PERSECUSIÓN EN GUATEMALA; Comunismo y anticomunismo

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El comunismo guatemalteco

En las elecciones de 1950, los partidos Renovación Nacional, Acción Revolucionaria, e Integración Nacional, llevaron a la presidencia al coronel Jacobo Arbenz Guzmán. Desde 1946 Arbenz había entablado una gran amistad con José Manuel Fortuny, antiguo líder del Frente Popular Libertador, de orientación marxista; Fortuny escribiría varios de los discursos pronunciados por Arbenz en su campaña presidencial.

Al llegar a la Presidencia, al margen de su gabinete estableció un círculo íntimo de asesores, miembros todos del Partido Guatemalteco del Trabajo, que era el partido comunista de Guatemala.

Casi de inmediato el gobierno de Arbenz intentó la expropiación de las tierras de algunos terratenientes opositores con una forzada reforma agraria. También intentó expropiar los bienes de la poderosa compañía norteamericana United Fruit Company, así como el puerto y el ferrocarril, propiedades de la misma compañía. El intento fracasó totalmente, pero sirvió para que los Estados Unidos calificaran a Jacobo Arbenz y su gobierno como comunista.

Como la ideología marxista-leninista que profesaba el Partido Guatemalteco del Trabajo hace abierta profesión de ateísmo militante, la jerarquía de la Iglesia se puso en guardia contra el gobierno; por ello fue que el arzobispo Mariano Rossell y Arellano dio su apoyo a la cruenta revolución de 1954 que, dirigida por Carlos Castillo Armas, derribaría al gobierno de Arbenz quien se exilió en México. El Partido Guatemalteco de los Trabajadores fue prohibido.

En 1962 estalló un pronunciamiento militar en el cuartel Zacapa, guiado por dos militares nacidos en Quiriguá: Marco Antonio John Sosa y Luis Turcios. El pronunciamiento fracasó y los levantados se tiraron al monte, en el valle de Motagua. Nace así la guerrilla guatemalteca, con su secuela de asaltos, secuestros, atentados, sabotajes, extendiéndose a los departamentos de Zacapa y Izabal, y luego a casi todo el país.

La acción guerrillera se proponía herir los intereses económicos y políticos de la oligarquía liberal que entonces gobernaban Guatemala, y en ese entonces no les interesaba la cuestión religiosa. El ejército reaccionó con una cruel represión.

Tras el golpe de estado en 1964 encabezado por el ministro de defensa, general Alfredo Enrique Peralta Azurdia (presidente de facto de 1963 a 1966) contra el presidente Miguel Idígoras Fuentes (presidente de 1958 a 1963), la lucha y eliminación de los militantes de los grupos izquierdistas fue retomada de manera sistemática y cruenta.

En 1969 llega al poder el coronel Carlos Arana Osorio. A finales del gobierno del ya entonces «general» Arana Osorio, se organiza en torno a su persona un comité pro-partido llamado «Central Aranista Organizado» (CAO). El General Arana era apodado «El Chacal de Oriente», por la brutal carnicería que había llevado a cabo en el oriente del país durante la campaña contra la guerrilla, y que durante su presidencia amplió a todo el país.

Fue entonces cuando el Ejército guatemalteco, como institución, asumió el control absoluto del Estado, implantando así una dictadura militar utilizando todos los medios posibles, incluso los más violentos y moralmente inaceptables, para combatir a los guerrilleros. La situación perduró teóricamente hasta el 31 de diciembre de 1997, fecha en la que se firmó un acuerdo entre el gobierno de Guatemala y los combatientes.

Como el pensamiento de la Iglesia se avocó a estudiar y presentar soluciones a los problemas sociales, algunos elementos del clero expresaron abiertamente su simpatía hacia las organizaciones políticas de izquierdas. Entonces algunos sectores del comunismo militante comenzaron a interesarse por obtener el apoyo de organizaciones de la Iglesia. Sin embargo, en Guatemala esta simpatía y estos intentos fueron mucho menores que en otros países de América Central como El Salvador y Nicaragua.

El Anticomunismo como política fundamental de los gobiernos

El general Jorge Ubico Castañeda permitió durante su gobierno (1931-1944) la entrada de órdenes religiosas con una cierta parsimonia; así regresaron los franciscanos, dominicos y jesuitas, y llegaron por vez primera los salesianos y los hermanos maristas. La revolución 1944 dio lugar a un cambio, pues derribó el gobierno dictatorial de Ubico Castañeda, quien se exilió en los estados Unidos.

Como ya señalamos, en 1950 llegó al poder el coronel Jacobo Arbenz, quien, además de enfrentarse a la poderosa empresa norteamericana United Fruit Company, inició la implantación de una política abiertamente socialista.

En abril de 1954, el arzobispo Mariano Rossell y Arellano, publica una Carta pastoral sobre los avances del comunismo en Guatemala, en la que pide a los cristianos “que se levanten como un solo hombre contra el enemigo de Dios y de la Patria”.

Esta carta sirvió de justificación a muchos cristianos para apoyar a la oposición y a la invasión de 1954 que llevará al derrocamiento de Jacobo Arbenz. El mismo arzobispo apoyó la revolución de Carlos Castillo Armas. Sin pretender justificar aquellas actitudes, hay que recordar que estábamos en los años cuando la Iglesia católica sufría una cruel y empedernida persecución en los países comunistas tras la «cortina de hierro».

Se encontró en el anticomunismo el elemento común entre la derecha política pronorteamericana y la Iglesia católica. En la segunda mitad del siglo XX, el clero de la Iglesia Católica guatemalteca estaba formado por una gran mayoría de sacerdotes extranjeros, principalmente españoles, seguidos en número de los norteamericanos y de los italianos. Se trataba de una Iglesia marcada, en el caso de los españoles, por las dolorosas y entonces aún recientes experiencias de la sangrientísima persecución marxista y masónica, llevada a cabo antes y durante la guerra civil española (1936-1939).

En el caso de los demás, había entre los jesuitas y los franciscanos regresados, varios que o habían sido expulsados de Cuba por la dictadura comunista de Fidel Castro, o quienes habían experimentado las persecuciones del régimen comunista de Mao-Tse-Tung en China, o por los regímenes comunistas del bloque oriental.  Es comprensible el espíritu anticomunista que reinaba en los ambientes eclesiásticos de aquellos años. 

NOTAS

BIBLIOGRAFÍA

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FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ