OAXACA Y LA CONQUISTA

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Oaxaca en Tiempos de la Conquista

A la llegada de los españoles a territorios mexicanos, los pueblos más distinguidos que dominaban el Valle de Oaxaca, zapotecas y mixtecas, se encontraban en mutua hostilidad, y resultaban más favorecidos estos últimos.[1]

Encontramos, sin embargo, que ellos no eran los únicos; se sabe de la presencia de pequeñas guarniciones mexicas y además, en las montañas del norte, los mixes dejaban ver su presencia bélica. Fueron éstos últimos quienes más resistencia opusieron a la conquista española, junto con los zapotecas de la sierra, conocidos y nombrados aquí como los «netzichu».

El dominio de los Valles Centrales, Zapotecas y Mixtecas

Las incursiones que los mexicanos hacían por los territorios tanto de zapotecas como de mixtecas, llevó a éstas a establecer una cierta alianza en favor de su lucha contra los mexicas. Más antes de esto, se habla de una «rebelión» de parte de los zapotecas al atacar a los mensajeros reales del emperador azteca, y de la respuesta asoladora de éstos,[2]quienes se supone no atacaban sino para defenderse.

El Padre Burgoa nos narra cómo en su conquista por las tierras de Tehuantepec, tierras que pudieron pertenecer a los Huaves, los zapotecas fueron auxiliados por los mixtecas, desalojando del mismo a las guarniciones mexicas que ahí ya se encontraban.[3]Se hizo dueño de Tehuantepec el rey de Teozapotlán Cosijoeza, dejando a su hijo Cosijopij en esta sede y quedándose él en aquella.[4]

Se presume, sin embargo, que después de éste logro y de la supuesta victoria en Quiengola contra los mexicas,[5]estos resolvieron por “tratar medios de amistad con el rey zapoteco”[6]Cosijoeza; éste se desinteresó del acuerdo que tenía con el rey mixteca de Achiutla en unir sus fuerzas para resistir al poder azteca. A esto siguió la ofensiva y defensiva entre éstas dos grandes «naciones», primero por salvar el honor y pagar por la infidelidad, y después por el dominio y control de las tierras del valle. Esta es la gran discordia que encontrarían los españoles al llegar a las tierras oaxaqueñas.[7]

El rey Cosijoeza había procurado sacar la mayor ventaja posible en la guerra mixteco-zapoteca contra los mexicas, porque veía en ello que “los mixtecas habían diezmado a los mexicas y éstos habían destrozado a los mixtecas”, y así sus mayores enemigos se aniquilarían entre ellos sin prácticamente sufrir los zapotecas bajas graves.

El Padre Gay Castañeda narra cómo Cosijoeza sentía un gran desprecio por los mixtecas, y que considerándolos débiles por las bajas de la batalla, los provocó al grado de sugerirles, por medio de embajadores, abandonar los valles y regresar a las sierras de donde habían bajado. El rey mixteco negándose a tal petición y “alegando sanas razones, preparó sus ejércitos para lo que pudiera ofrecerse”.

El rey zapoteca actúo en consecuencia y “mandó que por la fuerza se arrancase a los mixtecas de sus casas y se les aventase a las montañas”. De aquí en adelante se desencadena una violenta batalla que en un primer momento fue protagonizada por un desordenado ejercito mixteco, el cual poco a poco fue organizándose hasta llegar a la rodear la misma capital zapoteca y lograr atrincherarse dentro del mismo Teozapotlán, dominando ya todo el valle.

En el cerro llamado «María Sánchez» dio inicio una gran batalla que terminó con la huida de los zapotecas. Ello indicaba ya un final feliz para los mixtecas y uno trágico para Cosijoeza, sin embargo, antes de que ello ocurriese, aparecieron por el valle los españoles dando nuevo rumbo a las cosas.[8]

En suma esta era la situación en que se encontraba el valle de Oaxaca, cuyos protagonistas zapotecas y mixtecas contendían el dominio y la hegemonía militar de toda esa región. Todo esto nos ayuda a entender, por una parte, cómo y por qué los españoles recibieron el apoyo y la sumisión de parte de los zapotecas, y por otra por qué se les resistieron tanto los mixtecas.

El pueblo zapoteca y la conquista española

Vista la situación en que se encontraba el pueblo zapoteca a la llegada de los españoles, se entrevé la actitud que en seguida tomarán en relación con los nuevos conquistadores. En efecto, el pueblo zapoteca encabezado por Cosijoesa no repitió la resistencia que el pueblo mexica demostró ante los conquistadores; por el contrario, aún antes de la caída de Tenochtitlán, “el rey de Teozapotlan Cosijoeza y su hijo Cosijopij, de Tehuantepeque, despacharon grandes señores, con ricos presentes de las mejores joyas y alhajas a D. Fernando Cortés ofreciéndole sus personas, vasallos y reinos, como amigos, y lo cumplieron sin que les costase sangre”.[9]

Es de señalar también que no sólo los monarcas zapotecas prestaron obediencia a Cortés; esto lo repitieron varios pueblos como el chinanteca, que al parecer se alió al mismo ejercito de Cortés en su lucha contra Narváez.

Pero en esto último, se debe hacer mención en la toma de tal decisión no influyó sólo el ánimo que tenían los monarcas zapotecas en relación a la guerra que estaban sosteniendo con los mixtecas, y la impresión que en ellos causaron los recién llegados españoles,sino que considerando las profecías ya mencionadas y la misma recepción que Moctezuma hace de los españoles, los monarcas zapotecas interpretan en tales acontecimientos la conveniencia de la sumisión a los recién llegados españoles.

Gay Castañeda refiere que “los zapotecas, por su parte, estaban maravillados de ver aquellos extranjeros por tantos años esperados, a cuyo esfuerzo debían de ceder todos los poderes de la tierra”. Se puede imaginar la impresión que esta actitud causó en los ánimos no sólo de los mexicas y mixtecas, sino de los propios súbditos del monarca zapoteca.

Mas no olvidando las circunstancias que envolvía a mixtecos y zapotecas, se puede ver que ante tal actitud del monarca zapoteca, los reyes mixtecos de Achiutla y Tututepec se apresuraron a definir la suerte de la guerra contra los zapotecas para que, libres de ello, tomara[10]n las medidas necesarias para recibir a los nuevos conquistadores españoles.

Apresurando la suerte, comenzaron a manifestar la actitud que tomarían en adelante cuando comenzaron a acometer a los españoles que se encontraban en Tepeaca o «Segura de la Frontera», como fue llamada por Cortés. De ahí que después de la toma de Tenochtitlán, Francisco de Orozco capitán de Tepeaca, mandó pedir a Cortés una expedición a Oaxaca para enfrentar a los contrarios y tener el libre acceso a los rumbos del sur para alcanzar la mar del sur, de la cual ya había tenido noticia y por la cual pensaba embarcarse para llegar a la tierra de la especería.

Gonzalo de Sandoval en Tuxtepec; encuentro con mixes y netzichus

Lograda ya la conquista de la capital Tenochtitlán (agosto de 1521), Cortés envió a Gonzalo de Sandoval por los rumbos de Tuxtepec, donde residían guarniciones mexicas, y ahí mismo, éste, mandó llamar a todos los caciques chinantecas, netzichus y mixes de la región, para que se reconociesen vasallos del rey.

Ante tal petición y como era de esperarse, hubo quien se presentó y quien no lo hizo; algunos historiadores refieren que fueron los pueblos mixes quienes más se resistieron al llamado, y mencionan que fue el pueblo de Tiltepec quien más se resistió a ello. Éste pueblo, considerado por el Padre Gay Castañeda como mixe, es un pueblo zapoteca netzichu como refiere Bernal Díaz del Castillo y como confirma Bradomín.

En cierto modo, la decisión tomada por el Rey Cosijoeza y repetida por Cosijopí había facilitado la victoria de los españoles sobre la región, al someter sus dominios sin enfrentarlos en batalla; más es de considerar que, como ya se mencionaba, no todos los vasallos de Cosijoeza estuvieron de acuerdo con tal actitud, muestra de ello es la actitud contraria que presentaron los netzichus (nombre que corresponde a los zapotecas del Rincón de la Sierra de Oaxaca y fueron llamados así por el Padre Gay Castañeda), a los españoles, a quienes enfrentaron una y otra vez causándoles bajas batalla tras batalla.

Es con la partida de Orozco a Oaxaca el 30 de octubre de 1521 cuando se logra la conquista de los reinos de la Mixteca, y de los zapoteca a finales del mismo año, y de acuerdo con el padre Gay Castañeda, el 25 de diciembre del mismo año “el cabildo eclesiástico de Oaxaca celebra una función religiosa, concurriendo formados en cuerpo a San Juan de Dios en recuerdo de haber sido este el día del entrada de los españoles en aquella ciudad… y debajo de un árbol de huajes, el sacerdote clérigo Juan Díaz, que acompañaba a las tropas expedicionarias, celebró la primera misa que se dijo en Oaxaca, oyéndola los soldados que estaban acampados en el sitio”.

Los españoles ofrecieron a los mixtecas y zapotecas reconocerles sus derechos, y respetarlos en la posesión de sus respectivos Estados; los indígenas entonces depusieron las armas, y Orozco pudo referir a Cortés que la conquista estaba consumada. Con los españoles vinieron algunos mexicas en número de cuatro mil, que fijando su residencia en Huaxyacac formaron los pueblos del Marquesado, San Martín y San Juan Chapultepec, Xochimilco y Tepeaca, del señorío del Marqués del Valle.

Es así como se dio comienzo a la configuración de la actual ciudad de Oaxaca con algunos otros acontecimientos; hay que recordar que ya desde ese tiempo, Oaxaca se erigió formalmente con alcaldes y regidores, aunque sin autorización del rey de España, cosa que se da en el año 1526. Hay que referir hechos que se relacionan más directamente con la Sierra Norte de Oaxaca, con la Villa Alta, con los netzichus y los Cajonos, lugar donde se concentran los hechos que se refieren al martirio de los Mártires de Cajonos, ya comenzando el siglo XVIII.

Llegada de Pacheco y fundación de la Villa Alta

Ciertamente la pacificación en el valle de Oaxaca no se fue dando sino poco a poco, y lo mismo se puede decir de la zona dominada por los mixes y los netzichus, quienes no se rindieron sino mucho tiempo después, resultando victoriosos en los diversos combates en que habían resistido a los conquistadores españoles.

Al tratar de reducirlos, los españoles encontraron como hostil, aparte de resistencia y valor de los indígenas serranos, la misma condición natural que presentaba la sierra y fue por ello que difícilmente lograron penetrar y conquistar sus tierras. Con la llegada de Cortés a Oaxaca y sobretodo a Tehuantepec, se cuenta ya con el bautismo del rey zapoteca, que recibe el nombre de Don Juan Cortés. Esto con desacuerdo de sus sacerdotes tradicionales y la reprobación de su pueblo.

El Padre Gay Castañeda propone a Fray Bartolomé de Olmedo como aquel que posiblemente bautizó al rey zapoteca, basándose en una referencia de Bernal Díaz. Tal fraile misionero, que acompañaba a los españoles en aquella campaña, hubo de haber trabajado mucho sobre todo en los valles centrales; más lo mismo no podemos decir que se hizo con los mixes ni con los netzichus, quienes se rindieron mucho tiempo después.

En efecto, es con la llegada de Gaspar Pacheco, que fue enviado a sujetar a los “serranos rebeldes” – ya que desde la venida a Oaxaca de Cortés, la guerra se había concentrado en las sierras de mixes y netzchus –, que se logra dar un paso en la pacificación serrana. A él, se dice, se unen los caciques zapotecas pero no así los mixes, con quienes continuaron la lucha.

El Padre Gay Castañeda narra cómo Pacheco y los españoles contaban para una situación serrana semejante, con “los lebreles adiestrados para la caza de los indios, a quienes seguían hasta sus cuevas despedazándolos como si fuesen fieras”. Pacheco fue cruel en la batallas, “ahorcó a muchos y torturó de varios modos a otros de los desgraciados, que caían en sus manos”, pero, a decir de los hechos, las ventajas obtenidas no auspiciaban una posible victoria, de ahí la idea de Pacheco de fundar y establecer un presidio que contuviese las incursiones de los enemigos en vez de enfrentarlos en campo, y así, con autorización del gobierno de México, adoptó en fin la determinación y fundó la Villa-Alta.

La fundación se dio un día de San Ildefonso, por esta razón, éste es el patrón del pueblo, y ahí mismo “enarboló en la plaza el estandarte real, y elevando el escudo de sus armas, hizo que los indios de varias “naciones” ahí reunidos, zapotecas, serranos, netzichus, mijes, chinantecas y guatinicamanes, prestaran obediencia a los reyes católicos y se redujesen al gremio de la Iglesia.” Claro es que aquellos indios, a que se quiso dar carácter de representantes de todos los demás que no se hallaron presentes al acto, ni comprendieron la significación de la ceremonia, ni quedaron por ella convencidos de la verdad de la religión católica, ni mucho menos cuidaron de permanecer sujetos a la monarquía española, sino en lo muy poco de lo que no podían librarse quienes estaban bajo el inmediato dominio de la fuerza.

Se repartieron luego los solares en 30 familias españolas y notable cantidad de mexicas, que se establecieron al poniente de la villa, en los barrios llamados Ixtlán y Analco, que ellos fundaron.

Pacheco regresó a México, donde hacía poco, por muerte de Aguilar, entró a gobernar Alonso de Estrada, quien también buscó pacificar las provincias de zapotecas y mixes que nadie había logrado. Estrada formó dos grupos, uno al mando de Barrios que se dirigió por la parte del norte, y otro por Oaxaca bajo la guía de Figueroa, pero ambos corrieron con la misma fortuna de sus predecesores en la empresa. Mientras Estrada estaba en esta campaña quedó Alonso de Herrera gobernando la Villa; después de litigar y herir a Figueroa, éste abandonó la empresa de la conquista y se dedicó a desenterrar sepulturas de los enterramientos de caciques zapotecas, pasó luego a México y de ahí partió para Castilla, más un recio temporal llevó su oro al fondo del océano y él se ahogó.

De la región de la Villa Alta encontramos una breve descripción en el Padre Burgoa, quien en su Descripción Geográfica hace mención a ella: “está el sitio y la provincia de la Villa Alta respecto de la ciudad de Antequera veintidós leguas yendo al nordeste, casi medio grado de declinación y cuatro leguas largas del valle, son de tierra llana hasta el pueblo de Teutitlán, tiene cinco leguas de asperísima subida a los ranchos que están en la cumbre…, de allí al pueblo de San Francisco, hay seis leguas, siempre de bajada…, con más llanos y de aquí a la Villa son siete bastantemente penosas aunque entre montes y arroyos que entretienen el cansancio.”

Y en lo que respecta a los primeros pasos de la evangelización, el mismo autor trata en su Palestra Historial acerca de la dilatación de las doctrinas y las casas con que los religiosos dominicos se extendieron por la Zapoteca de la Villa Alta diciéndonos al respecto: “y una de las partes a donde aportaron con este celo, y fervor, fue a las montañas, y sierras de la Zapoteca Alta, donde por su aspereza, y fragosidad eran más duros los errores, y menos política la barbaridad, más ocasionada a idolatrías la tierra, y más sujeta a supersticiones la gente, había llegado en algunas ocasiones a aquel país el padre Fray Gonzalo Lucero.” .

En adelante, con la llegada de los misioneros frailes Dominicos, la conquista armada irá cediendo el paso al encuentro espiritual entre los indígenas y los misioneros. Da comienzo entonces la evangelización, la cual fue tomando diversas facetas de acuerdo al ambiente que iba viviendo en cada lugar.

En Oaxaca y en la región de la sierra zapoteca, la evangelización inició propiamente hablando con Fray Gonzalo Lucero y Fray Jordán de Santa Catarina. Lo que no lograron las armas lo logrará la evangelización de los misioneros frailes dominicos, que entregaron su vida a favor de la evangelización de estas tierras.

NOTAS

  1. BURGOA, DG, t. II, cap. 72, p. 348.
  2. Cf. DURÁN, Diego, Historia de las indias de la Nueva España e Islas de tierra firme, México 19842, t. II. cap. 28 y 46, pp. 225-234 y 257-362.
  3. BURGOA, DG, t. II, cap. 72, pp. 338-341.
  4. BURGOA, DG, t. I, cap. 49, p. 412.
  5. Batalla de la cual aún hoy se discute su historicidad, para unos es verídica y para otros pura leyenda. Cf. BRADOMÍN, Historia Antígua…, pp. 473-476.
  6. BURGOA, DG, t. II, cap. 72, pp. 343-344.
  7. Cf. BURGOA, DG, t. II, cap. 72, p. 348.
  8. GAY CASTAÑEDA, Historia de Oaxaca, cap. IX, 9, pp. 123-125; Cf. BURGOA, DG, t. II, cap. 72, p. 348.
  9. Cf. REMESAL, Antonio de, Historia General de las indias Occidentales y particular de la gobernación de Chiapa y Guatemala, t. I, México 1988, cap. I, 4, p. 2; BURGOA, DG, t. II, cap. 72, p. 346. Cf. DÍAZ DEL CASTILLO, Bernal, Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España, Madrid 1982, cap. 118, pp. 250-251.
  10. GAY CASTAÑEDA, Historia de Oaxaca, cap. X, 3, p. 128.