PANAMÁ; Educación católica

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Época colonial

En la Conferencia Inaugural del Segundo Congreso de Educadores Católicos, celebrada en el año de 1980, nuestro muy recordado Arzobispo Monseñor Marcos G. McGrath, señalaba cómo la Iglesia Católica movida por su interés en el hombre, ha sido a través de la historia, pionera en la educación. Al respecto decía, habría que mencionar las escuelas monásticas y catedralicias establecidas en toda Europa durante el medioevo, hasta culminar con la creación de las primeras universidades en el siglo XIII.

Es por todos sabido que la educación no es independiente de la época o momento histórico, ni de la sociedad a la cual sirve, y que son múltiples factores sociales los que determinan su misión, su control y organización así como sus métodos. Como nos indica Francisco Céspedes, en su obra “La Educación en Panamá, Panorama Histórico y Antología”, si nos remontamos hasta la época de la colonia: “España vino a América con algunas de sus instituciones políticas, su organización social y económica, su religión, su arte y su educación”[1]. Y en relación al papel de la Iglesia en la Educación durante la colonia, este mismo autor nos señala que:

“En el mundo que España trasladó a América, la Iglesia era la institución más rica y poderosa. El clero constituía la elite de la sociedad, la aristocracia intelectual y la máxima autoridad no sólo en cuestiones de moral y religión sino también en asuntos de gobierno, derecho, filosofía, arte, ciencia y educación. Era también un poder económico. Como focos de sabiduría, los monasterios y conventos eran los principales centros de la cultura y las primeras instituciones educativas medioevales. En el proceso de colonización española, dado su carácter predominantemente eclesiástico, la Iglesia tenía que jugar un papel principal”[2].

Ya para el año de 1600, en la América hispana había instituciones culturales y de educación superior, gracias a la acción de las misiones y de las órdenes religiosas. Sin embargo, nos dice el mismo Céspedes que comparado con el desarrollo cultural alcanzado por la América hispana en general durante la colonia, el de Panamá fue relativamente escaso. En lo que a la institución universitaria se refiere, en el siglo XVI se habían fundado las Universidades de Santo Domingo en la hoy República Dominicana, y las de Lima y México. Sin embargo, la de Panamá, de corta duración como veremos más adelante, se abrió en el siglo XVIII, en el año de 1749. No obstante, hay que reconocer que durante la época colonial, la educación formal o institucionalizada en el istmo fue obra principalmente de la Iglesia.

Para el autor Andrés Culiolis-Bayard, es en la educación conventual de raíces europeas, que impartieron los educadores de las diferentes órdenes religiosas durante la época colonial, donde se encuentran las raíces históricas de la educación panameña. Esta fue ofrecida entre otros, por los sabios religiosos de las congregaciones de los Jesuitas y los Agustinos Recoletos. Destaca cómo en el año de 1575 se fundó en la ciudad de Panamá la Vieja el Primer Colegio del Istmo o Colegio de Panamá, fundado por la Compañía de Jesús, y que “fue el centro principal de cultura en el Istmo durante la época colonial”[3].

En relación directa al tema central abordado en la ya mencionada conferencia dictada por Mons. McGrath, se cita la tesis doctoral del padre vicentino Robert Swain titulada: “El papel de la Educación en la Independencia de Panamá, 1850-1903, Causa de Revolución”, quien concluye que la falta de facilidades educativas en el Istmo fue un factor decisivo en la voluntad de independencia de Colombia. De allí que para los gobernantes de la recién creada república la educación constituyó un tema de la más alta prioridad.

Época independiente

En los primeros años como país independiente, los diferentes gobiernos que se sucedieron, otorgaron al tema educativo muchos de sus esfuerzos. Ante la falta de suficientes ciudadanos calificados para encargarse de impartir instrucción en los diferentes niveles, se recurrió nuevamente a la institución eclesial, aún cuando la doctrina liberal se imponía como corriente ideológica, como resultado de los distintos movimientos socio-políticos del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX.

En su obra “Historia Eclesiástica de Panamá 1815-1915”, su autor el Dr. Alberto Osorio, comenta cómo el 9 de noviembre de 1903 a pocos días de proclamada la independencia, el Dr. Julio J. Fábrega, Secretario de Instrucción Pública, escribía una carta al Obispo de Panamá Francisco Javier Junguito, en la que reconocía los derechos de la Iglesia en materia Educativa, y cita el siguiente texto: “Reconociendo como reconozco la alta misión que a la Religión Católica toca desempeñar en el desenvolvimiento civilizador del universo, me permito solicitar la cooperación de Su Señoría Ilustrísima en el importante ramo que se me ha confiado”[4].

Las Órdenes religiosas en el sistema educativo de Panamá

De manera que, tan temprano como en 1904 llegaron los Hermanos de la Escuelas Cristianas de San Juan Bautista de La Salle, que se constituyeron en un baluarte fundamental en la instauración del sistema educativo nacional. Ellos se encargaron de la Escuela Superior de Varones fundada por el primer gobierno republicano el 18 de agosto de 1904 y también regentaron escuelas para varones en Aguadulce, Colón, David, La Villa de Los Santos, Penonomé, Santiago de Veraguas y Taboga. Grandes figuras de la educación nacional como Octavio Méndez Pereira y José Daniel Crespo, se encuentran entre sus exalumnos. En la actualidad tienen a su cargo dos colegios en Panamá: el Colegio La Salle; y en Colón el Colegio San José.

En 1907 y también por intercesión del Obispo Javier Junguito, llegaron a Panamá los sacerdotes salesianos de San Juan Bosco, quienes contribuyeron de manera decisiva a la consolidación de la educación en los primeros años de la república al encargarse de la Escuela de Artes y Oficios que abrió en 1908, aunque posteriormente dejaron su regencia y se enfocaron a fundar sus propias instituciones. Entre ellas el Oratorio Festivo de la Avenida Ancón, que brindaba sus servicios a la población del barrio de Santa Ana y en la actualidad regentan el Instituto Técnico Don Bosco.

En esos primeros años de vida republicana, llegaron también las religiosas de María Auxiliadora, quienes posteriormente fundaron un colegio del mismo nombre y que estuvo funcionando hasta el año 2002. Otra orden religiosa que se dedicó desde los albores de la república a la educación fue la de las Hermanas de La Caridad de San Vicente de Paul, que se encargaron de dirigir la Escuela Santa Familia y la Escuela San José de Malambo en la ciudad capital; la Escuela San Vicente de Paul en Colón y la Escuela Hogar de la Medalla Milagrosa, así como del Colegio San Vicente en Puerto Armuelles.

En la segunda década del siglo (1920), llegaron varias órdenes religiosas femeninas como las madres franciscanas quienes fundaron el Colegio Comercial y el Colegio Internacional de María Inmaculada, el Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles en David, la Academia Santa María en Colón y algunas escuelas parroquiales. Las religiosas Betlehemitas que fundaron el Colegio Nuestra Señora de Bethlem y el Hogar de la Infancia.

Posteriormente en los años cuarenta (1943), se establecieron en Panamá las Hermanas Misioneras de Maryknoll (Maryknoll Sisters) y fundaron el Colegio de San Vicente de Paul, y las Hermanas Mercedarias (Sisters of Mercy), quienes tuvieron a su cargo el Colegio Saint Mary’s. En 1947, se establecen en Panamá Las Esclavas del Sagrado Corazón y fundan el Colegio del mismo nombre. Al final de esa década en 1949 llegaron a Panamá las hermanas del Buen Pastor quienes se dedicaron a otro tipo de apostolado al encargarse del Centro Femenino de Rehabilitación donde impartían instrucción a las reclusas para su posterior inserción en la vida laboral.

En cuanto a las órdenes masculinas, también en la década de los cuarenta se funda el Colegio Javier, regentado por Jesuitas; poco después la orden de los Agustinos Recoletos funda el Colegio San Agustín en la ciudad de Panamá. La orden de los Capuchinos Terciarios se encarga de la Escuela Vocacional de Chapala en La Chorrera.

En la década de los sesenta (1961) la Orden de los Cruzados de San Juan Evangelista asumen la dirección del Instituto Agrícola de Jesús Nazareno de Atalaya Veraguas. En 1968, llegaron a Panamá los Hermanos Maristas y se hicieron cargo de la Dirección del Colegio San Vicente de Paúl en David. Otra orden femenina, las Hermanas Oblatas al Divino Amor llegan a Panamá en 1965 y fundan en Colegio Nuestra Señora de Lourdes.

En las últimas dos décadas del siglo XX se crean dos escuelas religiosas, una en la ciudad que es el Colegio “Pureza de María” y otra en David, como parte de la Universidad Santa María la Antigua (USMA) que es el Liceo Santa María. Para el año de 1976, la Guía Eclesiástica de Panamá registra 40 centros educativos religiosos, dos más que el Anuario Eclesiástico de Panamá de 1965, en el que también se señala que dichos centros cubrían una matrícula de 14,763 alumnos y que la mayoría ofrecía educación pre-escolar, primaria y secundaria (o básica y media, de acuerdo a la nomenclatura actual).

Lo anterior nos indica que, para la década de los sesenta, había en el país una considerable población de exalumnos egresados de colegios católicos, que al igual que los egresados de los centros educativos oficiales, se encontraban en condiciones para acceder a la educación superior universitaria. La situación anterior también coincide con el inicio de la expansión de la matrícula universitaria en general, fenómeno que empezó a hacerse más notorio en Europa y que para finales de los ochenta llegó a ser “explosivo” en América Latina.

La educación universitaria en Panamá

Diferentes autoridades eclesiásticas durante la colonia, plantearon la necesidad de crear una universidad que permitiera a los habitantes del istmo continuar estudios superiores; estas inquietudes culminaron con la creación de la primera Universidad Católica en Panamá en el siglo XVIII, por el jesuita panameño Francisco Javier de Luna Victoria y Castro, Obispo de Panamá y Trujillo, quien se dio a la tarea de hacer las diligencias ante la corona española y ante el Papa para conseguir las aprobaciones pertinentes. Solicitaba que se pudieran conferir los títulos de bachiller, maestro, licenciado y doctor, en territorio panameño.

Finalmente, el 3 de junio de 1749, el Rey Fernando VII expide la real cédula que autoriza la fundación de la primera universidad en el Istmo y que se llamó: «Real y Pontificia Universidad de san Javier de Panamá», y la misma fue regentada por la Compañía de Jesús.

Por la obra de Bonifacio Diferían, titulada “Historia Documentada de la Universidad Santa María La Antigua”, sabemos que antes de que llegase la real cédula fundacional, se decidió abrir las cátedras de Filosofía y Moral y que los primeros años de la vida universitaria de esta institución fueron difíciles e incluso trágicos, ya que muchos profesores y estudiantes enfermaron. Igualmente, se afrontaron dificultades económicas.

Tampoco fue ajena a los vaivenes de la política y cuando en abril de 1767 el rey Carlos III expidió el decreto de expulsión de los jesuitas de todos los reinos de España, se marchó con ellos el profesorado idóneo y la Universidad fue clausurada. Por todo lo anterior tuvo una corta vida de 18 años y por casi dos siglos no hubo otra universidad en tierras panameñas, hasta el año de 1935 cuando se fundó la Universidad de Panamá.

Es importante destacar cómo a pesar del auge económico que se dio en el Istmo durante la época de la colonia, y de ser éste un punto obligado de paso para diferentes expediciones, no se crearon otros centros superiores de educación en Panamá y precisamente porque era un sitio considerado de paso, las autoridades no contemplaron la necesidad de educar a la población panameña. Es decir, que después de clausurada la Universidad de San Javier a mediados del siglo XVIII, no se creó ninguna universidad en territorio panameño, ni siquiera durante el período que va de 1821 a 1903, cuando el país permaneció unido a Colombia, país éste con un gran desarrollo cultural y educativo.

En lo que a la educación universitaria se refiere, como nos plantea la historiadora Patricia Pizzurno, con el advenimiento de la República en 1903, se retomaron las iniciativas en ese sentido y para 1904 los constituyentes de ese entonces le plantearon al Ejecutivo la creación de una Facultad de Filosofía y Letras. (Ley 11 de 1904). Esta vendría a ser el antecedente jurídico para la creación posterior de la Universidad de Panamá. Incluso se recomendó la construcción de un edificio para que fuera sede de esta Facultad. Este proyecto no prosperó porque el número de estudiantes capacitados para recibir instrucción superior en el país era muy reducido.

No obstante, de acuerdo también con Pizzurno, los diferentes proyectos e intentos por crear un centro de educación superior en Panamá no tuvieron éxito durante las primeras tres décadas y media de vida republicana, principalmente debido a “la carencia de unidad de miras de los diversos gobernantes”

Finalmente, después de varios intentos por dotar al país de una universidad, se crea en 1935 la Universidad Nacional, durante el período presidencial del Dr. Harmodio Arias Madrid, defensor incansable de la institución universitaria. Ya para mediados del siglo veinte, la universidad nacional contaba con una amplia y creciente matrícula, y se veía en dificultades para acoger a todos los aspirantes que anualmente egresaban de la educación secundaria y querían continuar estudios universitarios. Tampoco contaba con carreras en todas las ramas del saber, de manera que muchos jóvenes se veían obligados a salir a estudiar al exterior.

La Universidad Santa María La Antigua (USMA)

La idea de crear una segunda universidad en el país surge como iniciativa de los directores de Colegios Católicos y de un grupo de personas vinculadas a la educación católica en Panamá; concretamente la Federación de Padres de Familia de Colegios Católicos, agrupación que se reorganizó a partir de agosto de 1962 y que se incorpora al Movimiento pro Universidad Católica que ya habían planteado la Federación de Colegios Católicos de Panamá para fundar una Universidad católica en el país, desde el año de 1961 y bajo la guía del Rev. Padre Benjamín Ayechu de la orden de los Agustinos Recoletos, quien fuera después el primer rector de esta universidad y a quien la Universidad Santa María La Antigua debe tanto, que como un gesto simbólico por su invaluable contribución distinguió un auditorio con su nombre.

En la obra de Difernan se cita un artículo del P. Benjamín Ayechu, publicado en el primer número de la “Revista La Antigua” en el cual se refiere a tres reuniones de la Federación de Colegios Católicos celebradas el 8 de julio, el 3 de agosto y el 16 de septiembre de 1961, a las que asistieron los directores de los principales colegios católicos de la ciudad capital, como reuniones que harían historia ya que allí fueron discutidas, acogidas y aprobadas las acciones a tomar para constituir un movimiento pro fundación de la Universidad católica.

Una vez tomada esta decisión con el P. Ayechu a la cabeza del grupo, éste comenzó a reunirse con personalidades del mundo económico y cultural quienes se encontraban realmente interesados en apoyar esta idea. Entre otros se citan a Gastón Faraudo, Francisco Young y Celso Carbonell y debemos destacar de manera muy especial la participación del Dr. Rodrigo Arosemena. Inició también el Padre Benjamín una interesante correspondencia con la Universidad Católica de Chile desde el mes de diciembre de 1961, a fin de obtener asesoramiento sobre la manera más viable de concretar el proyecto.

El rector de esta universidad lo pone en contacto con Rafael Hernández a quien recomienda como muy conocedor de estos problemas y técnico en la materia. Como podemos apreciar eran muchos los retos y las decisiones que debían tenerse en cuenta y esto sin contar la decidida oposición que se encontró en ciertos sectores gubernamentales, especialmente en la Asamblea Legislativa, así como con un buen número de académicos y personas vinculadas a la educación superior oficial, que consideraban el Estado como el único responsable de la educación superior en el país. Se pensaba que otras instituciones universitarias podrían restarle el apoyo gubernamental y ciudadano que la Universidad de Panamá requería. También se esgrimía el argumento de que, en un país tan pequeño como Panamá, los esfuerzos duplicados traerían como consecuencia una disminución en la calidad de la educación superior.

Otro aspecto que se debatía era el carácter confesional que tendría la nueva universidad. Vale la pena recordar que en los sesentas se imponían las posturas laicistas en los círculos intelectuales y políticos de toda Latinoamérica y Panamá no era la excepción. Quienes se oponían al proyecto y quienes lo defendían escenificaron intensas discusiones públicas, en los diarios locales y en el seno de la Asamblea Nacional. Incluso los estudiantes de los colegios católicos realizaron actividades y manifestaciones de carácter público para defender el derecho de crear una institución universitaria particular y católica.

Dos años después se logró la aprobación del Decreto Ley No. 16 del 11 de julio de 1963, que validó y reglamentó la oferta de educación superior privada en el país. Luego de casi dos años más, se aprobó la Resolución No. 33 de abril de 1965, en la que se autorizó el funcionamiento de la Universidad Privada Santa María La Antigua. (Gaceta Oficial del viernes 7 de mayo de 1965). Se adoptó este nombre en conmemoración de la primera ciudad, la primera iglesia y la primera diócesis fundada en América en tierra firme.

A menos de un mes de aprobada su creación inició labores, el 27 de mayo de 1965, en las instalaciones del Palacio Arzobispal ubicado en la Plaza de la Catedral. El lugar fue cedido para tal fin por el entonces Arzobispo y Primer Canciller de la Universidad Monseñor Tomás Alberto Clavel Méndez. Su máximo órgano de gobierno quedó constituido por una Junta de Directores, donde están los representantes de la instituciones que se reconocen como fundadoras de la Universidad, a saber: la Conferencia Episcopal Panameña, la Federación de Colegios Católicos de Panamá y la Federación Nacional de Asociaciones de Padres de Familia de Colegios Católicos de Panamá, así como representantes de los distintos estamentos universitarios y presidida siempre por el Arzobispo de Panamá. Hasta la fecha la USMA ha tenido tres cancilleres; el segundo fue el Arzobispo Mons. Marcos Mc Grath y el actual el Arzobispo Monseñor José Dimas Cedeño.

Durante 10 años funcionó en su sede original hasta 1976 año en que se trasladó al campus actual. La relevancia y trascendencia que ha tenido la USMA en la cultura y la educación del país es indiscutible. Luego de casi cincuenta años de caminar han egresado de sus aulas miles de profesionales en diferentes disciplinas que contribuyen al desarrollo de la sociedad panameña, y que dan fe de la labor realizada por una institución católica que pone el énfasis primordial en la formación del hombre. Como señala en el artículo 3 de su Estatuto Orgánico que a la letra dice:

La Universidad tiene como misión la promoción de una cultura integral capaz de formar personas que se distingan por sus profundos conocimientos científicos y humanísticos, por su testimonio de fe ante el mundo, por su sincera práctica de la moral cristiana y por su compromiso en la creación de una sociedad más justa y fraternal.

Que comparte y también adopta como guía las enseñanzas del “Documento de Puebla”, citado en la Conferencia de Mons. McGrath a la cual ya hice referencia y que considera la educación como: “una actividad humana del orden de la cultura. Su objetivo es de humanizar y personalizar al hombre desarrollando su pensamiento y libertad, haciéndolos fructificar en hábitos de comprensión y de comunión con la totalidad del orden real por los cuales el mismo hombre humaniza su mundo, produce cultura, transforma la sociedad y construye la historia”[5].

Notas

  1. Céspedes Francisco. La Educación en Panamá, Panorama Histórico y Antología, p.5
  2. Ibíd., p.6
  3. Culiolis-Bayard Andrés., p. 33
  4. Osorio Alberto. Historia Eclesiástica de Panamá 1815-1915, p. 491
  5. DP1024 y 1025. p. 23


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