NEOPATRONATOS; La misión colombiana en Roma

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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En la década de los años 20 del siglo XIX, fue interés de los gobiernos republicanos de las naciones recién independizadas de España, enviar a Roma a comisionados para interesar al Sumo Pontífice sobre la situación de sus iglesias en Hispanoamérica, y pedir que se les concediera el «derecho de Patronato», la celebración de concordatos y la preconización de obispos para las sedes vacantes. En este sentido, el precedente inmediato realizado por algunos diplomáticos hispanoamericanos había sido de total fracaso.

En esa década se dieron nuevos intentos de misiones diplomáticas ante la Santa Sede,[1]entre las que se recuerda la de José Ignacio Cienfuegos de Chile en 1821-1822 y 1828-1829; la del colombiano Ignacio Sánchez de Tejada en 1823, la del mejicano Francisco Pablo Vásquez designado en 1825, y que llegó a Roma sólo el 28 de junio de 1830; también llegó a Roma un enviado del Uruguay, el sacerdote Pedro Alcántara Jiménez (1828).

La misión colombiana de Ignacio Sánchez de Tejada

La misión del colombiano Sánchez de Tejada fue precedida de la nueva oleada «legitimista», que se abatió en España después del Congreso de Verona de 1822.[2]Repuesto en el trono de Madrid (28 de septiembre de 1823), Fernando VII implementó una línea rígida de comportamiento con respecto a las provincias de ultramar para recuperar allí, su «legítima» autoridad.

Esta nueva situación fue contraproducente para los intereses de los enviados de Hispanoamérica, porque no sólo regresó Fernando VII, sino que se afirmó la presencia en Roma del intransigente marqués de la Constancia (Antonio Vargas Laguna),[3]a donde había regresado, el 23 agosto de 1823, para representar a su gobierno en el cónclave que elegiría al Papa León XII.

La nueva oleada legitimista de la casa de Madrid estuvo acompañada de una política intervencionista de España ante la Santa Sede, para evitar que se perdieran los derechos patronales sobre las iglesias de ultramar. España conservaba la esperanza de poder reconquistar las posesiones ultramarinas,[4]razón por la cual, consideró un imperativo el recurrir de nuevo a la Santa Sede para pedir que interviniera en favor de la corona sobre los rebeldes del Nuevo Mundo.

Así fue como España acudió, por medios diplomáticos, ante el sumo pontífice para reiterarle el pedido de que no recibiera a los enviados hispanoamericanos, y por el contrario que los expulsara de la Ciudad Eterna, y para que emanara una exhortación al clero americano, invitándolo a colaborar con la pacificación de aquellas regiones.[5]

Estas peticiones afectaron muy directamente a Sánchez de Tejada, porque en los ambientes absolutistas, una vez que supieron del encargo que había recibido de su gobierno, no se cansaron de hablar de él, en bien,[6]y en mal.[7]

Cuando llegó a Roma, el 4 de septiembre de 1823 como persona privada,[8]debió hacer frente a todas las artimañas que había tejido el embajador de España para impedir y hasta obstaculizar, no sólo su ingreso en la ciudad, sino el desarrollo de su misión, alegando que “envolvía en sí miras las más siniestras y consecuencias las más funestas para la Iglesia, para los Estados de su majestad y los Gobiernos europeos”.[9]

El enviado de Bolívar, de hecho, duró muy poco tiempo en la residencia que había ocupado en plena «piazza di Spagna», porque Vargas Laguna hizo todo lo posible, a partir de entonces, para lograr su expulsión de la ciudad.

Lo intentó primero por medio de una carta del 11 de septiembre, al cardenal secretario de Estado, Della Somaglia, para pedirle que no reconocieran a aquella república ni a su ministro, y exhortándolo además, para que el Papa actuara de acuerdo con los sentimientos de justicia y la buena armonía que reinaban entre Su Santidad y su Majestad Católica,[10]es decir, que respetara los derechos de España y los sentimientos legitimistas de su rey.

Poco después, el 10 y el 22 de septiembre de 1824, pidió su expulsión de la Ciudad Eterna,[11]a donde regresaría sólo en 1826. Sánchez de Tejada, acogiendo el tierno pedido del Papa,[12]emigró para Bolonia de donde más tarde pasó a Florencia; postergando, para más tarde, el cumplimiento de su misión.[13]

El segundo pedido legitimista de España, consistía en conseguir del Papa un documento de exhortación al clero hispanoamericano para que colaborara con los intereses de la madre patria. Este deseo le fue manifestado a Vargas Laguna para que sondeara en Roma si el papa se avendría a dar un tal documento. La petición satisfizo al embajador, quien aceptó llevarla adelante.

Una vez que estuvo seguro sobre las posibilidades de conseguirse el consentimiento de la Santa Sede para conceder cuanto deseaba el rey, se aventuró, el 30 de junio de 1824, a responder a Madrid diciendo “que si el rey llegaba a pedírselo, el papa escribiría a los obispos y clero de América”, agregando en su nota “que se hiciera en el modo que yo le había insinuado -exhortándoles- a pacificar los ánimos y a hacer que todos sus habitantes respeten y defiendan la autoridad de su legítimo soberano”.[14]

Era pues interés del rey defender, con la ayuda del Papa, sus tambaleantes derechos.[15]Así fue cómo se gestó la encíclica legitimista de León XII «Etsi Iam Diu» del 24 de septiembre de 1824.[16]

Frente al caso hispanoamericano, León XII tenía una visión diferente de la española. Él conocía ampliamente las necesidades pastorales de aquella Iglesia,[17]y sabía que resultaría mejor, en aquel momento, conceder una orientación pastoral que una advertencia política.[18]

Además, una comisión de cardenales, entre los que se encontraba el futuro Pío VIII, le había aconsejado que por motivos políticos era preferible que se evitara pronunciar palabras hirientes hacia gobiernos que si bien eran, de hecho rebeldes, podían ser en pocos años potencias reconocidas y en las cuales, como ocurría en otras, podrían conservarse y hasta erigirse iglesias florecientes.[19]

Por esta diversa manera de considerar el asunto hispanoamericano, el embajador de España intentó, por todos los medios posibles,[20]imponerle al Sumo Pontífice que en el documento final, apareciera explícito el pedido legitimista de España. Esto quería decir, aceptar el borrador que él mismo le había entregado en la audiencia del 20 de septiembre, en el que constaba el deseo regio y que el embajador resumía en el así llamado “párrafo interesante”.[21]

No obstante la presión de Vargas Laguna,[22]León XII supo matizar el pedido español, para favorecer la cercanía pastoral a los pueblos de Hispanoamérica,[23]y no cerrar las puertas a la posibilidad que, en un futuro, aquellas repúblicas pudieran ser reconocidas.

En el documento final matizó el “párrafo interesante”, quitándole el renglón donde se llamaba a la debida obediencia al monarca.[24]La omisión pasó de largo (con intención o sin ella) ante los ojos de Vargas Laguna quien ese mismo día envió el documento a Madrid, el mismo que fuera publicado en la Gaceta oficial el 10 de febrero de 1825.[25]

1826: regreso de Sánchez de Tejada a Roma

El regreso de Sánchez de Tejada a Roma, marzo de 1826, fue precedido de factores políticos y pastorales que favorecieron su retorno a la Ciudad Eterna y el éxito de su misión.

Entre las razones políticas es necesario considerar el triunfo de Bolívar en Ayacucho (diciembre de 1824), que terminaba con el último bastión de resistencia realista en el Continente; el reconocimiento que Inglaterra había hecho (enero de 1825) de Méjico, la Gran Colombia y Buenos Aires; la mediación que comenzaba a hacer Francia entre la Santa Sede, España y las repúblicas hispanoamericanas, gracias a la cual se había logrado, en marzo de 1826, que el rey aceptara que el Papa escuchara a los enviados de Hispanoamérica en calidad de personas privadas, y que escuchara al colombiano como “diputado de un Cabildo o de un obispo, pero no como agente de la Gran Colombia que no es sino una provincia rebelde al rey católico, que la conquistó para la iglesia de Jesucristo”.[26]

Otro factor que influyó positivamente para que Sánchez de Tejada pudiera regresar a Roma, fue el forzado cambio de embajador de España ante la Santa Sede, porque al morir el marqués de la Constancia, el 24 de octubre de 1824, el gobierno español se vio en la necesidad de ocupar tan importante cargo con una persona que no tenía la visión política del marqués de la Constancia.

Se trató de Guillermo Curtoys, que era ministro de España en Lucca. Este nuevo embajador llegó a Roma hasta el invierno de 1825, delicado de salud y sin las amistades que ayudaron al marqués de la Constancia y que tanto lo hubieran podido ayudar en el intrincado mundo en que se debía mover.

Entre los motivos pastorales que facilitaron la tarea de Tejada es necesario considerar: la habilidad diplomática de Bolívar que, asesorado por su vicepresidente Francisco de Paula Santander, supo interpretar el valor y el significado que tenía la Iglesia para el proceso emancipador, y considerando las circunstancias políticas del momento, prefirió atenuar su pedido político, para dar prioridad al reclamo de una mayor atención eclesiástico-pastoral.

Durante la ausencia de Sánchez de Tejada de Roma, con el fin de lograr su propósito procuró por medios diplomáticos, tanto políticos como eclesiásticos, mantener informado al personal de la curia de las necesidades pastorales de la iglesia de la Gran Colombia.[27]

El fruto de esta comunicación se vio poco tiempo después, porque León XII se interesó muy particularmente de la situación de la Gran Colombia, para lo que pidió, en noviembre de 1824, a José Antonio Sala, secretario de asuntos extraordinarios, que organizara una ponencia sobre la Gran Colombia.[28]

Esta ponencia fue importante para el éxito de la misión Sánchez de Tejada y de los delegados de Hispanoamérica que en los años siguientes se acercaron a Roma, porque gracias a ella emergió, en el último lustro del período restauracionista, una figura de particular significado para la Iglesia de Hispanoamérica: el cardenal Mauro Cappellari.

León XII se mostró interesado en tener cerca de sí a un especialista para los asuntos de Hispanoamérica, como en tiempo anterior lo habían sido para Pío VII los monseñores Mazio y Capaccini.

La mejor oportunidad para hacerse a una persona que lo iluminara sobre las decisiones que se debían tomar con respecto a la situación hispanoamericana, se presentaba, ahora, con la deseada ponencia sobre la Gran Colombia, la que pidió que fuera analizada por el padre Cappellari (futuro papa Gregorio XVI),[29]porque era un religioso de su entera confianza y un estricto defensor de la libertad de la Iglesia.

Desde entonces Cappellari se encargó de estudiar todos los asuntos que tuvieran relación con la Iglesia de Hispanoamérica, comenzando por la ponencia de 1825 y, continuando con el pedido de obispos en propiedad para la Gran Colombia que Sánchez de Tejada hiciera en 1826.

Fue a propósito del estudio de estos materiales que el padre Cappellari formuló dos intuiciones para solucionar el problema de Hispanoamérica; una intuición era de carácter político-religioso, y la otra de orientación pastoral-misionera, que se convirtieron en la razón fundamental del éxito de la misión de Sánchez de Tejada en Roma, y en un precedente de la política pontificia que unos años más tarde implementaría la Santa Sede.

En el centro de las intuiciones de Cappellari estaba la convicción de que la misión es responsabilidad de la Iglesia, y de que bajo las nuevas circunstancias políticas en que se encontraban los países hispanoamericanos, había llegado el momento de que la Iglesia no delegara más la coordinación de la actividad misionera en manos de patronos, sino que debía recuperarla, máxime allí donde compromisos anteriores la habían relegado a un rol de segundo orden, con el riesgo de perder todo tipo de influencia, hasta verla caer en ruinas.[30]

Tal era el caso de Hispanoamérica, donde había, según informes llegados a la secretaría de Estado, serias amenazas de cisma, si no se atendía a sus reclamos político-religiosos y pastoral-misioneros.[31]El origen, si así se puede llamar, de esta intuición del cardenal Cappellari debe ser buscado en el breve de León XII del 24 de septiembre de 1824.

Las vicisitudes que se debieron afrontar para llegar a la redacción final del documento, son una muestra de que en la Santa Sede se había producido un cambio de mentalidad con la definición de la neutralidad política. Desde entonces para el papa primaba, en relación con Hispanoamérica, una posición más pastoral que política, por lo que resultaba, si no más ventajoso sí más oportuno, tomar distancia del cerrado legitimismo de España, para acercarse más pastoralmente a los nuevos gobiernos y a la grey de aquellas comarcas.[32]

En el enunciado de los últimos párrafos de la Etsi Iam Diu, radica precisamente la importancia que tiene para la historia de la Iglesia de Hispanoamérica el breve pontificio de 1824. Fue la primera vez, en trescientos años, que la diplomacia vaticana cambiaba, y valga la redundancia por las manos de una papa legitimista, la orientación y el enfoque en un documento pontifico: pedido por España para afianzar su autoridad y sus poderes patronales, terminó dando razón al proceso independentista hispanoamericano.

El párrafo interesante, así como lo presentaba el Sumo Pontífice, era muestra clara que el cerrado legitimismo no tenía ya cabida en el proceso evolutivo del pensamiento de la Santa Sede y que los «derechos patronales» que un tiempo la Santa Sede había «concedido» a España, prácticamente habían dejado de existir.

El primer beneficiado de esta nueva manera de considerar el caso hispanoamericano, fue la Gran Colombia y su representante ante el gobierno pontificio, Sánchez de Tejada, porque en razón de su pensamiento, el cardenal Cappellari aprobaba la preconización de obispos en propiedad para la Gran Colombia. El nombramiento de obispos se debía hacer, según el cardenal, «motu proprio», lo que en práctica significaba: actuar sin consultar a España, es decir sin la previa presentación del ex-patrono, con lo cual se consideraba consumada la Independencia y suspendido el antiguo derecho patronal.

Igualmente, agregaba la explicación del cardenal, esta preconización se debía hacer sin aceptar la propuesta del nuevo gobierno, pero sí tolerando, como lo estipulaba la neutralidad política, que en la presentación de los candidatos aquel gobierno tuviera su parte,[33]como de hecho ocurrió.

Los elegidos en aquella ocasión fueron fruto del consenso logrado entre el vicepresidente Santander y monseñor Lasso de la Vega, expresado en la carta dirigida a Roma el 31 de julio de 1823,[34]y que más tarde reiteraría Sánchez de Tejada.[35]

La posición de Cappellari se constituyó en la tercera vía de solución, después del legitimismo de los primeros años y de la neutralidad de Consalvi, que la Santa Sede tuvo para atender el caso hispanoamericano, y a su vez, sentaba las bases para la política eclesiástica que la Santa Sede tuvo hacia el Nuevo Mundo en tiempo de Gregorio XVI.

El papa León XII accedió a la orientación de Cappellari, adjudicándose una mayor libertad política y una clara atención a las necesidades pastorales y misioneras de aquellas iglesias, nombró «motu proprio» en consistorio del 21 de mayo de 1827, obispos en propiedad para las sedes vacantes de la Gran Colombia.[36]

León XII avisó con unos días de anterioridad a la corte de Madrid, y en la carta que le hiciera llegar a Fernando VII, 12 de mayo de 1827, le expresaba los motivos que lo llevaron a actuar unilateralmente; en ella le escribía:

“Colocados por la divina providencia en esta Cátedra, donde no sólo debemos observar y llorar los peligros de la Grey a Nos encomendada, mas también acudir a librarla con quanto pueda depender de Nos, hemos oído con horror el estado de las iglesias de América por la falta de pastores, y desde luego se ofreció a nuestra consideración la dolorosa serie de males, que de tal falta se derivan, pues si ella es dañosa aun en los lugares a Nos mas vecinos, y ciertamente de irreparable ruina, en una distancia tan grande del centro común del catolicismo.

Esta angustiante consideración Nos persuadió bien presto la indispensable necesidad de no retardar la elección de Pastores, como único remedio a tantos males, y el que la religiosa piedad de nuestra majestad no puede menos de desear vivamente [...] pero consideramos que donde se trata de necesidades espirituales no está a nuestro arbitrio retardar aquella providencia que Dios puso en nuestras manos, cuando se dignó llamar nuestra pequeñez al gobierno de la Iglesia universal.

Convencido, como debe estarlo Vuestra majestad de esta verdad, no dudamos que mirará con placer libertados en tal modo aquellos fieles del horroroso abismo, a que los habría conducido una más larga privación de pastores...”.[37]

Con la preconización de los obispos en propiedad para la Gran Colombia se cerró, prácticamente, un ciclo de las representaciones hispanoamericanas en Roma, porque los últimos años del pontificado de León XII,[38]y el pontificado de Pío VIII (1829-1830),[39]no avanzaron respecto de lo que hasta aquí se había logrado.

Por el contrario, volvieron a considerar la solución intermedia que el cardenal Consalvi había indicado en 1822: los obispos «in partibus», no más propietarios, con lo que si bien no se solucionaba el problema de las sedes vacantes y no se respondía suficientemente a los que pretendían instaurar una iglesia cismática en la región, sí se lograba que el ánimo del monarca español no rompiera de nuevo las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, como lo había hecho en 1827 para protestar por la decisión de León XII de dar obispos residenciales para la Gran Colombia. Como intermedia fue la respuesta que León XII ofreció para la Iglesia de Chile y de Argentina al nombrar, en el consistorio del 15 de diciembre de 1828, a Manuel Vicuña y a Cienfuegos obispos «in partibus» para la Iglesia de Santiago de Chile y de la Concepción respectivamente,[40]y a Justo Santa María de Oro vicario apostólico de san Juan de Cuyo. El padre Oro fue consagrado obispo en San Juan el 21 de febrero de 1830 por Cienfuegos que regresaba de Roma.[41]

Similar respuesta fue la que encontró, en tiempo de Pío VIII, el gobernador de Buenos Aires. Esta provincia se había mantenido, al comienzo de la década 1820¬-1830, aislada de Roma, especialmente cuando el gobierno de Bernardino Rivadavia (1825-1827) recurrió al «principio de epiqueya»,[42]mientras no se allanara la comunicación con la silla Apostólica y hasta cuando no se formaran los correspondientes concordatos, para intervenir en los negocios eclesiásticos que hubieran requerido el recurso a Roma.

Esto era algo así como la implementación de una «iglesia nacional», pero sin llegar al extremo cismático.[43]Pero cuando subió al poder el coronel Manuel Dorrego (federalista), la situación cambió para la Iglesia y monseñor Medrano, que no había sido reconocido por Rivadavia como vicario apostólico de Buenos Aires, se dirigió por carta a León XII para que nombrara obispo in partibus al sacerdote español José Reyna. La correspondencia de Medrano llegó a Roma cuando quien regía los destinos de la Iglesia era ya Pío VIII.

Pío VIII elevó, en octubre de 1829, a monseñor Medrano a la dignidad de obispo in partibus y entregó la bula de erección, el 7 de octubre de aquel año, a monseñor Ostini, recién elegido nuncio de Río de Janeiro e Internuncio para Hispanoamérica, para que viera desde aquella ciudad cómo hacer para cumplir sus órdenes.

Monseñor Medrano fue consagrado en Río de Janeiro el 30 de septiembre de 1830.[44]Poco más tarde, el 19 de octubre de 1830, nombraba vicarios apostólico para la diócesis de Córdoba a monseñor Benito Lazcano, con jurisdicción en el territorio que comprendía la diócesis de Córdoba, excepto la porción del vicariato de Cuyo, elevado a nueva jurisdicción eclesiástica. Monseñor Lazcano fue consagrado en Buenos Aires por monseñor Medrano el 31 de octubre de 1831.[45]

NOTAS

  1. Después de 1820 y hasta el logro tenido por la misión Cienfuegos se dieron varios intentos de enviados diplomáticos ante la Santa Sede, pero sin éxito alguno; un ejemplo fue el caso del enviado de Pueyrredón, Valentín Gómez quien partió en 1819 de Argentina para Francia. A Valentín Gómez se le había pedido, según informa el padre Pacheco, tramitar, desde París, el envío de obispos para Argentina. Otro caso fue el del mencionado informe del 27 de marzo de 1820 que desde Londres enviaron Fernando Peñalver y José M. Vergara, representantes respectivamente de Venezuela y de la Nueva Granada, en el que presentaban la triste situación religiosa de aquellas provincias y en el que le pedían al Papa que las proveyera de pastores y de párrocos. Otro intento diplomático por aquellos años fue el de Bolívar y Santander, cuando en 1821 designaron a don Francisco Antonio Zea para que en Roma negociara un Concordato y el nombramiento de nuevos obispos para las sedes vacantes; desafortunadamente el designado murió antes de llegar a destino y su sustituto Tiburcio de Echeverría, falleció antes de partir (1822). cf., P. LETURIA- M. BATLLORI, La Primera misión pontificia ...XXIX-XXXI.
  2. En el Congreso de Verona (noviembre de 1822), la «Santa Alianza», (Rusia, Austria y Prusia) decidió apoyar la reinstauración del absolutismo en España
  3. Marqués de la Constancia fue el título con el que el rey Fernando VII quiso premiar, en diciembre de 1823, a su embajador en Roma. Con este título reconocía en Vargas Laguna su singular firmeza para sostener la lealtad a la causa del trono y del altar; cf., P. LETURIA, Relaciones..., 11, 231¬234.
  4. La esperanza de reconquista la fundamentaba el Rey en el hecho de los triunfos parciales que el virrey La Serna conseguía en Perú contra el ejército de Bolívar, y en el apoyo que encontraba en la Santa Alianza.
  5. Esta era la orden que el Conde de Ofalia, ministro de Estado, le enviaba a Vargas Laguna, el 14 de mayo de 1824, para que explorara el ambiente romano para ver “si el papa se avendría a dar una exhortación al clero americano que, junto con los otros medios que tomaba su majestad, ayudara a la pacificación de las Américas”; AEER., 919, cuad. 10, N° 64 Real Orden del Conde de Ofalia al Marqués de la Constancia, Vargas Laguna. Citado por P. LETURIA, Relaciones..., 11,243.
  6. Sobre el enviado de la Gran Colombia el nuncio de París, monseñor Macchi, tuvo grandes alabanzas; de él decía que era un sujeto “de gran penetración y de una finura de juicio nada vulgar”, en Asv, Segr. Stato, Esteri, 248, 1824-1826, n° 754 (reg. 38515) despacho de monseñor Macchi al cardenal Della Somaglia, septiembre 7 de 1823.
  7. Fueron los franceses Artaud de Montor y el barón de Damas quienes alimentaron una visión negativa sobre el enviado de Bolívar y lo calificaron como “hombre atrevido y parlero... y como un revolucionario peligroso”. Citado por P. LETURIA, Relaciones..., II, 239.
  8. En París le habían advertido al enviado colombiano que recibiría todo el apoyo de aquel gobierno y del nuncio de Su Santidad en París, si estaba dispuesto a pasar a la Ciudad Eterna sólo como persona privada. Si aceptaba esta condición los organismos del Estado estarían dispuestos a facilitarle el pasaporte y el visado necesario para su viaje. cf., Asv., Segr. Stato, Esteri, 248, 1824-1826; P. LETURIA, Relaciones..., II, 238.
  9. 84 AEER, 753, Carta de Vargas Laguna al ministro Ofalia, 14 de mayo y 30 de junio de 1824. Citado por P. LETURIA, Relaciones..., II, 239.
  10. Cf., Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, fase., 5, busta 592, 1824-1829. Nota del marqués de la Constancia a della Somaglia, 11 de septiembre de 1824.
  11. Fueron de este tenor las notas que el marqués dirigiera a la secretaria de Estado entre el 10 y el 22 de Septiembre. El 18 de noviembre de 1824, desde la secretaría de Estado se le notificaba al legado pontificio en Bolonia, cardenal Spina, de esta difícil situación. En Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, fase., 5, busta 592, 1824-1829. Vargas Laguna contaba, para pedir la expulsión del colombiano, con el apoyo de Austria y de Rusia y con la carta que Artaud de Montor, embajador de Francia en Roma, presentaba a Sánchez de Tejada como un revolucionario peligroso; P. LETURIA, Relaciones..., II, 239.
  12. El Papa cedió a la presión española y le hizo saber a Tejada que lo hacía de mala voluntad. Fue el cardenal secretario de Estado quien después le pidió a Tejada, que por el bien de su gestión, abandonara por un mes, la Ciudad Eterna, a lo que el abate Galanti, enviado confidencial del Papa, agregó: “que su santidad «le suplicaba lo librase de Vargas», que la causa de Colombia «era más propia de su santidad que de otro alguno».” Citado por P. LETURIA, Relaciones..., 11, 240; G. CAVELIER, Las Relaciones entre la Santa Sede y Colombia, 1, 91-92.
  13. La comisión que tenía Sánchez de Tejada consistía en pedir el derecho de Patronato y la administración de los diezmos para su gobierno; las facultades para los arzobispos, obispos y vicarios capitulares para las vacantes, y para que pudieran conceder la secularización de religiosos. Pedir el envío de un legado a Latere para poder negociar un Concordato y que tuviera facultades para una nueva división de las diócesis, aprobar la concentración de la autoridad de la Iglesia de Colombia en un arzobispado primado y tres metropolitanos (Caracas, Santa Fe de Bogotá y Quito), o hacer todos los obispados de la Gran Colombia, sufragáneos de una sola iglesia metropolitana. También se pedía que el legado pontificio pudiera conferir la institución canónica a los arzobispos y obispos que fueran presentados por el gobierno para las sedes vacantes y que tuviera facultades para reducir los días festivos, buscando que quedaran el minino posible, a excepción de los Domingos; cf., G. CAVELIER, Las Relaciones entre la Santa Sede y Colombia, 1, 120-122.
  14. AEER., 919, cuad. 10, carta de Vargas Laguna al ministro Ofalia, 30 de junio de 1824. Citada por P. LETURIA, Relaciones..., II, 259, nota 66.
  15. Cf., B. CAYETANO, Historia de la iglesia en Argentina, X, 27-30; J. LEFLÓN, Crisi rivoluzionaria e liberale (1789-1846) en FUCHE-MARTIN (ed.), Storia della Chiesa..., XX/2, 736¬740; L. MEDINA ASCENSIO, México y el Vaticano, 1, 86.
  16. Para conocer sobre el largo proceso diplomático que debió soportar la redacción del documento pontificio es importante seguir el estudio de P. LETURIA, Relaciones..., II, 243-271. El autor analiza primero el proceso historiográfico del documento y el material de archivo por él utilizado, que lo diferencia de los otros estudiosos de la encíclica legitimista de León XII. El padre Leturia concluye que el texto final del documento contó con la directa intervención de don Antonio Vargas Laguna, quien se empecinó para que en el texto se incluyera el “párrafo interesante” (párrafo que estaba en la encíclica de Pío VII y que exaltaba la figura regia y el ejemplo de los españoles), así estaba en el borrador pedido por el embajador y aceptado por el Papa el 24 de septiembre de 1824.
  17. Recuérdese que León XII conocía el problema pastoral de Hispanoamérica porque había participado en la comisión que decidió el envío de un vicario apostólico y había leído los informes de los arzobispos de Lima y de Caracas, así como de los que enviaba monseñor Muzi. El Papa prefería tener, por aquel entonces, una mirada más pastoral que política; mientras que España buscaba recuperar los territorios y conservar el derecho de patronato; cf., G. MARTINA, La Prima missione pontificia nell'America Latina, en AIRP, 32 (1994), 149-193; P. LETURIA- M. BATLLORI, La Primera misión pontificia a Hispanoamérica 1823-1825, Cittá del Vaticano 1963.
  18. Así lo plasmaba monseñor Pablo Polidori, encargado por León XII para preparar el borrador del documento que España pedía. Citado por P. LETURIA, Relaciones..., II, 260-26 1.
  19. Cf., AA.EE.SS., A. III, 1815-1826. De este tenor fue la advertencia que, el 24 de septiembre de 1824, le hicieron los cardenales a León XII. El Papa le había pedido el día anterior a su secretario, Della Somaglia, que convocara una congregación extraordinaria de cardenales para que estudiaran los borradores de la encíclica que estaba por promulgar. De tan importante encuentro participaron, además del secretario de Estado, los cardenales Pacca, Castiglione (futuro Pío VIII), De Gregorio, y Zurla.
  20. El rey le había ordenado “entender por medios confidenciales y hasta donde las circunstancias se lo permitían, en la redacción de las encíclicas a fin de que éstas tengan aquel carácter decidido que conviene para su influencia y buenos resultados”. Citado por P. LETURIA, Relaciones..., II, 260. Para cumplir la orden recibida, Vargas Laguna redactó y entregó personalmente a León XII, el 20 de septiembre de 1824, un borrador de la encíclica, en los términos que la deseaba España, es decir de tono netamente legitimista, para oponerla al bosquejo preparado por monseñor Pablo Polidori que era, según Vargas Laguna, no más que un «brodo di fagioli» (sopa de frijoles).
  21. Se conoce como “párrafo interesante” la orientación política querida por España en el breve de León XII, y que tanto defendió su embajador Vargas Laguna. Este párrafo se toma de la encíclica de Pío VII de 1816 en la que se exaltan las virtudes del Rey, la lealtad de los españoles, y se llama a la debida obediencia al legítimo monarca. En AA.EE. ss., A. III, 3 (texto original en latín). La traducción la tomamos de P. LETURIA, Relaciones..., II, 262.
  22. El embajador de España rechazó el texto que León XII le entregó el 28 de septiembre, porque matizaba el “párrafo interesante”; es decir, no lo aceptaba porque no se exhortaba a la obediencia debida al rey, no se elogiaban las «eximias virtudes» de su Majestad, y no se mencionaba el ejemplo de los leales españoles de Europa. El 30 de septiembre, Vargas Laguna le dirigió una nota al Sumo Pontífice, la “carta afligida”, en la que le decía al Papa que no podía aceptar la encíclica así como estaba redactada porque: era un documento dirigido sólo a los obispos de América meridional y no a los de todas las posesiones españolas de América. La omisión de las loas del rey, ya hechas por Pío VII, equivalía a negárselas; no llamar a la obediencia al legítimo soberano significaba no aceptar los principios del Congreso de Verona y que el embajador llama como “principios evangélicos”; no elogiar a los españoles por su fidelidad con el pretexto de que eran pocos, contradecía los sucesos de 1808 y de 1823 y, por último, el marqués de la Constancia agregaba en la protesta que, cuando se dice que la encíclica se da por petición del rey, es restarle de entrada su eficacia. En P. LETURIA, Relaciones..., II, 263-264, cuyo original se encuentra en AEER, 919.
  23. Dos veces fue advertido León XII sobre lo riesgoso que resultaba aceptar la redacción del breve con la integración del “párrafo interesante”. Primero fue monseñor Capaccini quien, una vez que hubo preparado un segundo borrador sobre la base del pedido español, le dijo al Papa que el texto, así como lo quería Vargas Laguna, comprometía demasiado al sumo pontífice. Le sugería que en la redacción final quitara las frases sobre: la exhortación a la obediencia al rey y el ejemplo de los españoles leales de Europa. La segunda advertencia fue la de los cardenales que estudiaron los borradores el 24 de septiembre. Estos purpurados le dijeron al Papa que si no era posible revocar cualquier compromiso, entonces que se publicara el breve, pero sin el párrafo interesante. Estas advertencias nacieron por el cambio de circunstancias sociales y políticas, y porque quitando el “párrafo interesante” el breve quedaría más como un llamado al bien, a la paz y al orden, y dejaba intactas las prerrogativas regias; cf., P. LETURIA, Relaciones..., II, 255, 262.
  24. León XII finalmente emanó el documento integrando, con un pequeño cambio, el párrafo interesante que tanto reclamaba el embajador de España; el texto final así dice: “Pero ciertamente nos lisonjeamos de que un asunto de entidad tan grave tendrá por vuestra influencia, con la ayuda de Dios, el feliz y pronto resultado que Nos prometemos, si Os dedicáis a esclarecer ante vuestra grey la augustas y distinguidas cualidades que caracterizan a nuestro muy amado hijo Fernando, rey católico de las Españas y cuya sublime y sólida virtud le hace anteponer al esplendor de su grandeza el lustre de la religión y la felicidad de sus súbditos; y si con aquel celo que es debido exponéis a la consideración de todos, los ilustres e inaccesibles méritos de aquellos españoles residentes en Europa, que han acreditado su lealtad, siempre constante, con el sacrificio de sus intereses y de sus vidas, en obsequio y defensa de la religión y de la potestad legítima”. Texto completo de la Encíclica «Etsi Iam Diu» en su versión original y traducción española como apareció en la Gaceta de Madrid el 10 de febrero de 1825, en P. LETURIA, Relaciones..., II, 265-271.
  25. Sobre la publicación que apareció en la Gaceta del 10 de febrero de 1825 da noticia el nuncio Giustiniani al cardenal della Somaglia en el despacho 321; cf., Asv, Segr. Stato, Esteri, 281, 1826¬1830, busta 600, despacho 321 del 10 de febrero de 1825. Ver igualmente en P. LETURIA, Relaciones..., III, 42, que lo toma de Asv, Segr. Stato, Esteri, 281, 1825-1837, despacho N° 321 (original); Asv., Arch. Nunz. Madrid, 270. (Es el borrador).
  26. AEER, 919, cuad. 11, Real Orden N° 28 del 3 de marzo de 1826. Citado por P. LETURIA, Relaciones..., 293.
  27. Fue interés de Bolívar que los obispos de la Gran Colombia mantuvieran comunicación directa con la Santa Sede, para que hablaran en favor de los nuevos Estados, y para tenerla informada de las necesidades pastorales de aquella iglesia. En este sentido se deben leer los informes de 1823 de monseñor Lasso de la Vega de Mérida de Maracaibo, y de monseñor Jiménez de Enciso de Popayán; así como la correspondencia que siguió entre la Santa Sede y el obispo de Mérida; cf., AsV., Segr. Stato, Esteri, 279, fase., 5, busta 592, 1824-1829; A. R. SILVA, Documentos para la historia de la diócesis de Mérida, VI, 16-77; P. LETURIA, Relaciones..., 11, 288-289.
  28. Para organizar esta ponencia, José Antonio Sala tuvo que ponerse de acuerdo con monseñor Mazio, experto de Hispanoamérica en el tiempo de Pío VII. Para la realización de la misma prepararon un dossier, que contenía todos los materiales que sobre la Gran Colombia habían llegado a la Santa Sede, más una carta de Santander al Papa, del 1 de agosto de 1822, la encíclica Elsi am Diu, y la última carta de monseñor Lasso de la Vega del 24 de mayo de 1824; cf., Asv., Segr. Stato, Esteri, 281, busta 600, 1826-1830; AA.EE.SS, A. 111, Colombia, fase., 284, 1822-1825, 38r-70v.
  29. Que éste fuera el deseo del papa Della Genga, se descubre por el pedido que le hizo a su secretario de Estado, el cardenal Della Somaglia, de que entregara al camaldulense todo el paquete de los materiales que monseñor Mazio y Capaccini habían preparado para la conferencia sobre la Gran Colombia, que se tendría en la Congregación de Negocios Eclesiásticos Extraordinarios el 2 de marzo de 1825; cf., AA.EE.SS., A. III, Colombia, fase. 284, 1824-1825, carta de monseñor Sala al padre Cappellari, 8 de enero de 1825; ID., Rapporti delle sessioni, XI, 1825-1826, 64-82, sección del 2 marzo de 1825.
  30. 107 Cf., Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, fasc., 5, busta 592, 1824-1829, XIII.
  31. Cf., Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, fasc., 2, busta 592, 1824-1829; AA.EE.SS., A. III, 1826-1828.
  32. Cf., P. LETURIA, Relaciones..., II, 260-261.
  33. Cuando se definió la neutralidad pontificia, se había considerado la necesidad de tolerar que los nuevos gobiernos ejercieran una cierta injerencia en el nombramiento de obispos, como decían las instrucciones dadas a monseñor Muzi; cf., AA.EE.SS., A. III, Colombia, 284, 1822-1825, 68; G. MARTINA, La prima missione pontificia..., en AHP, 32 (1994), 177-179.
  34. Cf., P. L.ETURIA, Relaciones..., II, 305 y III, 26-33.
  35. Cf., Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, fase., 5, busta 592, 1824-1829; ID., 250, 1827-1831; ver igualmente P. LETURIA, Relaciones..., II, 305, nota 2.
  36. En aquella oportunidad fueron nombrados obispos para las sedes vacantes de la Gran Colombia, los presentados por Tejada y ya sugeridos por Lasso de la Vega: para el arzobispado de Bogotá a Fernando Caycedo, para el arzobispado de Caracas a Ignacio Méndez, y los obispados de Santa Marta a José Mariano Estévez, Antioquia a Mariano Garnica, O. P., para Quito a Manuel Santos Escobar, y para Cuenca a Félix Calixto Miranda y, por último, se nombraba a Matías Terrazas como obispo auxiliar de Charcas; cf., Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, fasc. 5, busta 592, 1824-1829.
  37. AA.EE.SS.., A. III, 1826-1827, Carta del sumo pontífice al rey. Citada igualmente por P. LETURIA, Relaciones..., II, 329. (Las tildes son nuestras).
  38. León XII prefirió dar marcha atrás y no considerar en el futuro la propuesta de Cappellari de dar obispos propietarios y preferir el retorno a los obispos in partibus, por el temor de que se diera una nueva ruptura de relaciones con España, como ocurrió en 1827. El nuevo secretario de Estado, cardenal Bernetti, le dijo el 20 de septiembre a Labrador que en el consistorio que se tendría próximamente se nombrarían obispos para América, pero que “para no desagradar al rey” no serían propietarios, sino in partibus; en Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, fase., 3, 1824-1829. Nota de Bernetti a Labrador del 20 de septiembre de 1828. Y poco más tarde, el mismo Bernetti en nota confidencial al Conte Solaro le escribía: “El Santo Padre sufre en la alternativa del cumplimiento de los deberes de su oficio y el deseo de conservar la buena armonía de que desde antiguo existe tan felizmente entre la Santa Sede y la corona de España, deseo tanto más vivo, cuanto que su santidad nutre un especial afecto hacia la persona misma del acutal monarca”; en Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, 1824-1829. Nota de Bernetti a Solaro del 15 de noviembre de 1828.
  39. La política pontificia de Pío VIII hacia Hispanoamérica, se mantuvo dentro de las reglas de la moderación que la neutralidad pontificia requería. Se comportó con rigidez frente a la intromisión del poder temporal en los asuntos eclesiásticos, y por esto condenó el pretendido cisma de san Salvador; pero fue muy respetuoso, quizá demasiado respetuoso, del derecho español del Patronato de Indias y por lo tanto no fue más allá de la concesión de vicarios apostólicos, porque estaba convencido que ésta era la mejor solución para el problema patronal en que se encontraba la Iglesia de Hispanoamérica; cf., AA.EE.SS., A. III, Argentina, fase., 15, 1826-1831; ID., A. III, fase. 5, 1829¬1833; Asv., Segr. Stato, Esteri, 279, fases., 2 y 5, busta 592, 1824-1829.
  40. Todo lo relacionado a la segunda misión de Cienfuegos en Roma se encuentra en Asv, Segr. Stato, Esteri, 279, fase. 4, busta 592, 1824-1829; AA.EE.SS., Rapporti delle sessioni, XI, 116-364v; ID., XII, 366-374. Informe de monseñor Polidori sobre los asuntos de Chile en 1829. Como material bibliográfico resulta importante consultar W. J. COLEMAN, La restauración del episcopado chileno en 1828, según fuentes vaticanas, Santiago de Chile 1954. Una síntesis de estas negociaciones se encuentra en P. LETURIA, Relaciones..., II, 353-360.
  41. Sobre el proceso de acercamiento de la provincia de Cuyo con Roma ver AA.EE.SS., A. III, Argentina, fases., 19-20, 1828-1833; ID, fases., 25-27, 1834-1837; C. BRUNO, Historia de la Iglesia en la Argentina, IX, 188-203; W. J. COLEMAN, La restauración del episcopado chileno en 1828,.., 13, 117-12 1; P. LETURIA, Relaciones..., 11, 363-365.
  42. Principio de epiqueya: liberarse de la letra de la Ley en favor del espíritu de la misma Ley.
  43. La ocasión de la promulgación de la epiqueya apareció en Buenos Aires, cuando el gobierno pensando que el santo padre no estaría dispuesto a prescindir del trono español, no quiso enviar su representante ante el gobierno pontificio como lo estipulaba el Congreso de Tucumán (1816) y prefirió, por cuenta y riesgo propio, administrar la total orfandad que desde 1819 padecía aquella iglesia.
    El otro motivo, quizá el más fuerte, fue cuando con ocasión de la organización del ejército regio que se preparaba para zarpar hacia la reconquista de Buenos Aires, recibió el rey, de parte del cardenal Consalvi, la autorización de usar ciertos beneficios eclesiásticos de España para su ejército. Enterado de este permiso, el gobierno independiente de Buenos Aires aprovechó esta oportunidad para aislar aún más a su pueblo de la silla Apostólica, y comenzó a fraguarse el concepto jurídico de la epiqueya, que alcanzó una mejor formulación en el Congreso de Buenos Aires de 1819. Este recurso jurídico se convirtió, durante el ejercicio del ministro de Estado Bernardino Rivadavia y más tarde durante su gobierno presidencial (1826-1827), en un medio legal para intervenir en los asuntos eclesiásticos y para prescindir del papa en todo aquello que no fuera de carácter dogmático. De estos sucesos daba noticia el padre Pacheco en el informe que recogió de monseñor Mazio; cf., C. BRUNO, Historia de la iglesia en la Argentina, VIII, 411-441; P. LETURIA, Relaciones..., II, 120-122, 211¬215, 362-364; III, ap. 1, doc. 2 y ap. VII, cap. 1 § 3.
  44. Sobre el nombramiento de monseñor Medrano ver ASV, Segr. Stato, Esteri, 279, busca 592, 1829; ID., 279, fase., 3, busta 593, 1830-1836; AA.EE.SS., A. III, Argentina, fase., 15, 1827-1829; ID., fase., 18, 1832. Una síntesis de la gobernación de Medrano en la Iglesia de Buenos Aires en C. BRUNO, Historia de la iglesia en la Argentina, IX, 270-295.
  45. El tiempo que transcurrió entre el nombramiento y la consagración de monseñor Lazcano, se debió a la difícil situación por la que atravesó la provincia de Córdoba cuando en 1828 fue desterrado del territorio el gobernador Bustos y el deán Lazcano, quienes, desde tiempo atrás, estaban buscando el restablecimiento del episcopado en la provincia. Entre 1828 y 1831 gobernó José María Paz, del partido unitario, quien manifestó su disgusto por el nombramiento de un vicario apostólico para aquella iglesia, sosteniendo, además, que Córdoba necesitaba un obispo residencial, no un mero vicario”, pero cuando el 10 de mayo de 1831 cayó el gobierno del general Paz y regresó al poder el partido federal, más amigo de la Iglesia, se pudo oficializar el nombramiento de Lazcano; Cf., P. LETURIA, Relaciones..., II, 367-369.

BIBLIOGRAFÍA

BRUNO C., Historia de la Iglesia en la Argentina, Vol. VIII, Buenos Aires 1972

CAVELIER G., Las Relaciones entre la Santa Sede y Colombia. Vol. I. Ed. Kelly, Bogotá 1988

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LETURIA P- BATLLORI M., La Primera misión pontificia a Hispanoamérica, 1823-1825. Relación oficial de Mons. Giovanni Muzi, Cittá del Vaticano 1963

LETURIA, P. Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, II: época de Bolívar (1800-1835) Caracas 1959 y III: Apéndices Documentos e índices, Caracas 1960

MARTINA G., La prima missione pontificia. Archivum Historiae Pontificiae, Vol. 32, 1994

MEDINA ASCENSIO L., México y el Vaticano; La Santa Sede y la emancipación Mexicana, Ed. JUS, México 1965


ÁLVARO LÓPEZ