REVOLUCIONES MEXICANAS; La facción «zapatista»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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Alguna bibliografía designa como « revolución mexicana» a los movimientos revolucionarios que tuvieron lugar en México entre los años 1910 a 1920, a los que agrupa bajo la supuesta finalidad de terminar con el largo gobierno dictatorial del general Porfirio Díaz (1876-1911) y las injusticias de su régimen. Pero el nombre « revolución mexicana» es, cuando menos equívoco, pues hace alusión a «una» revolución, siendo que en realidad fueron varias, distintas en su origen, en sus fines y, sobre todo, en sus métodos.

Hubo un movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero: la revolución «maderista», cuya finalidad señalada en su «Plan de San Luis», fue derrocar el gobierno de Porfirio Díaz, lográndolo en mayo de 1911; y a pesar de haber usado en un principio para ese fin la fuerza, lo hizo de manera moderada, al grado de poder calificar la revolución maderista como incruenta.

Hubo otro movimiento revolucionario; el que encabezó Venustiano Carranza: la revolución «carrancista», iniciada el 26 marzo de 1913 y cuya finalidad, señalada en su «Plan de Guadalupe», fue derrocar el gobierno del general Victoriano Huerta y designar en su lugar a Venustiano Carranza como «Primer jefe».

La revolución carrancista se distinguió por su crueldad y jacobinismo radical, y no es exagerado decir que entre los años 1913 y 1920, el «carrancismo» cometió cada mes, más crímenes e injusticias que todos los causados en 35 años por el régimen porfirista.[1]

Un tercer movimiento revolucionario fue el encabezado por Emiliano Zapata, el cual buscaba restituir a las comunidades la propiedad de la tierra arrebatada por los latifundistas. El movimiento zapatista, aunque sumado inicialmente a la Revolución maderista, al poco tiempo se confrontó con ella; por lo que se refiere a la revolución carrancista, ésta fue enemiga mortal del zapatismo y acabó destruyéndolo.


Algunos datos biográficos de Emiliano Zapata

Emiliano Zapata Salazar nació en Anenecuilco, Estado de Morelos, el 8 de agosto de 1879, en el seno de una familia campesina formada por Gabriel Zapata y Cleofas Salazar, quienes procrearon diez hijos pero solo sobrevivieron cuatro: Eufemio, que fue el mayor, Emiliano, y dos hermanas, María de Jesús y María de la Luz.

De niño Emiliano compaginó su instrucción escolar con el trabajo en el campo, pero abandonó la escuela a los trece años cuando murió su padre. Los hermanos Zapata Salazar recibieron en herencia algunas tierras y unas cuantas cabezas de ganado.

Su hermano Eufemio vendió la parte de su herencia para dedicarse al comercio en las poblaciones cercanas. Emiliano se quedó en Anenecuilco a trabajar sus tierras y las de una hacienda vecina como «aparcero»; también se dedicó a domar y comerciar con caballos, aprovechando su gran destreza pues desde muy joven se distinguió como un excelente jinete. Tuvo varios hijos con diferentes mujeres; entre ellas, Inés Alfaro Aguilar, Luisa Merino, Josefa Espejo Sánchez, y Petra Torres.[2]

El 12 de septiembre de 1909, unos 400 vecinos de la Villa de Ayala, cabecera del distrito a la que pertenecía Anenecuilco, lo eligieron «calpuleque» (jefe) de una «Junta» de defensa de las pocas tierras que aún poseía la comunidad, pero que estaban amenazadas por un decreto de expropiación en favor de una hacienda vecina. Ese nombramiento llevaría a Emiliano Zapata a encabezar el movimiento revolucionario que tuvo por lema «Tierra y Libertad».

El problema de la propiedad de la tierra

Poco después de consumada la conquista, en el siglo XVI la Corona española promulgó diferentes leyes y cédulas reales para la protección de los Pueblos de Indios, ante las ambiciones personales de españoles y criollos que dañaban a las comunidades indígenas.

Así, en lo relativo a las tierras, las « Leyes de Indias» ordenaban: “Que a los indios reducidos no se les quiten las tierras que antes hubieren tenido”[3]; “Que no se den tierras (a los españoles) en perjuicio de los indios, y las dadas se devuelvan a sus dueños”[4]; “Que las estancias de ganados se den apartadas de pueblos y sementeras de indios por el gran daño que los animales hacen en los maizales de los indios”[5].

La ley más importante fue la que creaba los «exidos» (del latín exire, afuera): “y repartiendo a los Indios lo que buenamente huviesen menester para labrar, y hacer sus sementeras, y crianzas, confirmándoles en lo que aora tienen, y dándoles de nuevo lo necesario, toda la demás tierra quede libre…”[6]Es decir, toda la tierra podía ser vendida o comprada… excepto la que se entregaba como «propiedad» de los Pueblos de Indios.

A estas leyes de carácter general se sumaban ordenanzas y decretos de carácter local dados por los virreyes; tal es el caso de las Ordenanzas del virrey Luis de Velasco «hijo» de fecha 15 de octubre de 1591, las cuales, aplicando las Leyes de Indias, creaban los «ejidos» de los Pueblos de Indios en el centro-sur de la Nueva España.[7]

El documento que entregaba en propiedad al Pueblo de Anenecuilco las tierras de los terrenos de Huajar, Chautia y La Canoa, está firmado el 25 de septiembre de 1607.[8]Durante el periodo virreinal no faltaron personas e incluso alguna autoridad menor, que quisieron afectar de algún modo las tierras de algún ejido; pero con mayor o menor presteza, las leyes se hicieron cumplir.

No fue sino hasta junio de 1856 cuando la Reforma liberal destruyó los ejidos mediante la promulgación de la “Ley de Desamortización de las Fincas Rústicas y Urbanas de las Corporaciones Civiles (ejidos) y Religiosas de México”. Más conocida como «Ley Lerdo» porque su autor fue Sebastián Lerdo de Tejada, esta ley pretendió reactivar la economía al poner en circulación los «bienes de manos muertas», calificados erróneamente por los liberales como «improductivos».

“Las propiedades de «manos muertas» eran aquellas que, en virtud de las condiciones del legado o por las reglas de institución de su dominio, no se podían vender, permutar o transferir en forma alguna.”[9]Es decir, que sus usufructuarios (las corporaciones) aprovechaban los frutos que esos bienes «producían», pero no podían vender, cambiar o transferir la propiedad del bien.

Además de que la causa de la crisis económica no eran los bienes de las corporaciones, sino la continua guerra civil en la cual vivió México en casi todo el siglo XIX, la «Ley Lerdo» instituyó en México un «capitalismo salvaje» que, en la práctica, solo benefició a los poderosos en detrimento de los más débiles.

Los bienes de la Iglesia fueron lastimosamente dilapidados, clausurándose escuelas, orfanatos, asilos, hospitales, etc., y sus edificios transformados en cantinas, cárceles, cuarteles, etc. En el campo, los ejidos fueron transformados en «latifundios», dejando a los campesinos en total indefensión y con solo dos alternativas: emplearse como jornaleros (semi-esclavos) en las grandes haciendas, o desplazarse a áreas casi estériles.

“En 1871, el primer gobernador (del Estado de Morelos), Francisco Leyva, informaba que se había ocupado sin cesar de la desamortización de las tierras comunales (…) al periódico El Hijo del Trabajo llegó (en 1879) una significativa carta de los vecinos de Cuautla …«En todo el estado, y con particularidad en los distritos de Jonacatepec y Morelos, están ya los pueblos desesperados por las tropelías de los hacendados, los que, no satisfechos con los terrenos que han usurpado a los pueblos, siguen molestándolos, quitándoles los caminos que han tenido desde tiempo inmemorial, las aguas con que regaban sus árboles y demás siembras, negándoles además las tierras para la siembra de temporal y el pasto para el ganado de los pueblos.”[10]

El mayor logro del gobierno de Porfirio Díaz fue la ampliación de los ferrocarriles, que en 1881 llegaron a Morelos. “Con las nuevas vías y las máquinas centrífugas, las apacible haciendas adoptaron una fisonomía de fábricas. Al doblar el siglo, los 24 ingenios morelenses producían la tercera parte de la azúcar del país (…) Para su continua expansión, las haciendas necesitaban tierras y mano de obra.”[11]

Fue en esas circunstancias cuando las Haciendas de Hospital y de Cuahuxtia, sin dificultad obtuvieron del gobierno porfirista decretos de expropiación de las pocas tierras que aún poseían los Pueblos de Morelos. Esa era la situación de los campesinos de Villa de Ayala cuando Emiliano Zapata fue elegido «calpuleque».

El movimiento zapatista en la revolución maderista

En octubre de 1910 Francisco I. Madero proclamó el «Plan de San Luis», en el que declaraba nulas las elecciones presidenciales realizadas en julio de ese año y que daban el triunfo por abrumadora mayoría al general Porfirio Díaz, y fijaba el día 20 de noviembre para que, a las 18 horas, en toda la República los ciudadanos tomaran las armas para luchar contra la dictadura.

Emiliano Zapata se adhirió entusiastamente al Plan de San Luis al ver que coincidía con las reivindicaciones que buscaba, pues en su artículo tercero el Plan decía: “Abusando de la ley de terrenos baldíos, numerosos pequeños propietarios, en su mayoría indígenas, han sido despojados de sus terrenos, por acuerdo de la Secretaría de Fomento, o por fallos de los tribunales de la República. Siendo de toda justicia restituir a sus antiguos poseedores los terrenos de que se les despojó de un modo tan arbitrario, se declaran sujetas a revisión tales disposiciones y fallos y se les exigirá a los que los adquirieron de un modo tan inmoral, o a sus herederos, que los restituyan a sus primitivos propietarios, a quienes pagarán también una indemnización por los perjuicios sufridos”[12]

Con algunos rancheros y campesinos, en marzo de 1910 Emiliano Zapata inició en las serranías del Estado de Morelos un movimiento armado de tipo guerrillero en apoyo a la revolución «maderista», la cual se desarrollaba en la frontera norte. El 11 de abril los maderistas tomaron Ciudad Juárez y al día siguiente el gobierno norteamericano los reconoció como «beligerantes».

El 21 de mayo Madero firmó con el Presidente de la Suprema Corte Francisco Carvajal los «Tratados de Ciudad Juárez»; poco después Porfirio Díaz firmó la renuncia como Presidente a las 4.30 de la tarde del 25 de mayo de 1911”.[13]Conforme a esos Tratados, la Presidencia de la República quedó provisionalmente en manos del Secretario de Relaciones Francisco León de la Barra, mientras se realizaban nuevas elecciones.

Madero se postuló candidato a la Presidencia, ahora por el Partido Constitucional Progresista, en cuya convención celebrada el 31 de agosto señaló que se proponía “asegurar la pequeña propiedad agrícola”.[14]Mientras tanto Zapata y sus hombres, sin abandonar las armas, continuaron operando en el Estado de Morelos, expulsando a los hacendados y derribando las cercas de las haciendas. El gobierno provisional de Francisco De la Barra mandó fuerzas federales al mando del general Victoriano Huerta para someterlo. Pero, discretamente y casi sin acompañantes, el 18 de agosto Madero se trasladó a Cuautla para entrevistarse con Zapata y solicitarle que depusiera las armas.[15]

El 15 de octubre de 1911 se llevaron a cabo las elecciones presidenciales extraordinarias, en las cuales Francisco I. Madero obtuvo el 97% de los votos; el 6 de noviembre tomó posesión de la Presidencia de la República. Solo veintidós días después, el 28 de noviembre, Emiliano Zapata proclamó su «Plan de Ayala», en el que injusta y falsamente calificaba a Madero como "traidor a la Patria por estar a sangre y fuego humillando a los mexicanos".

En su último artículo, el «Plan de Ayala» afirmaba: “Mexicanos: considerad que la astucia y la mala fe de un hombre está derramando sangre de una manera escandalosa por ser incapaz para gobernar, considerado que su sistema de gobierno está aherrojando a la Patria y aherrojando con la fuerza bruta de las bayonetas nuestras instituciones; y así como nuestras armas las levantamos para elevarlo al Poder ahora las volveremos contra él por haber faltado a sus compromisos con el pueblo mexicano y haber traicionado la revolución…”

En el «Plan de San Luis» y demás manifiestos, discursos y proclamas de Madero, hablo y garantizó el derecho de «propiedad» y la restitución de la misma a los Pueblos, principio sobre el cual se haría una profunda «reforma agraria». Zapata, por su parte, buscaba lo mismo.

Ninguno de los dos propuso nunca una reforma agraria de carácter «socialista» que eliminara la propiedad privada. El ejido «colectivo» controlado por el Estado, lo instituyó pocos años después la revolución «carrancista», pero nunca figuró en los programas de Madero o de Zapata. Es más, en el mismo Plan de Ayala Zapata decía que las tierras se darían “a los pueblos o ciudadanos que tengan sus títulos correspondientes de esas propiedades, de las cuales han sido despojados…”.

El contexto político quizá explica ese enfrentamiento, porque en varios lugares aparecieron otros movimientos revolucionarios contra el gobierno de Francisco I. Madero, todos alentados de una u otra forma desde la Embajada de los Estados Unidos, siendo los más significativos el del Gral. Bernardo Reyes el 16 de noviembre de 1911 en Tamaulipas (Plan de la Soledad), el de Pascual Orozco en Chihuahua el 6 de marzo de 1912 (Plan de la Empacadora), y el del general Manuel Mondragón el 9 de febrero de 1913 en la capital el País.

Éste último dio origen a la «decena trágica», que tras la firma del «Pacto de la Embajada»[16]en la noche del 18 de febrero, acabó con la vida y el gobierno de Madero.

El movimiento zapatista y la revolución carrancista

El «zapatismo» y el «carrancismo» fueron siempre agua y aceite: Zapata se movía por un ideal, Carranza por la ambición; el zapatismo limitó su acción al Estado de Morelos y sus alrededores, el carrancismo incendió todo el país; el zapatismo se identificaba con los «Sentimientos de la Nación» del Cura José María Morelos, el carrancismo se identificó con el jacobinismo radical y combatió la identidad guadalupana de la Nación. Finalmente, Carranza le puso precio a la cabeza de Zapata y premió a sus asesinos.

Poco antes de la «decena trágica», el gobernador de Coahuila Venustiano Carranza empezó también un movimiento contra el Presidente Madero. “Carranza ya tenía el plan de rebelarse contra Madero en 1913; o tal vez sea más verídico el decir que Carranza solo esperaba la caída de Madero para tomar su lugar, y si la caída no ocurría, a tomarlo de cualquier manera.”[17]

Pero el Gral. Mondragón, con la complicidad de Victoriano Huerta y del embajador Henry Lane Wilson, se adelantó a Carranza. Asesinaron a Madero e impusieron a Victoriano Huerta como presidente. Ante estos hechos astutamente Carranza guardó silencio, y esperó hasta ver cuál era la posición del nuevo gobierno norteamericano presidido por Woodrow Wilson. El 24 de marzo de 1913 Wilson declaró que no reconocía al gobierno de Huerta; al día siguiente Carranza declaró a Huerta «usurpador» y tomó a Madero como bandera.

El día 26 los subalternos de Carranza proclamaban el «Plan de Guadalupe», cuya esencia era solo un «quítate tú, para que me ponga yo», pues redactado por Carranza, decía que a éste se le designaba “Primer Jefe del Ejército Constitucionalista”. La revolución «carrancista» llamada en razón de la opinión pública norteamericana «constitucionalista», actuó en la más absoluta arbitrariedad, sin respetar el más mínimo estado de derecho. Por ello tiempo después, en una «carta abierta» Emiliano Zapata le decía a Carranza:“…decía yo al principio de esta carta, que usted llamó con toda malicia, al movimiento emanado del Plan de Guadalupe, revolución constitucionalista, siendo así que en el propósito y en la conciencia de usted estaba violar a cada paso y sistemáticamente la Constitución. No puede darse, en efecto, nada más anticonstitucional que el gobierno de usted; en su origen, en su fondo, en sus detalles, en sus tendencias.”[18]

Desde marzo de 1913, el Ejército federal se enfrentó al «constitucionalista» que recibía armas y pertrechos desde los Estados Unidos; mientras Zapata, voluntariamente aislado en el Estado de Morelos, se mantuvo al margen. El 21 de abril de 1914 las fuerzas norteamericanas tomaron Veracruz en evidente apoyo al carrancismo. El 14 de julio de 1914 Victoriano Huerta renunció y huyó del país.

La «Convención de [[ [[ Aguascalientes | Aguascalientes]] | Aguascalientes]]»

Triunfante Carranza entró a la ciudad de México el 20 de agosto, y el 1° de octubre convocó a una “Gran convención de jefes militares con mando de fuerzas y gobernadores de los Estados”, esperando que esa «soberana convención» lo ratificara como «primer jefe» dándole un respaldo “democrático” a sus arbitrariedades.

Pero, recelosos de las ambiciones y autoritarismo de Carranza, Emiliano Zapata, Francisco Villa y José María Maytorena se negaron a asistir. Finalmente Carranza aceptó que la «soberana convención» se llevara a cabo en la ciudad de [[ [[ Aguascalientes | Aguascalientes]] | Aguascalientes]] el 10 de octubre. De todos modos Zapata no asistió, enviando en su representación al abogado Antonio Díaz Soto y Gama.[19]Ahora el receloso fue Carranza y tampoco asistió, enviando a Álvaro Obregón al frente de sus representantes.

Las sesiones de la Convención se realizaron en el Teatro Morelos, y en las primeras se puso a votación la destitución de Carranza como «primer jefe», ya que con esa figura anti-constitucional se había instalado en el poder ejecutivo. Por 112 votos contra 21, Carranza fue destituido, y nombrado Presidente «provisional» el Gral. Eulalio Gutiérrez.

“La Convención de [[ [[ Aguascalientes | Aguascalientes]] | Aguascalientes]] fue una reunión tumultuosa, como las de los caballeros salteadores de otros tiempos. Obregón fue enviado a México con unos comisionados para informar a Carranza que la Convención lo deponía; pero él replicó negando la autoridad de la Convención para hacerlo.”[20]

El hecho fue que la «soberana convención» resultó una verdadera declaración de guerra entre dos bandos bien delimitados: los «convencionistas» con Zapata y Villa, contra los «constitucionalistas» de Carranza y Obregón. La llamada « revolución mexicana» entró en su fase más cruenta y destructiva.

Zapata y Villa en la ciudad de México

Para hacer valer los acuerdos de la Convención, Zapata y su «Ejército del Sur», y Francisco Villa y su «División del Norte» se dirigieron a la ciudad de México, derrotando en varias ocasiones a las fuerzas «constitucionalistas» comandadas siempre por Obregón, quien tuvo que abandonar la Capital y retirarse a Puebla.

Los zapatistas, llevando al frente el estandarte de la Virgen de Guadalupe, entraron a la Capital el 10 de noviembre; el 6 de diciembre lo hicieron los villistas. El 23 de noviembre de 1914, el puerto de Veracruz fue entregado por los comandantes de los marines norteamericanos que lo ocupaban desde abril, al general carrancista Cándido Aguilar para que Carranza, perseguido por los zapatistas, pudiera refugiarse en él.[21]

Juntos Villa y Zapata llevaron al Palacio Nacional al Gral. Eulalio Gutiérrez para que, conforme a lo acordado en [[ [[ Aguascalientes | Aguascalientes]] | Aguascalientes]], tomara posesión de la Presidencia de la República. Villa quiso sentarse en la silla presidencial “para ver que se siente”; con Zapata a un lado, el famoso fotógrafo Casasola tomó una de sus fotografías más célebres.

Contraofensiva del carrancismo

En los últimos días de 1914 Zapata salió de la Capital hacia Puebla, y venció a Obregón, desalojando a los carrancistas de esa ciudad. Obregón se retiró a Veracruz donde los Estados Unidos estaban abastecido a Carranza de pertrechos militares. Reforzado, Obregón regresó a Puebla, y “El 8 de enero de 1915 Obregón expulsó de Puebla a los zapatistas y regresó tres semanas después a la Capital, donde organizó los «batallones rojos»”.[22]

Zapata regresó al Estado de Morelos donde gozaría de tranquilidad durante unos meses, ya que los carrancistas estaban centrados en sus luchas contra Villa y su División del Norte. En las «batallas del Bajío» Villa estuvo cerca de derrotar a Obregón, pero el abastecimiento de armas y parque que los Estados Unidos daban a los carrancistas acabaron por inclinar la balanza a su favor. El gobierno de Wilson reconoció al gobierno «de facto» de Carranza el 9 de octubre de 1915.[23]

Asesinato de Zapata

“El 1° de octubre de 1916 Zapata lanzó un «Manifiesto al Pueblo Mexicano y al Cuerpo Diplomático» en el que recita una letanía de cargos contra el «fraude de Carranza» y duramente fustiga la «epilepsia anticlerical», de arrebatos frecuentes e irrefrenables de persecución religiosa.”[24]

Carranza envió en persecución de Zapata tropas al mando del Gral. Pablo González, las cuales cometieron sinfín de abusos y crímenes por todo el Estado de Morelos, pero sin poder capturar a Zapata, a pesar de que Carranza puso precio a su cabeza: cien mil pesos, y el ascenso al grado inmediato superior de quien lo entregara vivo o muerto

El 17 de marzo de 1919 Zapata publicó su Carta Abierta a Carranza donde, además de afirmarle “no hay nada más anticonstitucional que el gobierno de usted,” decía que “esa soldadesca (la carrancista) en los campos roba semillas, ganado y animales de labranza; en los poblados pequeños incendia o saquea los hogares de los humildes, y en las grandes poblaciones especula en grande escala con los cereales y semovientes robados, y comete asesinatos a la luz del día.”

Con la autorización de Venustiano Carranza, el general Pablo González y uno de sus oficiales, el coronel Jesús Guajardo, urdieron un plan para acabar con Zapata y además cobrar la recompensa: Guajardo enviaría un comunicado a Zapata diciéndole que él y varios de sus hombres querían desertar del carrancismo y unirse a Zapata, a quien entregarían las municiones y suministros en su poder.

Zapata, desconfiado, pidió como prueba de la sinceridad de Guajardo que éste le entregara al oficial Bárcenas, un desertor zapatista que junto con sus hombres se había unido al carrancismo. “En efecto, fueron entregados y fusilados 59 oficiales, como prueba de la sinceridad de Guajardo.”[25]

Zapata aceptó entonces que Guajardo y sus hombres se unieran a él, acordando que el 10 de abril por la tarde se encontraran en la hacienda de Chinameca para formalizar el acuerdo. “Al entrar Zapata a caballo en el patio (de la hacienda) y caminar hacia la casa, los hombres de la escolta de Guajardo formaban valla de honor a cada lado, en posición de firmes. Desde el pórtico se vio relampaguear las espadas de Guajardo y de sus oficiales en saludo militar. Sonó un clarín y la guardia de honor presentó armas, lo cual hicieron dos veces. A la tercera, cada culata se apoyó en un hombro y, acribillado por treinta tiros, Zapata, que en menos de un segundo ya había empezado a desenfundar su pistola colt, cayó al suelo, bañado en sangre y muerto (…)

A Pablo González en su cuartel general en Cuautla le llegó este lacónico mensaje: «Llevo a Zapata, Guajardo», y González transmitió la alegre noticia a Carranza, quien, a su vez, se la pasó al presidente Wilson. La cabeza de Zapata, desprendida de su cuerpo, fue paseada por todo el Estado de Morelos portadora del silencioso mensaje: así muere un enemigo de Carranza.”[26]

El presidente Venustiano Carranza premió a Guajardo ascendiéndolo a General de División, entregándole en monedas de plata los cien mil pesos ofrecidos por la cabeza de Emiliano Zapata. Un año después, el 21 de mayo de 1920, también Carranza sería asesinado a traición por órdenes de su principal aliado Álvaro Obregón.

NOTAS

  1. Cfr. VERA ESTAÑOL Jorge, La revolución mexicana. Ed. Porrúa, México, 1957, pp. 393-394
  2. Cfr. https://es.wikipedia.org/wiki/Emiliano_Zapata (consultado el 8 de enero 2018)
  3. Libro VI, Título 3, Ley IX
  4. Libro IV, Título 12, Ley IX
  5. Libro VI, Título 3, Ley XII
  6. Libro IV, Título 12, Ley XIV
  7. Archivo General de la Nación, México, (A.G.N.) Ordenanzas, Vol. IV, fol. 68-68 vto. Citado por ZAVALA Silvio (Selección y notas). Ordenanzas del trabajo, siglos XVI y XVII. México, 1947
  8. Cfr: KRAUZE Enrique, Biografía del Poder. Caudillos de la Revolución Mexicana. Vol. III. Emiliano Zapata. Ed. Fondo de Cultura Económico, México, 1987, p. 64
  9. http://diccionario.leyderecho.org/manosmuertas/#Definicioacuten_Baacutesica_de_Manos_muertas (consultado 10 enero 2018)
  10. KRAUZE Enrique, Biografía del Poder. Caudillos de la Revolución Mexicana. Vol. III. Emiliano Zapata. Ed. Fondo de Cultura Económico, México, 1987, p. 49
  11. Ibídem
  12. https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/2/594/14.pdf
  13. SCHLARMAN H.L. Joseph, México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa 14 ed. México, 1987, p. 496
  14. BULNES Francisco, Toda la verdad acerca de la Revolución. La responsabilidad criminal del presidente Wilson en el desastre mexicano. Ed. Los Insurgentes, México, 1960.
  15. Cfr. SCHLARMAN, ob., cit., p. 499
  16. Llamado así porque se firmó, en presencia del embajador Wilson, en la Embajada de los Estados Unidos. La historia “oficial” en su intento de diluir la evidente participación de los EUA, prefiere llamarlo “Pacto de la Ciudadela”
  17. SCHLARMAN, Ob., cit., p. 505. Cfr., también BARRAGÁN Juan, Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista. Ed. Secretaría de la Defensa Nacional Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México Secretaría de Educación Pública. México, 2013
  18. CARTA ABIERTA DE Emiliano Zapata a Venustiano Carranza. Cuartel General del Ejército Libertador en el Estado de Morelos, Marzo 17, 1919. http://www. bibliotecas.tv/zapata/1919/z17mar19.html (Consultada el 18 de mayo de 2017.)
  19. Antonio Díaz Soto y Gama (1880 San Luis-1967, México). Se tituló como abogado en el Instituto Científico y Literario en San Luis Potosí; participó en la fundación del “Club liberal Ponciano Arriaga”, de línea anarquista y anticlerical. Posteriormente hizo amistad con el anarquista español Francisco Moncaleano, con quien colaboró en la fundación de la “Casa del Obrero Mundial” organismo jacobino de línea anarquista-socialista.
    En 1911 conoció a Emiliano Zapata, a quien inútilmente trató de ganar para el socialismo. Huyendo del gobierno de Huerta, a principios de 1914 se refugió en Morelos y se sumó al movimiento Zapatista, y dada su preparación académica, Zapata lo nombró su delgado en la Convención de [[ [[ Aguascalientes | Aguascalientes]] | Aguascalientes]]. Tras el asesinato de Zapata en 1919, Antonio Díaz Soto y Gama siguió en la política participando en la fundación del Partido Nacional Agrarista, siempre en línea contraria a los gobiernos surgidos del carrancismo.
    Recobrando la fe católica de su niñez, en 1946 abandonó la política y se dedicó a la academia en la UNAM, donde empezó una fecunda labor apostólica con muchos de los alumnos, quienes al margen de la Ley Orgánica de la Universidad, llegaron a nombrarlo «rector». Murió en la ciudad de México el 14 d marzo de 1967.
  20. SCHLARMAN, ob., cit., p. 549
  21. Cfr. LASCURAIN Y OSIO Ángel, La segunda intervención americana. Ed. Milenario, 2 ed. México 1967
  22. SCHLARMAN, ob., cit., p. 554
  23. Ibídem, p. 555
  24. Ibídem, p. 562
  25. Ibídem, p. 580
  26. PINCHON, Edgcumb. Zapata, the unconquerable, Doubleday, Doran & Co. New York, 1941., p. 319

BIBLIOGRAFÍA

BARRAGÁN RODRIGUEZ Juan, Historia del Ejército y de la Revolución Constitucionalista. Ed. Secretaría de la Defensa Nacional Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México Secretaría de Educación Pública. México, 2013

BULNES Francisco, Toda la verdad acerca de la Revolución. La responsabilidad criminal del presidente Wilson en el desastre mexicano. Ed. Los Insurgentes, México, 1960.

KRAUZE Enrique, Biografía del Poder. Caudillos de la Revolución Mexicana. Vol. III. Emiliano Zapata. Ed. Fondo de Cultura Económico, México, 1987

LASCURAIN Y OSIO Ángel, La segunda intervención americana. Ed. Milenario, 2 ed. México 1967

PINCHON, Edgcumb. Zapata, the unconquerable, Doubleday, Doran & Co. New York, 1941

REYES, Alfonso, Emiliano Zapata. Su Vida y su Obra, Ed. Libros De México, México, 1963

SCHLARMAN H.L. Joseph, México, tierra de volcanes. Ed. Porrúa 14 ed. México, 1987

VERA ESTAÑOL Jorge, La revolución mexicana. Ed. Porrúa, México, 1957

ZAVALA Silvio (Selección y notas). Ordenanzas del trabajo, siglos XVI y XVII. México, 1947


JUAN LOUVIER CALDERÓN


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