Diferencia entre revisiones de «NUEVA GRANADA; Proceso emancipador»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda
Línea 228: Línea 228:
 
   
 
   
 
[[INQUISICIÓN_APOSTÓLICA|INQUISICIÓN APOSTÓLICA]]
 
[[INQUISICIÓN_APOSTÓLICA|INQUISICIÓN APOSTÓLICA]]
 
[[CALLES,_Plutarco_Elías|CALLES, Plutarco Elías]]
 
 
   
 
   
 
[[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico?|CUBA; ¿un fósil prehistórico?]]
 
[[CUBA;_¿un_fósil_prehistórico?|CUBA; ¿un fósil prehistórico?]]

Revisión del 10:19 16 nov 2017

El proceso en Ecuador

En 1808 España estaba experimentando dificultades muy fuertes en el ámbito político, pues con la invasión napoleónica no tenía ojos sino para hacer frente a este intruso; y es, precisamente, el momento que las colonias americanas estaban esperando para iniciar su proceso independentista, gracias a que las fuerzas reales se encontraban ocupadas en otros objetivos peninsulares.[1]

En Quito la reacción será doble; por una parte se encuentran los que con plena fidelidad al rey Fernando VII y a la monarquía Borbónica continúan viviendo por su causa, mientras que otros de avanzada, con una profunda mirada a los acontecimientos y a la oportunidad surgida de ellos, se disponen para iniciar el proceso de emancipación. Fue así como Quito se adelantó a todos los demás virreinatos e inició su proceso emancipador.

Las reuniones con miras hacia la libertad se habían iniciado ya el 25 de diciembre de 1808, en la propiedad de don Juan Pío Montúfar Marqués de Selva Alegre, y bajo su presidencia. Pero el proyecto no se pudo llevar a buen término debido a la indiscreción de uno de sus miembros que llevó al descubrimiento de la conspiración por parte de las autoridades reales. Muchos de ellos fueron presos y encarcelados, aunque pocos meses después fueron liberados.

Por eso, para el 10 de agosto de 1809 los mismos promotores tenían prácticamente ganados para la lucha emancipadora, a casi toda la guarnición, a la mayor parte de la nobleza y del clero, encabezado por el obispo Cuero y Caicedo. Tal situación repercutió hondamente en el pensamiento y la actitud de todas las grandes autoridades y en quienes fueron sus conductores intelectuales.[2]

El 9 de agosto se tuvo una reunión para elegir los miembros que conformó la «Junta Suprema» con gran participación de patriotas: fue presidente el Marqués de Selva Alegre y vicepresidente el obispo Cuero y Caicedo; secretario de estado, don Juan de Dios Morales; don Manuel Rodríguez de Quiroga y don Juan Larrea para los despachos del interior, de gracia - justicia y de Hacienda.

Con el nuevo gobierno ya pronto se da el golpe de estado el 10 del mismo mes y año y se le comunicó al presidente de la Real Audiencia, el conde Ruíz de Castilla, que habían cesado sus funciones, proclamándose inmediatamente, en la plaza, la «Junta Suprema», no sin antes haber contado con la adhesión del Cabildo de Popayán.

Por eso, el obispo lo convocó en su palacio, para una reunión a puerta cerrada, con el fin de llevar a cabo el «acta de exclamación»[3]y el 16 de agosto del mismo año, el Cabildo aprobó la Constitución de la Junta Suprema cuyas miras fueron: las de conservar la religión legítima, la defensa del legítimo monarca y la extensión de la patria. El pueblo quiteño, mediante una especie de plebiscito, confirmó todo lo actuado por los jefes del movimiento emancipador, sin escucharse voces en contradicción.

Sin embargo no todo marchó como al principio, pues aunque la junta actuó como verdadero gobierno constituido desde el 10 de agosto,[4]sólo pudo llegar en mando hasta el 28 de octubre, debido a una serie de causas internas y externas que hicieron retardar la verdadera emancipación ecuatoriana. Esta primera etapa se terminó con el fin trágico de 28 dirigentes que fueron condenados y asesinados el 2 de agosto de 1810, pues una vez que entró el gobierno constituido por la Corona española,[5]se abrieron los procesos penales de todos los que habían participado en la revuelta, incluyendo el clero con sus líderes.[6]

La segunda y última fase, que va de 1810 a 1812, se encuentra mejor estructurada y con mayor participación popular, pues la libertad era una empresa que interesaba ya a la mayor parte de la población. Pero en el seno del Congreso Constituyente aparecieron los gérmenes de división, que unido a la mala dirección que se le dio a la campaña del sur, dieron a la emancipación una vida muy corta, pues las tropas realistas al mando del general Toribio Montes, lograron entrar en Quito ya para el 8 de noviembre de 1812.

Los patriotas junto con su obispo debieron huir a Ibarra, donde el coronel Sámano los sometió y el gobierno volvió a las manos realistas hasta el 14 de mayo de 1822, cuando las tropas republicanas de Colombia y Perú le dieron definitivamente la libertad con la batalla de Pichinchá.[7]

Es innegable el entusiasmo inmenso que motivó al clero a abrazar la causa independentista. El obispo de Cuenca, don Andrés Quintián, que era español y fiel realista,[8]manifestó al arzobispo de Lima, monseñor Las Heras, el 21 de septiembre de 1812, que el Cabildo eclesiástico de Quito era todo insurgente con excepción del racionero don Mariano Batallas.

Otra comunicación con parecidas afirmaciones ya le había llegado el 10 de diciembre de 1810, firmada por el cura de Asancoto, en la que le decía que tanto el obispo como su provisor tenían perdido el obispado, porque el ejemplo patriota de ellos lo han seguido los demás. Lo mismo comunicaban otros dos sacerdotes don Nicolás Joaquín de Artea y don Juan Miguel Nieto en unión con don Mariano Batallas en carta dirigida con fecha del 9 de julio de 1813, donde le comunicaban a monseñor Las Heras que en todo el Cabildo prevalecía el partido patriota. Basten estos tres testimonios para concluir sobre la eficaz participación del clero en el proceso de independencia de esta república ecuatoriana.[9]

El proceso en Venezuela

Expedición libertadora de Francisco de Miranda.

El eje y la clave de sus cuarenta años de vida agitada y cosmopolita no pudo haber sido otro que el de idear la manera de emancipar esa patria que había dejado ya antes de cumplir sus 20 años. En la persecución de dicha causa se adaptó a los diferentes ambientes y se familiarizó con las cancillerías europeas con su ideal emancipador, esperando con habilidad los momentos propicios.[10]

Fue así como después de muchos años de tratativas con la Gran Bretaña, Francisco de Miranda,[11].consiguió su apoyo en 1806 para llevar a cabo su ideal emancipador de la América.[12]Fueron más de 20 años de trabajo con tal fin. Miranda fue enviado por el gobierno Británico a los Estados Unidos para conseguir apoyo en la empresa; no obstante, aunque la conversación fue en términos negativos, Miranda permaneció en Nueva York de donde comenzó a preparar la expedición, con tan mala suerte que fue expiado y divulgado sus planes al gobierno español por un espía que este mismo gobierno había instaurado en su propia residencia.

Por tal hecho, la expedición fue un fracaso, pues las tropas españolas se encontraban preparadas para rechazar oportunamente tal invasión. La expedición de dos de las tres embarcaciones fueron capturadas con sus tripulantes y fueron conducidas a Puerto Cabello, el día 29 de abril, en horas de la mañana y, condenados, algunos a la muerte y otros a la cárcel. Pero Miranda no se dio por vencido y organizó, para el 23 de junio en Trinidad, una nueva expedición conformada por 400 hombres, la mayor parte ingleses, que el 25 de junio se dirigieron hacia las costas venezolanas, pero por no hallar apoyo de los criollos, ni del almirante Dacres y del gobernador Sir Eyre Coste, debieron dejar su empresa y regresar a Inglaterra, no sin antes intentar invadir el virreinato de Santafé por Riohacha.

Al regresar a Inglaterra en el año de 1808 no abandonó sus ideales libertadores y, por medio de correspondencia, continuó su labor revolucionaria hasta que a finales de 1810 Simón Bolívar, prócer y libertador de la independencia, lo llevó consigo a Caracas.[13]A pesar de estos fallidos intentos, el ideal de independencia no se había diezmado en la Capitanía General de Venezuela; por el contrario, fue aumentando, sobre todo, en los nuevos focos culturales llamados «las tertulias literarias» que fueron las encargadas de avivar el ideal de libertad entre los dirigentes y clases distinguidas.

Por eso, el informe que envió el regente de la Audiencia de Caracas al gobierno español, manifestó que para la noche del 27 de julio de 1808 se encontraba dispuesto un levantamiento contra las autoridades, con el objetivo de derrocar al gobierno presente. Dicha conspiración no llegó a fraguarse debido a que las autoridades habían tomado medidas preventivas.

Posteriormente, a finales de 1809 viene otro levantamiento. Esta vez era un grupo de jóvenes aristócratas que con la ayuda de algunos militares se proyectaron llevar a buen término la fallida revuelta del 27 de julio de 1808 y derrocar las autoridades de la Península. La fecha fijada fue la del 24 de diciembre, pero otra vez, el gobernador fue informado de tales planes, frustrándolos con mucha habilidad, a la vez que desmintió en un comunicado la veracidad de tal proyecto.[14]

Todos estos intentos llevaron a la proclamación de la República venezolana, porque la revolución presentó en esta ciudad un carácter tan radical que ya el 14 de julio de 1811 se le ve romper, en el campo político, las relaciones de lealtad con el monarca y proclamarse Estado libre.[15]Además, presentó en el terreno religioso, brotes tan radicales de innovaciones que se pensó que los próceres venezolanos romperían con el esquema conservador de sus hermanos de Nueva Granada.[16]

Pero a pesar de todo ello, en julio de 1812 cae vencida en manos del enviado español Domingo de Monteverde, quien capturó a los principales autores de los actos revolucionarios, entre ellos: Miranda, Roscio, Peñalver, Bolívar y muchos sacerdotes que fueron encarcelados y otros conducidos al cuartel general patriota. Lógicamente el arzobispo sale en defensa de los últimos, por medio de una carta que escribió con fecha del 23 de julio de 1812, en donde hacía mención de los sacerdotes y pedía se los remitieran para encargarse de su castigo en caso de que fueran culpables.[17]

Por otra parte Bolívar, contaba con una suerte singular, pues la protección de don Francisco Iturbe no le faltó y consiguió de Monteverde la libertad para su amigo, quien se embarcó hacia la Guaira y Cartagena. No obstante, varios fueron los que pudieron fugarse de las manos de Monteverde, una parte de ellos se refugió en la Isla inglesa de Trinidad, para preparar desde allí una nueva expedición, entre los que se encontraban: Bermúdez, Piar, Sucre y el comerciante francés Luís Delpech que era activo cooperador de la vencida dictadura de Miranda.

Otra parte de los escapados, huyó al puerto de Cartagena, entre los que se encontraba Manuel Palacio Fajardo y Bolívar, que había recibido la libertad de Monteverde, gracias a la influencia de Iturbe.[18]

El Proceso en Nueva Granada

En Santafé existía un sitio de reunión de los intelectuales denominado la tertulia del «Buen Gusto», que fue ideada y dirigida por Antonio Nariño desde 1793. Fue ciertamente la más importante por su proyección en la historia política del País. Pues aunque tenía la apariencia de una sencilla e inofensiva tertulia de personas eruditas amantes de las artes, sin embargo, fue allí donde comenzó a idearse el sublime deseo de independencia Neogranadina.[19]

Roberto María Tisnés citando a Gabriel Porras Troconis en su libro «Historia de la Cultura en el Nuevo Reino de Granada», describe la finalidad de las tertulias y sus integrantes, en los siguientes términos: “A determinadas horas se juntan, se leen los papeles y se critica y se conversa sobre aquellos autores: de modo que se puede pasar un par de horas divertidas y con utilidad. Pueden entrar don José María Lozano, don José Antonio Ricaurte, don José Luís Azuola, don Juan Esteban Ricaurte, don Francisco Zea, don Francisco Tobar sacerdote, don Joaquín Camacho, el doctor Iriarte, etc.”[20]

Al inicio se presentó como una sociedad literaria, científica y artística que influyó en la modificación de los estudios académicos que se cursaban en los Colegios Mayores, pero poco a poco y, conforme al ideal de su fundador, va convirtiéndose en tertulia política con el objeto de ir desarrollando las ideas revolucionarias, claro está, sin perder el matiz literario y cultural para no levantar sospechas ante las autoridades reales.[21]Fueron varias las tertulias que existieron en el virreinato de la Nueva Granada, de donde brotan las chispas y los ideales de la emancipación e independencia que portará a las generaciones futuras, a llevar a buen término su ideal emancipador.

Además, durante este período, el periódico cobró también fuerza y en sus páginas ven la luz los mejores escritos científicos de la época. Gracias a este medio de comunicación las noticias fueron rápidamente conocidas. Por eso, en agosto de 1808 se sabía en Santafé las nuevas noticias de la ocupación de la Península por Bonaparte, y en septiembre se conoció que Fernando VII declaró la guerra al emperador de los franceses.

A comienzos del siguiente año se conoció que la Junta Central que gobernaba a España declaró que las posesiones americanas hacían parte de la monarquía, concediéndoseles enviar diputados a dicha Junta. Posteriormente a finales de agosto se conocen los sucesos revolucionarios de Quito y con ello comenzará una calurosa agitación política que se prolongará por muchos años.

Es necesario recordar que también en Santafé, en 1809, se reunieron clandestinamente grandes conspiradores, entre los que figuraban algunos socorranos como: don Andrés Rosillo y Meruelo, el presbítero Juan Nepomuceno Azuero Plata, el doctor Emigdio Benítez Plata, Juan José Monsalve, entre otros de la misma provincia. Todos ellos planearon llevar a cabo la sublevación y por eso se unieron con los de Santafé con el objeto de tener un ejército bien compacto para salir al paso de las tropas españolas en el sitio del «Portillo».

Puesto que de Santafé se debían dirigir a Quito, pero como este intento fracasó, lo planearon por los lados del «Casanare». Nuevamente fracasaron pero no se dieron por vencidos, los patriotas socorranos que deseaban un sistema de gobierno nuevo, con un plan que tenían ya definido, continuaron solos la revolución.[22]

A mediados de noviembre comenzaron a reunirse tropas llegadas de Cartagena y Riohacha al mando de don Juan Sámano. El canónigo José María Rosillos, Vicente Cadena y Carlos Salgar se adelantaron a los acontecimientos del 20 de julio y dieron comienzo a la revolución en los llanos de Casanare. Así mismo, en Pamplona y Socorro son depuestos los corregidores, entrando a gobernar el Cabildo.[23]

De igual manera, en Cartagena, el 22 de mayo de 1810 un movimiento revolucionario creó una Junta de Gobierno. Lo mismo sucedió en el Cabildo de Cali, quienes el 3 de julio formaron sus propias juntas y organizaron la sublevación pacíficamente.[24]

Días antes del 20 de julio de 1810

Ya el 14 de junio de 1810, se podía apreciar cómo Cartagena de Indias había depuesto al gobierno español para gobernarse por sí misma; 20 días después, el 4 de julio, Pamplona también había tomado las riendas del gobierno español y el 10, del mismo mes, los alcaldes del Socorro habían derrocado al jefe peninsular don José Valdés Posada.[25]No obstante, este hecho ha sido poco estudiado y muy olvidado por los investigadores históricos, que dejando de lado los grandes mártires de esta sublevación han centrado su pluma sobre el día grande del grito de la independencia Neo Granadina.

Pero fue el Socorro el que dio grandes pruebas, con la revolución de los Comuneros, de lo que eran capaces sus hijos cuando sus derechos se veían alienados y su libertad opacada, y es por eso que con los sucesos del 10 de julio dejará ver, una vez más, su gran capacidad y su valor de oposición a la corona.[26]

Por otra parte, desde el 5 de septiembre de 1809 se conocía en Santafé las noticias de la rebelión en Quito, quedando las autoridades virreinales completamente aterradas, pues temían el posible contagio. Esto fue lo que llevó al virrey a convocar una junta de notables en el palacio, tanto españoles como criollos, que fue celebrada el día siguiente de la recepción de las infaustas noticias.

El virrey quería saber las disposiciones de los santafereños con respecto a las ideas subversivas ocurridas en el vecino reino quiteño y, para prevenir cualquier motín, tomó medidas drásticas que provocó la protesta de algunos participantes. En la primera reunión del 6 de septiembre no se pudo llegar a ninguna conclusión, quedando aplazada para el 11 del mismo mes.

Esta prórroga fue muy importante para los patriotas que, sin perder tiempo, se consultaron entre sí y prepararon mejor sus posiciones. Por eso, el 11 de septiembre fueron 28 los vocales que pidieron, con parecidas razones, la conformación de una Junta provincial, presidida por el virrey, con el fin de convencer a la Junta de Quito de restablecer la paz.

Pero las razones aludidas por los diversos vocales iban encaminadas a la libertad patriótica. Por eso, en una de las intervenciones, se ven enfrentados don José Acevedo y Gómez con el fiscal Frías porque le lanzó una provocación, diciéndole: “Señor Fiscal, para mí no es un caso metafísico la subyugación de España por Francia, y no será lícito preguntar: ¿Cuál será entonces la suerte de mi patria?”. A tal cuestión, el fiscal dejó salir una inmediata respuesta: “entonces juntaremos y dispondremos lo que venga”. Ante tal afirmación, objetó el regidor perpetuo diciéndole: “Se equivoca Señor Fiscal, en este caso los pueblos serán los que dispongan de su suerte, porque aquí somos pueblos libres como los españoles”.[27]

Como se puede intuir por la cuestión propuesta por Acevedo y Gómez, se tenía ya bien fundado el temor de caer bajo el dominio francés. Y es que el eco de las ideas revolucionarias francesas se encontraba bien difundidas en 1809 por toda la región santandereana. Ya por aquella fecha, se hablaba de la invasión napoleónica a España y del deseo que tenía Napoleón de conquistar las provincias americanas.[28]Esto último hizo alarmar mucho a los habitantes del Socorro, que con el deseo de revolución comenzaron a propagar la infausta noticia para hacer arder los corazones de toda la población con el objeto de libertad. Estas noticias fueron propagadas por muchos patriotas socorranos y, especialmente, por los integrantes del Cabildo,[29]y de otro ilustre hijo del Socorro, el sacerdote Juan Nepomuceno Azuero Plata, que con su elocuente palabra dio fuerza a las ideas sediciosas, no sólo en su ciudad natal sino también en los pueblos circunvecinos.[30]

De todo esto se puede intuir que el movimiento revolucionario que sometió la tropa española el 10 de julio no fue espontáneo ni mucho menos improvisado, sino que fue muy bien preparado y planeado por el Cabildo del Socorro en completa unión con el Clero y ciudadanos principales de pueblos cercanos.

La multitud que se había amotinado se componía por los habitantes del Socorro, Simacota, Valle, Confines, Palmas, Baricara y Cabrera, capitaneados por sus curas. El doctor Miguel Tadeo que era el alma del movimiento, los animaba con frases muy dicientes de amor por la libertad y lo mismo hacía el presbítero Pedro Ignacio Fernández. Fue así, como se inició la revolución que se consumió completamente con el grito de independencia diez días después en Santafé,[31]que desde mucho antes tenía pleno conocimiento de los sucesos revolucionarios que estaba preparando la provincia del Socorro.[32]

La Revolución del 20 de julio de 1810.[33]

Las buenas noticias que llegaron del Socorro y la carta enviada al virrey por los patriotas que amenazaban en realizar una marcha de unos dos mil hombres con dirección hacia Santafé, para lograr, aunque sea por la fuerza, la transformación del gobierno, dieron mucho valor a los patriotas de la capital y llenaron de espanto al gobierno virreinal, quien el mismo 19 de julio tuvo una reunión a altas horas de la noche en su palacio para evaluar la situación considerada como grave por él y su esposa, y observada con despreocupación por sus funcionarios.

También los conspiradores a esas mismas horas se encontraban realizando su última junta en las instalaciones del Observatorio Astronómico, con una gran concurrencia. Cuando fueron hechas las exposiciones preparatorias y expuestos los diferentes medios para dar el golpe definitivo, Camilo Torres manifestó que todo estaba muy bien y preparado, pero quería que el éxito fuera rotundo y para ello, el chispazo incendiario debía partir del enemigo y por lo mismo preguntó: “¿Y quién le pone el cascabel al gato?” Inmediatamente se escuchó la voz del doctor Francisco Morales quien se ofrecía a propiciar el momento. Por eso, el 20 de julio, el doctor Morales, en compañía de sus dos hijos Antonio y Francisco, provocó el incidente del florero en la tienda de Llorente.

Sin embargo, los hombres de la sublevación intentaron un último esfuerzo con el fin de doblegar la resistencia del virrey y no iniciar una reyerta que llevara a sangrientas luchas. Y actuando en consecuencia, el Cabildo le envió, en las primeras horas de la mañana, una comisión presidida por el doctor Joaquín Camacho, que por sus muchas cualidades era muy apreciado por el virrey José Amar y Borbón, pero sólo consiguió de este una negativa abierta.[34]

Al pasar las horas y al no lograrse nada en la negociación, uno de los que inició la Revuelta fue el sacerdote Juan Nepomuceno Azuero, el cual viendo que las tratativas no eran favorables y que el pueblo no hacía nada, ni se decidía a iniciar la sublevación porque veía en el virrey Amar a un ser sagrado, subió al Palacio y apoderándose de la persona del virrey lo condujo al balcón con el objeto de mostrarlo al pueblo y hacerle ver que sólo era un hombre o mejor, un criminal, que debía ser enviado a la cárcel.[35]

Fue así como estalló el golpe revolucionario que se extendió por 18 horas hasta la madrugada del 21. De todos los lugares o barrios de la ciudad acudió la gente hacia la plaza, incitando a continuar la revuelta con fuertes agitaciones.[36]

No entro a describir todo el dramatismo de esta génesis del nacer republicano, baste sólo recordar que en la misma fecha del 20 de julio la participación del clero se puede resumir en cuatro puntos esenciales: en primer lugar, fueron las campanas de las iglesias las que estuvieron sonando desde el momento mismo de la reyerta hasta el inicio de la noche. En segundo lugar, fueron tres los clérigos que estuvieron animando a los sublevados desde los inicios de la contienda, ellos fueron: Azuero, Serrano Gómez y Fray Pablo Lobatón. En tercer lugar, de las cincuenta y tres firmas que se recogieron, aprobando el Acta de Independencia se contaron diez y seis que fueron del clero y, finalmente, fueron muchos los eclesiásticos que desde ese día encausaron los ánimos populares contra las autoridades y a favor de la libertad.[37]

No obstante, José Acevedo y Gómez fue, muy seguramente, el personaje clave que mantuvo el entusiasmo de la multitud, pues dictó al secretario del Cabildo el Acta de Independencia y propuso los nombres de los vocales de la Junta. Sin embargo, fueron muchos los que tuvieron parte importante en el entusiasmo de las personas, pues durante esas 18 horas de revuelta se hicieron presentes todos los dirigentes intelectuales con sus grandes discursos, pronunciados en favor de la libertad, de la reasunción de la soberanía y de los derechos del pueblo que la corona real había conculcado por varios siglos.[38]

La organización de las huestes de la libertad

Este espacio de tiempo no fue corto ni mucho menos fácil, puesto que al analizar sólo los primeros años de organización interna de la Nueva Granada, se tendría que decir que fue un tiempo de muchas polémicas, pues una vez pasado el grito de Independencia del 20 de julio de 1810, la verdadera revolución viene a desatarse en los meses siguientes. Porque después de la elección del gobierno centralista, comienzan las provincias a dividirse y a separarse con el objeto de conformar una confederación.

Es ahí cuando surge el verdadero problema interno del recién libertado Reino de Granada, pues comenzó el enfrentamiento entre federalistas y centralistas, los unos capitaneados por Camilo Torres y los restantes por Antonio Nariño, dos grandes patriotas que mantuvieron encendidos los ánimos de las masas del 20 de julio, y que ahora hacían encender los ánimos de los recién liberados hasta el punto de permitir entrar en una inútil guerra civil, que llevó a debilitar el orden de la Nueva Granada quedando a las puertas de la reconquista por parte de la corona española.[39]

Es así como los años comprendidos entre 1810 y 1814, fueron un periodo de grandes luchas y de guerra civil entre americanos, no sólo en la Nueva Granada, sino también en Venezuela y Quito, porque algunos habían roto completamente con la fidelidad al rey, mientras que otra gran parte deseaba restablecer la unidad política con la corona española.

De ahí que las tropas de los dos bandos fueran casi en su totalidad americanas y que resistieran en feroces luchas los mismos connacionales. El mismo Bolívar que fue vencido en 1814, reconoció que son los mismos hermanos y no los españoles los que estaban desangrando la nación, cuando afirma: “No os lamentéis sino de vuestros compatriotas… Vuestros hermanos y no los españoles han desgarrado vuestro seno, derramado vuestra sangre, incendiado vuestros hogares…”.[40]

Durante estos primeros años, entre 1810 y 1815, el aporte del clero fue aún mayor y en todos los campos: Algunos actuaron como legisladores, hasta el punto que en casi todas las actas de independencia y, sobre todo, en la redacción de las varias constituciones, aparecían firmadas por muchos de ellos. Es así que la primera de ellas, realizada en el Socorro, fue redactada por el presbítero José Gabriel de Silva. Así mismo la de Cartagena fue escrita por el sacerdote Manuel Benito Rebollo.

Otros actuaron como caudillos de los fieles durante todo el período emancipador. Fueron los que predicaron la libertad en los sermones y en las calles, juraron la independencia y la defendieron hasta con su sangre, portaron la fuerza junto con la palabra en Asambleas y Congresos, ayudados por sus colegas. Por eso en 1816 serán muchos de ellos acusados, asesinados y expulsados por haber actuado de tal manera.

Otros más deleitarán con sus interesantes libros a las masas, tanto en pro como en contra de la libertad. Pues tanto los unos como los otros se trabaron en disputas escritas. Otros con total entrega, actuaron como capellanes y militares. Ni qué decir de aquellos que se distinguieron por su elocuente oratoria sacra en favor de la libertad, principal objetivo desde antes de 1810.

Otros eclesiásticos recogieron aportes voluntarios y ofrendaron, inclusive, los vasos sagrados y las imágenes de la Iglesia para recoger dinero en beneficio de la gesta emancipadora; tal fue el caso de las joyas de la virgen de Chiquinquirá en 1815, para sólo citar un ejemplo. Una de las palabras que más se utilizó por los curas y en los libros parroquiales fue la de ciudadano que equivalía a patriotismo, tanto que muchos visitadores eclesiásticos que recorrieron algunas poblaciones, dejaron actas muy largas y dicientes en contra de la utilización de dicha palabra, dando la orden de borrarla de los citados libros.[41]

Posteriormente viene un período con la restauración de Fernando VII,[42]y que se presentó como fase de reacción española contra los focos de rebelión de ultramar. Los ministros absolutistas del rey en asociación con los ideales del Congreso de Viena y de la Santa Alianza, decidieron, apoyados por las grandes potencias, obrar militarmente contra la emancipación.[43]

En consecuencia, la expedición de Morillo se dirigirá tanto a Venezuela como a Nueva Granada, sometiendo todo el antiguo virreinato Neogranadino entre los años de 1814 a 1818, pero a precio de una profunda repulsa de sus habitantes para con él, debido a su irreligiosidad y dureza que se dejará ver en el porvenir de su empresa.[44]

No obstante, cuando Morillo llegó a Santafé de forma sorpresiva e incógnita, creó tres tribunales: El primero fue el Consejo Permanente de Guerra para el enjuiciamiento de los militares y civiles más comprometidos; el segundo fue llamado el Consejo de Purificación, para los menos culpables y el tercero fue la Junta de Secuestros para el embargo y confiscación de los bienes de los reos rebeldes. Pero también restableció el tribunal de la Inquisición, con el objeto de prohibir y quemar las publicaciones sediciosas y de juzgar a los eclesiásticos patriotas.[45]

Todo esto trajo como consecuencia un cambio de panorama que ya se comenzaba a ver en 1817, pues la política feroz de dureza y crueldad que había implantado no había llenado las expectativas de los pueblos que esperaban impacientemente la llegada de las libertades y franquicias merecidas. Es verdad que Morillo actuaba a espaldas de la Corte real porque había recibido instrucciones de actuar y tratar con respeto a todas las clases y partidos…

También es verdad, que su actuación fue influenciada por consejeros americanos; ni mucho menos se ha de olvidar que la real audiencia de Bogotá, el virrey Montalvo y el arzobispo de Santafé, protestaron contra tan impolíticos procederes. Todo ello permitió que los ánimos de los ciudadanos realistas comenzaran a mirar con odio a la corona de España y aunaran los sentimientos emancipadores. Ello fue lo que animó a Bolívar a continuar su campaña libertadora, quien comenzó a reforzar las tropas con soldados ingleses.[46]

En este período, la actuación del clero será igualmente patriota. No obstante, dicho lapso de tiempo será para todo el Reino de la Nueva Granada un tiempo de sufrimiento y dolor a causa de las víctimas, tanto en el ámbito civil como eclesiástico. Fueron más de cien sacerdotes procesados durante el período de la Nueva Granada, otro tanto semejante los desterrados a España.

Entre los desterrados se pueden citar: los gobernadores Pey y Duquesne, el doctor Fernando Caicedo y Flórez, el padre Padilla, el doctor Ordóñez, los sacerdotes Pablo Plata, Nicolás Mauricio de Omaña, Florido, Mariño y Losada. Murieron en el destierro los padres Nicolás Mesa, Juan Longas, Joaquín Pey, Omaña, José Caicedo, Francisco Javier Gómez y el doctor Ordoñez y Cifuentes. Además, el presbítero Lozada quedó enfermo en la Guaira y el gobernador Pey murió en Santa Marta al regresar de su destierro.

El gran historiador e investigador Oswaldo Díaz fue quien trabajó el tema tanto de los eclesiásticos como de los civiles, que durante más de tres años se dedicaron a hostigar la fuerza realista con los movimientos guerrilleros, con lo que consiguieron comunicación con los jefes patriotas de los Llanos asegurando el posterior éxito del movimiento emancipador.

Tres insignes eclesiásticos que lucharon en los movimientos guerrilleros fueron: el primero, José Ángel Manrique, quien a partir de 1816, fue amigo y colaborador de Ambrosio Almeyda, uno de los grandes guerrilleros, que siempre concluía sus actuaciones emancipadoras con las palabras «salud y libertad». Manrique fue el conspirador de 1794 y se duele de la falta de colaboración en pro de la libertad por parte de sus feligreses.

El segundo es Francisco Mariano Fernández, el cual, llegada la reconquista, se convirtió en conspirador de Santafé, en compañía de Sabaraín, Policarpa, entre otros. Continuará en su labor como párroco de Gachetá, desde donde protegía tanto a patriotas como a guerrilleros, convirtiéndose en el enlace entre estos y los patriotas de Santafé.

El tercero será Fray Ignacio Mariño, guerrillero intrépido, que en los llanos estaba al mando de sus feligreses, los cuales había organizado en orden a la libertad de la Patria. Sus fieles lo ven como muy atento al cumplimiento de sus deberes tanto pastorales como patrióticos.[47]Baste estos ejemplos para advertir que la colaboración del clero en la revolución independentista fue muy nutrida, y con bases doctrinales muy bien desarrolladas y sustentadas.

No obstante, a partir del 29 de julio de 1819 las fuerzas militares del coronel Lucas González se vieron obligadas a abandonar los cuarteles del Socorro, volviendo la libertad a la población y, la custodia del orden de la ciudad le correspondió a un insigne patriota: don Alberto Plata Obregón, que tres años atrás había dirigido como comandante las Guerrillas de Guapotá. Él no sólo hizo guardar el orden sino que procedió a arrestar a algunos realistas que no pudieron salir con las tropas españolas, al igual que organizó un cuerpo armado que impidió el retorno a las tropas españolas.[48]

También se incorporaron los reclutas del Socorro bajo el mando de Carrillo a la División de Suoblette, los cuales tomaron parte en la toma de Cúcuta. Fue una victoria espléndida y muy necesaria para establecer relaciones con Venezuela y completar el éxito de la Batalla de Boyacá que se realizó el 7 de agosto de 1819 y que le dio la completa libertad a la República de la Nueva Granada.[49]

Con este triunfo consiguió el levantamiento de casi todo el virreinato y la creación de la República de Colombia, compuesta por Nueva Granda y Venezuela, el 17 de diciembre del mismo año. No obstante, Bolívar deseaba formar la «Gran Colombia».[50]

Las noticias del desastre del 7 de agosto, que había aniquilado completamente la famosa división Tercera al mando del general don José María Barreiro, y que sólo llegaron a Santafé al día siguiente, cayó como un petardo en el círculo cerrado del virrey Sámano, quien se encontraba completamente desprevenido ante noticia de semejante magnitud.

No obstante, todas las noticias que se divulgaban eran muy ventajosas para la corona, pues las tropas realistas iban de victoria en victoria, según lo que se informaba por medio de la «Gaceta oficial». El virrey se descontroló por completo hasta el punto que, en vez de pensar en la defensa de Santafé, pues aún tenía buena tropa para hacerle frente, lo único que se le vino a la cabeza fue huir para salvar su vida, sin importarle la vida de los demás mandatarios.[51]

De otro lado, el lucido grupo de patriotas restableció muy pronto el orden; convocó a una reunión de vecinos notables para que nombraran autoridades que provisionalmente atendieran los asuntos de Gobierno, y dispusieran todo lo necesario para la entrada a la ciudad del gran caudillo y libertador Simón Bolívar y las tropas vencedoras.

El 18 de agosto, llegó el coronel Cruz Carrillo, quien inmediatamente recibió el gobierno que provisionalmente lo estaba ejerciendo Alberto Plata Obregón. Mientras tanto el general Bolívar, después de haber organizado el gobierno de Santafé con la eficaz colaboración de Santander,[52]se dispuso a llevar a buen término la empresa bélica sobre Venezuela.[53]

Por otra parte, una de las cosas que más admiró Simón Bolívar fue el patriotismo de las mujeres,[54]y sus muchos sacrificios en favor de la libertad. No obstante, el concurso de las mujeres se realizó durante todo el período de lucha y revolución independentista. Su gran entusiasmo, su abnegación y constancia merecieron la admiración de todo un conjunto de pueblos, y sus servicios prestados a la sublevación, tuvieron gran eficacia en todos los momentos de crisis.

Muchas de ellas llevaron hasta el extremo su consagración, derramando su sangre, otras fueron grandes líderes en la batalla y, otras más, comprendieron que uno de los más sublimes deberes de la maternidad era el sacrificio de sus hijos por amor a la Patria.[55]

De otro lado, cumplidos los proyectos libertadores de Venezuela que terminó con la batalla de Carabobo, el 24 de junio de 1821, el Libertador se dirige hacia Cartagena para obtener su definitiva libertad y a continuar la campaña, que después de la Batalla de Bomboná, debía culminar con la liberación de Ecuador que la obtuvo en la gloriosa batalla del Pichinchá.[56]

De allí salió Bolívar para llevar a cabo la campaña liberadora del Perú. Allí, en unión con Sucre, logró contener las victorias apuradas de Junín y Ayacucho, ambas realizadas en 1824, con lo cual quedaba consolidada la independencia del Perú y fundada la República de Bolivia. Este período es importante porque se verificará el reconocimiento en el Parlamento Inglés de la existencia «de hecho» de la Gran Colombia el 16 de diciembre de 1824, haciendo la declaración oficial en los 3 primeros días del mes de enero del siguiente año.[57]

Además, porque durante este tiempo, el clero continuó cada vez más activo en favor de la libertad de las naciones conquistadas por el Libertador. Con la palabra, los escritos y los donativos, apoyaba la campaña en pro de la libertad americana.

NOTAS

  1. Para más detalles sobre los acontecimientos históricos de España en 1808 se puede leer a P. DE LETURIA, El ocaso del Patronato real, 119-123; R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 89-98.
  2. Cfr. R. VARGAS UGARTE, El episcopado en los tiempos de la emancipación sudamericana, Editorial Huarpes, Buenos Aires 1945, 104; R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, Movimientos Pre-independientes Grancolombianos, 325-326; R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 102; S. E. ORTIZ, «Notas para la Biografía del Obispo José Cuero y Caicedo», 129.
  3. Para ver el contenido del acta se puede leer a S. E. ORTIZ, «Notas para la Biografía del Obispo José Cuero y Caicedo», 130-133.
  4. Cfr. R. VARGAS UGARTE, El episcopado en los tiempos de la emancipación sudamericana, 104-105; S. E. ORTIZ, «Notas para la Biografía del Obispo José Cuero y Caicedo», 129. 137.
  5. En realidad fue la Junta de Cádiz, pues el rey estaba cautivo en Francia, y la Corona española en manos de José Bonaparte (DHIAL)
  6. Cfr. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, Movimientos Pre-independientes Grancolombianos, 326-328.
  7. Cfr. R. VARGAS UGARTE, El episcopado en los tiempos de la emancipación sudamericana, 107.
  8. Fue el más decidido colaborador del gobernador de la provincia, don Aimerich, desde el mismo comienzo de los estallidos de la revolución, ambos se dispusieron a controlar el influjo, tanto que el mismo obispo exhortaba a los indios para que se armaran y lucharan contra los enemigos del rey, pues veía en la insurrección un atentado contra las leyes divinas y humanas. Cfr. Ibídem, 114-115.
  9. Cfr. Ibídem, 109.
  10. Cfr. P. DE LETURIA, El ocaso del Patronato real, 68-70. Miranda se valió de varios instrumentos revolucionarios para llevar a cabo su plan emancipador en el territorio de los Andes, como por ejemplo, la fundación de la logia masónica Gran Reunión Americana. También en 1797 fundó en su casa de Londres la Nueva Logia que contó con ramificaciones en varios países.
  11. Francisco Miranda (1750-1816), en 1771 viajó a España y realizó estudios para iniciar su carrera militar en la que sirvió por muchos años como capitán. Entre los años de 1775 y 1777 entabló amistad con el comerciante Inglés John Turnbull, que tantos servicios económicos le prestó. Fue acusado de entendimiento con los ingleses, lo que lo llevó a huir y refugiarse en los Estados Unidos. Lo condenaron a la pérdida de su cargo el 23 de diciembre de 1783 con multa y prisión por 10 años. Fue precisamente en junio del mismo año de su condena que Miranda comenzó a viajar por Estados Unidos y Europa, buscando ayuda para su campaña libertadora. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, Caballero y Góngora, 320-321
  12. Existe un discurso pronunciado el 26 de julio de 1969, en el cementerio Inglés de Bogotá, en honor a la expedición británica, que se puede consultar en A. D. BATEMAN, «Homenaje a la Legión Británica», en Boletín de Historia y Antigüedades 657-659 (1969), 365-368.
  13. Cfr. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, Movimientos Pre-independientes Grancolombianos, 281-286. Hay un artículo muy interesante que presenta el viaje del joven Bolívar a España, la formación que recibió allí, su matrimonio, su regreso a Caracas y la misión que Venezuela le encomendó con el Gobierno Británico. Cfr. D. RAMOS PÉREZ, «Demetrio, A los dos siglos del viaje a España de Simón Bolívar», en Boletín de la Real Academia de la Historia 196, 1 (1999), 9-33. No obstante se debe recordar que Bolívar tuvo la influencia de tres personalidades, a saber: Simón Rodríguez, Francisco Miranda y Alejandro Humboldt. El primero, puso a la base del pensamiento de Bolívar los principios de la enciclopedia francesa, las ideas de Mostesquieu, Voltaire, Rousseau y el comunismo. Del segundo tuvo la influencia del ensueño de libertad republicana, en contacto con las logias y las sociedades secretas. Desde esta óptica se debe comprender el juramento del monte sacro de no dar paz a su brazo hasta emancipar su patria. Finalmente, del tercero recibió el optimismo que infundía las concepciones de Humboldt, y que éste, por medio de las conferencias que impartió a Bolívar, le incitó sus ansias de independencia. Cfr. P. DE LETURIA, El ocaso del Patronato real, 63-64.70-73.
  14. Cfr. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, Movimientos Pre-independientes Grancolombianos, 287-289.
  15. Fue en ese momento cuando se le vio a monseñor Coll y Prat pronunciar las siguientes palabras: «Señor, si Venezuela se gloría de haber entrado en el rango de las naciones, bien puede mi Iglesia venezolana tomar el suyo entre las iglesias católicas nacionales… El Estado se ha constituido y declarado libre e independiente de toda otra potencia temporal; sólo depende de Dios y mi Iglesia, verdadera hija… depende del Vicario de Cristo, el Romano Pontífice y del mismo Dios… Bajo estos sentimientos de religiosidad y patriotismo y de tranquilidad pública, en medio de la grey que Dios me ha confiado, es pues, Señor, que me allego a este acto político religionario…» R. VARGAS UGARTE, El episcopado en los tiempos de la emancipación sudamericana, 227-228.
  16. No obstante, esas ideas anti-eclesiásticas venían solo de Miranda y Bolívar, imbuidos en la filosofía enciclopedista de Europa y que aún no había penetrado en los próceres criollos como Juan Germán Roscio, Fernando Peñalver, Francisco Javier Yáñez, Felipe Fermín Paúl y Francisco Javier Ustáriz, quienes tuvieron mayor influjo en la constitución federal de 1811, hermanando sus ideas democráticas y republicanas con la fe tradicional. Cfr. P. DE LETURIA, El ocaso del Patronato real, 73-74.
  17. Cfr. R. VARGAS UGARTE, El episcopado en los tiempos de la emancipación sudamericana, 230-231.
  18. Cfr. P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, 1493-1835, 76-77.452-453.
  19. Cfr. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, Movimientos Pre-independientes Grancolombianos, 127-128.
  20. Ibídem, 138-139; R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 73.
  21. Cfr., R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, Movimientos Pre-independientes Grancolombianos, 139.
  22. Ya desde hacía varios meses el Canónigo Andrés Rosillos, en su declaración indagatoria manifestó: «la Villa del Socorro estaba en disposición de hacer movimiento y de hacer una junta con superioridad e independencia de Santa Fe». H. RODRÍGUEZ PLATA, La antigua provincia del Socorro y la Independencia, publicaciones editoriales, Bogotá 1963, 20-21.
  23. Cfr. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, Movimientos Pre-independientes Grancolombianos, 36-37
  24. Cfr. J. I. SARANYANA (dir.), Teología en América Latina, vol. 2/2, 231.
  25. Cfr. P. M. IBAÑEZ, «20 de Julio de 1810», en Boletín de Historia y Antigüedades 63 (1910), 131.
  26. Cfr. H. RODRÍGUEZ PLATA, La antigua provincia del Socorro, 17-18.
  27. R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 105-106.
  28. La invasión Napoleónica en España propició un cambio repentino que influyó muchísimo en los virreinatos, contribuyendo, de tal manera, a acelerar los procesos independentista, en las diversas regiones. Cfr. R. ARGAÑARAZ, «Un momento decisivo en las relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica», 65; A. G. ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, «La América virreinal y los procesos de independencia», 218-219.
  29. Los Cabildos fueron el origen del movimiento emancipador, fueron medios muy apropiados para hacer germinar la libertad, pues mantenían vivo cierto ideal democrático. Ellos fueron una viva encarnación de la autoridad cercana, representación inigualable de las nuevas repúblicas; fueron conformados, entre otras cosas, para «dirimir litigios de competencia, refrendar poderes, suplir vacantes, organizar o autorizar nuevos descubrimientos y pacificaciones y dar oportunos consejos a los gobernantes reales». R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 134-135.
  30. Cfr. H. RODRÍGUEZ PLATA, La antigua provincia del Socorro, 18.
  31. Afirma el sacerdote José Pascual Afanador testigo de aquellos sucesos: «Este proceso glorioso y que tanta sangre había costado a los socorranos impulsó de un modo irresistible la pasmosa Revolución del día 20 en Santafé; pues la noticia del triunfo obtenido por el pueblo del Socorro sobre sus opresores, llenó de temor y espanto a las autoridades españolas, y de confianza y valor a los republicanos que obraban en la capital del virreinato». H. RODRÍGUEZ PLATA, La antigua provincia del Socorro, 29.
  32. Cfr. Ibídem, 27-29; R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 143-144.
  33. Al estallar la independencia de 1810 se encontraba, el continente Americano, dividido en cuatro Virreinatos que eran, en su orden: Nueva España, Perú, Nueva Granada y La Plata; y siete capitanías así: Yucatán, Guatemala, Venezuela, Chile, Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo. Cfr. E. POSADA, «20 de julio de 1910», 131. Posteriormente, el Reino de la Nueva Granada contará con el Plan de Intendencias que fue elaborado por el arzobispo-virrey don Antonio Caballero y Góngora por real orden de Carlos III del 25 de marzo de 1783, dando lugar a siete intendencias, a saber: Santafé, Quito, Cuenca, Popayán, Cartagena, Guayaquil y Panamá. Cfr. M. LUCENA SALMORAL, «El informe perdido sobre el Plan de Intendencias en el Nuevo Reino de Granada», 237-238.242.
  34. Cfr. R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 146-147. Sin faltar a la verdad, se puede decir que la inadecuada entereza de don Antonio Amar y Borbón fue causa esencial de las revueltas del 20 de julio de 1810 en la Nueva Provincia de Granada. No obstante, su gobierno coincidió con una coyuntura en todos los ámbitos que era desfavorable y que vino a envolver a todos los individuos y a la sociedad tanto de Europa como americana. Cfr. R. Ibídem, 162.
  35. Cfr. H. RODRÍGUEZ PLATA, La antigua provincia del Socorro, 38.
  36. Cfr. R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 147.
  37. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, «La Iglesia y la independencia», 23.
  38. R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 147.
  39. Cfr. J. I. SARANYANA (dir.), Teología en América Latina, vol. 2/2, 232-233. Todo el desarrollo, dificultades y enfrentamientos de este periodo se puede analizar en C. RIAÑA, «Un concepto militar sobre la acción del 9 de enero de 1813», en Boletín de Historia y Antigüedades 621-623 (1966), 489-504; A. G. ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, «La América virreinal y los procesos de independencia», 219.
  40. P. DE LETURIA, El ocaso del Patronato real, 82-83.
  41. Cfr. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, «La Iglesia y la independencia», 23-25.
  42. Los detalles de este período se pueden consultar en L. LÓPEZ, «Para la historia de la Nueva Granada», en Boletín de Historia y Antigüedades 452-454 (1952), 271-292
  43. Todo lo relacionado con el principio del justo equilibrio, la organización de la Santa Alianza, el enfoque del Congreso de Viena y la influencia que ejercieron, en la restauración del gobierno español en las provincias de ultramar, se puede consultar en A. LÓPEZ V., Gregorio XVI y la reorganización de la Iglesia hispanoamericana, 132-138.
  44. Cfr. P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, época de Bolívar, 57.
  45. Cfr. R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 212-220.
  46. Cfr. P. DE LETURIA, El ocaso del Patronato real, 83-85; P. DE LETURIA, La Encíclica de Pio VII (30 de enero de 1816) sobre la revolución hispanoamericana, 469-470. Los detalles de este período se pueden consultar en L. LÓPEZ, «Para la historia de la Nueva Granada», 271-292.
  47. Cfr. R. M. TISNÉS JIMÉNEZ, «La Iglesia y la independencia», 25-27.
  48. Cfr. H. RODRÍGUEZ PLATA, La antigua provincia del Socorro, 491-492.
  49. Sobre algunos detalles de la Batalla de Boyacá, la manera como se fue dando y se vivió en Bogotá, se puede consultar en L. LÓPEZ, «Para la historia de la Nueva Granada», 292; L. MARTÍNEZ DELGADO, «Elogio de las mujeres de la Independencia y de la heroína Antonia Santos Plata», en Boletín de Historia y Antigüedades, 657-659 (1969), 376-382; S. E. ORTIZ, «Horas de conmoción vividas en Santa Fe de Bogotá a raíz del triunfo de las armas republicanas en Boyacá», en Boletín de Historia y Antigüedades 657-659 (1969), 399-417.
  50. No se puede perder de vista que uno de los ideales de Bolívar era conformar la gran Confederación de los nuevos estados. Ya en Angostura había propiciado una breve ley con fecha del 17 de diciembre de 1819, por la que se constituyó la República de Colombia, donde se integraba Venezuela a la actual Colombia. Pero el sueño del Libertador iba aún más lejos, pues proyectaba, aunque hubiera sido de momento, la Federación de la Gran Colombia (Colombia, Venezuela y Ecuador) junto con Perú y Bolivia, sobre la base de un Congreso General al igual que con unos gobiernos comunes que tuviera presidente y vicepresidente a la cabeza. Cfr. M. FRAGA IRIBARNE, «Bolívar y la idea federal», 380.385. Sin embargo, diez años más tarde, en 1829, Venezuela se separó, proclamándose independiente bajo la presidencia de Páez. Y un año más tarde, en 1830, se separó también Ecuador por gestión del general Juan José Flores, quedando Colombia sola y adoptando el nombre de Nueva Granada. Nombre que conservó hasta 1858, en cuyo año tomó el de Conferencia Granadina y que posteriormente cambió por el de Estados Unidos de Colombia por tres años y, finalmente, por el de República de Colombia, a partir de 1866. Estos cambios respondieron a las hondas transformaciones políticas de la vida agitada del Estado. Cfr. J. BECKER, La independencia de América, su reconocimiento por España, Tipografía de Jaime Ratés, Madrid 1922, 530-532; P. LETURIA, El ocaso del Patronato real, 104; J. I. SARANYANA (dir.), Teología en América Latina, vol. 2/2, 233. Bolívar ve desmoronarse, poco a poco, su gran ideal porque Inglaterra en asocio con Estados Unidos se oponen al ataque combinado de Colombia y México a Cuba; además, el gran proyecto de Confederación Hispanoamericana chocaba hondamente con las susceptibilidades y antagonismos de las naciones hermanas, de tal manera que el libertador con profundo dolor, ve deshacerse tristemente su más preciada obra hasta el punto de morir solo y abandonado en 1830 en la quinta Alejandrina. Cfr. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, época de Bolívar, 62-63.
  51. Cfr. S. E. ORTIZ, «Horas de conmoción vividas en Santa Fe de Bogotá», 401-404.
  52. El general Francisco de Paula Santander nació en la ciudad del Rosario de Cúcuta, Nueva Granada, en 1792. Sus estudios de derecho que había comenzado en el Colegio de San Bartolomé de Bogotá, los interrumpió en 1810 para incorporarse al ejército revolucionario como voluntario. En las varias batallas en las que tomó parte, dejó al descubierto del Libertador su seriedad y talento quien lo aprovechó para ponerlo al mando de un cuerpo del ejército. Es así como lo vemos cooperando en el triunfo de la batalla de Boyacá, obteniendo el grado de general de división en 1819, con apenas 27 años y, poco después, como vicepresidente interino de Nueva Granada. Más aún, el Congreso de Cúcuta, cuando estaba alrededor de sus treinta años, le nombró vicepresidente de la recién creada República de la Gran Colombia. En los primeros años de su mandato, no surge aún su antagonismo con Bolívar, pues Santander se plegaba a las ideas e ideales del Libertador. Cfr. P. LETURIA, El ocaso del Patronato real, 243-246. Sobre la crisis política entre Bolívar y Santander se puede consultar a R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 277-288. Para más detalles sobre la gesta del General Santander ver R. LIÉVANO, «Nuestro general Santander», en Boletín de Historia y Antigüedades 645-647 (1968), 352-356; A. GÓMEZ LATORRE, «Santander, fuerza y mito del Estado colombiano», en Boletín de Historia y Antigüedades 663-665 (1970), 371-376.
  53. Cfr. S. E. ORTIZ, «Horas de conmoción vividas en Santa Fe de Bogotá», 417.
  54. Sobre el patriotismo de las mujeres existe mucha literatura en este momento de la historia, pero no se puede negar que por muchos años, por más de un siglo, los historiadores colombianos se ocuparon poco en analizar la actuación de aquellas mujeres abnegadas en la lucha independentista. Para ver más concretamente su lucha valerosa, se puede leer a C. A. DÍAZ, «Las mujeres de la Independencia», in Boletín de Historia y Antigüedades, 645-647 (1968), 361-372; C. A. DÍAZ, «La heroína Antonia Santos Plata», en Boletín de Historia y Antigüedades, 657-659 (1969), 385-394; L. MARTÍNEZ DELGADO, «Elogio de las mujeres de la Independencia y de la heroína Antonia Santos Plata», 369-383; R. GÓMEZ HOYOS, La independencia de Colombia, 194-199.
  55. Cfr. J. M. SAMPER, Ensayo sobre las revoluciones políticas, 160-161.
  56. Cfr. H. RODRÍGUEZ PLATA, La antigua provincia del Socorro, 590.593.
  57. Cfr. P. DE LETURIA, Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, época de Bolívar, 59-60; G. MARTINA, «La prima missione Pontificia nell’America Latina», 152-153.

BIBLIOGRAFÍA

ANES Y ÁLVAREZ DE CASTRILLÓN, Gonzalo, Marqués de Castrillón. “La América Virreinal y los procesos de independencia”, en Boletín de la Real Academia de Historia. Prats, España: un estado plurinacional, Barcelona, Blume, 1978

BATEMAN, A. D. «Homenaje a la Legión Británica», en Boletín de Historia y Antigüedades 657-659 (1969)

BECKER, J. La independencia de América, su reconocimiento por España, Tipografía de Jaime Ratés, Madrid 1922

DE LETURIA, P. El ocaso del Patronato real en la América española; la acción diplomática de Bolivar ante Pío VII (1820-1823) a la luz del archivo vaticano. Ed. Razón y fe, Madrid, 1925.

DE LETURIA, P. Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, 1493-1835. Analecta Gregoriana. U. Gregoriana, Roma, 1959

DE LETURIA, P. Relaciones entre la Santa Sede e Hispanoamérica, época de Bolívar. Publicaciones de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, Caracas, 1959

ELÍAS ORTIZ, S. «Notas para la Biografía del Obispo José Cuero y Caicedo»

GÓMEZ HOYOS, R. La independencia de Colombia. Ed. MAPFRE, Madrid, 1992

GÓMEZ LATORRE, A. «Santander, fuerza y mito del Estado colombiano», en Boletín de Historia y Antigüedades 663-665 (1970)

IBÁÑEZ, P. M. «20 de Julio de 1810», en Boletín de Historia y Antigüedades 63 (1910)

LIÉVANO, R. «Nuestro general Santander», en Boletín de Historia y Antigüedades 645-647 (1968)

LÓPEZ V. A., Gregorio XVI y la reorganización de la Iglesia hispanoamericana. El paso del régimen de patronato a la misión como responsabilidad directa de la Santa Sede. Tesis de Historia Eclesiástica, Universidad Gregoriana, Roma 2004.

MARTÍNEZ DELGADO, L. «Elogio de las mujeres de la Independencia y de la heroína Antonia Santos Plata», en Boletín de Historia y Antigüedades, 657-659 (1969)

RAMOS PÉREZ, D. «Demetrio, A los dos siglos del viaje a España de Simón Bolívar», en Boletín de la Real Academia de la Historia 196, 1 (1999)

RODRÍGUEZ PLATA, H. La antigua provincia del Socorro y la Independencia, publicaciones editoriales, Bogotá 1963

SAMPER, J. M. Ensayo sobre las revoluciones políticas y la condición social de las repúblicas colombianas. Ed. Pensamiento positivista latinoamericano. Vol. I) Caracas

SARANYANA J. I. (dir.), Teología en América Latina, vol. 2. Ed. Iberoamericana, Madrid (2005)

TISNÉS JIMÉNEZ, R. M. Movimientos Pre-independientes Grancolombianos. Editorial e Impr. Salesiana, 1962

TISNÉS JIMÉNEZ, R. M. Caballero y Góngora y los comuneros. Ministerio de Educación Nacional, Instituto Colombiano de Cultura Hispánica, 1984

TISNÉS JIMÉNEZ, R. M. La Iglesia y la independencia. Ediciones Lerner, 1971

VARGAS UGARTE, R. El episcopado en los tiempos de la emancipación sudamericana, Editorial Huarpes, Buenos Aires 1945


JOHN JAIRO