TRADICIÓN ORAL EN MESOAMÉRICA

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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La fuerza de la memoria indígena.

¿Qué tan válida y confiable puede ser la memoria humana para retener fielmente algo «sin discrepar palabra»? ¿cómo pudieron los indios, sin escritura fonética pues la desconocían, conservar por mucho tiempo la memoria de tantas y tan variadas cosas?

A estos interrogantes planteados por el padre José de Acosta S.J. (1540-1600), responde el padre Juan de Tovar, primer jesuita mexicano:[1]“Para tener memoria entera de las palabras y traza de los parlamentos que hacían los oradores y de los muchos cantares que tenían, había cada día ejercicio de ello en los colegios de los mozos principales, que habían de ser sucesores a estos, y con la continua repetición se les quedaba en la memoria sin discrepar palabra...así se conservaron muchos parlamentos de gente en gente, hasta que vinieron los españoles, que en nuestra letra escribieron muchas oraciones y cantares que yo ví y así se han conservado”.[2]

En las informaciones jurídicas de 1666 que se realizaron sobre el Acontecimiento Guadalupano, el célebre políglata padre Luis Becerra Tanco confirmó la afirmación hecha por Juan de Tovar citada en el párrafo anterior diciendo que:

“Las noticias que hay en esta ciudad acerca de la Virgen María señora Nuestra, y del origen de su milagrosa imagen, que se dice de Guadalupe, quedaron más vivamente impresas en la memoria de los naturales mexicanos por haber sido indios a quienes se apareció y así la conservaron como suceso memorable en sus escritos y papeles entre otras historias y tradiciones de sus mayores con que es necesario establecer primero la fe y crédito que deben darse a sus escritos y memorias”.[3]

Las pinturas y los cantares

Son las dos maneras por las cuales acostumbraban los naturales mexicanos conservar la memoria de sus historias, leyes, actos jurídicos y tradiciones de sus mayores. Siguiendo al padre Becerra Tanco, es posible conocer las características, importancia y valor histórico de esta forma de transmisión indígena.

a. Las pinturas de los sucesos: las figuraban muy al vivo, con bultos pequeños en un género de papel grueso o en pieles de ciervos u otros animales brutos que curtían y aparejaban para este ministerio a modo de pergamino blando. ¿Qué valor de autenticidad tienen estas pinturas?
Estas pinturas eran y son tan auténticas como los escritos de nuestros escribanos públicos. ¿por qué? Porque no se fiaban de la plebe ignorante, sino de los sacerdotes solamente, que eran los historiadores, cuya autoridad y crédito eran muy venerables en los tiempos del gentilismo. Quitando pues lo supersticioso que toca a los ritos con que daban culto a los falsos dioses, lo historial es auténtico y verídico.
b. Los cantares: Los componían los mismos sacerdotes en ciertos géneros de versos, a los que iban añadiendo a trechos unas interjecciones no significativas que servían para la cadencia sola de su canto. Eran enseñados a los niños que conocían por más hábiles y memoriosos; cantados al ritmo de varios instrumentos músicos, llamados «teponaxtli» y otros «tlapanhuehuetl», acompañaban las guerras y otros actos públicos.
¿Cuál era el contenido de estos cantares? En los cantares se referían las guerras, victorias y desgracias, hambres, pestes, nacimientos o muertes de los reyes y varones ilustres, el principio y fin de sus gobiernos, y las cosas memorables que iban acaeciendo en cada siglo.

Con respecto a la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, testimonia el padre Becerra diciendo: “ afirmo y certifico haber oído cantar a los indios ancianos en los mitotes y saraos que solían hacer antes de la inundación de esta ciudad los naturales, cundo se celebraba la festividad de nuestra señora en su santo templo de Guadalupe, y se hacía en la plaza que cae a la parte occidental, fuera del cementerio de dicho templo, danzando en círculo muchos danzantes, y en el centro de él cantaban puestos de pie dos ancianos, al son de un teponaztli, a su modo, el cantar en que se refería en metro la milagrosa aparición de la Virgen Santísima y su bendita imagen y en la que se decía que se había figurado en la manta o tilma, que servía de capa al indio Juan Diego; y cómo se manifestó en presencia del ilustrísimo señor D. Fray Juan de Zumárraga, primer obispo de esta ciudad; añadiendo al fin de dicho canto los milagros que había obrado nuestro Señor en el día en que se colocó la santa imagen en su primera ermita y los júbilos con que los naturales celebraron esta colocación.” Y continúa el Padre Becerra testificando: “hasta aquí llegaba la tradición más antigua y más verdadera!”.[4]


Confirmación ulterior del contenido de la tradición oral por otras fuentes.

Miguel León-Portilla, autor de la obra «El destino de la palabra»,[5]se maravilla de encontrar confirmación actual de tradiciones orales del siglo XVI. Textualmente dice en la página 64: “resulta digno de atención, por no decir asombroso descubrir que hay narraciones contemporáneas en varias lenguas mesoamericanas que siguen de cerca temas de la antigua palabra y que a veces parecen lecturas, hechas casi 500 años más tarde, de una página de un códice prehispánico…”

Y aporta un ejemplo entre otros referidos en la página 289: “dos indígenas analfabetas de santa Cruz y de san Juan Mixtepec, Oaxaca, respectivamente Serapio Martínez y Basilio Gómez, comunicaron un relato en mixteco de gran interés al etnólogo Thomas J. Bach (1980) Tal narración es probablemente la mejor lectura que se conserva de la página 37 del códice mixteco prehispánico Vindobonese y de la página 2 del códice Selden (también Mixteca).[6]

El padre Luis Ismael Olmedo Casas CM, investigador de la cultura totonaca y conocedor de su lengua, encontró un ejemplo casi idéntico al mencionado anteriormente respecto al acontecimiento Guadalupano, en una comunidad ajena al ambiente náhuatl y aislada casi por completo hasta el día de hoy.

En San Miguel Zozocolco, Veracruz, pueblecito perdido en la sierra, entre Papantla y Poza Rica, a seis horas hacia la montaña, el padre Ismael, el doce de Diciembre tuvo la idea de preguntar a los fieles indígenas qué era lo que celebraban, antes de predicárselos él. Así pudo escuchar de los mismos jefes un magnífico testimonio que confirma la validez de la tradición oral de los indígenas, y además constituye un gran paradigma de inculturación.[7]

Vale mencionar una parte admirable que respecta la concepción de la virgen de Guadalupe a través de las generaciones indígenas: “Apareció en el cerro del Anáhuac una señal del mismo cielo: una Mujer con gran importancia, más que los mismos emperadores, que, a pesar de ser mujer, su poderío es tal que se para frente al sol, nuestro dador de vida y pisa la luna que es nuestra guía en la lucha por la luz y se viste con las estrellas, que son las que rigen nuestra existencia y nos dicen cuándo debemos sembrar, doblar o cosechar.

Es importante esta mujer porque se para frente al sol, pisa la luna y se viste con las estrellas, pero su rostro nos dice que hay alguien mayor que ella, porque está inclinada en signo de respeto. Nuestros mayores ofrecían corazones a Dios para que hubiera armonía en la vida. Esta mujer dice que sin arrancarlos, le pongamos los nuestros entre sus manos para que ella los presente al verdadero Dios [...] su rostro no es el de nuestros dominadores ni el de nosotros, sino de ambos. En su túnica se pinta todo el valle del Anáhuac y centra la atención en el vientre de esta mujer, que con la alegría de la fiesta, danza, porque nos dará a su hijo, para que con la armonía del ángel que sostiene el cielo y la tierra (manto y túnica) se prolongue una vida nueva”.[8]

Se puede ver con este testimonio la importancia de la tradición oral y su valor para la historia. Un investigador no puede desconocer el hecho mismo de la transmisión de la fe de generación en generación y a la vez el proceso de inculturación, en el cual vemos nacer algo nuevo sin destruir lo esencial de la cultura; más aún, integra la nueva cultura en el hecho mismo de la novedad.


NOTAS

  1. El gran estudioso y reconocido máximo perito P. Ángel María Garibay, sintetiza las objeciones del padre Acosta y la respuesta del padre Tovar. Puede confrontarse en la obra de GONZÁLEZ FERNÁNDEZ F- CHAVEZ SÁNCHEZ E. - GUERRERO ROSADO J.L., El encuentro de la Virgen de Guadalupe con Juan Diego El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Ed. Porrúa, México, pp. 285-286
  2. A. María GARIBAY K., Fray Juan de Zumárraga y Juan Diego –Elogio Fúnebre, ed. Bajo el signo de ábside, México 1949, 11-14, citado por GONZÁLEZ FERNÁNDEZ F., óp. Cit. 286
  3. El padre TANCO entregó un testimonio escrito bajo el título «Origen milagroso del santuario de Nuestra Señora de Guadalupe», testimonio que, con algunas ediciones, fue publicado en 1675, después de su muerte ocurrida en 1672. Citado por GONZALEZ FERNÁNDEZ, en las páginas 286-287.
  4. L. BECERRA TANCO, Origen Milagroso del Santuario de Nuestra señora de Guadalupe en E. DE LA TORRE VILLAR Y R. NAVARRO DE ANDA, Testimonios, p. 323-326, citado por GONZALEZ FERNÁNDEZ F.,op.cit. 288
  5. M. LEÓN PORTILLA, El destino de la palabra, De la oralidad y los glifos mesoamericanos a la escritura alfabética, ed. FCE, México 1996.
  6. Cfr. Ibid. 64
  7. Se puede leer en El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego en las páginas 290-291
  8. GONZALEZ FERNÁNDEZ , p. 291

BIBLIOGRAFÍA

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ F- CHAVEZ SÁNCHEZ E. - GUERRERO ROSADO J.L., El encuentro de la Virgen de Guadalupe con Juan Diego El encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego, Ed. Porrúa, México

LEÓN PORTILLA M, El destino de la palabra, De la oralidad y los glifos mesoamericanos a la escritura alfabética, ed. FCE, México 1996


RUBEN DARIO GARCIA RAMIREZ