Diferencia entre revisiones de «VILASECA AGUILERA, José María»

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A los dieciocho años de edad ingresó al Seminario diocesano como alumno externo, destacándose tanto por sus virtudes como por su dedicación en el estudio, ya que no se limitaba a leer los libros de texto sino que solía acudir a la biblioteca para consultar otros autores. En 1851, el padre Buenaventura Armengol llegó a Barcelona con la finalidad de buscar vocaciones destinadas a México, país al que había llegado en 1844 para establecer la Congregación de la Misión. El joven José María vio en esta visita la oportunidad que buscaba para convertirse en sacerdote misionero y decidió ponerse a sus órdenes. Partió de Barcelona el 27 de diciembre de 1852 rumbo a Cádiz, de donde finalmente zarpó el 1° de febrero de 1853, llegando a las costas de Veracruz el 19 de marzo. El 2 de abril de ese mismo año inició su noviciado y profesó exactamente tres años después, añadiendo el nombre de María al que había recibido en el bautismo.
 
A los dieciocho años de edad ingresó al Seminario diocesano como alumno externo, destacándose tanto por sus virtudes como por su dedicación en el estudio, ya que no se limitaba a leer los libros de texto sino que solía acudir a la biblioteca para consultar otros autores. En 1851, el padre Buenaventura Armengol llegó a Barcelona con la finalidad de buscar vocaciones destinadas a México, país al que había llegado en 1844 para establecer la Congregación de la Misión. El joven José María vio en esta visita la oportunidad que buscaba para convertirse en sacerdote misionero y decidió ponerse a sus órdenes. Partió de Barcelona el 27 de diciembre de 1852 rumbo a Cádiz, de donde finalmente zarpó el 1° de febrero de 1853, llegando a las costas de Veracruz el 19 de marzo. El 2 de abril de ese mismo año inició su noviciado y profesó exactamente tres años después, añadiendo el nombre de María al que había recibido en el bautismo.
  
Posteriormente, el 20 de diciembre de 1856, cuando contaba con veinticinco años de edad, recibió la ordenación sacerdotal de manos de Monseñor Lázaro de la Garza y Ballesteros. Inició su ministerio como capellán en el hospital de San Juan de Dios; después de enfermar de tifo fue designado como confesor ordinario de las Hermanas de la Caridad y de las Hijas de María. En 1859 fue enviado como rector al seminario de Monterrey y en 1860 pasó como rector al colegio y seminario menor de Saltillo; en ambas instituciones implantó un excelente plan de estudios y un prudente reglamento de disciplina que funcionó perfectamente. De 1865 a 1870 se dedicó a las misiones en el norte del país, específicamente en los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, donde había grandes necesidades debido a la carencia de sacerdotes y a la actividad de los protestantes. Más tarde se le encargó la capellanía del hospital de San Andrés, en el cual conoció a Cesárea de Esparza y Dávalos, quien sería la primera Superiora del Instituto de las Hijas de María Josefinas.
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Posteriormente, el 20 de diciembre de 1856, cuando contaba con veinticinco años de edad, recibió la ordenación sacerdotal de manos de Monseñor Lázaro de la Garza y Ballesteros. Inició su ministerio como capellán en el hospital de San Juan de Dios; después de enfermar de tifo fue designado como confesor ordinario de las Hermanas de la Caridad y de las Hijas de María. En 1859 fue enviado como rector al seminario de Monterrey y en 1860 pasó como rector al colegio y seminario menor de Saltillo; en ambas instituciones implantó un excelente plan de estudios y un prudente reglamento de disciplina que funcionó perfectamente. De 1865 a 1870 se dedicó a las misiones en el norte del país, específicamente en los estados de Coahuila, Nuevo León y [[SENO_MEXICANO;_Evangelización_del_Nuevo_Santander | Tamaulipas]], donde había grandes necesidades debido a la carencia de sacerdotes y a la actividad de los protestantes. Más tarde se le encargó la capellanía del hospital de San Andrés, en el cual conoció a Cesárea de Esparza y Dávalos, quien sería la primera Superiora del Instituto de las Hijas de María Josefinas.
  
 
En esta época fundó el Colegio Clerical del Señor San José, el Instituto de Misioneros Josefinos y la Congregación de las Hijas de María Josefinas. En cuanto al Colegio Clerical, señala su fundador que fue abierto “''el 19 de Diciembre de 1872, con solo doce niños''” pero que al paso de trece años había “''dado a la Iglesia mexicana cincuenta y cinco sacerdotes (…) En el año 1885 llegaron a ser los alumnos internos del Colegio Clerical ciento treinta, recibiendo todos una educación eminentemente eclesiástica, conforme las disposiciones del Santo Concilio de Trento, y los recibió el Ilmo. Sr. Arzobispo al hacerse cargo del Colegio; así como cincuenta niños todavía que estaban en el Colegio que era Preparatorio del mismo Clerical''”<ref>Vilaseca, pp. 22 y 24-25.</ref>.
 
En esta época fundó el Colegio Clerical del Señor San José, el Instituto de Misioneros Josefinos y la Congregación de las Hijas de María Josefinas. En cuanto al Colegio Clerical, señala su fundador que fue abierto “''el 19 de Diciembre de 1872, con solo doce niños''” pero que al paso de trece años había “''dado a la Iglesia mexicana cincuenta y cinco sacerdotes (…) En el año 1885 llegaron a ser los alumnos internos del Colegio Clerical ciento treinta, recibiendo todos una educación eminentemente eclesiástica, conforme las disposiciones del Santo Concilio de Trento, y los recibió el Ilmo. Sr. Arzobispo al hacerse cargo del Colegio; así como cincuenta niños todavía que estaban en el Colegio que era Preparatorio del mismo Clerical''”<ref>Vilaseca, pp. 22 y 24-25.</ref>.
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Algo similar sucedió con el desarrollo de la Congregación de las Hijas de María Josefinas, la cual nació después de que la Srita. Cesárea de Esparza y Dávalos –cuya causa de beatificación se encuentra abierta- fuera destinada al frente de la educación de tres niñas. Al poco tiempo se le unieron diez jóvenes “''deseosas de hacer el bien como ella lo hacía, a favor de la juventud, y consagrándose a Dios (…) comenzaron a llamarse desde entonces, Hijas de María del Señor San José, y en poco más de seis meses se encontró que instruían y educaban en sus escuelas a más de 300 niñas, enseñando especialmente según sus reglas, el modo de amar a Dios''”<ref>Vilaseca, pp. 26-27.</ref>.
 
Algo similar sucedió con el desarrollo de la Congregación de las Hijas de María Josefinas, la cual nació después de que la Srita. Cesárea de Esparza y Dávalos –cuya causa de beatificación se encuentra abierta- fuera destinada al frente de la educación de tres niñas. Al poco tiempo se le unieron diez jóvenes “''deseosas de hacer el bien como ella lo hacía, a favor de la juventud, y consagrándose a Dios (…) comenzaron a llamarse desde entonces, Hijas de María del Señor San José, y en poco más de seis meses se encontró que instruían y educaban en sus escuelas a más de 300 niñas, enseñando especialmente según sus reglas, el modo de amar a Dios''”<ref>Vilaseca, pp. 26-27.</ref>.
  
También instaló una pequeña imprenta e inauguró las ediciones de la Biblioteca Religiosa. La motivación del padre Vilaseca para incursionar en la industria de las letras es descrita por él mismo: “''En esa triste época y tras el grito fatal de reforma (…) fue cuando a pesar de nuestra miseria y falta de conocimientos literarios sobre los diversos ramos del saber eclesiástico, comenzamos a pensar en los medios que de nuestra parte podríamos adoptar para detener en algo el mal que se desbordaba ya, como un torrente impetuoso sobre todas las clases de la sociedad, por medio de los horribles vicios que se le habían causado, de la libertad de imprenta tan pública como desenfrenada, del protestantismo que comenzó a abrir sus templos (…)''”<ref>Vilaseca, p. 6.</ref>.
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También instaló una pequeña imprenta e inauguró las ediciones de la Biblioteca Religiosa. La motivación del padre Vilaseca para incursionar en la industria de las letras es descrita por él mismo: “''En esa triste época y tras el grito fatal de reforma (…) fue cuando a pesar de nuestra miseria y falta de conocimientos literarios sobre los diversos ramos del saber eclesiástico, comenzamos a pensar en los medios que de nuestra parte podríamos adoptar para detener en algo el mal que se desbordaba ya, como un torrente impetuoso sobre todas las clases de la sociedad, por medio de los horribles vicios que se le habían causado, de la libertad de imprenta tan pública como desenfrenada, del [[BRASIL;_Protestantismo | protestantismo]] que comenzó a abrir sus templos (…)''”<ref>Vilaseca, p. 6.</ref>.
  
En su imprenta religiosa publicó numerosas obras entre las que se encontró “Siete solemnes mentís contra los protestantes, el protestantismo y la francmasonería”, libro que causó la ira del gobierno provocando el encarcelamiento del padre Vilaseca, cuatro sacerdotes seculares y unos padres Jesuitas y Pasionistas el 20 de mayo de 1873. Hacia final de mes se les excarceló con la condición de no salir de la ciudad y presentarse diariamente a la alcaldía; finalmente el 15 de octubre de ese mismo año el padre Vilaseca fue conducido a Veracruz y desterrado a Europa.
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En su imprenta religiosa publicó numerosas obras entre las que se encontró “Siete solemnes mentís contra los protestantes, el [[BRASIL;_Protestantismo | protestantismo]] y la francmasonería”, libro que causó la ira del gobierno provocando el encarcelamiento del padre Vilaseca, cuatro sacerdotes seculares y unos padres [[EVANGELIZACIÓN_DE_AMÉRICA;_contribución_de_los_jesuitas | Jesuitas]] y Pasionistas el 20 de mayo de 1873. Hacia final de mes se les excarceló con la condición de no salir de la ciudad y presentarse diariamente a la alcaldía; finalmente el 15 de octubre de ese mismo año el padre Vilaseca fue conducido a Veracruz y desterrado a Europa.
  
 
Durante su destierro dirigió sus obras a distancia y visitó a S.S. Pío IX para informarle de éstas, pedirle una especial bendición y ofrecerle un cáliz en nombre de las Hijas de María Josefinas, así como el óbolo de la Asociación. Tiempo después se entrevistó en París con el embajador de México, Manuel Romero Rubio, quien le aseguró que podía regresar a México, razón por la cual viajó a La Habana para esperar la resolución del gobierno mexicano, la cual  le fue favorable.  
 
Durante su destierro dirigió sus obras a distancia y visitó a S.S. Pío IX para informarle de éstas, pedirle una especial bendición y ofrecerle un cáliz en nombre de las Hijas de María Josefinas, así como el óbolo de la Asociación. Tiempo después se entrevistó en París con el embajador de México, Manuel Romero Rubio, quien le aseguró que podía regresar a México, razón por la cual viajó a La Habana para esperar la resolución del gobierno mexicano, la cual  le fue favorable.  
 
Fue recibido con júbilo el 15 de enero de 1875 en la ciudad de México tanto por los miembros de sus obras como por la sociedad en general. Sin embargo, otra prueba se le presentó un par de años después: el 25 de enero de 1877, tras meditarlo detenidamente, el padre Vilaseca se separó de la Congregación de la Misión debido a que los Superiores Paúles le orillaron a decidir entre sus obras y la Congregación. Ese mismo día profesó como misionero josefino, reiterando los votos de pobreza, castidad y obediencia. Mientras tanto sus obras prosperaron de manera notable, como se ha mencionado anteriormente: el Colegio Clerical contó con la cooperación de brillantes catedráticos; se fundaron los colegios preparatorios de México, Puebla y Huichapan; los misioneros josefinos inauguraron un periodo de misiones; las hermanas josefinas aumentaron en número y abrieron colegios en distintos lugares.
 
Fue recibido con júbilo el 15 de enero de 1875 en la ciudad de México tanto por los miembros de sus obras como por la sociedad en general. Sin embargo, otra prueba se le presentó un par de años después: el 25 de enero de 1877, tras meditarlo detenidamente, el padre Vilaseca se separó de la Congregación de la Misión debido a que los Superiores Paúles le orillaron a decidir entre sus obras y la Congregación. Ese mismo día profesó como misionero josefino, reiterando los votos de pobreza, castidad y obediencia. Mientras tanto sus obras prosperaron de manera notable, como se ha mencionado anteriormente: el Colegio Clerical contó con la cooperación de brillantes catedráticos; se fundaron los colegios preparatorios de México, Puebla y Huichapan; los misioneros josefinos inauguraron un periodo de misiones; las hermanas josefinas aumentaron en número y abrieron colegios en distintos lugares.
  
No obstante, nuevamente fue puesto a prueba debido a que le fue retirado el subsidio con el que le ayudaba el Arzobispo y además se vio obligado a ceder la casa generalicia de los misioneros. Pero como era habitual en él, supo sobrellevar estas nuevas pruebas sin quejarse, analizándolas a la luz de la fe, encontrando siempre la actuación de su patrón “''el Señor San José a favor de los misioneros Josefinos''”.<ref>Vilaseca, p. 44.</ref>Al poco tiempo levantó la nueva casa generalicia y el templo de la Sagrada Familia -que sería testigo de la celebración de las bodas de oro sacerdotales del padre Vilaseca- en un terreno casi baldío que se le había otorgado. Misionó por muchas parroquias de México y Michoacán acompañado por un grupo de sus hijos espirituales y envió otros a predicar a las tribus indígenas de Yucatán, Chiapas, Chihuahua, Sonora y Nayarit. Asimismo, las Hermanas Josefinas se volvieron muy solicitadas para encargarse de los colegios y hospitales. La aprobación definitiva a las obras del padre Vilaseca fue expedida por S.S. Pío X el 21 de diciembre de 1907 para las Hijas de María Josefinas, y el 14 de septiembre de 1911 para los misioneros.
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No obstante, nuevamente fue puesto a prueba debido a que le fue retirado el subsidio con el que le ayudaba el Arzobispo y además se vio obligado a ceder la casa generalicia de los misioneros. Pero como era habitual en él, supo sobrellevar estas nuevas pruebas sin quejarse, analizándolas a la luz de la fe, encontrando siempre la actuación de su patrón “''el Señor San José a favor de los misioneros Josefinos''”.<ref>Vilaseca, p. 44.</ref>Al poco tiempo levantó la nueva casa generalicia y el templo de la Sagrada Familia -que sería testigo de la celebración de las bodas de oro sacerdotales del padre Vilaseca- en un terreno casi baldío que se le había otorgado. Misionó por muchas parroquias de México y Michoacán acompañado por un grupo de sus hijos espirituales y envió otros a predicar a las tribus indígenas de [[YUCATÁN_EN_EL_TIEMPO._Enciclopedia | Yucatán]], Chiapas, Chihuahua, Sonora y Nayarit. Asimismo, las Hermanas Josefinas se volvieron muy solicitadas para encargarse de los colegios y hospitales. La aprobación definitiva a las obras del padre Vilaseca fue expedida por S.S. Pío X el 21 de diciembre de 1907 para las Hijas de María Josefinas, y el 14 de septiembre de 1911 para los misioneros.
  
 
El padre Vilaseca sufría de enfisema pulmonar. Ya en 1905 la enfermedad se agravó de tal manera que el médico sugirió la administración de los últimos sacramentos; sin embargo ese mismo día tuvo una sorprendente mejoría que le permitió vivir varios años más. El 1 de abril de 1910 llegó al Hospital Escandón de Tacubaya, en la ciudad de México, para bendecir la capilla y los nuevos salones; al estar orando frente al Santísimo sintió vértigo, fue conducido a su aposento y se le administraron los últimos sacramentos pero los médicos ya no pudieron hacer nada por él.
 
El padre Vilaseca sufría de enfisema pulmonar. Ya en 1905 la enfermedad se agravó de tal manera que el médico sugirió la administración de los últimos sacramentos; sin embargo ese mismo día tuvo una sorprendente mejoría que le permitió vivir varios años más. El 1 de abril de 1910 llegó al Hospital Escandón de Tacubaya, en la ciudad de México, para bendecir la capilla y los nuevos salones; al estar orando frente al Santísimo sintió vértigo, fue conducido a su aposento y se le administraron los últimos sacramentos pero los médicos ya no pudieron hacer nada por él.
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'''SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA'''
 
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Revisión actual del 05:24 16 nov 2018

(Barcelona, 1831– Ciudad de México, 1910). Fundador de las Obras Josefinas en México.

José Jaime Sebastián Vilaseca Aguilera nació en la ciudad de Igualada en Cataluña, España, el 19 de enero de 1831. Sus padres fueron Jaime Vilaseca y Francisca Aguilera, quienes le inculcaron el santo temor de Dios. Recibió las primeras lecciones de parte de los padres de las Escuelas Pías. Tiempo después su familia se trasladó a Barcelona donde tomó algunas lecciones de matemáticas y dibujo con la finalidad de seguir la carrera de mecánico, como era el deseo de su padre, pero su vocación sacerdotal se impuso.

A los dieciocho años de edad ingresó al Seminario diocesano como alumno externo, destacándose tanto por sus virtudes como por su dedicación en el estudio, ya que no se limitaba a leer los libros de texto sino que solía acudir a la biblioteca para consultar otros autores. En 1851, el padre Buenaventura Armengol llegó a Barcelona con la finalidad de buscar vocaciones destinadas a México, país al que había llegado en 1844 para establecer la Congregación de la Misión. El joven José María vio en esta visita la oportunidad que buscaba para convertirse en sacerdote misionero y decidió ponerse a sus órdenes. Partió de Barcelona el 27 de diciembre de 1852 rumbo a Cádiz, de donde finalmente zarpó el 1° de febrero de 1853, llegando a las costas de Veracruz el 19 de marzo. El 2 de abril de ese mismo año inició su noviciado y profesó exactamente tres años después, añadiendo el nombre de María al que había recibido en el bautismo.

Posteriormente, el 20 de diciembre de 1856, cuando contaba con veinticinco años de edad, recibió la ordenación sacerdotal de manos de Monseñor Lázaro de la Garza y Ballesteros. Inició su ministerio como capellán en el hospital de San Juan de Dios; después de enfermar de tifo fue designado como confesor ordinario de las Hermanas de la Caridad y de las Hijas de María. En 1859 fue enviado como rector al seminario de Monterrey y en 1860 pasó como rector al colegio y seminario menor de Saltillo; en ambas instituciones implantó un excelente plan de estudios y un prudente reglamento de disciplina que funcionó perfectamente. De 1865 a 1870 se dedicó a las misiones en el norte del país, específicamente en los estados de Coahuila, Nuevo León y Tamaulipas, donde había grandes necesidades debido a la carencia de sacerdotes y a la actividad de los protestantes. Más tarde se le encargó la capellanía del hospital de San Andrés, en el cual conoció a Cesárea de Esparza y Dávalos, quien sería la primera Superiora del Instituto de las Hijas de María Josefinas.

En esta época fundó el Colegio Clerical del Señor San José, el Instituto de Misioneros Josefinos y la Congregación de las Hijas de María Josefinas. En cuanto al Colegio Clerical, señala su fundador que fue abierto “el 19 de Diciembre de 1872, con solo doce niños” pero que al paso de trece años había “dado a la Iglesia mexicana cincuenta y cinco sacerdotes (…) En el año 1885 llegaron a ser los alumnos internos del Colegio Clerical ciento treinta, recibiendo todos una educación eminentemente eclesiástica, conforme las disposiciones del Santo Concilio de Trento, y los recibió el Ilmo. Sr. Arzobispo al hacerse cargo del Colegio; así como cincuenta niños todavía que estaban en el Colegio que era Preparatorio del mismo Clerical[1].

Algo similar sucedió con el desarrollo de la Congregación de las Hijas de María Josefinas, la cual nació después de que la Srita. Cesárea de Esparza y Dávalos –cuya causa de beatificación se encuentra abierta- fuera destinada al frente de la educación de tres niñas. Al poco tiempo se le unieron diez jóvenes “deseosas de hacer el bien como ella lo hacía, a favor de la juventud, y consagrándose a Dios (…) comenzaron a llamarse desde entonces, Hijas de María del Señor San José, y en poco más de seis meses se encontró que instruían y educaban en sus escuelas a más de 300 niñas, enseñando especialmente según sus reglas, el modo de amar a Dios[2].

También instaló una pequeña imprenta e inauguró las ediciones de la Biblioteca Religiosa. La motivación del padre Vilaseca para incursionar en la industria de las letras es descrita por él mismo: “En esa triste época y tras el grito fatal de reforma (…) fue cuando a pesar de nuestra miseria y falta de conocimientos literarios sobre los diversos ramos del saber eclesiástico, comenzamos a pensar en los medios que de nuestra parte podríamos adoptar para detener en algo el mal que se desbordaba ya, como un torrente impetuoso sobre todas las clases de la sociedad, por medio de los horribles vicios que se le habían causado, de la libertad de imprenta tan pública como desenfrenada, del protestantismo que comenzó a abrir sus templos (…)[3].

En su imprenta religiosa publicó numerosas obras entre las que se encontró “Siete solemnes mentís contra los protestantes, el protestantismo y la francmasonería”, libro que causó la ira del gobierno provocando el encarcelamiento del padre Vilaseca, cuatro sacerdotes seculares y unos padres Jesuitas y Pasionistas el 20 de mayo de 1873. Hacia final de mes se les excarceló con la condición de no salir de la ciudad y presentarse diariamente a la alcaldía; finalmente el 15 de octubre de ese mismo año el padre Vilaseca fue conducido a Veracruz y desterrado a Europa.

Durante su destierro dirigió sus obras a distancia y visitó a S.S. Pío IX para informarle de éstas, pedirle una especial bendición y ofrecerle un cáliz en nombre de las Hijas de María Josefinas, así como el óbolo de la Asociación. Tiempo después se entrevistó en París con el embajador de México, Manuel Romero Rubio, quien le aseguró que podía regresar a México, razón por la cual viajó a La Habana para esperar la resolución del gobierno mexicano, la cual le fue favorable. Fue recibido con júbilo el 15 de enero de 1875 en la ciudad de México tanto por los miembros de sus obras como por la sociedad en general. Sin embargo, otra prueba se le presentó un par de años después: el 25 de enero de 1877, tras meditarlo detenidamente, el padre Vilaseca se separó de la Congregación de la Misión debido a que los Superiores Paúles le orillaron a decidir entre sus obras y la Congregación. Ese mismo día profesó como misionero josefino, reiterando los votos de pobreza, castidad y obediencia. Mientras tanto sus obras prosperaron de manera notable, como se ha mencionado anteriormente: el Colegio Clerical contó con la cooperación de brillantes catedráticos; se fundaron los colegios preparatorios de México, Puebla y Huichapan; los misioneros josefinos inauguraron un periodo de misiones; las hermanas josefinas aumentaron en número y abrieron colegios en distintos lugares.

No obstante, nuevamente fue puesto a prueba debido a que le fue retirado el subsidio con el que le ayudaba el Arzobispo y además se vio obligado a ceder la casa generalicia de los misioneros. Pero como era habitual en él, supo sobrellevar estas nuevas pruebas sin quejarse, analizándolas a la luz de la fe, encontrando siempre la actuación de su patrón “el Señor San José a favor de los misioneros Josefinos”.[4]Al poco tiempo levantó la nueva casa generalicia y el templo de la Sagrada Familia -que sería testigo de la celebración de las bodas de oro sacerdotales del padre Vilaseca- en un terreno casi baldío que se le había otorgado. Misionó por muchas parroquias de México y Michoacán acompañado por un grupo de sus hijos espirituales y envió otros a predicar a las tribus indígenas de Yucatán, Chiapas, Chihuahua, Sonora y Nayarit. Asimismo, las Hermanas Josefinas se volvieron muy solicitadas para encargarse de los colegios y hospitales. La aprobación definitiva a las obras del padre Vilaseca fue expedida por S.S. Pío X el 21 de diciembre de 1907 para las Hijas de María Josefinas, y el 14 de septiembre de 1911 para los misioneros.

El padre Vilaseca sufría de enfisema pulmonar. Ya en 1905 la enfermedad se agravó de tal manera que el médico sugirió la administración de los últimos sacramentos; sin embargo ese mismo día tuvo una sorprendente mejoría que le permitió vivir varios años más. El 1 de abril de 1910 llegó al Hospital Escandón de Tacubaya, en la ciudad de México, para bendecir la capilla y los nuevos salones; al estar orando frente al Santísimo sintió vértigo, fue conducido a su aposento y se le administraron los últimos sacramentos pero los médicos ya no pudieron hacer nada por él.

Estuvo en agonía hasta el 3 de abril, día en el que finalmente falleció. Miles de personas acudieron a sus funerales repitiendo “era un santo”; los restos del padre Vilaseca fueron conducidos al panteón de Dolores donde permanecieron hasta el 3 de abril de 1916, cuando fueron trasladados a la cripta de las Hermanas Josefinas en el panteón Español. Actualmente su causa de beatificación se encuentra en fase romana[5].

Obra(s): Quién es María la Madre de Dios o sea refutación de la Undécima noche de los Romanistas, titulada la Virgen María; Explicación del Ave María y de la Salve; María siempre virgen; Vida de la Inmaculada y Divina María; Manual de Meditaciones sobre las virtudes cristianas. Reglamentos del Seminario y deberes eclesiásticos para uso delos alumnos de los Colegios Clericales; Manual de meditaciones para las Josefinas; Manual de Meditaciones para los Sacerdotes Josefinos que se ocupan en las misiones; Manual de Meditaciones para los ejercicios particulares del Colegio de Misioneros Josefinos; Manual del Ordenando; Manual de los Hijos de María; Manual para el Asilo de Párvulos; Pequeña historia sobre los hechos que motivaron la fundación del Instituto de los Hijos de María del señor San José y el de las Hijas de María Josefinas, así como de la marcha de ellos hasta el 19 de abril de 1891.

Notas

  1. Vilaseca, pp. 22 y 24-25.
  2. Vilaseca, pp. 26-27.
  3. Vilaseca, p. 6.
  4. Vilaseca, p. 44.
  5. Arquidiócesis de México

Bibliografía

  • Arquidiócesis de México. “Causas de los Santos”. Consultado el 28/05/2014, disponible en: http://www.arquidiocesismexico.org.mx/Causas%20de%20los%20Santos.html
  • “Fundadores”. Sitio Oficial de la Congregación de Hermanas Josefinas. Consultado el 28/05/2014, disponible en: http://hermanasjosefinas.org.mx/fundadores.php
  • Valverde Téllez, Emeterio. Bio-bibliografía eclesiástica Mexicana (1821-1943). JUS, México, 1949.
  • Vilaseca, José María. Pequeña historia sobre los hechos que motivaron la fundación del Instituto de los Hijos de María del señor San José y el de las Hijas de María Josefinas, así como de la marcha de ellos hasta el 19 de abril de 1891. Imprenta Religión M. Trigueros, México, 1891.


SIGRID MARÍA LOUVIER NAVA