KINO FRANCISCO; Misiones en Baja California y la Pimería

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La Baja California

El primer español que puso pie en la península de Baja California fue el navegante Fortunato Ximénez, en 1533. Dos años más tarde, en 1535, Hernán Cortés navegó a lo largo del golfo de California, que fue llamado «Mar de Cortés»; desembarcó en la bahía de la actual La Paz, lugar que él bautizó como Puerto de Santa Cruz. Otros españoles, Francisco Preciado y Francisco Ullóa, explorarán aquella tierra creyendo se trataba de una península o de una isla separada del continente.

Sería a finales del siglo XVII cuando las autoridades virreinales organizaron la exploración de aquella tierra organizando algunas expediciones de las que formará parte el jesuita Francisco Kino. Esta exploración forma parte de un plan de exploraciones de la Corona española en el Norte de la Nueva España, a lo largo de tierras desconocidas y aún no ocupadas y tampoco tocadas por la evangelización. Los dos aspectos se encuentran inseparablemente unidos en los planes y en la historia colonizadora española. Las exploraciones de California se extiende a lo largo de los reinados de Carlos II, y tras su muerte y cambio de dinastía en España en 1700, con los primeros Borbones, desde Felipe V a Carlos III.

Fueron virreyes en este periodo en la Nueva España: Payo Enríquez de Ribera (1673-80); Tomás Antonio de la Cerda (1680-86); Melchor Portocarrero (1686-88); Gaspar de la Cerda (1688-96), cuya primera medida fue ordenar el reconocimiento de la bahía de San Bernardo en Texas, con el fin de arrojar a los franceses que se habían establecido en el territorio llamado después Luisiana.

El auxilio de las tropas mexicanas enviado al gobernador de Santo Domingo permitió la derrota de los franceses en Guárico (1690). Tuvo importancia la sublevación de los «tarahumaras», unidos con otras naciones indias en la frontera Norte y Noroeste, que dieron muerte a misioneros franciscanos y a tres jesuitas, arrasando pueblos y minas. En su apaciguamiento tuvo singular intervención el jesuita Salvatierra, visitador entonces de las misiones de aquel rumbo.

Don Diego de Varga recuperó Nuevo México, que había sido tomado por los franceses. En Texas fue fundada y fortificada Panzacola para asegurar la defensa de la Florida; Juan Ortega Montañés, nacido en Llanes (Asturias) (1696-97), Obispo de Michoacán y arzobispo y virrey de México; en 1673 fue elegido obispo de Guadiana (Durango) y consagrado en 1675 en la catedral de México. En este mismo año era nombrado obispo de Guatemala, y en 1684 pasaba a ocupar el obispado de Michoacán.. En 1696 se hace cargo del virreinato de Nueva España.

Permitió a los jesuitas Kino y Salvatierra, la reducción de los californianos, procurándose con limosnas el dinero preciso sin necesidad de que la Real Hacienda tuviera gastos por esta misión. Terminado su periodo virreinal, en 1697 vuelve a su diócesis de Michoacán hasta 1701 en que es nombrado arzobispo de México. En este mismo año, al retirarse del virreinato don José Sarmiento, vuelve a hacerse cargo interinamente del gobierno. Atiende solícito a todas las dificultades que produce el cambio de dinastía y las guerras extranjeras y civiles. Dispone la defensa de las costas y repara la armada de Barlovento construyendo nuevos barcos en Campeche. Sus desvelos por la conclusión de la iglesia de Guadalupe llegaron a tanto que se asegura salía por las calles de México a recoger limosnas para la obra y falleció sin lograr su deseo.

José Sarmiento Valladares (1697-01), Conde de Moctezuma y de Tula fue Virrey de Nueva España (1696-1701). Su esposa doña María Andrea Moctezuma Jofre de Loaisa, era cuarta nieta del emperador azteca por su hijo don Pedro Pohualicahualt. Entre muchas notables empresas suyas se debe recordar el impulso a las misiones del padre Salvatierra en California, creando en el puerto de Loreto la capital en aquella extensa comarca. Antes de terminar el año de 1701, después de cuatro años de virrey, volvió a entregar el gobierno a don Juan Ortega Montañés.

Fueron estos virreyes los que impulsaron las expediciones, tanto militares como colonizadoras y misioneras, a varios de los territorios que entonces se encontraban en la inmensa parte septentrional del Virreinato y que se encontraban amenazadas de ocupación por parte de franceses y por los piratas ingleses. Fue a lo largo de estos virreinatos que recibieron gran impulso las expediciones evangelizadoras de California, en las que participaron en sus comienzos el Padre Kino y el Padre Salvatierra.

La primera expedición a Baja California

La exploración española sigue un plan bien preciso que se componía de un contingente explorador-militar, y de un pequeño grupo de misioneros, con sus cartógrafos y demás intendentes necesarios para el caso. Partió en dirección noroeste del Virreinato de Nueva España en 1682. Desde el punto de vista eclesiástico todas estas expediciones estaban sujetas al Real Patronato de Indias, y por lo tanto financiadas por la Corona que establecía la modalidad de su puesta en marcha.

En todas estas expediciones se ponía regularmente el problema de la jurisdicción eclesiástica pertinente. En este caso entran en conflicto las pretensiones jurisdiccionales de los obispos de Guadalajara y Durango sobre territorios teóricamente no sujetos a una jurisdicción eclesiástica precisa. En nuestro caso, y a petición del Virrey, solicita a los jesuitas el envío de algunos padres en esta expedición misionera. Es aquí donde encontramos la elección del P. Francisco Kino como parte de ella.

La exploración parte del puerto de Chacala, en el Pacífico, hoy en el Estado de Nayarit, en mayo de 1683, en cuatro navíos: la «Concepción», que es la capitana, la «San José», la «San Francisco Javier», y «La Balandra», bajo la dirección del gobernador y capitán general de Sinaloa, Isidoro de Atondo y Antillón. Este militar había sido encargado de conducir una expedición a la Baja California en 1678, tras los repetidos y fracasados intentos de más de siglo y medio antes.

Atondo zarpa hacia La Paz llevando a los jesuitas Eusebio Francisco Kino y Matías Goñi. Los intentos de establecer entonces unos asentamientos entre los «Pericú» y los «Guaycura» de La Paz fracasan. La Paz es abandonada y los españoles se mueven hacia el norte para intentarlo en San Bruno entre los «Cochimí», al norte de Loreto en diciembre de 1683. Un diario del P. Kino en forma de carta a su superior de la ciudad de México de abril de 1683, narra los pasos de aquel viaje hasta la Paz.

Los indígenas de la Baja California eran, en el sur los «Guaicuro», y en el norte los «Cora». Se trataba de grupos humanos en un estado bastante primitivo, completamente desnudos los hombres, y las mujeres con perizomas de piel de animales; todos ellos con adornos de plumas multicolores en sus cabezas. Los jefes llevaban colgado al cuello una especie de cuerno que sonaban en los casos de guerra y portaban arcos y flechas. Su religión parecía ser muy elemental y reducida a pocas ceremonias. Su lengua era muy sencilla y le faltaba la pronunciación silábica de la «s» y de la «f».

Los españoles intentaron establecer con ellos una especie de diálogo-relación a través de los clásicos modos de proceder dándoles algunas baratijas como pequeños cuchillos, telas, cristales y alimentos como maíz, a lo que los indígenas correspondían también de la misma manera, ofreciéndoles algunos frutos para ellos desconocidos como la «Pitahaya» (fruto dulce de los cactus). Las exploraciones continuaron a lo largo de extensas zonas de la península, que fueron descubriendo en su diferente y estupenda configuración, pero al final de aquella primera etapa, que consideraron infructuosa, decidieron abandonar la empresa.

El P. Kino escribe a su bienhechora en Madrid, la duquesa de Aveiro, relatándole aquellas aventuras y al mismo tiempo dando un cuadro muy positivo sobre aquellas poblaciones indígenas. Le enviaba también un pequeño mapa de una parte de California y del puerto por ellos llamado de Guadalupe, prometiéndole enviar más adelante otras noticias y mapas más precisos. El capitán Atondo se proponía continuar entonces las exploraciones más hacia el norte de la península partiendo de las costas mexicanas de Sinaloa. Se llegará así a una segunda expedición.

La segunda expedición a Baja California

El segundo intento de Atondo de establecerse en la Península tuvo mejor éxito, pero también en este caso el intento fracasó debiendo abandonarlo en mayo de 1685. Estos fracasos llevaban a la conclusión de las Autoridades del Virreinato de que los costes excesivos de aquellas expediciones y sus fracasos ponían en duda las posibilidades reales de entrar en la Baja California. Lo mismo parece ser que pensaban aquellos jesuitas que acompañaban a la expedición.

Durante aquellos tiempos de preparación y de espera, los jesuitas Kino y Goñi visitan las misiones de aquella región: Kino las de Sinaloa; Goñi la del río Mayo, en el sureste de la actual Sonora. Finalmente se unen a la expedición del capitán Atondo y el 29 de septiembre de 1683 zarpan del puerto de San Lucas en Sinaloa, dirigiéndose hacia la Baja California, tocando tierra el día de San Bruno, 6 de octubre de 1683, nombre que imponen al lugar.

Los problemas son semejantes a los de la primera expedición, pero en sus comienzos encuentran pocos indígenas. Dos días después erigen una cruz y celebran la misa ante una imagen de la Virgen de Guadalupe. Poco después algunos de los navíos regresan a las costas de donde habían partido, mientras que el 30 de noviembre de 1683, fiesta de San Andrés, el capitán Atondo toma posesión de aquellas tierras en nombre del Rey de España Carlos II, bautizando la provincia con el nombre de San Andrés.

Desde este establecimiento los españoles comienzan la exploración de aquella tierra para ellos totalmente ignota, escriben algunas relaciones y trazan mapas sobre ellas. Exploran la llamada Sierra Giganta y sus serranías, surcadas por varios ríos. Su idea era atravesar toda la península en sentido horizontal y llegar a la otra parte del Océano Pacífico. Pero también ahora, debido a dificultades insuperables, se verán obligados a regresar a la estación de partida.

Pasada la Navidad de 1683, Atondo, Kino y Goñi con otros españoles y acompañados por algunos indígenas empiezan una tercera expedición exploratoria. Sobre aquellos días y meses contamos con documentación interesante de parte de Atondo y del P. Kino, que nos dejan pinceladas primorosas de aquella experiencia y de los comienzos de una misión, que va desde enero a mayo de 1684.

En medio de penalidades debido sobre todo a la falta de comida, el 10 de agosto de 1684 llega la nave «Almiranta» con provisiones y con la noticia de que el Padre Kino puede emitir su profesión religiosa solemne el 15 de agosto, según las Constituciones de la Compañía de Jesús, aceptada por otro jesuita presente, el Padre Copart. Luego el P. Kino viaja a Yaqui, en la costa occidental mexicana, para regresar poco después con la nave «Almiranta» de nuevo a la Baja California.

Ya en Baja California, entre 1684 y 1685, el capitán Atondo junto con un consistente grupo de españoles, el Padre Kino y algunos indios, emprenden la travesía de mar a mar de la península de Baja California, ofreciéndonos una detallada descripción y mapas de aquella región explorada por vez primera. Pero aquella empresa, al final también fracasa desde el punto de vista de una de las finalidades de la misma: ver qué tipo de riquezas, sobre todo minerales, podrían encontrarse y programar también una colonización de aquellas tierras.

Por todo ello, en mayo de 1685 deciden dejar atrás San Bruno dirigiéndose hacia Sinaloa, embarcando lo puramente necesario y dejando a los indígenas la mayor parte de caballos y mulos. En aquellos meses todavía exploraron las costas californianas, encontrándose con varias poblaciones indígenas de carácter pacífico que insistían en que aquellos expedicionarios españoles se estableciesen entre ellos, según los testimonios del mismo P. Kino y de otros miembros de aquella expedición.

Toda aquella costosa experiencia se concluirá con el abandono, al menos temporal, de Baja California, y el regreso a las tierras mexicanas de Sinaloa y de la jurisdicción de Guadalajara. Tras acompañar al capitán-almirante Atondo en socorro de otro galeón español en peligro en los mares de Acapulco, atacada por piratas ingleses, los miembros de aquella expedición, entre los que se encontraba el P. Kino, deben regresar a la ciudad de México. Se cerraba así aquella primera experiencia californiana del Padre Kino.

La Misión jesuítica en Baja California recomenzada

No obstante los esfuerzos notables y heroicos de la expedición de Atondo y de la fuerte insistencia del P. Kino, aquella misión tuvo que ser abandonada, debido también a la lejanía de aquella región del resto del Virreinato. Sólo en 1697 la historia de la misión comenzaría de nuevo gracias a la presencia de los misioneros jesuitas. Entre ellos destaca el Padre Juan María Salvatierra, un jesuita nacido en Milán, de padre español y madre italiana. Este misionero establecerá la misión de Nuestra Señora de Loreto en Conchó, la primera misión permanente de las otras muchas que luego se siguieron fundando en la Baja California. Los jesuitas fundaron 16 misiones en el territorio entre los pueblos Pericú, Guaycura y Cochimí.

A lo largo del siglo XVIII fueron llegando nuevos colonos desde el Virreinato de la Nueva España, y con ellos entraron también nuevas enfermedades que fueron afectando a los pueblos indígenas que no estaban inmunizados contra ellas, por lo que estas enfermedades provocaron un notable descenso de la población indígena. Cuando en 1767 los jesuitas fueron suprimidos en todos los dominios del Imperio español, fueron sustituidos en sus misiones por otras órdenes religiosas. En el caso de la Baja California, los franciscanos fueron a ocupar su lugar.

Encontramos en aquellos momentos de nuevo otras expediciones dirigidas por el Visitador General de la Nueva España Don José de Gálvez, verdadero artífice de la colonización española en las Californias y amigo cordial de Fray Junípero Serra, el franciscano apóstol de la Alta California. Aquella nueva expedición tenía como fin principal la ocupación preventiva de Alta California. Entre el 31 de octubre de 1768 y el 10 de enero siguiente, Gálvez y Fray Junípero sopesaron con minuciosidad todos los aspectos de las expediciones proyectadas hacia lo desconocido.

Dentro de este plan, los frailes franciscanos desembarcaron en Loreto, Baja California, el 1 de abril de 1768. En Baja California ocupaban entonces los dos tercios superiores del territorio indios «Cochimies», y el tercio meridional indios «Guaicuran», y que según cálculos de los jesuitas, que estuvieron 60 años entre ellos, llegaban a unos 50.000 habitantes. Pero la presencia de los franciscanos en aquellas antiguas misiones jesuitas en Baja California duró poco, pues en 1773 fueron sustituidos por los dominicos que continuaron aquel apostolado misionero. Las misiones fundadas por estas órdenes religiosas en la Baja California constituyeron históricamente la estructura fundamental del desarrollo humano, civil y cristiano de la Baja California.

El Padre Kino en la Pimería Alta

Tras su experiencia de evangelización en la Baja California, de 1683 a 1685, el P. Kino es destinado a la Pimería Alta (tierra alta de los «pimas»). Era una área que en los siglos XVII y XVIII era parte de la provincia de Sonora y Sinaloa en el Virreinato de la Nueva España, y que abarcaba también partes de lo que hoy es el sur de Arizona en los Estados Unidos, y del norte de Sonora en México. La región tomó su nombre de los pueblos indígenas «Pima» y de otros pueblos estrechamente relacionados con ellos, como los «Pápagos» que residían en el Desierto de Sonora. La Pimería Alta fue el sitio de las misiones españolas en el Desierto de Sonora establecidas por los jesuitas, encabezados precisamente por el padre Eusebio Francisco Kino a finales del siglo XVII y a principios del siglo XVIII.

En 1687 el Padre Kino penetró por primera vez en la Pimería Alta, territorio en el que se establecería definitivamente, dedicando el resto de su vida a la evangelización de los indios Pimas. Desde esa región, el Padre Kino exploró el territorio de los ríos Magdalena y Gila, y el Colorado, demostrando que la Baja California era una península.

El P. Kino fue autor de diversos vocabularios de las lenguas guaycura, cochimí y nebe, y de la obra titulada «Las misiones de Sonora y Arizona», además de un sinfín de obras diversas, muchas de ellas sobre cosmografía. Desarrolla una actividad que le ha dado justamente una fama notable de gran misionero, y que abarca muchas actividades en el desarrollo humano de aquellas poblaciones; entre otras la cría de ganado y la introducción de algunos cultivos y de diversos tipos cereales, maíz, la vid y varios árboles frutales.

Algunos de aquellos productos ya eran conocidos por el mundo indígena, en cuanto productos originarios de aquellas tierras, como algunos tipos de grano, el maíz y varias especies de árboles frutales (desconocidos en Europa); otros los habían introducido los españoles ya desde los comienzos de los primeros contactos con el Nuevo Mundo (y nos encontramos ya a más de un siglo y medio después de su llegada). Basta visitar el grandioso museo de Antropología e Historia de la Ciudad de México para darse cuenta y de cómo los colonos españoles en general y específicamente los misioneros tuvieron la preocupación de introducir muchos productos europeos en aquellas tierras y de llevar otros nativos americanos a Europa, dando lugar a un intercambio cultural y dietético fundamental en ambos mundos.

Una cosa es del todo cierta a la hora de señalar los méritos del P. Kino: la introducción del cultivo de la vid. Todavía hoy, en la mentalidad común en México se asocia al P. Kino a esta producción agrícola, más que a otros aspectos notables de su biografía como el de la evangelización directa en el norte de México y en las Californias.

Apóstol de la Pimería Alta A lo largo de casi 24 años la Pimería Alta será el campo de apostolado del Padre Kino, dedicándose a la evangelización y al desarrollo civil y social del mundo indígena. Funda 17 «cabeceras» o estaciones de misión principales, especie de parroquias en su sentido actual, con un número variable de subestaciones o puestos de misión subsidiarias o lo que llamaban «visitas», en cuanto constituían lugares regulares visitados periódicamente por los misioneros (método todavía hoy vigente en muchos lugares); promueve 19 «rancherías» o poblados que trabajaban unidos en el propio desarrollo.

Entre 1687 y 1711 lleva a cabo treinta seis exploraciones, recorriendo a lomo de mula, o a pie, a través de desiertos y de lugares escabrosos de montes y zonas medio desérticas unas 6.000 leguas, que equivalen a unos 25 mil kilómetros y que abarcan una zona de unos 130.000 km2. El Padre Kino se distingue también por su infatigable trabajo no sólo como misionero apostólico, sino también como explorador, cartógrafo, lingüista, defensor de los derechos humanos de los indígenas, y siervo de una vocación cristiana misionera común a todos los misioneros apostólicos. No es superfluo señalar que lo que aquí aparece como extraordinario en el P. Kino -y lo es-, lo encontramos en la historia común misionera de la ya larga historia de la evangelización católica en el mundo.

La muerte le llega al P. Kino en la Magdalena, en la región de Sonora, el 15 de marzo de 1711, cuando contaba 65 años. Hoy aquel lugar se le ha rebautizado como «Magdalena de Kino». Aquí yacen los despojos mortales del Padre Kino, venerado con sumo respeto por las poblaciones del lugar, que lo recuerdan como el gran misionero que fue, impulsor de civilización cristiana y que supo imprimir en los corazones de aquellos pueblos aborígenes “los valores de la fe cristiana, verdadera potencia liberadora”.


REFERENCIAS DOCUMENTALES Y BIBLIOGRAFICAS