PANAMÁ; Pintura, Escultura y Grabado

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Revisión del 18:44 8 ago 2014 de MGARCIA (discusión | contribuciones) (Protegió «PANAMÁ; Pintura, Escultura y Grabado»: Página muy visitada ([edit=sysop] (indefinido) [move=sysop] (indefinido)) [en cascada])
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

Entre los pintores de importancia durante las primeras décadas de la vida republicana en Panamá se destacaron Roberto Lewis, Manuel Amador y Humberto Ivaldi. Lewis fue fundador de la primera Escuela de Pintura en 1912, y creador de importantes murales y retratos, así como paisajes de estilo posimpresionista. Las obras de Amador se caracterizaron por un estilo de dibujo gestual, pinceladas expresivas y colores sombríos. Ivaldi mostró gran sensibilidad por los efectos de la luz y la calidad atmosférica de los colores en sus retratos, paisajes naturalistas y naturalezas muertas.

El modernismo llegó a Panamá de manera paulatina, a medida que los artistas viajaban al exterior y regresaban con noticias de las vanguardias artísticas. En los años cuarenta, Ivaldi y Juan Manuel Cedeño empezaron a liberar al arte panameño de los estilos decimonónicos de sus predecesores. Luego siguieron artistas como Ciro Oduber y Eudoro Silvera cuyos dibujos y pinturas de estilo modernista interpretaban temas relacionados con las tradiciones panameñas. Juan B. Jeanine fue creador de los primeros murales modernos en Panamá, e Isaac Benítez fue un apasionado pintor expresionista.

El primero en experimentar con la pintura abstracta fue Alfredo Sinclair, quien desarrollaría un estilo maduro de abstracción lírica en colores luminosos.

Varios exponentes importantes del arte en Panamá iniciaron sus carreras en los años cincuenta y sesenta. Guillermo Trujillo ha creado dibujos, acuarelas, óleos, cerámicas, esculturas, grabados, serigrafías y hasta tapices, obras en las que combina figuras humanas y referencias a la antropología panameñas y sus tradiciones indígenas. Manuel Chong Neto fue conocido por sus óleos en torno a una figura femenina, voluminosa y sensual, que fue su leitmotiv. Alberto Dutary pintó bodegones realistas y composiciones en las que desnudos de mujer y maniquíes aparecían como actores silenciosos y alienados. Julio Zachrisson se hizo famoso por sus grabados poblados de figuras grotescas con temas mitológicos o del folklore urbano panameño.

Desarrolló la mayor parte de su carrera en España, como también fue el caso con el surrealista Pablo Runyan. Olga Sánchez, conocida por sus imágenes de figuras humanas expresionistas, pasó veinte años en Europa, pero luego volvió a Panamá. Las inconfundibles obras de Trixie Briceño muestran una versión naíf del surrealismo, en composiciones influenciadas por la abstracción geométrica. El pintor y muralista Adriano Herrerabarría fue conocido por sus obras surrealistas cargadas de comentario social, intención que también caracterizó las pinturas expresionistas de Desiderio Sánchez.

En el decenio de 1960 se establecieron en Panamá los primeros elementos de una red de apoyo institucional para los artistas, como el Instituto Panameño de Arte (Panarte) fundado por un grupo privado en 1962 y la Casa de la Escultura (luego Centro de Arte y Cultura) fundada por el pintor y escultor Carlos Arboleda en 1964. Debido los altos costos y las limitadas ventas, muchos escultores panameños—como Arboleda, Justo Arosemena y Mario Calvit—también han desarrollado carreras como pintores.

Entre los artistas que surgieron a fines de los años sesenta se destacaron figuras como Antonio Alvarado, uno de los pocos pintores abstractos en Panamá. Por su parte, Coqui Calderón estuvo influenciada por el arte Pop y Op, y Manuel Adán Vásquez pintó imágenes del campo panameño. Después de la revolución militar en 1968, se enriqueció la actividad cultural con el apoyo del Instituto Nacional de Cultura y el Departamento de Expresiones Artísticas (DEXA) en la Universidad de Panamá, y los Concursos de Arte Pictórico Xerox, celebrados entere1969 y 1978. La artista autodidacta Teresa Icaza es considerada parte de lo que ella llamó “la generación Xerox” de pintores que se dieron a conocer en esa década. En años posteriores, Teresa Icaza se dedicaría a una interpretación lírica del paisaje en tonos vibrantes creados con delicadas capas de papel seda y pintura.

Durante los años setenta, tanto la Escuela Nacional de Artes Plásticas como la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Panamá fueron canteras de producción artística. Surgieron creadores como Luis Aguilar Ponce, uno de los primeros en usar el aerógrafo; Antonio Madrid, cuyas elegantes pinturas semi-abstractas a menudo incluyen referencias folklóricas; y Carlos González Palomino, conocido por sus composiciones expresionistas de temas sociales y políticos. Emilio Torres experimentó con nuevas técnicas y estilos, buscando “la belleza en la vida cotidiana”, y Luis Aguilar Olaciregui exploró el color en interpretaciones poéticas del paisaje. También fue en la década del setenta que llegaron a Panamá artistas extranjeras con nuevas ideas como Alicia Viteri y Gale Fallstrom de Cellucci. Viteri fomentó el interés en las artes gráficas como profesora invitada en la Universidad de Panamá, y a través del establecimiento en 1979 el Taller de Grabado Panarte.

Entre los artistas vinculados a la Facultad de Arquitectura, Amalia Tapia empezó pintando acuarelas de flores y paisajes, pasando posteriormente a crear visiones poéticas de objetos cotidianos en pinturas que parecen flotar entre la ilusión y la realidad. David Solís también se inició como acuarelista en Panamá, pero su vida cambió en 1975, cuando se mudó a Francia donde desarrolló su carrera como pintor. Por su parte, Tabo Toral fue conocido por sus pinturas de base geométrica sobre las cuales trabajaba de manera gestual. Entre los que se graduaron de arquitectos y también fueron pintores figuraron Etanislao Arias y Guillermo Mezza. Arias exploró un lenguaje expresionista y Mezza creaba mundos fantásticos de figuras humanoides. El más conocido fue Brooke Alfaro, que pintó composiciones figurativas en las que se burlaba del poder político y religioso, y de las peculiaridades de la sociedad latinoamericana.

En los años ochenta, el mercado de arte siguió creciendo y se presentó un mayor número de exposiciones de artistas extranjeros. En este período, las pinturas del folklore panameño por Al Sprague y de tinajas de barro por Sheila Lichacz gozaron de gran éxito. Susana Arias creó obras en cerámica, esculturas e instalaciones, y el artista chiricano Manuel Montilla exploró medios poco convencionales para crear sus obras de fondo conceptual. En 1981, el INAC estableció el Concurso Nacional de Pintura que se celebra anualmente. Sin embargo fue interrumpido en 1988 y 1989 debido a la crisis política en el país.

Entre los jóvenes en aquel momento hubo varios que introdujeron ideas innovadoras al panorama cultural. La provocación fue un componente integral de las pinturas neo-expresionistas de Isabel De Obaldía, quien en los años noventa, empezó a crear esculturas en vidrio. Olga Sinclair desarrolló su propio estilo figurativo, progresivamente dominado por el color, con una preferencia por la figura humana en ambientes contemplativos. El artista español Ignacio Esplá fue conocido por sus paisajes tropicales.

De igual manera en los años ochenta surgió un grupo de artistas que fue conocido como la Escuela de Azuero de la que formaron parte Raúl Vásquez, Alberto Castillo, Roosevelt Díaz y Jorge Ruíz Melgar. Otros pintores importantes del interior fueron Gilberto Quintero, Adonai Rivera, César Castilla y Elpidio Mendoza. La mayoría de ellos creaba pinturas de mundos imaginados o rituales mágicos, compartiendo un interés por la búsqueda de raíces ancestrales, imágenes precolombinas, y un estilo que recuerda el arte mexicano. Aunque era riesgoso crear arte de protesta durante los años de la crisis política, varios artistas plasmaron su inconformidad. Entre ellos resaltaron las exposiciones de Rogelio Pretto y Coqui Calderón en 1984, y las obras con referencias a la dictadura por pintores como Adriana Lewis de Vallarino, Eduardo Navarro, Desiderio Sánchez, Trujillo, Zachrisson, Alfaro y De Obaldía.

Bajo el nuevo gobierno democrático, el inicio de los años noventa fue un período de renovación para la sociedad panameña y sus instituciones culturales. En 1992, Irene Escoffery y Mónica Kupfer fundaron la Bienal de Arte de Panamá, un certamen que contribuiría a definir el arte contemporáneo panameño en los años siguientes. Entre los ganadores de premios en las Bienales se destacaron Roosevelt Díaz, Fernando Toledo, Haydée Victoria Suescum y Lezlie Milson, entre otros. Toledo pintó obras de significado social, y Suescum creó trabajos semi-abstractos. Milson fue conocida por obras que combinan la pintura y la escultura. Otro miembro de esta generación, Silfrido Ibarra, ha desarrollado una obra que ha fluctuado del realismo al surrealismo.

Desde su nacimiento como nación independiente en 1903, el arte de Panamá estuvo marcado por las circunstancias políticas y la realidad cultural y educativa del país. Mucho más que en esos primeros años, en la segunda mitad del siglo XX, el número de artistas creció de manera constante. Aunque la forma de expresión preferida fue la pintura, a partir de los años noventa, hubo muchos creadores jóvenes que fueron más allá de lo tradicional a explorar los nuevos lenguajes del arte como las instalaciones, los videos y el arte electrónico.

BIBLIOGRAFÍA

Alemán, Carmen y Angela de Picardi (editoras). 100 Años de Arte en Panamá. Panamá: Comité del Centenario, 2003.

Bienal de Arte de Panamá. Catálogos de exposición. Panamá: Museo de Arte Contemporáneo y Fundación Arte y Cultura. 1992, 1994, 1996, 1998 y 2000.

Kupfer, Mónica y Edward J. Sullivan. Encuentro de Corrientes: Pintura contemporánea de Panamá, 1968-1998. Nueva York: Americas Society, 1998.

Kupfer, Mónica. Medio siglo de pintura en Panamá. Art Nexus No. 21 (julio-septiembre 1996).

Kupfer, Mónica (editora). Mujeres en las artes de Panamá en el siglo XX. Panamá: Fundación Arte & Cultura, 2010.

Prados, Pedro Luis. La pintura actual en Panamá: Panorama de una búsqueda, en Arte contemporáneo panameño. Madrid: Casa de América, 1996.

Wolfschoon, Erik. Las manifestaciones artísticas en Panamá. Panamá: Biblioteca de la Cultura Panameña, 1983.


MÓNICA E. KUPFER