Diferencia entre revisiones de «LIBERALISMO MEXICANO; De la revolución social a la revolución constitucional»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Revisión del 05:32 16 nov 2018

Al salir al público la entrevista Díaz-Creelman, se creó una agitación en el país que desembocó en una revolución. De 1910 a 1917, cuando se proclamó una nueva Constitución, fueron años de luchas encontradas, que se pueden dividir en dos etapas: una primera con Francisco I. Madero como jefe, enarbolando el Plan de San Luis del 20 de noviembre de 1910, hasta su muerte el 22 de febrero de 1913; y la segunda, desde el Plan de Guadalupe con Venustiano Carranza a la cabeza, del 26 de marzo de 1913 hasta la proclamación de la Constitución de México el 5 de febrero de 1917.

La revolución social, 1910-1913

Francisco I. Madero, rico hacendado de Parras Coahuila, matriculado por poco tiempo en el Colegio Jesuita de San José, en Saltillo, que le dejó en su espíritu sentimientos contradictorios: “Me impresionaron fuertemente sus enseñanzas (...) (pero) me hicieron conocer la religión con colores sombríos e irracionales”,[1]tras un breve período en Baltimore, Estados Unidos, se establece en París hasta 1892. Y hace “el descubrimiento que más ha hecho por la trascendencia de (su) vida”:[2]el espiritismo. A su regreso a México, organiza círculos espiritistas y una gran labor caritativa. Se descubre “médium escribiente”, los espíritus que le visitan le hablan de su misión libertadora. Comienza a escribir un libro y llevar una vida ascética y recibe en noviembre de 1908 una “visita”: el espíritu de Benito Juárez que le indica su misión por el bien de la patria, una lucha contra la dictadura. Por fin sale al público su libro La sucesión presidencial de 1910, iniciando su trayectoria revolucionaria.[3]

El Plan de San Luis

Madero recorre el país como candidato a la presidencia de la república para las elecciones de 1910. Su presencia desborda entusiasmo, por este motivo, estando ya cercana la fecha de elecciones, el día 7 de junio fueron detenidos en Monterrey Francisco I. Madero y Roque Estrada, acusados de incitar al pueblo a la rebelión, siendo liberados hasta el 22 de julio, pasada ya la elección presidencial del 26 de junio, donde surgió triunfador el general Porfirio Díaz.

Madero evade la vigilancia y huye a Estados Unidos, e invita a la nación a levantarse en armas contra la dictadura el 20 de noviembre, bajo el lema “Sufragio Efectivo y No Reelección”; prometiendo restitución de tierras y mejoramiento de vida de los obreros; nombrándose Presidente provisional y jefe de la revolución.[4]Con el apoyo de Pascual Orozco y Francisco Villa en el Norte y el levantamiento de Emiliano Zapata en el sur, la revolución tomó fuerza, siendo las líneas férreas del norte, occidente y oriente, los principales puntos de acción, el instrumento de la dictadura se volvió contra ella. En la capital, como eco de los triunfos del movimiento revolucionario hay motines contra Díaz. Quien renuncia finalmente y se exilia con la firma de los Tratados de Ciudad Juárez el 21 de mayo de 1911.

Madero entra triunfante en la ciudad de México, siendo electo presidente constitucional el 6 de noviembre de 1911. Sin embargo mantuvo a miembros del régimen anterior junto con representantes de la revolución, con un espíritu conciliador.

Las fuerzas del antiguo régimen: hacendados, empresarios, ejército y extranjeros confabularon contra un gobierno débil. La coyuntura ideal para destruir a Madero fue el cuartelazo del 9 de febrero de 1913, inicio de la Decena Trágica, que culminó con el arresto de Madero y Pino Suárez el 18 de febrero y sus asesinatos el 22 del mismo mes, asumiendo el poder el traidor Victoriano Huerta.[5]

La participación política de los católicos

Durante el período de la revolución maderista la Iglesia mantuvo y potenció su presencia, aprovechando el desarrollo logrado en el periodo porfirista, adquiriendo un matiz de participación política, la semilla sembrada por la encíclica Rerum Novarum de León XIII seguía dando frutos. A raíz de la entrevista Díaz-Creelman, los católicos se decidieron por una participación política.

A fines del verano de 1909, Gabriel Fernández Somellera organizó el Círculo Católico Nacional que sustituyó al viejo Círculo Católico de México, asesorado por los jesuitas, cuyo propósito era “la unión de los católicos de la República para que trabajando todos de consuno pueda evitarse la descristianización de nuestro pueblo”.[6]Los estatutos establecían siete medios para lograrlo: buen ejemplo mutuo y prácticas religiosas; bibliotecas y salas de lecturas; periódicos y ediciones católicas; agrupaciones obreras; cooperativas, mutualistas, cajas de ahorro y bolsas de trabajo; conferencias morales o científicas y de “academias” de enseñanza; y unión y comunicación con otros círculos católicos.[7]Este sería la estructura inicial sobre la que se formaría el Partido Católico Nacional (PCN).

El PCN se fundó el 5 de mayo de 1911, cuando los católicos sintieron necesidad de tomar posición ante el hundimiento de la dictadura, con la convocatoria que Mons. Mora y del Río, Arzobispo de México hizo a los directores del Círculo Católico y a los Operarios Guadalupanos.[8]Cuyo programa se proponía “ejercitar, dentro de las instituciones existentes, el derecho de exigir la reforma de la legalidad sobre la base constitucional de la libertad religiosa, y conseguir la libertad de enseñanza, la efectividad del sufragio, la inamovilidad del Poder Judicial, la aplicación a los problemas sociales de las soluciones que suministra el cristianismo, y la fundación, desarrollo y fomento de las instituciones de crédito para la agricultura y comercio en pequeño”,[9]y adoptando como lema: “Dios, Patria y Libertad”.

En el PCN concurrieron tres corrientes del catolicismo sociopolítico mexicano: la social, la liberal y la demócrata. Los católicos consideraron como primer deber lanzarse a la palestra partidaria, aún cuando la idea católica de la gestión política no era uniforme.[10]Por un telegrama se dio aviso de su creación a don Francisco I. Madero que venía a la Capital, su contestación fue en tono grato, considerándolo como “el primer fruto de las libertades que hemos conquistado”.[11]

Durante los meses de mayo, junio y julio de 1911, se organizó y se expandió el PCN. En la Capital fueron los integrantes del Círculo Católico Nacional quienes constituyeron los puestos directivos, mientras que en los estados fueron los centros de Operarios Guadalupanos los que formaron el PCN.[12]Este adoptó a Madero como candidato presidencial y votó por él.

Los obispos multiplicaron sus cartas pastorales sobre el deber sagrado de las elecciones, de tal modo que en las elecciones de 1912, el PCN obtuvo un triunfo absoluto: habían obtenido 100 curules en el Congreso, las cuales fueron reducidas a 4 senadurías y 19 diputaciones federales, debido a las numerosas anulaciones a las que recurrió el miedo jacobino ante tal triunfo. En Jalisco y Zacatecas el PCN ganó la gubernatura y el Congreso, y numerosas alcaldías estaban en sus manos, principalmente las de Puebla y Toluca.

Arrastrado por la caída de Madero, el PCN tuvo una breve existencia en el campo político; sin embargo su tiempo estuvo marcado por iniciativas sociales a favor de los obreros y los campesinos.[13]La inestabilidad del gobierno de Madero propició que las fuerzas del antiguo régimen amenazaran la permanencia del PCN, por lo que el secretario de Gobernación, Rafael Hernández, pidió al representante pontificio, Mons. Boffiani, “la influencia del clero para lograr la pacificación del país, sacudido por intenso movimiento de revolución y bandidaje”.[14]La Jerarquía católica respondió a los deseos del gobierno, y reunidos en la Gran Dieta Obrera de la Confederación de los Círculos Católicos Obreros, del 19 al 23 de enero de 1913, en Zamora, los ocho prelados presentes enviaron una carta al PCN recordando la doctrina de la Iglesia acerca del origen del poder, manifestando la “obediencia que se debe a la autoridad constitucional (...) la ilicitud absoluta de la rebelión contra las mismas autoridades”.[15]

Tanto el asesinato de Madero y Pino Suárez como el golpe de estado de Huerta, fueron condenados por el obispo de Morelia, Mons. Leopoldo Ruiz y Flores; y tanto la Iglesia como el PCN se mantuvieron a distancia de aquel a quien llamaban “usurpador”, aunque no todos, lo que ocasionó, en cierta manera, la acusación de Venustiano Carranza de la implicación de la Iglesia en la usurpación de Victoriano Huerta.[16]Con estos acontecimientos no terminaba la revolución, más bien se iniciaba una segunda etapa, donde la Iglesia de nuevo se vería hostigada, preparándole un camino de martirio.

La participación social de los católicos

Para mejorar la situación de los obreros se crearon dos organizaciones: La Casa del Obrero Mundial en julio de 1912, de tendencia anarcosindicalista, que afirmaba la lucha de clases y la organización del proletariado; y la Confederación de Círculos Obreros Católicos, inspirada en la Doctrina Social de la Iglesia. Esta Confederación se organizó en el mes de diciembre de 1911 y señaló que tiene “por tarea el mejoramiento de una clase que en concurrencia con las demás que forman la sociedad, sufre y padece, por un desequilibrio social (...) el marco en que encaja nuestra labor es bien definido: responde a las enseñanzas del gran León XIII, sobre el ejercicio de la democracia cristiana”.[17]

Era la respuesta a las ideas socialistas que pretenden “pervertir el entendimiento del pueblo con funestos errores y corromper su corazón con el odio de clases”.[18]El Obispo de Zamora José Othon Núnez y Zárate, en su discurso de apertura de la Segunda Gran Dieta dijo que los Círculos de Obreros son “medios de acción católica social, para instruir y moralizar a la clase obrera y procurarle en algún grado el bienestar material”.[19]Sin embargo su participación se extendió a la política, participando en las elecciones convocadas en el D.F. postulando un obrero para Diputado propietario y otro para suplente por el PCN.[20]

A principios de 1913 la Confederación de Círculos Católicos Obreros contaba con 14439 socios, con una gran actividad educativa, doctrinal, cooperativa y religiosa.[21]Sin embargo estaba cercano ya el fin del gobierno de Madero; los rumores se dejaban sentir, por tanto el Arzobispo de Michoacán advertía: “Nunca una revolución ha traído algún bien que compense los daños que acarrea consigo. Lo que siempre ha hecho, es cambiar de abusos, sustituir clases, haciendo que la oprimida se convierta en opresora. Por esto sin duda, entre otras gravísimas razones, la Iglesia condena de la manera más absoluta y solemne el llamado derecho de rebelión”.[22]Sin embargo a principios de febrero de 1913, poco más o menos a un mes de la Segunda Gran Dieta Obrera, estalló la Decena Trágica que marcó un nuevo período de la revolución.

La revolución constituyente, 1913-1917

Con la muerte de Madero y el comienzo del movimiento revolucionario en el norte con Carranza, Obregón y Villa, se inicia una nueva etapa revolucionaria: la lucha constitucionalista, de marcado sabor anticatólico, que culminará con la Constitución de 1917, conteniendo leyes totalmente hostiles hacia la Religión Católica.

La revolución de Venustiano Carranza

Carranza nació en Cuatro Ciénegas el 29 de diciembre de 1859, de filiación juarista; su padre, don Jesús Carranza, fue un fiel adepto a Benito Juárez, “todos los hijos de don Jesús conocerían la historia de aquél zapoteca (...) Pero entre todos, hubo uno que guardó el ejemplo de Juárez como tabernáculo en su memoria. Era el undécimo hijo (...) Venustiano”.[23]

En 1909, había lanzado su candidatura para gobernar su Estado, sin embargo Porfirio Díaz optó por su adversario; esto valió un acercamiento a Madero que lo mira al principio con recelo: “Diré a usted que no somos sistemáticos opositores de don Venustiano Carranza, pero antes de que trabajemos por él, necesitamos estar organizados y saber cuál es su programa político y cuáles sus tendencias”.[24]Sin embargo, Venustiano le muestra lealtad por lo que aumenta la cordialidad, como lo prueba la numerosa correspondencia entre ellos;[25]sin embargo al triunfo de la Revolución ambos se distancian debido a las distintas concepciones de la revolución: idealista y conciliador Madero, práctico en un estado de derecho Carranza, aún cuando éste públicamente lo niega: “Es inexacta la noticia que publicó un periódico de México, relativa a que entre el señor Presidente Madero y yo haya surgido un disgusto. No ha ocurrido ninguna desavenencia”,[26]pero las palabras de Madero son contundentes: “¿cómo se le ocurre a usted que nombre Ministro de gobernación a don Venustiano, que es un viejo pachorrudo que le pide permiso a un pie para adelantar el otro? Usted, coronel, es de los enamorados de Carranza; ya se arrepentirá”.[27]

Ante el cuartelazo de la madrugada del 9 de febrero, Carranza invita a Madero a trasladarse a Coahuila, donde cuenta con el apoyo del gobierno y del pueblo, sin embargo el mensajero Francisco J. Múgica no puede entrevistarse con Madero. Hábilmente, el traidor Victoriano Huerta, tras la detención de Madero y Pino Suárez, ocupa la Presidencia del país, enviando un mensaje lacónico a los gobernadores de los estados de la República: “Autorizado por el Senado he asumido el Poder ejecutivo, estando presos el Presidente y su Gabinete”.[28]Los gobernadores aceptan, sea con un apoyo directo o con su silencio; el único que se opone es el gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza que, con autorización del Congreso del Estado: Desconoce al general Victoriano Huerta como Presidente del país, obtiene amplias facultades para armar fuerzas en defensa del orden constitucional y convocar a los gobiernos de los Estados y Fuerzas federales y rurales a secundar esta actitud.[29]

El Plan de Guadalupe

Decidido a combatir por el orden constitucional, Venustiano Carranza organiza un pequeño ejército; el 26 de Marzo de 1913, en la hacienda de Guadalupe, se firmó el Plan del mismo nombre, que básicamente contiene el desconocimiento de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial y los gobiernos que apoyen a éstos; organización del Ejército Constitucionalista y primer jefe a Carranza; interinato del mismo como Presidente de la república al entrar en la ciudad de México e inmediata convocación a elecciones tan pronto se haya logrado la paz.[30] Se unen inmediatamente el gobierno del Estado de Sonora, ante la presión de Álvaro Obregón, Plutarco Elías Calles, Manuel M. Diéguez, Salvador Alvarado, Juan Cabral y Benjamín Hill. En los meses inmediatos expidió los primeros decretos, entre ella la del 14 de mayo, resucitando la Ley de Juárez del 25 de enero de 1862, contra los traidores a la Patria.

Se une Francisco Villa y con Álvaro Obregón destacan como estrategas a pesar de no haber hecho estudios militares. La revolución se extendía y el Ejército federal era cada vez incapaz de contener el torbellino. Hacen su aparición los intereses obreros y agrarios, el Lic. Isidro Fabela en discurso del 1 de mayo de 1913, arenga el triunfo del trabajador contra los ricos, por ello “hay muchos prejuicios que destruir, ignorancias radicales e intereses opuestos que vencer, y, más que nada, nobles doctrinas que predicar”,[31]y el general Lucio Blanco hizo la primera distribución agraria de la revolución, repartiendo las tierras de la hacienda “Los Borregos” en Tamaulipas, el 30 de agosto de 1913, iniciando el acto con el Himno de la Marsellesa y discurso del Jefe del Estado Mayor, C. Francisco J. Múgica que condenó “el régimen feudal de la propiedad, con anatemas contra la servidumbre y el despotismo de las oligarquías criollas”.[32]

La lucha armada del sur reconocía a Emiliano Zapata como jefe supremo, el Plan de Ayala era poderoso imán que atraía a millares de campesinos. A fines de abril de 1914 el norte del país estaba prácticamente en poder de la revolución, como los Estados de Morelos, Guerrero, parte de Puebla, Veracruz, San Luis Potosí y otras entidades. El 21 de abril, a bordo de diecinueve buques de guerra, los marines de los Estados Unidos tomaron el puerto Veracruz en apoyo a Carranza. Cada día la presencia revolucionaria crecía en todo el país; el 15 de julio de 1914, Victoriano Huerta presenta su renuncia a la Presidencia, abandonando el territorio nacional. El 15 de agosto de 1914, entró a la ciudad de México el general Álvaro Obregón y cinco días después llegó a la capital el “Primer Jefe” del Ejército Constitucionalista.

La persecución a la Iglesia y el Clero

[33]Las acciones violentas contra el clero, los religiosos y la Iglesia no se hicieron esperar, como había prometido Carranza en las Adiciones al Plan de Guadalupe. Las Leyes de Reforma despertaron: los sacerdotes y religiosos extranjeros fueron expulsados y con ellos numerosos mexicanos, obispos obligados a exiliarse –sea en Estados Unidos o Cuba -, reglamentación del número de sacerdotes en las poblaciones y la celebración del culto, ejecución de sacerdotes arbitrariamente; el caso de las religiosas fue más dramático porque muchas de ellas fueron violadas y engendraron hijos de ese estupro.

Las Iglesias fueron expropiadas y convertidas en refectorios, almacenes, cuarteles, caballerizas; los objetos de culto –vasos sagrados, imágenes, vestiduras- fueron objeto de escarnio y sacrilegio. Fue muy común la quema de confesionarios, encarcelamiento y fusilamiento de imágenes religiosas; en la ciudad de Mérida, Yucatán, fue “reducido a prisión” el Cristo de las Ampollas, venerada imagen del pueblo católico yucateco.

Esta acumulación de imágenes dantescas de un odio feroz contra la religión, laceraba lo más profundo del mexicano, era el asombro, la impotencia, era una pesadilla de la cual se quería despertar. Sus “liberadores”, eran al mismo tiempo sus agresores.

El anticlericalismo durante la revolución constitucionalista

Durante la revolución constitucional la Iglesia sufrió la persecución, acusada de haberse aliado con el usurpador y estar en contra de la revolución afirmando falsamente: “los púlpitos fueron usados como tribunas políticas, desde donde se atacó a la Revolución constitucionalista y a los revolucionarios y se defendió a Huerta y a lo que representaba la usurpación”.[34]Carranza acusó a al clero de ser responsable de la muerte de Madero y aliado de Huerta;[35]a los reunidos en la hacienda Guadalupe les dijo: “Los terratenientes, el clero y los industriales son más fuertes y vigorosos que el gobierno usurpador; hay que acabar primero con éste y atacar después los problemas que con justicia entusiasman a todos ustedes”,[36]ante el reclamo de incluir la cuestión agraria y obrera en el Plan de Guadalupe.

Las tropas de Villa y Carranza el 8 de julio de 1914, en el llamado Pacto de Torreón, afirmaban que “siendo la actual contienda una lucha de los desheredados contra los abusos de los poderosos, y comprendiendo que las causas de las desgracias que afligen al país emanan del pretorianismo, de la plutocracia y de la clerecía, las Divisiones del Norte y del Noroeste se comprometen solemnemente a combatir (...) y a corregir, castigar y exigir las debidas responsabilidades a los miembros del clero católico romano que material e intelectualmente hayan ayudado al usurpador Victoriano Huerta”,[37]y pocos días después el 23 de julio de 1914, el gobernador y comandante militar del estado de Nuevo León, Antonio Villarreal, decretó que: “por motivos de salud pública, y atendiendo al dictado de ineludibles deberes de moralidad y justicia, este gobierno se ha propuesto castigar, dentro de los límites del estado de Nuevo León, al clero católico romano”;[38]siguen consideraciones acusatorias sobre el clero y la reglamentación de las escuelas y el culto católico.

Habiendo entrado Carranza en la ciudad de México, procuró el entendimiento con los zapatistas, que pretendieron la total sumisión al Plan de Ayala, mientras que con Villa se buscaba tratar su asistencia a la Convención de jefes constitucionalistas que habría de iniciar el 1 de octubre en la ciudad de México. Esta Convención no cristalizó por los intereses diversos de los jefes revolucionarios y tuvo que ser trasladada de México a Aguascalientes, con sesiones tormentosas que por poco se convertían en tragedias por los enfrentamientos entre villistas, zapatistas y carrancistas.

El 27 de octubre renunciaba el Primer Jefe, Venustiano Carranza, siempre que Villa y Zapata se retiraran a la vida privada. Aceptada esta propuesta se traslada la Convención a México y se nombra presidente interino al general Eulalio Gutiérrez; sin embargo Carranza no acepta, la Convención se traslada a San Luis Potosí y luego a Querétaro. Ante tal situación, Carranza, el 12 de diciembre de 1914, en Veracruz comunica las Adiciones al Plan de Guadalupe, que considera la situación y decreta la subsistencia del Plan de Guadalupe, la expedición de leyes para satisfacer las necesidades económicas sociales y políticas del país, entre éstas la “revisión de las leyes relativas al matrimonio y estado civil de las personas, disposiciones que garanticen el estricto cumplimiento de las leyes de reforma...reformas políticas que garanticen la verdadera aplicación de la Constitución de la República”.[39]

El 25 de diciembre de 1914 legaliza el divorcio, y el 29 de enero de 1915 modifica las disposiciones sobre el matrimonio civil. El 22 de agosto decreta sobre los inmuebles eclesiásticos. Todos estos decretos buscaban, como en el tiempo de la Reforma, ser incorporadas a la Constitución, que más adelante convocaría. El 17 de febrero de 1915, la “Casa del Obrero Mundial” se adhiere a la revolución con un Pacto que expresa el compromiso de cumplir el decreto de las Adiciones al Plan de Guadalupe, tomar las armas para combatir en el ejército Constitucionalista con la denominación de “rojos” y establecer centros de propaganda a favor de la causa revolucionaria.[40]

El 22 de diciembre de 1915, se publicó una lista de diez puntos que sintetizan las líneas más objetivas y verdaderas de la persecución en contra de la Iglesia:[41] 1. Encarcelar o ahuyentar a los pastores para dañar con más facilidad al rebaño.

2. Expulsión de los religiosos y de los padres diocesanos extranjeros.

3. Expulsión de monjas, o disolución de los conventos, exceptuando quizás a las que se dedicaban a obras de beneficencia.

4. Confiscación de bienes eclesiásticos y aún de las propiedades particulares.

5. Profanación y clausura de los templos católicos, e inventario de sus utensilios; sólo algunas cosas se devolverían bajo determinadas condiciones.

6. Supresión de toda enseñanza religiosa aún en las escuelas particulares, si es que no se eliminaban éstas también; aquí se incluía la clausura de los seminarios.

7. Supresión de toda prensa independiente, en particular de la católica y confiscación de las imprentas.

8. Activa propaganda teórico-práctica del socialismo más radical y antirreligioso, inculcándolo aún entre los analfabetas de las rancherías más remotas por medio de agentes de propaganda, especie de misioneros laicos.

9. Prohibir la confesión, impedir la proclamación de la Palabra de Dios, limitar la celebración de las misas y entorpecer todo el ministerio sacerdotal, para quedar este nulificado.

10. Por estos y semejantes procedimientos se pretendía reducir al clero a la indigencia para ponerlo en la alternativa de morirse de hambre o apostatar, ayudando a esto último con halagos y promesas.

En el mes de enero de 1916 se realizó en Yucatán el Primer Congreso Feminista convocado por el general Salvador Alvarado, cuyas conclusiones ponen de manifiesto un claro anticatolicismo: IV) enseñanza laica, V) Evitar en los templos la enseñanza de la religión a menores de 18 años, VIII) Conferencias para ahuyentar de los cerebros infantiles el negro temor de un Dios vengativo.[42]

Toda esta acción anticatólica fue preparada porque “la meta del Gobierno Constitucionalista, en lo referente a la Iglesia Católica Mexicana, es obligar a la estricta observancia de las leyes conocidas como Leyes de Reforma, las cuales hasta el momento actual han sido desatendidas. El gobierno Constitucionalista exige el cumplimiento de esas leyes, porque estas forman parte integrante de la Constitución Mexicana. Esas leyes deben mantenerse porque las causas que demandaron su promulgación están todavía vigentes en el país”.[43]

El porque de este odio, podemos dividirlo en dos rubros: uno ideológico y otro práctico: el ideológico es la herencia liberal que se fue conformando a lo largo del siglo XIX, que llegó a su expresión plena en la Constitución de 1857 y las Leyes de Reforma, que sin embargo se vieron traicionadas y atadas de manos durante el porfiriato, mirando como la Iglesia tan perseguida, resurgía y crecía, siendo fuerte bastión de unión nacional. El mismo Luis Cabrera deja entrever este odio, cuando dice que “En México, el 99 por ciento de la población profesa la fe católica romana y en consecuencia, la influencia del clero católico en asuntos religiosos no tiene contrapeso de ninguna especie (...) Las Leyes de Reforma son una colección de reglas aprobadas antes de 1860, con el objeto de privar a la Iglesia Católica de su poder temporal”.[44]Cuestiones prácticas sería la creencia general de que los sacerdotes eran ricos y la Iglesia poseía fabulosos tesoros, una desconfianza hacia los extranjeros –de los cuales unos eran miembros del clero- y la desconfianza de la Iglesia sobre las doctrinas socio-políticas para mejorar al país.[45]

Es en esta situación que transcurren los años de 1913 a 1917, cuando una nueva Constitución marcaría aún más esta persecución. El Congreso Constituyente no dejaría pasar un momento para señalar la influencia maléfica de la Iglesia en la sociedad, el ataque que debe haber contra ella para destruirla, procurando leyes anticatólicas; todo esto propuesto con palabras groseras y ofensivas. Se legislaba por México, contra México.

El Congreso Constituyente, 1916-1917

Retornando Carranza a la capital del país, después de recorrer triunfalmente doce estados, decenas de ciudades y cientos de poblados,[46]compañado de su comitiva,[47]convoca al Congreso Constituyente. Éste debía representar a la nación y elaborar una nueva Constitución. Se dictan los preliminares para su formación, en él se incluyen figuras hostiles a la religión católica, de tal modo que las sesiones para la elaboración de la nueva Ley Suprema, están cargadas de frases y acusaciones contra la fe y la religión.

Antecedentes del Congreso Constituyente

El Congreso Constituyente de Querétaro de 1916-1917 encuentra sus raíces en el Programa del Partido Liberal Mexicano[48]del 1 de julio de 1906, que pide la aplicación de la Constitución de 1857, reformas constitucionales, restricciones a los abusos del clero, la cuestión agraria, obrera, educativa, y el derrocamiento de la dictadura porfirista; firman este manifiesto Ricardo Flores Magón, Presidente; Juan Sarabia, Vicepresidente; Antonio I. Villarreal, Secretario; Enrique Flores Magón, Tesorero; Librado Rivera, Manuel Sarabia y Rosalío Bustamante, Vocales.

Al triunfo de la revolución y durante la administración de Madero, los liberales vieron un tanto frustrados sus deseos por la política de conciliación mostrada por el Presidente: presencia de miembros del antiguo régimen y revolucionarios en su gabinete, y la decidida participación del PCN.

A la caída de Madero y la aparición de Carranza como jefe, se inicia la lucha por restablecer el Orden Constitucional, con el ejercicio de la Constitución de 1857 y las reformas necesarias, que derivó en el deseo de una nueva Constitución; mientras tanto se multiplicaban los libros y artículos a favor de esta iniciativa, como propaganda, tanto en el país como en el extranjero, que explicaba la insuficiencia de la Constitución de 1857 por dos razones: es moderada y la nueva situación exige cambios en ella, la revolución ha intentado remediar estas deficiencias con decretos que sin embargo deben ser incluidos en una Carta Magna, por tanto se exige una nueva Constitución verdaderamente avanzada y liberal.[49]

El 14 de septiembre de 1916, se reforman los artículos 4º., 5º. Y 6º de las Adiciones al Plan de Guadalupe del 12 de diciembre de 1914, anunciando la convocatoria al Constituyente, estableciendo normas para su constitución, y el 19 del mismo mes se emitió la formal Convocatoria al Congreso Constituyente que contiene las normas para la constitución, desarrollo y proclamación de la nueva “Constitución reformada”, objetivo del congreso.[50]

La formación del Congreso Constituyente

Las elecciones para diputados al Congreso se realizó el 22 de octubre de 1916; con los diputados electos se realizó una junta previa el 20 de noviembre en la antigua Academia de Bellas Artes de Querétaro, suspendida después por falta de quórum, reuniéndose al día siguiente con 140 presuntos diputados, realizando en total once reuniones preparatorias de aprobación de diputados e instalación de la mesa directiva. El 30 de noviembre se instalo la mesa directiva, jurando el presidente cumplir con el cargo e inmediatamente tomó el juramento a los demás diputados, haciendo la Declaración de la Instalación del Congreso.[51] Mucho antes de la elección era obvio que había tres hombres en el candelero político: Carranza, Obregón y Pablo González. Carranza esperaba dominar, pensando que su liderazgo le concedía tal honor y estimulaba a sus seguidores y cercanos colaboradores a convertirse en candidatos. Pablo González, por respeto o timidez, no participó en la campaña ni permitió que sus amigos trabajasen a su favor. Obregón impulsó a sus seguidores a unirse para elegir delegados, pero rechazó en lo personal convertirse en candidato. La mayoría de las pequeñas organizaciones momentáneas, autodenominadas partidos políticos, se inclinaron fuertemente en favor de Carranza u Obregón, sin entrar en alianza.[52]

Naturalmente en el momento de la instalación del Congreso se hicieron presentes ambas fuerzas: los Carrancistas, denominados “Liberales Renovadores” y los Obregonistas llamados Jacobinos. Desde el mismo momento de la acreditación comenzaron a ser rechazados diputados del grupo Renovador, sobre todo por haber colaborado de alguna manera con gobiernos de la oposición, pero que el mismo Carranza había traído a su gobierno, y que influyó para que fueran aceptados como miembros del Congreso.

De éstos, se convirtieron en blanco de ataque de los Obregonistas: Alfonso Cravioto, José Natividad Macías, Félix F. Palavicini y Luis Manuel Rojas, pues los consideraban influencias malévolas, especialmente Palavicini, del desagrado de Obregón y Jesús Acuña. Ya desde los escrutinios de diputados, se dieron largas discusiones entre ambas fuerzas; en el curso de éstas la brecha se ensanchó. Clara fue la feroz lucha entre Palavicini y Rafael Martínez de Escobar. El primero dependía de su habilidad oratoria, su conocimiento de leyes, la literatura y su ingenio despreciativo; el segundo utilizaba como armas la lógica y el ataque brutal:[53]Martínez de Escobar acusó a Palavicini de ser “un chaqueteador”, “carente de principios” –revolucionarios o de cualquier clase -, “de cambiar de lado conforme a la situación”, “ambicioso” y de “estorbo al congreso”;[54]Palavicini en su defensa comparó a Martínez de escobar con “un gusano, que no pasó de ser crisálida”, denunciando una intriga de Obregón y Acuña, con Esquerro, Martínez de Escobar. En otra ocasión se refirió a él como “una pulga”, “una calabaza” o “niño inepto que no sabe como estallar”.[55]

En las juntas preparatorias, los debates exacerbaron los ánimos de tal manera que se incrementó la desconfianza mutua, dificultando los trabajos efectivos de la convención, y los insultos, las injurias y los “personalismos” continuaron. Durante las diez primeras juntas preparatorias se aprobaron 182 credenciales, objetándose numerosas credenciales por los siguientes motivos:

a) Haber sido miembros de la XXVI Legislatura y aceptado la renuncia de Madero y Pino Suárez o haber pertenecido al Bloque renovador y continuar concurriendo a la Cámara de Diputados bajo la usurpación huertista.

b) Por haber servido al usurpador Victoriano Huerta.

c) Por haber servido a la Convención o al villismo.

d) Por haber sido enemigos de la Revolución.

e) Por tener mando de fuerzas durante el proceso electoral.

f) Por ocupar cargos públicos.

g) Por irregularidades electorales, provenientes de la ley electoral.

h) Por haber nacido fuera del país.

Los debates del Congreso Constituyente

Venustiano Carranza, con gran sentido del dramatismo de la historia, había salido de la ciudad de México el 18 de noviembre en una cabalgata de 50 hombres con destino al Congreso Constituyente en Querétaro, llegando el 24 de noviembre poco antes del mediodía, dispuesto a esperar la apertura del Congreso.

El 1 de diciembre amaneció de fiesta la ciudad de Querétaro; “El recinto del Congreso (Teatro Iturbide) estaba lujosamente engalanado: en el fondo se encontraba el estrado de la Mesa Directiva; al pie del foro la tribuna para los oradores y las mesas de taquígrafos parlamentarios; en todo el salón se instalaron los curules de los diputados; en las plateas, los lugares señalados al cuerpo diplomático, secretarios de estado, militares y representantes de la prensa”,[56]A las 3:50 de la tarde el pro-secretario Jesús López Lira, comenzó a pasar lista y con una asistencia de 151 diputados se declaró abierta la sesión.

Venustiano Carranza llegó poco más tarde debidamente escoltado, declarando el Lic. Luis Manuel López Lira, Presidente del Congreso, abierto el Congreso constituyente de los Estados Unidos Mexicanos en el período único de sesiones. El Presidente Carranza presentó su proyecto de Constitución, en el cual “se conservaría intacto el espíritu liberal... y la forma de gobierno (de la Constitución de 1857); que dichas reformas (que él propone) solo se reducirían a quitarle lo que la hace inaplicable, a suplir sus deficiencias, a disipar la oscuridad de algunos de sus preceptos, y a limpiarla de todas las reformas que no hayan sido inspiradas más que en la idea de poderse servir de ellas para entronizar la dictadura”.[57]

Su proyecto era una redacción nueva y reorganización de la Constitución de 1857, los cambios eran propiamente políticos sobre la elección y puestos políticos; incluía algunos puntos sobre cuestiones sociales: educación laica, libertad religiosa, trabajo colectivo de tierras ejidales.[58]El proyecto de Carranza lo tuvieron en sus manos los participantes del Congreso hasta el 6 de diciembre, mientras tanto se constituyeron las comisiones de trabajo, de las cuales la más importante fue la de Constitución, cuya misión era presentar un dictamen de cada artículo, teniendo como guía el proyecto de Carranza. La primera propuesta para esta comisión presentaba a José Natividad Macías, Guillermo Odorica y Gerzayn Ugarte (carrancistas), Enrique Colunga y Enrique recio (obregonistas). Opuestos a esta propuestas se permitió una nueva elección, siendo electos Francisco Múgica, Luis G. Monzón, Alberto Román, Enrique Colunga y Enrique Recio, todos obregonistas.[59]Establecida ya las comisiones dio inicio, propiamente, los debates del Congreso.

Los debates del Artículo 3º

El 13 de diciembre se iniciaba un largo debate que necesitará otras dos sesiones más (14 y 16 de diciembre); fue el relativo al artículo 3º sobre la educación, desatando una tormenta. Estuvo presente en la primera sesión (13 de diciembre) el mismo Presidente Carranza.

El proyecto carrancista decía: “Habrá plena libertad de enseñanza; pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación y gratuita la enseñanza primaria superior y elemental, que se imparta en los mismos establecimientos”;[60]la comisión del dictamen presentaba la siguiente: “Habrá libertad de enseñanza; pero será laica la que se dé en los establecimientos oficiales de educación, lo mismo que la enseñanza primaria, elemental y superior que se imparta en los establecimientos particulares. Ninguna corporación religiosa, ministro de algún culto o persona perteneciente a alguna asociación semejante podrá establecer o dirigir escuelas de instrucción primaria, ni impartir enseñanza personalmente en ningún colegio. Las escuelas primarias particulares sólo podrán establecerse sujetándose a la vigilancia del gobierno. La enseñanza primaria será obligatoria para todos los mexicanos y en los establecimientos oficiales será impartida gratuitamente”.[61] Esta diferencia tan radical entre los dos proyectos produjo impacto y encolerizó al grupo “renovador” (Palavicini, Macías y su grupo), quienes lucharon duramente para derrotar y sustituir la segunda redacción por la primera. Tomó la palabra Francisco J. Múgica diciendo “Estamos en el momento más solemne de la revolución”,[62]se trata de combatir “la influencia que la enseñanza religiosa (...) ejerce en los individuos para degenerarlos (porque el enemigo de la patria es el clero) el más funesto y el más perverso”.[63]

Luis Manuel Rojas llama la atención del debate en contra del dictamen, y de ello dependerá que resulte una constitución liberal o jacobina “y por consiguiente reaccionaria” de la que “puede salir la paz o la guerra”,[64]reconociendo las dos corrientes presentes en el Congreso, pero con una mayoría jacobina. Concluye diciendo que la diferencia entre ambas es de forma y no de fondo “toda la oposición de ideas que hay entre nosotros (...) se reduce a una sola palabra o concepto (...) plena libertad de enseñanza (...). A mi juicio, esa libertad no podía ser formulada de una manera más completa y verdadera, porque es una de aquellas cosas que sería imposible restringir en la vida del hombre, aunque lo quisiera esta asamblea y todas las asambleas del mundo; siempre habría modo para que el católico, el protestante o el filósofo pudiesen enseñar privadamente y quizá con mayor ventaja”.[65]

Alberto Román inmediatamente insiste en que lo importante del debate es el laicismo, “restricción completa a la libertad de enseñanza (...) necesidad que palpita en el alma nacional, sobre todo en el alma del credo liberal (...), asociar la religión a la enseñanza es asociar el error a la verdad, es poner aparejadas las dos ideas antitéticas”.[66]Toma la tribuna Alfonso Cravioto y para señalar su ideología liberal comienza diciendo: “Señores diputados: si cuerdas faltan para ahorcar tiranos, tripas de fraile tejerán mis manos”,[67]afirma que está para “combatir enérgicamente el dictamen (...) paradójico que halaga por de pronto nuestro radical sentimiento unánime en contra del clericalismo, pero que estudiado más a fondo, resulta arbitrario, impolítico, imprudente”.[68]Para Cravioto la libertad de enseñanza (...) es un derivado directo de la libertad de opinión, de esa libertad que es la más intocable (y) trascendental de todas las libertades del hombre".[69]Agrega “entre nosotros (...) la libertad de enseñanza (...) fue elevado a constitucional hasta 1857. En ese tiempo lo combatieron rabiosamente los clericales, y ahora son los jacobinos los que se prestan a hacerlo. Así da el mundo de vueltas y así da vueltas la historia” ,[70]continúa “este concepto peregrino: que todo católico, muy católico, que enseña francés, pone en peligro las instituciones sociales (...) hasta este abismo de intolerancia ridícula pretende arrastrarnos la señora Comisión”. [71]

No es que Cravioto sea un defensor de la Iglesia, sino que piensa en un modo diferente, “¡Hay que aplastar a los curas! Sí, señores, bien está; pero hay que aplastarlos con todas las reglas del arte y de la política, y no como pretende la comisión, que solo aplasta efectivamente el buen sentido”;[72]concluyendo de todo esto “un nauseabundo despotismo moral e intelectual. Y no exagero. Todas las libertades están coordinadas entre sí, y atacar a una es atentar contra todas. ¿Vamos, señores diputados, a entrar en este desastre constitucional, en este torbellino de intolerancias en nombre de la revolución?”[73]De manera profética afirma “todas las libertades que se sofocan, pronto estallan. Daríamos, señores, formidable bandera al enemigo; daríamos (...) pretexto para que mañana (...) estallase una revolución”,[74]casi para terminar afirma “El clericalismo, he ahí el enemigo. Pero el jacobinismo, he ahí también otro enemigo”.[75]

A favor del dictamen, salta Jesús López Lira, con una crítica al sistema liberal: “Todos gritamos: Yo tengo derecho a enseñar; todos pedimos y estamos conformes en que esto es un atributo del hombre, es algo innato en el hombre mismo. La comisión lo declara en el primer párrafo (...) ¿La libertad de aprendizaje no tiene límites? Es decir ¿El cerebro del niño no tiene derecho a ningún respeto? ¿Nosotros tomamos a un niño y le inoculamos todo lo que se nos pegue la gana sin respeto precisamente a la debilidad del niño? No, señores diputados, tenemos derecho de enseñar, pero de enseñar las verdades conquistadas, los hechos positivos, los conocimientos comprobados; no tenemos el derecho de enseñarles errores o de enseñarles mentiras”.[76]López Lira pide por tanto quitarle a todas las escuelas la enseñanza religiosa, ya que no pueden estar en manos de quienes “no pueden sacar el pensamiento de los dogmas”. [77]

José Natividad Macías toma la palabra en contra del dictamen de la comisión, diciendo que “Voy a examinarlo desde el punto de vista histórico, desde el punto de vista político”.[78]Su argumento histórico[79]lo divide en dos partes: la primera desde los inicios del cristianismo hasta el segundo Imperio en Francia, donde “la Iglesia había encerrado el espíritu humano en un círculo de hierro, y cada vez que la presión de la inteligencia humana hacía esfuerzos para caminar hacia la libertad y se abría una brecha, la Iglesia mandaba, lanzaba allí un dogma con el objeto de volver a cerrar el círculo y matar el pensamiento humano. ¿Y lo logró? No, señores”.[80]La segunda parte de su argumento histórico es sobre México: con los conquistadores vino el clero quedando México sin libertades políticas, el clero fue dueño de conciencias, que con la Independencia de nuevo quedó atada con la religión. Fue con los legisladores de 1857 que “formularon por vez primera en México la libertad de la conciencia humana, la libertad de palabra, la libertad de enseñanza”[81]y de nuevo la comisión del dictamen quiere “aherrojar el pensamiento humano y quitar la libertad a la conciencia de los individuos”.[82]Inmediatamente comienza su argumento político diciendo que la medida es “reducir al orden al clero, porque eso es lo que ha faltado, leyes y valor para hacer cumplir las Leyes de Reforma; que ese es el remedio radical y absoluto para que los clérigos no hicieran mal”,[83]“que desaparezcan los clérigos, pero que no desaparezca la libertad de la conciencia humana; esto es cosa enteramente distinta”.[84]

El debate se había alargado hasta la noche, levantándose la sesión para continuarla a la siguiente. Se abrió el 14 de diciembre a las cuatro de la tarde la 13ª sesión ordinaria del Congreso. El primero en tomar la palabra es Román Rosas y Reyes, que inicia dramáticamente con “Las campanas de Querétaro tocan en estos momentos a muerto. Llenan el ambiente con los clamorosos sones de un De profundis”,[85]comenzando por atacar al clero llamándolo: “oprobiosa tiranía”, “degradante influencia”, “inquisidores terribles”, “eternos explotadores”, “inmundos y falaces murciélagos” y “asquerosos pulpos”.[86]Dice al pleno reunido: “Hagamos la labor de un hábil cirujano que extirpe de una vez para siempre la gangrena que la corroe, ayudadme a destruir esas escuelas católicas, que no son otra cosa que fábricas de frailes, en donde desde pequeño se enseña al hombre a ser hipócrita, a ser egoísta, a ser falaz, a ser mentiroso; ayudadme a destruir esas escuelas católicas en donde se sentencia desde temprano a la niñez a llevar una vida de degradación, de dudas, de oscurantismos, de miseria moral. No entreguemos los futuros hogares de nuestra patria a la ruina, a la explotación inicua de esos buitres insaciables que se llaman frailes”.[87]

En contra del dictamen de la comisión el diputado Pedro Antonio Chapa denuncia el “infame control que se pretende dar al Estado”[88]sobre la conciencia. Defiende el liberalismo puro del artículo 3º e impugna el jacobinismo que pretende la comisión. Chapa está de acuerdo que la enseñanza primaria sea laica, “la libertad de enseñanza más amplia debe existir en nuestra República; pero por otro lado, el gobierno debe sembrar por todos los rincones del territorio nacional escuelas laicas que, en leal competencia, venzan a las del clero por sus aseados y ventilados edificios modernos que las abriguen, por el valor de sus maestros y el tratamiento democrático de los alumnos”.[89]

Celestino Pérez, de Oaxaca, se presenta como voz de los indios, pidiendo arrancar al clero la enseñanza sin temer consecuencias, pues “hacen de un niño un instrumento ciego (...) quitemos de una vez el mal y arranquemos el virus ponzoñoso que nos aniquila”[90]

Sube al estrado Pallavicini, quien en largo discurso acusa a la comisión de no haber leído bien el proyecto presentado por Venustiano Carranza y comprender su pensamiento: “la comisión se ha equivocado (...) por falta de una cosa elemental; por falta de lectura del proyecto de Constitución”,[91]“la comisión que va a modificar una de las esenciales garantías en las libertades del hombre, la libertad de conciencia, no escucha a nadie ni discute con nadie y nos hace este incomprensible embrollo en que concede libertades, pero que no las concede”.[92]El acepta la lucha contra el clero, pero con habilidad, en leal competencia, destinando fondos económicos a las escuelas: “todos tenemos en el fondo esos mismos defectos (jacobinos), que todos queremos combatir de un modo práctico, preciso y enérgico al clero... nada más hay que hacerlo hábilmente”,[93]“hemos visto que las escuelas, señores liberales, han sido abandonadas a nuestro competidor, el clero, durante los últimos cincuenta años. ¿Y por qué? Por nuestros compadrazgos liberales con todos los contratistas...”.[94]

E inmediatamente presenta su pensamiento sobre la nacionalidad mexicana compuesta de raza lengua y religión, en oposición a la invasión norteamericana, viendo al protestantismo como el instrumento de éste para demoler a México y apropiarse de él. “Así sería el absurdo de sostener aquí en una Carta Nacional la supresión completa de la religión, pero fijaos bien, y muy especialmente de la religión católica, que es la nacional”,[95]añadiendo “¿Qué mexicano gustaría de renunciar al natural impulsivismo de su raza, batalladora y altiva, para cambiarlo por esa flojedad fría y serena de Sancho, que nos enseña el mercantilismo norteamericano? ¿Qué mexicano gustaría de cambiar su hermosa lengua? ¿Quién renunciaría, señores, a su raza y a su lengua”.[96]“La comisión quiere que los que den clases en las escuelas sean sacristanes y no sacerdotes. La comisión hace bien, pero no ha pensado en el otro peligro inmediato y próximo, no ha pensado en la conquista yanqui”, quita todo derecho a los sacerdotes católicos mientras que los protestantes disfrazados de laicos, aprovechando el odio al clero católico, con “mimetismo admirable... cobra con la mano derecha el sueldo de profesor laico, mientras con la mano izquierda recibe el dinero de las misiones protestantes de la república norteamericana, que es el precio para la evangelización de la república mexicana y que es un aspecto de la conquista”.[97]Además no se puede cambiar con un decreto la conciencia de un pueblo, identidad nacional.

Insiste Palavicini que no se ha leído bien, en conjunto, el proyecto de Carranza, más bien es un ataque contra el mismo Presidente de la nación “presentar ante la república al ciudadano Primer Jefe como un hombre tibio de ideas”,[98]mientras que la comisión se presenta como radical y expresión pura de la revolución “pero habéis olvidado que todas las doctrinas revolucionarias tienden a la libertad humana (...) que los miembros de ninguna corporación pueden dar clases, y eso no lo puede admitir la conciencia más limitada y el criterio más insignificante; eso me indigna, señores diputados; eso verdaderamente causa pavor al pensar que haya liberales capaces de exigir tamaña monstruosidad”.[99]“Yo aplaudiré desde mi curul a todo el que injurie aquí a los curas (...) aplaudiré esas injurias; pero no quedará nada que dilucidar respecto a la monstruosidad e inconsecuencia literaria y jurídica de ese dictamen (...) este dictamen es absurdo, este dictamen no cabe en las garantías individuales”.[100]

Después de las palabras de Palavicini la comisión retira el dictamen para corregir, pero Múgica, como miembro de la comisión, dice al Congreso que tal vez se haya faltado el respeto al Presidente Carranza pero no lo ha hecho deliberadamente para aparecer como radicalistas, sino al presentar el dictamen lo hizo como respuesta a una necesidad del país para liberarlo del clero y porque debe defenderse lo más sagrado: la conciencia de los niños. Propone quitar la restricción del artículo 3º con la condición de que aparezca en otro artículo.[101]A las 19:30 horas se suspendía la sesión.

El 15 de diciembre no se toca el tema del artículo 3º sino hasta el día siguiente: 16 de diciembre que se discute la nueva redacción. Se inicia la discusión con la presentación del dictamen por el diputado Múgica, agregando que un grupo de diputados opina que estas restricciones pertenecen al artículo 3º y no a otro. Se inicia el debate con las palabras de Luis Manuel Rojas que la restricción debe estar en el artículo 27º y no en el 3º. Por cuestión de política hábil porque “no causan ningún escándalo, ni traen ninguna consecuencia política”.[102]

Sube a la tribuna Miguel Alonso Romero, diputado yucateco, para sostener el dictamen de la comisión, pues ya “hace más de dos años que está en vigor, hace más de dos años que la niñez de Yucatán recibe esta clase de instrucción”,[103]afirma que con este dictamen se “cierra las puertas que los ilustres constituyentes del 57 dejaron de par en par a la reacción y a las hordas del clero”.[104]

Palavicini vuelve tratando el asunto insistiendo en un desacato al Presidente y poner estas restricciones al clero en el artículo 129º y no en el 27º, como había sugerido en otra sesión, “no nos queremos prestar absolutamente a un propósito político, audaz (...) nosotros venimos a sostener nuestro criterio y admitimos las restricciones a las corporaciones religiosas donde corresponde”.[105]

José María Truchuelo, diputado por Querétaro dice que los eternos enemigos del pueblo son: el clero, el ejército pretoriano y la aristocracia, y “esta Asamblea está perfectamente convencida de que siempre que el clero ha tenido el dominio absoluto de las conciencias y el libertinaje para dirigir la instrucción y para hacer todo lo que le ha parecido, su acción no ha sido sino la más desenfrenada y despótica”,[106]por tanto no hay libertades absolutas e invocando el apotegma de Juárez: El respeto al derecho ajeno es la paz, dice “todos lo invocamos, pero no lo hemos comprendido. Ese grandioso principio demuestra exactamente que la libertad no puede ser absoluta, no puede ser libertinaje, debe tener un límite: el surgir del derecho ajeno”,[107]concluye que entonces la restricción impuesta al clero queda efectivamente en el artículo 3º.

Toma la palabra Francisco Lizardi, diputado por Guanajuato haciendo un análisis de las opiniones a favor y en contra, pareciéndole acertada la cuestión de la restricción: “no vamos a salvarnos violentamente porque se establezca el laicismo en toda clase de escuelas, ni tampoco vamos a hundirnos porque se establezca el laicismo en las escuelas primarias, ya sean particulares u oficiales. Más aún: parece que ya casi no hay debate sobre esto, toda vez que los oradores del pro y del contra están conformes en que así se establezca”;[108]entonces el mismo se pregunta, dónde se debe incluir tal restricción, haciendo un nuevo análisis para proponer al final su inclusión en el artículo 129, alineándose con Palavicini, “así habremos terminado una discusión en la que, en último análisis, no estamos haciendo otra cosa que sostener, unos, lo de negro pardo y otros, lo de lo absolutamente negro”.[109]

González Torres, pide el cambio del término laico, por el de racional. Después sube a la tribuna José Álvarez, diputado michoacano que impugna el dictamen, pero no para alinearse con los liberales, sino para exigir más radicalidad en la restricción diciendo: “pues considero que tal palabra (laico) significa neutralidad y que, por tal motivo, volverá a servir de manera infranqueable para la enseñanza de la verdad por no lastimar las estúpidas mentiras de ciertos dogmas religiosos”.[110] Sigue una serie de alusiones, rectificaciones y aclaraciones que alargan la sesión, hasta que toma la palabra Luis Espinosa, para cerrar el debate, pronunciándose a favor del dictamen pues responde a las necesidades de la época, diciendo que “el niño puede aprender en las soledades de su casa lo que le dé la gana; el sacerdote puede enseñar donde no sea escuela oficial o particular; además, tiene el periódico, el libro y otros medios ¿Dónde se le quita al hombre la libertad de aprender? ¿Dónde se le quita al sacerdote la libertad de enseñar, cuando hasta el púlpito tiene para enseñar lo que quiera?”.[111]

Al terminar Espinosa, la presidencia preguntó si se procedía a votación, como había hecho varias veces a lo largo de la intensa jornada, recibiendo la aprobación de la asamblea. El dictamen obtuvo 99 votos contra 58, con “aplausos. Hurras. Voces: ¡Viva la revolución! ¡Viva el ciudadano Primer Jefe! ¡La patria se ha salvado! Aplausos prolongados”.[112]Terminaba el debate más largo del Congreso Constituyente: el artículo 3º eliminaba al clero en la educación.

El debate del artículo 5º

El 12 de diciembre en la 10ª Sesión fue leído el Dictamen sobre el artículo 5º. Poniéndose a discusión el 19 del mismo mes y retirado en la misma sesión, presentándose de nuevo al Congreso el 23 de diciembre con reformas en su redacción y discutido del 26 al 28 para ser retirado nuevamente. El 23 de enero es de nuevo presentado, discutido para ser aprobado. El 27 de enero se aprobaba finalmente la minuta de la comisión de corrección. De la discusión de este artículo surgió uno nuevo: el 123º; eran dos en lugar de uno.

Respecto al artículo 5º, merece una breve histórica, ya que el proyecto presentado por Carranza variaba muy poco del de 1857, la referencia limitada al aspecto religioso: las órdenes monásticas y los votos religiosos. El 21 de julio de 1856 cuando fue presentado a discusión, ésta versó sobre dos puntos: la indisolubilidad del matrimonio y los votos religiosos. Sobre el primer punto –dicen los legisladores- no se puede legislar porque supera su incumbencia, sin embargo sobre el segundo punto se desató un ataque a pesar de que Castañeda había dicho que “La ley nada tiene que hacer con ellos, pues el legislador no puede mezclarse en las relaciones del hombre con Dios. Es inconsciente querer prohibir los votos religiosos, y el artículo ataca la libertad del hombre que tanto se quiere defender”,[113]

Ignacio Ramírez dice en su intervención que nunca ha encontrado en el Evangelio que se mande al hombre hacer votos superiores a la fuerza humana, por tanto no quiere frailes y monjas contra su voluntad, al contrario, condena las apariencias de devoción; por tanto “la ley respeta la libertad de conciencia, que hace cesar toda coacción, que para nada se mezcla con las conciencias y que, al no ofrecer la fuerza para exigir el cumplimiento de votos religiosos, no solo obra conforme al Evangelio, sino conforme a nuestro derecho civil”.[114]Al día siguiente Cendejas atacaba los votos diciendo que son contrarios al bienestar de la sociedad “porque la naturaleza dispone la unión de los sexos para la existencia de la familia”,[115]se vota y aprueba el artículo 5º de la Constitución de 1857 que dice: “La ley no puede autorizar ningún contrato que tenga por objeto la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre, ya sea por causa de trabajo, de educación, o de voto religioso. Tampoco puede autorizar convenios en que el hombre pacte su proscripción o destierro”.[116]Las Leyes de Reforma confirmaron este artículo, sobre todo el decreto del 26 de febrero de 1863 diciendo que los votos “es evidentemente opuesta a la misma libertad, incompatible con la ley de cultos e intolerable en una república popular”.[117]

El 25 de septiembre de 1873, con la Ley de Adiciones y Reformas, don Sebastián Lerdo de Tejada, incluía en el cuerpo de la constitución todo el conjunto de las Leyes de Reforma. El Artículo 5º quedaba reformado; sobre los votos religiosos decía que “El estado no puede permitir que se lleve a efecto ningún contrato, pacto o convenio que tenga por objeto el menoscabo, la pérdida o el irrevocable sacrificio de la libertad del hombre, ya sea por causa de trabajo, de educación o voto religioso. La Ley en consecuencia, no reconoce órdenes monásticas, ni puede permitir su establecimiento, cualquiera que sea la denominación u objeto con que pretendan erigirse. Tampoco puede admitirse convenio en que el hombre pacte su proscripción o destierro”.[118]

Con estos antecedentes llega el artículo 5º a la comisión de dictamen. Ésta la aprueba con ligeras modificaciones, por ejemplo, el proyecto de Carranza decía “La Ley no reconoce órdenes monásticas”,[119]cambiada el 12 de diciembre por “La ley no permite...”[120]y el 19 de diciembre se lee “La ley no tolera...”.[121]Tras breve debate entre Lizardi y Múgica sobre la redacción “no permite” en vez de “no reconoce” es votado por el Congreso el 23 de enero de 1917 y aprobado por unanimidad.[122]

Debate del artículo 24º

En la 65ª. Sesión ordinaria se da lectura al dictamen del artículo 24º. Junto con el voto particular de Enrique Recio que dice:

“I. Prohibe al sacerdote de cualquier culto, impartir la confesión auricular.

II. El ejercicio del sacerdocio se limitará a los ciudadanos mexicanos por nacimiento, los cuales deben ser casados civilmente, si son menores de cincuenta años de edad”.[123]

Contra la confesión argumenta que es “un acto que ata fuertemente las conciencias y pone, en consecuencia, la vida privada de las familias bajo la inmediata fiscalización del sacerdote”.[124]Sobre la nacionalidad de los sacerdotes opina que muchos extranjeros han venido ha México y cuya conducta no es recomendable.[125]Acerca del matrimonio de los sacerdotes afirma: “creo que las leyes de la naturaleza son inviolables y que es una necesidad la conservación de la especie; y persistir cándidamente en que los sacerdotes viven en castidad perpetua, es sencillamente una irrisión, toda vez que los sacerdotes violan constantemente estas leyes, llevando en consecuencia, la ignominia y la desolación a los hogares” .[126]

Antes de abrir el debate se pregunta a la asamblea si se discuten juntos los artículos 24º y 129º. La respuesta fue por separado con amplia libertad de oradores y tiempo. El primero es Miguel Alonso Romero de Yucatán, para apoyar el voto particular de Recio. Sobe la confesión hace una revisión histórica de origen de la confesión auricular –por demás totalmente risible -, explicando los efectos fiscalizadores de la vida íntima de las familias para maniatar y explotar la conciencia; concluye el punto diciendo: “si no se puede evitar llevar a cabo la confesión auricular, se pongan los medios, cuando menos, para evitar ese abuso e impedir la inmoralidad, que no cabe duda que cada mujer que se confiesa es una adúltera y cada marido que lo permite es un alcahuete y consentidor de prácticas inmorales”.[127]

Sobre el matrimonio de los sacerdotes hace una versión histórica del origen, para hacer una reflexión moral: si el sacerdote es un hombre con funciones genésicas naturales, al no permitírsele en el matrimonio tiene que buscar en terreno ajeno, esa es la razón de que haya tantos hogares en estado desastroso, por tanto el estado debe poner medios para evitar esos ultrajes a la moral, si no lo hace, “nunca llegaremos a una conclusión terminante y daríamos margen para que cada hogar sea un desastre, para que cada mujer sea una adúltera, como dije anteriormente, y cada sacerdote sea un sátiro suelto en el seno de la sociedad”.[128] Toma la palabra Lizardi para expresar su conformidad con el dictamen de la comisión, pero expresa su desacuerdo con el voto de Recio, arguyendo las siguientes razones: Acerca de la prohibición de la confesión auricular, porque siendo un acto considerado sacramental y moral para los católicos, no puede ser legislado como sacramento, ya que no se legisla sobre el dogma, sobre la moralidad, que para los liberales es inmoral, “no puede estar prohibido por la ley ni mucho menos por la constitución , porque en este caso tendríamos que prohibir otra multitud de actos inmorales en la Constitución. Tendríamos que decir por ejemplo, que quedaba prohibido el onanismo, que es tan inmoral como la confesión, pero sería absurdo ponerlo en una Constitución”.[129]

Sobre el matrimonio de los sacerdotes opina que va en contra de la libertad individual, además no faltaría que alguna “hija de María o de cualquier otra cosa” hiciera el favor al padrecito y pasado el tiempo, como existe la ley de divorcio, se divorcia y se casa con otra, “lo único que habríamos conseguido era convertirnos en proveedores de carne fresca para los señores curas”.[130]Por tanto para Lizardi al legislarse la separación completa de la Iglesia del Estado y al reconocer ninguna personalidad jurídica a la Iglesia, no se tiene que legislar determinadas obligaciones “sería tanto como dejar de ser nosotros Congreso Constituyente y convertirnos en una clase de Concilio Ecuménico bajo la presidencia del ciudadano diputado Recio”.[131]

Comienza su discurso Alberto Terrones, de Durango, que pide tratar el asunto desde el punto de vista “científico” superando el criterio liberal. Tomando el tema de las propuestas de Recio afirma que “únicamente debe predominar el criterio liberal, aquel que tiende a libertar a nuestro pueblo del fanatismo (...) por tanto debemos tomar todas aquellas medidas que tiendan a emanciparlo del yugo clerical a que se le somete desde el momento en que nace”.[132]Si alguna religión trae una cosa inmoral en sus prácticas –como la confesión y el celibato de los sacerdotes- “la ley, el Estado debe velar porque todo ese se prohiba, porque de otra manera el Estado sancionaría, aunque de una manera indirecta, la inmoralidad (...) todas aquellas prácticas que sean en contra de la moral entendida científicamente deben de destruirse”.[133]

Comienza a hablar Hilario Medina, afirmando que el artículo 24º es “una de las más altas conquistas del espíritu humano (...) si es la libertad de conciencia lo único que puede honrarnos y puede explicar nuestra vida actual, nuestra vida moderna, todavía más: nuestra colaboración, nuestra existencia como Congreso Constituyente, si es la libertad de conciencia el principio que más sangre ha necesitado (...) cualquier ataque contra ese principio, sea que se trate de la confesión auricular, sea que se trate del matrimonio, sea de cualquier otra forma que ataque un dogma, es obrar contra la libertad de conciencia, y yo protesto solemnemente contra todo ataque a la libertad de conciencia”.[134]

El Diputado yucateco Enrique recio toma la palabra para defender su voto y lanza una proclama anti-intelecual: “el elemento intelectual, mientras más intelectual se le considera, más retardatario es en el camino del progreso de los pueblos (...) nosotros queremos precisamente que se restrinja esto - confesión auricular y matrimonio civil del clero- en el artículo 124 para que se consigne como derecho natural, para que se pueda pedir amparo siempre que se violen estos preceptos”.[135]

Y de su propuesta de matrimonio de los sacerdotes, salta a la propuesta de una Iglesia nacional, independiente de Roma: “¿Hasta cuando vamos a permitir, señores, que los ministros de los cultos de la República Mexicana estén supeditados a la autoridad del Príncipe de Roma? Estos hombres no se han casado no porque ellos no tengan voluntad (...) no se han casado, porque saben que faltan a los preceptos religiosos; pero si nosotros venimos aquí y con toda fuerza y dignidad, de una vez por todas autorizamos que para ejercer el culto religioso necesitan contraer matrimonio, porque su acción moralizadora así lo requiere, entonces no dependerán de ese príncipe, no tendrán sobre ellos esa autoridad ni ese peligro, sino que fundarán la verdadera Iglesia Mexicana y seguirán siempre la religión católica de que tanto se nos ha hablado”.[136]

Terminando de hablar el diputado Recio, se preguntó a la asamblea si se procedía a votación, respondiendo ésta afirmativamente. El resultado fue 93 votos a favor del dictamen de la comisión y 63 en contra, quedando desplazadas las propuestas sobre la confesión auricular y el matrimonio civil del clero.

Debate del artículo 27º

El 29 de enero de 1917 dio inicio la 66ª Sesión ordinaria del Congreso, se da lectura al dictamen del artículo 27º y se presenta la iniciativa de constituir Sesión Permanente del Congreso hasta el final, siendo aprobada y pasa a sesión propuesta.

Ya el 25 de enero se pasó a la comisión una iniciativa sobre el artículo 27, que dice: “El artículo 27º tendrá que ser el más importante de todos cuantos contenga la Constitución que el H. Congreso viene elaborando. En este artículo tiene por fuerza que sentarse los fundamentos sobre los cuales deberá descansar todo el sistema de los derechos que pueden tenerse a la propiedad raíz comprendida dentro del Territorio nacional”.[137]

Se inicia el debate por la noche, el que ha demostrado ser el más significativo de los artículos constitucionales recibió una atención todavía menos seria; sólo unos cuantos delegados pudieron leer los preceptos relativos a la propiedad antes de que éstos se convirtieran en parte de la Constitución.[138]La mayor parte del debate no lo fue en realidad; casi toda la discusión se refirió a las aclaraciones pues los delegados no tenían copia impresa. En muchas de las partes significativas no hubo ni preguntas ni discusión; en un momento determinado el secretario pidió a los delegados permanecer despiertos, da la impresión de que la gran mayoría estaban listos para votar sin explicaciones ni discursos.[139]

Sobre los asuntos eclesiásticos, toma la palabra Heriberto Jara diciendo: “queda asegurado el pedazo de tierra al labrador, esta ley le dirá de manera clara: ya no serás el esclavo de ayer, sino el dueño de mañana (...) ya no te levantarás con el azote, a las tres de la mañana, a rezar el famoso alabado, a rezarle a ese dios que ha permitido tenerte como esclavo y que no ha permitido tenerte como agente; ya no irás a darle las gracias en vano por aquellos favores que te contara el cura, quien te decía que tu reino no es de este mundo, que tu mansedumbre, tu humildad, tu respeto al patrón te lo premiará con un jirón del cielo”.[140]José Natividad Macías es claro: “se trata de prohibir a las corporaciones religiosas que tengan bienes raíces. Las corporaciones religiosas han estado burlando las Leyes de Reforma, estableciendo sociedades anónimas para poner en su nombre las propiedades raíces”.[141]

Sobre la construcción de edificios de culto, Hilario Medina pedía que quedasen sometidos al Poder público; mientras que Samuel de los Santos pedía su prohibición.[142]Fernando de Lizardi advertía sobre el peligro de que la Iglesia se apoderara de la industria,[143]pidiendo limitar la propiedad mueble de la Iglesia. Para controlar los bienes muebles Hilario Medina propone la denuncia de particulares por el sistema de presunciones.[144]

Con la aprobación del artículo 27 las asociaciones religiosas llamadas Iglesias de cualquier credo, no podían poseer, administrar o invertir en bienes raíces de ninguna clase y todos los edificios utilizados antes para propósitos de culto religioso pasaban de inmediato al gobierno nacional. Ninguna institución de beneficencia pública o privada –escuelas, instituciones de caridad y otras semejantes- podría poseer bienes que no estuvieran estrechamente vinculados a su función.

Debate sobre el artículo 130 (129)

En los últimos días del congreso, se presentó el artículo 129, que con la inclusión del artículo sobre el trabajo (123), pasó a ser el 130. Una parte del proyecto de Carranza, en el título sexto, Prevenciones Generales, resumía todas las proposiciones anticlericales de la Constitución de 1857 con algunas enmiendas: separación de la Iglesia y Estado, prohibición al gobierno de prohibir o establecer ninguna religión, el matrimonio civil, dominio del gobierno sobre cuestiones religiosas, cumplir la ley civil. El dictamen de la comisión, el 26 de enero, aceptaba el proyecto casi sin cambiar nada, añadiendo estipulaciones, reflejo de la actitud anticlerical de algunos revolucionarios.[145]

Las adiciones negaban personalidad jurídica a las Iglesias; los ministros de culto considerados como miembros de una profesión, sujetos a reglamentación; facultades a los estados para limitar el número de ministros y constricción de su ejercicio solo a mexicanos por nacimiento; prohibición a los sacerdotes de actividad política, negando el derecho de crítica al gobierno o funcionarios de éste; limitación en la construcción de iglesias; prohibición de publicaciones vinculadas a la Iglesia (“por su título o simplemente por sus tendencias ordinarias”); prohibición de partidos políticos de filiación religiosa; circunscribía los derechos del sacerdote a la propiedad hereditaria; proscribía la revalidación de los estudios hechos en el seminario.

Por último establecía que los procesos por infracción a las bases establecidas por el artículo nunca serían vistos en jurado. Así, junto con los artículos 3, 5, 24 y 27, se puso cerco a la actividad de la Iglesia que perdió toda libertad de acción que no fuera la del dogma, en su acepción más restringida. En principio el artículo se aplicaba a las Iglesias y religiosos de todos los credos, pero estaba dirigido al católico; las prohibiciones nunca fueron aplicadas a ningún otro grupo religioso.[146]

Después de requerir a la asamblea si se iniciaba el debate sobre el artículo 129, los diputados optaron por continuar la sesión 65ª ordinaria. La discusión empezó cerca de la medianoche del 27 de enero de 1917 con numerosos delegados inscritos en la lista de oradores. El primero fue Modesto González Galindo, diputado por Tlaxcala, en contra del dictamen porque quería se incluyera la prohibición de la confesión auricular, diciendo “Yo no quiero atacar la confesión por lo que tiene de dogmática, sino por lo que tiene de instrumento político (...) Ya hemos arrebatado al clericalismo la niñez, con la votación del artículo 3º, ahora bien ¿por qué no le hemos de arrebatar a la mujer? De la mujer se sirve para sus fines políticos; la mujer es el instrumento de la clerecía. La mujer es la que sirve de instrumento para los fines políticos de la Iglesia”.[147]Toda su intervención estuvo salpicada de risas, siseos, aplausos y silbidos; dijo hablar “sin temor a la condenación eterna”, acusando a los liberales que “usan escapulario, van a misa, se santiguan a la hora de acostarse, tienen su pila de agua bendita”; del cristianismo dice que es “una sarta de embustes, de patrañas”, ataca el dogma de la Virginidad de María diciendo “Si es cierto, señores diputados, que la Virgen María es pura, entonces...”[148]

Otra intervención fue de David Pastrana James, del estado de Puebla, pedía la inclusión del divorcio y la restricción del uso de los templos a grupos que reconocen una jurisdicción extranjera. Tal propuesta era de acuerdo a una adición propuesta por él y otros diputados contra la obediencia Roma[149]acusando al papado como quien “ha atentado contra la soberanía de nuestra nación”[150]a lo largo de la historia de México, al otorgar el despojo, en diversas ocasiones, de los bienes y derechos del mexicano.

Propone, al fin, la creación de una Iglesia Nacional: “Creo que no se escapa a la Honorable Asamblea la altísima trascendencia que tiene que se haga un culto verdaderamente nacional (...) Esa primera adición será, señores, la primera clarinada que demos para que el clero se declare independiente del papado. Aceptemos esta condición y así enseñaremos al clero mexicano la nueva aurora por donde debe orientarse y le enseñaremos esa aurora para que conozca el camino de su independencia y de su autonomía”.[151]

Inicia su discurso José Álvarez afirmando que su lucha, su ideal es “extirpar ese mal, esa cangrena social que se llama clericalismo”,[152]afirmando que no es un problema religioso sino político porque “ese clero (católico), ha venido tratando de dominar la ciencia de la multitud inculta con objeto de proseguir sus operaciones”.[153]Para evitar todo esto propone despojar al clero de toda personalidad jurídica, un “desconocimiento absoluto de las personalidades en las asociaciones llamadas eclesiásticas (...) porque creo que es un paso hacia el progreso, porque creo que es donde ha partido todo el mal”.[154]Considerar a los sacerdotes como profesionistas, negándoles puestos directivos en la sociedad, sujetos a una reglamentación, limitando su número, fue la propuesta del diputado michoacano, salpicada de expresiones de desprecio al clero: “esa plaga”, “esos bichos”, “esa multitud de zánganos”, “parvada de cuervos”, “alharaquienta multitud”, “enemigo político del gobierno”, “esos buitres”, “esos envenenadores populares”, “esos explotadores”.[155]

Termina pidiendo “la principal reforma al artículo 129, que en mi concepto es la medida más radical, y es que se pueda limitar el número de sacerdotes en el ejercicio del culto, pues de lo contrario (...) cada uno de ellos continuará siendo un enemigo de nuestro gobierno, de nuestra nacionalidad, cada uno de ellos continuará siendo un propagandista de la intervención americana y nosotros no lo podemos permitir (...) demos una Ley prohibitiva, demos una ley que ponga a salvo nuestra nacionalidad; demos una ley en que no vayamos a entregarnos a esos buitres que dominan desde hace tiempo el alma popular”.[156]

Al terminar la intervención de Álvarez se grito “¡A votar! ¡A votar!”, sin embargo Palavicini sube al podio y entre gritos que piden la votación y otros de que hable, inicia su discurso encuadrando el tema religioso como un problema iniciado del otro lado del Bravo, y es apasionado porque vibra en los furiosos incendiarios de Iglesias, confesionarios e imágenes, los escapularios de la Virgen del Carmen y de Guadalupe. Contra el artículo 129 pide la reforma de algunos conceptos: determinar los cultos: “En México, para ejercer el ministerio de los cultos católico o protestante, se necesita ser mexicano de nacimiento”,[157]y que el “encargado de los templos debe ser mexicano por nacimiento; pues éstos por razón natural, pueden con más celo, velar por los intereses mexicanos”.[158]A continuación opina que no se puede limitar el número de sacerdotes, si es una profesión lícita, “es un absurdo”,[159]dice.

De aquí pasa a exponer su conocida teoría de raza, lengua y religión. Ya no se puede hablar de un nacionalismo étnico “después del beso de Hernán Cortés y la Malinche (el mexicano une) toda la fogosidad del impulsivismo español con toda la serenidad y abnegación del indio”.[160]De nuevo invoca a la religión católica como componente de la nacionalidad mexicana, “cuando quitéis a la fantasía de este pueblo todo lo atractivo de la religión católica, habrá perdido por completo el sentimiento fuerte y poderoso que desde la infancia trae y que lo lleva hasta la muerte”.[161]Sobre esto afirma, que si se le quita la religión católica caerá en brazos del protestantismo, “preparar el espíritu del mexicano para la conquista fácil del yanqui”.[162]Termina diciendo al Congreso que “hemos admitido (...) la separación de la Iglesia y del Estado. No podemos clasificar qué cantidad de oraciones necesita cada individuo; nosotros no podemos especificar esto, ni ninguna Legislatura lo podrá hacer (...) Esto sería sencillamente convertir a la Legislatura en un cabildo de canónigos (...) Yo espero que el buen sentido se imponga; yo creo que es un absurdo que habiendo separación de la Iglesia y del Estado, la Legislatura local enumere el número de sacerdotes de cada culto y para cada Iglesia”.[163]

El debate lo cierra el diputado michoacano Francisco J. Múgica, que presenta a la asamblea una serie de documentos que por su índole, fueron sustraídos de algún obispado, muy probablemente del de Zamora, donde Múgica fue seminarista. Previa a la lectura de éstos hace una arenga del comportamiento de los revolucionarios y pueblo en general, señalando que tal religiosidad mexicana no existe, ya que los revolucionarios no han vacilado para derribar y destruir los signos de la presencia clerical en los lugares a su paso y el pueblo a asistido impasible a estos actos y eso demuestra que “efectivamente el problema religioso no existe en México”.[164]

Seguidamente da lectura a los documentos que “servirán para afianzar en vuestro criterio lo inmoral que es la institución clerical”;[165]la lectura de tales documentos los da a conocer el periodista Ernesto Hidalgo el 29 de enero de 1917 en el periódico El Pueblo.[166]Una carta sobre dos casos de presbíteros que tienen relaciones íntimas, uno con una cierta señora y otro con su criada. Una segunda carta sobre la ambición de un sacerdote que extendió su cercado a otro terreno que no era suyo. Otra la de un marido burlado por el cura que pide al obispo su remoción para su honra, y una última sobre la aversión del obispo de Zamora José Othón Nuñez hacia la revolución constitucionalista.

Múgica dice a los delegados del Congreso que se apruebe el dictamen del artículo junto con las adiciones más radicales, sobre todo respecto la confesión, “Pido, pues, señores diputados, que seáis inflexibles”.[167]Al terminar la intervención de Múgica se pidió a gritos la votación del artículo 129 (después 130), dejando las adiciones para después. La votación fue nominal y mientras se llevaba acabo, los diputados abandonaban la Legislatura, quedando para el día siguiente dar a conocer el resultado. La sesión se levantó a las 2:15 del 28 de enero de 1917. Se dijo que fue aprobado por unanimidad.[168]

La Constitución de 1917 y la Iglesia

El día 31 de enero de 1917, la ciudad de Querétaro, amaneció revestida de sus mejores galas, con los edificios adornados con adornos vegetales, papel de china y banderas nacionales.[169]La sesión de clausura del Congreso Constituyente se inicia a las 6 de la mañana rindiéndose las protestas primero por el Presidente del Congreso: “Protesto guardar y hacer guardar la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos expedida hoy, que reforma la del 5 de febrero de 1857. Si no lo hiciere así, la nación me lo demande”.[170]Inmediatamente toma similar protesta a los diputados del Congreso.

Se suspende momentáneamente la sesión mientras llega el C. Presidente de la República, don Venustiano Carranza; el diputado Luis Manuel Rojas entrega la nueva Constitución, respondiendo Carranza que “las reformas que esta honorable asamblea realizó hoy en las instituciones políticas del pueblo mexicano (...) nos permitirán en el futuro hacer un ensayo sincero, honrado y decidido por la implantación en nuestros usos y costumbres de las instituciones libres, a la sombra de las que podremos todos gozar de una libertad amplia mediante la igualdad de todos los mexicanos ante la ley”.[171]Seguidamente rinde la protesta constitucional, seguido de un largo aplauso y el discurso del diputado Medina: “En la Constitución Política que se acaba de protestar hay, como los grandes basamentos, como las macizas columnas en donde está el edificio constitucional, cuatro cosas principales: el artículo 3º, que se refiere a la cuestión de la enseñanza; el artículo 5º, que ha resuelto el problema del trabajo; el artículo 24º, que se refiere al llamado problema religioso, y el artículo 129º (luego 130), que ha dado una organización a esa clase social que se llama clero”.[172]El Presidente Carranza abandona el salón de sesiones, se escucha la lectura de la sesión de clausura, y se declara clausurado el período único de sesiones del Congreso Constituyente.

Los artículos constitucionales que más se relacionan con la Iglesia son doce: 3º, 5º, 13, 24, 27, 30, 33, 37, 55, 59, 82, y 130. Los más conflictivos son el 3º, 5º, 24, 27 y especialmente el 130; éstos se han expuesto ampliamente en su desarrollo en el congreso, los otros tratan sobre la prohibición de fueros (art. 13), quienes son ciudadanos mexicanos (art. 30), sobre la presencia de extranjeros en México (art. 33), la pérdida de la ciudadanía (art. 37) que en el inciso III, declara la pérdida de la ciudadanía por comprometerse en cualquier forma, ante ministros de algún culto o ante cualquier otra persona, a no observar esta Constitución o las leyes que de ella emanen y los artículos 55 (inciso VI), 59 y 82 (inciso IV) prohibieron a los ministros de culto religioso el ser diputados, senadores o presidentes de la República, respectivamente.

El Presidente Venustiano Carranza expidió la Constitución para toda la República mexicana, en el Palacio Nacional de la ciudad de Querétaro, el 5 de febrero de 1917.

¿Cómo se puede interpretar esta legislación que ataca lo más profundo de la identidad del mexicano, que es la religión católica? ¿Qué elementos pueden servir para “leer” esta constitución? Romero de Solís propone unas claves, advirtiendo que no son absolutas, cada una tiene unos alcances y unas limitaciones, y son las siguientes:[173] a) El anticlericalismo militante. No puede negarse este punto común en los legisladores; baste recordar los epítetos usados contra los sacerdotes, el modo de describir su estilo de vida y su vida privada.

b) La persecución legalizada. Respondiendo a las exigencias masónicas y del protestantismo norteamericano. La masonería domina la política mexicana desde el siglo XIX y muchos revolucionarios se formaron a su sombra; el protestantismo que había penetrado en México, portando con sí el ideal de una sociedad que ofrece al hombre, liberado de dogmatismos, su plena realización, al modelo estadounidense, destruyendo un aspecto de la identidad mexicana, como denunció tantas veces Palavicini en el Congreso.

c) Odio a la Iglesia católica. Surge una y otra vez en el congreso el “argumento histórico” del papel opresor de la Iglesia en la época colonial y sus contubernios con los conservadores; la Iglesia es un enemigo para la Patria, porque buscando sus intereses controla su vida social, política y económica; ataca la soberanía de la nación cuando clama por la intervención de otras potencias extranjeras en la vida nacional; en fin mantiene postrado el país con sus mentiras y engaños impidiendo la libertad, el desarrollo de la inteligencia y la evolución de las instituciones.

d) La influencia anarquista. Los constituyentes, ciertamente no tenían una gran carga cultural, baste revisar las “afirmaciones históricas” que hicieron para darse cuenta de ello, con una actitud antirreligiosa que culpaba al fenómeno religioso del estado de las masas.

e) La herencia positivista. La proclamación de la ciencia como bienhechora de la humanidad, donde el orden y el progreso serían las características de la nueva sociedad.

f) El triunfo de los jacobinos. El jacobinismo obregonista era incisivo, asemejándose y confundiéndose con una tendencia anarquizante que identifican religión con fanatismo, negando libertad de conciencia para evitar la religión que obstaculiza las posibilidades del hombre. El Congreso de Querétaro fue complejo. Quedaron marginados grupos del viejo y nuevo régimen: villistas, zapatistas, convencionistas, huertistas, católicos, etc. El pueblo, la mayoría estaba lejana del congreso, la minoría estaba decidiendo las leyes de la mayoría, una minoría que sin saberlo establecían una dictadura, la constitucional: todas las tendencias expuestas antes convergían para crear un “Estado con un agresivo y macizo poder ejecutivo”.[174]En el Libro de Actas del Congreso se lee “presentó y dio lectura (el Lic. José Diego Fernández) a una exposición para establecer en nuestra Constitución la dictadura, a fin de vigorizar el Ejecutivo, en casos angustiosos y de urgente necesidad, para la salvación de la república”.[175]

Este proyecto de dictadura es ratificado por el Congreso, a extremos insospechados que establece la dictadura constitucional y en forma permanente. La Iglesia es una amenaza porque puede enfrentar el individuo al Estado, al proclamar la primacía de Dios, relativizando algún otro poder y al pedir fidelidad pone en crisis otras fidelidades.[176]

Apelando al criterio señalado por el proyecto de dictadura, “en casos angustiosos y de urgente necesidad, para la salvación de la República, cuando sus instituciones se vean amenazadas de perecer por graves perturbaciones de la paz pública”, se declara “la supremacía del Poder civil sobre los elementos religiosos”.[177]

La Iglesia es sometida, no más sobre el Estado, controlada legalmente e impedida en su influencia moral, la Iglesia pierde su función de conciencia pública, función que ocupa el Estado para dictar la ética de la nación y las funciones sociales a cumplir. Así el Estado encarnado en el poder ejecutivo, Presidente de la República, identificado con la dictadura constitucional es el nuevo moderador de la vida de los mexicanos.

Notas

  1. MADERO Francisco I., Memorias, citado por KRAUZE Enrique, Francisco I. Madero Místico de la Libertad, FCE, México 1992, 11.
  2. Idem.
  3. Idem., 21-39.
  4. Se puede ver todo el texto del Plan de San Luis en Antología de Historia de México. Documentos, Narraciones y Lecturas, SEP, México 1993, 47-53.
  5. Un buen resumen de esta época se puede leer en Historia mínima de México, Coord. Daniel Cosío Villegas, El Colegio de México, México 1983. También en CUMBERLAND Charles, la Revolución Mexicana. Los años constitucionalistas, FCE, México 1992, 11-31.
  6. La voz de Aguascalientes, 24 de diciembre de 1909, citado por CEBALLOS RAMÍREZ Manuel, Op. Cit., 393.
  7. Idem., Op. Cit. 393.
  8. PALOMAR Y VIZCARRA Miguel, El caso ejemplar mexicano, JUS, México 1966, 136.
  9. BRAVO UGARTE José, Historia de México III/1, JUS, México 1962, 426. El texto completo del Programa del PCN se puede ver en: PALOMAR Y VIZCARRA, Op. Cit., 136.
  10. CEBALLOS RAMÍREZ, Op. Cit., 403.
  11. El texto completo lo presenta BANEGAS GALVÁN Francisco, El porqué del Partido Católico Nacional, JUS, México 1960, 50.
  12. CEBALLOS RAMÍREZ, Op. Cit., 401.
  13. MEYER Jean, La cristiada II, Siglo XXI, México 1976, 60-61.
  14. El Mañana, 10 de diciembre de 1912. Citado por MEYER Jean, Op. Cit., 63. CORREA Eduardo J., El Partido Católico Nacional y sus Directores, explicación de su fracaso y deslinde de responsabilidades, FCE, México 1991, 14.
  15. Idem.
  16. Idem.
  17. MORENO ARRIAGA Salvador, Memoria de la Segunda Gran Dieta de la Confederación Nacional de los Círculos Obreros reunida en Zamora del día 19 al 23 de enero de 1913, Tip. De la Escuela de Artes, Zamora 1913, 15.
  18. RUIZ Y FLORES Leopoldo, Arzobispo de Michoacán , Sermón predicado en la Catedral de Zamora en la Misa de inicio de Trabajos de la Segunda Gran Dieta, Memoria, Op. Cit., 1.
  19. Idem., 10.
  20. Idem., 27.
  21. Se puede ver el Informe de don Salvador Moreno Arriaga, en la Segunda Gran Dieta de Zamora, Op. Cit., 21-28.
  22. Idem., 3-4.
  23. KRAUZE Enrique, Venustiano Carranza. Puente entre Siglos, FCE, México 1992, 9.
  24. Carta de Madero a un vecino de Saltillo, citado por: TARRACENA Alfonso, Venustiano Carranza, JUS, México 1963, 22.
  25. Un gran número de cartas y telegramas reporta TARRACENA Alfonso, Op. Cit.
  26. Declaraciones del gobernador de Coahuila en septiembre de 1912, citado por TARRACENA, Op. Cit. 67.
  27. Palabras de Madero a Luis G. Garfias, citado por TARRACENA, Op. Cit., 76-77.
  28. Comunicado del C. Gobernador del Estado de Coahuila al Congreso del Estado dando a conocer el telegrama de Victoriano Huerta a los gobernadores del país. Documentos del Movimiento Constitucionalista 1913-1920, Gobierno del Estado de Coahuila 1995, 8.
  29. Respuesta del Congreso del Estado, Idem,9.
  30. Plan de Guadalupe. Manifiesto a la Nación, Idem., 16-17.
  31. Discurso pronunciado en la ciudad de México, SILVA HERZOG Jesús, Breve Historia de la Revolución Mexicana II, FCE, México 1983, 51.
  32. El primer reparto de tierras en el norte del país (Relato del general Juan Barragán Rodríguez), SILVA HERZOG, Op. Cit., 57.
  33. Se pueden encontrar numerosas narraciones de hechos violentos contra la Iglesia, menciono algunos, en primer lugar MEYER Jean, La Cristiada, 3 vol., Siglo XXI, México 1976; ROMERO DE SOLÍS José Miguel, El Aguijón del Espíritu, INDOSOC, México1994; CHÁVEZ SÁNCHEZ Eduardo, La Iglesia de México entre Dictaduras, Revoluciones y Persecuciones, Porrúa, México 1998; CUMBERLAND Charles, La Revolución Mexicana. Los Años Constitucionales, FCE, México 1992.
  34. GONZÁLEZ RAMÍREZ Manuel, La Revolución social de México I, FCE, México 1974, 400.
  35. MEYER Jean, Op. Cit. 67.
  36. Citado por ROMERO DE SOLÍS, Op. Cit, 173.
  37. Idem., 174-175.
  38. El texto se puede ver: MEYER Jean, Op. Cit., 74-76.
  39. Antología de Historia de México, 66.
  40. Idem., 80-81.
  41. Ver: CHÁVEZ SÁNCHEZ, Op, Cit., 138.
  42. Documento en SILVA HERZOG, Op. Cit., 233-235.
  43. CABRERA Luis, La cuestión religiosa en México, 1915, en La Revolución es la Revolución. Documentos, Gobierno del Estado de Puebla, Puebla 1984, 190.
  44. Idem. 190.
  45. Esta teoría la propone CUMBERLAND Charles, La Revolución Mexicana. Los Años Constitucionalistas, FCE, México 1992, 201-203.
  46. CUMBERLAND, Op. Cit., 292.
  47. Serían un total de mil quinientas personas, siendo miembros de su gobierno, su guardia militar personal, el gobernador de Coahuila y sus colaboradores, Obregón y sus ayudantes, una banda militar y un pequeño ejército. Informe del Cónsul Blocker al Secretario de Estado Norteamericano, citado por CUMBERLAND, Op. Cit., 192.
  48. Antología de Historia de México, 43-46.
  49. FERRER MENDIOLEA Gabriel, Historia del Congreso Constituyente de 1916-1917, Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana, México 1957, 27-29.
  50. Idem., 36-37
  51. Idem., 43-49.
  52. CUMBERLAND, Op. Cit., 299.
  53. Idem., 304.
  54. Diario de los debates, I, 31-33.
  55. Idem., 136-154.
  56. ROMERO FLORES Jesús, Anales Históricos de la Revolución Mexicana, citado por: FERRER MENDIOLEA, Op. Cit., 55.
  57. CUMBERLAND, Op. Cit., 309.
  58. CUMBERLAND, Op. Cit., 309.
  59. Idem., 309-310.
  60. Diario de los debates I, 503.
  61. Idem., 638-639.
  62. Idem., 641.
  63. Idem., 642.
  64. Idem., 643.
  65. Idem., 653.
  66. Idem., 657.
  67. Idem., 658.
  68. Idem., 658.
  69. Idem., 658-659.
  70. Idem., 660.
  71. Idem.
  72. Idem.
  73. Idem, 663.
  74. Idem.
  75. Idem., 663-664.
  76. Idem., 666.
  77. Idem., 667.
  78. Idem., 669.
  79. Idem., 669-672.
  80. Idem., 669-670.
  81. Idem., 672.
  82. Idem., 674.
  83. Idem., 676.
  84. Idem., 680.
  85. Idem., 685.
  86. Idem., 686.
  87. Idem., 687.
  88. Idem., 691.
  89. Idem., 691-692.
  90. Idem., 697.
  91. Idem., 701.
  92. Idem., 702.
  93. Idem.
  94. Idem., 703.
  95. Idem., 704.
  96. Idem., 705.
  97. Idem.
  98. Idem., 706.
  99. Idem., 707.
  100. Idem., 710.
  101. Se puede ver todo su discurso en Diario de los debates, Ídem., 710-715.
  102. Idem., 736.
  103. Idem., 741.
  104. Idem., 742.
  105. Idem., 747.
  106. Idem., 750.
  107. Idem.
  108. Idem., 757.
  109. Idem., 759.
  110. Idem., 761.
  111. Idem., 773.
  112. Ídem., 774.
  113. CÁMARA DE DIPUTADOS. XLI LEGISLATURA DEL CONGRESO DE LA UNIÓN, Derechos del Pueblo Mexicano a través de sus Constituciones, II, México, 1967, 415-416.
  114. Idem., 416.
  115. Idem., 418.
  116. TENA RAMÍREZ F., Leyes Fundamentales de México, 1808-1973, México 1973, 607.
  117. Idem., 666.
  118. Idem., 698.
  119. Idem., 585.
  120. Idem., 587.
  121. Idem., 805.
  122. Diario de Debate II, 863.
  123. Idem., 1028.
  124. Idem., 1028.
  125. Idem., 1029.
  126. Idem.
  127. Idem., 1031.
  128. Idem., 1032.
  129. Idem., 1033.
  130. Idem., 1034.
  131. Idem.
  132. Idem., 1036.
  133. Idem., 1037.
  134. Idem., 1037-1038.
  135. Idem., 1040.
  136. Idem., 1041.
  137. FERRER MENDIOLEA, Op. Cit., 135.
  138. CUMBERLAND, Op. Cit., 317.
  139. Idem., 319.
  140. Diario de debates II, 1095.
  141. Idem., 1092.
  142. Idem., 1101.
  143. Idem., 1102.
  144. Idem., 1103.
  145. El dictamen con toda su carga anticlerical se puede ver: Diario de Debates II, 973-975.
  146. CUMBERLAND, Op. Cit., 316.
  147. Diario de Debates II, 1045-1046.
  148. Toda su intervención se puede ver: Diario de debates II, 1044-1046.
  149. Se puede ver la propuesta de tal adición: Idem., 1043.
  150. Idem., 1047.
  151. Idem., 1047.
  152. Idem., 1048.
  153. Idem.
  154. Idem.
  155. Se puede ver todo el discurso en Diario de debates II, 1047-1051.
  156. Idem., 1050-1051.
  157. Idem., 1053.
  158. Idem.
  159. Idem.
  160. Idem., 1054.
  161. Idem., 1055.
  162. Idem.
  163. Idem., 1055-1056.
  164. Idem., 1058.
  165. Idem.
  166. Se publicó en la ciudad de México a partir del 29 de octubre de 1915, Dirigido por Rodrigo Cárdenas y por José Inés Novelo después. Colaboraron: Félix F. Palavicini, José Ugarte y otros, quienes discutieron sobre reformas sociales y económicas que debía introducir la revolución. Órgano del gobierno carrancista, desapareció a finales de 1919. (DRM, II).
  167. Diario de Debates II, 1059.
  168. Idem., 1061
  169. FERRER MENDIOLEA, Op. Cit., 149.
  170. Idem., 150.
  171. Idem., 151.
  172. Idem., 152.
  173. ROMERO DE SOLÍS., Op. Cit., 217-228.
  174. Idem., 208.
  175. Citado por ROMERO DE SOLÍS., Op. Cit., 208.
  176. Idem., 230.
  177. Diario de los debates II, 973.

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JOEL TUZ / FIDEL GONZÁLEZ