OAXACA; Arquidiócesis

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La Arquidiócesis de Antequera Oaxaca, originalmente se llamó «Diócesis de Antequera», siendo creada el 21 de Junio de 1535 por bula del Papa Paulo III a petición del Rey de España y Emperador del Sacro Romano Imperio Carlos I-V. Su primer obispo fue Juan López de Zárate. La Diócesis de Antequera fue erigida a partir de los territorios de la original Diócesis de Tlaxcala, con sede metropolitana en la Arquidiócesis de Sevilla España, hasta 1546 cuando se traslada a la actual Arquidiócesis Primada de México.

Al ser creada Diócesis de Antequera contaba con un territorio inmensamente grande, superior a lo que actualmente es el estado de Oaxaca. Del territorio inicial, conforme avanzó el tiempo se fueron erigiendo nuevas diócesis, restándole territorio.

El 19 de marzo de 1539 se crea la Diócesis de Chiapas, ahora de San Cristóbal de las Casas, por decisión del Papa Paulo III, es la quinta diócesis más antigua de México, aunque en ese año pertenecía al Reino de Guatemala, según la división política del Imperio español de entonces. Anteriormente la ciudad de San Cristóbal se llamó «Ciudad Real de Chiapas»; actualmente esta Diócesis de San Cristóbal es sufragánea de la Arquidiócesis de Tuxtla Gutiérrez.

El 19 de marzo de 1863 se crea, con territorios de la Diócesis de Antequera, la Diócesis de Veracruz, actualmente Arquidiócesis de Xalapa. El 23 de junio de 1891 se crea la Diócesis de Tehuantepec con territorios de la Arquidiócesis de Antequera. El 23 de Junio de 1891 se convierte en sede metropolitana la Ciudad de Oaxaca cuando por decisión del Papa León XIII la Diócesis de Antequera es elevada al rango de Arquidiócesis. Su primer Arzobispo fue Don Eulogio Gregorio Guillow y Zavalza.

El 13 de noviembre de 1903, se crea la Diócesis de Mixteca, actualmente llamada «Diócesis de Huajuapan de León», sufragánea de la Arquidiócesis de Puebla de los Ángeles. El 13 de enero de 1962, es creada la Diócesis de Tehuacán por el Papa San Juan XXIII, siendo en la actualidad sufragánea de la Arquidiócesis de Puebla. El 8 de octubre de 1972, el Papa San Paulo VI crea la Prelatura territorial de Huautla, cuya sede es Huautla de Jiménez. El 8 de noviembre del 2003, el Papa San Juan Pablo II crea la Diócesis de Puerto Escondido.

Como podemos notar, del territorio inicial de la Diócesis de Oaxaca, se crearon siete nuevas diócesis, de las cuales actualmente tres siguen siendo sufragáneas a la Arquidiócesis de Antequera Oaxaca: Diócesis de Tehuantepec, Prelatura territorial de Huautla y Diócesis de Puerto Escondido. Se agregan dos más, para ser en total cinco las diócesis sufragáneas.

El 21 de diciembre de 1964 el Papa San Pablo VI crea la Prelatura de Mixes, con sede en San Pedro y San Pablo Ayutla y asignó al principio su administración a prelados Salesianos de Don Bosco; lo cual no hay que confundirlo con lo que antiguamente se llamaba “ius commissionis”, que dejó de existir en el Derecho de la Iglesia con el Vaticano II y la reforma del Código de Derecho Canónico. Fue creada a partir de territorio de la Diócesis de Tehuantepec. El 8 de Enero de 1979, el Papa San Juan Pablo II creó la Diócesis de Tuxtepec, con territorios de la Prelatura de Huautla.

La tarea de la evangelización en tierras oaxaqueñas fue sobre todo obra de los religiosos dominicos, quienes construyeron con trabajo indígena básicamente, monumentales conventos que recorren la conocida ruta dominica con parroquias, templos y conventos de arquitectura virreinal; un itinerario de México a Guatemala atravesando la Mixteca, el Valle de Oaxaca y Tehuantepec. Los frailes están en los albores de la nueva civilización oaxaqueña ya que en su entorno se formaron núcleos de población, de cultura y espiritualidad de la nueva sociedad.

En los conventos se advierte el estilo del siglo XVI: atrio, templo, claustro y huerta; se vieron enriquecidos por pinturas murales, retablos, tablas y óleos, esculturas y órganos, muebles, vasos sagrados e indumentaria religiosa. Ahí, valiéndose de recursos didácticos como la música, la pintura y la danza, los frailes enseñaron a los indígenas lo básico del mensaje cristiano.

Los frailes también aprendieron las lenguas indígenas de esa zona (zapoteco y mixteco) y escribieron diccionarios, catecismos, gramáticas, devocionarios y sermones. Los nombres de Fray Gonzalo Lucero, Fray Jordán de Santa Catalina, Fray Juan de Córdoba y fray Bernardino de Minaya se cuentan entre los más ilustres de la comunidad de fraile dominicos o predicadores, como se conocen, que llegaron a Oaxaca.

Cabe mencionar la carta del obispo fray Juan López de Zárate, escrita el 30 de mayo de 1544 donde muestra lo que era la ciudad de Antequera en ese tiempo; anotaba la falta de sacerdotes, la gran extensión de la diócesis «que bien podía dividirse en tres». El obispo para remediar esto, junto con los de México y Tlaxcala, consiguió cedula del emperador Carlos donde se mandaba que los religiosos residieran y edificaran conventos en los pueblos de los indios a costa de sus encomenderos.

El testimonio del trabajo apostólico y misionero de los primeros evangelizadores dominicos se refleja no sólo en la presencia cultural de usos y costumbres sino también en el testimonio material de diversos conventos y templos que perduran en la diócesis. Cabe resaltar que la eficacia de la primera evangelización dependió más de lo comprometidos que estaban los frailes en su misión, su entrega al recorrer extensos territorios y de su valor por defender al indígena.

La opulencia de la Nueva España se manifiesta en la intensa actividad constructiva y se desborda en la magnificencia del barroco; fue entonces que en Antequera se construyeron: la Capilla del Rosario en el Templo de Santo Domingo de Guzmán, una de las obras de arte barrocas más excelsas de todo el continente americano por su riqueza artística; el templo de la Soledad por la presencia milagrosa en 1620 de la imagen de nuestra Señora de la Soledad; el templo de San Agustín y la de Consolación en la segunda mitad del siglo XVII; centros importantes de las devociones oaxaqueñas.

El siglo XVIII fue el siglo de las reformas políticas y económicas modernizadoras emprendidas por los reyes borbones con mentalidad de corte liberal. Para 1800, México se había convertido en un país de extraordinaria riqueza, pero también reinaba en muchos de sus ámbitos una notable pobreza, pues la mayoría de la población estaba adscrita a las haciendas de criollos y peninsulares ya radicados en la Nueva España y en las comunas; algunos españoles peninsulares y criollos privilegiados monopolizaban el poder político y económico; tales condiciones de desigualdad social, económica y política, acumularon tensiones y descontento.

Se desarrolla una mentalidad ilustrada, que también influida por corrientes ideológicas de la ilustración y que luego se abren paso en hechos como la independencia de los Estados Unidos y la revolución francesa influyen poderosamente en un sector del mundo de los criollos con la idea de alcanzar una autonomía e independencia aduanera y económica primero y política luego, que explota con fuerza cuando las tropas napoleónicas invaden la España peninsular y despojan a los Reyes de España del trono en 1808, dando lugar a lo que se llama la guerra de la independencia, que de España, pasa a todos los Dominios del Imperio español americano.

Las independencias de Hispanoamérica fueron históricamente obra de los criollos, apoyados en los comienzos sobre todo por Inglaterra, y en el caso de México por los mismos Estados Unidos que se habían independizado de Inglaterra, precisamente con la ayuda de Francia y de España, aliadas en un «pacto de familia» (los Borbones) contra Inglaterra, su secular enemiga.

MONS. JORGE ANTONIO PALENCIA RAMÍREZ DE ARELLANO