OAXACA; Proceso de la Evangelización

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Contexto geográfico, histórico y religioso.

La religión católica fue conocida en Oaxaca poco tiempo después de la entrada de Hernán Cortés en la capital de México, pero su arraigo en el pueblo indígena requirió largos años de evangelización.

En este largo proceso de arraigo de la fe cristiana, se encuadra el martirio de dos catequistas y «fiscales» indígenas zapotecas: Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, ocurrido en la región de los Cajonos, actual Estado de Oaxaca (México), en el año de 1700.

Es necesario presentar en largos rasgos el contexto ambiental en el que se desarrolló este acontecimiento, tanto en lo geográfico e histórico, como en lo religioso, para apreciar con claridad lo que significó para estos catequistas-fiscales indígenas testificar hasta el martirio la fe recibida.

Ambiente geográfico

Oaxaca se localiza al sur de la República Mexicana, limita al norte con Puebla y Veracruz, el este con Chiapas, al sur con el océano Pacífico y al oeste con Guerrero. Su superficie es de 93,952 Km.², que corresponde al 5% del área del país. Se encuentra dentro de grandes provincias fisiográficas: la de la «Sierra Madre del Sur», que es la más extensa y se localiza a lo largo de la costa con dirección noroeste a sudeste hasta llegar al Istmo de Tehuantepec.

Su longitud es de 1,200 Km., su anchura promedio de 150 Km. y su altura media de 2,000 metros sobre el nivel del mar. En la entidad recibe el nombre de «Sierra de Miahuatlán». La región del Istmo de Tehuantepec se localiza al oriente del Estado. En ella se encuentra la Sierra del Niltepec o Atravesada, que tiene una longitud de 250 Km. y elevaciones menores de 650 m. La región de la Sierra Madre Oriental cruza parte del norte del Estado y sigue una dirección de noroeste a sureste. Su anchura media es de 75 Km. y su longitud de 300 Km.

Recibe diversos nombres locales de norte a sur: Sierra de Tuxtepec, de Juárez, Villa Alta y de Mixes. La altitud promedia es de 2,500 m., pero algunas cimas llegan a los 3,000 m. En esta región se encuentra el nudo de Zempoaltépetl, serie de sierras muy elevadas que radian en muy variadas direcciones.

La región de los «Valles Centrales» se localiza en la porción centro-oeste del Estado. Esta región tiene una superficie de 1.400,000 hectáreas y abarca ocho distritos. Esta provincia se encuentra rodeada por diversas sierras que la protegen de los ciclones y de los vientos huracanados que afectan el resto del Estado. Por último, al occidente de la entidad se localiza la región de la «Cuenca del Balsas», la cual está separada de la región de los valles centrales por la Sierra de Nochistlán. Las sierras de esta zona están muy erosionadas.

El Estado se localiza en una zona de alta sismicidad. El litoral es bajo y arenoso y cuenta con algunos acantilados de poca elevación. Las zonas montañosas presentan bosques de pino y encino en las partes más elevadas, y bosques de encino en las laderas. En la parte de las costas y el centro, la vegetación es de selva baja caducifolia.

Debido a las diversas formas del relieve y a la influencia que la circulación de los vientos ejerce sobre el Estado, existe gran variedad de climas. A lo largo de la zona costera hay clima tropical con lluvias de verano. En el centro del Estado predomina el clima templado con lluvias de verano, pero hay manchones de clima seco estepario en los que la temperatura aumenta. En las sierras, el clima predominante es el templado con lluvias todo el año. En el nordeste de la entidad, debido a la influencia de los vientos húmedos del Golfo, el clima es tropical con lluvias de monzón, y en algunas porciones tropical con lluvias todo el año.

Dentro de esta sierra se encuentra el pueblo de San Francisco Cajonos, perteneciente al Distrito de Villa Alta, está comprendido entre los 17º 12' de latitud norte y 2º 55' de longitud este del meridiano de México. Su extensión comprende un poco más de 16 Km., está situado a 1700 m. sobre el nivel del mar y su distancia de la ciudad de Oaxaca, capital del Estado, es aproximadamente de 100 km.

Confina al oriente con San Juan Bautista Yalalag o Villa Hidalgo, al poniente con San Pedro Cajonos, al noreste con Yatzachi el bajo y el alto, al norte con Zoochila y Zoochina, al sur con Sto. Domingo Xagacía y al sudeste con San Pablo Yaganiza. Se encuentra rodeado por los siguientes cerros: «la Mesa» al oriente, «la Cáscara» y «la Cruz del Milagro» al poniente, «del Gavilán» al sur y «del Agua» al sudeste. Su clima es templado y frío por ser dominante el viento del norte. En esta zona se habla actualmente el zapoteco de la sierra y el español.

Diversidad cultural y lingüística

Oaxaca es como una hoja de papel estrujada por sus montañas y serranías. Su variada y escabrosa fisionomía ha contribuido a la separación espacial de las poblaciones humanas, permitiendo el florecimiento de la diversidad y la emergencia de un mosaico de grupos étnicos y lingüísticos.

Para proporcionar una visión un poco más clara que nos ayude a comprender la situación cultural concreta de Oaxaca, enumeraremos a continuación una división por regiones, aunque tendremos que tomar en cuenta que no necesariamente existe correlación entre las regiones geográficas y los grupos étnicos y lingüísticos, porque es común encontrar grupos que ocupan varias zonas ecológicas diferentes, que pueden extenderse en distintas regiones geográficas para tener acceso a una variedad de ambiente, recursos y productos.

El «Valle de Oaxaca» en el centro del Estado, comprende el área más amplia de terreno plano en los altos de Oaxaca. Aquí se encuentran Monte Albán, Mitla y la capital del Estado, la ciudad de Oaxaca. Este valle se divide en subáreas: el Valle de Etla, el Valle de Tlacolula, el Valle de Zimatlán, Ocotlán, Ejutla y Miahuatlán.

La «Mixteca Alta » es una región montañosa al oeste del Valle de Oaxaca, está conformada por numerosos valles pequeños, incluyendo el Valle de Nochistlán, que ha constituido el centro de varias investigaciones arqueológicas. La «Mixteca Baja», área montañosa pero más baja, más calurosa, más rocosa y más árida que la Mixteca Alta, está al extremo oeste de Oaxaca y se continúa en el Estado de Guerrero. También está dividida en muchos valles pequeños.

La «Mixteca de la Costa», área relativamente baja y montañosa en el rincón sudoeste de Oaxaca, incluye el extremo poniente de la costa: cálida y árida. La Costa en la franja sur del Estado que colinda con el Océano Pacífico, en general es una región calurosa y seca, cortada por grandes ríos que nacen en los altos.

El «Istmo de Tehuantepec» incluye la extensa planicie costeña y las montañas bajas entre Tehuantepec, Oaxaca y Coatzacoalcos, Veracruz.

La «Sierra del Sur» forma un área no bien definida entre la costa en el sur y el Valle de Oaxaca y la Mixteca Alta en el norte.

«Las Chimalapas» en el extremo este de Oaxaca, constituye un área montañosa que colinda en el norte con el estado de Veracruz, en el este con el estado de Chiapas y en el sur con la planicie costeña y el Océano Pacífico.

La «Región Mixe» incluye las montañas al este y al nordeste del Valle de Oaxaca y algunos valles bajos, colindando con el Istmo.

La «Sierra Zapoteca» o «Sierra Juárez», es la región montañosa al norte del Valle de Oaxaca. Aquí se localiza el pueblo de San Francisco Cajonos.

La «Chinantla», incluye las montañas del extremo norte de la Sierra Zapoteca y también los valles y el pie de monte que bajan hacia la costa del Golfo en Veracruz.

La «Mazateca» incluye los altos y los valles del pie de monte, inmediatamente al noroeste de la Chinantla. Las montañas al poniente de la región Mazateca, en el extremo noroeste de Oaxaca, forman parte de una cadena orientada nordoeste-sudeste en los Estados de Puebla y Veracruz. Actualmente en esta zona predomina el idioma náhuatl.

«La Cañada» es el cañón profundo, incluyendo las laderas montañosas que lo definen entre la Mixteca Alta al poniente y las regiones Mazateca y Zapoteca al este.

En tiempos de la conquista española existían por lo menos 16 grupos étnicos y lingüísticos en Oaxaca, y casi todos continúan vigentes hoy día. Se puede decir que hasta cierto punto, los grupos étnicos de Oaxaca tienen patrones que a veces se hacen borrosos entre sí; pero en cambio las lenguas son más objetivas y sirven como un criterio claro para diferenciar unos grupos de otros.

Es oportuno mencionar que los grupos prehispánicos de Oaxaca no se formaron aisladamente, intercambiaban materias primas, productos terminados, técnicas e ideas con grupos vecinos, y también participaban en los cambios mayores en Mesoamérica a través de diversas interacciones.

Oaxaca está situada en el centro de Mesoamérica, que comprende el área geográfica desde el centro de México hasta América Central, donde surgieron las antiguas grandes civilizaciones. En términos generales, Mesoamérica se divide en cinco áreas: México Central, el Occidente, la costa del Golfo, Oaxaca y el área Maya.

De importancia especial con relación a Oaxaca son los grupos prehispánicos al noroeste de Oaxaca, incluyendo el Valle de Tehuacán, Puebla, Tlaxcala y la Cuenca de México. Este último es bien conocido por ser la región que incluye Teotihuacán, Tula y Tenochtitlán, la capital de los Aztecas. Al norte de Oaxaca están Veracruz y la costa del Golfo, mejor conocidos como el corazón de la cultura Olmeca. Los Mayas florecieron al este de Oaxaca, en Chiapas, la península de Yucatán, Guatemala y más allá.

Esta interacción equilibró la diversidad cultural engendrada por la separación geográfica de Oaxaca prehispánica. Y es así como el juego de las dos tendencias, diversidad y unidad, contribuyó a la formación de los pueblos y las culturas de Oaxaca antigua.[1]

Contexto social de la primera evangelización

En la historia de la Iglesia, algunos pueblos se han sucedido en el papel de conductores de la vida eclesial. En los siglos XV a XVII tal fue la vocación de España. Efectivamente, la reforma y la restauración salieron de España motivadas por diferentes factores; entre ellos se encuentra la extraordinaria obra de los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, que con sus sucesores hicieron de España una gran potencia Europea.

Isabel, mujer educada en el Humanismo, profundamente piadosa, virtuosa y de costumbres intachables, fue mérito suyo que el auge político de España fuera de la mano con el religioso.[2]Dentro de la gran expansión española por conquistar nuevas tierras, de lo cual también los portugueses son émulos de los españoles, se encuadra el tema de los descubrimientos y conquistas.

Tanto el Papa como los Reyes Católicos deseaban extender el cristianismo en las nuevas tierras descubiertas. La preocupación por mantener la unidad y la pureza de fe católica llegó algunas veces a la dureza. En el año de 1492 fueron expulsados del territorio Español los judíos, y el peligro que representaban los falsos conversos y mahometanos era vigilado con desconfianza por la inquisición.

El reino de Granada, último reducto del dominio árabe en la Europa occidental después de 800 años de dominación, fue conquistado por los Reyes Católicos en enero de 1492; pero el peligro turco asediaba a Europa continuamente.

La reforma y la restauración

Dos grandes cardenales de la Iglesia dirigieron, uno después de otro, la vida eclesiástica española.[3]En 1473 Don Pedro González de Mendoza fue nombrado cardenal y canciller de Fernando e Isabel, y en 1482 Arzobispo de Toledo y primado de España. Fue un gran pastor de almas, compuso un catecismo, fundó muchas instituciones pías y construyó magníficos edificios religiosos.

Era el tiempo del primer renacimiento español, conocido con el nombre de «estilo plateresco», por la finura de sus elementos decorativos. A su muerte en 1495, Mendoza tuvo por sucesor a Francisco Jiménez de Cisneros, confesor de Isabel, que había de superarle en importancia.

Ante todo, fue un gran promotor de los estudios y en 1500 fundó la Universidad de Alcalá. En la ciencia bíblica es conocido como editor de la primera políglota en 1514.[4]Francisco Jiménez de Cisneros contó con el apoyo decidido de doña Isabel, ya que esta restauración fue una de las empresas más notables del reinado de los Reyes Católicos. Aunque no se cortaron todos los abusos, en general la disciplina eclesiástica quedó rejuvenecida, y a ello contribuyó la actividad desplegada por el Cardenal Jiménez de Cisneros.

De allí brotó aquella magnífica floración de vida ascética, monástica y religiosa, de grandes santos y de escritores ascéticos y místicos del siglo XVI, continuada todavía a lo largo del siglo XVII (el siglo de oro de la literatura, de las artes y de la vida eclesial española). De allí brotó la primera ola de evangelización en el Nuevo Mundo y en concreto para México y para Oaxaca particularmente.

Como ejemplo, basta mencionar que durante el siglo XVI la teología española ocupó el lugar que en la Edad Medía había tenido París, destacándose especialmente los dominicos, y hacia fines del siglo también los jesuitas.

Ante todo España era en aquel tiempo una tierra de santos; estrellas de primera magnitud son, además de San Ignacio de Loyola (+1556) y San Francisco Javier (+1552), los dos reformadores de la Orden Carmelita: Sta. Teresa de Jesús (+1582) y San Juan de la Cruz (+1591). Junto a ellos se alinean los franciscanos San Pedro de Alcántara (+1562) y San Pascual Bailón (+1592), el agustino Sto. Tomás de Villanueva (+1555), San Francisco de Borja, duque de Gandía antes de su ingreso en la Compañía de Jesús (+1572); y el doctor de la Iglesia San Juan de Ávila, que influirá notablemente en el Concilio de Trento con sus discípulos; es llamado también el «apóstol de Andalucía» (+1569).([5])

Primeros misioneros

El precursor de la evangelización en México fue el Padre Bartolomé Olmedo, mercedario: “el primer apóstol de la Nueva España”, quien junto con el Padre Juan Díaz, fueron los primeros gérmenes aunque sin plan preciso, de la obra evangelizadora en México.[6]

El Padre Juan Díaz acompañó a Francisco de Orozco en la expedición por Oaxaca, y fue quien celebró ahí la primera misa el 25 de noviembre de 1521.

Fray Francisco de Burgoa narra lo siguiente: “El ejército español no trajo más sacerdote que un padre clérigo, de ánimo y de buen espíritu por capellán, y decíales misa cuando había oportunidad y la primera que dijo en este valle fue estando alojado el campamento después del río, en la ladera del cerro que llaman de Chapultepec, donde se pobló después Sta. Ana: el 25 de noviembre de 1521 llegó Orozco al valle de Oaxaca, ocupando los terrenos del que hoy se llama pueblo de Sta. Anita, situado en la margen derecha del Atoyac y sobre la falda septentrional del Monte Albán;[7]se hizo una enramada y se puso el altar portátil debajo de un árbol grande que echa unas vainillas muy coloradas y dentro una semilla de malísimo olor y muy caliente, cómenla por regalo los indios con el agua de chile y llámanla los mexicanos Guaxe, y por esta planta y primer plaza que ocuparon, pusieron a este sitio el nombre de Guaxaca, y después Antequera y ciudad, por lo que se parece en el sitio y vecindad a la noble de Andalucía: y con esta ocupación de decir misa y confesar a los soldados tenía el buen sacerdote satisfecha a su obligación, sin tener lugar, él ni otro, de entrar por los pueblos a predicar, ni enseñar la doctrina para bautizar a los indios; y en parte fue conveniente para que perdiesen el miedo y el terror con que miraban a los huéspedes”.[8]

El Padre José Antonio Gay refiere en su libro «Historia de Oaxaca»[9]lo siguiente: “Torquemada dice que los franciscanos recorrieron la provincia de los zapotecas enseñando la fe aun en Tehuantepec, siendo en consecuencia del número de los primeros sacerdotes que admiraron la magnificencia de los palacios de Mitla, de que da alguna noticia. Semejante aseveración no es del todo improbable, pues desde 1524, que los franciscanos llegaron a México con el P. Valencia, hasta 1528 en que fueron a Oaxaca los dominicos, tiempo hubo para que los primeros prolongaran sus viajes apostólicos hasta los zapotecas, de quienes se sabía que eran numerosos y que los principales se mostraban dóciles a los españoles. [...]

Pero Burgoa da fe de que ningún vestigio quedaba del paso de los franciscanos, y que antes [y que más bien], de los documentos antiguos que tuvo a la vista, se deducía claramente que nunca habían estado en Tehuantepec antes de los religiosos de Sto. Domingo. Los primeros que, sin duda alguna, trabajaron en la propagación de la fe católica entre los pueblos zapotecas fueron estos últimos religiosos”[10]

Las Ordenes misioneras

En particular las Órdenes de Santo Domingo y de San Francisco habían ganado alto prestigio con el ejercicio del apostolado llevando a cabo grandes gestas misioneras en distintos lugares, por lo que al descubrirse América parecieron éstas ser las indicadas para la evangelización del nuevo y dilatadísimo mundo, y el rey-emperador Carlos I-V, de acuerdo con la Sede Apostólica (Adriano VI), les confió la evangelización de América.

Así los inicios de la evangelización recayeron principalmente en el clero regular, variado, fuerte, activo, en el que al lado de sujetos mediocres, abundaron sabios y escritores, hábiles administradores, hombres verdaderamente apostólicos que formaron la base de la nueva Iglesia.

Casi todos los primeros evangelizadores del continente eran miembros de Órdenes religiosas: franciscanos, dominicos, agustinos, jesuitas y mercedarios. Ellos fueron los misioneros de la primera hora, aplicaban una adecuada pedagogía misionera y utilizaban ampliamente los idiomas indígenas. El clero secular también actuó, pero su principal núcleo se encargó de servir en las catedrales y parroquias de españoles.

Después de esta visión panorámica, es útil decir algo de las dificultades con que tropezaron los misioneros en la evangelización de América: desconocimiento de las lenguas, diferencias con los conquistadores, inseguridad personal, cortedad del indígena para comprender, mantenimiento oculto de idolatrías, aceptación parcial del cristianismo, enorme variedad de lenguas y culturas, distintos estados de civilización, hostilidad de la naturaleza, etc. Importa asimismo considerar que la distinta formación filosófica-teológica de las Órdenes determinó una actuación y una influencia misionera diversa.

El misionero usaba el teatro o la música para enseñar, porque de esta forma el indígena, amante de la música, acudía presto a su llamada. Hubo varios métodos de cristianización, como los llamados «vertical» y de «capilaridad». El primero consistió en la conversión de los jefes o caciques, cuyo ejemplo trascendía al pueblo.

Dentro de este mismo método entraba la educación cristiana de los niños nobles, pues a través de ellos se ejercía influencia en los plebeyos. Y el otro método era la convivencia, el trato diario y mutuo, desarrollado y fomentado por la Corona cuando ordenaba la relación entre los españoles e indígenas y de indígenas entre sí.

La anulación de la idolatría y la demostración directa del cristianismo eran las columnas en que descansaba la evangelización de América, y el misionero tenía que echar mano a continuación de los métodos de autoridad para afianzar su obra. Tenía que alcanzar prestigio ante el indígena, y ello lo logró por la honra con que lo trataban los conquistadores (recordemos a Cortés) y pobladores; pero principalmente mediante su vida ejemplar.

Los primeros misioneros encontraron una gran variedad de idiomas que creaba un abismo de mutua incomprensión; para salvarlo y lograr la posibilidad de entendimiento, dos únicas soluciones se consideraron posibles desde los días del Descubrimiento: que los indígenas aprendieran el castellano, o que los misioneros hablaran las lenguas indígenas.

Inicialmente se ensayó el primer método y, apenas llegados a América, fueron enviados a Sevilla unos muchachos indígenas para que, criados y educados en aquella ciudad, aprendieran el español y la doctrina cristiana, y más tarde se pudieran utilizar por los misioneros como intérpretes. Pero el método tuvo poco éxito.

La solución generalmente seguida fue la segunda: aprender las lenguas y predicar, ya que era más fácil para los misioneros, personas generalmente doctas, aprender las lenguas indígenas, que a los aborígenes estudiar y comprender el castellano.

En cuanto fue posible, los misioneros empezaron a componer vocabularios y gramáticas de todos y cada uno de los idiomas y dialectos de América. La bibliografía misional indiana está constituida por varios grupos de escritos principales, dirigidos al fundamental objetivo evangelizador: gramáticas y vocabularios, catecismos con las necesarias oraciones, sermonarios con pláticas para los domingos y fiestas religiosas, sacramentarios o rituales en lenguas indígenas para la administración de los sacramentos, realmente fue muy abundante la producción bibliográfica lingüística y misional.

Si al principio de la evangelización el aprendizaje de los diferentes idiomas fue voluntario por parte de los doctrineros, después la Iglesia y la Corona lo urgieron como medio indispensable. La legislación en este sentido es temprana y constante, exigiendo a los sacerdotes encargados de la predicación a indios, que supiesen la lengua de sus catequizados.[11]

La Orden de Sto. Domingo en Oaxaca

A principios del año 1528 Hernán Cortés se entrevistó en la ciudad de México con Fray Domingo Betanzos,[12]informándole que los oaxaqueños eran de buena índole pero vivían en el error de la idolatría, retirados en las montañas, y que necesitaban quien les instruyera en la verdadera religión.

Urgían verdaderos misioneros que se encargaran de aquella gente tan numerosa. Allí mismo Fray Domingo Betanzos ofreció a Cortés en nombre de la Orden, hacerse cargo de la evangelización en Oaxaca, y Cortés prometió protección y ayuda, dado que era el Marqués del Valle (es decir, que en la realidad poseía en encomienda aquel dilatado territorio).

Fray Domingo Betanzos regresó al convento decidido a enviar misioneros y designó para evangelizar Oaxaca a Fray Gonzalo Lucero y Fray Bernardino de Minaya, quienes fueron piedras angulares y sólidas del convento dominicano en Oaxaca. A ellos se debe la semilla fértil y fecunda que germinó después en frutos de virtud heroica.

A Fray Bernardino de Minaya le acompañó el adolescente tlaxcalteca Antonio, nieto de Xicoténcatl, señor de Tizatlán (Tlaxcala), y heredero de aquel Señorío. Antonio es, junto con otros dos adolescentes tlaxcaltecas, protomártir en la historia del Continente americano. Había nacido hacia 1516 en Tizatlán (Tlaxcala) y muere mártir en 1529 a la edad de 13 años.

Había sido enviado por el guardián de los franciscanos de México para acompañar como intérprete y catequista a Fray Bernardino de Minaya, uno de los primeros dominicos recién llegados, que se dirigía a misionar en las tierras de Oaxaca. Junto con Antonio murió en 1529 también como mártir otro jovencito, llamado Juan, probablemente natural de Tizatlán (Tlaxcala), donde habría nacido hacia 1516.

Era de condición humilde (mazehual), y se había ofrecido también voluntario para acompañar a Fray Bernardino de Minaya. Ambos habían sido educados probablemente en la famosa primera escuela del convento franciscano de Tlatelolco, junto con otro de los protomártires Cristóbal, hijo de Axotécatl de Atlihuetzia (Tlaxcala), uno de los caciques que ayudaron a Cortés en la conquista. Era el hijo predilecto de su padre y heredero del principado, cuando fue martirizado por el mismo padre en 1527 a la edad de 13 años.

Los dominicos llegaron a Oaxaca en junio o principios de julio de 1529, y así mientras Fray Lucero se dedicaba a la construcción de la Iglesia espiritual, Fray Bernardino edificaba la material, atendiendo además a los españoles residentes en ese lugar. Fray Domingo Betanzos fue a Roma a principios de marzo de 1531 para solicitar la autonomía de la provincia mexicana, logrando del vicario general de la Orden, Fray Juan de Fenario, el decreto de erección de la provincia mexicana como independiente de la Isla de Sto. Domingo o «Española», confirmándolo Clemente VII en 1532.

Uno de los obstáculos más fuertes que encontraron los misioneros fue la indiferencia que los indios manifestaban; pensaban que iban a explotarlos como lo hacían los conquistadores. Entonces Fray Betanzos pidió a los religiosos pobreza en comida, hábitos, calzado, viajes, celdas, etc. Ya en 1535 y 1537 se estableció canónicamente la Cofradía del Rosario. Y un siglo más tarde en 1651, Fray Francisco de Burgoa fundó en la ciudad el Rosario Perpetuo.[13]

Primer Obispo de Oaxaca

Entre las medidas que adoptó el Rey-Emperador Carlos para el gobierno de la Nueva España, fue enjuiciar a la Primera Audiencia de la Nueva España por sus numerosos crímenes y mal gobierno, y enviar una Segunda Audiencia formada por hombres prudentes, inteligentes y virtuosos, cuya presidencia se confirió a Don Sebastián Ramírez de Fuenleal, Obispo de la Española, quien emprendió viaje a Oaxaca para ordenar el gobierno de la provincia.

El lugar le pareció conveniente para residencia de un obispo, pues era demasiado extenso el territorio de la Nueva España para que sólo dos obispos, el de Tlaxcala y el de México, pudiesen atender todas las necesidades, por lo que envió solicitud al Emperador.

En efecto, el obispado fue erigido por S.S. Paulo III el 21 de junio de 1535, siendo el primer Obispo Juan López de Zárate, quien llegó a Oaxaca en 1537 y se esforzó en moralizar a los españoles residentes en el lugar, tanto como en evangelizar a los indígenas de quienes fue un gran defensor.

Además se preocupó por formar las parroquias dando a cada una su pastor; las primeras fueron en Ocotlán, Villa Alta, Cuilapan y Achintla. Años más tarde, en 1891 la diócesis fue elevada al rango de arquidiócesis por S.S. León XIII.

Esta obra evangelizadora se extendió principalmente gracias a la persuasión y no a la fuerza, no tanto por la violencia, sino por la bondad y el ejemplo. Debe tenerse en cuenta que no es la ignorancia ni la sabiduría sino el sentido común, lo que hace comprender en un momento dado a un ser humano lo que le es más conveniente respecto a lo que no lo es, y esto es precisamente lo que lo hace abandonar una costumbre cuando es substituida por otra mejor, más útil en lo material, más convincente en lo espiritual.

Mediante el contacto se había iniciado la modificación de las costumbres aborígenes. Con aciertos y errores, grandes errores en ocasiones, pero grandes aciertos en otras, comenzó a mejorar la alimentación pues se introducían nuevos cultivos y animales, tanto de labranza como comestibles; la habitación, y el vestido; el lenguaje y la escritura avanzaban como medios generales de comunicación.

En lo intelectual y lo moral, vale decir en lo religioso, los adelantos eran no menos considerables y ventajosos: desapareció la poligamia pero, sobre todo, el politeísmo cedía terreno gracias a la labor cristianizadora.

Características de la evangelización

La misión de evangelizar el Continente recién descubierto fue confiada por la Santa Sede a los Reyes de España a través del « Patronato Real» en la América española, y a los de Portugal a través del « Padroado» en las Tierras de Oriente y en lo que sería el Brasil. La misión fue itinerante, porque para facilitar dicha evangelización se procuró construir conventos a una distancia de seis leguas, tramo razonable para poder pernoctar en ellos. Hubo tres tipos de misiones en Oaxaca:

a) Una red estrecha de conventos en la Mixteca.
b) Una línea de conventos que enlazaban todo el camino real (hoy la carretera Panamericana) pasando por Puebla ,y de lado sur por Tehuantepec que llegaba a Guatemala.
c) De penetración en la sierra.

Para evangelizar salían dos frailes en direcciones opuestas y hacían un recorrido. Cuando llegaban salían otros dos. De esta forma, los misioneros visitaban todos los pueblos varias veces al año. Esto hizo posible que los pueblos organizaran su propia vida religiosa sin la presencia del sacerdote, y satisficieran sus propias necesidades religiosas por medio de cargos laicales como: mayordomos, fiscales, rezanderos y catequistas.

Para facilitar la evangelización, se solicitó a la Corona se dispusiera la congregación de los indios en pueblos (« reducciones en policía», ordenamiento encaminado a la promoción humana, social y cristiana), a lo cual los indios se opusieron huyendo a los montes, pero los misioneros los convencieron proporcionándoles trabajo.

Se les enseñó la cría de la cochinilla y del gusano de seda, formaron estancias ganaderas y cajas de comunidad, se promocionó el cultivo del trigo y la caña de azúcar, la producción de añil en la costa y también a vidriar el barro, entre otras cosas. Construyeron iglesias, acueductos, hospitales y escuelas. Los españoles por su parte, se beneficiaron con muchos productos nuevos, de modo que entre ambas culturas se dio un intenso intercambio.

Leemos en los «Apuntes estadísticos de la provincia de Oaxaca» lo siguiente: “Con la real disposición de encargarse en todo a los religiosos dominicos la administración espiritual de estas naciones, principiaron a entrar en orden, religión y cultivo político. El gran prelado Fr. Jordán de Sta. Catarina [...] tomó como primera providencia importantísima en la Villa Alta, de poner una escuela pública de enseñanza de la doctrina cristiana, leer, escribir y cantar los divinos oficios, a la que destinó como maestro al H. lego Fr. Fabián de Sto. Domingo, en cuya escuela se reunían todos los niños, hijos de los españoles, de los caciques y señores principales de los zapotecos, así de la villa como de otros lugares.

No fue muy tarde el tiempo en que se vio el fruto de esta sabia disposición, pues al ver los indios que sus hijos razonaban los misterios de nuestra santa fe, los explicaban, leían, escribían y cantaban en latín, oficiando las misas solemnes, entró en ellos la emulación y fue poderoso estímulo para que procurasen en sus hijos la cultura, y los padres se hicieron dóciles y tratables.

Por otra parte, el celo infatigable del venerable Padre Fray Jordán entre los zapotecos cuya lengua poseía, y Fray Pedro Guerrero que, con la aplicación y estudio, a los seis meses sabía el idioma mixe, y que el suyo no era menos ferviente, predicaban sin cesar con la voz y con el ejemplo; con lo que fueron a manos llenas cogiendo frutos, que día en día los estimulaban más y más a dar sólida instrucción a aquellas pobres gentes que amaban con verdadera caridad de padres a hijos.

A los cuatro años de estar este celoso ministro [Fray Pedro Guerrero] en esta nación, los hizo ir formando sus reuniones sociales y fueron construyendo sus poblaciones, con lo que salieron de las cañadas profundas, de los cerros y como anduviesen también como los mixes en cueros sin más que un pequeño delantal, los indujo a vestirse al uso de los indios mexicanos. Al fin reducidos a sociedad, les puso escuelas donde se aprendían los rudimentos de la fe por el catecismo particular en su idioma que les formó, y fabricaron sus iglesias [...].

[...] Dice el Maestro Burgoa: «Que llegó a ver muchos caciques criados por Fr. Francisco, vestidos de seda española, con espadas, en muy lindas mulas aderezadas con buenas sillas, muy cortesanos, de muy buenos talles y presuntuosos principales, de la habilidad de escribir muy bien; y en prueba de ello siendo indigno provincial, guardo con curiosidad cartas de estos caciques escritas a mí, por su tan buena letra como estilo. En sus pueblos todos tenían de sus propias letras escritos catecismos de la doctrina en su idioma, y lo mismo un homiliario que les compuso de los domingos y festividades principales del año, en que sobre el texto del evangelio les exponía las moralidades más a propósito o de la vida del santo con los misterios de fe que podían aplicarse a aquel día; y en cada pueblo había un libro de éstos y dos o tres indios ladinos señalados para que, faltando el ministro de aquel pueblo, subiese uno de los indios sobre una peana y sobre un atril puesto el libro, junta toda la gente el día festivo, leyese en voz alta aquella homilía que correspondía, con mucha pausa».

[...] El territorio de nuestras naciones se dividió en cinco casas principales de dominicos, para que éstos cultivasen en lo espiritual y temporal a estas naciones ya reducidas, y lo fueron la de Totontepec, Juquila, Quesaltepec, Choapam y Cajonos”.[14]

Muy pronto la provincia de Oaxaca contaba con cinco grandes prioratos y más de treinta vicarías.

Prioratos: Sto. Domingo de Oaxaca, Santiago de Chilapa, San Pedro de Tehuantepec, Sto. Domingo de Yanhuitlán y la Asunción de Tlaxiaco.

Vicarías en el Valle de Oaxaca: San Pablo-Etla, San Pablo-Huazolotitlan, Zaachila, Zimatlán, Sta.Cruz Mixtepec, Sta.Ana Zegache, Ocotlán, Sta. Catarina Minas, San Baltasar Chichicapa, Sto. Tomás Jalieza, San Juan Teitipac, Tlacochahuaya, Teotitlán del Valle y Tlalixtac.

En la sierra: San Ildefonso Villa Alta, Santiago Choapan, Totontepec, Juquila, Mixes, Quezaltepec, Nejapa, Tepuxtepec, Los Chontales, Tequisistlán, Jalapa y San Francisco Cajonos.

En la mixteca: Achiutla, Jaltepec, Tilantongo, Nochixtlán, Las Almoloyas, Tecomoxtlahuaca y Juxtlahuaca.[15]

La vicaría de San Francisco Cajonos comprendía los siguientes pueblos: San Francisco Cajonos, San Miguel, Sto. Domingo Xagacía, San Pablo, San Mateo, Suchila, Suchina, Guiloxi, Yaguio, Laxopa, Yazachi, Lagoches, Sogocho, Naglina, Solaga, Yoechi, Suchitepeque.

San Francisco Cajonos es una de las parroquias más antiguas de la Arquidiócesis de Oaxaca, y se encuentra ubicada al noreste de la cabecera arzobispal. Se ignora la época de su fundación, pero ya en 1630 en el libro más antiguo que se conserva en el archivo parroquial de Santiago Zoochila, dice textualmente al iniciarse cualquier escrito eclesiástico: “En el pueblo de Santiago Zoochila sujeto a la doctrina de San Francisco Cajonos...”[16]

III Concilio Provincial de México

En 1585, sesenta años después del inicio de la evangelización, cuando ya la obra de cristianización había avanzado lo suficiente o por lo menos había elementos para juzgarlo así, el Concilio Mexicano III intentó como una medida para consolidar los avances que se habían obtenido, el establecimiento de una escala de cargos públicos cuyo desempeño se iniciaba en la infancia y culminaba en la edad adulta, en la que se ascendía previa comprobación de haber cumplido eficazmente en el cargo anterior.

Los primeros escalones eran ínfimos: acólito o topil, hasta llegar a la máxima jerarquía que era la de fiscal; ciertamente se entrelazaban en forma íntima los aspectos civil y religioso, pero debemos reconocer que la época así lo exigía. Todavía hoy quedan vestigios de estas funciones en algunos lugares, entre otros San Francisco Cajonos. El propósito era contar con terreno firme para seguir adelante en la tarea de mejoramiento colectivo, principalmente en lo espiritual.

Teniendo en cuenta que el establecimiento de la escala a que nos referimos tuvo lugar en 1585, y que los acontecimientos de San Francisco Cajonos ocurrieron en 1700, nos encontramos con que los entonces fiscales Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles, desempeñaban una comisión que tenía 115 años de establecida.

Es importante señalar las diversas épocas por las cuales atravesó Oaxaca en el orden religioso. En la primera, que comprende el espacio que media entre la conquista de México y la conversión de los pueblos, se predicó el evangelio en toda la extensión del obispado por religiosos de Sto. Domingo principalmente, distinguiéndose por las virtudes excepcionales de estos misioneros, quienes arrostrando todos los obstáculos trabajaron sin descanso por dar a conocer la buena nueva.

La lucha era franca entre el evangelio y la idolatría, que muchos de los indígenas procuraron conservar aunque sólo en los montes y en los lugares más recónditos de la tierra.

Pasado ese tiempo apostólico, la Iglesia en Oaxaca entró en una segunda época que abarca el período de un siglo y medio, hasta el año de 1700, cuando fueron martirizados «por odio a la fe católica» los fiscales de la vicaría de San Francisco Cajonos Juan Bautista y Jacinto de los Ángeles.

La historia registra de ese tiempo una página brillante para la Iglesia en Antequera (Oaxaca), la cual forma, por decirlo así, su verdadera epopeya. La semilla evangélica sembrada a costa de los mayores sacrificios brotó llena de vida y hermosura, y fecundada por virtudes verdaderamente cristianas, floreció y dio abundantísimos frutos.

Antes del año de 1700 existían ya en Oaxaca establecimientos de educación y enseñanza para la juventud de uno y otro sexo. Los colegios de San Bartolomé y de Sta. Cruz, constituían el seminario de la diócesis. Los jesuitas en sus colegios se encargaban de la enseñanza de la juventud oaxaqueña, desde las clases inferiores hasta que pasaban a la universidad que tenía la misma Compañía en la capital de México.

Se erigieron soberbios templos en toda la diócesis y se levantaron majestuosos edificios que son, hasta la fecha, dignos de admiración y el mejor testimonio silencioso de aquellos tiempos.


NOTAS

  1. Cf. WINTER MARCUS C., (compilador), “Lecturas históricas”, “Colección regiones de México”, Instituto Nacional de Antropología e Historia, Gobierno del Estado de Oaxaca, Vol. I, época prehispánica, pp. 18-23.
  2. Cf. HERTLING S.J. LUDWING, “Historia de la Iglesia”, Ed. Herder, Barcelona, 1968, p. 326
  3. Cf. LLORCA S.J. BERNARDINO, “Manual de historia eclesiástica”, Ed. Lasor, S.A., Barcelona, 1951, pp. 514-515.
  4. Cf. HERTLING S.J. LUDWING, “Historia de la Iglesia”, Ed. Herder, Barcelona, 1968, pp. 326-327.
  5. Ibíd., p. 328.
  6. Cf. RICARD ROBERT, “La conquista espiritual de México”, (premio fechado en 1932), traducción de GARIBAY ÁNGEL MARÍA, Ed. Jus, México, 1947, p. 82.
  7. Cf. GILLOW EULOGIO G., “Apuntes históricos”, Ediciones Toledo, México, 1990, primera edición facsimilar de la publicada en 1889.
  8. Cf. BURGOA FR. FRANCISCO DE, “Geográfica descripción”, México, 1934, tomo I, p. 397.
  9. (p. 436, tomo I, volumen 2)
  10. Cf. TORQUEMADA FR. JUAN DE, “Monarquía Indiana”, Sevilla, 1615, lib. 3, cap. 29.
  11. Cf. Ballan Romeo, “Julián Heras, O.F.M”, artículo editado en “Misioneros de la primera hora, grandes evangelizadores del nuevo mundo”, Ed. Esquila, S.A. de C.V., México, pp. 53-59.
  12. Cf. BURGOA FR. FRANCISCO DE, “Geográfica descripción”, México, 1934, tomo II, p. 327.
  13. Cf. ARROYO FR. ESTEBAN, “Los dominicos, forjadores de la civilización oaxaqueña”, Oaxaca, México, 1961, tomo II, “Los conventos”.
  14. Cf. MURGUÍA Y GALARDI JOSÉ MARÍA, “Apuntes estadísticos de la provincia de Oaxaca”, pp. 56-59, números 249, 250, 251, 252, 255, 256, 258, 259 y 264.
  15. Cf. ITURRIBARRIA JORGE FERNANDO, “Oaxaca en la historia”, Ed. Stylo, México, 1955, pp. 98-
  16. El archivo parroquial de San Francisco Cajonos fue quemado durante la Revolución Mexicana en el año de 1912.

BIBLIOGRAFÍA

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ARMANDO FABIAN VICENTE