SANTUARIOS MARIANOS EN MÉXICO; Valle de México

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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TULPETLAC: SANTUARIO DE LA QUINTA APARICIÓN GUADALUPANA,

Es Santa María Tulpetlac, uno de los siete pueblos históricos que dieron origen al municipio de Ecatepec, donde se registra la Quinta Aparición de Santa María de Guadalupe, el doce de diciembre de 1531, en la madrugada. Fue en el mismo momento en que en el Tepeyac la Virgen María dialogaba con Juan Diego, y se presentaba en la casa del tío Juan Bernardino, en Tulpetlac, para sanarlo de la grave enfermedad que lo aquejaba.

En donde estuvo la casa de Juan Bernardino en Tulpetlac se construyó una iglesia, y a su lado se ubica el panteón donde se sepultan a los nativos del pueblo; el lugar es catalogado como «tierra santa». El edificio del templo está decorado con un retablo del hecho prodigioso y algunas pinturas de la Virgen de Guadalupe con San Juan Diego Cuauhtlatoatzin.

El lugar en que vivieron los videntes de Nuestra Señora de Guadalupe en 1531 ha sido un asunto controvertido. Tres localidades se disputan el lugar de la residencia de Juan Diego y de su tío Juan Bernardino al ocurrir las apariciones en el Tepeyac: Cuautitlán, Santa María Tulpetlac y San Juanico.

En Tulpetlac existe una tradición antigua por la que se presume que en ese lugar ocurrió la quinta aparición de Santa María de Guadalupe a Juan Bernardino, el tío enfermo de Juan Diego, y al que la Virgen “le habría dicho su nombre de Guadalupe”, según el texto del Nican Mopohua: “Y le dijo como a él lo envió a México [a Juan Bernardino] a ver al obispo. Y también que, cuando fuera a verlo, todo se lo manifestara, le dijera lo que había contemplado y el modo maravilloso como lo había curado y que así la llamara, así la nombrara, la del todo doncella, Santa María de Guadalupe, su preciosa imagen”.

De los documentos históricos sobre el Santuario, está comprobado por las declaraciones jurídicas “Informaciones de 1666”, que la Quinta Aparición Guadalupana fue en Tulpetlac, apoyados en los siguientes testimonios:

a) El Sacerdote del Oratorio de San Felipe Neri Don Luis Becerra Tanco ; el hombre más culto y preparado de su tiempo en Nueva España que leía escritura jeroglífica mexicana y hablaba a perfección en náhuatl y el otomí; único testigo de las informaciones de 1666 afirma que: “al pasar Juan Diego por el Tepeyac la mañana del sábado 9 de diciembre de 1531, venía del pueblo de Tolpetlac, que cae a la vuelta del cerro más alto, y dista de él una legua a la parte del noroeste. Tolpetlac significa lugar de esteras espadañas, porque en aquel tiempo era la única ocupación de los indios vecinos de éste pueblo el tejer esteras de esta planta”.

En su libro “Felicidad de México”, Becerra Tanco señala sus fuentes testimoniales y documentales en que fundamentó sus afirmaciones en testimonios de personajes ilustrados, honrados, conocedores profundos de la historia Guadalupana.

b) Antonio de Gama.- Sacerdote nacido en Cuautitlán que publica en 1675 el papel y el «Origen Milagroso» de Becerra Tanco , fallecido en 1672, bajo el título «Felicidad de México». El habla de preciosas noticias en el prólogo que él escribe y dice las mejor fundadas de «Felicidad de México». Nos dice que Juan Diego vivía en Tulpetlac en 1531 y que la Quinta Aparición Guadalupana sucedió en Tulpetlac, lugar expreso en su libro.

c) Las informaciones Guadalupanas de Cuautitlán de 1666. En 1663 el Doctor Francisco de Siles, Canónigo Lectoral de la Catedral de México, envió a Roma una petición para honrar a nuestra Señora de Guadalupe con misa y oficios propios y adjuntó una historia de las Apariciones. En dicha historia en ningún momento se menciona el lugar de nacimiento de Juan Diego, ni el lugar donde vivía en diciembre de 1531. De Roma contestan en 1665 pidiendo unas informaciones e indicando que esperasen un «Rescripto Remisorial» que contendría las preguntas para los testigos del milagro. El Doctor de Siles en su afán por ganar tiempo promovió y realizó las informaciones de 1666.

Las «Informaciones de 1666» publicadas con el título de «Origen Milagroso del Santuario de N.S. de Guadalupe», y la edición corregida y aumentada del mismo publicada 1675, con el nombre de «Felicidad de México». Describe que Juan Diego:

“[...] natural según fama del pueblo de Cuautitlán [...] venía del pueblo en que residía (dizese aver sido el de Tolpetlac, en que era vecino[...]”. Y más adelante declara: “Volvió Juan Diego este propio día sobre tarde, puesto el sol, al pueblo en que vivía, y a lo que se presume por los rastros que de ello se han hallado, era el pueblo de Tolpetlac que cae a la vuelta del cerro más alto, y dista de él una legua, a la parte del nordeste. Tolpetlac significa lugar de esteras de espadaña, porque sería en aquel tiempo única ocupación de los indios vecinos de éste pueblo el tejer esteras de esta planta”.

Parece ser que dichas «Informaciones» se extraviaron, por lo que en 1722-1723, José de Lizardi, tesorero y administrador del Santuario de Guadalupe, solicitó se levantaran otras al entonces arzobispo de México fray José de Lanciego y Aguilar, mediante escrito en once hojas, en el que da información vasta sobre el hecho guadalupano. En ella indica que localizó una copia de las «Informaciones de 1666», por lo que sabemos éstas le eran familiares, aunque no habían sido publicadas; no obstante ello indica: “[...] después de aparecida la Imagen fueron con dicho Juan Diego a el pueblo de Tolpetlac a examinar a Juan Bernardino[...]”.

d) Pocos años después, en 1746, Cayetano Cabrera escribió: “partió en persona (María) conducida de Serafines al Pueblecillo de Tolpetlac, a sanar solo al pobre indio Juan Bernardino …”. Más adelante indica: “fue del valle en persona a Tolpetlac…”.

e) En 1777, José Patricio Fernández de Uribe, en su «Disertación guadalupana» dice de Juan Diego: “Era natural de Cuautitlán y vecino de Tolpetlac ... dando una explicación de cómo debe considerarse el hecho de que en las Informaciones de 1666 se indicó que Juan Diego y su tío eran vecinos de Cuautitlán.

f) En la obra póstuma de Mariano Fernández de Echeverría y Veytia, escrita por 1754, lista para imprimirse en 1779, e impresa en 1820, se indica: “[...] Juan Diego, natural, según dice la tradición, del pueblo de Cuautitlán …Vivía casado con María Lucía su igual, en el pueblo de Tolpetlatl…”. Más adelante indica que al escribir este libro tenía en sus manos una copia de las «Informaciones de 1666», y que es la que se guardaba en la secretaría del Señor Arzobispo. Recordemos que este autor fue el que acogió en su casa de España, en donde entonces residía, a su amigo Lorenzo Boturini, erudito e investigador guadalupano, cuando éste fue deportado desde la Nueva España.

g) El Bachiller Francisco Julián Benedicto, Cura de Santa María Tulpetlac, solicitó el 6 de diciembre de 1788, al Señor Fiscal de lo Civil, se les diera permiso para construir “una Capilla en el lugar que según tradición se apareció Santa María de Guadalupe a Juan Bernardino sanándolo”. Se confirma dicha tradición con el escrito que el Arzobispo de México, don Alonso Núñez de Haro, envió el 10 de marzo de 1789, al virrey don Manuel Antonio de Flores incluyendo la petición del Sr. Cura de Tulpetlac, indicando:

“He visto el expediente promovido por el Sr. Cura y República del Pueblo de Santa María Tolpetlac [sic], perteneciente al Curato y Alcaldía Mayor de San Cristóbal Ecatepec, en que solicitan licencia para erigir una capilla en el sitio en que según la común tradición de otros Curato y Pueblo, apareció la Santísima Virgen de Guadalupe al indio Juan Bernardino, tío de Juan Diego, le sanó de su enfermedad, y expresó el título con que quiso la invocásemos, y que devuelvo a V. Excelencia; y cumpliendo con el encargo que se sirve hacerme para que informe lo que se me ofreciere y pareciere, digo: que la tradición es constante en los citados Curato y Pueblo, y en otros del contorno, y que por lo mismo me parece pura y arreglada su solicitud”. [...] “El Cura es celoso y muy amado de sus feligreses, y dispondrá las cosas de modo que, con gusto de ellos, y sin perjuicio del público, se construya la enunciada capilla.” “Por lo que toca a mí jurisdicción no tengo el menor embarazo en dar la licencia correspondiente para su construcción porque así me parece conveniente [...]”.

Esta opinión y autorización es de suma importancia porque proviene de la máxima autoridad eclesiástica de México en ese momento y comprueba la tradición popular apoyándola, y por lo mismo aceptando oficialmente que ese fue el lugar de la quinta aparición guadalupana.

h) Por 1910 existía en el cementerio de Tulpetlac, una pequeña ermita guadalupana que era conocida como «choza de Juan Diego».

i)En 1947 el Arzobispo de México Luis María Martínez empezó a construir un santuario más amplio que finalmente fue bendecido en 1956 por el Cardenal Miguel Darío Miranda, arzobispo sucesor del nombrado. Pío XII concedió a dicha Iglesia, el 16 de marzo de 1949, una indulgencia plenaria a perpetuidad a los fieles que la visiten los días 12 de cada mes.

Esa tradición ha seguido sin interrupción hasta nuestros días, tanto así que el 16 de diciembre de 1979, el Cardenal Ernesto Corripio Ahumada, entonces Arzobispo Primado de México, y el obispo de Texcoco, diócesis a la que entonces pertenecía Tulpetlac, efectuaron la Coronación Pontificia de Santa María de Guadalupe en Tolpetlac con la autorización del papa San Juan Pablo II, con el título de «Salud de los Enfermos», precisamente en recuerdo de la tradición de que en ese lugar había ocurrido el milagro mediante el cual Juan Bernardino recobró la Salud por mediación de Santa María de Guadalupe el 12 de diciembre de 1531.

Volviendo a Cuautitlán, lugar de nacimiento de San Juan Diego Cuauhtlatoatzin existe el decreto de erección de la capilla guadalupana de Cuautitlán datado el 27 de noviembre de 1799, que dice: “[...] los motivos y causas que concurren para la erección de una capilla en el barrio de Tlayacac en Cuautitlán, son el culto de Nuestra Señora de Guadalupe, el conservar con este monumento la buena memoria del afortunado neófito Juan Diego, que tuvo su origen en dicho lugar, a lo que la tradición de los escritores y de los testigos se percibe, y enseñar la doctrina cristiana a la juventud.”

Como se ve nunca mencionó la quinta aparición. Dicho decreto fue el resultado de las «Informaciones de 1798-1799», promovidas con gran entusiasmo por doña María Loreto de Revuelta, para que se construyera a su costa una capilla en el lugar mismo en que vivió Juan Diego en Tlayacac, seguramente antes de 1531.

Uno de los testigos en las citadas «Informaciones de 1798», Cristóbal de Mendoza, rector de Tepozotlán y que había sido Cura en Cuautitlán, declaró que Juan Diego había sido bautizado en Tlatilolco y tenía contraído matrimonio con María Lucía, india del pueblo de Tolpetlac. Dicha declaración hace suponer que Juan Diego cambió su lugar de residencia de Tlayacac (en Cuautitlán) a Tolpetlac, en donde habría conocido a María Lucía, con quién se casó.

Si  Juan Diego vivía en Tulpetlac, entonces para ir a Tlatelolco necesariamente debía pasar por el  Tepeyac, y según se deduce por la tradición guadalupana, el camino seguido por  Juan Diego desde Tolpetlac hasta el Tepeyácac, debe haber sido caminando entre la serranía, contra lo que se ha supuesto y que sería bordeando el lago, camino que seguramente había momentos en que no se podría transitar a pie firme por el nivel del agua en el lago. 

La conclusión es obvia: el lugar de residencia más probable de los videntes el 12 de diciembre de 1531 era Santa María Tulpetlac, perteneciente hoy a la Diócesis de Ecatepec, en el Estado de México. Por lo cual ese sería el lugar lógico de la aparición al tío enfermo de Juan Diego, llamado Juan Bernardino.

EXTRAMUROS DE LA CIUDAD DE MÉXICO. NUESTRA SEÑORA DE LOS REMEDIOS

La Basílica de Nuestra Señora de los Remedios o Santuario de Nuestra Señora de los Remedios en extramuros de México, es un santuario dedicado a la Virgen María, en su advocación de los Remedios, imagen que fue traída por un soldado del grupo de Hernán Cortés. Esta admirable imagen de Nuestra Señora, es invocada como patrona de las lluvias y temporales, defensora de los españoles, abogada de los indios, conquistadora de México, erario universal de las misericordias de Dios, lugar de refugio para todos los que a ella se acogen, maravillas que ha obrado con los que la invocan. El Santuario está ubicado en el Parque nacional Los Remedios, Naucalpan, Estado de México fue construida en el siglo XVI.

En la Nueva España y en el México posterior, tanto la imagen que resguarda como el mismo templo han tenido una gran relevancia histórica y religiosa, por lo cual fue erigida como basílica. Tuvo una dedicación a la protección simbólica de la Ciudad de México junto a la basílica de Nuestra Señora de Guadalupe y la de Nuestra Señora de la Piedad Ahuehuetlán.

Es la imagen de la Virgen María más antigua del continente americano, hecha en el siglo XVI por un desconocido artesano español, probablemente de Alcántara, en Extremadura, o de Tolosa, en Vasconia, donde se le rendía culto desde el siglo VIII. Es de madera estofada y mide 27 cm. de alto. Se le sobreponen vestidos, coronas y una luna bajo sus pies. La imagen fue traída de España por el soldado Juan Rodríguez de Villafuerte, quien acompañó a Hernán Cortés en su viaje de conquista en 1519.


En los inicios

Como protectora de la empresa de conquista, la imagen presidió la misa que celebró el padre Fray Bartolomé de Olmedo en la Villa Rica de la Vera Cruz. Una vez entradas las tropas de Cortés a la gran Tenochtitlan, el conquistador ordenó a Villafuerte colocar la cruz y la virgen en el Templo Mayor, donde en sustitución de los dioses mexicas fue venerada por los soldados españoles ante el asombro de los indígenas, según refiere Bernal Díaz del Castillo.

Aunque existe otra versión que señala que fue otra imagen llamada «la Conquistadora», venerada desde el Virreinato en la catedral de Puebla; esta representación mariana fue regalada después por Cortés a los tlaxcaltecas por la ayuda que le prestaron en contra del imperio azteca. La noche del 30 de junio de 1520, durante el combate de la Noche Triste, abandonaron todo lo necesario para facilitar la salida y por ese motivo la pequeña imagen fue escondida bajo un maguey.

Fue encontrada en 1540 por el cacique indígena Juan Ce Cuautli, quien la llevó a su casa en San Juan Totoltepec, una villa cercana. Los indígenas erigieron primero una ermita en este cerrito llamado Otomcapulco.

Algunos años más tarde, la devoción a Nuestra Señora de los Remedios se fue extendiendo por todas partes y las autoridades civiles construyeron en 1575 el santuario donde hoy es venerada la imagen. La gente recurre a la Virgen de los Remedios “en las faltas de lluvias a su tiempo, las epidemias de tabardillos, sarampiones y otras semejantes”. Durante años su imagen recorrió la Calzada México-Tacuba para proteger al pueblo de las terribles epidemias, inundaciones o temblores, que de vez en cuando recordaban a los habitantes de la ciudad que la naturaleza no tenía credo religioso.

En las vistosas y multitudinarias procesiones, las autoridades eclesiásticas y civiles incluyendo al propio virrey, trasladaban a la Virgen desde su santuario en las afueras de la ciudad para colocarla durante meses en la catedral de la Ciudad de México. Cuando las calamidades no cedían, ni siquiera con la intercesión de la Virgen de los Remedios, las autoridades recurrían a la imagen guadalupana como último recurso, lo cual no dejaba de causar cierto malestar en el pueblo, pues era un insulto recurrir a la Virgen morena como segunda opción aunque finalmente imperaba la alegría cuando la gente podía observar muy de cerca a la Guadalupana al frente de una procesión. Alexander von Humboldt percibió la rivalidad entre ambos grupos de fieles.

Nuestra Señora de los Remedios en nuestra Historia Nacional

Cuando el cura Hidalgo decidió tomar el estandarte de la Virgen de Guadalupe como bandera de la lucha que emprendía en septiembre de 1810, le dio un sentido religioso a la guerra de Independencia. No era imposible imaginar la respuesta popular, el cura fue visto entonces como un hombre ungido por la divinidad para liberar al pueblo oprimido.

Durante los 11 años que duró la guerra, la Guadalupana ocupó un lugar fundamental para la causa insurgente. Al tomar este estandarte, Hidalgo le otorgó a la lucha un carácter sagrado. Cargaba siempre consigo, entre sus ropas, una imagen de la Virgen morena. Y Morelos, en los «Sentimientos de la Nación», propuso el 12 de diciembre se celebrara oficialmente a la “patrona de nuestra libertad”. Los miembros de una sociedad secreta que trabajaba a favor de la independencia desde la Ciudad de México, adoptaron el nombre de los «Guadalupes». Los guerrilleros de Pedro Moreno portaban en sus sombreros estampas de la Señora del Tepeyac.

La respuesta española fue inmediata. De poder a poder, el virrey Francisco Xavier Venegas mandó traer la imagen de la Virgen de los Remedios para resguardarla de los insurgentes, pero, sobre todo, para enarbolarla como bandera de los ejércitos realistas. El virrey se veía a sí mismo como Cortés siglos atrás: ante una situación que parecía irremediable, la Virgen de los Remedios había acompañado al conquistador hasta el triunfo.

Las medidas del virrey llegaron demasiado lejos. A la Virgen de los Remedios se le dio grado militar y desde entonces se le conoce como «La Generala». Las monjas del convento de San Jerónimo la vistieron con los blasones y la banda correspondiente, y el niño Jesús que cargaba en sus brazos también fue vestido según la usanza. En procesión, la madre de Dios, recorrió la Ciudad de México, mostrando su bastón de mando en una de sus manos, y podía observarse a su pequeño hijo portando un sable. La Virgen y su hijo, Jesucristo, en pie de guerra.

Una vez finalizados los actos públicos, la Virgen fue colocada en el altar principal de la Ciudad de México. En aquel santo lugar su función era doble: una espiritual, dar consuelo a los fieles, recibir ofrendas, exvotos o limosnas; la otra, muy humana, delatar al insurgente. De todos era sabido que los revolucionarios eran guadalupanos. Aquellas personas que, luego de escuchar misa en la catedral, no hicieran la reverencia correspondiente ante la Virgen de los Remedios, seguramente lo hacían ante la Guadalupana, por tanto, eran insurgentes. De ese modo, mucha gente fue falsamente acusada de rebeldía.

En 1821 triunfó la causa insurgente bajo el lema «Religión, Unión, Independencia» y con ello la Virgen de Guadalupe. No en términos religiosos, ni porque fuera mayor en la devoción del pueblo por ella; venció porque era un símbolo de unidad; un elemento que conjuntaba a todos aquellos que consideraban pertenecientes al mismo terruño, aquéllos que veían la historia de 1521 como algo común a todos. La Guadalupana era una Virgen innegablemente mexicana. Con la consumación de la independencia, en 1821, llegó la reconciliación de ambas advocaciones a los ojos de los mexicanos. La Morena y la Generala compartían un futuro común en un país que iniciaba su andar en la historia.

Al erigirse la diócesis de Tlalnepantla en 1964, el santuario quedó en la misma. El 19 de octubre de 1974, el Obispo fray Felipe de Jesús Cueto hace la Coronación Pontificia de la Virgen de los Remedios como Reina del clero diocesano, y el 23 de octubre de 1991, Manuel Pérez Gil, Primer arzobispo de Tlalnepantla, por decreto de Su Santidad Juan Pablo II, proclama patrona de la archidiócesis de Tlalnepantla a nuestra señora de las Remedios. El 23 de octubre de 1999 se eleva el santuario a Basílica Menor. El 1 de septiembre, fiesta principal de Nuestra Señora de los Remedios, aproximadamente 10,000 personas la visitan, mientras que unas 6,000 personas visitan el Santuario cada domingo para rendir homenaje a la Santísima Virgen.

IZTAPALAPA; Santuario de Nuestra Señora de la Bala

Cuando fueron suprimidos los hospitales atendidos por Órdenes religiosas, según las Leyes de Reforma emitidas entre 1859 y 1863, en el decreto del 2 de febrero de 1861 se favoreció la secularización, que señalaba que al hombre se le debía permitir ir de la cuna a la tumba, pasando por el matrimonio, sin intervención religiosa si así era su voluntad.

La secularización de los hospitales significó apartar a dichas instituciones, por lo menos en lo formal de la religión y de la Iglesia. Así el hospital de San Lázaro; y cerrado su templo en el año de 1862, la histórica imagen de Nuestra Señora de la Bala fue trasladada al templo del Hospital de Jesús Nazareno, donde permaneció hasta 1901 año en que fue robada. Por lo mismo se ignoró su paradero durante muchos años, hasta que fue encontrada en la casa de empeño del Monte de Piedad.

En el año de 1913 el Presbítero Rosendo Pérez Yniestra párroco de la parroquia de San Lucas, en Iztapalapa, pagó el monto del empeño y así rescató a la Virgen de la Bala, y así regreso al lugar de donde había salido.

Culto a la patrona Mariana de la Diócesis la Virgen de la Bala

Su imagen estaba en una pequeña capilla a la entrada del Santuario de Iztapalapa, bajo una de las torres, recientemente fue colocada en la parte central del presbiterio de la Catedral – Santuario del Señor de la Cuevita en Iztapalapa. Sus fiestas son celebradas el 8 de mayo y el 8 de diciembre acompañadas por «octava», una semana de festejos populares.

La Virgen de la Bala, esa abogada de las esposas maltratadas, abogada de los matrimonios en problemas y es patrona de las mujeres embarazadas y por dar a luz, o que tienen algún problema de infertilidad. También tiene muchos los devotos que imploran su protección, pues sus profesiones les implican portar un arma y balas, como los policías y soldados.

ORACIÓN A LA VIRGEN DE LA BALA

“Señora mía, abogada poderosa en las bodas de Canan, en mi matrimonio
ya se acabó el buen vino de aquella fiesta nupcial.
El enemigo de la unidad matrimonial quiere desbaratar lo que ha salido de un solo
principio. Ya no somos dos en una sola carne.
Pero me acuerdo que tú, Madre de Cristo y de la Iglesia,
cuya unión representamos los esposos legítimos,
eres autora no sólo de la felicidad nupcial de las bodas,
sino también la que impide la muerte de los matrimonios cristianos,
preservando de la muerte a una pobre esposa.
Por ese milagro de «la bala» desviada del pecho de una esposa,
a tus plantas maternales, te pido, Señora,
preservar mi matrimonio de una quiebra fatal.
Te prometo ser devota(o) propagar el milagro y
consagrarme a una santidad matrimonial,
poniendo también a mis hijos, en marcha de virtudes cristianas.
Quedaré eternamente agradecido

MONS. JORGE ANTONIO PALENCIA RAMÍREZ DE ARELLANO