REFORMA DE LA IGLESIA ESPAÑOLA

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
Ir a la navegaciónIr a la búsqueda

PRÓLOGO

Para comprender mejor «el encuentro del catolicismo ibérico con las culturas americanas», que “dio lugar a un proceso peculiar de mestizaje, que si bien tuvo aspectos conflictivos, pone de relieve las raíces católicas así como la singularidad del Continente”,[1]es necesario adentrarnos más, tanto en la historia de la España de aquél entonces como en los primeros pasos de la Iglesia en tierras americanas.

El dinamismo que impulsó y continua todavía fecundando tal síntesis, que es la configuración humana y cultural del continente latino americano, lo constituye la fuerza de la fe católica. Los obispos latinoamericanos escribieron en su reunión plenaria de Puebla, celebrada en 1979: “Con deficiencias y a pesar del pecado siempre presente, la fe de la Iglesia ha sellado el alma de América Latina, marcando su identidad histórica esencial y constituyéndose en la matriz cultural del continente, de la cual nacieron los nuevos pueblos”.[2]

Es esto lo que le da sentido a su ser; el encuentro con el Evangelio, con la verdad de que existe Dios Padre Bueno, que nos ha dado a su Hijo Jesucristo para salvación nuestra, bajo el aliento del Espíritu Santo; un Dios que nos ha dado a su Madre para que sea Nuestra, una «Niña» que se ha hecho «nuestra» para, a su vez, darnos a su Hijo, al Hijo de Dios, que se hace nuestro en ella. Madre Nuestra para darnos todo su amor, su consuelo, su protección.

El papel de Nuestra Señora de Guadalupe en este proceso de mestizaje cultural y espiritual, ha sido fundamental. Ella se apareció a un indio, a Juan Diego Cuauhtlatoatzin, y lo hizo portador de este anuncio de comunión. En el mensaje dado a través del indio Juan Diego Ella también buscó, antes que nada, la aprobación de un español, el obispo fray Juan de Zumárraga; es decir, la aprobación de la jerarquía de la Iglesia fundada por Cristo sobre Pedro y los demás Apóstoles, cuya misión continúan el Papa y los Obispos, sus sucesores. Sin el indio y sin el español no se hubiera realizado este camino de comunión.

SITUACIÓN DE LA IGLESIA ESPAÑOLA A INCIOS DEL SIGLO XVI

España estaba en un momento de apogeo y expansión. Venía de concluir la guerra de reconquista contra el dominio musulmán de su suelo. Después de siete siglos de dominio musulmán de parte de su territorio, especialmente en el sur de la Península los Reinos cristianos de León-Castilla, Aragón-Cataluña y Navarra empiezan a cimentar su unidad. Los Reyes Católicos otorgan una gran importancia a la fe y alientan con gran energía y constancia un proceso de reformas y austeras observancias que, aunque ya venía gestándose desde hacía tiempo, alcanza con ellos una sistemática propuesta de reforma cristiana.

El humanismo español de finales del siglo XV y de todo el XVI es sumamente rico en realizaciones literarias y espirituales. Es un tiempo donde lo épico y lo religioso se entrelazan en un universo cultural sumamente fecundo. En lo político, la unión de las coronas de Castilla y Aragón en 1479 tras el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón -los Reyes Católicos-, fortaleció la reconquista de los territorios que aún permanecían en manos musulmanas, misma que concluiría el 2 de enero de 1492 con la toma de Granada.

Aunque las dos coronas estaban ya unidas, cada una permaneció separada en el ámbito administrativo, conservando cada su respectiva Corte, así como sus leyes e identidad. A la muerte de Isabel la Católica en noviembre de 1504, la Corona de Castilla quedó en manos de su hija Juana I de Castilla, quien fue impedida de gobernar debido a su debilidad mental. En su lugar gobernó como regente su padre Fernando rey de Aragón, y a la muerte de éste, en 1516, el Cardenal de Toledo Francisco Jiménez de Cisneros.[3]


La Reforma General de la Iglesia realizada por el Cardenal de Toledo

El Cardenal de Toledo, Fray Francisco Jiménez de Cisneros O.F.M realizó poco tiempo antes del Descubrimiento de América una reforma en la orden franciscana que después extendió a toda la Iglesia española, logrando una gran mejoría tanto en la vida personal de los eclesiásticos como en su preparación intelectual y doctrinal.

Para ello fundó seminarios y colegios donde se formasen religiosos “letrados y de vida honesta” con “piedad y buenas costumbres”, adelantándose con ello a la formación de los seminarios tridentinos.

Hombre de gran cultura, Jiménez de Cisneros fundó la Universidad de Alcalá, que pronto llegó a competir con la de Salamanca y favoreció la difusión de la imprenta. Siendo profundamente humilde, aceptó el capelo cardenalicio –gestionado con gran sigilo y a sus espaldas por los Reyes Católicos- sólo por obediencia al Papa, quien le envió un «breve» pidiéndole que lo aceptase.

Dormía en el suelo, sólo se trasladaba a pie y vivía con tal austeridad en ayuno, oración y penitencia que, informado el Papa de ello, le envió otro «breve» ordenándole que cuidase de su salud. Aceptó entonces dormir en una cama de tablas, alimentarse de manera más adecuada y trasladarse en una mula.

Fue regente de España dos veces; primero por la incapacidad mental de la reina Juana, gobernó como regente del Reino de Castilla en los años 1506 y 1507, en espera de la llegada de Fernando el Católico, ocupado en los problemas del gobierno del Reino de Aragón. Tras la muerte de éste, el Cardenal de Cisneros volvió a ser regente de 1516 a 1517 en espera de la llegada del joven príncipe Carlos, entonces en Flandes. Para entonces contaba ya con 80 años de edad.

El Cardenal gobernó con pericia y entereza y renunciando a los estipendios que como regente le correspondían. Celebró el Sínodo de Alcalá que corrigió las costumbres del clero conforme a su propio ejemplo, con lo que vigorizó a la Iglesia Española y la hizo seguir los caminos de la autoridad legítima, con una cierta tendencia nacionalista manifestada en la exclusión de sacerdotes extranjeros.

Indudablemente las Reformas del Cardenal Jiménez de Cisneros preservaron a la Iglesia en España de los cismas y herejías que habían de asolar a Europa en ese siglo XVI y le dieron el temple y la reciedumbre necesarios para la Evangelización de América. Como Cardenal Primado de España tuvo mucho cuidado de que los misioneros que estaban siendo enviados a «las Indias de la mar océano» fuesen los de mayor preparación y vida ejemplar, escogidos solo entre los voluntarios a la misión.


Por ello los misioneros pertenecieron casi todos a las llamadas «Órdenes reformadas» (franciscanos, dominicos y agustinos), protagonistas de la historia de la evangelización del Nuevo Mundo hispano. A estas Órdenes religiosas antiguas, llamadas mendicantes por su origen y estilo, se sumarán los Mercedarios y pasado medio siglo los recién fundados jesuitas.

Los franciscanos que llegaron a México para emprender la evangelización pertenecían a la más severa y genuina de las Observancias evangélicas. El humanismo español constituía el ambiente cultural de estos misioneros. Es conocida la influencia, por ejemplo, de Erasmo de Rotterdam;[4]el mismo Zumárraga había leído sus libros, como lo demuestra la carta que envió, el 2 de noviembre de 1547, a fray Francisco del Castillo, provincial de su comunidad en Burgos.[5]

Desde este horizonte los evangelizadores trataron, desde sus posibilidades, de crear una nueva humanidad cristiana, singularmente sana y fiel. “La primera generación de misioneros en México, por ejemplo, los obispos Juan de Zumárraga y Vasco de Quiroga, se caracterizaban por el sello del humanismo contemporáneo; Zumárraga estaba influenciado por Erasmo y Quiroga por Tomás Moro. Esta actitud espiritual fue decisiva en algún modo, y precisamente también en relación con la labor misional.”[6]

La extraordinaria labor evangelizadora que realizaron los misioneros en tierras americanas encuentra en estos altos ideales de reforma y santidad de vida una de sus principales motivaciones. Son elementos que no podemos dejar de tomar en cuenta al momento de estudiar la labor y los métodos que usaron para lograr la conversión de los indígenas americanos, a quienes entregaron su vida y no solo sus mejores esfuerzos.

NOTAS

  1. CUARTA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Santo Domingo, Octubre 12-28 de 1992, n. 18, en CELAM, Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, Santafé de Bogotá 1994.
  2. TERCERA CONFERENCIA DEL EPISCOPADO LATINOAMERICANO, Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano, Santafé de Bogotá 1994, Puebla, 27 de enero - 13 de febrero de 1979, n. 445. El texto cita un discurso de Juan Pablo II en este sentido, pronunciado en Zapopan (México), en aquella ocasión. En el número 444 afirman los obispos: "La religión del pueblo latinoamericano, en su forma cultural más característica, es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular", ibidem.
  3. Gonzalo Jiménez de Cisneros nació en Torrelaguna en 1436. Ingresó a la orden franciscana y cambió su nombre a Fray Francisco. Nombrado arzobispo de Toledo y después Cardenal primado de España. Fue confesor y consejero de la Reina Isabel la Católica. El Cardenal Francisco Jiménez de Cisneros murió en Roa, Burgos, el 8 de noviembre de 1517.
  4. Cfr. MARCEL BATAILLON, Erasmo y España, Ed. FCE, México 1982.
  5. Carta de fray Juan de Zumárraga a fray Francisco del Castillo, provincial de Burgos, México a 2 de noviembre de 1547, AGI, S. Justicia, legajo 1011, f. 35v.
  6. JOHANNES BECKMANN, La propagación de la fe y el absolutismo europeo, en HUBERT JEDIN, Manual de Historia de la Iglesia, Ed. Herder, Barcelona 1992, T. VI, ps. 391-392. Una idea semejante la expresa Eugenio Ímaz: “Los primeros años de la conquista conocieron en Nueva España el verdadero humanismo, el de raíces humanas y humanistas. Zumárraga y Quiroga manejaron un ejemplar de la Utopía (Basilea, 1518) que lleva anotaciones platónicas al margen”. EUGENIO ÍMAZ, Topía y Utopía, estudio preliminar en Utopías del Renacimiento. Tomás Moro: Utopía, Tomaso Campanella: La Ciudad del Sol, Francis Bacon: Nueva Atlántida, Ed. FCE (= Col. Popular N° 121), México 111995, p. 17. Ver también, PEGGY K. LISS, Orígenes de la nacionalidad mexicana, 1521-1556. La formación de una nueva sociedad, Ed. FCE, México 1986, ps. 164-165.


FIDEL GONZÁLEZ FERNÁNDEZ