VASCONCELOS CALDERÓN, José

De Dicionário de História Cultural de la Iglesía en América Latina
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(Oaxaca 1882-Ciudad de México 1959) Político, Filósofo y Escritor.

Nació en la ciudad de Oaxaca el 27 de febrero de 1882, y fue el segundo de los nueve hijos del matrimonio formado por el funcionario de aduanas Ignacio Vasconcelos Varela y Carmen Calderón Conde. Debido a la profesión del padre, la infancia de José transcurrió en diversas poblaciones situadas en la frontera con los Estados Unidos; especialmente larga fue su estadía en Eagle Pass, Texas, lo que le permitió obtener un amplio dominio del idioma inglés. Posteriormente la familia se trasladó a Toluca, donde José inició sus estudios secundarios en el Instituto Científico de esa ciudad, concluyéndolos en el Instituto Campechano de la ciudad de San Francisco de Campeche. Cursó el bachillerato en la Capital de la República en la Escuela Nacional Preparatoria y la carrera de Derecho en la Escuela Nacional de Jurisprudencia, titulándose como abogado en 1907. En esos años, Vasconcelos se alejó de la fe de la Iglesia manifestando en ocasiones una cierta hostilidad a la jerarquía.

Recién titulado trabajó como abogado de la firma Warner, Johnson & Galston en la misma ciudad de México y en octubre de 1909, junto con Alfonso Reyes, Antonio Caso, Martín Luis Guzmán y otros más fundó el «Ateneo de la Juventud», asociación que buscaba presentar a la juventud mexicana una visión amplia de la vida personal y social, retomando los valores éticos y estéticos propios de la tradición cultural de Hispanoamérica; ello frente a la visión sumamente estrecha que propiciaba la educación oficial, positivista, mecanicista y afrancesada, promovida por el ministro de instrucción pública Justo Sierra y el grupo porfirista llamado de “los científicos”.

En ese mismo año de 1909, Vasconcelos empezó a colaborar con Francisco I. Madero escribiendo artículos para el periódico “El Antirreelecionista” del que fue subdirector y posteriormente representando al Partido Nacional Antirreelecionista ante el gobierno de los Estados Unidos. Varios atribuyen a Vasconcelos el haber rescatado el lema del Plan de la Noria “Sufragio efectivo, no reelección” que Porfirio Díaz acuñó contra las reelecciones de Benito Juárez, para usarlo ahora por Madero contra el mismo Porfirio Díaz quien buscaba reelegirse por octava ocasión. Tras la caída de Porfirio Díaz en mayo de 1911, Francisco I. Madero volvió a lanzar su candidatura a la Presidencia de la República y Vasconcelos colaboró escribiéndole muchos de sus discursos. Madero triunfó ampliamente y Vasconcelos colaboró con el nuevo Presidente como su consejero.

Tras la “decena trágica” que culminó con el asesinato de Madero e impuso el régimen de Victoriano Huerta, Vasconcelos se vio obligado a exiliarse en los Estados Unidos, donde permaneció hasta 1914 cuando regresó invitado por el Gral. Eulalio Gutiérrez Ortiz, que había sido designado Presidente Provisional por la Convención de [[ [[ Aguascalientes | Aguascalientes]] | Aguascalientes]], para ocuparse de la Secretaría de Instrucción Pública en su gabinete. Pero su actividad fue efímera pues Venustiano Carranza y Álvaro Obregón obligaron al gobierno de la Convención a desintegrarse; nuevamente Vasconcelos se vio obligado a desterrarse. “Buena parte de 1916 vive en la ciudad de Lima…Se hace amigo de don José Riva Agüero quien lo pone en contacto con el ambiente cultural limeño. En julio de 1916 lee en la Universidad de San Marcos su conferencia «El movimiento intelectual contemporáneo de México».”[1]En esa conferencia aparece ya uno de los principales “leit motiv” de su pensamiento filosófico: el mestizaje hispanoamericano, y fue un atisbo de dos de sus célebres libros que poco después escribiría: “La Raza Cósmica” y “Estudios Indostánicos”, basados en la idea de que Hispanoamérica no es una simple reproducción de España sino una realidad originaria debida a la mezcla con los indígenas.

En 1920 Venustiano Carranza moría asesinado por los conjurados del “Plan de Agua Prieta” (Obregón, Calles y Dela Huerta) y Vasconcelos pudo regresar a México. El 9 de junio de 1920 fue designado Rector de la Universidad Nacional de México y es entonces cuando diseñó su escudo basado en el mapa de América, el cóndor sudamericano y el águila azteca y redacta el lema que lo circunda y que hasta la fecha la Universidad sustenta: “Por mi raza hablará el Espíritu”. Debido a que el Ministerio de Instrucción Pública había sido suprimido desde la promulgación de la Constitución de 1917, y no existía una instancia gubernamental que promoviera la educación, José Vasconcelos convenció al Presidente Álvaro Obregón de la necesidad de tal instancia e inició la formulación práctica del proyecto para crear la Secretaría de Educación Pública, de la cual fue su primer titular asumiendo el cargo en la simbólica fecha del 12 de octubre de 1921.

Como Secretario de Educación Pública, Vasconcelos emprendió un ambicioso programa de difusión cultural que llamó “misiones culturales” lanzando una vasta acción alfabetizadora en la cual involucró a miles de personas como “profesores voluntarios”; erigió numerosas bibliotecas populares desde las cuales se realizó una difusión masiva de autores clásicos; reorganizó la Biblioteca Nacional, fundó la Orquesta Sinfónica Nacional y asignó a los pintores David Alfaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco, distintos edificios públicos para que realizaran sus célebres murales. Siguiendo su espíritu de integración hispanoamericana, estableció con los ministerios de educación de Argentina, Brasil, Colombia y Perú un intercambio educativo y cultural que llamó “embajadas culturales”. Sin embargo la brillante carrera como funcionario público de Vasconcelos terminó cuando abruptamente presentó su renuncia el 29 de julio de 1924. Sobre su renuncia algunas fuentes señalan que se debió a presiones de la CROM (Confederación regional de Obreros Mexicanos); otras a su discrepancia con la candidatura a la Presidencia de Plutarco Elías Calles; y otras más a la firma de los vergonzosos “Tratados de Bucareli” que el gobierno de Obregón realizó con el gobierno de los Estados Unidos. Durante el gobierno de Plutarco Elías Calles (1924-1928), Vasconcelos vivió en París donde publicó su libro “La Raza Cósmica” (1927) y en Madrid donde publicó la primera época de la revista “La Antorcha”.

Para permitirse su reelección en la presidencia de la república, Calles y Obregón modificaron en octubre de 1926 los artículos 82 y 83 de la Constitución; con esto y el asesinato del general Francisco Serrano y trece de sus seguidores y del general Arnulfo R. Gómez, todos ellos revolucionarios pero rivales de Obregón, éste último fue declarado “presidente electo” por el Congreso para el periodo 1928-1932. Pero Obregón fue asesinado el 17 de julio por José de León Toral. “La muerte de Obregón produjo tremendo desconcierto en las filas oficiales (…) al conocer la noticia del hecho que José de León Toral realizó, Vasconcelos estaba dando conferencias en la Universidad de Chicago (…) El primer impulso a la candidatura presidencial de Vasconcelos provino de los mexicanos residentes en Estados Unidos. Eran como dos millones”[2]

La candidatura de José Vasconcelos fue lanzada por el recién reorganizado (1° de septiembre de 1928) Partido Nacional Antirreeleccionista, para enfrentarse al ingeniero Pascual Ortiz Rubio, candidato del “partido oficial” el Partido Nacional Revolucionario[3]constituido en marzo de 1929.“El 10 de noviembre de 1928, la ciudad de Nogales (Sonora) recibió al candidato ( José Vasconcelos) en forma tumultuosa. La población en masa se trasladó a la frontera y de ahí lo condujo al teatro en donde leyó su discurso (…) Era aquel un programa de gobierno lúcido y claro, escrito con el poder expresivo de Vasconcelos. Reforma agraria y garantías obreras, castigo a los funcionarios inmorales, sufragio efectivo y no reelección, respeto a todas las opiniones y sanciones penales a todos los delitos (…) La vida humana reclama en México seguridad, la religión ausencia de cortapisas para practicarla (…) Condena Vasconcelos también el vasallaje de México ante Estados Unidos, desde su primer discurso.”[4]

En el final de 1928 y principios de 1929 la guerra de los cristeros o “Cristiada” se encontraba en pleno apogeo; simultáneamente la campaña presidencial de Vasconcelos iba en ascenso y convocaba a grandes multitudes en todas las poblaciones que éste visitaba. En marzo uno de los principales jefes militares de la “familia revolucionaria”, el general Gonzalo Escobar, se levantó en armas contra el gobierno, seguido por la mitad del ejército federal. Amenazado por todos los frentes –militar, social y político- el gobierno buscó unos “arreglos” con la Iglesia pero al mismo tiempo endureció la hostilidad contra sus adversarios. El 20 de septiembre, en la ciudad de México una manifestación a favor de Vasconcelos fue salvajemente agredida por agentes gubernamentales provocando decenas de heridos y tres muertos.

El día del sepelio, “en aquella tarde de congoja se presentó el poeta Carlos Pellicer. Dijo unas palabras valientes y emocionadas, ante nuestros muertos. De los asesinatos incalificables, testimonio de la ignominia que combatíamos, nos quedó un impacto moral imborrable. Como se afirmó en las oraciones, habían caído un estudiante, un obrero y un campesino, símbolo del México trágico y grande”[5]El día de las elecciones celebradas el 17 de noviembre, además de practicarse todas las corruptelas y fraudes, “Irregularidades tan serias como la ocupación de las casillas por agentes del partido oficial, desde la víspera, se consumaron”[6],el gobierno hizo alarde de fuerza bruta por todas partes, incluida la capital, y provocando decenas de víctimas mortales entre los votantes. En uno de los fraudes electorales más burdos de la historia de la democracia, el cómputo oficial atribuyó a Ortiz Rubio 1948 848 votos y a Vasconcelos 110, 979.

Frente a los resultados, Vasconcelos, que había pasado el día de las elecciones en Guaymas, denunció el burdo fraude y, siguiendo el ejemplo de Madero en las elecciones de 1910, invitó a la población a pronunciarse contra Calles y Portes Gil proclamando el “Plan de Guaymas”, pero su llamado no tuvo éxito. El general Carlos Bouquet, que estaba dispuesto a encabezar la lucha armada, fue capturado en Nogales, Sonora, y sin formación de causa fue pasado por las armas. Vasconcelos se exilió en los Estados Unidos y el gobierno inició un exterminio sistemático de líderes vasconcelistas. El 12 de marzo de 1930, en el cerro del Tezontle en Topilejo, fueron encontrados cerca de cien cadáveres de vasconcelistas.

En el exilio Vasconcelos escribió “Ulises Criollo” (1935) que es su autobiografía, “La Tormenta” (1936), “Breve Historia de México” (en cinco tomos) “El proconsulado” (1939). La Segunda Guerra Mundial obligó al presidente Manuel Ávila Camacho a implementar su “política de unidad Nacional” y con ella Vasconcelos pudo regresar a México en 1940. Un año después publicó su obra Hernán Cortés, creador de la nacionalidad”, y en 1953 fue elegido miembro de número de la Academia Mexicana de la Lengua, ocupando la quinta silla. En 1959, poco antes de morir pues falleció el 30 de junio de ese año, concluyó su libro “La Flama, los de arriba en la Revolución”.

Por la promoción que Vasconcelos hizo de la cultura de Hispanoamérica, la Federación de Estudiantes de Colombia lo nombró “Maestro de la Juventud de América”. Vasconcelos representa también una figura incómoda para la “historia oficial” que quema incienso a “la revolución”, pues no es posible ignorar su persona ni el papel que desempeño en los acontecimientos de la revolución mexicana, pero, debido a su indiscutible honestidad intelectual y conociendo profundamente la realidad política de México, su crítica a la revolución fue aguda y contundente. Así en “La Flama” escribe: “La revolución como tal, no vale el papel en que se escribe un libro. Toda revolución es una pústula que estalla en un cuerpo enfermo. Un pueblo sano no ha menester de revoluciones para consumar su desarrollo. Un pueblo enfermo puede hallar en la revolución alivio, como cuando la inflamación revienta los tejidos, los purifica momentáneamente. Vale más que estalle la pústula y no que el pus envenene todo el sistema orgánico. Pero no por eso es legítimo ponerse a venerar el tumor. Sólo las almas menguadas pueden rendir culto a «la revolución», que es lo mismo que venerar podredumbre. Lo mejor que se puede hacer con una revolución es liquidarla, antes que se convierta en daño, tal como intentó hacerlo Madero en Ciudad Juárez. Dejarla correr es lo que hizo más tarde Carranza por ambicioso e inepto, y eso preparó el fracaso”.[7]

Algunas de esas “almas menguadas” de las que habla Vasconcelos, lo tachan de “tránsfuga de la revolución”; otras más reconocen como valiosas únicamente las obras de su periodo como revolucionario y niegan valor a sus obras escritas después de su reencuentro con la fe cristiana, diciendo que se sumergió en “el pantano del misticismo religioso”. Pero es el mismo Vasconcelos, quien valora su experiencia existencial en el prólogo de su obra “Todología” al decir: “Poco afanó quien no acaba sintiendo la impotencia del anhelo, el engaño de los mirajes que distraen nuestra atención; la necesidad de acudir a un empeño sobrenatural. Himno, Sinfonía, Letanía, las tres etapas de una vida cabal, que es como sucederse de: Poesía, Filosofía, Religión, o bien: Arte, Ciencia, Revelación. Hallar el hilo que engarza las tres grandes maneras de la Sabiduría es tarea del atardecer.”[8]

Obras

Pitágoras, una teoría del ritmo (1916)

El Monismo Estético (1918)

La Raza Cósmica (1925)

Bolivarismo y Monroismo (1934)

Ulises Criollo (1935)

La Tormenta (1936)

Breve Historia de México (1937)

El Desastre (1938)

El Proconsulado (1939)

Hernán Cortés, creador de la nacionalidad (1941)

Lógica Orgánica (1945)

Todología (1952)

La Flama, los de arriba en la revolución (1959)

Notas

  1. Azuela Salvador. La Aventura Vasconcelista, 1929. Diana, México 1980, p. 44
  2. Ibídem, pp.80-81.
  3. Posteriormente cambió de nombre a Partido de la Revolución Mexicana (PNR) y luego a Partido Revolucionario Institucional (PRI), el cual ostenta hasta la fecha.
  4. Azuela, pp. 82-83
  5. Ibídem, p. 155
  6. Ibídem, p.159
  7. Vasconcelos, José, La Flama, los de arriba en la Revolución. Continental, México, 10 edición, 1979, p. 15
  8. Vasconcelos José, Todología. Botas, México, 1952.

Bibliografía

  • Grandes Biografías de México. Vol. 5. Océano, México, 1995
  • Azuela Salvador. La Aventura Vasconcelista 1929. Diana, México, 198
  • Vasconcelos José. La Flama, los de arriba en la revolución. Continental, México, 10 ed. 1979
  • Vasconcelos José. Todología. Botas, México, 1952


JUAN LOUVIER CALDERÓN



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