LAICIDAD EN URUGUAY

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El término «laicidad» ha demostrado no ser un concepto unívoco, pudiendo evocar distintos significados o énfasis diferentes según los contextos, las culturas y los actores sociales que lo utilizan. «Laicidad» y « laicismo» muchas veces aparecen o se presentan como sinónimos, sin embargo son dos conceptos diferentes.

El término aparece por primera vez en Francia en el Diccionario de Littré de 1877, que define el término «laicidad» como “Neutralidad del Estado respecto a todas las religiones, tolerante con todos los cultos”. Generalmente el concepto de laicidad se asocia fuerte y casi exclusivamente con Francia, si bien en América Latina hay experiencias similares.

Uruguay es un país en el que la laicidad tiene una impronta y un impacto culturales similares a Francia. En México, el concepto está también muy presente en el debate y la práctica social de, al menos, una parte del país: en el Distrito Federal y zonas de influencia hay una reivindicación de una laicidad casi a la francesa, en tanto que en Guadalajara y su zona de influencia esto no es para nada apreciable. Esta doble realidad remite a la necesidad de contextualizar los conceptos y desencializarlos.

Puede afirmarse que la laicidad es un arreglo para la convivencia que propugna la libertad de conciencia de las personas y la independencia del Estado y la sociedad de cualquier organización religiosa, y que se expresa en formas jurídicas, políticas y culturales concretas que varían de acuerdo a los contextos socio-históricos específicos.

En perspectiva histórica, hay al menos dos vetas de desarrollo de la laicidad, aquella que se vincula a un fuerte enfrentamiento entre Estado e instituciones religiosas, como es el caso de Francia, México, y Uruguay; y la veta anglosajona que –sin tener la lengua inglesa una palabra para traducir «laicidad»- vive lo fundamental de ella sin conflicto entre Estado e instituciones religiosas.

Los impactos en las diversas sociedades de estos antecedentes históricos generan resultados distintos en cada una de ellas. En aquellas en que el enfrentamiento con la Iglesia, en medio del proceso secularizador, fue fuerte e intenso, se instaló también un fuerte anticlericalismo y se desplazó lo religioso al ámbito de lo privado; en tanto en aquellas sociedades, sobre todo las anglosajonas en que esto no fue un conflicto, lo religioso no se desplazó del espacio público.

La laicidad no se circunscribe a aspectos jurídicos y de organización de las relaciones de las instituciones religiosas con el Estado. En su base se encuentra la libertad de conciencia y de creencias, el pluralismo y la convivencia.[1]

Exige un conjunto de arreglos institucionales y societales que garanticen a la vez la libertad de conciencia y la de religión, y para ello se hace necesario la separación y la neutralidad del Estado.

Si los Estados toman partido por una religión, restringen la libertad de conciencia y de expresión al imponer su visión al conjunto de la sociedad, por ello es necesaria la separación. En muchos casos, la separación es formal y activa; en otros casos, no hay separación (Inglaterra, Noruega, Dinamarca) al existir una iglesia nacional, pero el Estado toma decisiones en función de su legitimidad popular y no en base a las convicciones religiosas de las iglesias con las que están vinculados.

La neutralidad del Estado, o sea, la no imposición de una creencia religiosa, puede vivirse de forma diferente, según el itinerario propio de cada sociedad. En algunos lugares, y fruto de una actitud más propia del laicismo que de la laicidad, la neutralidad se identifica con ignorancia. Es decir se ignora la existencia de lo religioso; al Estado no le importa. En otros lugares la neutralidad tiene un énfasis diferente, ser neutro frente a todas y reconocer a todos los ciudadanos sus convicciones religiosas y reconocer a las instituciones religiosas en lo que aporten a la convivencia.

En suma, la laicidad tiene por objeto organizar la convivencia de una colectividad humana respetando las creencias o increencias de todos sus ciudadanos, no tomando partido por ninguna opción creyente o increyente. Existe para que podamos vivir juntos, asegurándonos las condiciones para la convivencia pacífica y plural, y tomando las medidas para que eso pueda ser efectivo así como el ejercicio de la libertad de conciencia y religión.

Las formas concretas en que se han dado los diversos procesos laicizadores en el mundo han ido dándole una impronta a la forma de vivir. Siguiendo a Milot,[2]se pueden identificar al menos cinco énfasis en la laicidad, a modo de tipos ideales weberianos en donde entran los énfasis: 1- separatista, 2- anticlerical o antirreligiosa, 3- autoritaria, 4-de fe cívica, y 5- de reconocimiento.

Identifica en cada categoría elementos que aparecen en las formas histórico concretas de laicidad: el énfasis en la separación Iglesia-Estado; una laicidad en la que el anticlericalismo y lo antirreligioso tienen un lugar central; una laicidad autoritaria, impuesta desde arriba; otra de fe cívica que conduce al modelo por el que ciertos valores deben ser del conjunto de la sociedad y los ciudadanos deben adherir a ellos; y una laicidad de reconocimiento que “se caracteriza por un reconocimiento de la autonomía de pensamiento de la que cada ciudadano es portador, en donde se da la primacía a la justicia social por el hecho de que la libertad de conciencia y de religión, lo mismo que la igualdad, son derechos inalienables. La expresión libre de sus propias elecciones religiosas o morales en la vida pública se convierte en una preocupación en lo más profundo de este ajuste laico de las instituciones y de las políticas públicas.”[3]

De la misma manera que no existe un modelo único de laicidad, no existe una “verdadera” laicidad; esta se va construyendo históricamente y redefiniendo en cada momento.

Pese a que la palabra « laicismo» está ciertamente emparentada con la de laicidad, refiere a fenómenos diferentes. El término laicismo hace referencia a una actitud o posición de grupos sociales o del propio Estado, que tienen como objetivo luchar contra el poder de las instituciones religiosas en la vida social o política. Según Milot,[4]la definición más conocida del laicismo es la de una doctrina o ideología que tiende a hacer de la laicidad un combate contra las pretensiones de las Iglesias para regir la vida pública.

El laicismo se hace ideología y toma, con frecuencia, la forma de dogmatismo religioso. Se manifiesta en el seno de movimientos militantes que pretenden la desaparición de todo signo religioso del espacio público.

En Uruguay, la separación Estado-Iglesia católica se produce formalmente con la Constitución de 1919, cuyo artículo 5º expresa: “Todos los cultos religiosos son libres en el Uruguay. El Estado no sostiene religión alguna. Reconoce a la Iglesia Católica el dominio de todos los templos que hayan sido, total o parcialmente, construidos con fondos del erario nacional, exceptuándose solo las capillas destinadas al servicio de los asilos, hospitales, cárceles u otros establecimientos públicos. Declara asimismo exentos de toda clase de impuestos a los templos consagrados actualmente al culto de las diversas religiones.”

Este acontecimiento, la separación formal y real de la Iglesia y el Estado, está en el origen del modelo uruguayo de laicidad. Uruguay construyó un modelo de laicidad prescindente de lo religioso. Pese a la formulación amplia del artículo constitucional, la práctica del modelo de relación con lo religioso y las instituciones religiosas fue caracterizada por fuertes enfrentamientos entre el Estado y la Iglesia Católica en los momentos previos a la separación. Con posterioridad a ella, se fue construyendo una laicidad que evidencia elementos que nos permiten ubicar en el país tres tipos de modelos de la propuesta de categorización de Millot: la laicidad anticlerical, la antirreligiosa y la de fe cívica.

La impronta iluminista y anticlerical de los actores que han ido hegemonizando el modelo de laicidad es clara, aún hasta nuestros días, cuando algunos sectores de la sociedad ven, en la Iglesia católica principalmente y también en otras confesiones, un sinónimo de oscurantismo e ignorancia, ajenos al progreso, destinadas a subordinar voluntades de seres libres y, por lo tanto, su actuación pública tiene a despreciar las creencias en Dios y las instituciones religiosas.

A su vez, la construcción del Estado uruguayo y más precisamente de “La República” demandaban la eliminación y el abandono de cualquier tipo de adhesión particular, de origen, de religión. La construcción republicana en lo formal, pero fundamentalmente en lo cultural, implicó el establecimiento de una “fe cívica” por la cual el ciudadano debe esperar todo de la República y de su actor fundamental, el Estado, a la vez que debe alejarse de pertenencias e identidades particulares, que son aceptadas, siempre y cuando no disputen la legitimidad de la República y el Estado.

Con anterioridad al proceso de separación institucional, se desarrollaron diversos momentos de confrontación entre el Estado naciente y la Iglesia católica, que tuvieron diversas aristas y episodios. Al conjunto de esos elementos la historiografía local los ha denominado como “el proceso de secularización uruguaya”.


NOTAS

  1. Velasco: 24
  2. 2009:39
  3. Milot: 55
  4. 2009:12

BIBLIOGRAFÍA

BAUBEROT, Jean, Histoire de la laïcité en France, Paris, 2010,

BAUBEROT, J., “A favor de uma sociologia intercultural e histórica da laicidade”, Revista Civitas- Revista de Ciências Sociais, Porto Alegre, vol. 11, nº 2, mayo-agosto, 2011, 284-302;

BLANCARTE, Roberto, laicismo en América Latina, México, 2008; Dictionnaire Littré, Paris, 1987;

CAETANO, Gerardo, La República Batllista, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, 2011;

CAETANO, G y GEYMONAT, Roger, La secularización Uruguaya (1859-1919). Catolicismo y privatización de lo religioso, Taurus, Montevideo 1997;

DA COSTA, Néstor, “La laicidad uruguaya”, en Revista Archives Sociales des Religions, Paris, 2009, 137-155;

MILOT, Micheline, La Laicidad, Madrid, 2009;

POULAT, Emile, Notre Laïcité publique. La France est una république laïque, Paris, 2003;

RILLA, José, La actualidad del pasado. Usos de la historia en la política de partidos del Uruguay (1942-1972), Editorial Sudamericana Uruguaya, Montevideo, 2008;

VELASCO, Demetrio, “La construcción histórico-ideológica de la laicidad”, en DA COSTA, N. (ed.) Laicidad en América Latina y Europa, Montevideo, 2006;

MARIANO, Ricardo (org) “Laicidades en debate”, en Revista Civitas- Revista de Ciências Sociais, Porto Alegre, mayo-agosto 2011, 179-181.


NÉSTOR DA COSTA VELÁZQUEZ