Diferencia entre revisiones de «MÉNDEZ MONTOYA, San Jesús»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Revisión del 18:33 8 ago 2014

(Tarímbaro, 1880- Valtierrilla, 1928).


Sacerdote y Mártir

El Padre Jesús Méndez Montoya tenía 47 años de edad y 22 de sacerdote cuando lo fusilaron en Valtierrilla, Guanajuato, el 5 de febrero de 1928, después de haber celebrado misa clandestinamente. Había nacido en Tarímbaro, Michoacán, el 10 de junio de 1880. Sus padres fueron Florentino Méndez y Ma. Cornelia Montoya. Bautizado en la iglesia parroquial del lugar el 12 del mismo mes, recibió el sacramento de la confirmación en el mismo lugar el 12 de septiembre de 1881.


Fue educado en un ambiente exquisitamente cristiano, con misa y rosario diarios. Ingresó en el seminario de Morelia a los 14 años. Su familia era muy pobre y algunos vecinos de su pueblo natal le ayudaban con gusto, en lo que podían, a su sostenimiento. El 23 de julio de 1905 recibió el diaconado y fue ordenado sacerdote el 3 de junio de 1906 por imposición de manos del señor arzobispo Atenógenes Silva. Cantó su Primera Misa en su pueblo natal el 22 de junio del mismo año.


Desempeñó su ministerio sacerdotal en las siguientes parroquias: Huetamo, como vicario cooperador, de 1906 a 1907, en donde sufrió un agotamiento nervioso que alarmó a sus familiares. Pedernales, en donde permaneció de abril de 1907 a febrero de 1913, pero nuevamente se sintió enfermo por lo que el señor arzobispo, para que mejorara su salud, lo cambió a Valtierrilla. En su ministerio sacerdotal estuvo siempre acompañado por su madre, sus tres hermanas y un hermano. Como el resto de los sacerdotes mártires se distinguió por su empeño en la catequesis y formación de la gente, la devoción eucarística y mariana, el celo apostólico y su amor a los pobres. Objeto especial de su preocupación pastoral fue la atención a la escuela parroquial. Promovió obras sociales, fundó una cooperativa de consumo y una caja de ahorros en favor de la misma.


“Su ministerio se caracterizó por un entrañable amor a la Eucaristía manifestado en la gran devoción con que celebraba la Misa, en el recogimiento y acción de gracias, en las horas santas que promovía, y en su preocupación por inculcar este espíritu en los feligreses”[1].


Durante la persecución se negó a huir y por eso murió fusilado

En Valtierrilla y en otras poblaciones, durante la persecución callista, muchos sacerdotes se escondieron o se alejaron de sus parroquias buscando lugares más seguros. El padre Méndez siguió ejerciendo su ministerio ocultamente: celebraba su misa muy temprano, bautizaba, confesaba. Por la noche salía a bautizar a las casas, y durante el día atendía a los enfermos.


Por aquellos días, tras el agotamiento de todos los recursos e intentos pacíficos y legales para que se deroga¬sen las leyes persecutorias, comenzó la Cristiada↗. Algunos en Valtierrilla se sumaron a los cristeros y fijaron como fecha para el levantamiento el 5 de febrero de 1928. Fueron de delatados y vendidos por la traición[2]. Los federales del pueblo cercano de Sarabia invadieron el pueblo para sofocar el levantamiento, arrasando todo lo que encontraron en pie. El padre Méndez nada tuvo que ver con eso, ya que jamás empuñó las armas.


Eran más o menos las cinco de la mañana cuando llegaron los federales, de improviso. El padre Méndez estaba terminando de celebrar la misa en una dependencia de la notaría. La acabó de prisa y dio la comunión a su hermana y a otra señora. Quiso escapar por una ventana ocultando debajo de una manta la Eucaristía, pero los soldados ya lo tenían acorralado. Entonces tomó el copón con las hostias consagradas y lo escondió bajo su tilma, con la que se cobijaba cuando hacía frío; pero queriendo buscar una mayor seguridad para el Santísimo, se brincó por una ventana de la notaría que daba a la torre del templo.


Unos soldados que habían subido al campanario para poder ver la dirección que toma¬ban los cristeros que huían, vieron al sacerdote y bajaron con rapidez, pensando quizá, sin conocerlo, que sería algún cristero. Al registrarlo encontraron el copón que apretaba contra su pecho y le preguntaron: "¿Es usted cura?" a lo cual respondió "Sí, soy cura". Esto bastó para que lo detuvieran. Él les dijo: "A ustedes no les sirven las hostias consagradas, dénmelas". Pidió a los soldados unos momentos para recogerse en oración, se puso de rodillas; rápidamente consumió algunas hostias sagradas. Luego dijo a los soldados: "Ahora, haced de mí lo que queráis. Estoy dispuesto. Dijeron después los soldados: "Déles esa joya a las viejas", refiriéndose a la hermana del padre, Luisa, y a la otra señora, Ma. Concepción, quienes trataban de defender al sacerdote. Les entregó el copón diciéndoles: "Cuídenlo y déjenme, es la voluntad de Dios”[3].


Entre seis u ocho soldados lo llevaron a un callejón aislado y sin nombre (hoy llamado Calle Padre Méndez) donde un capitán de nombre Muñiz, quien estaba al mando de la tropa y a quien los testigos describen como “un viejo prieto, grandote y barrigón”, quiso matarle, pero se le encasquilló la pistola. Ordenó a los soldados que los fusilasen. Los soldados por dos veces fingieron cumplir la orden, pero las balas nunca tocaron al padre. Entonces el capitán despojó al padre de su sotana, le quitó el crucifijo y una medalla; agachándose lanzó varias piedras a algunos curiosos, y luego, empujando al Padre contra unos magueyes le disparó con su pistola matándolo. El padre cayó al suelo muerto. Eran aproximadamente las siete de la mañana. Una mujer se acercó entonces al cadáver que chorreaba sangre y con un lienzo le enjugó la sangre. Todavía se conserva aquella reliquia, de la cual posteriormente los fieles se repartieron trozos.


Los soldados incautaron el cadáver para arrebatárselo a la gente. Era el día 5 de febrero de 1928. Los soldados querían destrozar el cadáver. Por ello lo pusieron junto a la vía del tren, con el fin de que fuera despedazado, e hicieron desfilar ante el cuerpo a toda la gente de Valtierrilla que se habían llevado en calidad de detenidos. Las mujeres de los oficiales quitaron el cuerpo de ahí y se lo llevaron a un portalillo. Entonces los soldados cavaron una fosa en el machero de los caballos (muladares) para enterrar los restos destrozados del Padre Méndez, pero las soldaderas[4]se opusieron. Finalmente, un cristiano de nombre Elías Torres consiguió que le entregaran el cuerpo para llevarlo a la localidad de Cortázar (Guanajuato) y sepultarlo, aunque los soldados impidieron a la gente que acompañasen al mártir a su sepultura[5]. A pesar de la confusión, amenazas y peligros, mucha gente logró velarlo en la localidad de Sarabia, entre los insultos de la soldadesca que “decían a las mujeres algunas palabras que no se pueden escribir aquí”[6].


El padre Jesús Méndez fue sacrificado por odio a la fe. El padre conocía los riesgos de su ministerio; sin embargo, nunca abandonó a sus feligreses y en muchas ocasiones expresó su deseo de ser mártir. Cinco años después, sus restos fueron trasladados a Valtierrilla. II.


Notas

  1. Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, I, Informatio, 250; cfr. II, Sumarium, 253, & 1921; 527, & 1936; 530, & 1948; 535, & 1971; 536, & 1978; 510, & 1871; 546, &1976; 532, & 1954; 539, & 1994; 531, & 1953, 512, & 1882; 516, & 1894; 518, & 1904, etc...
  2. Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, I, Informatio, 251; cfr. II, Sumarium, 249, & 2039.
  3. Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, II, Summarium, 544, & 1017-20-18; I, Informatio, 252.
  4. Mujeres milicianas que acompañaban a las tropas federales.
  5. Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, I, Informatio, 252.
  6. Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, II, Summarium, 517, & 1900; también: ivi, Summ., 510, & 1875; 516, & 1898; 517, & 1900; 540-541, & 2000; 549, & 2040; 552-553, & 2054-2055; Doc. Proc. 209, CLIX; Doc. Proc., 191, CXXXVIII-CXXXIX; 191, CXXXIX; 193-195, CLXIII-CLXIV.


Bibliografía

González Fernández, Fidel. Sangre y Corazón de un Pueblo, Tomo II. Ed. Arquidiócesis de Guadalajara, México, 2008.

Positio Magallanes et XXIV Sociorum Martyrum, volúmenes I y


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ