NUEVO MUNDO. Primeras crónicas del Encuentro

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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MODOS DE ESCRIBIR LA HISTORIA

Hay dos modos de escribir la historia: la de los vencedores y la de los vencidos. La versión que sobre el descubrimiento, conquista y evangelización de América que nosotros conocemos, es generalmente la de los vencedores. Ellos imponen el nombre al continente, descubren nuevas tierras, conquistan imperios, etc...

La versión de los vencidos apenas la conocemos porque, carentes de escritura fonética no la escribieron, y solo se conoce a través de algunas tradiciones indígenas de hoy que es bueno escuchar, a través de los que criticaron la conquista y a través de algunos misioneros. Es lo que se llama el reverso de la historia, la otra cara de la moneda. Con ocasión del V Centenario del Descubrimiento se escribieron centenares de ensayos sobre el argumento de variado contenido, valor, apreciaciones y juicios, algunos infectados por una clara ideología de carácter «indigenista» totalmente fabricada para defender tesis preconcebidas.

Otros ensayos cayeron también en superficialidades donde presentaban al mundo aborigen-indígena de aquel Nuevo Mundo de manera «idílica y color de rosa», con generalizaciones inaceptables desde un punto de vista antropológico, ya que no existía una «América» unificada antropológicamente, sino un mosaico de formaciones antropológicas, étnicas, culturales y lingüísticas muy diferenciadas desde todos los puntos de vista, desde su estilo de vida, de su desarrollo técnico-cultural hasta sus expresiones de carácter político, social y religioso

El cristianismo llegó al Continente en su modalidad católica a partir de 1492 a través de la mediación española, y seguido mucho más tarde a través de otras mediaciones sea católicas (portuguesas y francesas) como protestantes, en sus versiones anglosajonas y holandesas de carácter anglicano o calvinista. De manera muy general, queremos hacernos eco de la versión católica, que fue la primera.

NOMBRES DEL CONTINENTE

Colón llamó a las tierras descubiertas «indias» porque pensó que había llegado a Asia. Murió en 1506 sin conocer explícitamente que había descubierto un nuevo Continente.

El día 4 de septiembre de 1504 Américo Vespucio, italiano de Florencia, escribe una extensa carta a su paisano Piero Sanderini, haciéndose eco de sus cuatro exploraciones a las costas de las tierras descubiertas y diciendo que se ha descubierto «un nuevo mundo, que no es Europa, ni Asia, ni África», es la «cuarta parte de la tierra».

En 1507 Martin Waldseemuler publicó su «Cosmografía e Introductio» en la que llamó a este continente «Americi Terra», es decir, «la tierra de Américo» que pronto se popularizó como América.

España y Portugal siguieron respetando el nombre que había dado Colón, «Indias», pero no orientales, sino occidentales. El término «indio» e «india» es para los nativos un nombre que les dan otros, pero no el nombre que el nativo ha escogido para sí. A ellos les gusta más que se les llame con el nombre de su propia etnia.

Con esta nueva realidad se debía admitir también que en estas tierras no se producía la canela, ni el clavo, ni la pimienta, ni las sedas, etc. Y que por tanto los naturales no eran comerciantes de estos productos. Por tanto, se desvanecía el objetivo de los viajes hechos por motivos comerciales con ánimo de llegar a Oriente.

Por otra parte, las condiciones de vida en las Indias eran duras, había grandes distancias entre España y ellas, se encontraron con culturas diferentes que no podían entender fácilmente, etc. Todo ello desilusionó a la Corona de tal forma que Carlos V llegó a pensar seriamente en abandonarlas. Pero el avance prosiguió debido a los conquistadores, nuevos pobladores europeos y misioneros.

CRONOLOGÍA DE LOS PRIMEROS ENCUENTROS

Primer momento: 1492-1503

La ocupación comenzó por la isla La Española; los primeros colonos lo pasaron mal. Tuvieron que soportar hambre, miserias, dependencias en auxilios de ultramar. Eso les obligó a enfrentarse entre sí y con los nativos. Los primeros colonos que dejó Colón murieron todos a manos de los indios.

La Isla estaba dividida en cinco cacicazgos. Los colonos atacaron a los nativos a veces para defenderse, a veces para expandirse. Algunos nativos murieron y otros fueron tomados como esclavos. La Corona protestó y solo se permitió la lícita esclavitud en «guerra justa». Entonces los colonos inventaron «entradas» que consistían en atacar a los indígenas para provocar la «guerra justa». Así desaparecieron algunos indígenas, otros fueron reducidos a encomiendas, otros murieron a causa de enfermedades nuevas, por ejemplo, la viruela. Otros se suicidaban. Nos dice el historiador Oviedo “que muchos de ellos se mataban con ponzoña para no trabajar”. Finalmente, otros pudieron huir a las montañas, libres del alcance de los colonizadores.

A pesar de los tropiezos y dificultades, la población española prosperaba y los indígenas venían a menos. Hasta entonces los indios habían sido los únicos dueños de estas tierras con sus tradiciones, su cultura, sus estilos de vida, etc., distintos según los grupos humanos, y desde entonces, se imponen otros amos con otro estilo de vida, otra política, otra cultura. Así son todas las revoluciones y conquistas.

Los primeros indígenas con quienes tropezaron los españoles en las Antillas fueron los Siboneyes; en las Grandes Islas los Tainos, y en las Antillas Menores el de los Iñeris y los Caribes. Colón llamó a los Tainos «indios mansos», en contraste con los Caribes a los que los cronistas describen como «bravos y antropófagos». La historia de la composición antropológica de estos grupos es bastante diversificada. Se recuerdan entre otros los Siboneyes cubanos, los Lucayos, los Subtaínos, los Caboneyes haitianos, los Ciguayos y otros grupos de la familia de los Tainos y de los Caribes.

La pacificación de la isla de Santo Domingo tardo muchos años. De la Española pasan a otras Antillas como Puerto Rico, Cuba, Jamaica, y hacen otro tanto para someter a los indígenas. Entre los mismos españoles no se entienden y hay peleas entre ellos para intentar el poder. De las Islas del Caribe pasan a tierra firme buscando un paso que los lleve a Oriente. Recorren las Costas de Honduras por el norte, el golfo de Urabá por el sur. Entran a los puertos de Nombre de Dios y Belén en Veraguas (Panamá) y no encuentran ningún paso. Finalmente, en el Golfo de Urabá, Alonso de Ojeda fundó el fuerte de San Sebastián, que más tarde es destruido por los indígenas. De esta época aparecen en escena hombres famosos como Rodrigo de Bastidas, Nicuesa, Enciso, Vasco Núñez de Balboa, Gil González Dávila.

Segundo momento: 1510-1519

En la historia de los descubrimientos, conquistas y gestas españolas en el primer siglo de la historia hispano-americana, la lista de los personajes con historias importantes, con sus luces y sus sombras, aspectos discutidos y otros valorados, es abundante y constituye un mosaico de figuras de primer orden en la historia de descubrimientos, conquistas y comienzos de la «criollización» del continente hispanoamericano. Aquí solamente reseñamos algunas de las figuras, consideradas como puntos de referencia en esta historia.

Comenzamos refiriéndonos a la Tierra Firme de lo que hoy es Panamá y Centro América. Enciso, Pizarro, Balboa, Almagro, y otros fundan la primera ciudad de Tierra Firme en Santa María la Antigua del Darién. Allí Balboa oye hablar a los nativos de otro mar y de otro imperio grande y decide ir a su encuentro. Ayudado por los indígenas atraviesa la selva, la cordillera, pueblos indígenas enemigos y llega a la «Mar del Sur» el 29 de septiembre de 1513. Desde ese mar partirán muchas de las expediciones a todo el sur del continente.

El mismo Balboa se dispone a ello; funda Acla en el Atlántico; construye barcos que hace trasladar desarmados por encima de las montañas del Istmo hasta las costas del Pacífico. Habiendo llegado un nuevo gobernador, Pedrarias, le somete al regular «juicio de residencia», según el derecho castellano en vigor, con el resultado de su condena y decapitación en el 1519. La figura de aquel gobernador, Pedro Arias Dávila, apodado Pedrarias Dávila, es objeto de severos juicios por su comportamiento.

Educado en la corte de Juan II de Castilla, padre de Isabel la Católica, ya se había distinguido en España en la campaña de Granada. En el año de 1513, Fernando el Católico pensó en una expedición de conquista y colonización que fuera la más numerosa e importante de todas cuantas se habían hecho hasta entonces, y el mando de tal empresa lo encomendó a uno de los mejores comandantes que tenía su reino: Don Pedro Arias de Ávila, a quien nombró «Gobernador y Capitán General» de Tierra Firme de la región que en adelante se llamaría «Castilla del Oro», sucediendo en el mando a Nicuesa el 27 de julio de 1513.

Todo lo concerniente a la expedición y a la colonización fue minuciosamente reglamentado por una serie de Reales Cédulas, dos de las cuales se refieren a Vasco Núñez de Balboa. En estas Cédulas se ordena a Pedrarias someter a Vasco Núñez de Balboa a «juicio de residencia», enumerándose en su contra una multitud de cargos por los que fue condenado y ejecutado.

La expedición al mando de Pedro Arias de Ávila había partido el 11 de abril de 1514 de San Lúcar (puerto cercano a Cádiz) componiéndose de veintidós barcos, más de mil hombres capitaneados por el propio Pedrarias quien antes de salir había hecho testamento; lo acompañaban su esposa, dos hijos y numerosa servidumbre; actuaba de piloto mayor, Juan de Serrano. Llegó a Santa María de la Antigua en Panamá el 30 de junio del mismo año, transportando entre otros a famosos descubridores y conquistadores como: Hernando de Soto, Diego de Almagro, Sebastián de Benalcázar, Fernández de Oviedo, Bernal Díaz del Castillo, Gaspar de Morales, Martín Fernández de Enciso, Juan Vespucio y al primer Obispo de Castilla del Oro, Fray Juan de Quevedo, predicador de su Majestad el Rey Católico.

En Centro América fue nombrado gobernador del Darién. Desde este territorio organizó varias expediciones que recorrieron los actuales territorios de Nicaragua y Costa Rica. Pese a lo desastrosa que fue la administración de Pedrarias en Panamá por su prepotencia y sus acciones que le valieron un «juicio de residencia», sus influencias en la Corte le permitieron salir adelante e incluso hacer que se le nombrara primer Gobernador de Nicaragua en junio de 1527, a donde se trasladó a fines de marzo de 1528. Cuando Pedrarias llegó a León de Nicaragua tenía ya más de ochenta años, pero lleno aún de energía y pasiones, pese a sus quebrantos de salud. Su primera decisión fue juzgar, condenar y decapitar al fundador de León y Granada, el capitán Francisco Hernández de Córdoba, como había hecho ya antes en Panamá con su yerno Vasco Núñez de Balboa, desposado con una de sus hijas. Pedrarias trajo de Panamá a Nicaragua ganado vacuno, bovino, porcino y mular, así como otros animales domésticos, granos e implementos agrícolas. Se esforzó por precisar los límites de su gobernación; con él se inicia para Nicaragua el período propiamente colonial.

La ciudad de León dejó de ser una desordenada «barracopolis» y se comenzó la construcción de una ciudad al modo de España. Su gobierno fue extremadamente duro, cometiendo innumerables injusticias con la población indígena. A pesar de sus enfermedades continuó en el gobierno hasta su muerte el lunes 6 de marzo de 1531, a la edad de 90 o 91 años. En carta de Castañeda al Rey informándole la muerte de Pedrarias le dice que “su muerte [se debía a la] vejez y pasiones y enfermedades que tenía”. Su entierro tuvo lugar en el monasterio de Nuestra Señora de la Merced de la ciudad de León, aunque en su testamento había expresado su deseo de que fuera en el Monasterio de Santa María de la Merced de Segovia en España.

Mientras en el Atlántico seguían las exploraciones y Vicente Yáñez Pinzón, con Juan Diaz de Solís, habían avanzado hacia el Sur hasta el rio Colorado, es decir, donde empieza la Patagonia. Eran los años 1508 y 1509. La expedición de Solís es la primera que documenta con certeza el descubrimiento del Río de la Plata. Fue realizada al mando del piloto mayor Juan Díaz de Solís, entre 1515 y 1516, por orden del rey Fernando «el Católico», con la intención de llegar a las islas Molucas descubriendo un paso entre los océanos Atlántico y Pacífico. Se vio frustrada por la muerte de Díaz de Solís en el río de la Plata, debiendo la expedición retornar a España.

Juan Díaz de Solís realizó la formal toma de posesión para España de los territorios que le correspondían al sur del Brasil de acuerdo al Tratado de Tordesillas. Una narración de la expedición de Solís fue realizada más tarde por el cronista mayor de Indias, Antonio de Herrera, nombrado por el rey Felipe II en 1596 para investigar en los archivos los diversos hechos de las exploraciones, descubrimientos y conquistas. Herrera publicó en 1601 la «Historia General de las Indias Occidentales», comprendiendo los sucesos ocurridos hasta 1531, entre los cuales se halla la citada expedición de Solís. Por ello, queda históricamente documentado que, en el 1515, Diaz Solís descubre la desembocadura del Rio de la Plata, muriendo asesinado por los indígenas.

En 1518 Magallanes, se ofrece a Carlos I-V para el servicio de Castilla-León. El 10 de agosto emprende viaje para Oriente por el polo sur, atraviesa el estrecho que lleva su nombre, entra en el mar del sur al que denomino «Pacifico» por su aparente mansedumbre; el 6 de marzo de 1520 llegan a las islas de los Labradores, hoy llamadas «Marianas» y poco después descubre el Archipiélago que más tarde se llamaría Filipinas. Magallanes muere en las Islas de Mactán en una batalla contra los aborígenes.

El 9 de noviembre llegan a las islas de las Molucas. Allí encuentran las especias que tanto buscaban. Desde allí se decidió continuar la travesía al mando de Juan Sebastián Elcano, por la ruta portuguesa de circunvalación al África, quien llegó a Sanlúcar de Barrameda (Andalucía) en la boca del Guadalquivir el 6 de septiembre de 1522. Era la primera vez que se daba la vuelta al mundo. Se había llegado a las islas orientales caminando hacia Occidente como quería Colón. La tripulación había mermado de tal manera que de 237 hombres que salieron en la expedición volvieron solamente 18. La nueva ruta era tan larga que no era aprovechable comercialmente.


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