Diferencia entre revisiones de «SENO MEXICANO; Evangelización del Nuevo Santander»

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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De ahí que los grupos cultivadores se vieron violentados por los cazadores nómadas, haciendo que los cultivadores se trasladaran a las zonas más al sur del territorio y estos, los cazadores–recolectores de tendencia violenta, habitaran más bien las zonas del Seno Mexicano.<ref>OSANTE Patricia - ALCÁZAR C. Rosalba, Nuevo Santander 1748 – 1766, MÉXICO 1999, p. 17; OSANTE Patricia, Orígenes… p. 21 - 22.</ref>
 
De ahí que los grupos cultivadores se vieron violentados por los cazadores nómadas, haciendo que los cultivadores se trasladaran a las zonas más al sur del territorio y estos, los cazadores–recolectores de tendencia violenta, habitaran más bien las zonas del Seno Mexicano.<ref>OSANTE Patricia - ALCÁZAR C. Rosalba, Nuevo Santander 1748 – 1766, MÉXICO 1999, p. 17; OSANTE Patricia, Orígenes… p. 21 - 22.</ref>
  
Respecto al número de los grupos indígenas distribuidos en el territorio del Seno Mexicano, existen  discrepancias que van desde señalar 72 grupos,<ref>GONZÁLEZ Arturo, Historia de Tamaulipas, México 1985, p. 8.</ref>hasta los 195.<ref>FRANCO CARRASCO, ob., cit., pp. 57-67.</ref>Por su parte, Fray Vicente de Santa María, en su «Relación Histórica de la Colonia del Nuevo Santander», da noticia, sin precisar la cantidad, de que “eran muchísimas naciones de indios que vagaban por todas las tierras que se extendían desde este país hasta la raya de la provincia de Texas”.  
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Respecto al número de los grupos indígenas distribuidos en el territorio del Seno Mexicano, existen  discrepancias que van desde señalar 72 grupos,<ref>GONZÁLEZ Arturo, Historia de Tamaulipas, México 1985, p. 8.</ref>hasta los 195.<ref>FRANCO CARRASCO, ob., cit., pp. 57-67.</ref>Por su parte, Fray Vicente de Santa María, en su «Relación Histórica de la Colonia del Nuevo Santander», da noticia, sin precisar la cantidad, de que “eran muchísimas naciones de indios que vagaban por todas las tierras que se extendían desde este país hasta la raya de la provincia de Texas”.<ref>SANTA MARÍA Vicente de, Relación histórica de la colonia del nuevo Santander, introducción y notas de Ernesto de la Torre Villar, México 1973, p. 96.</ref>
  
 
==Los indígenas del norte==
 
==Los indígenas del norte==
  
 
Habitaban principalmente en la cuencas de los ríos Purificación, Conchos y Bravo o Grande; los españoles los llamaron «pajaritos», «tareguanos», «venados», «cueros quemados» y «tejones».  
 
Habitaban principalmente en la cuencas de los ríos Purificación, Conchos y Bravo o Grande; los españoles los llamaron «pajaritos», «tareguanos», «venados», «cueros quemados» y «tejones».  
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En esta zona también se encontraban los «janambres» y los «pisones» de la Sierra Madre oriental, estos últimos considerados por los españoles como los más belicosos, quienes continuamente se movilizaban desde el cerro del Jabalí hasta la Huasteca.   
 
En esta zona también se encontraban los «janambres» y los «pisones» de la Sierra Madre oriental, estos últimos considerados por los españoles como los más belicosos, quienes continuamente se movilizaban desde el cerro del Jabalí hasta la Huasteca.   
 
Los «pisones» fueron también conocido como los «rayados del norte», y comprendían una gran variedad de grupos que difícilmente llegaban a tener 400 individuos, y se diferenciaban por los diferentes tatuajes en la cara o en otras partes de su físico, y en algunos casos en todo el cuerpo con rayas muy variadas de tonos predominantemente azules, de ahí el nombre genérico de «rayados».
 
Los «pisones» fueron también conocido como los «rayados del norte», y comprendían una gran variedad de grupos que difícilmente llegaban a tener 400 individuos, y se diferenciaban por los diferentes tatuajes en la cara o en otras partes de su físico, y en algunos casos en todo el cuerpo con rayas muy variadas de tonos predominantemente azules, de ahí el nombre genérico de «rayados».

Revisión del 19:40 9 may 2018

El territorio

El Seno Mexicano, que hasta la mitad del siglo XVIII será conocido como el «Nuevo Santander», forma parte de lo que también se le conoce como «Corredor del Golfo», “uno de los 3 grandes corredores naturales que conformaban las cordilleras montañosas de la Sierra Madre Oriental, la Sierra Madre Occidental y lo que fue la penetración española por el norte novohispano”.[1] 6 Los limites que tendrá con las reformas borbónicas la ya «Colonia» del Nuevo Santander (siglo XVIII), iba en el sur desde la cuenca de los ríos Tamesí y Pánuco (hoy Tampico) hasta en el norte el río Nueces (hoy Corpus Christi, Texas), y en el occidente abarcaba una parte de lo que hoy es el estado de Nuevo León.

Colindaba al norte con las provincias de Coahuila y de Texas, al Poniente con la Provincia del Nuevo Reino de León y otra zona de Coahuila, Guadalcázar y Charcas (hoy parte del Estado de San Luis Potosí), al sur colindaba con las jurisdicciones de Tampico Viejo, Pánuco (hoy parte del Norte de Veracruz), Valles, Río Verde, y al oriente con el Golfo de México.

Incluso antes de que se le conociera a esta porción de tierra como Colonia del Nuevo Santander, obtuvo algunos otros nombres con el que se le conocía a dicho terreno, algunos de ellos eran como reino Guasteca, provincia o gobernación del Pánuco, Médanos de la Magdalena, comarca de Paul, de Alifau y Ocian, y Costa del Seno Mexicano.[2]

Son tres las principales cordilleras que ocupan lo que será la Colonia del Nuevo Santander: la Sierra Madre Oriental o también conocida como la Sierra Gorda, las sierras de Tamaulipa Oriental o Vieja y Tamaulipa Occidental o Nueva.[3]

La Sierra Madre Oriental, o Sierra Gorda, procede desde Querétaro y San Luis Potosí y se prolonga a forma de arco desde la barra de Tampico hasta la frontera con el Nuevo Reino de León, en donde algunas de sus cimas más encrespadas, como los cerros del Borrado y de Peña Nevada llegan a rebasar los 3,000 m de altitud y se desprenden de ella importantes ramales que moldean las diversas sierras, como la sierra de Tula. Por otra parte la Sierra de Tamaulipas oriental, con una altitud de 1,100 m sobre el nivel del mar corre paralela entre la costa del seno Mexicano y la Sierra Madre oriental, va desde el río de soto la Marina hasta el río Conchos y de esta se desprende la sierra de los Maratines o Martínez, que viene a encontrarse con la sierra de San José de las Rusias, este conjunto de sierras formaban dos valles, tanto para un lado, el que daba hacia el Golfo, como el que daba hacia la Sierra Madre Oriental, que fueron aptas para el cultivo y la ganadería. La Sierra de San Carlos llega casi a unirse con la Sierra Madre Oriental, a la altura de Linares, en lo que era el Nuevo Reino de León.

La llanura costera del Golfo de México, limita al oriente con la planicie del noreste y hacia el sur con el desarrollo de la Sierra Madre Oriental, esta se va adelgazando hasta desaparecer en las estribaciones del sistema volcánico transversal. Desde el río Nueces hasta el río Soto la Marina, la cantidad de precipitación que se produce en el año ocasionan escasos escurrimientos debido a los suelos arenosos, que solo están cubiertos de mezquites y huizaches, aunque tenemos otros lugares de aridez muy notoria en donde la precipitación es muy escaza.[4]

El clima en este territorio es extremoso, pues en tiempos de calor llega a tener temperaturas de hasta los 46° y en tiempos de frio temperaturas que son inferiores a los 0°. En la parte interior del territorio, de norte a sur, en lo que serían las faldas y los valles de las Sierras, el clima se presenta templado seco y sobretodo saludable para los cultivos y el ganado, pues aunque a veces carecen de lluvias, se compensa con la diversidad de arroyos y manantiales que irrigan el territorio.

Muy contrario es el sur del Seno Mexicano, pues siendo de un clima netamente tropical la precipitación hace que tenga una vegetación tropical y subtropical, con selvas de tipo perennifolia en las partes cercanas al mar, muy diferente a las partes cercanas a la Sierra con Pinos y encinos.

La hidrografía del territorio del Seno Mexicano abarca aproximadamente 58 ríos y arroyos que bajan desde las altas cumbres de las sierras para bañar el territorio dotándolo de una gran variedad de frutos silvestres como las tunas, las pitahayas, los quiotes, que ayudan a su vez a mantener una gran diversidad de fauna como el venado cola blanca, el jabalí, el gato salvaje, los patos y los guajolotes.

Los grandes ríos de este territorio son el Río Bravo o también llamado Río Grande, el Río Tamesí o Guayalejo, el Río Nueces, el Purificación o Soto la Marina, y el Conchos. Hay otros tantos ríos de segunda magnitud y muchos esteros, lagunas, lagos. De entre estos últimos figuran los de la zona costera como la de San Andrés, la laguna del Chairel, la de Champoyán y las de los Olives. La llamada «Laguna Madre» se extiende por gran parte de la costa del Golfo de México.[5]

RAZAS ÉTNICAS DEL SENO MEXICANO

En Mesoamérica, el grupo de indígenas que lo habitaban eran, unos, seminómadas cultivadores y otros más, recolectores–cazadores, que eran nómadas y agresivos. Los cultivadores se desarrollaron principalmente en la zona noroeste, en el centro y en el sur; por su parte en la zona conocida como la Mesoamérica Marginal, habitaron grupos de cultivadores inferiores que fueron influidos por los grupos de la Mesoamérica, pero que no llegaron a obtener gran desarrollo.

De ahí que los grupos cultivadores se vieron violentados por los cazadores nómadas, haciendo que los cultivadores se trasladaran a las zonas más al sur del territorio y estos, los cazadores–recolectores de tendencia violenta, habitaran más bien las zonas del Seno Mexicano.[6]

Respecto al número de los grupos indígenas distribuidos en el territorio del Seno Mexicano, existen discrepancias que van desde señalar 72 grupos,[7]hasta los 195.[8]Por su parte, Fray Vicente de Santa María, en su «Relación Histórica de la Colonia del Nuevo Santander», da noticia, sin precisar la cantidad, de que “eran muchísimas naciones de indios que vagaban por todas las tierras que se extendían desde este país hasta la raya de la provincia de Texas”.[9]

Los indígenas del norte

Habitaban principalmente en la cuencas de los ríos Purificación, Conchos y Bravo o Grande; los españoles los llamaron «pajaritos», «tareguanos», «venados», «cueros quemados» y «tejones».

En esta zona también se encontraban los «janambres» y los «pisones» de la Sierra Madre oriental, estos últimos considerados por los españoles como los más belicosos, quienes continuamente se movilizaban desde el cerro del Jabalí hasta la Huasteca. Los «pisones» fueron también conocido como los «rayados del norte», y comprendían una gran variedad de grupos que difícilmente llegaban a tener 400 individuos, y se diferenciaban por los diferentes tatuajes en la cara o en otras partes de su físico, y en algunos casos en todo el cuerpo con rayas muy variadas de tonos predominantemente azules, de ahí el nombre genérico de «rayados». Según el franciscano Vicente de Santa María, estos aborígenes no tenían idea de religión, o más bien vivían en la inexistencia de una religión, pues su ferocidad y las diversas formas de vida que predominan entre los naturales “es efecto infalible de la ninguna religión que los rige, de la ninguna ley que los gobierna y de la verdadera anarquía, en todo sentido, en que nacen, viven y mueren”. Los indígenas del centro-sur Los indígenas de la actual sierra de Tamaulipas fueron principalmente los «pasistas» de la costa, y los llamados «maratines», los «mariguanes» y los «simariguanes». Tenían como principal fuente de desarrollo el cultivo para su subsistencia, combinándola con la recolección y la caza. Su tipo de vida era muy diversa a la de los rayados del norte, pues no eran un grupo nómada, más bien vivían sedentarios. Esto se ve en las diversas construcciones en que habitaban, pues estaban realizados ya con más precisión sus jacales, con techos de palma cubiertos con barro. Este tipo de vida sedentario ayudó para que algunas de las comunidades indígenas aceptaran sin resistencia el sistema de «reducción» implementado por los españoles; muy contrario a los rayados del norte, gente nómada que no podía vivir en un lugar fijo. Cabe señalar que incluso en parte del territorio del norte, sobre todo en la parte de las márgenes del río Bravo, vivieron grupos sedentarios como los pajaritos y los tareguanes que mostraron cierta docilidad a la misión del Nuevo Reino de León, y también disposición para la reducción española. Los indígenas de la sierra gorda En la zona de la Huasteca y parte de la Sierra Madre Oriental, los indígenas vivían de forma más sedentaria. Los principales pueblos fueron los «pames», los «huastecos» y los «olives» . Ciertamente la forma y el estilo de vida de estos indígenas pames, no va con la de los rayados del norte o del centro–sur, pues no eran recolectores–cazadores, pero tampoco sus rasgos pertenecían a la de los mesoamericanos. De cierta forma sus ideas religiosas pertenecían a la vida completamente sedentaria, pues hablan mucho las prácticas realizadas en torno al cultivo del maíz, del frijol, de la calabaza del camote. Podemos decir que es un grupo intermedio entre los grupos de cultivadores superiores y entre los recolectores–cazadores. De este grupo indígena se tiene evidencia precisa de su culto religioso y de sus supersticiones. Adoraban al Sol, rendían culto a figuras de madera o de piedra de diseños variados, conocidas como «duddo cajoo» que estaban adornadas con piedras de colores. A estas imágenes se les concedía un poder sobrenatural, capaz de segar la vida. Sin embargo se identificaban con los «rayados» en la forma de enterrar a sus muertos, es decir, “los enterraban en cuclillas en las oquedades de las rocas o en tumbas hechas a manera de montículos cubiertos de guijarros acompañados de sus arcos y de sus flechas, además de ídolos de barro, silbatos y flautas, que sugerían la creencia de la vida en el más allá, en virtud de que consideraban estos instrumentos indispensables para sobrevivir en el mundo terrenal”. Será con los indios «pames» donde se empezaron a establecer las primeras misiones y pueblos de españoles en dicho territorio, las que sirvieron de asiento para lo que será la futura colonización del Nuevo Santander. Primer intento de penetración española en el seno mexicano Cuando Hernán Cortés estaba apenas en los inicios de la conquista del imperio azteca, el gobernador de Cuba Diego Velázquez y Francisco Garay enviaron en 1519 otra expedición al mando de Alonso Álvarez de Pineda, que partiendo de la Florida explorara la costa al norte del Golfo de México. En dos ocasiones los españoles intentaron construir un fuerte, primero en la desembocadura del río de las Palmas (Río Bravo) y luego en la del río Pánuco, pero ante la hostilidad de los huastecos y las adversidades del clima, ambos intentos fracasaron. En 1523, dos años después de que Cortés concluyó la conquista del imperio azteca, Francisco Garay preparó y encabezó una nueva y mayor expedición que se dirigió al sur del río de las Palmas para establecer y fundar en esa zona una población española. Pero al llegar se encontró con los hombres de Cortés que ya habían fundado la población de Santiesteban del Puerto (hoy Pánuco). Consolidación de la presencia española Con la finalidad de afianzar el dominio del imperio español, la ocupación de los territorios del norte de la Nueva España se basó en una política articulada a partir de la segunda mitad del siglo XVI, la cual se sustentó en el envío de pobladores, para evitar así las incursiones extranjeras en sus mismos dominios. La colonización del Nuevo Santander se vio favorecida por el poblamiento de las provincias vecinas del Nuevo Reino de León y de Coahuila, a su vez impulsadas fuertemente por la minería. Con la fundación de Monterrey y posteriormente de Cerralvo, se llegó a establecer comunicación con diversos puntos del Seno Mexicano y se intentó incluso, la penetración al Río de las Palmas o Soto la Marina, además con otros ambiciosos proyectos comerciales los vecinos del Nuevo Reino de León llegaron hasta Tampico para intercambiar productos de ambas regiones. Siendo de esta forma que casi todo el territorio del Seno Mexicano quedo comprendido en el gobierno del Nuevo Reino de León. Primeras incursiones misioneras. Siglos XVI – XVII La labor misionera en su primera etapa (siglos XVI – XVII), tuvo su éxito en cuanto la avanzada civil se realizaba en el territorio, por lo que hubo lugares en donde las misiones, aunque se realizaron, no prosperaron, debido a las precariedades y a los contratiempos suscitados en cada lugar, de forma que la evangelización no siempre prosperó, pues si la avanzada civil no prosperaba la evangelización tampoco lo hacía, y muchas veces las misiones recién levantadas tenían que dejarse o abandonarse por no tener un futuro. La primera noticia de la entrada de un fraile al seno Mexicano fue la del capellán de Hernán Cortes Fray Bartolomé de Olmedo (de la orden de la Merced), que le acompañaba desde 1519, y que también estuvo con él en la entrada por el Pánuco de 1522. Pero su principal actividad era como capellán de las tropas españolas y no como misionero. Lo interesante es que no fueron los franciscanos quienes pusieron sus primeras casas en el Seno Mexicano, pues como lo refiere el mismo Jerónimo de Mendieta, fueron los dominicos los primeros en levantar un casa en la región del Pánuco: “Las primeras casas que fundaron estos padres de pueblos españoles fueron México, la Ciudad de los Ángeles y Oaxaca. También tomaron casas en Pánuco, Coazacualcos y en la Veracruz, aunque estas tres después las dejaron”. No se puede hablar de un trabajo evangelizador por parte de los dominicos en el Seno Mexicano pues, aunque habían puesto su casa en esta región, no prosperó debido a los constantes ataques de los indios salvajes y por la falta de comida. En lo que sí coinciden algunos autores, es que el primer asentamiento que realizó su labor misionera y evangelizadora en el territorio de la Huasteca, fue el de los frailes de la Orden de San Agustín. La orden de san Agustín en el seno mexicano Los primeros misioneros en territorios del Pánuco y de la Huasteca pertenecieron a la Orden de San Agustín. Algunos afirman que ya desde 1527 aparece Fray Juan de Sevilla, pero los agustinos llegaron a América hasta el año de 1533. Otros de los primeros protagonistas del mensaje evangelizador, fueron Fray Antonio de Roa y Fray Juan de Estacio, que ya fray Juan de Grijalva (homónimo del explorador) menciona: “Fray Antonio de Roa y Fray Juan de Sevilla evangelizaron todo lo que llaman Huasteca hasta Pánuco aunque en esta parte hicieron poco porque la lengua es extraña y la gente es mucha, pedían más asistencia a los ministros y porque tenía Dios esta conquista para una gran persona y de muy valiente espíritu que fue fray Juan Estacio.” . Fray Antonio de Roa es uno de los grandes evangelizadores que pasó la zona sur del territorio de nuestro actual Tamaulipas, ya que se menciona que posiblemente haya pisado y adoctrinado la región de Tamchipa (el norte de la actual Ciudad Mante) y la región del Tanguanchín (cerca de lo que hoy es Ocampo). Su biografía señala que fue hacia los indios para predicarles: “No necesito muchos sermones, su amor a Dios y su celo por la salvación de las almas era enorme y desde luego acepto venir a predicar a nuestros indios” . No debe escapar por tanto el situar a este fraile agustino como uno de los primeros protagonistas de la evangelización, que pasando por una parte de nuestro territorio llevó el evangelio a los indígenas del sur. De Fray Juan de Estacio hay algunas noticias respecto de su entrada, por una parte se menciona que aunque no pisó ni evangelizó por las tierras del Seno Mexicano, ejerció su función como prior del convento del Pánuco en 1540, lo que hace suponer que siendo uno de los primeros religiosos de la Orden de San Agustín en esta parte, se ocupó de la difusión del cristianismo entre los indios chichimecas o huastecos. Otra perspectiva señala que, siendo el prior del convento del Pánuco, se dedicaron, tanto él como sus compañeros, a la evangelización de la zona de la Huasteca. Hay algunas otras referencias sobre otros frailes de la misma orden religiosa que estuvieron en esta región y que posiblemente hayan tenido contacto con los indígenas. Entre ellos estaba Fray Juan de Mesa, sobresaliente por la actividad predicadora en esta región, considerado como el “único predicador de los indios después del Padre Olmos”. El mismo Jerónimo de Mendieta lo describe de la siguiente forma: “Fue este siervo de Dios Juan de Meza, natural de Utrera, villa de Andalucía, y siendo mozuelo se vino a las indias a contemplación de un tío suyo que era encomendadero de un pueblo llamado Tempuhal, en la provincia de Huasteca setenta leguas de México. Y con ser la lengua bárbara y dificultosa, como era niño el Juan de Meza, pegósele de tal suerte, que fue consumado en ella, y único predicador de aquellos indios después del padre Fray Andrés de Olmos. Dióle Dios tan buena alma, que en su puericia y mocedad no se derramó en las vanidades que en aquella edad suelen ser comunes a los hijos de los hombres, mayormente en tierra tan ocasionada como es esta de las Indias, antes se aficionó al estudio de las letras con intento de servir a Dios en el estado eclesiástico; y como llegase a tener edad y suficiencia, luego se ordenó sacerdote, el cual ofició y ejercitó con grande ejemplo de todos y aprovechamiento de aquellos naturales, predicándoles y peregrinando de pueblo en pueblo, particularmente por las fronteras de Tanchipa, Tamaholipa y Tamezín, que confinan con los chichimecas infieles.”. De las pocas noticias sobre lo que el mismo Juan de Mesa realiza con los naturales del lugar, lo describe el mismo Mendieta, señalando algunas acciones para mantener a los indios en el camino de la fe y de la cristiandad como se describe a continuación: “No quiso tampoco servirse jamás de indios, sino de los esclavos que tenía morenos, a los cuales no trataba como esclavos, sino como a hijos, para dejarlos libres y bien ensenados después de sus días. Teníalos todos casados dentro de su casa, y tan doctrinados como si se criaran en un monasterio de frailes, no solo en las cosas de la fe, cristiandad y buenas costumbres, más tan instruidos, que pudiesen predicar cuando él no podía.” Sin duda alguna Juan de Mesa fue un verdadero misionero que, en relación con todo hijo de Dios expresó la labor por la que estaba ahí: evangelizar. De él mismo se dice además que compartía sus bienes con los forasteros españoles que pasaban por su curato y no los dejaba gastar un céntimo de su bolsillo, pues les proporcionaba alimentación y hospedaje. Con los indígenas desposados pertenecientes a su curato, hizo una comunidad cristiana y además se distinguió por sus grandes virtudes y cualidades profundamente humanas. En relación con los franciscanos del lugar, de quienes era afectuoso, se encargó de proveerles toda la carne y el cebo que necesitaban. Otro de los frailes que estuvieron en este territorio, fue Fray Nicolás de San Paulo, que tenía también el apellido «de Witte», y que junto con Fray Cornelio de Bye fueron grandes predicadores y evangelizadores de la región del Pánuco; de Fray Cornelio se dice que entró en relación con los aborígenes del Seno Mexicano durante la labor evangelizadora que realizó por las diversas zonas del Tamezín, lo que hoy es el norte del Pánuco por el Jopoy, y la zona de Tamchipa. De él mismo se tiene noticia de que estaba en la capital de la Nueva España hacia el año 1572 y “fue enviado al convento de Chapulhuacán (actual Estado de Hidalgo), donde aprendió las lenguas otomí y chichimeca, convirtió los pueblos que restaban de hacerlo de Chapulhuacán, de allí paso a Tamán, Tizitzicaztlán, Xilitlán (la actual Xilitla, en el estado de San Luis Potosí), luego a Tamesí al norte del Pánuco por el Jopoy; a Tanchipa, al norte de Mante y por lo tanto a otras rancherías pertenecientes a la Custodia de San Salvador de Tampico; se le atribuye el haber bautizado a más de 160,000 indios, la mayoría indudablemente de la Huasteca”. Sea quien fuere el fraile que haya evangelizado mayormente a los indígenas, se puede constatar a través de varios estudios, que las primeras noticias sobre la evangelización de los indígenas chichimecas en las regiones del norte del Pánuco o de la Huasteca, llamada así en este tiempo, fueron los frailes agustinos. Quedan ciertamente algunos vacíos sobre la forma de la evangelización realizada y los métodos utilizados para la propagación del cristianismo sobre estos lugareños. Lo que si queda claro es que fue la Orden de San Agustín la primera en tocar territorio tamaulipeco, llamándolo así anacrónicamente.

NOTAS

  1. RUIZ NAUFAL Víctor Manuel, “Pueblos, Villas y Ciudades: una tardía colonización”, en Cartografía Histórica de Tamaulipas, Gobierno del Estado de Tamaulipas, Instituto Tamaulipeco de Cultura, 1990, p. 175.
  2. Ibídem.
  3. Actualmente se les conoce con otros nombres diversos: a la Sierra de Tamaulipa, la Vieja, lleva el nombre de Sierra de Tamaulipas, y la Sierra de Tamaulipa Nueva, lleva el nombre de Sierra de San Carlos.
  4. FRANCO CARRASCO José, El nuevo Santander y su arquitectura, Vol. II, México 1991, p. 21.
  5. OSANTE Patricia, Orígenes del nuevo Santander. 1748 – 1772, MÉXICO 1997, p. 20; FRANCO CARRASCO. Op. cit., p. 30.
  6. OSANTE Patricia - ALCÁZAR C. Rosalba, Nuevo Santander 1748 – 1766, MÉXICO 1999, p. 17; OSANTE Patricia, Orígenes… p. 21 - 22.
  7. GONZÁLEZ Arturo, Historia de Tamaulipas, México 1985, p. 8.
  8. FRANCO CARRASCO, ob., cit., pp. 57-67.
  9. SANTA MARÍA Vicente de, Relación histórica de la colonia del nuevo Santander, introducción y notas de Ernesto de la Torre Villar, México 1973, p. 96.

BIBLIOGRAFÍA

BORGES Pedro (dirigida por), Historia de la Iglesia en Hispanoamérica y Filipinas, Vol. II, Madrid 1992

CUEVAS Mariano, Historia de la Iglesia en México, vol. III, México 1992

FRANCO CARRASCO José, El nuevo Santander y su arquitectura, Vol. II, México 1991

GONZÁLEZ Arturo, Historia de Tamaulipas, México 1985

GONZÁLEZ SALAS Carlos, La evangelización en Tamaulipas; las misiones novohispanas en la costa del seno mexicano (1530 – 1831), México 1998


GRIJALVA, Juan de. Crónica de la Orden de N.P.S. Agustín en las provincias de la Nueva España en quatro edades desde el año 1533 hasta el de 1592, México : Imp. Victoria, México, 1924.

MEADE Joaquín, La huasteca tamaulipeca, Vol. I, México 1977

MENDIETA Jerónimo de, Historia eclesiástica indiana, Barcelona 2007

OSANTE Patricia, Orígenes del nuevo Santander. 1748 – 1772, MÉXICO 1997

OSANTE Patricia - ALCÁZAR C. Rosalba, Nuevo Santander 1748 – 1766, MÉXICO 1999

RAMÍREZ HERNÁNDEZ Roberto, Historia de la diócesis de Matamoros, Matamoros 2009

SANTA MARÍA Vicente de, Relación histórica de la colonia del nuevo Santander, introducción y notas de Ernesto de la Torre Villar, México 1973

SOSA ESQUIVEL Juan, La real historia de México, Vol.I, Cd. Victoria 2002

TORRE Toribio De La, Historia general de Tamaulipas, Cd. Victoria 1986


VV.AA. Cartografía Histórica de Tamaulipas, Gobierno del Estado de Tamaulipas, Instituto Tamaulipeco de Cultura, 1990


MARTÍN TEJEDA