MÁRTIRES DEL CHACO; Primeras acciones evangelizadoras

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Vastísima región poblada por escasos españoles y una variedad de pueblos originarios

Se puede decir que en las últimas décadas del siglo XVII, el Tucumán –gobernación y diócesis– era una vastísima región poblada por escasos españoles y una gran variedad de pueblos originarios.

Aplacada tristemente la zona de los calchaquíes, era todavía un grave desafío la región del Chaco, donde la evangelización había sido resistida y graves choques entre españoles e indios habían perturbado la paz. La autoridad real había recibido información suficiente, lamentaba aquellos ataques, y ya en 1676 mandaba procurar la reducción y pacificación de los indios enemigos por medio de la predicación evangélica.[1]

Otra cédula real dirigida al gobernador (1681) describe los graves riesgos y daños que estaban padeciendo las ciudades del Tucumán, por las incursiones de indios del Chaco, y las dificultades que por eso mismo tenían las comunicaciones en esa región.[2]Como solución, propone en dicho escrito el envío de misioneros, más bien que fortalecer la presencia armada.[3]

Por tanto, la audacia de volver a ingresar en esa región con fines misionales pronto dará lugar al glorioso martirio de los misioneros: el sacerdote secular Pedro Ortiz de Zárate y el jesuita padre Solinas (1683).

En el resto de la diócesis hubo todavía algunos enfrentamientos de menor gravedad. Las ciudades eran pocas y pobres, aunque en ellas había parroquias, conventos de religiosos, colegios de jesuitas y dos monasterios femeninos. El obispo Nicolás de Ulloa, que gobernó la diócesis entre 1679 y 1686, informa al papa con un breve resumen (1681):

“Esta diócesis Tucumán, a la que por gracia de Dios y por la Sede Apostólica presido, está en la India Occidental y en el Reino Peruano, de entre las más remotas y más estériles, se extiende en su amplitud por más de quinientas leguas hispanas, cada una de las cuales consta en estas regiones de seis mil pasos geométricos.

En ella hay fundadas nueve ciudades españolas, en cada una de las cuales hay erigidas iglesias parroquiales, en cada una hay dos párrocos, uno para la atención de los españoles, otro para los indios y también para los muchos africanos. Además, hay en ellas algunos pocos presbíteros hijos de los españoles que habitan las antedichas ciudades. En la catedral hay cinco prebendas.

Las parroquias de indios son veinte, un párroco sirve a cada una que comprende muchas aldeas de indios y como en esta indigencia trabajan poquísimos, la tarea de los párrocos es casi inmensa [...] Es enorme la penuria de los sacerdotes para dichos ministerios y para otros, por lo que en el año próximo pasado me preocupé muchísimo de toda la diócesis, de la que me encargué desde mi acceso al episcopado”.[4]

La región de Jujuy

Jujuy es un territorio (provincia), situado en el extremo noreste de la actual Argentina, y es frontera actualmente con Chile y con Bolivia, y dentro del territorio argentino con la provincia de Salta. El territorio consta de tres zonas principales: el Altiplano; la meseta con una altitud de 3,500 metros y con montañas que alcanzan los 5,000 metros; el río Grande de Jujuy corre a través del cañón de la Quebrada de Huamahuaca, con alturas entre los 1,000 y los 3,000 metros. En el sureste la sierra desciende hacia el Gran Chaco.

La notable diferencia de altitud y de clima crea zonas desérticas como las Salinas Grandes con sus minas de sal y la selva subtropical de Yungas. El río Grande y el San Francisco desembocan en el río Bermejo. Los ríos San Juan, La Quiaca, Yavi y Sansana corren hacia el río Pilcomayo.

Antes de la llegada de los españoles, estas tierras estaban pobladas por indígenas omaguacas y ocloyas, que eran agricultores a pequeña escala y que habían sido conquistados por los incas. Los españoles establecieron en 1593 un pequeño asentamiento en el valle de Jujuy bajo la guía del colonizador Francisco de Argañaraz y Munguía.

Aquel establecimiento supo resistir y crecer a pesar de los continuos ataques de los omaguacas y ocloyas. Territorialmente la región hizo parte del Virreinato del Perú, siendo Jujuy su centro principal después de haberlo sido antes Córdoba. Jujuy perderá su importancia política al crearse el virreinato del Río de la Plata.

Hacia mediados del siglo XVII, la ciudad de Jujuy y los pueblos vecinos en la región del Chaco sufría una gran pobreza y las pocas familias allí establecidas padecían el constante peligro de ataques indígenas.[5]Eran los tiempos de las guerras calchaquíes.

No obstante, la región no carecía de auxilio espiritual. Hacia el norte, el “curato y doctrina de omaguacas, cochinoca, casabindo y sus anejos” tenía como cura propietario [titular] –así llamado entonces– al licenciado Pedro de Abreu, que realizó allí una intensa y reconocida labor apostólica.[6]Por entonces, en aquellas lejanas poblaciones, ya había comenzado una explotación minera bastante promisoria.[7]

Atención pastoral de Jujuy

En Jujuy era cura de naturales y españoles (desde 1632) el padre Hernando de Mena,[8]aunque la pequeña y joven ciudad tenía en ruinas su iglesia matriz, de manera que el Santísimo Sacramento debió ser trasladado a la ermita de San Roque y la parroquia funcionaba en la iglesia de los franciscanos. Muchos años costó terminar la obra de dicho templo que no estuvo acabado hasta 1659.[9]Un aporte para esta finalidad fue ofrecido por don Juan Ochoa de Zárate, alcalde y padre del futuro mártir Pedro Ortiz de Zárate.[10]

El obispo Maldonado, a su vez, que ingresó por allí a su diócesis (1634), relata que encontró en Jujuy unas cincuenta casas y una población de unas tres mil almas, incluidos los pueblos de indios. Describe la pobreza del lugar y la carencia de elementos para el culto; anota que dejó para ese fin su propia limosna; y lamenta los abusos cometidos contra los indios por imponerles trabajos e impedir su libertad para casarse y vivir en familia.[11]

En los años siguientes, y continuando su visita en otras ciudades, reitera esas mismas preocupaciones y vuelve a mencionar su aporte en dinero para la iglesia de Jujuy.[12]Además, para que no faltara la atención pastoral de los pueblos osas y paypayas, el dicho prelado designó a don Pedro Cáceres Saavedra, como cura interino.[13]

El citado presbítero Hernando de Mena, cura de Jujuy y también vicario, estuvo en ese cargo hasta 1645. Y dado que don Pedro Ortiz de Zárate habría asumido la parroquia de forma interina recién en 1659, tres sacerdotes estuvieron en el cargo antes de él y después de Mena.[14]A su vez, luego de don Pedro, y hasta el fin del siglo, le sucedieron en dicho oficio otros cuatro sacerdotes.[15]

En todo ese tiempo, el templo parroquial se fue deteriorando cada vez más, pero las limosnas recogidas no fueron suficientes para construir uno nuevo y por tanto sólo se hicieron las reparaciones más necesarias.[16]

Los antiguos informes relatan también que los padres de la Compañía tenían colegio en Salta y desde allí realizan misiones en varios pueblos, entre los cuales se nombra: “a la ciudad de Jujuy y a los tilcara, omahuaca, cochinoca y casabindo”.[17]Desde Córdoba también acudían sus hermanos jesuitas, con el mismo objetivo.[18]En la ciudad de Jujuy había además conventos de la Merced y de San Francisco, aunque con muy pocos religiosos.[19]

La misión comenzada en la región y la organización incipiente de la Iglesia y del gobierno civil encontraban pues graves dificultades, por la precariedad de los medios humanos y por la rebeldía de los indios.

Pero es preciso reconocer, que los indígenas padecían a su vez terribles injusticias y atropellos por parte de los colonos, como refiere en crudas palabras el obispo Maldonado en las cartas mencionadas, después de visitar las ciudades de Salta y Jujuy.[20]El futuro mártir y sacerdote secular, Pedro Ortiz de Zárate, que era entonces un jovencito, lo expresará luego en términos semejantes y bastante medidos.[21]

Vacando la sede episcopal –muchos años después por muerte de Maldonado–, un informe del gobernador Ángel de Peredo (1671), describe la triste situación de los indios del Tucumán disminuidos notablemente, también por las pestes, y lamenta que el problema de su evangelización no había sido resuelto en la provincia. Escribe:

“Las cosas de la guerra en esta provincia tienen miserable estado porque los indios como tuvieron fuerte ocasión para tomar las armas originada de la mayor violencia que padecen y han padecido en estas partes como desesperados pelean y quieren más morir peleando que ver forzadas sus hijas y sus mujeres y verse todos en una perpetua galera; señor, es pintado y sombra todo cuanto han padecido los indios en las Indias con lo que en un día padecen actualmente hoy en esta provincia los pocos que hay de paz no tienen amparo ni administración de justicia ni poblaciones tienen los derramados por las estancias y chacras desnaturalizados descasados aprisionados sin doctrina dándoles terribles tareas en los hilados y tejidos de lienzos no se pagan las doctrinas y porque he procurado poner remedio en algunas cosas me llaman loco furioso desvarado amenázanme con la muerte y con Vuestra Audiencia Real medio que el demonio ha tomado para inducir en mi ánimo cobardía para que deje mano del remedio pero temo más el juicio de Dios y tengo el amparo de su Majestad [...]”.[22]

El obispo Ulloa, que gobernó la diócesis unos siete años (1679-1686), informa en 1682 sobre los eclesiásticos beneméritos de la diócesis, entre los cuales nombra al licenciado Pedro Ortiz de Zárate.[23]Tenía por entonces la ciudad parroquia de españoles y de naturales, además de los conventos de San Francisco y la Merced. Solamente un centenar de vecinos formaba el vecindario.

Un informe del párroco de Humahuaca, Antonio de Godoy (1684), atestigua haber recibido aquel beneficio con el cargo de tener ayudante, en razón del amplio territorio que debía atender.[24]Menciona allí mismo el nombre de quienes lo ayudaron,[25]aunque cuenta que debieron partir por falta de congrua, y nombra también a su actual colaborador: don Nicolás de Gamica, con quien se reparte el inmenso territorio parroquial.

Terminando el siglo (1690), el obispo Bravo y Dávila informa sobre su visita a Jujuy, en un escrito que da cuenta de las diversas actividades de la parroquia de Jujuy y de las devociones del pueblo en ese tiempo:

“Pasó su Señoría Ilustrísima, en prosecución de su Visita, a la ciudad de San Salvador de Jujuy; y habiendo predicado y enseñado a los indios [...] visitó al cura de la matriz el doctor Antonio Vieyra de la Mota, quien exhibió los libros de la fábrica, bautizados, casados y difuntos, y en cada uno se puso la forma con que se han de asentar las partidas con claridad, que no la tenían.

Asimismo demostró los libros de las cofradías, que son, la del Santísimo Sacramento, la de Nuestra Señora del Rosario, la de San Roque, la de San Pedro y la de las Benditas Almas del Purgatorio; y en el convento de San Francisco hay una de San Antonio de Padua; y se confirmó otra en el convento de Nuestra Señora de las Mercedes, de una hermandad del Santo Escapulario de Nuestra Señora.

Y se hizo inventario de los bienes de la Iglesia y de sus ornamentos y de los que tienen las cofradías. Y habiendo precedido el acto de contrición de las personas adultas confirmó su Señoría Ilustrísima setecientos y cincuenta, entre grandes y pequeños”.[26]


NOTAS

  1. Cf. Sevilla, Archivo General de Indias, «Cédulas reales al Gobernador del Tucumán Ángel de Pereda, a la Audiencia de Charcas y al obispo del Tucumán» (26-2-1676), Buenos Aires, Legajo 5, Libro 3, ff. 39r-45v.
  2. Cf. «Cédula real al Gobernador del Tucumán» (13-1-1681), en: Jaime Cortesão (ed.), Manuscritos da Coleção De Angelis, t. V, (Río de Janeiro: s.e., 1951-1955), 64-69.
  3. Cf. «Cédula real al Gobernador del Tucumán» (13-1-1681), en: J. Cortesão (ed.), Manuscritos, t. V, 68-69. “[ ... ] disponer me informe el Virrey lo que tuviere por más útil y conveniente para el intento y si será bien valerse de enviar misioneros para que por medio de la predicación del Evangelio procuren reducir aquellos indios [...]”.
  4. Santiago Barbero, Estela Astrada y Julieta Consigli, Relaciones ad limina de los obispos de la diócesis del Tucumán (s. XVII al XIX) ( Córdoba: Prosopis Editora, 1995), 83-84.
  5. Cf. Jujuy, Archivo Histórico, «Actas Capitulares año 1641», ff. 452-454, citado en Miguel Ángel Vergara, Don Pedro Ortiz de Zárate: Jujuy tierra de mártires; (siglo XVII) (Salta: Arzobispado de Salta, 1965), 130.
  6. Cf. Miguel Ángel Vergara, Estudios sobre historia eclesiástica de Jujuy (Tucumán: Universidad Nacional de Tucumán, 1942), 144-146. Emilio Viscontini, “El valle y pueblo de Omaguaca”, Archivum t. 1, cuaderno 2 (julio-diciembre 1943), 364-374.
  7. Cf. Vergara, “Estudios sobre historia”, 148-149.
  8. Cf. Jujuy, Archivo Histórico, «Actas Capitulares» 1631, Caja XXI, Legajo 1, ff. 149, citado en Bruno, “Historia de la Iglesia”, t. III, 237 nota 15.
  9. Cf. Vergara, “Estudios sobre historia”, 150-155.
  10. Cf. Jujuy, Archivo Histórico, «Actas Capitulares», Caja XXI, Legajo 1, f. 146, citado en Vergara, “Don Pedro Ortiz de Zárate”, 151.
  11. Cf. «Carta del obispo del Tucumán Melchor Maldonado a Su Majestad» (Esteco, 29-9- 1634), en: Antonio Larrouy, Documentos del Archivo General de Tucumán, t. I, (Buenos Aires: L.J. Rosso y Cía., Impresores, 1923), 135-141 (original en: Archivo General de Indias, Charcas 137). En dicha carta el obispo da cuenta de la visita a la diócesis y menciona abusos cometidos por el vecino Juan Ochoa de Zárate.
  12. Cf. «Carta del obispo del Tucumán Melchor Maldonado a Su Majestad» (San Miguel de Tucumán, 28-5-1635). Transcripción en: Córdoba, Archivo del Arzobispado Legajo 54, Tomo 2, s/n (original en: Archivo General de Indias, Charcas 137); «Carta del obispo del Tucumán Melchor Maldonado a Su Majestad» (Santiago del Estero, 29-9-1636), en: Roberto Levillier, Papeles eclesiásticos del Tucumán: documentos originales del Archivo de Indias, t. II (Madrid: Pueyo, 1926), 58-63 (original en: Archivo General de Indias, Charcas 137).
  13. Cf. «Carta del obispo del Tucumán Melchor Maldonado a Su Majestad» (Esteco, 28-12- 1634), citada en Bruno, “Historia de la Iglesia”, t. III, 238 nota 20 (original en: Archivo General de Indias, Charcas 137).
  14. Cf. Vergara, “Estudios sobre Historia”, 163: según la documentación hallada y citada, el autor menciona a Joan Calleja, Pedro de Olmos y Aguilera, Joan del Campo.
  15. Cf. Vergara, “Estudios sobre Historia”, 164-165: Urbano Franco de Oliva, y luego tres hermanos Antonio, Domingo y José Vieyra de la Mota.
  16. Cf. Vergara, “Estudios sobre Historia”, 165-167.
  17. Roma, Archivum Romanum Societatis Iesu, Fondo Gesuitico, Collegia 1486, doc. 10: «Missiones que se hacen en los Collegios y Reduciones de la Provincia del Paraguay» 1658. Cf. «Carta Anua 1653-1654 del Padre Provincial del Paraguay Diego Francisco Altamirano sj» (31-12-1654), en: Cortesão, “Manuscritos”, t. II, 122-257.
  18. Cf. Joaquín Gracia, Los jesuitas en Córdoba (Buenos Aires: Espasa-Calpe, 1940).
  19. Cf. Bruno, “Historia de la Iglesia”, t. I1I, 336.
  20. Cf. «Carta del obispo del Tucumán Melchor Maldonado a Su Majestad» (San Miguel de Tucumán, 28-5-1635). Transcripción en: Córdoba, Archivo del Arzobispado Legajo 54, Tomo 2, s/n (original en: Archivo General de Indias, Charcas 137); «Carta del obispo del Tucumán Melchor Maldonado a Su Majestad» (Santiago del Estero, 29-9-1636), en: Levillier, “Papeles eclesiásticos”, t. 11, 58-63 (original en: Archivo General de Indias, Charcas 137).
  21. Cf. «Biografía de Pedro Ortiz de Zárate, n. 8; Carta de Pedro Ortiz de Zárate al gobernador del Tucumán Fernando de Mendoza Mate de Luna» (Humahuaca, 23-6-1682): Sevilla, Archivo General de Indias, Charcas 283.
  22. Cf. «Carta del gobernador del Tucumán Ángel de Pereda a Su Majestad» (Jujuy, 18-3-1671), citada en Bruno, “Historia de la Iglesia”, t. III, 426, nota 20 (original en: Archivo General de Indias, Charcas 122).
  23. «Carta del obispo del Tucumán Nicolás de Ulloa a Su Majestad» ( Córdoba, 6-6-1682), en: Larrouy, “Documentos”, t. 1, 325-340 (original en: Archivo General de Indias, Charcas 137). Don Pedro es mencionado en p. 337.
  24. Cf. «Testimonio de Antonio de Godoy, cura propietario de Omahuaca, Cochinoca y Casabildo dando poder a Nicolás de Garnica, en la partición del Curato» (24/6/1684): Humahuaca, Archivo Histórico de la Prelatura, Sección 3, Caja 1, Santa Catalina. El sacerdote Godoy es mencionado varias veces en la historia de Jujuy y en la vida del sacerdote mártir Don Pedro Ortiz de Zárate: cf. Vergara, “Estudios sobre Historia”, 148, 191-192, 264.
  25. Cf. «Testimonio de Antonio de Godoy, cura propietario de Omahuaca, Cochinoca y Casabildo dando poder a Nicolás de Garnica, en la partición del Curato» (24/6/1684): Humahuaca, Archivo Histórico de la Prelatura, Sección 3, Caja 1, Santa Catalina. Ayudantes del curato de Humahuaca: Juan de Tapia Loaysa, Diego Vallejo, Pedro de Valdivielso.
  26. «Testimonio de la visita episcopal de Jujuy y Salta, realizada por el obispo del Tucumán Juan Bravo y Dávila» (1690-1691), en: Larrouy, “Documentos”, t. 1, 347-348 (original en: Archivo General de Indias, Charcas 137).

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CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM: Novoraniensis, Beatificationis seu Declarationis Martyrii Servorum Dei Pedro Ortiz De Zárate Sacerdotis diocesani – Juan Antonio Solinas, Sacerdotis Professi Societatis Iesu. In odium Fidei, uti fertur, interfectorum. (+27.10.1683). Postuladores y Colaboradores Hna Isabel Fernández, hefcr, y Mons. José María Arancibia. Compilador F. González F., de la C.C.S.