PUEBLA; su gobierno durante el Virreinato (1531-1821)

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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INTRODUCCIÓN

Dentro del marco de la organización socio-política de los llamados reinos de la Indias pertenecientes a la monarquía española, la ciudad de Puebla de los Ángeles fue, como todas las ciudades de la América Hispánica, una unidad política de base; marco ideal para la sociabilidad humana, para la vida a la usanza de Castilla, con personalidad jurídica que las leyes le otorgaban y organizada dentro de una jerarquía de dignidad y de poder, para estructurar el espacio territorial en la unidad política superior llamada Reino de la Nueva España.[1]

Durante la época de la política pactista que caracterizó a la monarquía española de los Habsburgo en los siglos XVI y XVII, anterior a las llamadas Reformas Borbónicas; la ciudad, considerada la célula política básica, se conectaba con el poder del rey, su señor natural, en una relación recíproca de derechos y deberes que ambos debían respetar: la ciudad con su pronto vasallaje, obediencia, gran lealtad; y el rey respetando fueros y privilegios concedidos desde su fundación y a lo largo de tres siglos.

Estas ciudades como células políticas de base integraron dos peculiares formas de gobierno: la república de españoles y la república de indios, ambas figuras consideradas súbditas de la corona española, con personalidad jurídica propia. La república de indios representa la organización tanto política, como económica y social de los naturales según su forma de gobierno tradicional prehispánica,[2]pero adecuada a la institución medieval del concejo municipal. La república de españoles era la ordenación política, social y económica de todos los grupos que no eran indios: españoles, criollos, mestizos, mulatos, negros y castas, bajo el mismo esquema de gobierno concejil trasplantado de España al Nuevo Mundo para darle sustento legal a las decisiones tomadas por el cuerpo edilicio.

Ambas repúblicas tenían plenitud de facultades y poder, sin depender o estar sujetas a otra autoridad que no fuese la de su señor natural ya fuese el propio rey, su alter ego el virrey o su representante en la ciudad, el alcalde mayor o corregidor, que como su nombre indicaba, corregía o cogobernaba la ciudad junto con el cabildo, formando lo que propiamente era el ayuntamiento.[3]

Fue así como el ayuntamiento de Puebla buscó los mecanismos de negociación más idóneos para dar cumplimiento a los intereses y necesidades tanto de la ciudad como de la corona real. Esta situación cambiaría con las Reformas Borbónicas que se establecieron, en 1786, con el sistema de Intendencias, ocasionando que la antigua alcaldía Mayor al convertirse en Intendencia, organizara en torno suyo a los pueblos, villas y ciudades de su jurisdicción territorial, designando claramente los espacios de poder de la ciudad capital y de sus oligarquías rectoras.[4]

En lo que a la ciudad de Puebla se refiere, la formación y desarrollo de su traza, su ejido y su dehesa, su arquitectura y vida cultural y social han sido el resultado de su particular historia en la que se fueron entretejiendo una pluralidad de factores que la caracterizaron y que coadyuvaron en la elaboración de su identidad regional desde el temprano siglo XVII, dándole un sello y un sentido de pertenencia diferente al resto de las ciudades del virreinato. Estos factores de índole política, social, económica y cultural se manifestaron en la ciudad de Puebla, desde sus inicios con:

  • Las particularidades que rodearon su fundación como respuesta a la utopía y al deseo reparador de la corona de resolver el controvertido sistema de encomiendas.
  • La ausencia de asentamiento indígena en donde se estableció la traza; y la solución práctica que se dio a su necesaria mano de obra, con los llamados indios de servicio.[5]
  • El asentamiento definitivo de los indígenas después de ser llamados a trabajar en la ciudad, dando origen a los barrios de indios con sus propias autoridades y su gobernador de los naturales.[6]
  • La ubicación geográfica de la ciudad que hará de la agricultura, la ganadería, la industria y el comercio su fuente de riqueza; siendo los ríos y canteras de la ciudad propicios al establecimiento de molinos de trigo, obrajes de seda y lana; así como de otras industrias menores como: fierro, muebles, vidrio, loza, pan, grana y los productos de la cría de cerda desde fiambre y jamones hasta jabón y cueros.[7]
  • La existencia de diversos caminos que cruzaban por la ciudad centralizó en ella todas las rutas del comercio novohispano que desde la ciudad de México salían por Veracruz hacia Sevilla. Por el norte, la ruta desde Santa Fe que pasaba por los centros mineros trayendo toda la plata a la capital. Por el poniente, el camino al puerto de Acapulco desde donde entraban los lujosos productos de Oriente embodegados anualmente en Filipinas y traídos en las Naos de la China. Al sur, el camino a La Antigua Guatemala, desde donde subía el cacao, la cera, la grana, el tabaco y demás productos tropicales. Toda esta red de caminos llamados reales la colocaron como paso obligado del comercio trasatlántico y transpacífico de la Nueva España con la Metrópoli y la hicieron lugar privilegiado para mercaderes.[8]
  • Las continuas migraciones de peninsulares especialmente de Brihuega[9],que se asentaron en la traza urbana, a lo largo de todo el período virreinal, será otro de los factores que determinen y faciliten rasgos culturales y políticos muy propios. Baste recordar que en 1746 se habla de 50 mil habitantes y para 1800, la población calculada era de 56 mil habitantes compuesta en un 34% criollos-españoles, 33% de indios y 30% de castas diferentes.[10]
  • El apoyo brindado por décadas a las armadas de Barlovento, el Caribe y Tierra Firme con el aporte continuo de hombres, recursos económicos y el abasto de alimentos (bizcochos y embutidos), además de apoyar el resguardo permanente de los puertos de Manila en las Islas Filipinas y la Habana en la Isla de Cuba.
  • Y por último y uno de los más importantes será que al ser sede del obispado más rico de Hispanoamérica, Puebla se convierte en una espléndida ciudad episcopal, con obispos bien preparados y cultos, más un cabildo catedralicio de veintiséis prebendas, integrado por sacerdotes destacados de gran cultura y méritos personales, tanto españoles como criollos, que coadyuvaron no sólo a un fuerte desarrollo cultural sino a la buena administración del vasto obispado de Tlaxcala con sede en la ciudad de Puebla. Esta organización facilitó la división religiosa de las ciudades, pueblos y villas de su jurisdicción territorial; estrategia que no sólo le da la supremacía como ciudad principal, sino que hace que la riqueza de los diezmos de todo el obispado fluya hacia Puebla, sede episcopal.

Todas estas características y preeminencias hacen que la ciudad se convierta desde el siglo XVI en centro neurálgico del comercio, la industria y la cultura, viviendo un auge sorprendente llamado por muchos historiadores el Siglo de Oro (1550-1690), lo que colocó a Puebla a la cabeza de las ciudades virreinales, retando con su pujanza y belleza a la propia capital del Virreinato.

Momento único, porque el siglo XVIII ya no fue del todo benigno, debido a frecuentes epidemias, a la pérdida de los mercados de las ciudades mineras, al rompimiento con el comercio del Perú, a las guerras de España y Francia contra Inglaterra, así como a la incapacidad de la oligarquía rectora para continuar sosteniendo el mercado de harinas de las Antillas y el abasto de las Armadas de Barlovento y de las Naos de la China. Todo esto propició un estancamiento en el desarrollo económico que se hará palpable al estallar la independencia.

Durante la época en la que Puebla fue Alcaldía Mayor (1531-1780) su territorio quedó delimitado al norte por el pico de la Malinche, al sur hasta el río Atoyac y un poco más allá, con un pequeño enclave al sureste llamado Hueyotlipa,[11]siendo el virrey Antonio de Mendoza quien le asignara los siguientes límites: con Cholula y Tlaxcala “el barrio de San Pablo, el camino real que va a Tlaxcala, el puente que está en el camino que va a Atlixco y Totimehuacan”,[12]siendo el mismo virrey quien le señalara, el 12 de diciembre de 1543, como ejido y dehesa boyal:

[…] el campo y tierra calina que está […] pasado el monasterio del Señor San Francisco, como va el camino derecho para Tepeaca hasta dar a una puente de madera que está en un arroyo desde la dicha puente, como dice el río arriba hasta dar al monte, hasta dar a la puente de cal y canto que está en el dicho río en el camino que va de esa dicha ciudad de México y desde la dicha puente, como dice el dicho camino hasta dar a la dicha ciudad, excepto que no entre en ello un pedazo de tierra que está entre dos quebradas, junto al río donde está la dicha puente de madera del camino que va a Tepeaca.[13]


Fue así como, desde el propio siglo XVI, quedó señalado como términos de la ciudad de Puebla los pueblos indígenas de Cholula, Huaquechula, Huejotzingo, Tlaxcala, Cuautinchan y Totimehuacan,[14]quedando sujetos estos dos últimos a la jurisdicción del alcaldía mayor de Puebla. Su Justicia Mayor o Alcalde Mayor podía impartirla en estas dos últimas poblaciones y en los valles de Ozumba (Tepeaca) y Quecholac, (Acatzingo), para sentenciar civil y criminalmente sólo en los casos que se ofrecieren dentro de las estancias de ganado mayor y menor de los españoles asentados dentro de estas jurisdicciones.[15]Los indígenas o naturales de dichos lugares podían recurrir a pedir justicia con el corregidor o alcalde mayor de las jurisdicciones a las que territorialmente pertenecían, según lo que les fuera más conveniente,[16]pudiendo ser auxiliados estos en el desempeño de tales funciones por alguaciles indios nombrados para ello por parte del virrey o la Real Audiencia.[17]


EL CABILDO COMO ÓRGANO RECTOR DE LA CIUDAD

La historia de cada ciudad de la Nueva España, ya sea de costa de mar o de tierra adentro, minera, agrícola, mercantil o manufacturera como fue la de Puebla, conlleva el estudio de su cabildo. En cada ciudad, el desarrollo de su traza urbana, de sus iglesias y conventos, escuelas y hospitales, así como su desarrollo económico, social y cultural tienen una relación directa con la vida del cabildo, y por supuesto, con la élite directora de la ciudad que funcionaba a través de éste. Las funciones del cabildo eran muy amplias e incluían en lo económico:

  • Distribuir los terrenos urbanos entre los habitantes que quisieron asentarse en ella, tanto en la traza española que se extendió alrededor de la Plaza Mayor, donde las manzanas quedaron divididas en ocho solares; como en los barrios de indios donde, con permiso de ayuntamiento, se asentaron y pudieron edificar, con título de vecinos en solares de traza irregular.
  • Administrar los terrenos ejidales para labranza y comunales (dehesa) para pastizales, más los bosques y canteras ubicados fuera de la traza, así como doscientas caballerías. Contaba dentro de la traza con casas y tiendas llamadas propios; rentadas en su mayoría, para sufragar los gastos necesarios de todo el ayuntamiento.
  • Abastecer a la ciudad de lo necesario: agua, alumbrado, calles, hospitales, colegios etc.; regular el comercio, controlar los precios y medidas, vigilar los mercados, las ventas y los mesones.
  • Vigilar los precios de los bienes de consumo y la buena calidad de los productos artesanales a través del Tribunal de la Fiel Ejecutoría.
  • Construir y conservar las obras públicas como los caminos, los puentes, las fuentes, las acequias, las alhóndigas, las cajas de agua, etc.
  • Recaudar los impuestos municipales.

Las ciudades contaban, además, con los arbitrios que podían ser impuestos de carácter general, o derechos cobrados por la concesión de contratos, entre otros. Entre los impuestos generales, estaban los que gravaban la venta de alimentos llamados sisas y las contribuciones generalmente prediales. Entre los derechos que todo cabildo tenía, estaban las subastas periódicas de los contratos para el abasto de carne y pan, que rendían anualmente al cabildo una suma llamada prometido. Tenían derecho los cabildos también a levantar impuestos o exacciones extraordinarias llamadas derramas pues se derramaban o repartían entre todos los vecinos para atender alguna necesidad urgente o celebrar el acceso al trono de un nuevo monarca o recibir al virrey o al obispo.

En lo político, el cabildo tenía como función ser el órgano principal de petición y defensa de los derechos y fueros vecinales, y la obligación de representar los intereses del común. Para ejemplificarlo diremos que los regidores, a través del cabildo, eran los encargados de proteger la organización de los gremios artesanales como entidades jurídicas, económicas y sociales dependientes de su autoridad; debían vigilar el cumplimiento de las ordenanzas gremiales a través de los maestros veedores, y, de facto, tutelar todo el proceso de producción y venta de manufacturas como telas, cueros, fierros, molinos, pan, muebles, pinturas, cerámica vidriada, etc. Ordenamientos que el cabildo hacía cumplir mediante el Tribunal de la Fiel Ejecutoría integrado cada mes por uno de los alcaldes ordinarios y dos regidores en turno.

En el campo de lo social, el cabildo cuidaba de la asistencia a los pobres a través del Procurador Mayor de Pobres elegido anualmente; cuidaba también de las cárceles y vigilaba la moral pública y las costumbres, acciones que encabezaba el Alguacil Mayor. El fomento de la educación y el cuidado de viudas y huérfanos recaía sobre sus hombros, así como el mantenimiento del Hospital de la Limpia Concepción para enfermos sin recursos.

ESTRUCTURA DEL CABILDO POBLANO

Durante los primeros años de la ciudad, el gobierno y su cabildo fueron lentamente organizándose para encontrar la fórmula adecuada que mejor se adaptara a su realidad. Entre 1531 y 1532, la Corona nombró un representante para gobernarla llamado Corregidor que administraba también Cholula y Tlaxcala, siendo éste el conquistador Hernando Saavedra. En junio de 1532, llegó de España la Cédula Real con las ordenanzas relativas a la forma y orden como debían elegirse los regidores y alcaldes; el virrey entonces nombró a los corregidores: Hernando de Helgueta (1532), Antonio de la Cadena (1540), Antonio Caballero y el insigne Luis de León Romano (1554 - 1557) quien contribuyó fuertemente al desarrollo de la traza urbana construyendo los puentes de cantera de San Francisco y Amalucan, erigiendo locales comerciales en el portal del Palacio, organizando el alcantarillado para transportar el agua hasta la fuente de la plaza mayor y a otras plazas públicas, e introduciendo el agua en algunas casas de principales y de regidores que contribuyeron a la obra, así como a la del obispo y a la de algunos conventos, dejando en herencia los predios que formarían el Colegio dominico de San Luis.

A partir de 1538, se autorizó al cabildo nombrar anualmente un Alcalde Ordinario –pudiendo después nombrar dos-, privilegio que continuó durante todo el Virreinato. Al terminar la década de 1550 se nota ya la estructura cabildera clásica de las ciudades novohispanas que permanecerá en Puebla hasta las Reformas Borbónicas (1786), y que estuvo integrada por tres partes fundamentales: El alcalde Mayor o Justicia Mayor, el cuerpo de regidores y el escribano.

El Alcalde Mayor, era designado generalmente cada dos o tres años por el virrey, cuyo nombramiento recaía por lo regular en las élites de México. Por medio de este nombramiento, la corona pretendió controlar la vida y el gobierno de la ciudad; acción difícil de lograr ya que el cuerpo de regidores que componían el cabildo en la Ciudad de Puebla se caracterizó por la permanente presencia de clanes familiares que tuvieron el control de cabildo durante siglos.

No todos los alcaldes mayores lo fueron por tres años, algunos repitieron mandato. El caso excepcional lo fue Juan José de Veitya y Linaje, nombrado desde España por razones políticas en un momento crucial, ya que la dinastía Habsburgo de Carlos II daba paso a la nueva Casa de Borbón con Felipe V, provocando en 1700 la guerra de Sucesión Española que terminó con la Paz de Ultrech en 1713 y la toma de Barcelona en 1714.[18]Veitya, quien fuera Alcalde Mayor de 1698 a 1722, llegó también con la consigna de organizar las finanzas de la ciudad; suprimir el control que sobre el cobro de las alcabalas tenían el cuerpo de regidores, para lograr así su eficiente recaudación, eliminando la ineficiencia y corruptela existente.[19]

En 1754, ya en los albores de las Reformas Borbónicas, y con el virrey Revillagigedo a la cabeza, se sustituyó a estos Alcaldes Mayores por un Gobernador-militar con funciones más amplias y diferentes, como el hacerse cargo de la formación de las milicias provinciales de Puebla y supervisar la recaudación de impuestos reales, siendo quintuplicado su salario para garantizar su buen desempeño y lealtad a la corona. Ellos fueron Diego Montesinos de Lara (1754-1760), Tomás de Ribera Santa Cruz (1761-1764), Esteban Bravo de Rivero (1764-1770), José Merino y Ceballos (1771-77), Gaspar de Portolá (1777-84) y, por último, Ugarte y Loyola (1784-1787) quienes ocuparán este cargo hasta la creación de la Intendencia, enfrentándose, en varias ocasiones, con las viejas familias cabilderas sustentadoras del prestigio y del poder como sucedió en 1778 cuando el regidor Don José Mariano Perez de Salazar Méndez Monte entabla pleito y lo gana contra Gaspar de Portolá para lograr que los Alcaldes de Barrio sean elegidos por los propios vecinos.

Cuando Puebla se convirtió en Intendencia en 1787, no sólo cambió drásticamente la estructura de su gobierno, sino la de toda la región. La Intendencia de Puebla se convirtió, de facto, en una provincia rectora de las ciudades, villas y pueblos del rededor. El cabildo será ahora presidido por el intendente Don Manuel de Flon y Tejada, Conde de la Cadena, con funciones muy amplias; las regidurías dejaron de ser heredadas y vendidas dando paso a las elegidas.[20]La ciudad fue dividida en cuarteles para su mejor funcionamiento judicial, al mismo tiempo se sanea y moderniza, se ilumina y transforma en ciudad Ilustrada.

Los Alcaldes Mayores, quienes de facto ejercían la justicia, contaban en Puebla con dos Alcaldes Ordinarios que le ayudaban en la administración diaria, sin poder juzgar casos de indios, ya que era privilegio exclusivo del alcalde mayor. Estos dos alcaldes ordinarios asumían atribuciones referentes al gobierno civil y podían suplir al alcalde mayor en caso de ausencia; eran elegidos anualmente, el 1º de enero, por el cuerpo del cabildo de entre los ciudadanos prominentes poblanos.

Este derecho a elegir libremente a los alcaldes ordinarios fue un privilegio que no tuvieron otras ciudades y que los cabilderos poblanos defendieron a capa y espada –como se vio en el incidente de 1632 cuando el virrey Cerralvo intentó forzarlos a elegir Alcalde de entre sus seis elegidos candidatos. El cabildo, utilizando su derecho como entidad jurídica se negó a obedecer, se quejó ante el rey quien años después les confirmó este derecho.

El regimiento El segundo cuerpo –llamado regimiento– estaba integrado por los regidores. Sus oficios, primero dados como merced, se volvieron perpetuos y heredables en la década de 1560. A partir de 1591 fueron vendibles y podían heredarse en forma de renuncia. Como consecuencia, un grupo de familias logró permanecer en los cargos del cabildo por más de un siglo.

El número de regidores variará según la época. El cabildo se creó con derecho a ocho regidores como toda ciudad importante. A finales del siglo XVI, Puebla ya tenía dieciséis y todavía la Corona le impuso uno más alegando debía una recompensa a la viuda de un conquistador. En el siglo XVII llegó a tener 20 regidurías (la última se creó en 1660) igualando así a las ciudades capital de virreinato como Lima y México. Durante el siglo XVIII el número declinó quedando entre 12 y 16 que serán la base de su élite política.[21]

En Puebla, dentro del regimiento o cuerpo de regidores se incluían los siguientes cargos: • Alférez Mayor: fue, desde 1575 el encargado de custodiar y llevar el pendón real en las festividades oficiales a las que el cabildo asistía en cuerpo de ciudad. Tenía el privilegio de ir adelante en las procesiones festivas como la fiesta de San Miguel, las juras reales y las exequias de la monarquía española; así como el de sentarse en la sala del cabildo inmediatamente después del alcalde mayor. Este oficio no era de beneficio económico y fue durante el virreinato el más codiciado por suponer una fuerte honra. • Alguacil Mayor: Contribuía como policía y miembro ejecutante de la jurisdicción ordinaria a mantener la calma publica y seguridad de la ciudad; apresaba a delincuentes o personas que habían cometido alguna infracción, tenía la obligación de realizar rondas nocturnas y buscar a los que se dedicaban a juegos prohibidos de azar o cometían actos inmorales. Funcionó desde 1539, con voz y voto y derecho a entrar armado al cabildo. El primero en ejercerlo fue Don Gonzalo Díaz de Vargas, heredándolo a su hijo Francisco en 1558. • Depositario General: Cargo creado en 1610, administraba los bienes o propiedades que estuvieran en litigio. Solía ser ejercido por un hacendado o comerciante rico para dar garantía sobre las fortunas que se le confiaban. En Puebla quedó unido al cargo de Juez Contador de Bienes de Menores. • Oficiales Reales: Había dos que, al ser regidores, participaban con voz y voto en las sesiones del cabildo, estos fueron: el Tesorero de Novenos Reales desde 1643; cuyo oficio de carácter medieval consistió en cobrar un noveno para el rey de los diezmos de la iglesia; mismo que se utilizaba para las erecciones de las iglesias; y el Tesorero de la Santa Cruzada cuya entrada al cabildo fue desde 1660 y se encargaba de cobrar las bulas papales, predicadas cada dos años en todo el obispado, y que por derecho real del patronato, manejaba la corona. Funcionó hasta iniciado el siglo XVIII. • Alcalde de la Santa Hermandad: Era el encargado de eliminar el bandolerismo y el abigeato en los caminos y en el campo de todo el obispado. Este cargo, que no debería formar parte del cabildo, fue integrado al regimiento de la Angelópolis, cuando en 1646 siete regidores compraron el derecho a serlo. De este modo, el cabildo poblano aseguró el control sobre la persona que desempeñara el cargo.

Los restantes oficios eran sólo de regidores perpetuos que habían heredado o comprado el cargo, guardando siempre preeminencias al regidor más antiguo que en el siglo XVIII llegó a ser nombrado alcalde ordinario en ausencia de éste. La estructura concejil permanecerá intacta a lo largo del virreinato, aun cuando en 1754 el alcalde mayor pasa a ser sustituido por un gobernador militar. Es hasta el establecimiento de la Intendencia en 1787 que se da un golpe definitivo a la vieja y aristocrática estructura cabildera.[22]

Este segundo cuerpo de regidores administraba la ciudad, repartiéndose anualmente (los días 2 y 3 de enero) los cargos. Así, a uno le tocaba ser el Procurador mayor o defensor de los derechos de la ciudad, cargo que generalmente se confirmaban por cinco o seis años; a otro, le tocaba ser el Obrero mayor encargado de las obras, drenajes, alcantarillado etc., o el Procurador de pobres, o el tan lucido Patrono de fiestas, encargado de preparar las celebraciones de las fiestas patronales donde el cabildo debía asistir portando sus mazos e insignias, así como pagar la fiesta. etc. Dos regidores eran nombrados mensualmente Fieles ejecutores, para ayudar a uno de los Alcaldes Ordinarios en turno en la impartición de la justicia ordinaria que se llevaba a cabo en los bajos del ayuntamiento llamado por eso el portal de la audiencia.

Dos regidores más, en el siglo XVII, fueron nombrados anualmente Contadores de Reales alcabalas, mientras el cabildo tuvo desde 1601, el derecho a los contratos de encabezonamiento de las alcabalas para recabar los impuestos.[23]Una serie de cargos extra capitulares floreció alrededor de cada ayuntamiento como el mayordomo de propios, capellán, portero, almotacén, boticario, alcalde de alhóndiga etc. cargos que en Puebla no recaían en regidores.

El Escribano Real y del Cabildo constituía el tercer elemento o brazo de la estructura cabildera. Era un personaje esencial pues además de tomar nota en los libros del cabildo de todo lo acontecido en las sesiones celebradas por el cuerpo edilicio, llevaba un registro de las provisiones reales, pragmáticas, mandamientos virreinales y demás títulos y privilegios de la ciudad, debiendo guardarlos en la caja de las tres llaves para su protección, evitando así el robo de actas y la alteración de documentos. Esto resultaba particularmente importante cuando la corona española llamaba a los alcaldes o a los regidores a juicio de residencia.[24]

LOS HABITANTES DE LA CIUDAD DE LOS ÁNGELES: CRECIMIENTO DE LA TRAZA Y DE LA POBLACIÓN

¿A quiénes gobernaba el cabildo? ¿de dónde vinieron los habitantes españoles que se asentaron en ella? ¿cómo estaba organizada la traza de la ciudad y sus habitantes? ¿qué fue de los indios de servicio que vinieron a trabajar a la ciudad los primeros treinta años?

Cuando la ciudad se fundó, en el amplio espacio señalado para establecer la traza en forma de damero –retícula muy en boga en las ciudades renacentistas–; los regidores trazaron ingeniosa e inteligentemente una ciudad con características ideales para un armonioso desarrollo: Así, vemos la inclinación de 19º hacia el este, de tal manera que siempre hay una acera sombreada en cualquier época del año; la pendiente natural hacia el río San Francisco logra un buen desagüe y evitó inundaciones; la alineación de las ocho manzanas primeras que corrían de nor-noroeste a sud-sudoeste para evitar los vientos fríos del norte; el diseño de las manzanas de doscientas por cien varas castellanas permitiendo la división en ocho solares iguales como se observa claramente en el mapa del canónigo y matemático Cristóbal de Guadalajara de 1698; y sobre todo, la espaciosa plaza mayor con su fuente a un costado y la picota –símbolo de la justicia real–, que, rodeada por las casas del ayuntamiento, la catedral y los portales, la convirtieron en un modelo elegante y perfecto de ciudad renacentista.

Las edificaciones civiles incluyen el ayuntamiento llamado en ese tiempo casas reales en cuyo nivel superior vivía el alcalde mayor y en donde se hospedaba al virrey cuando visitaba la ciudad. Se construyeron también las alhóndigas para guardar el trigo y el maíz, las casas de los principales, las tiendas y las fuentes de agua. Al crecimiento de la ciudad contribuyó la presencia de las órdenes religiosas que influyeron en el embellecimiento y servicios para la nueva ciudad.

Los franciscanos fueron los primeros en empezar a construir; en 1535 su convento estaba ya adelantado. Los dominicos estaban también edificando desde 1534. En 1548 los agustinos ya tenían licencia para empezar a erigir el suyo. Para 1586 se establecieron los religiosos carmelitas cediéndoles el obispo Don Diego Romano la ermita dedicada a la Virgen de los Remedios. Los religiosos franciscanos erigieron el convento de San Antonio en la antigua ermita de Santa Bárbara, patrona protectora contra rayos y truenos. Los jesuitas se establecieron (1578) donde ahora está el Carolino, construyendo en su extremo norponiente la majestuosa Iglesia de la Compañía. Por último, los mercedarios, a quienes el obispo Romano cedió la ermita de San Cosme y San Damián quedaron asentados al norponiente de la traza española a partir de 1598.

Para finales del siglo XVI la ciudad contaba ya con 120 manzanas habitadas y cuatro plazas: la Mayor, la de San Agustín, la de San Francisco y la de la Iglesia de la Compañía. Al terminar el siglo, el embellecimiento y grandeza de la ciudad también se vio favorecido con el establecimiento de los conventos de monjas, siendo Santa Catarina uno de los primeros (1556), para continuar las Concepcionistas (1593), las Jerónimas (1594), las de la Santísima Trinidad (1601), Santa Teresa la Antigua (1601), Santa Clara (1607) y Santa Inés del Monte Policiano (1620).

También fueron construidos hospitales para los viajeros y los vecinos, ya fueran españoles, indios o negros. Se erigieron y construyeron cinco iglesias parroquiales: tres para españoles (el Sagrario, San José y la Santa Cruz) y dos para los barrios de indios (San Marcos y el Santo Ángel Custodio de Analco).

Los habitantes de la traza A medida que el tiempo pasaba, los habitantes primigenios, que según las crónicas eran treinta y tres, fueron aumentando. Cabe aclarar aquí que de estos primeros pobladores, algunos estaban casados con mujeres indígenas formando así parte del mestizaje.

En 1547 una memoria del Procurador de la Ciudad dirigida al rey narra que ya había 300 vecinos, y para 1600 se mencionan 1500 en la traza blanca. Guadalupe Albi habla de la cantidad de peninsulares de diferentes regiones que llegaron a Puebla en el siglo XVI atraídos por las ventajas en impuestos que se les otorgaban y por la pujanza de la ciudad. Su trabajo habla especialmente de dos migraciones de habitantes de Brihuega, en el Arzobispado de Toledo, una en 1555 y la otra hacia 1575.[25]

Los estudios de Ida Atman sobre ellos, y en especial sobre la familia Anzures, lo aclaran y confirman[26]así como los de Enrique Otte[27]sobre las cartas escritas por estos obrajeros castellanos que se asentaron en la Puebla a fundar obrajes de seda y lana, en las que mandaban continuas remesas de dinero a su ciudad natal, y pedían la venida de más familiares trayendo los instrumentos que los obrajes de Puebla demandaban.

La ciudad atrajo también a una gran cantidad de gente de todas las edades y condiciones, desde ricos mercaderes, pintores, escultores, literatos venidos en los séquitos de los obispos y de los virreyes, hábiles artesanos de la madera, del ensamblado, del fierro, de la cerámica o del vidrio; hasta humildes jornaleros venidos de la Metrópoli –ya fuese de España o Portugal–. Todos ellos habitantes del reino de Castilla pues eran los únicos que tenían derecho a pasar al otro reino castellano de la Nueva España. No podemos dejar de señalar aquí la importancia que, como habitantes de la ciudad, tuvieron los indios traídos como constructores desde el primer día de la fundación, y que al quedar asentados como vecinos en los barrios, formarán parte esencial de nuestra historia, identidad, cultura y mestizaje.

La Dra. Lidia Gómez, experta en este tema, afirma que:[28]desde el primer año de la fundación, los indios de los pueblos aledaños como Cholula, Huejotzingo, Tlaxcala e incluso de otros más alejados como Tlatelolco y Texcoco, fueron desplazados para venir a servir en la construcción y primeros trabajos de la ciudad. Más adelante, los asentamientos provisionales se convirtieron en barrios indios con derecho a recibir vecindad y otros grupos más fueron atraídos hacia la ciudad, motivados tanto por la exención de impuestos de la que Puebla gozaba, como por la nueva organización social que requería de caciques nobles que se erigieran en autoridades.

Así, el indio dejó de ser sólo un proveedor de servicios que llegaba en cuadrillas cada semana, para constituirse en vecino; en actor social, con derecho a recibir reconocimiento de nobleza y de autoridad si era el gobernador del barrio, o reconocimiento de artesano como panadero, músico, cerero, etc., y hasta eclesiástico, como fue el caso de algunos caciques indios.

Los barrios indios angelopolitanos se constituyeron durante el siglo XVI en tres altepeme distribuidos alrededor de la traza española, allí donde solían asentarse las cuadrillas semanalmente durante la fase fundacional. Cada uno, independiente de los otros dos: San Francisco o Tlaxcaltecapan, Santiago o Cholultecapan y San Pablo. Así, hubo desde el principio tres tecpan (casa real) cada uno en su propio barrio, con su Iglesia, y su tianguiz o mercado.

Estos barrios estuvieron conformados por sus propios tlaxilacallis. Pero también cada barrio estuvo bajo la supervisión espiritual de una orden monástica: los franciscanos en San Francisco, los dominicos en San Pablo de los Naturales y los agustinos en el barrio de Santiago. Cada uno de estos tres barrios se consideraba como entidad político-administrativa en sí misma, teniendo como una de sus funciones el mantenimiento de los puentes y caminos que cruzaban sus barrios: el camino a Veracruz por San Francisco, el camino real a México por el barrio de San Pablo y el de Atlixco por el barrio de Santiago.[29]

Según los tratados del derecho español, esta unidad política compuesta por los tres barrios formó lo que se llamó la república de indios. Cabe señalar, que no se nombró gobernador ni cabildo indio durante el siglo XVI, pues en ese periodo los barrios dependían todavía de sus pueblos de origen.

Fue hasta 1561 que los propios indios empezaron a elegir a sus alcaldes, uno por cada barrio, y hasta 1601 que se integró por primera vez un auténtico cabildo indio encabezado por un gobernador para los tres barrios. Se determinó que su asiento fuera en el tecpan del barrio de San Pablo, situado a un costado de la Iglesia de San Pablo de los Naturales. En dicho año se eligieron también alcaldes, regidores y alguacil mayor. Esta característica poblana de tener las dos repúblicas dentro de su organización socio-política, marcará un hito en la formación de su identidad, tradiciones y costumbres y la harán sensiblemente diferente de otras ciudades como México, Querétaro, Mérida o Oaxaca.

Formada ya la república de indios desde principios del siglo XVII, se integrará a las ceremonias reales, como las juras o las exequias, nacimientos o bodas, recepciones del obispo o de virreyes, o a las fiestas patronales. Los documentos señalan ya la participación del gobernador de los naturales con sus alguaciles y alcaldes ubicados, en las ceremonias, después del alcalde mayor y los regidores.

Es importante señalar también a otro sector de la población que contribuyó de manera decisiva a la construcción y desarrollo de esta ciudad: los negros. Llegaron como esclavos en buen número desde el siglo XVI (había trescientos negros en 1550) para ser utilizados en los obrajes de paños, en la venta de mercaderías, en las labores del campo, especialmente en los trapiches o en los ingenios azucareros de Izúcar, Tehuacán o Acatlán.

El Libro del Cabildo # 4 nos habla que en el año 1541, a diez años de la fundación de la ciudad, empezó a existir la Caja de Negros.[30]Altamente apreciados por la élite, los encontramos en las casas de los principales, ya fuesen civiles o religiosos, en los conventos o en las cuadrillas de vigilancia de los Alcaldes de Mesta y de los Alcaldes de la Santa Hermandad. Fueron temidas sus sublevaciones a lo largo del siglo XVII, especialmente después de la de México de 1624. Los testamentos de regidores, viudas principales, clérigos, monjas o caciques indios los mencionan; generalmente formando parte de la herencia o concediéndoles ya su libertad.

Se subastaban en la Plaza Mayor, siendo su precio más o menos “300 pesos la pieza”. Vivían en la traza blanca en las casas de sus amos, en los conventos, obrajes o lugares de trabajo ya que, por ley, no podían vivir en barrios de indios.[31]Muy pronto aparecieron nuevas realidades de los nacidos en América que se fueron acentuando a lo largo de los años: criollos (blancos), negros, o asiáticos, además de las mezclas entre ellos.

El mestizaje se convirtió en una realidad imparable e imposible de categorizar, a pesar de múltiples intentos en el siglo XVIII –en especial con la Pragmática de Matrimonios (1779) y con los Tratados de castas, cuyas pinturas son sólo una bella muestra de la vida cotidiana. Mestizos, mulatos, zambos, indios, criollos, chinas, lobos o zambagos, más las mezclas entre ellos formaron una variedad racial que al final del virreinato se denominó castas. La variedad racial fue siempre una característica de Nueva España y tuvo especial intensidad entre las clases populares.

Estas castas no tuvieron una posición definida, y lo mismo poseían educación que padecían una total ignorancia; viviendo de cualquier actividad no prohibida expresamente; igual eran capataces, sirvientes, artesanos, que mayordomos, arrieros u oficiales en los gremios. En Puebla vivieron en los barrios intermedios como el del Parral o el Carmen, o en las orillas de los barrios de indios, como sucedió en Analco.

NOTAS

  1. Guerra, Francois X, Modernidad e independencia. Ensayo sobre las revoluciones hispánicas. FCE. México. 1993. p. 67.
  2. Gómez García, Lidia E.,“La conformación de los ayuntamientos constitucionales en los pueblos indios de la jurisdicción de San Juan de los Llanos, Puebla. 1765-1824”, pp. 102-106. en Coloquio Internacional: "Los Actores Locales de la Nación. Análisis Interdisciplinarios", Sánchez, E., Benemérita Universidad Autónoma de Puebla., & Colegio de Tlaxcala. (2011). Los actores locales de la nación en la América Latina: Análisis estratégicos. Puebla, Puebla, México: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, pp. 102-106.
  3. Alfaro Ramírez, Gustavo, La lucha por el control del gobierno urbano en la época colonial. El Cabildo de la Puebla de los Ángeles. 1670-1723, Tesis para obtener el grado de Maestría en Historia, México: UNAM, 1998, pp. 28-37.
  4. Guerra, op. cit., p. 69.
  5. Hirschberg, Julia, “An Alternative to Encomienda: Puebla´s indios de servicio, 1531-1545”, en Latin American Studies, Vol. II núm. 2. Cambridge 1979, pp. 241-264
  6. Gómez García, Lidia “Las fiscalías en la ciudad de los Ángeles, siglo XVII” en Castro Gutiérrez, Felipe (Coord.) Los indios y las ciudades de Nueva España. UNAM. México 2010
  7. Thomson, Guy: Puebla de los Angeles, Industry and Society in a Mexican city. 1700-1850, Westview Press. 1989 pp. 1-60
  8. Ibídem.
  9. Otte, Enrique, “Cartas privadas de Puebla del siglo XVI” en Jahrbuch Lateinamerikas, 1966,pp. 10-87; y Albi Romero, Gpe. La sociedad de la Puebla de los Ángeles en el siglo XVI, p. 154. en Contreras, Carlos y Cuenya, Miguel Angel, Ángeles y Constructores BUAP, IMAC, 2006, pp. 154
  10. Datos publicados en el periódico El Porvenir número 1, tomados de la estadística de A. Humboldt y corregidos en el año de su publicación. 1844. citado por Aguirre y Caravarín “Formas artesanales y fabriles de los textiles….”, Puebla. ICUAP 1987pp. 125-154
  11. Gerhard, Peter,(1986), Geografía histórica de la Nueva España, 1519-1821. México City: Universidad Nacional Autónoma de México, pp.227-230
  12. Archivo General Municipal de Puebla (en adelante AGMP), Actas de Cabildo, vol. 5, ff. 117 v.- 125 v. [f. n. 118 v.-126 v.]. Mandamiento virreinal de Antonio de Mendoza, de fecha 26 de marzo de 1546.
  13. AGMP, Reales Cédulas, vol. 4, ff. 486 f.-487.
  14. AGMP, Actas de Cabildo, vol. 6, ff. 173 r. [f. n. 170 r.] y vol. 10, f. 93 r. [f. n. 95 r.].
  15. AGMP, Reales Cédulas, vol. 4, f. 481 r. Mandamiento virreinal de Luis de Velasco, fechado en la ciudad de México el 2 de octubre de 1555, refrendado por su Secretario Antonio de Turcios.
  16. Ibídem. Esta delimitación territorial de Puebla sería confirmado por el virrey Luis de Velasco, el 18 de marzo de 1557 y nuevamente obedecida dicha disposición por parte del cabildo el 8 de marzo de 1586.
  17. AGMP, Reales Cédulas, vol. 4, f. 499 r. Mandamiento virreinal de Luis de Velasco, fechado en la ciudad de México el 14 de julio de 1558 y refrendado por su Secretario Antonio de Turcios.
  18. Para un estudio de esta administración contamos con la tesis de maestría de Gustavo R. Alfaro, La lucha por el control del gobierno Urbano en la Época Colonial. El Cabildo de la Puebla de los Ángeles. 1670-1723. UNAM, Facultad de filosofía y letras, México, febrero 1998
  19. Celaya N., Yovana, Alcabalas y Situados. Puebla en el Sistema fiscal Imperial. 1638-1742. México, El Colegio de México, 2010
  20. Un excelente estudio de la intendencia de Puebla es Reinhard Liehr, Cabildo y Oligarquía. México SEP. 70s.1976
  21. Pérez-Rivero Maurer, Guadalupe, “Un clan familiar en el Cabildo Poblano”. en Semblanza e historia de una familia en la Puebla de los Ángeles, México, Imprenta de Juan Pablos, S.A. 1998.
  22. Liehr, Reinhard,op.cit. pp. 88-138.
  23. Celaya N., Yovana, op. cit.
  24. Se entiende por juicio de residencia el procedimiento judicial del derecho castellano e indiano por el cual la corona, al término del desempeño de un funcionario público, ya fuese el virrey, los oidores o los regidores, sometía sus actuaciones a revisión y se escuchaban todos los cargos que hubiere en su contra.
  25. Albi Romero, op. cit.
  26. Atman, Ida. Trasatlntic Ties in the Spanish Empire. Stanford University Press, 2000.
  27. Otte, Enrique Cartas privadas de emigrantes a Indias. 1540-1616. . México FCE, 1993
  28. Gómez García, Lidia E. “Los Barrios de Indios y sus cabildos. Los indios de la ciudad de Puebla Siglo XVI-XVIII.” En VV.AA. Puebla en el Virreinato. UPAEP, 2016
  29. Gómez García Lidia, Las fiscalías en la ciudad de los Ángeles. Siglo XVII.
  30. Juzgado compuesto por dos jueces, escribano y dos cuadrilleros con salario anual de 50 pesos oro. En la Caja de Negros se asentaba el nombre de los negros, mulatos y moriscos esclavos mayores de 15 años y sus amos debían pagar dos pesos por cada uno. Citado también en la Cartilla Vieja, pp. 79 -80.
  31. Rodríguez Ortíz, Guillermo, El lado Afro de la Puebla de los Ángeles, Tesis Doctoral, Agosto 2015. BUAP. ICSyH. Y Sierra, Pablo. Tesis doctoral cuya reseña se encuentra en A review of Urban Slavery in colonial Puebla de los Ángeles, 1536-1708.

ARCHIVOS

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GUADALUPE PÉREZ-RIVERO MAURER