MUÑOZ Y CAPURÓN Luis Javier

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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( Guatemala, 1858 – Bogotá, 1927) Arzobispo, Jesuita

El 26 de julio de 1921 la Santa Sede nombra Arzobispo de Guatemala al sacerdote jesuita guatemalteco, Luis Javier Muñoz y Capurón, muy querido en Colombia. [1]Al día siguiente 27, el papa Benedicto XV divide la Arquidiócesis de Guatemala, creando la Diócesis de Los Altos, comprendiendo los departamentos occidentales de Quetzaltenango, San Marcos, Huehuetenango, Quiché, Retalhuleu, Suchitepequez y Sololá, y también el Vicariato Apostólico de Verapaz y Petén, con los departamentos norteños de Baja y Alta Verapaz y el Petén.

Tan imprevisibles eran las reacciones que podían darse en Guatemala que la Bula de erección de Los Altos tuvo que mantenerse en secreto durante siete años, hasta que fue hecha pública en el «Acta Apostolicae Sedis», [2]órgano oficial de la Santa Sede,

Datos biográficos

Luis Javier Muñoz nació en la Ciudad de Guatemala en 1858, en el seno de una familia de clase media. Inició sus estudios en un colegio de su padre, luego pasó al Seminario Tridentino hasta que fueron expulsados los jesuitas en 1871; entonces marchó a Nicaragua donde terminó sus estudios secundarios; ahí entró en la Compañía de Jesús, completando su formación en Costa Rica, España, Francia e Inglaterra.

Cerradas las puertas de su patria para que pudiera volver, fue destinado por sus superiores a Colombia donde pasó la mayor parte de su vida. Ahí adquirió mucho prestigio por sus conferencias y ejercicios espirituales.

Fue rector de los colegios San Bartolomé de Bogotá, y San Ignacio de Medellín; director de un movimiento católico universitario, catedrático de filosofía del derecho en la Universidad de Bogotá y luego cofundador de las difíciles Misiones del Río Magdalena, así como de una residencia y de un colegio en Barranquilla, donde lo sorprendió el nombramiento como arzobispo de Guatemala. El 24 de agosto de 1921 fue consagrado en San José de Costa Rica por Mons. Juan Bautista Marenco, Internuncio para Centro América, para ser el XIII arzobispo de Guatemala.

Monseñor Muñoz, arzobispo de Guatemala

En Puntarenas y al tocar el puerto de La Libertad, en El Salvador, fue homenajeado por el presidente Meléndez y el arzobispo Belloso. Arribó a tierra guatemalteca el 11 de septiembre de 1921, exactamente el mismo día en que se cumplían 50 años de la expulsión de los jesuitas por el mismo puerto de San José. En la Estación del Ferrocarril de la Ciudad de Guatemala lo esperaba una delirante multitud que lo acompañó hasta las ruinas de la Catedral, ante las que se cantó el «Te Deum».

El día del Centenario de la Independencia, el 15 de septiembre, toma posesión de una Iglesia dispersa y depauperada; de ahí sale en procesión acompañado por una gran muchedumbre hacia la loma de El Calvario, donde el nuevo Pastor se dirige a su pueblo. Muy pronto los políticos descubren en él a un líder nato y, por tanto, una oportunidad, una competencia o un peligro para sus intereses.

En 1921, siendo la población por lo menos tres veces mayor que en tiempos de la Independencia, los sacerdotes en toda la República guatemalteca no llegan a 100, entre los cuales había bastantes ancianos y enfermos, y algunos poco ejemplares, dado el abandono en que habían tenido que formarse y sobrevivir.

Lo primero que hizo el arzobispo Muñoz fue reorganizar la Curia Arzobispal; para esto nombró como secretario personal al joven sacerdote Mariano Rossell. Solo pudo realizar dos visitas pastorales, pero organizó los ejercicios espirituales del Clero para ayudar a mejorar su acompañamiento y calidad espiritual, y comenzó a reorganizar el Seminario.

En su tiempo también se fundó el «Apostolado de la Oración» y se inició un Plan Nacional de Catequesis. A comienzos de 1922 entraron clandestinamente, como maestros o músicos, los primeros franciscanos de la custodia de Cartagena, España.

Las relaciones con las autoridades civiles

A los diez días del golpe de Estado del general Orellana, el 15 de diciembre de 1921, el ministro de Gobernación hace llegar al arzobispo Muñoz y Capurón una nota en donde aclara la postura del nuevo Gobierno respecto a la Religión católica y lanza una serie de acusaciones y avisos al Clero.

El malestar político es muy grande. La prensa, que ha sido amordazada, inicia una virulenta campaña anticlerical, y simultáneamente se agudiza la persecución contra la libertad de expresión. Fue entonces cuando el líder unionista Manuel Cobos Batres inició por primera vez la protesta de «Los minutos de silencio» y los estudiantes llaman al presidente como «Rapadura».

A mediados de agosto de 1922 se levantan en armas varias poblaciones en el interior del país. El 2 de septiembre se le notifica al Arzobispo que los párrocos de Antigua, Santa Rosa, Quiché, San Martín Jilotepeque y Esquipulas, deben ser concentrados inmediatamente en la Capital.

El 6 de septiembre el presidente Orellana con su Gabinete, dominado por las logias masónicas, [3]ordena la expatriación en 24 horas del arzobispo bajo la acusación de la participación directa, constante e ilícita del Clero en el malestar político del país. En la madrugada del día 7, sin ni siquiera darle tiempo para recoger sus enseres personales, el arzobispo es llevado al puerto de San José y nuevamente debe abandonar su patria, acompañado por su secretario el P. Mariano Rossell. [4] Antes de haber cumplido un año de tener un arzobispo de tanta calidad, nuevamente la Iglesia en Guatemala es dejada como rebaño sin pastor. Una semana más tarde de su expulsión, desde San Salvador, el arzobispo Muñoz escribe al presidente Orellana:

“La norma de mi conducta con relación al Gobierno, debía ser y ha sido la de un alejamiento, no hostil pero sí digno, como muda protesta de los hechos a que he aludido, y de la connivencia del mismo Gobierno con una prensa sin freno que a diario arroja el cieno de las calumnias contra el Clero y el pueblo católico de Guatemala…”;

Y termina diciendo, “Espero en su equidad, Señor Presidente, que cuando el decreto de mi expulsión sea presentado a la Asamblea Legislativa, se le dé a conocer también, como lo exige la justicia, ésta exposición en que he creído deber contestar a los cargos en que se ha fundado aquel decreto”. A la defensa nunca se le dio la palabra.

Pero se hizo llegar la carta anteriormente mencionada a todas las parroquias para que se le diera pública lectura, luego fue ampliamente difundida en hojas sueltas, en las que solemnemente se retaba al presidente Orellana diciéndole: “Algún día, Usted y yo vamos a compadecer ante el tribunal de Dios y ahí se va a saber quién miente y quien dice la verdad...”.

La respuesta de Orellana fue expulsar más sacerdotes; algo que por su arbitrariedad, insolencia e irracionalidad en el lenguaje popular guatemalteco es señalado como el típico comportamiento de «chafarote». Aunque el Gobierno hizo imponer su voluntad con la fuerza de las armas, diversos sectores de la sociedad comenzaron a movilizarse para que se reconsiderase aquella decisión injusta.

Ante tanta presión, el Gobernante se vio forzado a enviar a Roma a su mismo ministro de Relaciones Exteriores Adrián Recinos, y al Dr. Matos, para pedir la destitución de Mons. Muñoz, de modo que declarada «Vacante» la sede de Guatemala, se pudiera nombrar otro arzobispo a gusto del Gobierno, y así quitarle la bandera a la oposición.

La respuesta del enérgico papa Pío XI (1922-1939) fue categórica: No se puede ratificar una injusticia. Al contrario, para reconocer los méritos y reafirmar la autoridad del arzobispo Muñoz lo nombró “Visitador Pontificio de las Misiones de Colombia”, donde falleció en el cumplimiento de esa misión el 24 de enero de 1927, en la ciudad de Santafé de Bogotá. Sus restos fueron repatriados a Guatemala en 1945, y descansan en una cripta de la Sacristía Mayor de la Catedral.

NOTAS

  1. Sobre Luis Javier MUÑOZ Y CAPURÓN: Juan DEL POZO, Biografía, en Almanaque Sánchez &de Guise, Guatemala 1922; Felix RESTREPO, Historia de la Compañía de Jesús en Colombia; Mariano ROSSELL Y ARELLANO, Carta pastoral (16 de abril de 1939) y oración fúnebre al repatriar sus restos, Verbum, 1 de febrero de 1948; 5 de mayo de 1957; Acción Social Cristiana, 22 de enero de 1948.
  2. Acta Apostolica Sedis 20 (1928) 297-300.
  3. Según las actas del Congreso Masónico, celebrado en Buenos Aires en 1906, la masonería urge que se destruya totalmente a la Iglesia católica en América Latina. Cfr. SANABRIA, p. 227.
  4. Ante tamaña injusticia perpetrada por fuerzas de la policía dirigidas por su alto Jefe, el Arzobispo mandó decir a Orellana que “Protestaba por la gran injusticia que se estaba cometiendo con la Iglesia y que recordara que un día no lejano los dos se tendrían que encontrarse frente a frente ante el tribunal de Dios”. Lo reafirma en una carta del 14 de septiembre de 1922. Los dos murieron con poco tiempo de diferencia: el 26 de septiembre de 1926 Orellana, envenenado en La Antigua, y el 24 de enero de 1927 el arzobispo, de muerte natural en Bogotá (Colombia), exiliado pero cumpliendo la honrosa misión pastoral que en reconocimiento de sus méritos le había confiado el papa Pío XI.

BIBLIOGRAFÍA

Almanaque Sánchez &de Guise, Guatemala 1922

VV.AA. Primer aniversario de la muerte del señor Luis Javier Muñoz y Capurón, arzobispo de Guatemala, acaecida en Bogotá (Colombia) el 24 de enero de 1927. Ed. Sánchez y de Guise, Guatemala, 1928? Muñoz y Capurón, Luis Javier, Carta pastoral para la cuaresma de 1922. Ed. Sánchez y De Guise, Guatemala, 1922? Muñoz y Capurón, Luis Javier, Carta pastoral sobre la reintegración del venerable cabildo metropolitano. Sánchez y De Guise, 1922? Muñoz y Capurón, Luis Javier, Primera carta pastoral del ilustrísimo y reverendísimo señor don Luis Javier Muñoz y Capurón, arzobispo de Guatemala, con motivo de su consagración episcopal. Ed. Lehmann, San José de Costa Rica, 1921 Muñoz y Capurón, Luis Javier, Tercera carta pastoral sobre el XXVI Congreso Eucarístico Internacional, y acerca del III centenario de la Congregación de Propaganda Fide. Sánchez y De Guise, Guatemala, 1922? SANABRIA, Víctor, Bernardo Augusto Thiel, Segundo Obispo de Costa Rica, San José, 1941.

FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ