REPÚBLICA DOMINICANA; La bula «In apostolatus culmine»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La ciudad de Santo Domingo fue fundada en 1496 por el adelantado Bartolomé Colón, hermano del almirante, en la ribera oriental del río Ozama y al sur del territorio insular. A ese naciente centro urbano se trasladaron los habitantes de La Isabela, desde la zona septentrional de La Española.

Un terremoto asoló esta fortificación en 1502. Por este motivo, el gobernador Nicolás de Ovando trasladó su emplazamiento a la confluencia de los ríos Ozama y Aina. Esta ciudad se erigió en trazado hipodámico o tablero de ajedrez. La Real Audiencia de Santo Domingo fue creada en 1511 y esta nueva institución dio auge comercial a este centro urbano debido a que su potestad tenía facultades de gobierno sobre todas las Antillas.

La actividad económica también inició un despegue con la llegada de nuevos pobladores y de numerosos conquistadores que pretendían dar pujanza a la empresa americana. En 1523 fueron iniciadas las obras de su gótica catedral, que fue la sede arzobispal. Esta ciudad, primera levantada en América, con prontitud adquirió relieve y fama de modernidad.

Su arzobispo Alejandro Geraldini, en 1520 aludía a ella en estos elogiosos términos: “Ínclita ciudad porque sus edificios son altos y hermosos como los de Italia, su puerto capaz de contener todos los navíos de Europa, sus mismas calles anchas y rectas que con ellas no sufren comparación las de Florencia.”[1]Numerosos edificios alzados dieron un mayor renombre a esta ciudad como el palacio de gobierno, denominado de los almirantes, el hospital de San Nicolás y numerosas iglesias.[2]

Se constata la llegada de numerosos religiosos con la misión de adoctrinar en la fe de Cristo a los habitantes del nuevo continente. Este hecho es derivado de la puesta en práctica de las cláusulas de las bulas alejandrinas. Estos documentos exigían a la corona de España la evangelización de los indígenas en el continente americano.

Por su parte, el Santo Padre otorgaba, en este rescripto pontificio, la soberanía de estos territorios a España. Los primeros llegados fueron los padres franciscanos, en 1502. Con posterioridad, en 1510, se asentó en la isla la Orden de los Predicadores (dominicos). Años después tuvo lugar la presencia de los mercedarios.

Todas estas órdenes religiosas iniciaron una labor muy meritoria en salvaguarda de la dignidad y defensa de los indios. Sin embargo, el tenor de nuestro escrito se centra en su cometido didáctico. Cada una de estas congregaciones erigió un centro de estudios o institución de primeras letras. Tuvieron tal éxito estas instituciones que esta labor de enseñanza alcanzó grados pedagógicos de preeminencia en el primer cuarto del siglo XVI.[3]

Ante este avance pedagógico, los superiores de las órdenes religiosas estudiaron la posibilidad de crear una institución de naturaleza universitaria en la Ciudad de Santo Domingo. Fue el arzobispo Sebastián Ramírez de Fuenleal quien dirigió una misiva a la emperatriz Isabel de Portugal.

El texto de esta epístola exponía la necesidad de crear en tierras del continente americano y, en concreto, en la población de Santo Domingo, una institución universitaria que tuviese rango superior y se impartiesen materias de todas las ciencias. Con este centro docente se beneficiarían los españoles y los indígenas, y resultaría adoctrinados en teología y gramática los moradores de la ciudad.

Los padres dominicos en su convento habían puesto en funcionamiento una escuela. Las otras órdenes religiosas tenían análogos centros de enseñanza. Sin embargo, fue la orden de los predicadores por el renombre de sus profesores y por la propia influencia de su congregación, en la que recayó el privilegio de fundar la primera universidad del continente.

La gracia fue concedida por el Santo Padre Paulo III en la bula «In apostolatus culmine», que fue dictada el 28 de octubre de 1538. Al redactar este documento el pontífice tuvo en consideración el código legal de «Las Siete partidas», el célebre código jurídico que fue formado en 1265 por el rey de Castilla Alfonso X «el Sabio», y en el que indicaba la potestad de fundar centros de instrucción.

La bula de Paulo III designa al centro docente que poseían los padres dominicos « Universidad de Santo Domingo». Se cita que tendrá los mismos privilegios jurídicos y pedagógicos que la Universidad de Alcalá de Henares, fundada en 1498 por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, O.F.M.

El documento papal menciona que en esta institución se impartirían los cursos de teología, gramática, lógica, aritmética, geometría y astronomía. Otro de los atributos que le otorgaba la bula era el de poseer los ilustres títulos de universidad «Pontificia y Real».

Se da la circunstancia que, años después, Hernando de Gorjón donó su patrimonio con el propósito de que se fundase un colegio y requirió al rey de España que concediese a su institución docente el rango de colegio universitario siguiendo las pautas de la universidad de los dominicos. Con su pétrea constancia y su sabiduría logró sus objetivos, y el 23 de febrero de 1558 fue investido con rango universitario su colegio, merced a una cédula real.

Sin embargo, este memorial regio carecía de la exactitud y puntualidad léxica de la bula mencionada con anterioridad. No se aludía a su nombre y esta falta denotaba cierta falta de autoridad. Éste fue el origen de la Universidad de Santiago de la Paz.

En este punto hemos de describir que un execrable hecho tuvo lugar en la ciudad de Santo Domingo. En el año de 1586, el malhechor Francis Drake y su hueste de piratas y facinerosos saquearon la ciudad con fiereza. Estos individuos, durante un mes, se dedicaron a ladronear y a saquear el centro urbano. Una de sus fechorías fue la de quemar todas las casas erigidas de la ciudad.

Con esta acción pretendían obligar a los habitantes de la ciudad a pagar un fuerte rescate. Respecto a la universidad de Santo Domingo, este centro docente fue arruinado y todos sus archivos quemados. En esta obra de devastación también asesinaron a varios religiosos dominicos que se opusieron a los piratas.[4]

A pesar de este aciago hecho, la ciudad se sobrepuso al paso de los piratas ingleses y toda ella fue reconstruida. En la polémica que estamos describiendo, tanto la universidad de Santo Domingo como la de Santiago de la Paz, paralelamente, erigieron sus centros docentes y surgió una controversia o rivalidad entre las dos universidades. En el transcurrir de los años, los dominicos bautizaron a su institución docente con el nombre de «Universidad de Santo Tomás de Aquino».

Este centro adquirió enorme fama por la erudición y cultivadas letras de sus profesores, y sus alumnos venían a Santo Domingo incluso de territorios españoles vecinos. Se constata que en el segundo tercio del siglo XVII, a pesar de la decadencia en que se sumió la isla, el convento y la universidad de los dominicos seguía prosperando y sus profesores y alumnos ascendían a más de cuarenta.

Desde su magisterio, se dictaban clases de gramática, artes, teología moral y escolástica. La mística y la sabiduría de los padres dominicos adquirió fama en toda el área caribeña, y su mayor atalaya de celebridad fue la Universidad de Santo Tomás de Aquino.

Hemos de apuntar que, mientras la institución fundada por los clérigos tuvo un funcionamiento perfecto, la universidad de Santiago se administró con un cierto grado de incuria. Sus rentas eran manejadas por el cabildo de Santo Domingo. También se consideró como una falta el que tan sólo en sus aulas se impartiesen las asignaturas de teología y de gramática.

Con el transcurrir de los años, hubo una enorme diferencia entre ambos centros docentes, y frente al auge de la universidad de los dominicos era muy perceptible la postración de la universidad de Santiago de la Paz.

Se produjo un punto de inflexión en el momento en el que la Compañía de Jesús tomó posesión de su dirección. Fue el arzobispo Domingo Fernández Navarrete quien instó al rey de España de la necesidad de autorizar a la orden de los jesuitas el manejar esta institución. En 1701, por una real cédula del 23 de septiembre, el poder regio otorgaba la potestad de este colegio universitario a los jesuitas.

Los nuevos rectores pugnaron por conseguir los mismos títulos y privilegios académicos que la de los dominicos, alegando que el centro mencionado poseía la investidura papal, pero carecía del beneplácito real. Además, aducían que la bula del Santo Padre Paulo III no había sido pasada por el Consejo de Indias.

Entre jesuitas y dominicos surgió un litigio que no encontró solución hasta transcurridos varios lustros. En estos años, los jesuitas consiguieron que la bula «In supereminenti Sedis specula», del 14 de septiembre de 1748, apoyase y otorgase solidez teológica a sus argumentos. Este rescripto papal concedía al colegio de los jesuitas la apostólica elevación y la denominaba «Universidad de Santiago de la Paz».

Este último documento hizo que los dominicos tuviesen que ceder. Su superior, desde Roma, les conminó a llegar a un acuerdo con los padres jesuitas de La Española, cansado de gastos, escándalos y papeleo. Finalmente se llegó a una transacción entre dominicos y jesuitas.

Los jesuitas enviaron una misiva al Rey de España, en la que le comunicaban el acuerdo al que habían llegado con la orden de los predicadores en relación a la universidad de Santo Domingo. El monarca reunió al Consejo de Indias y éste emplazó a los religiosos a que notificasen los términos del acuerdo. Todo ello consta en un despacho fechado en Aranjuez el 19 de mayo de 1744.

Fue el jesuita Pedro Ignacio Altamirano, procurador general para las Indias, quien compareció ante el consejo mencionado. Este religioso expresó numerosos argumentos a favor de la universidad de Santiago de la Paz sin desprestigiar a la de los dominicos, pero siempre dejando bien claro que el centro docente de Santo Tomás de Aquino, aunque fue creado mediante una bula de Paulo III, no había sido verificado en el Consejo de Indias, ni presentada ante la Audiencia de la ciudad de Santo Domingo.

Además de este hecho, el original de la bula había desaparecido debido al saqueo que los ingleses hicieron de los archivos de la universidad. Las crónicas cuentan que estos piratas hicieron una gran hoguera en la quemaron todos los documentos que pudieron. El Rey de España arbitró sobre el asunto escuchando el parecer de los jesuitas, pero sin tener datos de la postura de los dominicos.

Su decisión fue escrita en una real cédula expedida en Aranjuez el 26 de mayo de 1747. En el primer párrafo de este documento real queda patente la siguiente aseveración: “es privativo de mi suprema potestad el conceder la erección de universidades y estudios generales en mis dominios”.

El segundo argumento al que alude el Rey Fernando VI, es que la bula no obtuvo el pase regio por el Consejo de Indias y, en algún sentido, perdía su valor jurídico. En nuestro humilde parecer y utilizando en nuestro favor el Código de «Las Siete Partidas», hemos de afirmar que el Pontífice también tenía este privilegio de fundar centros pedagógicos, aunque se debía informar al poder real.

El pleito iniciaba un camino adverso a los dominicos. Por este motivo, los escribanos de la orden empezaron a aportar pruebas sobre la mencionada bula «In apostolatus culmine». En los archivos de la orden en Roma, y más concretamente en la sección de la provincia de Santa Cruz, existía un manuscrito de comienzos del siglo XVII que aludía a que el original de la bula se perdió por la nefasta acción de los ingleses. Este protocolo probaba que, con absoluta certidumbre, la bula fue quemada.

El segundo argumento de los dominicos fue expresar que la bula sí había sido autorizada por el poder real. Esta premisa descansaba en la aseveración de que los diversos presidentes de la Audiencia de Santo Domingo, y los numerosos oidores que colaboraban en las tareas de gobierno, sabían de la existencia de la universidad y que esta había funcionado a total satisfacción del poder regio.

Una tercera prueba aportada era que el Consejo de Indias había autorizado la bula «In apostolatus culmine», según consta en un documento que, actualmente, está archivado en el convento de San Juan de Letrán de La Habana, y en el que consta una apostilla de autenticidad de la bulas.

El final de todo este proceso fue que dominicos y jesuitas llegaron a un acuerdo en la que los segundos conservaban para su universidad los títulos concedidos. El Rey de España, Fernando VI, reconoció implícitamente la superioridad de la Universidad de Santo Tomás de Aquino y sus prerrogativas de universidad real y pontificia. Y lo que es más notable la preeminencia de ser denominada «Universidad Primada de América».

La Universidad de Santo Tomás de Aquino fue una gloria esclarecida de España en América, por ser el primer centro de instrucción superior fundado en el nuevo mundo. Institución de altos estudios académicos y afamada cátedra humanística que formó a generaciones de españoles-dominicanos en las disciplinas de la teología, la gramática, la retórica, la dialéctica y la jurisprudencia de abolengo cristiano.

El noble frontispicio de esta universidad fija la idea que la sabiduría, la cultura y la instrucción nos acerca a Dios y forman la fortaleza y el señorío del alma. La raíz cristiana de la República Dominicana fue moldeada desde esta institución pedagógica. La equidad de sus juicios teológicos impidió la importación masiva de esclavos y estructuró la sociedad naciente sobre unos preceptos éticos, una sapiencia escolástica y un ordenamiento legal ecuánime.

Su magisterio creó en la isla de La Española una cultura de fuste teologal, sesgo clásico y líneas renacentistas. Los catedráticos y doctores que impartieron las materias docentes fueron los heraldos de la cristiandad, los estandartes de la fe y los abanderados de la civilización española. Su legado de sabiduría, prudencia y humanidad formaron el alma, la psique y la entraña de la futura nación: la República Dominicana.[5]


NOTAS

  1. Alejandro Geraldini (1455-1525). Primer Obispo de Santo Domingo. Fue preceptor de las hijas de Isabel La Católica y escribió un relato de su viaje a Santo Domingo. Citado por Teodoro GARCÍA GONZÁLEZ, España en América, en La Opinión de Zamora- El Correo de Zamora, n. 1654 (18 de septiembre de 2006).
  2. Cfr. Vicente TOLENTINO ROJAS, Reseña geográfica, histórica y estadística de la República Dominicana, Publicaciones de la Secretaría de Estado de Estadística, Ciudad Trujillo [Santo Domingo] 1948.
  3. Cfr. Manuel AZNAR ZUBIGARAY, El concilio de Trento y nuestro tiempo, Publicaciones de la Universidad de Santo Domingo, Ciudad Trujillo [Santo Domingo] 1949, p. 7.
  4. Cfr. La Bula In Apostolatus culmine del papa Paulo III en virtud de la cual fue erigida y fundada la Universidad de Santo Domingo, Primada de América, Editora Montalvo, Ciudad Trujillo (Santo Domingo), 1944.
  5. Cfr. Francisco Javier ALONSO VÁZQUEZ. La alianza de dos generalísimos. Relaciones diplomáticas Franco-Trujillo. Fundación García Arévalo, Santo Domingo 2005, p. 330

BIBLIOGRAFÍA

ALONSO VÁZQUEZ Francisco Javier. La alianza de dos generalísimos. Relaciones diplomáticas Franco-Trujillo. Fundación García Arévalo, Santo Domingo 2005


AZNAR ZUBIGARAY Manuel, El concilio de Trento y nuestro tiempo, Publicaciones de la Universidad de Santo Domingo, Ciudad Trujillo [Santo Domingo] 1949

Bula In Apostolatus culmine del papa Paulo III en virtud de la cual fue erigida y fundada la Universidad de Santo Domingo, Primada de América, Editora Montalvo, Ciudad Trujillo (Santo Domingo), 1944.


GARCÍA GONZÁLEZ Teodoro, España en América, en La Opinión de Zamora- El Correo de Zamora, n. 1654 (18 de septiembre de 2006)

TOLENTINO ROJAS Vicente, Reseña geográfica, histórica y estadística de la República Dominicana, Publicaciones de la Secretaría de Estado de Estadística, Ciudad Trujillo [Santo Domingo] 1948


FRANCISCO JAVIER ALONSO VÁZQUEZ.

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