LABASTIDA Y DÁVALOS, Pelagio Antonio

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Zamora, 1816; Yautepec, 1891) Abogado y Arzobispo.


En la población de Zamora, Michoacán, el 21 de marzo de 1816 nació Pelagio Antonio, quien llegaría a ser arzobispo de México y una figura notable en los acontecimientos que desgarrarían la vida social, religiosa y política de la nación mexicana en el siglo XIX. Pelagio Antonio Labastida y Dávalos fue el hijo menor del matrimonio formado por Manuel Labastida y María Luisa Dávalos. Sus primeras letras las recibió de su tío José Antonio Labastida, párroco de Ixtlán, quien le animó a seguir su vocación religiosa.


Con quince años de edad ingresó al Seminario Conciliar de Morelia, siendo compañero de estudios de Clemente de Jesús Munguía, nativo también de Zamora con quien compartiría triunfos académicos, vicisitudes políticas y destierro, pues sería también su hermano en el episcopado. Ambos fueron ordenados sacerdotes el 8 de diciembre de 1839 por el obispo Juan Cayetano de Portugal. Además, Pelagio Antonio había obtenido un año antes el título de abogado por el Supremo Tribunal de Justicia de Michoacán. Fue profesor del Seminario de Morelia y desde 1848 rector del mismo Seminario, cargo que desempeñó hasta 1854. Al fallecimiento del obispo Portugal, la Santa Sede designó a su compañero y amigo Jesús Munguía como su sucesor, y éste a su vez nombró a Pelagio Antonio como gobernador de la Mitra.


El 23 de marzo de 1855, Pío IX elevó a Pelagio Antonio Labastida y Dávalos a la dignidad episcopal como obispo de Puebla de los Ángeles, siendo consagrado en la Angelópolis el 8 de julio del mismo año en presencia de su amigo el obispo de Michoacán. Un año después, el 25 de junio de 1856, el gobierno liberal expidió la “Ley de desamortización de las fincas rústicas y urbanas de las corporaciones civiles y religiosas de México”, conocida como “Ley Lerdo”. El obispo Labastida protestó públicamente contra “tan injustos y sacrílegos decretos.” Por esas fechas el general conservador Antonio de Haro y Tamariz se rebeló en la Sierra de Puebla contra el gobierno liberal presidido por Ignacio Comonfort, siendo secundado por el cura de Zacapoaxtla Francisco Ortega, pero el alzamiento fue pronto sofocado. Pero como el cura de Zacapoaxtla “era de la diócesis de Puebla, Comonfort confiscó todos los bienes de dicha diócesis y expulsó del país sin proceso judicial alguno al obispo, Monseñor Labastida.”[1]


Conducido por una fuerza militar a Veracruz, el obispo Labastida fue embarcado a la Habana y de ahí se trasladó a París, donde recibió el nombramiento de Prelado Doméstico de S.S. Pío IX. Mientras el obispo de Puebla se encontraba exiliado en Europa, en México fue promulgada una nueva Constitución en la que se incluyó la “Ley Lerdo”. “La Constitución Mexicana de 1857 no expresaba la conciencia nacional, y no era otra cosa que la obra de un grupo, no representativo, de revolucionarios exaltados que tomaban su inspiración de la Revolución Francesa y la imponían al pueblo, contrariando su voluntad. Se necesitaron tres años de guerra sangrienta para imponerla.”[2]


La así llamada Guerra de Reforma (1857-1860) tuvo dos momentos bien definidos: un primer momento donde los conservadores se impusieron a los liberales en casi todo el territorio nacional; y posteriormente un segundo momento en donde la intervención de los Estados Unidos inclinó la balanza a favor de los liberales hasta dar la victoria a Benito Juárez. Al estallar la Guerra de Reforma, el obispo Labastida y Dávalos trató de regresar a México, pero al llegar el puerto de Veracruz, que estaba en poder de los liberales, le impidieron desembarcar, por lo que se vio obligado a regresar a Europa, ocupando entonces el cargo de Enviado Extraordinario del gobierno conservador ante la Santa Sede. En Roma se encontrará con varios obispos mexicanos que también habían sido expulsados de México; entre ellos su amigo, el obispo de Michoacán, Jesús Munguía.


Tras el triunfo del Partido liberal y la confiscación de todos los bienes de la Iglesia, el gobierno de Benito Juárez declaró la suspensión de pagos de la deuda externa y ello motivó que los gobiernos de Inglaterra, España y Francia enviaran una expedición militar tripartita para exigir el pago de la deuda. Con los “Tratados de la Soledad” que prometían el pago, ingleses y españoles aceptaron retirarse; no así los franceses pues como el mismo Napoleón III señaló, buscaba establecer en México “un gobierno duradero con el auxilio de la Francia (para garantizar) la seguridad de nuestras colonias en las Antillas (…) (y) al crear inmensas salidas a nuestro comercio, nos procurará las materias indispensables a nuestra industria.”[3]Para encabezar ese “gobierno duradero” el partido conservador se fijó en Maximiliano de Habsburgo, y dado que Monseñor Labastida se encontraba en Europa, le solicitaron que se entrevistara con él. En enero de 1863 Monseñor Labastida viajó a Miramar para entrevistarse con Maximiliano, solicitándole que aceptara la proposición de los conservadores y de Napoleón. El 19 de marzo de ese mismo año, Pelagio Antonio Labastida y Dávalos fue promovido al arzobispado de México.


Tras la caída de la ciudad de Puebla a manos de los franceses en mayo de 1863, el gobierno de Juárez abandonó la Capital y se refugió en Paso del Norte (hoy Ciudad Juárez); en la ciudad de México el comandante francés general Forey “nombró inmediatamente una Comisión Superior de Gobierno compuesta de 35 miembros, los cuales a su vez nombraron un Poder Ejecutivo Supremo Provisional de tres miembros: el general Almonte, Monseñor Labastida, nombrado ya arzobispo de México, pero aun residente en Europa, y el general Salas. El 11 de julio de 1863 (tras la decisión de la Junta de Notables de optar por un régimen monárquico) dicho Comité tomó el título de Regencia.”[4]


En compañía del obispo Jesús Munguía, el 17 de septiembre Monseñor Labastida regresó a México, encontrando que tanto Almonte como Salas, sus compañeros en la Regencia, y el general Aquiles Bazaine (que había sustituido a Forey) seguían la misma política de los liberales sosteniendo la vigencia de las Leyes de Reforma. Ocupando su lugar en la Regencia, el 20 de octubre protestó contra esa política diciendo: “…hubiera podido ahorrarse el erario francés los millones invertidos en la guerra … y a los pastores la pena y el vilipendio de volver de su destierro, bajo la salvaguardia de este nuevo orden de cosas, a presenciar la legitimación del despojo de sus iglesias y la sanción de los principios revolucionarios.”[5]A instancias de Bazaine, los generales Juan Almonte y Mariano Salas (los tres militantes de la masonería escocesa), destituyeron a Monseñor Labastida como miembro de la Regencia el 17 de noviembre de 1863.


Maximiliano, también militante de las logias masónicas escocesas, arribó a México el 28 de mayo de 1864 y desde su llegada hostilizó al arzobispo Labastida y al Nuncio Pedro Francisco Meglia; éste rechazó rotundamente el intento de Maximiliano de establecer un «neo-patronato» basado en un proyecto de nueve puntos. La respuesta escrita del Nuncio decía que el proyecto era “contrario a la doctrina, a la disciplina actualmente en vigor de la Iglesia y a las leyes canónicas sagradas, proyecto que quiere despojar a la Iglesia de todos sus bienes, de su jurisdicción, de sus inmunidades y hacerla en todo dependiente y esclava del poder civil ”.[6]Ante tal respuesta, Maximiliano forzó la salida del país del Nuncio Pedro Francisco Meglia y quiso entonces reunir a los obispos que aún residían en México para que aprobaran su proyecto, pero el arzobispo Labastida se opuso y evitó la realización de dicha reunión.


Cuando el imperio de Maximiliano estaba ya amenazado de muerte, Monseñor Labastida partió a Roma para atender la invitación de la Santa Sede a asistir a la celebración del decimoctavo Centenario del martirio de San Pedro. Estando en Roma supo del fusilamiento de Maximiliano ocurrido en junio de 1867 y de la consecuente restauración del régimen republicano bajo la égida de Benito Juárez; ello significaba la cancelación de toda posibilidad de regresar a México y se trasladó a España donde recibió la convocatoria para asistir al Concilio Ecuménico Vaticano I, el cual dio inicio el 8 de diciembre de 1869 y donde Monseñor Labastida participó en la Comisión de Disciplina Eclesiástica. Como fueron tantos los mexicanos que de una u otra manera lucharon o simpatizaron con el Imperio, Juárez decretó una amnistía general y el arzobispo Labastida pudo finalmente regresar a México en mayo de 1871. Al año siguiente falleció Benito Juárez y las disputas entre los liberales les hicieron dejar un poco al lado su hostilidad hacia la Iglesia. En 1876 el general Porfirio Díaz asumió la presidencia de la República y como buscaba poner fin a las turbulencias sociales y políticas, sin derogar las Leyes de Reforma dejó de aplicarlas rigurosamente. En esa precaria libertad, los obispos de México con Monseñor Labastida y Dávalos a la cabeza, pudieron reorganizar a la Iglesia que paulatinamente recuperó su papel de Madre y Maestra en el seno de la sociedad mexicana. En 1889 Monseñor Antonio Pelagio Labastida y Dávalos, arzobispo de México, celebró con gran pompa sus bodas de oro sacerdotales en la Basílica de Guadalupe. Falleció en la Hacienda de Yautepec en el Estado de Morelos, el 4 de febrero de 1891.


Notas

  1. Schlarman., p. 353
  2. Ibídem, p. 354.
  3. Instrucciones del 3 de julio de 1862 al general Forey, citado por Orozco Farías, documento 18, p.279.
  4. Schlarman, p. 382
  5. Orozco Farías, Documento N.III, p.297
  6. Ibídem, documento seis, p. 299


Bibliografía

Schlarman. Joseph H, L. México, tierra de volcanes. Porrúa, México, 14 edición 1987

Orozco Farías Rogelio. Fuentes Históricas, México 1821-1867. Progreso, México, 1965


JUAN LOUVIER CALDERÓN