MÁRTIRES DEL CHACO; Fuentes y bibliografía

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Fuentes documentales

A la hora de escribir sobre las heroicas empresas misioneras y bien se puede decir de las de conquistadores, sin entrar en juicios de valor sobre intenciones y propósitos de las mismas, hay que recurrir a las fuentes documentales para comprender –al menos en parte– aquellas empresas arduas y heroicas desde todos los puntos de vista.

También es posible encontrar una importante cantidad de obras bibliográficas y artículos divulgativos que abordan el tema acudiendo a las fuentes de archivo, ubicadas tanto en Europa como en América.

La documentación hasta ahora conocida

En el caso de la evangelización del Chaco argentino son numerosos los documentos, tanto eclesiásticos como civiles, que relatan la vida y, en particular, el martirio del misionero sacerdote secular Pedro Ortiz de Zárate y del misionero jesuita Juan Antonio Solinas. La mayor parte de ellos se refieren a ambos, cuando en ellos se relata la misión del Chaco y su violenta muerte compartida. Entre los que provienen de la misma Iglesia, los primeros documentos fueron escritos en los días o semanas siguientes a la cruel e injustificada muerte que ellos padecieron a manos de los indios en el Chaco (27 de octubre de 1683): una carta del padre Diego Ruiz SJ, que los acompañaba en la misión, dirigida al rector de Salta (31 de octubre de 1683); otra de dicho rector, padre Cipriano Calatayud SJ, que informa sobre el suceso al provincial, desde la misma ciudad de Salta (20 de noviembre de 1683).

Asimismo, una carta del padre Tomás Donvidas SJ, rector de Córdoba (Argentina), enviada a la duquesa de Aveiro (3 de febrero de 1684). La comunicación y condolencias del padre jesuita Diego Francisco Altamirano a Juan Ortiz de Zárate y Murguía, hijo del sacerdote Pedro Ortiz de Zarate cuando este era seglar casado y antes de quedar viudo, por la muerte de su padre junto al sacerdote jesuita P. Solinas (5 de noviembre de 1684). En el caso de don Pedro, se menciona también un acta del día de su sepultura (23 de noviembre de 1683).

Otra fuente eclesiástica muy importante y cercana a los hechos, se encuentra en las cartas anuales de los provinciales jesuitas del Paraguay que relatan el hecho martirial: «Cartas Anuas» del Paraguay escritas por el jesuita, que luego fue provincial, Tomás Donvidas SJ (1681-1692); las «Cartas Anuas» posteriores, redactadas por el padre provincial Ignacio Frías (1689-1700); el «Menologio de los padres jesuitas de Cerdeña» (sin fecha); y las «Crónicas de Paraquaria», con la necrología (1598-1735).

En todas se menciona el martirio de los dos sacerdotes misioneros en el Valle de Zenta (en el Chaco argentino); en algunas de manera muy detallada y añadiendo incluso datos personales de ambos, la descripción de su actuación misionera y de sus virtudes.

Existen asimismo documentos civiles de esos años que se refieren al hecho martirial, tanto en su aspecto material como formal: dos cartas del gobernador de Tucumán, don Fernando de Mendoza Mate de Luna, dirigidas al rey, para describir lo ocurrido (24 de enero de1684; 26 de agosto de 1686).

Además, tres cédulas reales remitidas desde España, que pronto reconocieron la muerte cruenta de los misioneros, ante el gobernador y ante la Audiencia de Charcas (6 de diciembre de 1684; 23 de febrero de 1687; 6 de abril de 1687). Más otra cédula real posterior, en la cual se mandó certificar el hecho, a instancias de la provincia de Álava (España) para que se pudiera proceder a la beatificación (1 de abril de 1691).[1]

A su vez, el martirio es mencionado en las actas del Cabildo de Jujuy, unos años después (1698). Por su parte, el virrey duque de la Palata (Melchor de Navarra y Rocafull, entre 1680-1689) también lo había informado antes al rey, desde la ciudad de Lima (24 de marzo de 1685). Comenzada la siguiente centuria, al retomar la ofensiva contra los indios rebeldes, el gobernador volvió a mencionar el martirio (24 de noviembre de1708).

Muchos son del Archivo General de Indias, y varios han sido publicados en diversas colecciones. En el Archivo Histórico de Las Vascongadas (Euskadi) ha sido hallada otra serie de documentos, relacionados con los intereses de las familias Zárate y Murguía, que confirman y completan los datos de la vida y el martirio de los dos mártires. Entre los más importantes se cuentan:

  • Contrato matrimonial entre don Pedro Ortiz de Zárate y su esposa Petronila Ibarra de Argañarás y Murguía (1644);
  • Inventario de bienes de doña Petronila (1653);
  • Tutela y Curaduría de los hijos de don Pedro (1660);
  • Expediente iniciado por el padre jesuita Diego Francisco Altamirano, procurador de la provincia del Paraguay en Europa, ante al Consejo de Indias, que incluye la presentación de don Pedro como candidato al obispado del Tucumán (1683- 1684);
  • Datos aportados por el padre Tomás Donvidas SJ, incluidos en el anterior, sobre vida y muerte de don Pedro (1683-1684);
  • Informaciones de nobleza de don Pedro y sus hijos, para atestiguar identidades e invocar derechos hereditarios (1660. 1675-1676);
  • Testamento de don Pedro, con sus añadidos (1677, 1682-1683);
  • Inventario de sus bienes, posterior al martirio (1683).

Por parte de los misioneros asesinados, constan los motivos y la actitud con que ellos emprendieron la entrada misional en el Chaco por tres cartas previas de don Pedro Ortiz de Zárate, dirigidas al gobernador y al rey (junio-julio 1682). En ellas describe con detalles su audaz proyecto para ingresar al Chaco con medios pacíficos y el objetivo de evangelizar, contando con ayuda de algunos religiosos jesuitas y los recursos del gobierno real.

Proyecto aceptado y autorizado expresamente como tal por carta del gobernador de Tucumán (agosto 1682), el cual de inmediato solicitó al superior de la Compañía de Jesús el envío de religiosos para la misión (agosto 1682). Ayuda que fue concedida ese mismo mes por el provincial jesuita padre Tomás de Baeza (Auto de agosto 1682).

De manera simultánea, el dicho gobernador envió escritos a los tenientes de Salta y Jujuy, pidiendo ayuda para la misión programada (agosto 1682). En la misma fecha, el obispo del Tucumán Nicolás de Ulloa dio cuenta al rey, con una carta suya (agosto 1682), acerca de esta avanzada sobre el Chaco, emprendida con espíritu exclusivamente evangelizador.

Cartas de los misioneros mártires y de sus compañeros

Comenzado el ingreso misionero en la región del Chaco, que duró desde principios de mayo hasta fin de octubre (1683), los mismos sacerdotes escribieron varias cartas dirigidas por lo general a sus superiores.

Dos cartas del padre jesuita Diego Ruiz, que describen paso a paso el duro camino que recorrieron los misioneros con sus acompañantes, desde Salta hasta Zenta, atravesando las sierras altas (junio 1683). Dos cartas del padre Juan Antonio Solinas, que manifiestan tanto su ardor misionero como las dificultades para llevar la paz a las naciones indígenas (junio y septiembre 1683). Tres cartas del mismo don Pedro Ortiz de Zárate, cuyo contenido se conoce sólo parcialmente o por referencias, y que dan cuenta tanto del entusiasmo de los misioneros (julio 1683), como de los graves peligros que estaban afrontando y de la ayuda que esperaban (junio 1683).

Estos escritos son un valioso testimonio del propósito de aquella peligrosa empresa, que no tenía otra intención que llevar la paz y el Evangelio a los pueblos nativos más resistentes. De algunas de estas cartas se poseen los manuscritos; de otras se conocen transcripciones o solo una mención. Las significativas expresiones de estos escritos, asumidas por los cronistas e historiadores, describen aquellas empresas verdaderamente heroicas desde todos los puntos de vista y la valerosa muerte de muchos misioneros.

Refiriéndonos más en concreto al caso del sacerdote Pedro Ortiz de Zárate, esa documentación nos ofrece los datos sobre su trayectoria laical y sacerdotal, así como también su virtuosa entrega al ministerio. En ellos se manifiesta su celo apostólico y el objetivo que lo impulsó a programar el ingreso misionero al Chaco, que en definitiva lo llevó al martirio. Entre estos documentos, aparte de los referidos a su origen y familia, son importantes: la información de méritos y servicios, avalada por testigos (1664-1665); los libros parroquiales y de cofradías que muestran su celo apostólico en Jujuy y Humahuaca; la carta del gobernador Pereda recomendándolo ante Su Majestad para un obispado (1671); dos escritos elogiosos del obispo del Tucumán Nicolás de Ulloa (1680 y 1682), fallecido poco después del martirio de los dos sacerdotes misioneros (1686), y a su muerte siguió un largo período de sede vacante (1686-1690).

En cuanto al padre Juan Antonio Solinas SJ, además de los escritos ya aludidos sobre el martirio, existen documentos auténticos sobre: su bautismo, su familia, formación religiosa y estudios en la Compañía; la ordenación sacerdotal en Sevilla (1673); sus datos como religioso en los catálogos públicos de la Compañía de Jesús, más el juicio de sus superiores en los catálogos de la Compañía. Luego también la documentación sobre el envío a las misiones del Paraguay, su actuación en colegios y reducciones de indios; más los últimos votos que profesó el año anterior a su martirio (1682).

Respecto a su entrega martirial, casi toda la documentación es común con la de su compañero de misión y martirio; si bien los que escribieron su biografía citan además aquella prodigiosa visión que tuvo un anciano fraile capuchino sardo en el convento de Bitti, al preciso momento del martirio, y que ha quedado registrada en la historia de la Orden de franciscanos capuchinos de Cáller (Cagliari, Italia), en la que el fraile capuchino habría visto en visión mística el martirio del jesuita.

La diócesis de Tucumán (1570), con sede en Santiago del Estero, debió trasladar su sede a Córdoba (1699) por las malas condiciones de aquella antigua ciudad. En esta azarosa circunstancia se perdieron muchos documentos importantes de los primeros tiempos. A esta dificultad se suma el hecho que, hasta fines del siglo XIX, la curia diocesana en Córdoba no tuvo una sede apropiada y permanente. Así y todo, durante el siglo XX se pudo llevar a cabo una importante investigación histórica sobre estas páginas de una historia fundamental para entender los comienzos de la evangelización en estas tierras, y el trabajo de promoción cultural humana llevada a cabo a partir de aquellos primeros momentos.

Para ello, la investigación debió centrarse prioritariamente en el Archivo General de Indias, los de la Compañía de Jesús, así como en las varias obras del tiempo en las que se encuentran numerosos datos y valiosos documentos referidos a la Iglesia en América.[2]

Fuentes biográficas de los mártires Pedro Ortiz de Zarate y Juan Solinas S.J.[3]

Para narrar hoy las vidas de don Pedro Ortiz de Zárate y de Juan Antonio Solinas, se dispone de muchas obras escritas en diversas épocas, las que de ordinario se refieren a ambos y a la entrega martirial por ellos compartida.

En primer término, llaman la atención las obras más antiguas, redactadas por misioneros jesuitas, antes de completarse el primer siglo del martirio. Estos escritores, además de ser cercanos en el tiempo, compartieron con los dos misioneros mártires la causa de la evangelización de América, porque –siendo aún muy jóvenes– fueron enviados desde Europa a la Provincia jesuítica del Paraguay, donde algunos de ellos pasaron casi toda su vida.

El primero de estos cronistas fue el padre Francisco Jarque o Xarque SJ (1607-1691),[4]oriundo de Orihuela (España) y destinado al Paraguay en 1634, que escribió sobre las misiones jesuíticas del Paraguay en una obra publicada por primera vez en 1687;[5]sólo cuatro años después del martirio de los dos misioneros.

Los otros tres son del siglo XVIII: el padre Antonio Maccioni SJ (1672-1753),[6]sardo como el padre Solinas y misionero en América desde sus 26 años, que compuso en 1732 la biografía de varios misioneros jesuitas oriundos de Cerdeña. Al relatar la vida de su compatriota incluye la entrada misionera en el Chaco y el martirio de ambos sacerdotes y de los dieciocho laicos que con ellos murieron.[7]

Luego el padre Pedro Lozano SJ (1697-1752) madrileño,[8]que habiendo misionado muchos años en el Chaco, y después de recorrer esa vasta región y sus alrededores, describió por el año 1733 las condiciones de aquella tierra y de sus habitantes autóctonos; en su escrito da cuenta de los valientes intentos de anunciarles el Evangelio, entre los cuales menciona el que llevó a estos misioneros mártires a entregar sus vidas por el Evangelio en 1683.[9]

El cuarto fue el padre Ladislao Orosz SJ (1697-1773), húngaro de origen y presente en América desde joven (1729),[10]que completó en 1759 la obra del jesuita francés Nicolás del Techo (1611-1680), con la biografía de Juan Antonio Solinas y del martirio padecido por él junto con Pedro Ortiz, además de narrar las vidas de otros misioneros ilustres del Paraguay.[11]

Es notable la pasión que pusieron estos misioneros y escritores de la Compañía por hacer memoria de los suyos, convencidos del reconocimiento que merecían sus vidas heroicas y del modelo que dejaban a las generaciones siguientes. Ellos contaron esas historias en el estilo propio de la época, consultando e incorporando documentos que daban razón de sus relatos. Las obras de los siglos XIX y XX, que de algún modo se refieren a ambos mártires dependen directamente de aquellos antiguos escritores y casi siempre de los documentos que ellos citan.

Una nueva historia de la Iglesia en la Argentina, como la del padre salesiano Cayetano Bruno,[12]por ejemplo, ha recogido, confirmado y completado el episodio martirial del Zenta, enmarcado en su tiempo y ambiente, con una rigurosa metodología científica. En el caso de Pedro Ortiz de Zárate, una de esas obras hace especial referencia a las fuentes utilizadas, como se lee en el libro del conocido historiador jesuita Juan Pedro Grenón.[13]

Luego, un buen estudioso de la historia de Jujuy, como Mons. Miguel Ángel Vergara, ha podido completar la biografía de Pedro Ortiz de Zárate con la documentación civil que aquella ciudad conserva.[14]

Para la biografía del padre Juan Antonio Solinas, se cuenta con una valiosa obra escrita por su compatriota sardo don Salvatore Bussu (1997).[15]Si bien este autor cuenta la vida y el martirio de ambos mártires, se describe ante todo el contexto histórico y eclesial de Oliena –pueblo natal del P. Solinas– en la Cerdeña del siglo XVII. Ofrece un relato biográfico bien fundado, en la documentación conservada en el Archivo General de la Compañía de Jesús (Roma).[16]


NOTAS

  1. De la provincia de Álava (Vascongadas) en España y varios pueblos del país vasco, eran oriundos los ascendientes de don Pedro Ortiz de Zarate y de su mujer Petronila de Argañarás y Murguía.
  2. Cf. por ejemplo Roberto Levillier, Papeles eclesiásticos del Tucumán: documentos originales del Archivo de Indias, tt. I y II. (Madrid: Pueyo, 1926); Pablo Pastells, Historia de la Compañía de Jesús en la Provincia de Paraguay, tt. II-V (Madrid: Librería General de Victoriano Suárez, 1915-1933); Jaime Cortesão (ed.), Manuscritos da Coleção de Angelis, t. V, Tratado de Madrid, Antecedentes Colonia Do Sacramento (1669-1749), Río de Janeiro 1954; Antonio Larrouy, Documentos del Archivo de Indias para la historia del Tucumán, t. 1 (Buenos Aires: L.J. Rosso y Cía., Impresores, 1923).
  3. La copiosa bibliografía actual sobre la historia civil y eclesial de América Latina, y de la República Argentina en particular, ha permitido escoger los elementos más apropiados para esta finalidad. Un segundo apartado introductorio, llamado Contexto histórico en Cerdeña (Italia), ofrece algunos elementos sobre el lugar y el ambiente religioso en el cual nació y se educó el jesuita Solinas (1643-1683), que llegado muy joven a América como misionero, derramó su sangre con don Pedro Ortiz de Zárate, predicando la fe cristiana a los indios del Chaco, en el Valle de Zenta (actual Salta).
  4. Cf. Charles E. O'Neill y Joaquín M. Domínguez (dirs.), Diccionario histórico de la Compañía de Jesús, t. I (Madrid: Universidad Pontificia Comillas, 2001), 2139; Hugo Storni, Catálogo de los Jesuitas de la provincia del Paraguay (Cuenca del Plata): 1585-1768 (Roma: Institutum Historicum S.I., 1980), 147-148.
  5. Francisco Jarque, Insignes misioneros de la Compañía de Jesús en la provincia del Paraguay. Estado presente de sus Missiones en Tucumán, Paraguay, y Río de la Plata, que comprende su distrito (Pamplona: Juan Micòn, 1687).
  6. Cf. O'Neill y Domínguez, “Diccionario”, t. III, 2458; Storni, “Catálogo”, 169-170.
  7. Antonio Maccioni, Tiziana Deonette y María Cristina Vera de Flachs, Las siete estrellas de la mano de Jesús (Cagliari: CUEC Cagliari Centro di Studi Filologici Sardi, 2008),1732.
  8. Cf. O'Neill y Domínguez, “Diccionario”, t. III, 2429; Storni, “Catálogo”, 167.
  9. Pedro Lozano, Descripción Chorográfica del terreno, ríos, árboles y animales de las dilatadísimas provincias del Gran Chaco Gualampa, y de los ritos y costumbres de los innumerables naciones bárbaras e infieles que las habitan, ( Córdoba: s.e., 1733).
  10. O'Neill y Domínguez, “Diccionario”, t. III, 2925; Storni, “Catálogo”, 207.
  11. Nicolás del Techo y Ladislas Orosz, Decades virorum illustrium Paraquariae Societatis Jesu, ex ejusdem Provinciae et aliunde depromptae. Cum synopsi chronologica historiae Paraquariae, pars prima (Tyraniae, Eslovaquia: Typis academicis Societatis Jesu, 1759).
  12. Cayetano Bruno, Historia de la Iglesia en la Argentina, t. 3 (Buenos Aires: Ed. Don Bosco, 1968, 235- 496.
  13. Juan Pedro Grenón y Miguel Ángel Vergara, Los mártires de Santa María de Jujuy: Pedro Ortiz de Zárate y Juan A. Solinas, S.J. (Salta: La Provincia, 1942).
  14. Miguel Ángel Vergara, Don Pedro Ortiz de Zárate: Jujuy tierra de mártires; (siglo XVII) (Salta: Arzobispado de Salta, 1965).
  15. Salvatore Bussu, Martiri senza altare, Padre Giovanni Antonio Salinas, don Pedro Ortiz de Zarate e diciotto cristiani laici (Nuoro: Solinas, 1997).
  16. Esta obra, escrita en italiano, fue traducida al castellano (2003); existe un resumen corto de la misma del Pbro. Miguel Antonio Barriola.

BIBLIOGRAFÍA Y FUENTES

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Archivo Histórico de Jujuy

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CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM: «Novoraniensis, Beatificationis seu Declarationis Martyrii Servorum Dei Pedro Ortiz De Zárate Sacerdotis diocesani – Juan Antonio Solinas, Sacerdotis Professi Societatis Iesu. In odium Fidei, uti fertur, interfectorum. (+27.10.1683)». Postuladores y Colaboradores Hna. Isabel Fernández, hefcr, y Mons. José María Arancibia. Compilador F. González F., de la C.C.S.