Diferencia entre revisiones de «MESTIZAJE CULTURAL; Escritura pictográfica, jeroglífica y alfabética»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Revisión del 17:56 7 nov 2016

El lenguaje temporal, vehículo de la «encarnación» de la Palabra, se expresa en la escritura pre-alfabética de las culturas amerindias. Y esto es así porque la conciencia primitiva, en virtud de su estado de inmediatez con lo otro, está orientada hacia el singular. El Padre Borges que ha dedicado un capítulo de una de sus obras a la psicología india, muestra cómo, el entendimiento indígena "estaba estructurado para captar lo real, lo singular, sin aptitud para las abstracciones y rebelde a toda composición y complicación mental".

Este originario sentido de lo concreto-inmediato, requería aquella total sencillez de los primeros catecismos y explica perfectamente porqué los misioneros equiparaban (como lo hubiese hecho Vico) la mentalidad indígena con la mentalidad infantil. Lo importante es percibir que esta calificación no implica (al menos no debía implicar) el menor menosprecio, sino la objetiva explicación de un «estado».

Este originario e inicial sentido de lo singular-concreto, lleno de la riqueza inmediata que ofrece lo individual, exige la representación directa de la cosa singular y de ahí la escritura «por pinturas», es decir, de la escritura pictográfica. Trátase, pues, como puede verse en los catecismos pictográficos que los esforzados misioneros inventaron sobre las pictografías más antiguas, de la directa «pintura material» de los objetos.

Sin embargo, el dibujo que sugiere el «nombre» de la cosa (ideografía), representa un gran adelanto hacia la abstracción (que ya ha comenzado) el dibujo que sugiere el nombre de la cosa (ideografía); y la distancia crítica que apenas comienza con la representación del hombre, se hace posible con la significación de los «fonemas» (escritura fonética).

Tanto Toribio de Benavente (Motolinía) como Francisco Javier Clavijero hacen referencia a los «libros» de los mexicanos, compuestos de “caracteres y figuras, que ésta era su escritura a causa de no tener letras, sino caracteres.” No otra cosa testimonia fray Bernardino de Sahagún cuando afirma que “esta gente no tenía letras ni caracteres algunos, ni sabían leer ni escribir, comunicábanse por imágenes y pinturas, y todas las antiguallas suyas y libros que tenían de ellas estaban pintados con figuras e imágenes”.

Lo anterior explica por qué en el Calmécac, los aztecas enseñaran sus tradiciones "por medio del aprendizaje de memoria" por falta de escritura como la nuestra. Algunos han observado que la pictografía azteca "estaba llegando a la etapa de la fonética silábica, que es una parte importante de la escritura jeroglífica de Egipto". Sea como fuere, sin alfabeto, no había tomado aquella distancia crítica y abstracta con el objeto y tendía a expresar la unión simpática con el todo. El lenguaje temporal expresaba, pues, el estadio propio de la conciencia indígena y en él había de «encarnarse» el Verbo, «habitar» y hacerse indio. Solamente así había de desmitificar su mundo y, asumiéndolo, transfigurarlo en su nuevo ser cristiano.

El misionero, que se expresaba en un lenguaje temporal alfabético desde hacía milenios, tenía ante sí un doble cometido: debía aprender el lenguaje pre-alfabético del indio y, al mismo tiempo, con el propósito de fijar la doctrina, debía «encarnar», verter, traducir el mensaje en la propia lengua indígena. Sobre todo este último propósito produjo un fenómeno extraordinario e irreversible sobre el cual no se ha llamado suficientemente la atención: hizo ingresar casi de golpe la lengua indígena al estadio alfabético.

En realidad, una vez que los misioneros aprendieron las lenguas indígenas, como lo dice tan bien el Padre Juan Guillermo Durán, "las transportaron de inmediato -con maestría de verdaderos peritos- al conjunto de signos o caracteres fonéticos del alfabeto latino (fonemas), dando origen de este modo al fonetismo completo de las milenarias escrituras precolombinas.”

La inmediatez de la conciencia primitiva respecto de la naturaleza, creaba la necesidad de apelar siempre a las imágenes, a las pinturas y a los colores para expresar las representaciones de las cosas; sin embargo, nuevamente con el Padre Durán, "las lenguas indígenas cuyos fonemas pudieron ser traducidos sin mayores dificultades a la escritura alfabética, pronto abandonaron la jeroglífica prehispánica imperfecta y complicada".

El obispo de Tlaxcala Fray Julián Garcés, señalaba que análogo fenómeno se había dado con los iberos, en tiempos de Sertorio, cuando aquéllos aprendieron de los romanos el alfabeto griego y latino. Solamente después, a medida que las lenguas indígenas comenzaron a ser aprehendidas por la mentalidad hispánica, se escribieron vocabularios en base a caracteres latinos, y se pudieron construir las primeras «gramáticas».

Pero significaba un verdadero ingreso de la lengua pre-alfabética a la escritura alfabética; es decir, se trata de un acto de entrar, de penetrar in vivo al estadio alfabético, y semejante acto fue posible por el castellano que le donó su propia estructura. Salváronse así las lenguas indígenas y comenzaron a fijar la memoria de los actos y los hechos, y se enriqueció el castellano con la novedad de la savia indígena originaria.

Tratábase, pues, de un «ingreso» que al mismo tiempo, constituía un salto inconmensurable, cualitativo. Los indios, al ponerse en contacto con el castellano, comenzaron a usar el alfabeto latino, lo cual hizo posible la conservación de documentos tan importantes como por ejemplo, el «Popo1 Vuh». Como dice su editor Adrián Recinos, los indios, usando el alfabeto latino, no solamente compusieron frases en el nuevo idioma, sino que les sirvió "para transcribir las palabras y los textos de las lenguas indígenas".

Y esto era un verdadero «mestizaje cultural», como se pone de manifiesto en aquel libro "escrito pocos años después de la conquista española, en la lengua quiché, «con auxilio del alfabeto castellano»".

Existe, pues, un ingreso y un ascenso, una articulación gramatical y una asunción de la lengua y la escritura primitiva a la lengua y a la escritura alfabética. Este salto cualitativo es irreversible y gracias a él, hoy podemos comprobar, en ediciones bilingües por ejemplo, el mutuo enriquecimiento de la lengua castellana y de la lengua indígena. Pero jamás hubiese sido posible sin la fecundación vital del espíritu hispánico. Se corrobora que España es la fundadora del Nuevo Mundo.


NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

Benavente Toribio de, Historia de los Indios de la Nueva España, Ed. Castalia, Madrid, 1985

Borges Pedro, O.F.M., Métodos misionales en la cristianización de América, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1960

Clavijero Francisco Javier, Historia antigua de México. Ed. Porrúa, Colección Sepan cuantos, N° 29 México

Durán Juan Guillermo, Monumenta Catechetica Hispanoamericana. (Siglos XVI-XVIII) UCA, Buenos Aires 1984

León-Portilla Miguel, La Filosofía Náhuatl, Ed. UNAM, México 1983

López de Lara Guillermo, Ideas tempranas de la política social en Indias, JUS, México, 1977

Recinos Adrián Introducción al Popol Vuh. Las antiguas historias del Quiché. FCE México, 4 ed. 1960

Sahagún Bernardino de, Historia general de las cosas de la Nueva España, Ed. Porrúa, México. 6 edición

Vaillant George C., La civilización azteca, versión española de Samuel Vasconcelos, FCEM, 4 ed. México, 1966


ALBERTO CATURELLI