Diferencia entre revisiones de «MAPAS DEL NUEVO MUNDO»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Entre los mayores difusores en Italia del conocimiento del Nuevo Mundo en el siglo XVI se encuentra el veneciano Giambattista Ramusio (1485-1557), secretario del consejo de los Diez, historiador, geógrafo y humanista. Tanto él como su amigo Girolamo Fracastoro, mantuvieron relaciones con Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista del emperador Carlos V. Tradujo y editó en Italia una colección de fuentes históricas relativas a las cosas de Indias, comenzando en 1534, con 3 obras y añadiendo en 1556, un año antes de su muerte, con otras 16 relaciones sobre la América hispana y 5 sobre la Nueva Francia.
 
Entre los mayores difusores en Italia del conocimiento del Nuevo Mundo en el siglo XVI se encuentra el veneciano Giambattista Ramusio (1485-1557), secretario del consejo de los Diez, historiador, geógrafo y humanista. Tanto él como su amigo Girolamo Fracastoro, mantuvieron relaciones con Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista del emperador Carlos V. Tradujo y editó en Italia una colección de fuentes históricas relativas a las cosas de Indias, comenzando en 1534, con 3 obras y añadiendo en 1556, un año antes de su muerte, con otras 16 relaciones sobre la América hispana y 5 sobre la Nueva Francia.
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==La progresiva configuración de los mapas==
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Andando los años, los descubrimientos geográficos encuentran cada vez mayor entrada en los tratados y en los mapas, los cuales se configuran con una correspondencia mayor a la “nueva” realidad. La configuración del cosmos se abre camino gracias a los nuevos descubrimientos oceánicos. El geocentrismo tolemaico que suponía la Tierra el centro del universo comienza a caer, aunque todavía es muy tenaz en las mentes y en las obras de muchos. Tal es el caso del  «Planisferio» de Girolamo Verrazzano, (Roma, sin fecha precisa pero probablemente de 1529; (Borgiano I). Otro autor, el portugués Diego Ribeiro, traza en pergamino su «Planisferio», en Sevilla (1529) (Borgiano III).
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El Autor es uno de los grandes cosmógrafos que en Sevilla trabajan al servicio de la “Casa de Contratación”, que tras los descubrimientos del Nuevo Mundo y la empresa española en él, se encargará de los asuntos de viajes, mapas, iniciativas comerciales y coloniales en las nuevas tierras descubiertas bajo el dominio español. Estos cosmógrafos tenían el encargo de poner al día los mapas náuticos para las expediciones españolas. Ribeiro contribuyó a la gran expedición de Magallanes – Juan Sebastián El Cano. La obra  incluye los nuevos descubrimientos y traza con precisión el dibujo de las costas con una rica nomenclatura de las mismas. Entre otros detalles apunta ya a las Tierras australes. Interrumpe el dibujo de las costas allí donde no se tenían noticias seguras.
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En 1530 aparece otro pergamino con un «Planisferio» oval italiano (Urb. Lat. 274). A partir de los nuevos descubrimientos transoceánicos y continentales, la idea de la esfericidad de la Tierra se convirtió en patrimonio de todos y se difunde, antes de pasar a la impresión entre los navegantes y científicos, sobre todo en pergaminos, aunque todavía, en pleno Renacimiento, encuentra aún mucha resistencia para ser aceptada. En 1534, Giabattista Ramusio, en un volumen misceláneo  (Rossiana 4727), ya se aprovecha de los nuevos conocimientos geográficos. Autores “españoles” testimonios y cronistas de los descubrimientos fueron copiados o divulgados en el resto de Europa, muchas veces sin citarlos. Es el caso de esta obra que recoge textos de Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo y Francisco Jerez; incluye también un mapa de la Isla Hispaniola.
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Siguiendo este camino progresivo en los trazados de mapas, en 1537 nos encontramos con el de Johann Huttich - Simon Grynaeus, Novus orbis regionum ac insularum, Basileae, I Hervagius 1537, mense martio (Barbarini P. X. 23). Se trata de una compilación de diecinueve relaciones de célebres viajes terrestres y marítimos, que van desde Simón Grineo, Colón, Pedro Alonso Pinzón (compañero de Colón), Américo Vespucio, el rey Don Manuel de Portugal, Pedro Mártir de Anglería, etc., editada entre 1531 y 1533 en Basilea por Hervagio, Frobenio y Espiscopio.
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Ya a partir de este momento comienzan a aparecer toda una serie de mapas y planisferios cada vez más completos. Uno de los primeros en tal sentido puede considerarse el de Abraham Ortellius, Theatrum Orbis Terrarum, Americae sive novi orbis nova descriptio, Anveres, 1570 (R.G. Geografica S 11 o 12 int. 1. Otras ediciones 1571. R.I. S. 51; 1579 Capponi S 6). Se considera el primer Atlas moderno. Ya en vida del autor aparecieron 25 ediciones, ilustradas, con numerosos mapas y explicaciones sobre cada región, señalando escalas y grados de altitud, debidas en gran parte a Francisco Hogenberg.  Ortellius (1527-1598), cartógrafo flamenco, que había grabado su primer mapa en 1547, y quien es conocido como el “Ptolomeo del siglo XVI”, el cual fue designado en 1575 por Felipe II cartógrafo real; él es el primero en utilizar los colores para definir los territorios.
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Desde entonces la cartografía geográfica hace notables avances como lo habían hecho los instrumentos náuticos a lo largo del siglo precedente. Así, como ejemplo, ya en el siglo XVII, Sir Robert Dudley, Dell'Arcano del Mare, Firenze 1646-47 (RG Geografia S 65) presenta en su volumen los diversos instrumentos náuticos de la época. Desde la segunda mitad del siglo XVI, los globos terrestres entraron de lleno en la cartografía, ya sea en relieve, en grabados de estampa, litografías, mapamundis tallados en diversos materiales, y en esferas planetarias geocéntricas, sistema solar, etc.
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El encuentro con pueblos y culturas muy diversas a las del mundo europeo occidental, ya a comienzos del siglo XVI incide en los conocimientos y en un cambio progresivo de la visión geográfica, temporal y espacial. Así el dominico Pedro de los Ríos nos ha legado un códice (Códice Ríos, Vat. Lat. 3738) del valle de México, fechado entre 1566 y 1589, que contiene información sobre la religión de los pueblos indígenas, el ciclo adivinatorio de 260 días, las fiestas, etc. Nos reporta una de las creencias más características del antiguo México: el mundo había pasado a través de diversas eras (Soles) con diferentes humanidades y fines catastróficos. Desde casi los comienzos de los contactos de los españoles con el Nuevo Mundo, van descubriendo toda una serie de códices indígenas, muchos de ellos elaborados antes de la misma conquista y otros contemporáneos a la misma.
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Entre otros se pueden citar: un Manuscrito pictográfico nahua, conservado en la Biblioteca Vaticana (Códice Vat. Lat. 3773), el Códice Vaticano B, que parece haya sido pintado en la región de Puebla-Tlaxcala, antes de la conquista; el “Códice Borgia”, manuscrito pictográfico del siglo XVI, también conservado en la Biblioteca Vaticana; un códice de la región entre Tehuacán en Puebla y Teotitlán del Camino (Oaxaca), de finales del siglo XV o comienzos del XVI. Contiene un calendario histórico, ritual y astronómico náhuatl. La colorida danza de símbolos (de tiempo, naturaleza, religión, política) no es algo confuso, sino que todos se mueven en una sinfonía armónica.
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También el “Códice Mendoza”, manuscrito pictográfico mexicano, conservado hoy en la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford (México XII 21 (3), de fines de la primera mitad del siglo XVI (1541-1542?) informa sobre las concepciones de la vida entre los aztecas en su vida cotidiana: los valores religiosos y los antivalores. Así contrapone a los hombres buenos y trabajadores a los ociosos y sumergidos en el vicio. Misioneros, conquistadores y cronistas van observando las realidades que encuentran ofreciéndonos numerosos ejemplos de su vida social, religiosa, cultual y política en sus crónicas y escritos de índole diversa. Incluso algunos ya empezaron a recoger diversos utensilios usados en el culto religioso por algunas de estas poblaciones, y algunos escritores, como el franciscano Fray Bernardino de Sahagún, entre otros, explican el significado de los mismos.
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Así el fraile franciscano recoge de labios de los tlamatinime (sabios) aztecas el significado de los sacrificios humanos, que producían tan grande y sumo horror en los recién llegados españoles (tanto conquistadores como misioneros): “… en su presencia [de los dioses] matan hombres y niños è…] y ofrecemos corazones […] y cada veinte días les hacemos fiesta”, y que según algunos estudios en los templos aztecas podían alcanzar hasta más de veinte mil víctimas al año, por lo que a tal fin regía la costumbre de las llamadas “guerras floridas”, que eran motivadas no por objetivos de conquista territorial sino para proveerse de víctimas humanas para ofrecer a las diversas divinidades.  Estos aspectos de una historia cultural religiosa y otros que expresaban en algunas zonas del Continente americano un elevado nivel artístico y cultural en el trabajo del oro, la plata, el jade y otras piedras y metales preciosos, así como las preciosas plumas de colores de variadas especies de pájaros y aves desconocidas en el mundo europeo occidental, impactaron a los europeos recién llegados, abriendo siempre más sus mentes hacia la realidades totalmente desconocidos hasta entonces para su mundo, como lo eran otras múltiples expresiones culturales, antropológicas, de la biología, botánica y agricultura, así como de la alimentación.
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Entre los numerosos códices que todavía han llegado a nosotros, y que no han perecido debido a destrucciones hechas de propósito en los mismos años de la conquista por una mentalidad de lucha contra la idolatría, o desaparecidos sobre todo debido a robos y ventas fraudulentas en los siglos XIX y XX, hay que recordar, también a propósito de cuanto estamos apuntando, el «Lienzo de Tlaxcala» (Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México); una copia del original en tela del 1773, probablemente del siglo XVI, existente en Tlaxcala, nos ofrece en el centro el escudo de la Corona española y a su alrededor los jeroglíficos de los cuatro barrios o zonas de la antigua República de Tlaxcala, con sus príncipes y los indios y españoles que encuentran bajo el signo de la cruz. La conquista es vista como una empresa común de españoles y tlaxcaltecas.

Revisión del 18:35 12 feb 2015

Los primeros pasos hacia una nueva configuración geográfica de la Tierra en sus mapas

1. La aventura de las navegaciones

Las tímidas navegaciones europeas del siglo XIV constituyeron el alba de una intensa curiosidad geográfica. Dada la falta de certezas de los conocimientos científicos y la falta de naves adecuadas, atravesar los grandes mares, sobre todo los océanos, resultaba extremadamente peligroso y prácticamente imposible con la técnica rudimentaria de aquellos navíos. Las variaciones producidas por la redondez de la Tierra no se conocían todavía, por lo que era imposible trazar la ruta de antemano. La Tierra seguía siendo un «misterio» desconocido que producía estupor y fomentaba la imaginación, los miedos y las ilusiones esperanzadoras. La búsqueda de otras tierras y el deseo de alargar las fronteras del mundo conocido se convierten, en la aurora de la edad moderna, una pasión del hombre humanista y renacentista. Le faltaban solamente los instrumentos técnicos adecuados para realizar su sueño.

Los primeros intentos para adentrarse en el Océano occidental de Europa fueron ocasionales. Nacieron como consecuencia del final de la «reconquista» ibérica y del propósito de empujar hacia África a los sarracenos, sus invasores seculares. Pero las costas africanas abrieron a portugueses y españoles otros horizontes. La búsqueda de productos de primera necesidad en una sociedad que estaba experimentando una gradual y progresiva transformación, empujó a los europeos hacia la búsqueda de nuevas rutas y metas comerciales. Los venecianos estaban explorando la vía de la Europa oriental hacia Asia, y los genoveses buscaban también nuevos espacios comerciales.

Pero serían los portugueses los primeros en lanzarse océano adentro tras las rutas de un lejano Oriente circunnavegando el continente africano, entonces desconocido en su total geografía y consistencia. El intento de Cristóbal Colón será precisamente el de acortar aquel largo camino navegando desde oriente hacia occidente, intuyendo así el hecho de la esfericidad de la Tierra. En la segunda mitad del siglo XV, el Infante Don Enrique de Portugal con la finalidad de “defender la fe cristiana, luchar contra el Islam, y dar prestigio y poder a Portugal” se establece en el palacio observatorio de Sagres, que se convertirá en un centro de encuentro de cartógrafos y cosmógrafos de toda Europa, donde se estudiaban los métodos de construcción naval, la geografía marítima y los problemas que planteaba las navegación en aquellos mares profundos. Iniciaba así una nueva época, y en 1485 Bartolomé Díaz doblaba el Cabo de Buena Esperanza, la punta más meridional del Continente Africano y encuentro violento de las corrientes de los tres inmensos océanos que posteriormente se conocerán como el Atlántico, el Índico y el Pacífico.

Los mapas, antes y después del descubrimiento del Nuevo Mundo

Ya el Humanismo y el Renacimiento habían comenzado a abrirse a dimensiones antropológicas y culturales que iban más allá de sus fronteras. El fenómeno, con raíces ya lejanas en la Baja Edad Media, crece cuando el mundo Occidental entra en un contacto más inmediato con el mundo cultural griego, sobre todo a partir del Concilio de Constanza (1414-1418), y luego con los encuentros propiciados por los concilios de Basilea, Ferrara y Florencia; y como consecuencia del aflujo hacia Occidente de personajes del mundo cultural bizantino tras la caída de Constantinopla en manos turcas (1453).

Los humanistas comienzan a interesarse con mayor determinación por aquel mundo cultural antiguo (interés por las lenguas bíblicas, el hebreo, el griego, por ejemplo). El fenómeno representa una notable apertura hacia un mundo, cercano geográficamente, pero que había permanecido lejano o distante durante mucho tiempo. La filología humanista produjo obras fundamentales en este proceso, como la Biblia Políglota Complutense, promovida por el cardenal de Toledo Francisco Jiménez de Cisneros de Toledo, con todos los libros de la Biblia en sus versiones originales y la versión latina. Casi contemporáneamente, el dominico Agostino Giustiniani publica el Psalterio in quattro lingue, Genova 1516 (Membr II 5). Esta obra pertenece a este movimiento. En ella, el salmo 19, 4, “et in fine orbis”, contiene una nota sobre Cristóbal Colón y sus descubrimientos.

Entre los documentos más importantes que documentan la visión geográfica y antropológica que los europeos tenían de la Tierra antes del descubrimiento del Nuevo Mundo, algunos se conservan en la Biblioteca Apostólica Vaticana . Entre ellos hay que señalar los siguientes: 1) El «Planisferio Walsperger » (1448): dibujado en Colonia por el monje benedictino Andrea Walsperger, nos ofrece una visión todavía fantástica del mundo, con figuras de animales fabulosos, que el mundo medieval todavía creía que existiesen en la vigilia de las grandes exploraciones marítimas y descubrimientos geográficos. En este Planisferio se indican las localidades habitadas por cristianos, y otras imaginadas donde vivían infieles en África, Asia y Rusia. 2) Otro Mapamundi es el llamado «Planisferio Borgiano» o Tavola di Velletri, de la primera mitad del siglo XV.

La obra fue llevada a cabo probablemente en la Alemania meridional hacia 1430. Ofrece numerosas indicaciones, acontecimientos históricos, y figuras según la cosmografía clásica y patrística. Es un testimonio elocuente del patrimonio artístico y legendario medieval. 3) Otro códice importante es el de la «Cosmografía de Claudio Tolomeo» . El códice fue realizado en 1472 para el duque Federico de Montefeltro, en la oficina florentina de Vespasiano da Bisticci, pintado por Ugo Cominelli da Misiéres, traducido del griego al latín por Jacopo da Scarperia. Es un testimonio del paso desde la antigua visión tolemaica del mundo a la moderna. Ofrece los planos de diez de las ciudades más importantes de la época. Pietro del Massaio pinta una Representación del Viejo Mundo.

Los primeros descubrimientos geográficos abrieron un proceso irreversible de búsqueda más allá de las fronteras conocidas. El resultado de los descubrimientos fue el alargamiento del mundo conocido en ambos sentidos, y un cambio de óptica del hombre en relación a la Tierra. Para el conocimiento europeo el planeta se configuró así en “Viejo” y “Nuevo Mundo”. Y aunque todavía no se podían prever ni las proporciones ni los éxitos del encuentro entre las gentes del uno y del otro, comenzó a formarse una nueva conciencia, la de la modernidad y de la “mundialidad”.

Entre los motivos que empujaron al hombre cristiano occidental más allá de sus fronteras hay que señalar los siguientes: la curiosidad, las necesidades comerciales de las naciones europeas que se estaban formando en aquella época, y sin duda, la voluntad explícita de dilatar las fronteras de la fe cristiana. En esta atmosfera hay que encuadrar a Portugal, que toma sobre todo la ruta asiática siguiendo las costas africanas, y a España, sobre todo a partir de 1492, año precisamente en el que se concluye totalmente la «reconquista» de la península ibérica del poder musulmán.

La gran noticia del Descubrimiento dada por Cristóbal Colón

Cristóbal Colón da la noticia del descubrimiento de las Nuevas Tierras en una Carta a Luis de Santangel, la que lleva por título: Christophorus Columbus, Epistola de insulis nuper inventis. Se trata de la primera carta enviada por Colón sobre el descubrimiento desde La Carabela en aguas de las Islas Canarias, el 15 de febrero de 1493, con una descripción de las nuevas tierras, sus gentes y la construcción del «Fuerte de Navidad». Es una síntesis de su Diario, y la primera notificación pública del acontecimiento. La Carta ha tenido tres ediciones, y como escribe Vázquez Janeiro, “ofrece problemas de datación, destinatario e integridad… Parece haber sido escrita el 14 o el 15 de febrero de 1493, mientras navegaba a lo largo de las costas de Portugal, de regreso de su primer viaje. Por lo que se refiere al destinatario, unos dicen que fue dirigida a Luis de Santángel, escribano de ración, otros a Gabriel Sánchez, tesorero real; De Llolis la considera dirigida a ambos a la vez… Ballesteros cree, en cambio, que se trata de dos cartas diferentes, aunque casi iguales, y casi en la misma fecha; esto explicaría las diferencias de datación y las variantes textuales. La carta, escrita en castellano, fue editada por primera vez en Barcelona y no mucho después, otra vez en el mismo lugar; se conservan sendos únicos ejemplares en la Biblioteca pública de Nueva York, de la segunda en la Ambrosiana de Milán”.

En la Biblioteca Apostólica Vaticana (Rossiana Inc. 674) se encuentra un ejemplar de una traducción de Leandro de Cosco, del 29 abril 1493, publicada en las prensas de Stephanus Plannck poco después. A su vez, Giuliano Dati publicaba una traducción italiana versificada, Florencia, 26 de octubre de 1493. El texto latino de A. Cosco corrió pronto por Europa. Al año siguiente (1494) lo reimprimió en Basilea Johannes Bergmann de Olpe, como segunda parte de un volumen titulado: “In laudem Serenissimi ferdinandi Hispaniarum Regis, Bethicae et regni Granatae, obsidio, victoria et triunphus. Ed de Insulis in mari Indico nuper inuentis”, que publica en latín la misma Carta.

La primera parte del título corresponde al drama compuesto por Carlos Verardo para celebrar la victoria de Fernando el Católico sobre los moros de Granada, y representado en Roma en 1492. El incunable lleva en la portada un grabado que representa al rey Fernando. La segunda parte, Et de insulis…, se refiere a la Epistola Christophori Colom (cui aetas nostra multum debt: de Insulis in mari Indico nuper inuentis: ad quas pequirendas octauo antea mense: auspiciis et aere inuictissimi Ferinandi Hispaniarum Regis missus fuerat)… Esta segunda parte del incunable va ilustrado con grabados que representan una nave “Oceanica Classis”, o sea la nave de Colón, que era el “Praefectuss clasis oceanicae” o Almirante de la armada del océano, y las islas descubiertas que son indicadas por los nombres que les impuso Colón” [Insula Hyspana, Ysabella, Fernanda, Salvatoris, Conceptionis Mariae: las diversas Antillas].

Esta Carta fue recibida con avidez indecible en Europa. Sólo en los siete años que quedaban del siglo XV fue editada o traducida diecisiete veces… La Carta era, no sólo el primer anuncio, sino también la primera historia de un mundo tan maravilloso que el nuestro no parecía tener semejante. Todo allí era superlativo. El mismo Colón parece resistirse a creer lo que había visto, y ahora narra con la mayor sencillez: “innumerables gentes”, “innumerables pueblos”, “islas fertilísimas”, “muy bellas”, “muchos copiosos y saludables ríos”, “elevadísimos montes”, “muchas diversidad de árboles de inmensa elevación”, “unos colmados de flores, otros cargados de frutos”, “palmas superiores a las nuestras en su altura y belleza”, “pinos admirables, campos y prados vastísimos, varias aves, diversas mieles y diversos metales, excepto hierro”, “cantaban el ruiseñor y otras varias e innumerables aves, y cantaban en el mes de noviembre”… “Los habitantes de uno y otro sexo… andan siempre desnudos como nacieron”, “no tienen armas”, “son bien formados”, “son tímidos y llenos de cobardía”, “ni son perezosos ni rudos, sino de un grande y perspicaz ingenio”.

Quedaba así creada la primera imagen de América. Pero quedaba también abierto… un inmenso campo para la evangelización. Ni pasó esto desapercibido a la fuerte vena mística del Descubridor: “les di muchos utensilios bellos y preciosos que había llevado conmigo, sin exigir recompensa para atraérmelos con más facilidad, para que reciban la fe de Jesucristo”…” No conocen la idolatría”… “No hay en estas islas diversidad alguna en la fisionomía, en las costumbres o lengua, antes bien, todos se entienden recíprocamente; lo que es en mi dictamen muy ventajoso para que se verifiquen los deseos de nuestro Serenísimo Rey, reducidos a que se conviertan o profesen la santa fe de Cristo, a la que según mi entender, están prontos y dispuestos”… “Así pues, el Rey, la reina, los Príncipes y sus reinos felicísimos, como toda la Cristiandad, tributen gracias a nuestro Salvador Jesucristo… al ver la próxima salvación de tantos pueblos, entregados hasta ahora a la perdición”. Indudablemente estas informaciones, y las que luego comunicaría directamente a Isabel y Fernando, serán la fuente de inspiración de las bulas alejandrinas”.

Primeros mapas y descripciones antropológicas y geográficas del Nuevo Mundo

Una vez descubierto el Nuevo Mundo, comienzan a aparecer descripciones y mapas de un mundo apenas superficialmente conocido, más como intuición que como realidad. Se irá configurando en sus dimensiones geográficas lentamente. Sin embargo, a pesar del tremendo impacto que la notica del descubrimiento de Colón produjo en el mundo europeo, pocos años después todavía persistían en parte las antiguas concepciones y visiones del mundo. Así en 1511 aparece el libro de Bernardo Silvano, Claudii Ptholomei Alexandrini liber geographiae...cum additione locorum quae a recentioribus reperta sunt...emendatus et impressus, Venetiis, per Iacobum Pentium de Leucho, 1511, 20 Martii. Se trata de una visión geográfica revisada.

Uno de los escritores que ejercitará un primer gran influjo en Europa sobre la nueva realidad del Nuevo Mundo que entraba en la esfera de los conocimientos occidentales, es Pedro Mártir de Anglería con sus Decades. Pedro Mártir de Anglería (1457-1526), quien ocupó importantes cargos en la Corte de los Reyes Católicos y mantuvo numerosos contactos con los protagonistas de los grandes descubrimientos, publica ocho volúmenes dedicados a los descubrimientos geográficos bajo el título de Opera, scilicet legationis babylonicae libri tres, Oceani decas, Carmina, Hymni et Epigrammata. El primer volumen sobre el Nuevo Mundo fue publicado en Sevilla en 1511, con un mapa de las Nuevas Tierras descubiertas. Pero ya su obra había aparecido anteriormente, copiada y publicada en Venecia en 1504 por Angelo Trevisano, embajador de Venecia, al que Anglería había hecho ver su manuscrito, en su conocido Libretto de toda la navegación de los Reyes de España. Seguirán luego otras ediciones de las obras de Anglería en Alcalá (1516 y 1530) y en París (1536). Anglería es quizás el primero en darse cuenta que las Tierras descubiertas por Colón eran un continente nuevo, y que nada tenían que ver con Asia. Llama a Colón, ya en 1494,”novus orbis repertor”.

Otro personaje contemporáneo importante es el italiano Alessandro Geraldini (Amelia 1455-Santo Domingo1525), preceptor de las hijas de Isabel la Católica, y empleado en la Corte de los Reyes Católicos, amigo y protector de Colón. En 1496 fue nombrado obispo de Volturara y Montecorvino; en 1515 fue trasladado a la sede de Santo Domingo, donde muere. Geraldini en su Itinerarium ad regiones sub aequinoctiali plaga constitutas (19 de marzo de1522, pero será publicado un siglo después, en Roma, en 1631), recoge las noticias que él a su vez, fue recogiendo en su viaje por África septentrional y por las nuevas tierras americanas. No sólo recogía noticas a las que daba fe, sino que en ocasiones las mezclaba con su imaginación. Su credulidad da a la obra un carácter netamente retrasado con respecto al nivel del conocimiento crítico del Renacimiento. Su obra es una especie de diario manuscrito, en dieciséis capítulos, de su viaje llevado a cabo cuando es nombrado obispo residente en Santo Domingo (uno de los primeros efectivos del Continente). Sale de Sevilla el 7 de agosto de 1519, toca las Canarias, Cabo Verde, algunas islas de la costa africana, llega al Caribe y a su destino en febrero de 1520.

Casi contemporáneamente a cuando escribe Geraldini, encontramos la empresa de conquistadores como la de Hernán Cortés, que en su Tertia Ferdinandi Cortesii...praeclara narratio, Norimbergae, Federicus Arthemesius, 1524, narra los acontecimientos que él vive personalmente entre el 30 de octubre de 1520 y el 25 de mayo de 1522. La conquista de Tenochtitlán con la ayuda eficaz de los tlaxcaltecas y de otros pueblos mexicas, fue escrita en Coyoacán en 1522. Escribió al emperador Carlos V cinco Cartas –relaciones desde la Nueva España- La primera es todavía desconocida y la quinta permaneció inédita hasta 1842; solamente las otras tres vieron la luz pública en vida del autor; en Sevilla (1522 y 1523) y en Toledo (1525). La carta de 1522 cambió la actitud del emperador Carlos V en relación a Cortés. La edición impresa en Sevilla fue hecha por Jacobo Cronberger. En la Biblioteca Vaticana se conserva una traducción latina de la Segunda y Tercera Relación, donde figura el retrato del joven Carlos V.

Entre los mayores difusores en Italia del conocimiento del Nuevo Mundo en el siglo XVI se encuentra el veneciano Giambattista Ramusio (1485-1557), secretario del consejo de los Diez, historiador, geógrafo y humanista. Tanto él como su amigo Girolamo Fracastoro, mantuvieron relaciones con Gonzalo Fernández de Oviedo, cronista del emperador Carlos V. Tradujo y editó en Italia una colección de fuentes históricas relativas a las cosas de Indias, comenzando en 1534, con 3 obras y añadiendo en 1556, un año antes de su muerte, con otras 16 relaciones sobre la América hispana y 5 sobre la Nueva Francia.

La progresiva configuración de los mapas

Andando los años, los descubrimientos geográficos encuentran cada vez mayor entrada en los tratados y en los mapas, los cuales se configuran con una correspondencia mayor a la “nueva” realidad. La configuración del cosmos se abre camino gracias a los nuevos descubrimientos oceánicos. El geocentrismo tolemaico que suponía la Tierra el centro del universo comienza a caer, aunque todavía es muy tenaz en las mentes y en las obras de muchos. Tal es el caso del «Planisferio» de Girolamo Verrazzano, (Roma, sin fecha precisa pero probablemente de 1529; (Borgiano I). Otro autor, el portugués Diego Ribeiro, traza en pergamino su «Planisferio», en Sevilla (1529) (Borgiano III).

El Autor es uno de los grandes cosmógrafos que en Sevilla trabajan al servicio de la “Casa de Contratación”, que tras los descubrimientos del Nuevo Mundo y la empresa española en él, se encargará de los asuntos de viajes, mapas, iniciativas comerciales y coloniales en las nuevas tierras descubiertas bajo el dominio español. Estos cosmógrafos tenían el encargo de poner al día los mapas náuticos para las expediciones españolas. Ribeiro contribuyó a la gran expedición de Magallanes – Juan Sebastián El Cano. La obra incluye los nuevos descubrimientos y traza con precisión el dibujo de las costas con una rica nomenclatura de las mismas. Entre otros detalles apunta ya a las Tierras australes. Interrumpe el dibujo de las costas allí donde no se tenían noticias seguras.

En 1530 aparece otro pergamino con un «Planisferio» oval italiano (Urb. Lat. 274). A partir de los nuevos descubrimientos transoceánicos y continentales, la idea de la esfericidad de la Tierra se convirtió en patrimonio de todos y se difunde, antes de pasar a la impresión entre los navegantes y científicos, sobre todo en pergaminos, aunque todavía, en pleno Renacimiento, encuentra aún mucha resistencia para ser aceptada. En 1534, Giabattista Ramusio, en un volumen misceláneo (Rossiana 4727), ya se aprovecha de los nuevos conocimientos geográficos. Autores “españoles” testimonios y cronistas de los descubrimientos fueron copiados o divulgados en el resto de Europa, muchas veces sin citarlos. Es el caso de esta obra que recoge textos de Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo y Francisco Jerez; incluye también un mapa de la Isla Hispaniola.

Siguiendo este camino progresivo en los trazados de mapas, en 1537 nos encontramos con el de Johann Huttich - Simon Grynaeus, Novus orbis regionum ac insularum, Basileae, I Hervagius 1537, mense martio (Barbarini P. X. 23). Se trata de una compilación de diecinueve relaciones de célebres viajes terrestres y marítimos, que van desde Simón Grineo, Colón, Pedro Alonso Pinzón (compañero de Colón), Américo Vespucio, el rey Don Manuel de Portugal, Pedro Mártir de Anglería, etc., editada entre 1531 y 1533 en Basilea por Hervagio, Frobenio y Espiscopio.

Ya a partir de este momento comienzan a aparecer toda una serie de mapas y planisferios cada vez más completos. Uno de los primeros en tal sentido puede considerarse el de Abraham Ortellius, Theatrum Orbis Terrarum, Americae sive novi orbis nova descriptio, Anveres, 1570 (R.G. Geografica S 11 o 12 int. 1. Otras ediciones 1571. R.I. S. 51; 1579 Capponi S 6). Se considera el primer Atlas moderno. Ya en vida del autor aparecieron 25 ediciones, ilustradas, con numerosos mapas y explicaciones sobre cada región, señalando escalas y grados de altitud, debidas en gran parte a Francisco Hogenberg. Ortellius (1527-1598), cartógrafo flamenco, que había grabado su primer mapa en 1547, y quien es conocido como el “Ptolomeo del siglo XVI”, el cual fue designado en 1575 por Felipe II cartógrafo real; él es el primero en utilizar los colores para definir los territorios.

Desde entonces la cartografía geográfica hace notables avances como lo habían hecho los instrumentos náuticos a lo largo del siglo precedente. Así, como ejemplo, ya en el siglo XVII, Sir Robert Dudley, Dell'Arcano del Mare, Firenze 1646-47 (RG Geografia S 65) presenta en su volumen los diversos instrumentos náuticos de la época. Desde la segunda mitad del siglo XVI, los globos terrestres entraron de lleno en la cartografía, ya sea en relieve, en grabados de estampa, litografías, mapamundis tallados en diversos materiales, y en esferas planetarias geocéntricas, sistema solar, etc.

El encuentro con pueblos y culturas muy diversas a las del mundo europeo occidental, ya a comienzos del siglo XVI incide en los conocimientos y en un cambio progresivo de la visión geográfica, temporal y espacial. Así el dominico Pedro de los Ríos nos ha legado un códice (Códice Ríos, Vat. Lat. 3738) del valle de México, fechado entre 1566 y 1589, que contiene información sobre la religión de los pueblos indígenas, el ciclo adivinatorio de 260 días, las fiestas, etc. Nos reporta una de las creencias más características del antiguo México: el mundo había pasado a través de diversas eras (Soles) con diferentes humanidades y fines catastróficos. Desde casi los comienzos de los contactos de los españoles con el Nuevo Mundo, van descubriendo toda una serie de códices indígenas, muchos de ellos elaborados antes de la misma conquista y otros contemporáneos a la misma.

Entre otros se pueden citar: un Manuscrito pictográfico nahua, conservado en la Biblioteca Vaticana (Códice Vat. Lat. 3773), el Códice Vaticano B, que parece haya sido pintado en la región de Puebla-Tlaxcala, antes de la conquista; el “Códice Borgia”, manuscrito pictográfico del siglo XVI, también conservado en la Biblioteca Vaticana; un códice de la región entre Tehuacán en Puebla y Teotitlán del Camino (Oaxaca), de finales del siglo XV o comienzos del XVI. Contiene un calendario histórico, ritual y astronómico náhuatl. La colorida danza de símbolos (de tiempo, naturaleza, religión, política) no es algo confuso, sino que todos se mueven en una sinfonía armónica.

También el “Códice Mendoza”, manuscrito pictográfico mexicano, conservado hoy en la Biblioteca Bodleiana de la Universidad de Oxford (México XII 21 (3), de fines de la primera mitad del siglo XVI (1541-1542?) informa sobre las concepciones de la vida entre los aztecas en su vida cotidiana: los valores religiosos y los antivalores. Así contrapone a los hombres buenos y trabajadores a los ociosos y sumergidos en el vicio. Misioneros, conquistadores y cronistas van observando las realidades que encuentran ofreciéndonos numerosos ejemplos de su vida social, religiosa, cultual y política en sus crónicas y escritos de índole diversa. Incluso algunos ya empezaron a recoger diversos utensilios usados en el culto religioso por algunas de estas poblaciones, y algunos escritores, como el franciscano Fray Bernardino de Sahagún, entre otros, explican el significado de los mismos.

Así el fraile franciscano recoge de labios de los tlamatinime (sabios) aztecas el significado de los sacrificios humanos, que producían tan grande y sumo horror en los recién llegados españoles (tanto conquistadores como misioneros): “… en su presencia [de los dioses] matan hombres y niños è…] y ofrecemos corazones […] y cada veinte días les hacemos fiesta”, y que según algunos estudios en los templos aztecas podían alcanzar hasta más de veinte mil víctimas al año, por lo que a tal fin regía la costumbre de las llamadas “guerras floridas”, que eran motivadas no por objetivos de conquista territorial sino para proveerse de víctimas humanas para ofrecer a las diversas divinidades. Estos aspectos de una historia cultural religiosa y otros que expresaban en algunas zonas del Continente americano un elevado nivel artístico y cultural en el trabajo del oro, la plata, el jade y otras piedras y metales preciosos, así como las preciosas plumas de colores de variadas especies de pájaros y aves desconocidas en el mundo europeo occidental, impactaron a los europeos recién llegados, abriendo siempre más sus mentes hacia la realidades totalmente desconocidos hasta entonces para su mundo, como lo eran otras múltiples expresiones culturales, antropológicas, de la biología, botánica y agricultura, así como de la alimentación.

Entre los numerosos códices que todavía han llegado a nosotros, y que no han perecido debido a destrucciones hechas de propósito en los mismos años de la conquista por una mentalidad de lucha contra la idolatría, o desaparecidos sobre todo debido a robos y ventas fraudulentas en los siglos XIX y XX, hay que recordar, también a propósito de cuanto estamos apuntando, el «Lienzo de Tlaxcala» (Biblioteca Nacional de Antropología e Historia de México); una copia del original en tela del 1773, probablemente del siglo XVI, existente en Tlaxcala, nos ofrece en el centro el escudo de la Corona española y a su alrededor los jeroglíficos de los cuatro barrios o zonas de la antigua República de Tlaxcala, con sus príncipes y los indios y españoles que encuentran bajo el signo de la cruz. La conquista es vista como una empresa común de españoles y tlaxcaltecas.