TERESA DE MIER Y NORIEGA, Servando

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Monterrey, 1763; México, 1827) Fraile dominico, político y escritor


José Servando Teresa de Mier y Noriega Guerra nació en Monterrey, Nuevo León, el 18 de octubre de 1763 en el seno de una rica familia. En su ciudad natal realizó sus primeros estudios, continuándolos en la de México, donde ingresó a la Orden de Predicadores en 1779 en el convento de Santo Domingo. Ya con el hábito de novicio dominico estudió filosofía y latín en el Colegio Pontificio Regina Porta Coeli, que los dominicos tenían en la misma ciudad de México.


Fue ordenado sacerdote y a los 27 años obtuvo el doctorado en Teología por la Real y Pontificia Universidad de México. “En poco tiempo adquirió fama como orador sagrado, siendo de notarse que el primer sermón que sirvió de base a esta fama, fue uno pronunciado en las honras del conquistador de México, Fernando Cortés.[1]El joven orador fue designado para pronunciar el sermón en la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe el 12 de diciembre de 1794 en el Santuario de Guadalupe.


Ahí, en presencia del arzobispo de México Alonso Núñez de Haro y Peralta, del virrey Revillagigedo y de otras autoridades, fray Servando pronunció un desafortunado sermón en el cual, sin más fundamento que unas estrafalarias y absurdas opiniones de un abogado que decía que la aparición guadalupana era del tiempo de Quetzalcóatl, y haciendo a un lado todos los documentos, historia y tradición, negó el Acontecimiento del Tepeyac y señalo otros absurdos. “En ese sermón el padre Mier contradijo la aparición de la Virgen, sosteniendo que no se hallaba pintada en la tilma de Juan Diego, sino en la capa del apóstol Santo Tomás cuando predicó el evangelio en estas tierras, que descubrió algunos siglos antes que Cristóbal Colón.[2]


Una semana después de pronunciado ese sermón, el arzobispo Núñez de Haro acusó formalmente a Fray Servando de blasfemia y herejía ante el Santo Oficio. Fue sentenciado a diez años de destierro en España, así como a inhabilitación perpetua para dictar cátedra, predicar y confesar. En España “fue destinado a un convento de su orden en la provincia de Burgos, donde permaneció detenido hasta que Jovellanos se interesó por él.[3]Liberado por gestiones del Ministro Melchor de Jovellanos, se trasladó a Francia, luego a Italia y a Portugal. La invasión napoleónica a España le permitió regresar a esa nación, uniéndose a las fuerzas del general Laguna como capellán castrense del Batallón de Valencia.[4]


En Cádiz ingresó a la masonería en la Logia Lautaro, llamada también “Sociedad de los Caballeros Racionales”, y asistió a varias de las sesiones del congreso que en 1812 redactó la «Constitución de Cádiz»; allí conoció y trató a Lucas Alamán y a Miguel Ramos Arizpe. En sus «Memorias» señala que la masonería es indestructible y afirma que en Inglaterra son cien mil los masones, setenta mil en Francia, unos treinta mil en España y ochenta mil en los Estados Unidos. Posteriormente se trasladó a Inglaterra, fijando su residencia en la ciudad de Londres donde colaboró con José María Blanco en la publicación de un periódico para promover la independencia de Hispanoamérica.


Por medio de la masonería yorkina, el Gobierno Inglés buscaba la manera de revivir los movimientos que permitieran a la Nueva España independizarse de la Corona Española, y para ello financió una expedición al mando del guerrillero navarro Francisco Javier Mina[5]. Fray Servando se sumó a dicha expedición, y en compañía de Mina se dirigió a los Estados Unidos donde reclutaron 300 mercenarios con los cuales armaron la expedición que desembarcó en Soto la Marina el 15 de abril de 1817. Mientras Mina se internó hacia Zacatecas, Fray Servando permaneció con la guarnición que quedó en Soto la Marina al mando del coronel catalán José Sardá; a ese lugar llegó el 17 de mayo una escuadra española al mando del brigadier Francisco de Beranguer que destruyó los barcos de Mina y capturó a la guarnición de Sardá, entre los que se encontraba fray Servando Teresa de Mier, quien fue llevado preso a Veracruz y encarcelado en la fortaleza de San Carlos en Perote, y luego trasladado a la cárcel de la Inquisición en la ciudad de México.


Las últimas autoridades virreinales lo enviaron a la Habana en 1820; en esa ciudad logró escapar y se dirigió a los Estados Unidos, estableciéndose en Filadelfia donde permaneció hasta que Agustín de Iturbide consumó la independencia de México en septiembre de 1821. Un año después fue elegido diputado por Nuevo León para el Congreso Constituyente y se trasladó a Veracruz, pero, como los españoles tenían aún en su poder el castillo de San Juan de Ulúa, cayó en poder de ellos. Fue liberado seis meses después, y el 15 de julio de 1822 se presentó a la Cámara del Congreso donde de inmediato se dedicó a atacar virulentamente a Iturbide. Cuando Iturbide presentó su abdicación al Congreso y los diputados aceptaron los términos señalados por el Emperador, Teresa de Mier dijo “estar conforme por razones de política y conveniencia, en que Iturbide saliese del país, aunque su opinión era que debía ser ahorcado.[6]


Al instaurarse el sistema republicano federal, Servando Teresa de Mierse retiró a una habitación de palacio, con una pensión del gobierno. (El Presidente) Victoria escuchaba con paciencia sus impertinencias y le toleraba hasta algunos insultos.[7]La muerte lo sorprendió en la ciudad de México el 3 de diciembre de 1827, cuando contaba con sesenta y dos años. Aunque se sabe que fue inhumado en el convento de Santo Domingo, se ignora el paradero de sus restos.


Obras:

Cartas de un Americano; Manifiesto Apologético; Memorias


Notas

  1. Villaseñor, p. 477
  2. Riva Palacio. Tomo IV, p. 126
  3. Ibídem.
  4. Villaseñor, p.478
  5. Villaseñor, p. 479
  6. Alamán. p.611
  7. Riva Palacio, p. 126


Bibliografía

  • Alamán, Lucas. Historia de Méjico, Gobierno del Estado de Guanajuato, 1989
  • Riva Palacio. México a través de los siglos. Resumen Integral realizado por Torner, Florentino M. Compañía General de Ediciones, 18 edición, México 1978, Tomo IV
  • Villaseñor Alejandro. Biografías de los Héroes y Caudillos de la Independencia. Valle de México Editorial, México 1980,


JUAN LOUVIER CALDERÓN