,_Toribio_Alfonso_de | Toribio de Mogrovejo]];
 
:: — Residencia Mayor «Centro José de Acosta»;
 
:: — Residencia Mayor «Centro José de Acosta»;
 
:: — Residencia y Parroquia Santiago Apóstol en Urcos (Cuzco);
 
:: — Residencia y Parroquia Santiago Apóstol en Urcos (Cuzco);
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==NOTAS==
 
==NOTAS==
  
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'''ARMANDO NIETO VÉLEZ S.J ©RPHE, 6, 197-212'''
 
'''ARMANDO NIETO VÉLEZ S.J ©RPHE, 6, 197-212'''
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[[MOGROVEJO_Y_ROBLEDO,_Toribio_Alfonso_de|MOGROVEJO Y ROBLEDO, Toribio Alfonso de]]
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[[CRISTO_REY;_La_fiesta_de_los_laicos|CRISTO REY; La fiesta de los laicos]]
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[[BRASIL;_Afrodescendientes|BRASIL; Afrodescendientes]]
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[[SEMINARIO_CONCILIAR_DE_SANTO_TORIBIO|SEMINARIO CONCILIAR DE SANTO TORIBIO]]
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[[AMÉRICA_LATINA:_El_Término|AMÉRICA LATINA: El Término]]
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[[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico?|CUBA; ¿un fósil prehistórico?]]
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[[BOLIVIA;_Afrodescendientes|BOLIVIA; Afrodescendientes]]
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[[TRADICIÓN_Y_MODERNIDAD;_El_laboratorio_y_la_biblioteca|TRADICIÓN Y MODERNIDAD; El laboratorio y la biblioteca]]
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[[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas|EVANGELIZACIÓN DE AMÉRICA; contribución de los jesuitas]]
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[[JESUITAS_(Compañia_de_Jesús)|JESUITAS (Compañia de Jesús)]]
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[[MASONERÍA_EN_URUGUAY|MASONERÍA EN URUGUAY]]
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Revisión del 13:55 16 sep 2019

Aquietada la agitación anti-jesuítica que provenía de sectores radicales del liberalismo y la masonería, la Compañía de Jesús inició el siglo XX dentro de un ambiente más propicio, o por lo menos tolerante, respecto de sus tareas educativas y apostólicas.

Los colegios de Lima y Arequipa

Nadie impugnó la validez de dos decretos (de comienzos de 1885) en favor de la Compañía: el primero, que cedía a los jesuitas el templo de San Pedro; y el segundo, que los confirmaba en la regencia del Colegio de la Inmaculada, si bien con la carga de admitir quince becas (cinco de alumnos internos, cinco de externos y cinco de semi-internos). En la selección de aspirantes a las becas había que considerar a los hijos “de algún militar o paisano fallecido en los campos de batalla de la última guerra nacional, debiendo de entre éstos preferirse a los pobres e indigentes, y en primer lugar a los hijos de los que hubieren alcanzado una muerte más gloriosa en defensa de su patria”.

La disposición está fechada en Ancón el 27 de diciembre de 1884 y firmada por Castro Saldívar con rúbrica del presidente de la República, Miguel Iglesias.[1]Seis días antes, los dos superiores jesuitas —Martín Goicochea y Babil Moreno— acudieron a Palacio de Gobierno para agradecer al Jefe del Estado los decretos referidos.

La obra del Colegio de la Inmaculada —fundado en 1878— era la que estaba llamada a alcanzar más trascendencia en la capital. Por diversas circunstancias, el colegio pasó por distintos locales a finales del siglo XIX. De San Pedro se trasladó a la calle de Divorciadas (6a cuadra del jirón Carabaya), (1888-1880). Luego pagó a la calle del Mascarón y después a la del Corcovado (5a y 4a cuadras respectivamente del jirón Cuzco). En el año 1894, con los cursos ya completos en Primaría y Media, encontramos el colegio funcionando en su quinto domicilio, una casa propia en la calle de Gato (4a cuadra del jirón Azángaro; frente a la iglesia de San Pedro).

En 1808 nace el segundo colegio jesuita del Perú. Es el colegio de San José en la ciudad de Arequipa, fundado gracias a la visión y decidido empeño del Padre Ildefonso del Olmo, una de las personalidades más notables de la Compañía en tierras americanas. Había nacido en La Peralejo (Cuenca, España) en 1848 e ingresó en la Compañía en 1869. En 1903 le hallamos como superior de la Misión Peruana.

A fines de 1897 se traslada a Arequipa y, con la ayuda de unos pocos padres, alquila una casa en la plaza de Santa Marta. En ese sencillo local comenzó el colegio de San José en 1898. En 1900 pasó a un nuevo local. El padre del Olmo volvió a Lima ese mismo año, pero dejaba en Arequipa en buen pie el colegio; 174 alumnos, 56 en Primaria y 119 en Secundaria. La comunidad Jesuita se componía de ocho sacerdotes y 4 hermanos coadjutores.[2]

En 1900 se repartían los jesuitas de la Misión entre Lima y Arequipa. En Lima dedicaban sus esfuerzos en primer lugar al colegio de la Inmaculada, que ya estaba necesitando un nuevo local, mucho más grande y apropiado que los anteriores. Desde San Pedro atendían los padres a los ministerios propios de la Compañía: confesonario, predicación, ejercicios espirituales, misiones populares. Dirigían asociaciones como el Apostolado do la Oración, Madres Cristianas, Hijas de María, Conferencias de San Vicente de Paúl, etc.; daban -sobre todo en época de vacaciones- misiones populares en pueblos del interior.

No quedó descuidado al apostolado social. A él se entregó el padre Antonio Pérez Barba, fundador de la Congregación de Artesanos de San José. El Congreso, por ley de 27 de diciembre de 1897, la dotó de local propio en la calle del Tigre (1a cuadra del antiguo Jirón Ayacucho). Allí se instaló la escuela gratuita para hijos de obreros. El padre Pérez Barba falleció en Lima el 19 de febrero de 1900. Sus funerales fueron una multitudinaria expresión de pesar de las clases trabajadoras de Lima. Una calle del distrito de La Victoria lleva el nombre de tan esforzado operario.

Otro notable operario de San Pedro fue el padre José Pineda (1858- 1934), quien consagró largos años de su sacerdocio al servicio de la numerosa colonia china y japonesa residente en la capital. Instruyó y bautizó a centenares de ellos. El apostolado juvenil, con egresados de colegios de secundaria, se concentró en el Centro de la Juventud Católica de Lima, que dio inicio en mayo de 1895. Era una congregación de varones, en que éstos recibían una esmerada formación ascética y religioso-social, y ejercían tareas educativas en escuelas de Lima.

En la educación de la juventud con sentido social habría de distinguirse en las dos primeras décadas de este siglo el padre Manuel Abreu, fallecido prematuramente en Lima el 7 de marzo de 1929, a los 52 años de edad. Conviene recordar el hecho poco conocido de que el Centro de la Juventud Católica de Lima está en los orígenes del colegio católico para jóvenes establecido en el Callao: el «Saint Joseph's College», que fue encomendado a los Hermanos Maristas españoles.

El nuevo local del Colegio de la Inmaculada (1901)

El padre Ildefonso del Olmo se propuso transformar el colegio de la Inmaculada en un plantel de mayor vuelo. La idea de utilizar los antiguos claustros de San Pedro no prosperó. Ya estaban allí instaladas las comunidades religiosas del Sagrado Corazón y del Buen Pastor, y no parecía justo arrojarlas de allí, pues llevaban bien la Escuela Normal y el Colegio de Santa Eufrasia. El padre del Olmo tuvo una mejor idea. Puso los ojos en los terrenos del Tívoli francés, zona destinada a la urbanización de La Colmena. El diario inédito del colegio de la Inmaculada registra la siguiente anotación el 16 de noviembre de 1900:

“El RP. Superior manda celebrar cinco misas a fin de obtener el remate del Tívoli francés que trata de comprarse para Colegio”. Al día siguiente: “El R.P. Superior manda celebrar otras tantas misas en acción de gracias por no haberse presentado ningún otro postor en el remate habiendo quedado rematado el Tívoli en 16,000 soles”. El 6 de diciembre de 1900, los padres acudieron al Tívoli y admiraron el lugar. El diario del colegio añade que a todos agradó mucho el local. La exclamación general fue: “¡Lástima que tenga que desaparecer tan hermoso jardín!”

El 23 de febrero de 1901 se puso la primera piedra del nuevo colegio, encerrándose dentro de un frasco de cristal una estatuita del Niño Jesús de Praga y las medallas de la Virgen María y de San José y San Ignacio, en que constaba la fecha, los nombres del Sumo Pontífice —León XIII—, del P. General (el español Luis Martín), del Provincial de Toledo y del Superior de la Misión y de la Casa (p. Ildefonso del Olmo). En el local de la calle de Gato, que ya tenía los días contados como colegio, se matricularon unos 120 alumnos.

Con los avances de la nueva construcción en La Colmena, pudo iniciarse la mudanza el 9 de enero de 1902. La entrada era por la calle Malambito n° 147. El celo del Padre del Olmo, pero sobre todo su tenacidad, promovieron la rápida construcción del colegio. Hubo mucha gente amiga de la Compañía que contribuyó a la construcción con donativos y regalos.

Guiado por la «Ratio Studiorum», el empeño educativo se proponía formar al hombre y al cristiano. Como estímulos de la actividad intelectual, la pedagogía jesuítica echa mano del entusiasmo, del sentido del honor, del interés y de la emulación. No debemos olvidar que, en el Perú republicano, la reglamentación educativa por parte del Estado ha sido casi constante; o mejor dicho, ha sido casi constante el afán reglamentista, según el cual se suceden planes de estudio, ordenanzas y programas basados en sistemas diversos, cuando no contradictorios, pero de todos los cuales el Estado se promete (y nos promete) cada vez maravillosos resultados.

Desde las escuelas lancasterianas de la época de San Martín y Bolívar hasta nuestros días, han sido ya muchos los ensayos, marchas y contramarchas de la educación en el Perú. No pretendemos afirmar que la pedagogía de la Compañía de Jesús sea la más eficaz, pero sí creemos que los numerosos cambios de la política educativa oficial han conspirado contra una acción coherente, continuada, armónica, de un sistema pedagógico que ha mostrado históricamente frutos nada desdeñables.

Las clases del colegio se dividían, según la edad de los alumnos, en Primaria y Media. A comienzos del siglo XX, la Primaria abarcaba: curso preparatorio, preparatoria superior, preparatoria media, preparatoria inferior y preparatoria ínfima. A partir de 1917 la Primaria adopta el esquema de cinco años, del primero al quinto. La instrucción Media o Secundaria, hasta 1919, sólo tenía cuatro años. A partir de entonces adoptó los cinco años reglamentarios.

Para la formación religiosa los jesuitas organizaron las congregaciones marianas: la de la Sma. Virgen y San Luis Gonzaga para los mayores; y la del Niño Jesús de Praga y de la Sma. Virgen, para los pequeños. El número de alumnos de la Inmaculada fue creciendo paulatinamente. Del centenar de alumnos en la inmediata postguerra (1884-85), se pasó a los trescientos en 1912; a casi 400 en 1921; a 500 en 1940 y así sucesivamente, hasta los 2,254 de 1998.

De la Misión peruana a la Provincia

La estructura de gobierno de la Compañía de Jesús presenta un esquema simple. No hay dentro de ella secciones autónomas o cuasi autónomas. Del centro de gobierno —el Prepósito General, con sede en Roma— se rigen las diversas Asistencias Regionales. Cada Asistencia está constituida por varias Provincias. La Provincia podía tener viceprovincias dependientes;[3]en algunos casos existían viceprovincias independientes, que estaban destinadas generalmente a llegar a ser Provincias. De menor categoría eran las Misiones, siempre dependientes de alguna Provincia.

Poco después de llegar al Perú los primeros jesuitas en tiempos de la República (1871), se constituye la llamada «Misión Peruana», dependiente de la Provincia española de Castilla. En 1881 pasó a depender de la Provincia de Toledo. En 1930 la Misión fue elevada a Viceprovincia, siempre dependiente de Toledo, y en la cual se incluyó por algún tiempo a los jesuitas de Bolivia. En 1958 la Viceprovincia es independiente, y finalmente desde 1968 asciende a Provincia, integrando la Asistencia de América Latina Meridional.

Los superiores de los jesuitas del Perú en el siglo XX han sido:

a) De la Misión Peruana (hasta 1916 «peruano-ecuatoriana»): PP. Gumersindo Gómez de Arteche, Martín Goicochea, Ildefonso del Olmo, Juan Cañete, Juan de la Cruz Granero, Valentín Sánchez, Carlos Martínez, Antonio Medina. b) De la Viceprovincia dependiente: PP. Martín Mendoza, Benito Jaro, Jesús Cánovas, Estanislao Ilundain, José Torrijos, Carlos Gómez Martinho, José Ridruejo. c) De la Viceprovincia independiente: PP. Felipe MacGregor, José Ridruejo, Ignacio Muguiro. d) De la Provincia: Ignacio Muguiro, Ricardo Morales, José Luis Fernández-Castañeda, Ramón García Hernández Ros, Adolfo Franco, Carlos Cardó Franco, Ernesto Cavassa.[4]

Hacia 1930 las tres obras principales de la Compañía en el Perú eran el colegio de la Inmaculada y la Residencia de San Pedro (con la iglesia anexa) en Lima; y el colegio San José y Seminario Menor en Arequipa. A esas tres obras hay que añadir —por algunos años— las dos de los jesuitas de Bolivia, incluidas en la Viceprovincia peruana, a saber, el colegio de San Calixto en La Paz y el colegio del Sagrado Corazón, en Sucre. Varios de los jesuitas de la viceprovincia compartieron trabajos apostólicos en el Perú y Bolivia.

El cultivo de las vocaciones religiosas

La vitalidad de una orden o congregación religiosa se mide por el número y sobre todo por la calidad de sus miembros. En los territorios de misión los sacerdotes que la fundan están llamados a crear las condiciones que permitirán el surgimiento de vocaciones nativas, gracias a las cuales se formará a la larga una iglesia local robusta.

Después de la Independencia, por causas diversas, el clero religioso peruano era escaso y tenía una preparación teológica y doctrinal deficiente. El liberalismo, el egoísmo de las clases altas, la masonería —entre otros factores—, influyeron en el ambiente de modo negativo ensombreciendo la idea y la realidad de la vocación religiosa. Los jesuitas venidos de España advirtieron ese ambiente, pero no hubo (por lo menos en los veinte primeros años del siglo), programáticamente, entre ellos la intención de trabajar por las vocaciones.

Contaba el padre Rubén Vargas Ugarte, notable jesuita limeño historiador (1836-1975), que le preguntó a uno de sus maestros de colegio por qué no se ponía empeño en la tarea vocacional. La respuesta fue: “porque seguirán viniendo de España”. Sin embargo, de ese mismo colegio de la Inmaculada habían surgido pocas pero buenas vocaciones a la Compañía: los padres José Panizo y Orbegoso, Manuel Pardo y Barreda, Manuel Fariña, Gustavo Salaverry, el propio Vargas Ugarte.

Anteriormente a éstos, merecen recuerdo especial dos jesuitas peruanos que habían nacido a mediados del siglo XIX: el P. Nicanor Palomino y el P. Luis Yábar. El P. Palomino había nacido en Yanque (Arequipa) en 1851. Era sacerdote diocesano y profesor en el Seminario de Lima, cuando decidió hacerse jesuita. Ingresó en la Residencia de Lima el 25 de marzo de 1881, durante la ocupación chilena. Hizo los votos del bienio el 25 de marzo de 1883. Trabajó apostólicamente en Arequipa y se distinguió por sus sólidas virtudes y espíritu de oración y austeridad. Murió en fama de santidad el 12 de febrero de 1925. Su cadáver está incorrupto.

El padre Luis Yábar Arteta, de antiguas familias cuzqueñas, nació en Paucartambo el 11 de octubre de 1856 e ingresó en la Compañía en 1877 en Francia —pero nunca residió en el Perú—. Ejerció el rectorado del Pontificio Colegio Pío Latinoamericano de Roma, donde había sido alumno desde los trece años. Estuvo muy vinculado a la provincia del Brasil Central. Fue un fervoroso apóstol de la devoción al Corazón de Jesús. Murió en Nova Friburgo el 18 de abril de 1941.

Como no había noviciado en el Perú, los jóvenes aceptados debían viajar al Ecuador e ingresar en el Noviciado de Pifo. Allí recibían la formación ascética, austera y exigente del P. Manuel Gárate, que luego sería continuada con los estudios filosóficos y teológicos. Sólo después de 1930 se advierte un mayor dinamismo en la promoción vocacional. En ella se distinguieron los padres Jesús Cánovas (en el colegio de Lima), Pablo Menor y Francisco Lecocq, en la Escuela Apostólica de Arequipa).

Los novicios partían ya no a Pifo, sino hacia Chillán en Chile o hacia Córdoba en Argentina. Así iniciaron su vida religiosa Ricardo Durand Flórez, Salvador Tito Otero, Felipe MacGregor y Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio. El estudiante Luis Soto murió en plena juventud (en 1937), ejemplo de entrega al Señor y de amor a la Iglesia y a la Compañía. El significado de esas vocaciones, así como la esperanza de que habrían de seguirles otras igualmente valiosas, movieron a los superiores de la Compañía en Roma a decidir la fundación de un noviciado en el Perú. El P. Cánovas, que era el viceprovincial, puso los ojos en la casa de campo que el colegio tenía en Armendáriz, que se utilizaría también como casa de retiros y como lugar de recreación y deporte de los alumnos.

El noviciado de Miraflores

Adaptado el edificio convenientemente fue inaugurado en junio de 1938 el «Colegio y Casa de Probación de San Estanislao de Kostka» en la novena cuadra del Malecón de la Reserva (hoy Armendáriz) de Miraflores. El primer rector y maestro de novicios fue el padre Pablo Menor, a quien acompañaban dos sacerdotes y un «maestrillo».[5]Además de los cinco novicios (tres estudiantes y dos coadjutores),[6]vinieron también siete hermanos júniores, pues la casa se constituía también como Juniorado de la Viceprovincia.

Terminado el bienio del noviciado, los estudiantes permanecían otros tres años dedicados al estudio de las humanidades greco-latinas, con una esmerada aplicación a las lenguas clásicas, tal como se practicaba entonces en toda la Compañía. Para los estudios de Filosofía y Teología, los estudiantes debían salir al extranjero, por lo general a España (Madrid y Granada).

Los superiores de la Provincia de Toledo resolvieron —para fortalecer la Viceprovincia peruana— enviar al Perú a jóvenes jesuitas (novicios, júniores, maestrillos y sacerdotes, así como hermanos coadjutores). Este generoso refuerzo prosiguió regularmente hasta el año 1966. El año de la instalación del colegio-noviciado de Miraflores sumaban 76 los miembros de la Viceprovincia en las casas del Perú, y 10 los que se hallaban en estudios en el extranjero. La Casa de Formación, a consecuencia del aumento de vocaciones peruanas, resultó pequeña, lo que condujo a edificar otra mucho más amplia, en Huachipa.

«Villa Kostka» fue inaugurada en 1964, y siguió como Instituto de Humanidades Clásicas hasta el verano de 1970. A propósito de las vocaciones peruanas, no obstante los esfuerzos de los promotores, los resultados han sido siempre modestos para las numerosas tareas apostólicas que la Iglesia y los Obispos demandan a la Compañía. Unas cifras bastarán para indicar el problema: En el Catálogo de 1957 aparecen 201 jesuitas en la Viceprovincia peruana, de los cuales sólo 48 son peruanos. En 1967, de 304 miembros, 95 son peruanos; y en 1992, en que el número total desciende a 169, son peruanos 93, es un porcentaje entre 25% y 54%. Es un lento progreso, pero que se revela muy pequeño para una población que crece constantemente.

La Misión de san Francisco Javier del Marañón

El 1° de junio de 1945 el gobierno del presidente Manuel Prado confió la Misión del Marañón a la Compañía de Jesús, pero fue la Constitución Apostólica «In orbis catholici» del Papa Pío XII, del 11 de enero de 1946, la que creó oficialmente la Prefectura Apostólica de San Francisco Javier del Marañón, encomendándosela a la Viceprovincia del Perú. Fue elevada a la categoría de Vicariato Apostólico el 22 de noviembre de 1980.

En los orígenes de la Misión se halla el padre Gonzalo Palacios de Borao, jesuita español que vino de la India al Perú en 1944 y recorrió selvas y ríos de la frontera septentrional peruana, la cual había quedado definitivamente establecida por el Protocolo de Río de Janeiro del 29 de enero de 1942. El primer Prefecto Apostólico fue el padre Ignacio García Martín, al que siguieron los padres José Oleaga y Juan Albacete; y los obispos Antonio Hornedo, Augusto Vargas Alzamora (futuro cardenal arzobispo de Lima) y José María Izuzquiza.

Entre 1946 y 1955 se van creando nuevos puestos misionales como San Ignacio, Santa Rosa y Bellavista —que fueron los primeros— y luego Santa María de Nieva, Pucará, Tabaconas, Colasay, Nazareth y Jaén. Es Jaen sede del Vicario Apostólico y de un floreciente Seminario Mayor. Se desempeñaron asimismo labores apostólicas propias de una ciudad que ha crecido extraordinariamente en las últimas décadas. Conforman el territorio del Vicariato las provincias de Jaén, San Ignacio y Condorcanqui y dos distritos de la provincia de Bagua: Aramango e Imaza con una extensión total de 32,572 km2.

Se calculaba en aquel entonces la población en 350 mil habitantes, de los cuales 260 mil eran de zona rural y 80 mil de zona urbana. Los tres distritos fronterizos con Ecuador son Nieva, El Cenepa y Río Santiago, que cuentan con centros pastorales de nativos y escuelas. A los 16 jesuitas asignados al Vicariato hay que agregar un centenar de religiosas de doce congregaciones. En la exploración de los territorios de Selva y en la difusión de conocimientos e investigaciones se han señalado el padre José Martín Cuesta (fallecido el 28 de junio de 1996), autor de una extensa monografía sobre Jaén de Bracamoros; y el padre José María Guallart, que ha escrito varios libros de geografía y antropología selvática y uno historia de los 50 años del Vicariato de Jaén.[7]

El refuerzo de jesuitas norteamericanos

Durante el provincialato del P. MacGregor fue suscrito un convenio con la Provincia de Chicago, por el cual el apostolado de la Compañía en los departamentos del Sur del Perú (Arequipa, Moquegua, Puno y Tacna) quedaría a cargo de la Provincia de Chicago. Las obras eran el colegio de San José, la Residencia de Arequipa y parroquias en Tacna, Toquepala y Juliaca. La Provincia norteamericana envió personal para atender esos ministerios, en los cuales naturalmente continuarían laborando varios de los jesuitas de la Viceprovincia peruana.

La experiencia fue interesante, en cuanto permitió que de una provincia floreciente en personal y recursos — como era la de Chicago— llegase ayuda para obras que estaban en expansión, como el colegio de San José y parroquias en zonas populares. También vinieron, aunque en menor número, jesuitas de las provincias de Detroit y California. En total los jesuitas norteamericanos en el Perú en aquel entonces llegaron a ser 36 entre sacerdotes, estudiantes y hermanos coadjutores.

La elevación a Provincia

El año 1968 marcó un paso importante en esta historia del Perú jesuita. El día 21 de junio, fiesta del Sagrado Corazón, el Padre General, Pedro Arrape, promulgó el decreto por el cual la Viceprovincia peruana quedaba erigida como Provincia pleno iure. Es interesante leer lo que en los considerandos expresaba el P. General:

“Efectivamente (la Viceprovincia) cuenta con casi trescientos sujetos, a los que se añaden cada año nuevos miembros nacidos en la misma nación peruana, y con razón se espera para el futuro, con el favor de Dios, un mayor número. Además de una Casa de Probación bien establecida, con Juniorado, y algunas florecientes obras sociales, Residencias y Casas de Ejercicios, la Viceprovincia dirige el Seminario Mayor de Huancayo, los Colegios de Lima y Piura, proporciona varios dirigentes y profesores a la Pontificia Universidad Católica y a la Universidad del Pacífico, y de ella depende la Misión de San Francisco Javier del Marañón. A la Provincia de Chicago, que quiso generosamente coadyuvar al sostenimiento y desarrollo de los ministerios y obras en la región meridional del Perú, fue confiado ya desde 1961 el territorio comprendido en las prefecturas civiles de Arequipa, Moquegua y Tacna”.

Luego el Decreto en referencia crea («ad experimentum» por un quinquenio) dos territorios: meridional, al que la Provincia de Chicago continuará prestando su valiosa ayuda, y septentrional; cada uno gobernado por un superior mayor que dependerá del Provincial. El mismo día 21 de junio se leyó la patente de provincial al padre Ignacio Muguiro, viceprovincial hasta entonces; y fueron nombrados los padres Kevin Gallagher y Miguel Marina como superiores de los territorios meridional y septentrional respectivamente.

En las cartas cursadas a los superiores y a los padres y hermanos de la nueva Provincia, el P. General subraya la circunstancia de que ese nuevo paso coincide con el IV centenario de la llegada al Callao de los primeros jesuitas enviados a Sudamérica por San Francisco de Borja. Pasado el quinquenio de experimento que fijaba el decreto del P. General, no pareció conveniente seguir manteniendo la existencia de los dos Territorios Septentrional y Meridional. En adelante todas las obras y el personal en territorio peruano quedarían directamente bajó el gobierno del Provincial.


OBISPOS JESUITAS

En las Constituciones de la Compañía, San Ignacio de Loyola prohíbe a los jesuitas que busquen o anhelen dignidades eclesiásticas. Quería de ellos un servicio humilde y sencillo a la Iglesia de Dios. Y en aquella época los obispados llevaban consigo una nota y un entorno de honra, distinción y boato. Pero tratándose de un mayor servicio a la Iglesia, puede el Sumo Pontífice, que es el superior supremo de la Compañía, encargar a miembros de la Compañía (no sin consultar al Padre General) el gobierno de una diócesis o de otra circunscripción eclesiástica. Así ha ocurrido siempre, incluso tratándose del capelo cardenalicio (Belarmino, Daniélou, De Lubac, Martini, Dezza entre otros).[8]

Los jesuitas nombrados por el Papa para cargos episcopales y que pertenecían a la Provincia Peruana cuando se redactó este artículo (posteriormente su número ha crecido también notablemente) son los siguientes, por orden cronológico de nombramiento:

a) Ricardo Durand Flórez, elegido el 18 de febrero de 1966 para la arquidiócesis del Cuzco.
b) Luis Armando Bambarén Gastelumendi, elegido el 1o de diciembre de 1967 para obispo auxiliar de Lima.
c) Manuel Prado Pérez-Rosas, elegido el 12 de setiembre de 1970 para la diócesis de Chachapoyas.
d) Fernando Vargas Ruiz de Somocurcio, elegido el 21 de setiembre de 1971 para la diócesis de Huaraz.
e) Antonio de Hornedo Correa, elegido el 8 de junio de 1971 para Vicario Apostólico de Jaén.
f) Augusto Vargas Alzamora, elegido el 8 de junio de 1978 para Vicario Apostólico de Jaén.
g) Alfredo Noriega Arce, elegido el 29 de abril de 1980 para auxiliar de Lima.
h) José María Izuzquiza Herranz, elegido el 30 de marzo de 1987 para el Vicariato de Jaén.

Salvo los obispos Noriega e Izuzquiza, todos los demás fueron, posteriormente a sus primeros nombramientos, trasladados o promovidos a otras diócesis: Durand pasó al Callao en 1975. Bambarén pasó a Chimbote en 1978. Prado pasó a Trujillo en 1976. Vargas Ruiz de Somocurcio pasó primero a Piura en 1978 y a Arequipa en 1980. Vargas Alzamora fue promovido a la sede primada de Lima en 1990 y creado Cardenal en 1994. Hornedo pasó a Chachapoyas en 1991.

Nuevas obras

Con el florecimiento de las vocaciones y la buena marcha del Colegio-Noviciado de Miraflores era natural que la Compañía proyectase emprender nuevas obras, no sólo en Lima sino también en otras ciudades del Perú. En 1945 se funda la parroquia de Nuestra Señora de los Desamparados, en la urbanización Chacra Colorada (hoy Breña). El nombre de la nueva iglesia proviene del histórico templo levantado en 1672 por el Venerable P. Francisco del Castillo (1615-1673) con el eficaz y decisivo apoyo del Virrey Conde de Lemos.

Después de la muerte del P. Castillo, fue creada, junto a la iglesia, la Casa Profesa, que subsistió hasta la expulsión (1767). La iglesia de Desamparados llevó una vida lánguida a cargo de filipenses y diocesanos, hasta que en 1938 el Estado resolvió demolerla para ampliar la residencia del Palacio de Gobierno. El nombre de Desamparados ha quedado, en ese rincón de Lima, solamente en el frontis de la Estación principal del Ferrocarril Central.

La nueva parroquia de Desamparados está situada en la avenida Venezuela, enmarcada además por los jirones Aguarico, Recuay y Loreto. Posteriormente se fundó el colegio de varones de Nuestra Señora de los Desamparados (hoy San Francisco Javier), que llegó a contar con 400 alumnos. La Residencia correspondiente ha sido —como la de San Pedro— foco de numerosos apostolados en esa populosa zona de la ciudad.

En 1948 se reabre el Colegio San José de Arequipa, fundado por el padre Ildefonso del Olmo. Once años más tarde tendrá un nuevo edificio terminado y, en construcción, la Casa de Ejercicios Manresa, junto a la línea férrea Arequipa-Matarani. El colegio se reabrió con 55 alumnos, pero al año siguiente tendrá 130. En el año de su centenario, contaba con 1,058 alumnos y 46 profesores.

En 1955 se funda la Residencia del Cuzco: los jesuitas volvían a la ciudad andina después de 188 años. Con tres sacerdotes y dos Hermanos se abre la Residencia de la Transfiguración con la atención a la parroquia del Sagrario y a la iglesia de la Compañía. En la década de los años 60 del siglo XX la Provincia se proyecta hacia el Sur del país: se toma la parroquia de San Pedro y se crea el Colegio de Cristo Rey, una y otro en Tacna. En 1966 se crea la Residencia y Parroquia de Nuestra Señora de Fátima en Miradores. (Un año antes se había trasladado a Huachipa el Colegio Noviciado de San Estanislao de Kostka).

Al año siguiente (1966) el Colegio de la Inmaculada deja el viejo local do la avenida Nicolás de Piérola y se traslada al edificio —más moderno y más amplio— de Monterrico, en el distrito de Surco, donde puede acoger a un numeroso alumnado, que en 1998 alcanzaba ya la cifra de 2,254 alumnos y 122 profesores.[9]Sin embargo, la antigua iglesia de ladrillos rojos de la Inmaculada y Santo Toribio, siguió atendida por los padres jesuitas. Había sido comenzada a construir el 21 de junio de 1902. Fue erigida en parroquia en 1919. En 1997 el arzobispado de Lima la confió a otra congregación religiosa. 1968 es un año de especial importancia en la vida de los jesuitas del Perú. En primer término, queda erigida la Provincia del Perú, independizándose de la de Toledo. Las nuevas fundaciones de ese año son:

— Casa de Ejercicios «Santa María» para la diócesis de Chiclayo; Residencia y Parroquia de Santo Toribio de Mogrovejo;
— Residencia Mayor «Centro José de Acosta»;
— Residencia y Parroquia Santiago Apóstol en Urcos (Cuzco);
— Residencia y Parroquia Virgen de Nazaret en El Agustino (Lima);
— Colegio «Valentín Salegui» en Chiriaco (Vicariato de Jaén);
— Estación de Ilo.

Por esos años se marca también en la Provincia un mayor énfasis en el apostolado social. Ya desde el generalato del P. Juan Bautista Janssens (1946-1964) se había advertido la necesidad de formar a los jesuitas en ese apostolado. El visitador nombrado por Roma, el P. Foyaca, destinó —de las provincias iberoamericanas- a numerosos jesuitas (sacerdotes y estudiantes—) a ese trabajo. Nacieron así los CIAS (Centros de Investigación y Acción Social) en cada una de las Provincias jesuíticas. También la educación, en todos sus niveles, debería expresar esa preocupación de la Compañía y de la Iglesia. Un fruto y una respuesta han sido los colegios de «Fe y Alegría» —ideados por el P. José M. Vélaz y extendidos por varios países de Hispanoamérica. Existían a finales del siglo XX 50 colegios de «Fe y Alegría» en el Perú, de los cuales 23 se hallaban en Lima. Aparte de ellos, funcionaban tres redes rurales de escuelas: la primera en el departamento del Cuzco, con 27 escuelas; la segunda en Iquitos. con 16: y la tercera en Tambogrande (Piura), con 12. A petición de los obispos se crearon casas y obras en diversas ciudades del interior: Abancay, Huancayo, Huaraz, Chachapoyas, Lámud (Amazonas), Ayacucho, Chiclayo, Urcos. En 1993 continúan los jesuitas en estos tres últimos lugares.

Cabe destacar la importancia que dio la Compañía a la educación en todos sus niveles. A partir de los años 50 del siglo XX fueron también los jesuitas tomando parte, con mayor intensidad, en los centros universitarios y en los de formación eclesiástica. La Provincia participó en la creación de la Universidad del Pacífico (1962) y destinó a más jesuitas para profesores en la Universidad Católica del Perú y en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima.

Se creó la Escuela Superior Antonio Ruiz de Montoya: asimismo aceptó tomar la dirección de algunos seminarios diocesanos: el de San Antonio Abad del Cuzco (hasta 1972), el de San Pío X de Huancayo (hasta 1968) y el de San Luis Gonzaga de Jaén, que contaba con 54 seminaristas. Algunos padres laboraron en el de San Carlos y San Marcelo de Trujillo. La función educadora de los jesuitas se halla en consonancia con el carisma ignaciano, pero también con las necesidades de la Iglesia y de la nación peruana.


NOTAS

  1. Se publicó en el diario oficial El Peruano del 10 de enero de 1886.
  2. Francisco Moleos H. J., Jesuitas españoles en el Perú contemporáneo (siglo XIX), Madrid, sf. 123.
  3. Hoy han desaparecido las Viceprovincias; hay sí regiones independientes, como Cuba, Corea, Puerto Rico, Rusia y Vietnam.
  4. Los padres McGregor, Morales, Cardó y Cavassa son peruanos de nacimiento. El padre McGregor ejerció el gobierno provincial en 1958, 191 años después del padre José Pérez de Vargas, limeño, que fue provincial del Perú al tiempo de la expulsión (1767).
  5. El padre Pablo Menor fue el fundador de la Liga de Fomento de Vocaciones a la Compañía de Jesús, perseverante grupo de laicos — hombres y mujeres— que contribuían con sus oraciones y limosnas al sostenimiento del Noviciado.
  6. De los jóvenes que iniciaron el Noviciado en Miraflores cabe recordar a Alfredo Soriega, que llegó a ser obispo auxiliar de Lima y falleció en 1993, a Benjamín Fernández Dávila y Efraín Arias.
  7. Luego de leer las relaciones de toda clase escritas por los misioneros del Vicariato, no podemos dejar de lamentar que en mapas oficiales del Ecuador se siga incurriendo en la distorsión de considerar territorio ecuatoriano gran parte de la región amazónica peruana, incluyendo todo el Vicariato de Jaén.
  8. Los Pontífices san Pablo VI, san Juan Pablo II, y Benedicto XVI han elegido como cardenales un número relevante de Jesuitas, entre ellos Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, quien habría de llegar al Solio de San Pedro con el nombre de Francisco.
  9. Un distinguido historiador, exalumno de la promoción 1946, recuerda así a su antiguo colegio: “El Colegio de la Inmaculada de Lima... encarna para las generaciones de este siglo, de un modo simbólico y especial, a los Jesuitas del Perú. Su sentido de formación de grupos dirigentes y de élite, reposó siempre en una sincera amplitud democrática. Cuando Lima se extendió de su viejo centro hacia el sur, y la toponimia urbana podía delatar la estratificación social, los alumnos de la Inmaculada llegaban diariamente no sólo en las góndolas de los nuevos balnearios, sino también a pie desde los viejos barrios, y se reunían en las aulas para aprender la vieja lección remozada de humanismo y disciplina, jóvenes de todas las gamas de la dase media que han nutrido luego los cuadros dirigentes en los principales actividades del país”. CÉSAR PACHECO VÉLEZ, “Trayectoria histórica de los jesuitas en el Perú”, Mercurio Peruano, Lima, núm. 473, mayo-junio 1968, p. 283.


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