TARIJA; Historiadores del Convento

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La historia cambia poco a poco y siempre los grandes acontecimientos tienen su trayectoria anterior. Por tanto, los que definimos historiadores son los que a través de principios de análisis de los documentos han logrado substancializar situaciones de sociedad. Las características latinoamericanas han recibido así las connotaciones de encuentro/desencuentro en toda su especificidad, lo que no es posible documentar para otras sociedades. La crítica de los últimos años ha insistido en los aspectos del «desencuentro», lo que sacrifica la sabiduría de elaboraciones socioculturales, que han construido una novedad de sociedad. La labor de los documentalistas e historiadores franciscanos de Tarija atestigua las vicisitudes de «formación e interculturalidad» con respecto al sudeste de Bolivia. Ofrecemos una reseña de algunos de los frailes literaria e históricamente más relevantes de Tarija en su fecunda historia literaria y apostólica:

Mendoza, Diego (Toledo, 1585-Cuzco, 1665)

Escribió desde el Cusco, donde existía la sede provincial de la organización franciscana que incluía también a Bolivia. Por ser secretario de la misma, tenía informaciones desde todos los conventos existentes. Terminó su «Crónica de la Provincia de San Antonio de los Charcas» en el año de 1665. Por lo que respecta a Tarija, conocemos de las primeras andanzas de los franciscanos de Sucre y Potosí hacia el universo chapaco; además anotició de la aparición de la Santa Cruz en Torres (Salinas, 1616) y describió la vida del primer guardián de Tarija. Ha equivocado la fecha de fundación del convento.

Oliver, Antonio

Llegó a Tarija en 1755. Nos ha dejado la descripción completa de los trabajos para la ampliación del colegio de Santa María de los Ángeles de Tarija. Juntamente con don José Hurtado de Saracho fue su arquitecto principal (sucesivamente fray Francisco Miguel Marí). El manuscrito «Libro de gastos» cubre las indicaciones y costos de los trabajos conventuales.

Una obra fundamental (sepultada en el archivo) es la organización y trascripción del libro-manuscrito «De las Capellanías», que incluye los contratos entre convento y familias en razón de intenciones de santas misas. Lo consideramos un esfuerzo de investigación, donde se coordinan historias de familias, formas de propiedad, sucesiones hereditarias de tierras, dueños y viñas desde 1626 a 1768. Es un instrumento invalorable para la comprensión del formarse del universo agrícola en Tarija y Nor Cinti. Quedan también cartas de su oficio de guardián al virrey y a los superiores de la institución misionera franciscana. Después de Tarija se tiene noticias de su estadía en Buenos Aires, donde colaboró para incentivar la devoción a la Virgen de Luján. Murió en el año de 1780.

Domínguez, Pedro

Su documento «Relación, descripción de las misiones de Apolobamba» (1747) está en el archivo conventual de Tarija, si bien él no vivió aquí. Es un texto que describe perfectamente y con brío lugares, vicisitudes y características socioculturales de los pueblos originarios. Su presencia en el archivo está justificada por ser la región de Apolobamba territorio a compartirse con Tarija en el futuro misionero del Colegio de Propaganda Fide.

Guillén, Jerónimo (-La Laguna, 1790)

Se trata de otro documento inmerecidamente desconocido del Archivo Franciscano: «Informe al Reverendísimo de Indias, dando sucinta noticia de las costumbres de los chiriguanos» (1782). Los informes tenían y tienen su propia metodología de presentación, que va de la descripción de la acción de los frailes, a su organización y al contexto sociocultural poblacional.

En 1782 estábamos ya en la región de la frontera de Chuquisaca y parte de la Cordillera (Santa Cruz). Los guaraníes resultaban ser de carácter perspicaz y de buena disposición para la aceptación de la fe cristiana. En las reducciones de Salinas y Centa vivían juntos chiriguanos y mataguayos. Estos últimos fueron notificados con rasgos culturales más dificultosos para la conversión; sin embargo, llevaban una vida reduccional completa. La descripción de productos agrícolas y modales de vida de la región se abría a un proyecto, que podría renovarse en el presente.

Para que no falten alimentos a esa cristiandad y para que no pierdan las máximas y sentimientos de religión –que con tanto trabajo se les enseña– como podría con razón temerse si se vieran obligados estos neófitos a ausentarse de cuando en cuando de las misiones, para buscar de qué vivir en montañas lejanas, han procurado los padres llenar estos pueblos de ganado vacuno, que prueban muy bien, y cuidan de que los indios cultiven la porción de tierra que se les ha repartido, haciendo las sementeras de algodón, maíz, yucas, camotes, plátanos y algunas legumbres, para desterrar de sus casas la ociosidad y miseria; de donde se saca que estos naturales tengan de que vivir sin mayor necesidad. Y aún en algunos de estos pueblos, se coge bastante arroz y se han plantado cañaverales de azúcar, de donde, con el tiempo puede esperase un producto muy útil a beneficio de los mismos neófitos.

Mingo de la Concepción, Manuel (Cuenca, 1726-Tarija, 1807)

Llegó a Tarija en el año de 1755. Él empezó el trabajo misionero en Pilipili; y no tuvo éxito. Nos ha dejado la descripción de aquel primer contacto, que quedó plasmado en la expresión: Tú, contento con ser cristiano y nosotros con ser chiriguanos. Cuando el hermano Fray Pilar implantó el régimen misional en una línea continua desde la frontera de Chuquisaca hasta la cordillera, él fue su animador, tomando contactos con las autoridades de la Audiencia y eclesiales a fin de que el Colegio de Propaganda Fide se consolidara en su institucionalidad y en operarios.

Por dos veces volvió a España para recolectar religiosos; también, por las predicaciones «entre fieles» recorrió el territorio de Charcas, logrando un conocimiento cabal de la situación social, política y cultural de la Iglesia en el Virreinato. Sus idas y vueltas a España, le permitieron conocer la otra realidad, que se complementaba con el aquí. Para ambas él mantuvo una comprensión de no plenitud del Reino de Dios por la presencia del mal. Vivió entre las oposiciones manteniendo un profundo respeto franciscano y sacerdotal para las opciones de los otros.

Fue P. guardián del Colegio de Propaganda Fide, su primer archivero y cronista. Como archivero revisó la documentación conventual desde 1606 y organizó los papeles según cajuelas con descripción de contenidos.

Esa recolección de papeles, la comunicación continua con los hermanos de las reducciones, además de su propia actividad de misionero, le permitieron escribir con intención de publicación su documento: «Historia del origen, fundación y progresos del Colegio de Propaganda Fide de misioneros apostólicos franciscos observantes de la Villa de Tarija y de las conversiones o reducciones de indios que están a la dirección y cargo de dicho Colegio, situado en el Virreynato de Buenos Aires dentro del Arzobispado de Charcas y en la jurisdicción de la Franciscana Provincia de San Antonio del Cusco».

Este texto contiene al fin dos documentos utilísimos para el acertado gobierno de los religiosos conversores y dos exhortaciones humildes a los mismos. Lleva la fecha de 1791 y lo definió «borrador» con promesas de perfeccionar el texto. Lo que el P. Mingo temía, ocurrió: los censores conventuales arremetieron contra el escrito. Presentó una revisión en el año de 1795, también rechazada con los mismos argumentos. Parece que había extendido de su puño y letras tres copias.

En 1807 enfrentó a los censores diciendo que estaba ciego y “que prefería la devolución del manuscrito al sepulcro del archivo”. Invocación y terquedad no tuvieron éxito por otros motivos, ajenos a la afirmación del P. Antonio de la Cuadra: “El mismo padre escritor habrá de confesar, si la mesura sin preocupación, que, de tres partes de su historia, la una es superflua; y las otras dos, llenas de fastidio, por la repetición y rudeza de la palabra, ajena de todas las historias de que están llenas las librerías”.

En el acta capitular de rechazo del manuscrito se decidió confiar la responsabilidad de otro escrito de historia de las misiones del Colegio de Propaganda Fide al P. Antonio Comajuncosa, que la dejó manuscrita con el título de «Manifiesto…». Por fin, se aclararon las intenciones de los censores. El escrito del P. Mingo era una redacción que retomaba el modelo de las crónicas de los primeros evangelizadores del continente, donde se conectaba el proceso misionero a los Hechos de los Apóstoles. Por tanto, se trataba de vivencias socio-culturales, dificultades y novedades del régimen cristiano.

Se insistía, por tanto, en una lectura que podemos definir antropológica de los guaraníes. El P. A. Comajuncosa, retomaba el mismo contexto, ligándolo a los éxitos logrados en contra de lo afirmado por las autoridades virreinales y en especial modo por don Francisco Viedma.

Resultó ser una historiación polémica y muy directa, con descripciones precisas y vivaces de los acontecimientos reduccionales, manifestando claras opciones de indigenismo. Suya fue la afirmación: “que ni obispado ni gobernación pueden dividir a una nación”. Finalmente, los dos manuscritos son complementarios y debemos meditarlos juntos.

El texto de 1791 del P. Mingo de la Concepción ha sido editado por el P. Bernardino del Pace con el título de «Historia de las misiones franciscanas entre chiriguanos» (Tarija, 1996). El manuscrito de 1795 se fue del convento de San Francisco y no volvió. Su valor seguramente no refleja los rasgos antropológicos del primero.

Comajuncosa, Antonio (Altafulla, 1749-Tarija, 1814)

En su biografía, escrita con propia mano, el P. Antonio Comajuncosa confiesa haber preferido el “oficio de misionero apostólico a la carrera de las cátedras”. La afirmación ofrece una referencia de su futura labor que no excluyó ninguno de los dos aspectos. Si dejó la cátedra, siguió manteniendo la dedicación al estudio sobre todo teológico, de derecho y de los textos de los santos padres de la Iglesia, griegos y latinos, que leyó en lengua original.

En el Colegio Seminario de Propaganda Fide de Escornalbau, en Cataluña, asumió las características de su vocación de vida: estudio y predicación. Fue parte de la colectación del P. Mingo y se embarcó el 18 de junio de 1777 en el puerto de la Coruña con destino a Tarija, donde llegó el 9 de febrero de 1780. El largo tiempo se explica en razón de haber asumido compromisos de asistencia espiritual, que lo llevaron hasta las zonas patagónicas. Su dedicación inicial fue de solo predicación en las más importantes Villas de Charcas y Perú.

En 1791 fue encargado de constituir el Colegio de Propaganda Fide en Moquegua. Volvió a Tarija el 30 de enero de 1795, habiendo sido nombrado Comisario Prefecto de misiones. Hasta el año de 1801, visitó por cuatro veces todas las reducciones. Impulsó su organización territorial, económica e institucional. Corresponden a ese periodo las «Cartas encíclicas» (A. F. T.), que son las instrucciones dadas a los padres conversores. Desde 1801 hasta su muerte (2 de octubre de 1814) se dedicó con ahínco a escribir.

Si bien mantuvo la actividad de la predicación, (Potosí, Chuquisaca, Jujuy y Salta), fueron años marcados por sus importantes escritos: dos manuscritos empastados de sermones, «Manual de misioneros» (Catecismo en poesía y con música para cantos), 1804. En 1811 terminó el manuscrito «Manifiesto histórico, geográfico, topográfico, apostólico y político de lo que han trabajado entre fieles e infieles los misioneros franciscanos de Tarija» (Ed. P. Gerardo Maldini, Tarija, 1993) y en el mismo año «El Comisario Prefecto instruido» (dos documentos con numeración continua de 1509 páginas); en 1812, con el P. Alejo Forcadell, terminó el «Tratado de los juegos».

En 1814, pocos días antes de su muerte, dejó el manuscrito de las «Biografías de los Padres residentes en el Colegio de Tarija». En 1803, ordenó y envió al virrey de Buenos Aires un expediente de 250 páginas en refutación de las calumnias de Francisco de Viedma. Leer al P. Antonio Comajuncosa requiere de un profundo conocimiento de la cultura teológica, filosófica y jurídica del 1700. Sus escritos están empapados de referencias a los grandes autores de la latinidad, de la patrística, sobre todo San Agustín, San Gregorio y los maestros de la Edad Media.

Su elaboración teórica es siempre completa, por lo cual recurría también a trascripción de resúmenes de problemáticas y más a la transcripción de los textos originales que sustentaban sus reflexiones. Para el manuscrito «El Comisario Prefecto…», transcribió los textos originales de «Apostolicae…constitutiones». Excepto el «Manifiesto histórico…», todas sus obras han quedado manuscritas. Es un autor que merece una edición de opera omnia, para una diferente lectura de las vicisitudes eclesiales en el terminar de la época virreinal. Su escritura es amena y liviana. También, en posturas polémicas, nunca distorsionó la comprensión intelectual de los contrarios. Era persona de un saber sistemático, que relacionaba siempre elementos científicos, teológicos, humanísticos y de espiritualidad franciscana.

León de Santiago, Pedro (Samiano, 1746-Abapó, 1800)

Conocemos de él tan solo el «Diccionario Chiriguane», que resultó ser el primero de esa lengua en Bolivia. Por ser hombre de acción con amplia formación humanística y lingüística, su Diccionario es una introducción al universo mental guaraní. Terminó su manuscrito en 1794 (Ed. Nasini I. y E, Ortiz, Cochabamba, 1998).

Arizmendi, Miguel (Potosí, 1754-Tarija, 1833)

Fue escribano y procurador del colegio de Santa María de los Ángeles de Tarija. De él conocemos unas pocas cartas del A.F.T. Por ambos oficios debe existir documentación suya en Potosí, Sucre y en Lima. Potosino, nacido en una familia de posibilidades económicas, recibió buena educación y ejerció el oficio de maestro de escolares en Moquegua; fraile en Tarija vivió los tiempos del coloniaje y republicano. Las cartas de Tarija lo definen persona preocupada por las vicisitudes económicas conventuales y por la defensa de los hermanos en dispersión.

Matraya y Ricci, José (Lucca, 1763-Lucca, 1840)

Es figura interesante por su actividad de escritor y hombre de ciencia (matemático). Sus obras más importantes fueron «El moralista filalethico Americano» y «Crítica imparcial del contrato social de J. Rousseau». En contra de las ideas de la época, escribió sobre la oportunidad de mantener los rasgos de la cultura hispana. Nacido en Lucca el 23 de junio de 1763, llegó a América como mercader, entró en la vida franciscana en 1798 en Arequipa y vino a Tarija en 1804, donde fue bibliotecario y consejero teológico del arzobispo Moxó.

Editó en tales circunstancias «El Legítimo rubriquista», que conjuga lo político con lo religioso, siempre en sentido de defensa de la tradición recibida de España. En 1829 vivió en Lucca, ocupándose de reanudar las relaciones entre el Cabildo de Lima y la Santa Sede. Murió en el año de 1840 en el convento San Francisco de su ciudad natal.

Herrero, Andrés (Arnedo, 1782-Cuesta de Mendoza, 1838)

Era comisario prefecto de las misiones de Apolobamba, ligadas al Colegio de Propaganda Fide de Moquegua. En el año de 1825 estaba entre los chimanes. Existe un diario de su vida misionera y tres largas cartas de invitación a los franciscanos a venir a América. En ellas describió la vida de los pueblos originarios. Murió en la Cuesta de Mendoza en el año de 1838 y su cuerpo fue sepultado en el convento de San Francisco de Tarija.

Muzzani, Ceferino (San Giorgio Lomellina, 1811-Tarija, 1895)

Llegó a Tarija en 1844. Fue comisario de todos los Colegios de América del Sur. Escribió: «El Colegio de Propaganda Fide de los padres menores observantes de Tarija».[1]


Giannelli, José (Santa María de Albiano, 1823- Tarata, 1891) No escribió para la divulgación de sus trabajos. Entre los papeles del Archivo Franciscano de Tarija están sus pedidos de las fundaciones misionales en Aguairenda, y entre los tobas y noctenes del Pilcomayo. Ha dejado apuntes para diccionarios guaraní, toba y noctén. Redactó con brío y eficazmente su «Expedición al Pilcomayo» del año de 1863.[2]

Corrado, Alejandro (Roma, 1830 – Tarija, 1890)

Llegó a Tarija el 1852. Por veintitrés años trabajó en las reducciones del Pilcomayo. Su preparación en estudios clásicos le permitió aprender de forma especial el guaraní. Escribió: «Religión entre los tobas», «Catecismo de la Doctrina Cristiana» y «El colegio franciscano de Tarija y sus misiones» y «Reglas elementales de la lengua chiriguana». Su obra histórica es fundamental para la comprensión de las vicisitudes de la vuelta de los franciscanos al Chaco.

Las relaciones entre pueblos originarios y mestizos, desde Itau, Aguairenda, San Francisco Solano y San Antonio (hoy, Villamentos), adquieren en su pluma tonalidad de acontecimientos heroicos y de destino. La atención es puesta sobre todo en los grandes caciques, ya previsores de novedades dramáticas. Es un recorrido histórico, donde la vida salvaje o civilizada se redime o condena por la voluntad, positiva o negativa, de construir solidaridades en la dimensión de «nación de naciones» (que es Bolivia).

Giannecchini, Doroteo (Lucca, 1837-Tolomosa, 1900)

La triada franciscana de Giannelli, Corrado y Giannecchini atestigua todas las vicisitudes de trasformación, composición social y cultural de las tierras chaqueñas desde 1850-1900. Fueron testigos, cada uno según sus características personales: el intrépido, el estudioso y el hombre de gobierno, que sabe sopesar posibilidades políticas de convivencia. Los escritos del P. Doroteo Giannecchini se refieren a las exploraciones al Pilcomayo, trabajos de catequesis en lengua guaraní y preocupaciones para la confección de un diccionario chiriguano.

Una interpretación cabal del universo guaraní, que pensaba editar para lectores italianos, es: «Historia natural, etnográfica, geografía, lingüística del Chaco boliviano».[3]Los escritos sobre exploraciones son: «Relación de lo obrado por los padres misioneros del colegio de Tarija en las dos expediciones fluvial y terrestre al Pilcomayo» del año 1882; «Diario de la expedición al Alto Paraguay» de 1884-1887; «Álbum fotográfico de las misiones franciscanas en la república de Bolivia a cargo de los Colegios Apostólicos de Tarija y Potosí» de 1898.

Quedan muchos manuscritos, trabajos suyos de orden lingüístico. Podemos asegurar que lo que podemos definir «preparación» y «compendio catequético» del universo católico ha sido traducido por el P. Doroteo Giannecchini. Su diccionario chiriguano fue incluido en el de Romano Santiago y Alfonso María Puccetti.

Corvera, Pedro (Tarija, 1880-Cochabamba, 1946)

Realizó toda su trayectoria de estudios en el Colegio de Propaganda Fide de Tarija y se consideró discípulo del P. Gervasio Costa, maestro en disciplinas humanísticas, teológicas. En el archivo conventual existen cartas de proyectos apostólicos y la «Guía del Archivo franciscano de Tarija», que es obra de excelencia en su género (Edición Tavera, Madrid, 1998).

Romano, Santiago (Marigliano, 1849-Tarija, 1912)

Ha sido conocido por el «Diccionario Chiriguano» (1916). Vivió los tristes acontecimientos de la secularización de las misiones chaqueñas, que anotició en «Archivo de la Comisaría franciscana en Bolivia». Sufrió también un juicio criminal, que relató en forma de diario. Es un documento de cinco libritos de tupidas páginas. Hombre de gobierno, en sus escritos manifiesta también temple de escritor: observaciones del entorno chaqueño, contextos de vida reduccional, y colores psicológicos de personajes.

Costa, Gervasio (Grotte di Castro, 1843-Tarija, 1915)

Inició en 1879 los «Anales conventuales», y terminó en 1899. La ocupación de Roma por parte del ejército italiano no le permitió titularse en filosofía y teología. Llegó a Tarija en el año de 1872. Después de la inicial experiencia chaqueña, fue siempre hombre de dedicación conventual en Tarija, ocupado sobre todo en la enseñanza. El P. Lauroua anoticia de la publicación de una Gramática castellana, y que la muerte le impidió la edición de una Historia patria para escolares.

Lauroua, Manuel (Laás, 1861-Tarija, 1937)

Fue sucesor del P. Gervasio Costa de los «Anales» desde 1899 hasta 1936, y colaboró en el boletín «El Antoniano». Manuel cumplió sus estudios en Francia y Reino Unido. En Tarija (después de la estadía de diez años en Tarata) fue bibliotecario, archivero, cronista y director de las Obras Antonianas.

En el archivo de la comisaría franciscana de Bolivia fue colaborador de cartillas biográficas de los franciscanos de Tarija. Los «Anales» atestiguan su perfección de cronista conventual y desde el convento. Es observador implacable, preciso y polémico. Los acontecimientos de la ciudad, chaqueños y bolivianos son transcritos con sabor y fervor de periodista. Otro manuscrito de capital importancia es «Memoria de los religiosos de este apostólico Colegio de Nuestra Señora de los Ángeles de la ciudad de Tarija». Son centenares de vidas escritas según el sentido moderno del género biográfico, explícito además en la precisión: sus títulos, empleos y méritos adquiridos desde su agregación hasta su fallecimiento o desincorporación.

Maldini, Gerardo (Casteldaiano Montese, 1922-Tarija, 1999)

La guerra del Chaco dejó bastante destrucción en las parroquias del Chaco. Además, la Guerra Mundial no había permitido un flujo de operarios hacia Tarija. Los pocos hermanos fueron ocupados sobre todo en obras de acción social. El P. Gerardo Maldini llegó a Tarija en 1947, y su destino de trabajo las Escuelas de Cristo en Potosí. Luego pasó al Chaco con el nombramiento de padre comisario. Su labor fue de reconstrucción de las obras parroquiales.

Durante sus estadías en Tarija, siempre se encerraba por algunos días en el archivo conventual, lo que le permitió consolidar vicisitudes históricas, que fueron editadas en el periódico de tiraje nacional «Presencia». Desde 1980 quedó permanentemente en Tarija. Sus preocupaciones fueron el salvaguardar las obras pictóricas, bibliotecas y archivo. Frutos de su experiencia misionera y de estudio fueron los libros: «Franciscanos en Tarija y…más allá» (Tarija, 1988) y «Caminar con San Francisco», algunos años después. Son documentos que atestiguan los esfuerzos de reconstrucción, esclarecidos con biografías de franciscanos. A él debemos las reediciones de las crónicas del P. Antonio Comajuncosa («El Manifiesto…») y del P. Alejandro María Corrado («El colegio franciscano de Tarija y sus misiones», Tomos I y II).

Anasagasi, Pedro de (Bermeo 1920-Tarija, 1997)

Fue un gran periodista de estilo “depurado, visceral, hasta onírico”. Nació en Bermeo (Cantabria) y llegó a Bolivia en 1983 y a Tarija en 1991. Hombre de muchos títulos académicos, (jurídicos, teológicos y de periodismo). Inició la actividad de escritor en España, siendo director de revistas misioneras y de espiritualidad en Aránzazu. Sus libros son de género literario, histórico y de poesía.

En Bolivia cultivó la columna «Balcón del Vaticano» en el periódico «Presencia». En 1991 le fue otorgada la distinción de ser miembro de la Academia Boliviana de la Lengua. Destacamos como obras bolivianas de orden histórico y literario: «Tesoros de Bolivia», 1992; «Los franciscanos en Bolivia», 1992; «La vida por la herida», 1994; y «Ocho personajes en Bolivia», 1996. La hermana muerte lo encontró en Tarija en 1997.

NOTAS

  1. En José Amich, Compendio histórico de los trabajos, fatigas, sudores y muertes que los ministros evangélicos de la seráfica religión han padecido por la conversión de las almas de los gentiles, en las montanas de los Andes, pertenecientes a las provincias del Perú́ (París: Librería de Rosa y Bouret, 1854).
  2. En Zulema Bass Werner de Ruiz, Erick Detlef Langer y María del Carmen Romero Auad, Historia de Tarija, T. V (Tarija: Prefectura del Departamento de Tarija, 1988).
  3. Doroteo Giannecchini, Historia natural, etnográfica, geografía, lingüística del Chaco boliviano (Tarija: Centro Eclesial de Documentación, 1996).

BIBLIOGRAFÍA

Amich, José. Compendio histórico de los trabajos, fatigas, sudores y muertes que los ministros evangélicos de la seráfica religión han padecido por la conversión de las almas de los gentiles, en las montanas de los Andes, pertenecientes a las provincias del Perú́. París: Librería de Rosa y Bouret, 1854.

Bass Werner de Ruiz, Zulema, Erick Detlef Langer y María del Carmen Romero Auad. Historia de Tarija, T. V. Tarija: Prefectura del Departamento de Tarija, 1988.

Calzavarini, Lorenzo. Presencia franciscana y formación intercultural en el sudeste de Bolivia (1606-1936). Tarija: Centro Eclesial de Documentación, 2005.

Comajuncosa, Antonio. Manifiesto histórico, geográfico, topográfico, apostólico y político de lo que han trabajado entre fieles e infieles los misioneros franciscanos de Tarija. Tarija: Bolivia Editorial Offset Franciscana, 1993.

Corrado, Alejandro. El Colegio franciscano de Tarija y sus misiones. Quaracchi: Tipografía del colegio de S. Buenaventura, 1884.

__________. Reglas elementales de la lengua chiriguana para uso de los RR. PP. misioneros franciscanos del Colegio de propaganda fide de Ntra. Sra. de los Ángeles de Tarija (América meridional). Lucca: S. Paolino, 1896.

Corvera, Pedro. Guía del Archivo Franciscano de Tarija. Madrid: Edición Tavera, 1998.

Doroteo Giannecchini. Historia natural, etnográfica, geografía, lingüística del Chaco boliviano (Tarija: Centro Eclesial de Documentación, 1996.

Mingo de la Concepción, Manuel. Historia de las misiones franciscanas entre chiriguanos. Tarija: Bolivia Centro Eclesial de Documentación, 1996.

León de Santiago, Pedro. Diccionario guaraní-castellano y castellano-guaraní 1791. Tarija: Bolivia Centro Eclesial de Documentación, 1998.


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