McGRATH RENAULD, MARCOS GREGORIO

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Canal de Panamá, 1924 – Panamá, 2000) Religioso, Arzobispo

Nació el 10 de febrero de 1924 en el Canal de Panamá, y realizó sus primeros estudios en distintas escuelas de los Estados Unidos. Posterior a su graduación en la Academia Militar de La Salle en Long Island, inició sus estudios universitarios en la Universidad Católica de Chile.

En 1942 ingresó a la Congregación de la Santa Cruz, realizando sus estudios en Teología en el Colegio de la Santa Cruz en Washington, D. C. El 11 de junio de 1949 fue ordenado sacerdote, prosiguiendo estudios de doctorado en Teología en la Pontificia Universidad Santo Tomás (el Angélicum ) en Roma, obteniendo el título en 1953.

Luego sus superiores de la Congregación de la Santa Cruz lo asignaron a Chile, en donde desarrolló diversas tareas pastorales entre las que se destaca su labor como Decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica, y la fundación junto con otros profesores, de la Revista «Teología y Vida», como un signo de los vientos de renovación eclesial que se iban dando en muchas partes del orbe.

En 1961 es nombrado Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Panamá. Como tal participa activamente en las sesiones del Concilio Vaticano II (1962-1965). Se recuerda su destacada participación en la elaboración del Esquema XIII, base de lo que sería más tarde la Constitución Pastoral Gaudium et Spes. (En las actas del del Concilio están consignadas sus intervenciones: Esquema De Sacra Liturgia, 27 de noviembre 1962; Schema De Ecclesia, capítulo sobre los laicos, 22 de octubre 1962; Schema De Apostolorum Laicorum, octubre 1964; Schema De Ecclesia in Mundo Hujus Temporis, 10 de noviembre 1964; Schema De Educatione Christiana, 19 de noviembre 1964; Schema De Activitate Missionali Ecclesiae, 11 de octubre 1965).[1]

Sus aportes en el Concilio influyeron en su posterior nombramiento como uno de los Vicepresidentes del CELAM. Este cargo le permitió tener un papel protagónico en la organización y desarrollo de la II Conferencia del Episcopado Latinoamericano en Medellín, Colombia (1968). Como preparación a los trabajos de la cita, se recuerda su ponencia Los signos de los tiempos en América Latina hoy, que para algunos estudiosos marcó improntas en el hacer teológico latinoamericano.

Hablaba Monseñor McGrath de tres signos: el cambio, la valorización de lo temporal y de lo personal y el enfoque mundial. El primero de estos signos se manifestaba como desconfianza en lo tradicional; igualmente en la clara conciencia de que se iniciaba una nueva época. Ante el temor al cambio, la Iglesia debe ayudar a discernir lo pasajero de lo perenne. Intuía el obispo que una de las tareas de Medellín era determinar o iluminar el camino para el cambio a nivel de nuestras iglesias locales.

La valorización de lo temporal y de lo personal era el segundo de los signos. De acuerdo con el prelado, este signo había recibido varios nombres de acuerdo a la perspectiva de dónde se le mirase: secularismo, laicismo y secularización. Las dos primeras acepciones tienen un matiz un tanto negativo, ya que hacen referencia a un abandono de las cosas religiosas o espirituales. El último término se hace más positivo, pues se enfoca como la valorización de lo temporal, sin que ello implique el olvido de Dios.

Ante esta realidad mundial, McGrath afirma que Medellín debería asumir el compromiso de relacionar el desarrollo temporal con la construcción del Reino de Dios, sin que la Iglesia caiga en ser una institución social más. Ese reto implicaría en concreto hacer algo por los pobres, los migrantes, los que viven en barrios marginales, es decir, asumir el compromiso temporal.

El último signo al que hacía referencia el obispo era el enfoque mundial, lo que hoy llamamos «globalización». Ya en su tiempo veía que la Iglesia tenía una labor de unificación en la aldea global; más aún cuando el mundo tecnificado y súper avanzado, parecía dejar al margen al mundo en vías de desarrollo. Ante el desarrollo, Monseñor McGrath decía que había que tener cuidado de no perecer ante la avalancha de valores exógenos que nos podían llevar a perder nuestra identidad de pueblos; no caer en los extremos del excesivo cosmopolitismo o del chauvinismo.[2]

Su aplicación e interpretación del concepto “signo de los tiempos” fueron vistas como la necesidad de encarnar la teología. Este pensamiento de McGrath sobre la realidad y la teología hicieron que fuese catalogado por algunos sectores como un obispo simpatizante de la naciente Teología de la Liberación y de tendencias de centroizquierda. Para algunos la visión del panameño influyó en Gustavo Gutiérrez, quien asistía a Medellín como uno de los peritos invitados. McGrath decía que la teología debía hacerse vida, sino era mero academicismo, y que una vida sin teología se volvía vacía, activismo.

Su protagonismo a nivel del CELAM se extendió hasta la Conferencia de Puebla (1979). A nivel del Vaticano tuvo los siguientes cargos: - 1966-1969 Miembro del Secretariado Vaticano para los No creyentes. 1966-1971 Consultor del Consejo Vaticano de Laicos. 1967 Miembro del Primer Sínodo Post-Conciliar de Obispos. 1969 Segundo Sínodo Post-Conciliar de Obispos, siendo designado para presentar una de tres ponencias sinodales. Marzo de 1970 Elegido uno de los 15 miembros del Consejo del Secretariado Permanente del Sínodo. 1971-1974 Miembro del Sínodo en 1971; y reelegido para el Sínodo en 1974. 1984-1994 Miembro del Secretariado Vaticano para la Unión de los Cristianos.

En Panamá fue donde su impronta fue más notoria. Por sus vínculos familiares y educativos con los Estados Unidos, McGrath estaba en la capacidad de influir en las relaciones políticas entre ambos estados. Tras décadas de presencia estadounidense en el Istmo, las relaciones se encontraban en un punto extremadamente tenso.

Luego de los trágicos acontecimientos de enero de 1964, en los que el ejército estadounidense habían cercenado la vida a 22 panameños que reclamaban el derecho de Panamá a izar su bandera en la Zona del Canal y de la ruptura de Relaciones diplomáticas, McGrath envío una carta al ex presidente Harry Truman en estos términos: “Sería beneficioso para toda colaboración amistosa entre Estados Unidos y América Latina en el futuro... que la prensa norteamericana y las figuras prestantes y representativas de los Estados Unidos percibieran más claramente los ideales de los pueblos latinoamericanos...”[3]

Ese mismo año 1964, Monseñor McGrath es nombrado primer obispo de la nueva Diócesis de Veraguass. Al asumir el cargo se entregó a la tarea de hacer vida el Concilio. Para ese entonces Veraguas era la provincia más necesitada del país, en proporción a su población. Esto lo impulsó a realizar una tarea de concienciación humana y cristiana. Los primeros pasos de esta labor estaban dirigidos a cambiar la concepción eclesial que se tenía entonces; en esa línea era vital despertar en los laicos su sentido de corresponsabilidad en las tareas eclesiales.

Ante la pobreza campante, Monseñor McGrath concibió El Plan Veraguas: Guía de Acción para el Desarrollo Económico y Social de la Provincia; un estudio pionero en cuanto a la aplicación de los pasos del método que ya había planteado la Gaudium et Spes: «Ver, Juzgar y Actuar» con una visión de desarrollo integral.[4]

La década de los setenta trajo para toda América Latina la irrupción de dictaduras militares. Panamá no fue ajena a esa circunstancia. En ese contexto le toca a McGrath asumir la sede Arzobispal de Panamá (Febrero de 1969), realidad que ya conocía. Se le hacía imperante poner en práctica el Concilio y Medellín. Para tal fin publicó una Carta Pastoral titulada La Renovación de la Iglesia al Servicio de Panamá (Agosto de 1971).

Los objetivos de este profético documento podrían resumir así: Tratar de iluminar el caminar de la Iglesia ante la “confusión doctrinal y la falta de coordinación, así como ciertas dudas e interrogantes” postconciliares; organizar una pastoral de conjunto, sin apagar el espíritu de iniciativa; reflexionar sobre los signos de los tiempos en las circunstancias de cambios radicales y la crisis de valores que se vivía; exponer al pueblo de Dios las nuevas del Concilio; asumir los compromisos de Medellín como aplicación del Concilio en América Latina; motivar una Iglesia particular –panameña- más consciente y comprometida con una evangelización integral; denunciar situaciones de injusticia y pecado social en nuestro medio; buscar soluciones a la dicotomía entre fe y vida; concienciar al laicado de su tarea protagónica en la evangelización; presentar líneas de acción concretas para la Iglesia panameña.[5]

El documento denunciaba los males y pecados de nuestra sociedad, y a la vez anunciaba la buena noticia para nuestro tiempo. La Carta llegó en el momento en que la Iglesia se debatía entre la necesidad de cambios y el temor a realizarlos. En ella se invitaba a los fieles a encarnar la santidad en el mundo, es decir, a superar las posiciones extremas de pietismo o activismo, buscando un sano y santo equilibrio.

Como ya había hecho Medellín, la misiva manifestaba que los cambios estructurales sin conversión personal son inconsistentes e insubstanciales. A su vez cuestionaba costumbres y prácticas típicas de Latinoamérica como el paternalismo, la propagación del espíritu carnavalesco y derrochador.

Al tomar el timón de la nave arquidiocesana, McGrath puso empeño en promover las vocaciones nativas. Panamá siempre había dependido de misioneros y sacerdotes de otros países. En las épocas colonial y republicana, el Seminario había sido abierto y cerrado frecuentemente. Reabrir el Seminario San José con carácter de Mayor -a fin de que los candidatos panameños al sacerdocio, no tuviesen que ir a formarse en el extranjero, y tuviesen, desde sus años de formación, contacto con la realidad nacional- se convirtió en un reto.

El Seminario fue reabierto el 1 de mayo de 1970. Igualmente importante era motivar, en el pueblo de Dios, la responsabilidad conjunta de apoyar las vocaciones nativas. Para ello, Monseñor McGrath tuvo otra feliz iniciativa: La «Cena de Pan y Vino». Buscó apoyo en laicos profesionales y empresarios que abrazasen esta causa.

McGrath ordenó cerca del centenar de sacerdotes en los años de su ministerio episcopal. El más conocido de todos, el padre Jesús Héctor Gallego. Durante su ministerio en Veraguas (1964-1969), McGrath conoció al seminarista Gallego a través de sus compañeros panameños que estudiaban en el Seminario Postconciliar de Medellín, y quienes le habían comentado al mismo sobre la situación de su diócesis en donde había nueve sacerdotes para prestarle servicios espirituales a ciento sesenta mil almas.

El prelado ya era para entonces uno de los segundos Vicepresidentes del CELAM. La figura de McGrath atrajo a Héctor y le pidió que presidiera su ordenación sacerdotal en julio de 1967. Cuando McGrath fue trasladado a la sede Metropolitana (1969), ya la labor de Héctor en Santa Fe era muy conocida: “evangelización integral que salve a todo el hombre”. En su camino se topó con los intereses de los poderosos, para quienes la formación y redención de los campesinos eran una tarea subversiva o “comunista” que atentaba contra el status quo en la región. En los cuatro años que Héctor estuvo trabajando en Panamá, procurando poner en práctica lo que el Concilio y Medellín había dicho sobre la evangelización integral, recibió amenazas, intimidación y persecución que concluyeron con su secuestro y desaparición el 9 de junio de 1971.[6]

McGrath no era para entonces el Obispo de Veraguas, pero en un país tan pequeño el asunto concernía a toda la Iglesia y más aún al Metropolitano, quien acompañó a Monseñor Martín Legarra, para entonces prelado de Veraguas, en el calvario por la desaparición del presbítero. La Iglesia denunció de inmediato la desaparición del Padre Héctor. Las autoridades del Ministerio Público iniciaron una investigación que no tuvo resultados concretos. Ante ello la Iglesia solicitó permiso para contratar investigadores privados, pero se les pusieron diversas «trabas» para traerlos desde fuera y luego para que realizaran su tarea.

El Gobierno Militar, mediante diversos medios, trató de dividir al clero en «malos curas» -aquellos que hacían el juego a las fuerzas contrarrevolucionarias al proceso iniciado en octubre del 68- y «buenos curas»- los que como Gallego habían asumido la causa social y por ende eran aliados de la Revolución-.[7]Pronto la estrategia cambió y se empezaron a hacer calumnias contra el sacerdote, con lo que se pretendía justificar su desaparición.

A McGrath le tocó defender a Héctor y guiar a la grey en esa hora tan delicada. La Iglesia intentó en todo momento recobrar a Héctor vivo. “Lo queremos apóstol vivo y activo entre nosotros”, decía Monseñor McGrath en su homilía en la I Cita Eucarística el 13 de junio, a escasos cuatro días de la desaparición. Se recuerda la «Marcha del Silencio», que partió desde diversos puntos de la ciudad para congregarse en la Iglesia del Carmen. Se organizaron vigilias y jornadas de oración cada nueve de mes entre agosto y diciembre de 1971, sin resultado alguno.

Con el paso de los meses, la jerarquía se dio cuenta de que no se iba a recobrar a Héctor con vida, y se decidió suspender las reclamaciones de justicia, pues se temió la utilización política de la persona de Héctor. Cuando cambió la situación política, luego de la invasión de Estados Unidos a Panamá (1990), el Caso Gallego fue reabierto. Se condenó a varios de los implicados en la desaparición del sacerdote, pero nunca se supo del paradero de sus restos.

Para algunos, McGrath y la Jerarquía panameña no presionaron al Régimen Militar del General Omar Torrijos, lo que pudo haber cambiado el curso de la historia política de la nación. Para otros, el Obispo fue prudente y evitó confrontaciones que hubiesen traído más muertes y violencia como cuando se dio el Golpe de Estado en 1968, y por el temor de que los subalternos que sucedieran a Torrijos, en caso de otro golpe, propiciaran un clima menos equilibrado que el del General, de quien McGrath dijera en 1981: “Omar tuvo el espíritu de misericordia del Señor. Amó a los pobres no solo de Panamá, sino del Tercer Mundo. Dios sabrá valorar sus virtudes y juzgar sus defectos.”

Lo cierto es que el Régimen Militar, que en su momento lideraba Torrijos, carga sobre sus espaldas la desaparición del sacerdote. Se comenta que la idea de los militares era deportarlo a Colombia, y que Torrijos encubrió el caso porque familiares suyos estaban implicados. Ya antes habían deportado al jesuita español Luis Medrano, director de Radio Hogar, y habían dado al padre Alejandro Vásquez Pinto la misma amenaza.[8]

Otra tarea delicada para el Arzobispo Metropolitano fue la experiencia pastoral de San Miguelito, que nació a la luz de las reformas de Vaticano II y Medellín, plena del anhelo de participación de los laicos en las tareas de evangelización y en el compromiso con los más necesitados. La misma dio sus primeros pasos en 1963, pero fue con la llegada de los padres de la Arquidiócesis de Chicago en 1964, a solicitud del propio McGrath a la sazón Obispo Auxiliar de Panamá que el proyecto de evangelización tomó bríos.

Los padres de Chicago se embarcaron en un ambicioso programa de renovación eclesial: reorientación cristo-céntrica de todas tareas pastorales; purificación de la religiosidad popular de su errores; cambiar la imagen de una Iglesia aristocrática a la de una Iglesia más cerca del pueblo.[9]Una de las prácticas que puso en ejecución el Padre Leo Mahon, quien era el líder del grupo de sacerdotes venidos de Chicago y amigo de McGrath, fue la supresión de estipendios por los sacramentos, lo que fue muy aplaudido por algunos sectores populares, pero visto como una obra demagógica por algunos sectores del clero, quienes para sobrevivir no tenían una subvención permanente como aquella que recibían los sacerdotes de Chicago de su diócesis madre.

Al calor de la preocupación social, que crecía en América Latina, nació esta expresión de pastoral que mezclaba la tarea de las comunidades eclesiales de base (CEB´S) con la atención a las realidades políticas y sociales. Fue así que a raíz del golpe militar de 1968, San Miguelito se convirtió en uno de los focos de resistencia al mencionado movimiento castrense. No se puede precisar cuál fue la acción directa de los grupos pastorales en los movimientos de protesta política, pero se asume que sí tuvieron alguna beligerancia, pues Mahon afirma que Torrijos le habló de deportarlo en alguna entrevista personal que tuvieron.

Los militares asumían que la Iglesia organizaba a la gente que estaba resistiendo a la Revolución octubrina. La posición del Arzobispo Clavel (1964-1968) en lo político ya había sido muy cuestionada por algunos sectores, y en ese contexto la experiencia San Miguelito empezó a inquietar a los militares y a algunos miembros del clero. El padre Mahon afirma que al Nuncio Antonino Pinci la experiencia de San Miguelito lo inquietaba.[10]

A finales de 1972 comenzaron a darse cuestionamientos sobre el contenido doctrinal y pastoral de «San Miguelito» que incluso llegaron a Roma, ante lo que el Arzobispo McGrath nombró una comisión bajo la dirección de un sacerdote de la Pontificia Universidad Javeriana, a fin de corregir posibles desviaciones teológico-pastorales; incluso se hablaba de herejías.

Igualmente se especulaba sobre las relaciones del General Torrijos con los padres de San Miguelito; éste descubrió que la mejor manera de legitimizar su autoridad en populoso sector de la capital, era ganarse al padre Mahon como amigo y así al pueblo.

La experiencia pastoral de San Miguelito, con todos sus aportes positivos y sus aspectos negativos, significó una sacudida para una iglesia acostumbrada a lo tradicional; ni los pastores ni los fieles estaban preparados para ellas, en una Iglesia que se movía dentro de una pastoral más conservadora. La evaluación de la experiencia significó para el Arzobispo meses de estudio, de reuniones con los equipos pastorales de las parroquias de San Miguelito y sucesivas visitas pastorales en 1975-1976 y en 1980. El último miembro del equipo de la Diócesis de Chicago, que trabajaba en la experiencia, se retiró en 1979.[11]

Con los años, «San Miguelito» se ha convertido en un área muy fecunda en movimientos espirituales, en vocaciones sacerdotales, religiosas, diaconales y laicales, en compromiso social y evangelizador, con mucho que aportar para el resto de la vida eclesial panameña. Una de esas realidades que vio luz en San Miguelito fue la restauración del Diaconado Permanente bajo el auspicio del padre Mahon y del Arzobispo McGrath, quien ordenó los primeros siete diáconos el 19 de junio de 1977.

Otra realidad pastoral que vio la luz durante período de Monseñor McGrath fueron los Delegados de la Palabra. Hacia 1973, la Arquidiócesis empieza a dar apoyo decisivo a la novedosa y prometedora experiencia, que bajo la inspiración y el liderazgo de los sacerdotes Aurelio García y Guillermo Sosa, había nacido unos años antes y despertaba grandes esperanzas entre el pueblo católico de las zonas rurales y campesinas de la Arquidiócesis de Panamá.

Campesinos se preparaban en diversas tareas pastorales para acompañar a sus comunidades, celebrar la Palabra y en algunos casos administrar los sacramentos. McGrath los apoyó en la construcción y habilitación del Centro de Capacitación Rural Pablo VI inaugurado el 30 de agosto de 1976 en Penonomé. El programa fue creciendo y entre el 26 y 28 de junio de 1981 se lleva a cabo la I Asamblea de Delegados de la Palabra con la participación de más 300 delegados y delegadas de diversas áreas rurales de la Arquidiócesis de Panamá en las que la experiencia se había propagado.

La experiencia fue tan positiva que se extendió a las otras diócesis del país y uno de los delegados, Justo Ovalle, tuvo el honor de dirigir palabras de bienvenida a Juan Pablo II durante el Encuentro con los Campesinos panameños en su visita a Panamá el 5 de marzo de 1983. El Programa dio a luz un Seminario Menor para jóvenes campesinos que ha dado ya más de una decena de sacerdotes.

McGrath fue catalogado como uno de los obispos de la Generación Medellín: hombres de Dios con un compromiso con la realidad social, política y económica. Esto se patentizó en las relaciones de Panamá con los Estados Unidos, como ya habíamos mencionado. Gracias a su divulgación, la Iglesia Estadounidense, congresistas y particulares encontraron una voz para conocer el sentir de los panameños en lo referente a la reivindicación de nuestra soberanía en la franja canalera.

McGrath se empeñó en defender la soberanía panameña en la llamada Zona del Canal y clarificar a los estadounidenses las injustas circunstancias en las que se firmaron los tratados que permitieron la presencia norteamericana en el Istmo. Las relaciones Iglesia y Gobierno Militar se encontraban en un punto extremadamente conflictivo por lo del padre Gallego, que se vinieron a aliviar con la lucha por la recuperación de la vía interoceánica.

El régimen del General Torrijos, que había tomado la bandera de la recuperación del Canal como su más importante empeño a nivel internacional y como una vía para legitimar su aceptación en Panamá, encontró en McGrath un aliado importante. ¿Por qué el obispo decidió apoyar al Dictador en esta lucha? Monseñor supo discernir una causa nacional de algo coyuntural. Incluso aprobó que el padre Xavier Gorostiaga S.J., fungiera como asesor de las negociaciones canaleras.

Se montó en una tarea de apoyar la causa panameña, que por distintas razones en ese momento lideraban los militares. Así lo hizo mediante comunicados de prensa, cartas o ensayos como Estados Unidos y América Latina: ¿Amigos o Enemigos? en el que analiza el asunto del Canal como un caso de justicia social. Fue el Obispo McGrath quien inspiró un estudio inter-confesional sobre el tema canalero que cristalizó en la publicación el libro ¿El Canal de Panamá: Justicia Nacional o Internacional? que apareció en 1977, cerca de la firma de los Tratados Torrijos - Carter.

Un Comunicado conjunto de ambos episcopados, ayudó a que la postura de algunos congresistas estadounidenses cambiara y le allanara el camino al Presidente Carter para la firma de los Tratados. Ya próximo a la ratificación de los Tratados, los Obispos lamentaron las situaciones que se dieron como la inclusión de enmiendas lesivas al espíritu de los pactos negociados.

Los Obispos, McGrath entre ellos, fueron un factor primordial en estas décadas de gobiernos militares que contaban con el aval de la potencia del norte. En Panamá, como en otras latitudes, los pastores desempeñaron papeles fundamentales en la defensa de derechos humanos, en la mediación de conflictos; y cuando Estados Unidos solicitó apertura democrática, los pastores se unieron a estas solicitudes que culminaron con las elecciones de 1984, las primeras luego de diecisiete años de Gobierno Militar.

Cerca de cumplir sus bodas de plata episcopales, McGrath tuvo que hacer frente a otro espinoso momento político. Se rumoraba que el resultado de las elecciones de 1984 había sido adulterado por los militares, pero no había pruebas contundentes. Hubo ciertas protestas pero todo quedó allí. El estallido social se dio a partir del asesinato de Hugo Spadafora en septiembre de 1985.

Este carismático médico, político y guerrillero panameño había denunciado que el General Manuel Antonio Noriega, el nuevo hombre fuerte de Panamá, tenía vínculos con el narcotráfico. En la homilía de la Cita Eucarística de 1986, McGrath se unió a las voces que solicitaban que el crimen se esclareciera. Para los sectores cercanos al régimen, el Obispo hablaba de temas que no le competían.

La situación en el país se tornó verdaderamente caótica a raíz de las declaraciones del militar retirado Roberto Díaz Herrera, quien denunció la corrupción dentro del estamento militar en junio de 1987, luego de que el General Noriega lo jubilara e irrespetara el escalafón militar que debía cumplirse. El 10 de junio nacía la Cruzada Civilista, -inspirada en lo sucedido en Filipinas y el gobierno de Ferndinand Marcos- cuyo objetivo era luchar por la vuelta al sistema democrático.

Allí estuvieron el Arzobispo Metropolitano, el Obispo Auxiliar Oscar Mario Brown y el Vicario de Pastoral Fernando Guardia J. Algunos veían en esto el apoyo de la Iglesia a las causa democratizadora; para otros era la participación de la Iglesia en el “movimiento sedicioso”. Y tal como ocurrió en tiempos de la desaparición del padre Héctor Gallego se hablaba de “buenos curas” y “malos curas.”

No obstante, la Conferencia Episcopal pronto se manifestó contra el falso nacionalismo que fue utilizado por el régimen militar para dividir a la sociedad. Como en ocasiones anteriores, se catalogaba a McGrath de «yankee» o gringo por sus raíces estadounidenses. Sin embargo el Obispo utilizaba sus contactos con los Estados Unidos para ayudar a los más necesitados.

En marzo de 1988, ante las presiones económicas del Gobierno Estadounidense que pretendían debilitar el régimen castrense, y cuyo punto culminante fue la congelación de fondos bancarios de Panamá en Estados Unidos, con diversas sanciones económicas, los pastores denunciaron que dichas medidas eran “moralmente injustas porque atentaban contra la vida de nuestro pueblo”. Hubo otros manifiestos de los Obispos de la Arquidiócesis y del Consejo Presbiteral de la misma, en los que solicitaban al Comandante Noriega darle una salida pacífica a la crisis que afectaba sobre todo al pueblo pobre.[12]

Ante el problema económico, Monseñor McGrath apoyó una iniciativa del padre Laureano Créstar Durán, quien desde Cáritas Arquidiocesana logró ayuda para las llamadas «ollas comunes» que aliviaron la precaria situación en diversos sectores de la región metropolitana, sobre todo en San Miguelito. En ese contexto el General Noriega buscaba la forma crear un ordinariato castrense que pudiese controlar.

Valdría la pena decir que desde la época del General Torrijos, éste se buscó la amistad con algunos sacerdotes a quienes empezó a nombrar como capellanes. Daban servicio pastoral a las tropas, como hombres de confianza del Comandante. La duda que quedaba en el ambiente era sí los sacerdotes tenían la autorización de McGrath para tales tareas. Los capellanes alegan desconocer por qué el Arzobispo nunca hizo una formal declaración de que ellos tenían su aval para tales labores.

Esto trajo diferencias en el clero, para quienes los mencionados sacerdotes estaban fuera de la obediencia debida al pastor. En octubre de 1989 el arzobispo McGrath impidió la participación de los capellanes de las Fuerzas de Defensa (quienes, además de sacerdotes, eran miembros de esa organización armada con rango militar) en el Séptimo Encuentro de Pastoral Castrense que tuvo lugar en Madrid, España. A las intenciones del tirano de crear un obispado militar también se opuso monseñor McGrath con firmeza.

Ante la resistencia de la Iglesia a sus desmanes, Noriega quería dividirla y poner a una sección del clero directamente bajo su mando –a través del obispado militar– de manera que pudiese utilizarla para promover sus designios. El arzobispo no se dejó intimidar y mantuvo su postura. Más aún, en enero de 1990, tras la invasión, la Conferencia Episcopal Panameña suprimió todas las capellanías militares. (Panorama Católico, 14 de enero de 1990).[13]

La esperanza de una salida pacífica a la crisis se trasladó al torneo electoral de mayo de 1989, que fue anulado por el Tribunal Electoral. Monseñor apoyó y motivó desde la Comisión Arquidiocesana de Animación Laical un muestreo de los resultados, pero como ya dijimos, los resultados fueron desconocidos. El General Noriega se aferraba al poder mientras los norteamericanos trataban de intimidarlo con acciones militares desde las diversas bases que operaban en el país. La temida intervención estadounidense ocurrió el 20 de diciembre de 1989. Muy pronto la Iglesia y el Arzobispo se hicieron presente.

En aquellos días de zozobra e incertidumbre, la Iglesia consoló a los afligidos en los campos de Balboa, el hangar de Curundú, Nuevo Emperador y otros sitios. Se recuerda la labor meritoria de los Padre Mercedarios en el incendiado barrio de El Chorrillo. Para algunos la Iglesia avaló la Invasión, pues la llamó «Liberación».

No obstante, ya en los días subsiguientes al trágico acontecimiento, en su homilía en una Misa Campal en el Supercentro El Dorado, el 9 de enero de 1990, el Arzobispo decía: “…tal calificativo (liberación) sólo podrá justificarse en la medida que en nada restrinja, ni en el presente ni en el futuro, todos los atributos propios de la libertad y soberanía de Panamá en todo su territorio; debiendo dar lugar a una justa y pacífica relación entre Panamá y los Estados Unidos, en el consorcio de los demás pueblos y, sobre todo, de las Américas.”

Unos meses después de la Invasión, a solicitud del Presidente Guillermo Endara, la Iglesia presidió, en la persona del Arzobispo McGrath, la Comisión de Reconciliación Nacional que dio pautas para que se hiciera justicia a todas las víctimas de la Invasión y de las dos décadas de gobierno militar, sin caer en revanchismos. Igualmente se solicitó a nombre del pueblo sufrido saber “cuántos y quiénes son sus muertos y dónde reposan sus restos.” Además se unió a las justas reclamaciones que se hacían al Gobierno Estadounidense por los daños causados por la intervención armada.[14]

Otras huellas permanentes del Arzobispo McGrath tienen que ver con los medios de comunicación. Durante su ejercicio se inicia en 1969 la retransmisión de la Misa Dominical por Televisión. Con los años se hacen las transmisiones en vivo. Tuvo la visión, luego de varios años de espera y preparación, de crear una prensa católica.

Bajo su episcopado vio la luz el periódico Panorama Católico en febrero de 1985. El mismo nació como quincenario y años después se hizo semanal. Este medio tuvo una misión crucial durante los años de la crisis política de 1987- 1989, sobre todo, cuando fueron cerrados los periódicos de oposición y la única voz independiente era la del Panorama.

Sin duda alguna que la creación de la Fundación para la Educación en la Televisión allá por 1990, marcó un hito importante en el trabajo eclesial en los medios de comunicación. El Gobierno le ofreció al Arzobispo una frecuencia televisiva que estaba en manos estatales. El Obispo convocó a los propietarios de las televisoras comerciales y les vendió la idea de colaborar en un canal cultural. Ellos dieron el capital semilla para echar a andar una televisora para la formación integral de la persona humana y de la familia en Panamá. Las transmisiones de FE TV iniciaron el primero de Abril de 1992.

McGrath visualizó que la Iglesia necesitaba una forma de sostenerse económicamente que no la hiciera abandonar su profetismo por tener que depender de algunos sectores. Para tal efecto con sus colaboradores más cercanos ideó y dio inicio a la Primera Campaña de Promoción Arquidiocesana en1975: “Cristiano la Iglesia eres Tú”. Se enfatizaba en lo que el Concilio y Medellín nos habían dicho sobre la responsabilidad común en la obra de evangelización y edificación del Reino de Dios.

Ante los problemas económicos de la Arquidiócesis limitada por sistemas de aranceles obsoletos e inadecuados, era necesario inventar algo nuevo. Se conjugó el ingenio creador panameño con la consulta de peritos internaciones y nació la Campaña a la luz de los siguientes objetivos: Establecer una base financiera firme que permitiese a la Arquidiócesis la planificación de sus programas, sin tener que recurrir constantemente a fuentes externas para la obtención de fondos.

Desarrollar en el Pueblo Católico un sentimiento de orgullo de su Arquidiócesis, parroquias y de él mismo. Educar a la gente de la Arquidiócesis acerca de su responsabilidad como católicos en lo individual y como miembros de sus parroquias y de la comunidad arquidiocesana, en creciente solidaridad, base y ejemplo de la presencia solidaria de los católicos en toda la comunidad panameña. Informar al Pueblo de Dios de los múltiples servicios de la Arquidiócesis; el deseo de la Iglesia de cubrir las necesidades religiosas de su pueblo. Crear una organización viva y permanente, la cual debería crecer y prosperar con el paso de los años.

De estos objetivos podríamos decir que los que más han calado en el pueblo de Dios son el que tiene que ver con el apoyo económico a la Iglesia, y el de la tarea conjunta de evangelizar. Así la Campaña, que nació con una sola fase, la económica -hoy llamada fase de Solidaridad o de las Alcancías por el envase que se deja por 4 o 5 semanas en los hogares a fin de que los fieles diesen su aporte monetario- fue acompañada desde su segundo año (1976) por una fase de evangelización, llamada también de Asambleas Familiares o Vecinales por la modalidad que tomó la misma.

La Campaña se convirtió pronto en una tarea de los laicos, orientada por los pastores. Los visitadores de hogares, los animadores de asambleas, los coordinadores a nivel de parroquias y zonas eran y son aún hoy seglares comprometidos con las tareas de la Iglesia. Uno de sus últimos esfuerzos en esta línea fue la construcción de un nuevo edificio para la Curia Arzobispal Metropolitana a fin de reunir en él todos los servicios pastorales, oficinas administrativas, direcciones y departamentos de la Curia. Este nuevo edificio fue consagrado en 1994 con el nombre de Centro Arquidiocesano Jesucristo Evangelizador.

Otra impronta del Obispo fue la Cita Eucarística. Para darle nueva vida a la tradicional Fiesta del Corpus Christi, nació este evento en 1971, como una novedosa modalidad para la pastoral urbana. Desde su primera versión, celebrada en un ambiente de tensión por la desaparición del P. Héctor Gallego, hasta el presente se ha convertido en una ocasión para escuchar la voz del pastor arquidiocesano en torno a la mesa de la Palabra y la mesa eucarística. Con el tiempo, la Cita era esperada por los fieles para escuchar la voz del pastor sobre los temas de actualidad nacional, tal como ocurrió durante la crisis política que vivimos entre 1987 y 1989.

La Cita ya es un acontecimiento para los católicos panameños, pues desde la década de los 80 empezó a celebrarse en cada una de las demás diócesis. La Cita ha propiciado toda una inculturación del evangelio y de la liturgia, puesto que para la ocasión se empezaron a componer cantos con música típica panameña como tamboreras, puntos y décimas, no pocas veces de acuerdo a la temática o lema escogido para cada año de la Fiesta.

Hacia fines de 1978, bajo la inspiración del Arzobispo McGrath, se constituye el «Grupo de El Valle», en el que participaban profesionales de diversas disciplinas, que se reunieron entre los años de 1979 y 1983 a fin de “presentar opciones evangélicas con las cuales los cristianos pudiéramos afrontar la compleja situación socio-política y económica que venía experimentando nuestro país.” Fruto de dicho Grupo fue el documento Hacia una Economía más Humana: Reflexiones Cristianas para el Desarrollo de Panamá, con Prioridad en los Pobres. Texto rico en contenido social que no alcanzó la atención que se esperaba.

Monseñor McGrath sembró parroquias en toda su circunscripción. Hacia 1964 en la Arquidiócesis había 28 parroquias; en 1986, existían 74 parroquias y 11 Cuasi Parroquias. A finales de 1993, la Arquidiócesis contaba con 83 Parroquias, 10 Cuasi-parroquias y 2 Áreas Misioneras.

Monseñor McGrath empezó a manifestar las molestias del Mal de Parkinson a principios de los noventa. La enfermedad fue deteriorando sus facultades a un ritmo acelerado, lo cual lo llevó a solicitar su dimisión antes de cumplir los setenta y cinco años. Se esperaba que pudiera dedicar sus últimos años de vida a la enseñanza, a las tareas docentes y de investigación, pero las fuerzas ya eran muy pocas. Murió el 3 de agosto del 2000 a la edad de setenta y seis años.

El hombre Marcos McGrath fuese visto por unos como obispo de izquierda, y por otros como un aristócrata de clase adinerada. Amigo de Hélder Cámera, de Oscar Romero, del Cardenal Raúl Silva Henríquez, fue un pastor equilibrado que supo encarnar su misión en las circunstancias en las que le tocó ejercer su ministerio. La pregunta que muchos se hacen es ¿Por qué a este hombre tan destacado a diversos niveles eclesiales no lo hicieron cardenal?

A finales de los sesenta, Pablo VI le ofreció llevarlo a Roma para tareas en la Curia, pero McGrath estaba embarcado en su Diócesis. Otro tanto se hizo en su Alma Máter, Notre Dame, desde donde se le ofreció la Presidencia de la universidad. En 1986, en sus Bodas de Plata Episcopales, el Nuncio de su Santidad José Sebastián Laboa afirmó que McGrath había declinado la distinción por mantenerse “primus inter paris” con sus hermanos obispos de Panamá. Entre sus conocidos se relata la anécdota de que Juan Pablo II lo llamaba “mi jefe” por el trabajo que habían compartido en la subcomisión que preparó la Gaudium et Spes y que el joven obispo panameño coordinara allá por 1963. También se dice que cuando pudo haber sido preconizado cardenal, la situación política de Nicaragua movió a Roma a inclinarse por el Arzobispo de Managua, Miguel Obando y Bravo. Lo cierto es que para otros la cantidad de situaciones difíciles y conflictivas que le tocó lidiar pudieron hacer que el juicio sobre McGrath no fuese el mejor. Un colaborador suyo lo definió como “un hombre universal”.

NOTAS

  1. A.A. V.V. Marcos Gregorio McGrath y la renovación de la Iglesia al servicio de Panamá. Talleres Ercina, S.A. Panamá, 1994, p. 43.
  2. Cfr. 25 años de Ministerio Episcopal de Monseñor Marcos G. McGrath. A.A. V.V. Taller Senda, Panamá, 1987.
  3. Carta de Monseñor McGrath al ex-presidente Truman. ( Aparece en el libro 25 años de Ministerio Episcopal de Monseñor Marcos G. McGrath. A.A. V.V. Taller Senda, Panamá, 1987, p. 141)
  4. Cfr. Carta Pastoral “La misión de la Iglesia es responsabilidad de toda la comunidad cristiana” de Monseñor Marcos G. McGrath dirigida a los católicos de Veraguas. (Fiesta de Santiago Apóstol, 1966). Aparece en el libro 25 años de Ministerio Episcopal de Monseñor Marcos G. McGrath. A.A. V.V. Taller Senda, Panamá, 1987.
  5. Monseñor Marcos G. McGrath Carta Pastoral La Renovación de la Iglesia al Servicio de Panamá. Agosto de 1971
  6. Cfr. Héctor Gallego está vivo María López Vigil. Héctor Gallego. Indalecio Rodríguez Panamá, Panorama Católico. Raúl Leis Carta a Héctor Gallego. Rafael Pérez Jaramillo “Las últimas horas de Gallego”, trabajo periodístico aparecido en el diario La Prensa, Panamá, entre los días 7 y 10 de junio de 1997.
  7. Editorial diario Crítica 15 de junio de 1971. Panamá
  8. El testimonio de Vásquez Pinto Brittmarie Jansón Pérez. Crítica Jueves 21 de octubre de 1999
  9. Un signo de ello son los nombres o títulos que se dieron a las nuevas parroquias que se fueron creando a raíz de la expansión del distrito especial: Cristo Redentor, Cristo Liberador, Cristo Resucitado, Cristo Hijo del Hombre, Cristo Luz del Mundo, Cristo Pueblo
  10. El Panamá Republicano de Celestino Araúz y Patricia Pizzurno. Leo Mahon. Fire Under My Feet: A Memoir Of God's Power In Panama. 2005
  11. Vital H. Moreno "Pax, Iustitia et Concordia: El Ministerio Episcopal de S.E.R. Mons. Dr. Marcos G. McGrath (1961-1986)" publicado en 25 años de Ministerio Episcopal de Monseñor Marcos G. McGrath. A.A. V.V. Taller Senda, Panamá, 1987, p.104.
  12. Declaración de los Obispos de la Arquidiócesis, 26 de febrero de 1988. Comunicado de los Obispos de la Arquidiócesis y del Consejo Presbiteral, de marzo de 1988 Declaración de los Obispos de la Arquidiócesis, 26 de febrero de 1988. Comunicado de los Obispos de la Arquidiócesis y del Consejo Presbiteral, de marzo de 1988
  13. ‘Ordinariato’ del noriegato Carlos Guevara Mann. La Prensa Panamá, miércoles 1 de diciembre de 2010
  14. Cfr. Conferencia Episcopal Panameña. Carta Pastoral Construyamos Juntos el Futuro de Panamá. Panamá, 25 de julio de 1990. Nº127-133. Mensaje del Arzobispo y del Consejo Presbiteral de la Arquidiócesis de Panama´. Al Pueblo de Dios que camina en Esperanza Panamá, 10 de mayo de 1990.

BIBLIOGRAFÍA

A.A. V.V. Marcos Gregorio McGrath y la renovación de la Iglesia al servicio de Panamá. Talleres Ercina, S.A. Panamá, 1994

A.A. V.V. 25 años de Ministerio Episcopal de Monseñor Marcos G. McGrath. Taller Senda, Panamá, 1987.

ARAÚZ Celestino y PIZZURNO Patricia. El Panamá Republicano

MAHON Leo. Fire Under My Feet: A Memoir Of God's Power In Panama. 2005


LUIS CARLOS DEL CID