MÁRTIR DE ANGLERÍA, Pedro

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Anghiera, 1457; Granada, 1526) Obispo, Cronista


Nació en febrero de 1457 en Anghiera, cerca del Lago Mayor del Milanisado. Pasará a la historia con el topónimo de Anghiera o Anglería, castellanizado y agregado a su nombre. Hacia los dieciocho años de edad se trasladó a Roma, en donde respiró a todo pulmón las auras del Humanismo y se ganó amigos como Pomponio Leto y el cardenal Ascanio Sforza; uno de esos amigos, el conde de Tendilla, embajador español ante la Santa Sede, le va a hacer cambiar en redondo su vida; con él se fue en 1488 a España, país con el que se identificaría y en donde viviría el resto de sus días.

Pedro Mártir llegaba a España en el momento justo. Granada, América, la hegemonía internacional de España serán gestas que no podrán por menos de apasionar a quien por su capacidad y su formación se sentía émulo o, al menos, imitador de un Homero, de un Virgilio o de un Tito Livio. Recibió el sacerdocio, fue maestro de la nobleza, capellán de la reina Isabel y, en los primeros años del siglo XVI, fue enviado como embajador cerca del sultán de Egipto. Fiel al Rey Fernando, tras la muerte de la reina, indiferente al cardenal regente Cisneros, bien visto del joven rey Carlos, en 1518 fue nombrado miembro del Consejo de Indias, dos años después cronista, y más tarde, bajo el pontificado de Adriano VI, arcipreste de Ocaña y abad de la abadía de Jamaica, en las Antillas, que había sido creada en 1515, y de la cual, por supuesto, nunca fue a tomar posesión.

Murió en Granada en octubre de 1526. Como buen humanista, y pagado de serlo, Pedro Mártir escribió en latín todas sus obras: Legatio babylonica (relación de su embajada en Egipto), Decades, Poemata, Epigramma, y hasta sus Epístolas (Opus Epistolarum), escritas muchas de ellas a sus amigos italianos. Nos ocuparemos aquí sólo del Opus Epistolarum y de las Decades, que tratan el tema de América.

Opus Epistolarum. Desde 1488 hasta 1525 -un año antes de su muerte- Pedro Mártir usó de la forma epistolar -muy de moda entre los humanistas- para comunicar lo que veía u oía con los amigos más varios, ya fueran destinatarios efectivos y reales, ya personas fingidas por él. Cuatro años después de su muerte, en 1530, el impresor de Alcalá, Miguel de Eguía, publicaba ochocientas trece cartas latinas suyas con el título Opus Epistolarum Petri Martyris Anglerii. Habrían de pasar ciento cuarenta años hasta que fuesen publicadas de nuevo, bajo el mismo título, en París en 1670[1].

Decades: Aunque en sus epístolas iba informando sobre lo que oía y leía acerca de las cosas de América, sin embargo, Pedro Mártir se dio cuenta de que las gestas que se estaban realizando en su tiempo merecían ser narradas en forma más solemne, y así ya en 1494 anunciaba a su amigo el conde Giovanni Borromeo, que había comenzado a escribir unos libros «de tantae rei invento». Eran las Decades de Orbe Novo. La I Década debía de estar ya terminada en 1501, pues el 3 de diciembre de ese año Angelo Trevisan enviaba un amplio resumen de la misma al miembro del Senado Véneto, Domenico Malepiero; dividida en 9 libros, fue publicada por primera vez en Sevilla 1511, como Oceani Decas, y de nuevo en Alcalá en 1516, unida a la II y III, y con el título De rebus Oceanicis et Orbe Novo Decades Tres. Una vez más, las tres primeras Décadas, unidas a las cinco restantes verán la luz en Alcalá en 1530, cuatro años después de la muerte del autor; a excepción de la I que se queda en 9 libros, las demás abarcan 10 libros cada una y se extienden desde el Descubrimiento hasta la conquista de Méjico inclusive[2]. Richard Eden (1521?-1576) tradujo las Decadas al inglés y las editó, por primera vez, en Londres 1555; muerto Eden, Richard Willes cuidó una segunda edición, aumentada con extractos de otros autores, bajo el título The History of Travayle in the West and East Indies, Londres 1577[3].

Pedro Mártir es considerado justamente como el primer historiador general de Indias. Aunque no pisó nunca en Indias,[4]tuvo ocasión, por su puesto privilegiado, de recibir todas las noticias posibles y de retrasmitirlas, elaboradas, al resto de Europa. Fue, pues, él uno de los primeros creadores de la imagen de América que circuló por el Viejo Mundo durante bastantes años. El primer «flash» americano lo disparó el 14 de mayo de 1493 durante el solemne recibimiento que los reyes dispensaron a Colón de regreso de su primer viaje; y se lo trasmitió a su protector y coterráneo Giovanni Borromeo. A decir verdad, Pedro Mártir da la impresión en esta su primera narración, de no haber sabido valorar la gesta que acababa de suceder, ni de estimar en mucho la persona del protagonista: a éste, le hace pasar por un perfecto desconocido, un «Cristophorus quidam»; dice sí que es de Liguria -«vir ligur»-, pero ignora, en cambio, su verdadero apellido, dándole el de «Colonus».

Si hubiera tenido ocasión de leer este juicio, Colón tan aficionado a la Biblia, hubiera, sin duda, repetido: «Non est propheta sine honore, nisi in patria» (Mt 13, 57). Se sabe que Colón presentó en esta ocasión a los reyes siete indios; pero aquellos seres humanos no parecen haber impresionado en lo más mínimo al humanista milanés, pues ni los menciona. Refiere, en cambio, que Colón trajo muestras de muchas cosas preciosas pero sobre todo de oro: «rediit, praeciosarum multarum rerum, sed auri praecipue, quae suapte natura regiones illae generant, argumenta tulit» (Opus, París 1670, p. 72). Y considerando todo ello como un simple episodio que no venía al caso, continúa: «Sed aliena omittamus, comes egregie, omittamus...»

Cierto, con el agolparse de las noticias sobre los nuevos descubrimientos, también Pedro Mártir fue cobrando nueva conciencia de la magnitud de los acontecimientos. De hecho, ya en 1494 pensó en dedicarle una epopeya. Lo que, en cambio, no parece haber rectificado jamás fue su visión de los valores que estaban en juego. Esta impresión se recibe leyendo la carta a Carlos I, fechada en Madrid el 30 de septiembre de 1516, y editada con las De Orbe Novo Decades (Alcalá 1516); invitándole a que deje Flandes y vaya a tomar posesión de su reino, le halaga con lo que se va a encontrar: «novas terras», «nova maria», «varias nationes et linguae», «quales aurifodinas», « quae margaritarum vivaria (pro ventibus aliis omissis) ... Veni ergo, veni ... veni Novum Orbem amplecturus » (f. 1 v). Hubiera sido de desear que un humanista, educador y consejero de nobles y príncipes, dijese al joven rey que el «Novus Orbis» tenía hombres que había que gobernar y civilizar, y no sólo tierras, naciones y mares sobre los que dominar, o minas de oro y otras riquezas que explotar. La sensibilidad por los valores humanos era más relativa de lo que se cree ordinariamente entre los humanistas del siglo XVI.

Tampoco los valores espirituales y evangelizadores destacan excesivamente en la obra del sacerdote milanés. Ya en 1501 tenía en sus manos la Relación de fray Ramón Pané[5], que es el primer documento sobre la religiosidad y la disponibilidad a la conversión de los habitantes de la Isla de Santo Domingo. Pues bien, Pedro Mártir, en vez de trascribirla íntegramente en su I Década, se contenta con copiar sólo algunos párrafos con visibles retoques y omisiones; así, habría que esperar hasta 1571 para poder leer el texto íntegro en la edición de F. Colón[6]. Pero hay más; como ya notó L. Laurencich, en 1501 Mártir colocó la Relación abreviada de Pané en el lib. III, y justamente, pues allí trata de las costumbres y de la geografía de Santo Domingo y de Cuba; pero, en la edición de 1511 y siguientes, dicha Relación figura al final del Lib. IX, que es el último de toda la Década, precedida de la historia de los viajes realizados por Vicente Yáñez Pinzón en 1499 por las costas de América meridional, que no tienen nada que ver con el clima espiritual de las Antillas, al que se refiere la Relación de Pané. Y Pedro Mártir explica el motivo del cambio: «Ast qui Decadem impleat...» (Decades, Alcalá 1516, f. 106r). O sea, la Relación desempeña el papel de relleno. En una palabra, aquí, como en toda la obra de Pedro Mártir, el rigor del contenido cede con frecuencia ante la proporcionalidad de las formas.

NOTAS:

  1. De esta edición la Biblioteca Vaticana posee dos ejemplares: Chigi JI. 605 y RG Storia l. 183
  2. La Biblioteca Vaticana no posee ejemplares de las tres primeras ediciones; registra, en cambio, un manuscrito de la I Década (Caeli novi et terra nova, Cat. n° 109; Fig, 124), no datado, pero anterior al 1521; la dedicatoria a León X termina: «Data in Valdoleto [Valladolid] in Castella Veteri » (f. 39v).
  3. A partir de 1530, y sólo para el siglo XVI, en la Biblioteca Vaticana están representadas las siguientes ediciones, como se señala en la obra Caeli novi et terra nova, pp. 174-179: Basilea 1533 (3 Décadas) (Cat. n° 110) (cf. Fig. 125); Colonia 1574 (3 Décadas): R. J. V. 712 y RG Storia V. 2212; Londres 1577 (trad. inglesa): RG Storia JJI. 4840; París 1587 (Cat. n° 111) (cf. Fig, 126), con un mapa de América, «Novus ordo» (cf. Fig, 127); y los sumarios traducidos y publicados por Ramusio, Venecia 1534, 1556 y 1565 (cf. Cato n° 122-123).
  4. Razón por la cual I. Vázquez Janeiro no lo coloca en la Primera Sección de su Catálogo de Caeli novi et terra nova…, dedicada a los autores que escribieron o estuvieron en Indias.
  5. Cf. I. Vázquez Janeiro, Caeli novi et terra nova…, Cat. n° 11, p. 68).
  6. Cf. I. Vázquez Janeiro, Caeli novi et terra nova…, Cat. n° 20, p. 42).

BIBLIOGRAFÍA

G. Pennesi, «Pietro Martire d' Anghiera e le sue relazioni sulle scoperte oceaniche», Raccolta 5/2, 9-109; E. Arber, The first three English Books on America (Birmingham 1885); A. M. Salas, Tres cronistas de Indias: Pedro Mártir de Anglería, Gonzalo Fernández de Oviedo, Bartolomé de las Casas (Buenos Aires 1959); D. Ramos Pérez, Variaciones ideológicas en torno al descubrimiento de América. Pedro Mártir de Anglería y su mentalidad (Cuadernos Colombinos 10; Valladolid 1981-1982); Esteve Barba, Historiografía indiana, 51-59; L. Laurencich Minelli, «Frá Ramón Pané e la fortuna della sua opera sulla religione precolombiana dell'Hispaniola», Rivista di Storia e Lerreratura religiosa 26 (1990) 229-41.

ISAAC VAZQUES JANEIRO OFM