REDUCCIONES DE LOS INDIOS; directrices de la Junta eclesiástica de 1546

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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El fragmento de la Junta sobre la reducción de indios en pueblos, ya lo había localizado García Icazbalceta en la Instrucción a Don Luis de Velasco, del 16 de abril de 1550. Fernando Gil llama la atención sobre el prestigio que debían gozar las resoluciones de esta Junta, pues todavía en una cédula del 20 de mayo de 1578, después de haberse celebrado los dos primeros concilios mexicanos, vuelve a incluirse este capítulo de la Junta como directiva para el gobierno del virrey Don Martín Enríquez.[1]

Esto, además, nos permite suponer que la tarea de fomentar las formaciones de pueblos todavía seguía teniendo actualidad. El capítulo sobre las obligaciones de los encomenderos lleva el número ordinal de segundo. No es improbable que el presente capítulo sobre las reducciones de indios fuera el primer capítulo de las resoluciones de la Junta de 1546.

El inicio del fragmento conservado no deja de tener cierta solemnidad y parece anteponerlo a cualquier otro tema: "La causa más principal por la que se ha hecho esta congregación, y lo que todos más deseamos y oramos a Dios con todo efecto es questos indios sean bien instruidos y enseñados en las cosas de nuestra santa fe católica y en las humanas y políticas..." No es difícil incluir bajo esta perspectiva global todos los demás puntos que la Junta tocará. Además nos presenta un marco altamente significativo: cristianización y civilización, son dos realidades que en la mentalidad de los evangelizadores van estrechamente unidas.

La Junta, más cercana a la realidad y alejada de las disputas teóricas, no pone por un momento en tela de juicio la racionalidad de los indígenas, sino que trata de dar un paso adelante en la cristianización y en la civilización de los indios. "Porque para ser verdaderamente cristianos e politicos,[2]como hombres razonables que son, es necesario estar congregados reducidos en pueblos y no vivan derramados y dispersos por las sierras e montes, por lo cual son privados de todo beneficio espiritual e temporal, sin poder tener socorro de ningún bien ... "

Aquí nos encontramos con uno de los principios claves de la actuación evangelizadora de los misioneros de la Nueva España y de toda la porción latinoamericana. Creo que hasta el presente ha sido poco estudiado este aspecto. Quizás no exista una formulación precisa ni un programa claro en los diversos escritos de los misioneros. Pero no cabe duda que constituye uno de los puntales claves para entender la obra evangelizadora y arranca de una visión profundamente cristiana y humanista del hombre.

Civilización y cristianización resulta inseparables. La imagen del misionero derrocador de ídolos y quemador de idólatras no representa la figura normal ni completa que la historia nos ofrece.[3]

El paso de las islas al continente había representado el encuentro con unas culturas y sociedades más estructuradas y desarrolladas. Los primeros conquistadores, como hemos observado, no dejaron de manifestar su admiración y sorpresa por el alto grado de civilización de la cultura indígena en la Nueva España. Pero el choque de la guerra, con sus duras consecuencias, manifiestas sobre todo en los años inmediatamente posteriores a la conquista de México, constituyó un factor fundamental para el decaimiento de la cultura mexicana. Debe recalcarse además suficientemente el influjo devastador de las diversas plagas, pestes y epidemias que azotaron a la población indígena.

Diezmada la población que sobrevivió a la toma de México en un 20 o 30 por ciento, según las apreciaciones menos alarmantes, no es de sorprender que muchos elementos de la estructura social precedente sucumbieran. La clase dirigente- política, militar y religiosa- perdió su ascendencia, no sólo por la restricción de su influjo en la nueva situación, sino también por la muerte de muchos de sus representantes durante estas enfermedades.[4]

Para continuar, en esta situación, la labor evangelizadora, los miembros de la Junta consideraban de capital importancia el fomento de las concentraciones de indios en pueblos. Las relaciones geográficas que la corona mandó redactar a finales del siglo XVI nos permiten constatar la existencia de numerosos núcleos de población, establecidos desde antiguo, sobre todo en la parte central de México. Con todo, aunque los misioneros admiraron la grandeza de las poblaciones principales, no dejaran de observar el desparramiento de los poblados, caseríos y habitaciones aisladas. Siendo los misioneros tan pocos, los indios tantos y la superficie de tierra a cubrir tan extensa, no podían menos que urgir la concentración en poblados.

Ya en 1538 encontramos dos cédulas reales, en respuesta a las informaciones llegadas de la Nueva España, por las cuales se manda promover entre los españoles y los naturales el cultivo de la tierra, "y sembrar trigo y legumbres y poner plantas, y que haya oficiales en todo lo mecánico para que enseñen a los naturales";[5]y al virrey Don Antonio de Mendoza se le comunicaba: "Yo he sido informado que para que nuestra santa fe católica sea ampliada entre los indios naturales desa tierra, y más aprovechen en ella, sería necesario ponerlos en policia humana para que sea camino y medio de darles a conocer la divina, y que para esto se debería dar orden como viviesen juntos en sus calles y plazas concertadamente y que desta manera los perlados podrían tener más entero conocimiento de las cosas de los dichos indios naturales y verían y sabrían la manera y mejor orden que con ellos se podría tener para su bien y doctrina, y ansimismo temían más aparejo para lo poder tomar...".[6]

Creo que aquí encontramos formulados con mayor claridad los motivos fundamentales que avalaban las concentraciones de indios en poblados: evangelización y civilización, y como punto de partida, el conocimiento de la vida y costumbres de los indios. Se debe constatar por otra parte que uno de los obstáculos que los misioneros tenían que vencer era el temor de los indios.

En la Biblioteca Nacional de México me encontré una narración, originalmente escrita en Náhuatl, en la que los indios manifestaban el gran temor de que los españoles quisieran usar el estratagema de reunirlos en pueblos para después aniquilarlos. Después de pasados algunos años todavía mantenían esta postura de desconfianza y recelo. Es igualmente probable que algunos españoles se opusieran a esta formación de poblaciones considerando como uno de sus objetivos, paralelos o adjuntos a la evangelización, era la exacción de tributos e impuestos.

Marroquín, al responder a la cédula del 38 afirma: "Sepa V.M. que esta cosa es la más esencial para el bien que fueron conquistadas estas tierras, y para lo que V.M. nos manda y desea; y si en cosa es lícito ser apremiados es en esta que es para su bien ... No hay excusa para esto; podrán decir que la expiriencia de la Española e Islas ... No es semejante: que aquellos, claro está, los juntaron para más presto los acabar, porque su fin fue sacar oro y así fue lloro. La Junta de acá tiene de ser para darles doctrina e vida... ".[7]

¿Respondía este afán de formar poblaciones a una concepción castellana? ¿Una mentalidad que tuviera más en cuenta la condición de los pueblos de Galicia y de las Vascongadas se opondría a tal equiparación: civilización-población? No se puede excluir el hecho de que haya surgido algún altercado entre los mismos españoles sobre este punto. Pero creo que el objetivo fundamental que perseguían los representantes de la Junta eran los ya indicados: mayor conocimiento de los indios, trato más frecuente, influjo más profundo y duradero y, finalmente, aprovecharse de las ventajas de la vida social comunitaria, con los servicios que un poblado podría ofrecer.[8]

Por lo demás se tuvo cuidado en la forma de llevarlo a cabo de no presionar innecesariamente. Se daban perfectamente cuenta que podría ser contraproducente y fácilmente los indios volverían a una vida más libre si las presiones resultaban insoportables. Por lo mismo la Junta pide se favorezca a todos los que se ocuparen, españoles e indios, en la formación de los pueblos, se haga de la forma más conveniente y de acuerdo con personas de experiencia, acelerando su realización: "pues todo es enderezado para servicio de Nuestro Señor y salvación e conservación de estas gentes, y que se consigua el fin que S.M. pretende, la congregación suplica lo mande proveer con brevedad, porque tiene por cierto que de ello saldrá muy gran fruto, así en la cristianidad como en la policía humana de los indios, y se podrá tener más cierta cuenta en el patrimonio de Jesucristo y aún en el servicio y provecho temporal de S. M.”

NOTAS

  1. GIL F., óp. cit., p. 306, cita el Cedulario Indiano de Encinas IV, fol. 272-273.
  2. El subrayado es mío
  3. Subyace en la obra de Bernardino de Sahagún el deseo de conservar y presentar a las naciones, llamadas civilizadas, una serie de valores y elementos altamente positivos que encontraba en la cultura mexicana. "Aprovechará mucho toda esta obra para conocer el quilate de esta gente mexicana, el cual aún no se ha conocido... Fueron tan atropellados y destruidos ellos y todas sus cosas, que ninguna apariencia les quedó de lo que eran antes. Así están tenidos por bárbaros y por gente de bajísimo quilate -como según verdad, EN LAS COSAS DE POLICIA ECHAN EL PIE DELANTE A MUCHAS OTRAS NACIONES QUE TIENEN GRAN PRESUNCION DE POLÍTICOS, sacando fuera algunas tiranías que su manera de regir contenía" SAHAGUN B. (DE), Historia general de las cosas de Nueva España, México 1989, pp. 18-19
  4. El 4 de Diciembre de 1547, pocos meses antes de morir, refiriéndose a la cantidad de muertos de las últimas pestilencias afirmaba Zumárraga: "... si yo screbí quinientos mil, tengo por cierto que son más de ochocientos mil los que murieron... ". (CUEVAS, Documentos para la Historia de México, p. 143) Fray Domingo de Betanzos, en carta del 11 de Septiembre de 1545, se aventuraba a profetizar el fin de los indios y añadía "... sepan vuestras Caridades que después que desta Nueva España se partieron, desde ocho meses a esta parte ha habido tan gran mortandad de indios, mayormente en México e en veinte leguas alderredor, que no se puede creer; pero por lo que diré podrán conjeturar todo lo demás, En Tascala mueren agora ordinariamente mil indios cada día, y aun dende arriba: y en Chulula día ovo de novecientos cuerpos, y lo ordinario es cuatrocientos, y quinientos, y seiscientos, y setecientos cada día, En Guaxocingo es lo mismo, que ya está asolada, En Tepeaca comienza agora, y así ha andado en derredor de México y dentro en él, y va cundiendo cada día adelante. Es cosa increíble la gente que es muerta, y muere cada día, En este nuetro pueblo de Tepetlaoxtoc donde agora estoy, ya pasan harto de catorce mil los que son muertos ". En lo demás, acá mueren y allá mueren, e las más ciertas nuevas que se escriben son que de allá nos escriben los que han muerto, y de acá les escribirán los que han fallecido; de manera que navegado y remando, al fin todo viene a fenecer en morir". GARCIA ICAZBALCETA J., Colección de Documentos inéditos para la historia de México, (Ed. Facsimilar) México 1971, Vol. II, pp. 200-201.
  5. KONETZKE RICHARD. América Latina II: La época colonial (1993) I. Ed. Siglo XXI, p.186.
  6. KONETZKE R, Ibídem, cédula del 23 de agosto de 1538, Valladolid.
  7. SAEZ DE SANTAMARIA c., El Lic. Don Francisco Marroquín, primer obispo de Guatemala, Madrid 1964, pp. 37-38.
  8. Para un estudio más detallado y profundo de este aspecto pueden consultarse: BORGES P., Misión y civilización en América, Madrid 1987; LECHNER J., "El concepto de policia y su presencia en la obra de los primeros historiadores de Indias", en Revista de Indias; 41 (1981) 395-409. Entre los aspectos que a los misioneros les interesaba conocer más a fondo podemos contar: el modo y naturaleza de los matrimonios indígenas, la pervivencia de los cultos idolátricos y de sacrificios humanos, especialmente en tiempos de calamidades, y la costumbre tan difundida de hacer o entregarse como esclavos. Fray ALONSO DE LA VERA CRUZ en su obra "Speculum Coniugiorum" México 1557, prestó especial atención a la institución de matrimonio indígena.


CRISTÓFORO GUTIERREZ VEGA © Centro de Estudios Superiores. Roma